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Así, por ejemplo, hay algunas personas, muy respetables en ' muchos aspectos,
que son enemigos de la democracia, cuando es un logro de la civilización y una
garantía de las libertades. Si bien no es una garantía absoluta, permite más
fácilmente su ejercicio que las dictaduras.
Los valores no existen sin el hombre. Por ello se puede afirmar que las crisis de
los valores no son sino las crisis de las valoraciones que hacen los hombres, y
que la crisis de "hombres,, lleva de la mano a la crisis de valores e, incluso, de
la misma sociedad.
3) Justificación del pecado. El pecado es la elección mala, que aleja del fin
que es el bien. Dado que no es posible hacer el mal por el mal, sino que el
hombre siempre busca la razón de bien que pueda tener su actuación; el
pecador obstinado, que no quiere arrepentirse, busca justificaciones teóricas a
su conducta desordenada, que tranquilicen su conciencia
4) Escándalo. El pecador busca que su conducta sea aprobada por los demás.
Por eso, si son muchos los que obran como él, le parece que su conducta es
aceptada socialmente, aunque sea contra la verdad y el bien. Por ello intentará
que otros le imiten.
El cristiano, como todo hombre, debe tener una actitud madura ante los
sistemas de valores que se proponen. Hoy asistimos con frecuencia a intentos
de imposición de sistemas de valores. Así, a través de los medios de
comunicación se puede proyectar una idea del hombre o, más bien, fabricar un
ídolo o varios, que no dejan de ser un modelo de valores: un actor, un cantante,
un deportista, se pueden presentar a las masas como un modelo o un
paradigma. Y se le disculpa que sea borracho, drogadicto u homosexual, o
incluso un asesino. "Yo he abortado", puede decir una mujer dedicada a la
política, sin que ello lleve, en algunos países, a descalificarla para la función
pública que debe desempeñar.
1.3 EL SER ES EL FUNDAMENTO DEL VALOR
El ser humano es un misterio todos intentamos descubrir de algún modo. ¿Qué es
el hombre? ¿Quién soy yo? Este interés no nace de una simple curiosidad
académica; ni siquiera de un legítimo deseo de conocer más sobre nosotros
mismos. Lo que aquí nos interesa es la base objetiva de los valores humanos.
Cuando hablamos de valores, la clave para descubrir nuestro verdadero bien
consiste en examinar nuestra naturaleza humana. No podemos soñar en descubrir
lo que es bueno para el hombre hasta que no hayamos afrontado el problema de
quién es el hombre.
¿Dónde podemos buscar una respuesta al enigma del hombre? Disponemos de dos
fuentes principales para conocer lo que somos: la experiencia y la revelación divina.
La experiencia es una observación continua y un contacto de primera mano con
nosotros mismos y con los demás. La naturaleza del hombre se manifiesta a través
de sus acciones, habilidades y tendencias espontáneas. Gracias a nuestra
inteligencia podemos reflexionar sobre ellas y descubrir datos muy significativos.
Al mismo tiempo, hay muchos secretos y misterios que van más allá de nuestra
experiencia, pero que conocemos por el don de la revelación divina. El misterio de
la persona se nos descubre en Jesucristo. La revelación es como un «manual del
divino diseñador». Dios, que nos conoce por dentro y por fuera, no ha querido
dejarnos en la oscuridad; nos manifiesta lo que somos y hacia dónde vamos; nos
brinda la clave de lectura del plan divino y nos da las «instrucciones y reglas de
mantenimiento» para llevarlo a cabo. Ha sido un gesto muy noble de su parte, pues
muchos enigmas que nos atañen profundamente -como la muerte, el sufrimiento y
el sentido final de la vida- escapan a la simple observación.
1.4 IDENTIFICAR, APRECIAR Y ELEGIR LOS VALORES
¿Por qué hacemos nuestras unos determinados valores y no otros?