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Saludos protocolares

Discursos de despedida se han escrito muchos, y quizás demasiados. Y


hoy nos tocó a nosotros, escribir este texto y decir éste adiós.
Encontrar las palabras, expresar lo que adentro teníamos fue difícil,
descubrir las imágenes correctas que puedan describir estos catorce,
quince años, estas décadas entre estas paredes. Aquí todos
uniformados, sentados, mirando frente a nosotros a profesores,
familiares, amigos, toda esa gente que nos dio el empujón posible para
terminar aquí. Buscamos las palabras correctas para decirles a ustedes
las gracias, para hablar con sinceridad, para decir las cosas que hoy
no queremos decir. Porque por nosotros han pasado años, gente que ya
no está entre nosotros y también un cariño que hoy acumulamos y no en
vano. Uno que hoy lo tenemos entre nuestros puños apretados,
añorándolo y deseando que nunca se escape de allí. Que no se escape
hoy al cruzar el portal que nos toca atravesar. Un portal, un desafío
en el que debemos imprimir esfuerzo y dedicación. Un portal en lo alto
del futuro que nos despega del suelo y de lo que nos une a este.
Suelos y uniones que llamamos amigos, personas, familia. La separación
es cruel y no tiene ningún respeto por los cariños, no es tarea fácil.
El que aquí diga que no tiene miedo, miente sin vergüenza. Y hoy este
adiós que pronunciamos está cargado de pena y también de nostalgia.
Porque cada uno de los aquí sentados nos dejó una marca. Cada
profesor, cada compañero, cada uno de ustedes marcó al otro y dejar
mañana esas marcas es difícil. Hoy todos desearíamos ser un poco más
niños de lo que vamos a hacer mañana, todos desearíamos ser un poco
menos adulto de lo que somos hoy. Porque lo que nos da la bienvenida
mañana son lugares y rostros que ninguno conoce. Lo que nos da la
bienvenida son exámenes, son estilos de vidas distintos; mundos
desconocidos para la comodidad que hoy desearíamos abrazar un día más.

Es inevitable crecer, es inevitable madurar. Y quizás eso es lo que


nos da miedo. Y quizás miramos demasiado al futuro. Quizás todo nos
enseño que debíamos mirar siempre para adelante, para adelante y nada
más. Y quizás a varios así se les pasó el colegio y el tiempo. Y
aunque la amargura se nos acumule, no debemos olvidar el real sentido
de la despedida. Acaso cometimos el error de mirar demasiado al
futuro, pero hoy es aún temprano para mirarlos directos a ustedes. A
cada uno de los profesores que se sientan hoy aquí. Que se sientan
como nosotros, pero que cuando vuelva a sonar la campana volverán a la
sala de clases, mientras nosotros salimos por la puerta. Cruzando el
portal miramos para atrás y desde allí le damos las gracias. Les damos
las gracias a cada uno de ustedes, les damos las gracias con
mayúscula. Porque enseñar queda corto para juntar todo y denominarlo
de alguna manera, todo lo que hicieron por nosotros. Porque enseñar,
educar son sólo las palabras que se ven en la cáscara de nosotros.
Desearíamos abrir el corazón para que todo el mundo viera lo que causó
sus consejos, de guía, de luz.

Quizás cometimos el error de mirar demasiado al futuro, pero hoy es


aún temprano para mirar al lado y agradecerle también de corazón a
cada compañero aquí sentado lo que hizo. Porque quizás nunca
acumularon la sabiduría que podría entregar un profesor, quizás nunca
supieron más que nosotros. Pero quizás entre esas mismas desventajas
se esconde las gracias que queremos darles. Porque no sólo en
cuadernos, en recreos, en reemplazos, en estudios, en pruebas se mide
el colegio, sino también en amigos. En almas gemelas, en hermanos.

Y así profesores y almas gemelas dejamos atrás, las dejamos así atrás
y entre las manos sólo nos quedan sonrisas, recuerdos, fórmulas,
definiciones. Estamos solos frente al portal que llamamos futuro y
quizás allí también se guarde el miedo; pero no debemos olvidar que lo
que en nuestras manos es suficiente y quizás muchísimo más de lo
necesario para abrir la puerta y avanzar. Para entrar por la puerta de
eso que llaman universidad. Para entrar por la puerta del futuro.
Porque aún cuando los kilómetros nos separen, e incluso las horas;
ustedes estarán ahí. Ustedes profesores, ustedes compañeros, ustedes
familiares.

Y ya pierde su sentido dar las gracias, y volver a repetirlo una vez


más. Deseando así encontrar una palabra, o algo más allá de ellas, les
reconocemos su labor a cada uno de los que aquí toma asiento, a cada
uno y a todos. Reconocemos su labor para hacernos llegar hasta acá,
sentarnos mirarnos los unos a los otros y no sólo despedirnos a
nosotros, sino despedirlos a ustedes también.

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