Está en la página 1de 8

QUÉ QUIERO

Y yo, realmente, ¿qué quiero?

La pregunta más difícil de responder que he encontrado,


cuya respuesta no se encuentra a través de Google, ni
siquiera preguntado a los sabios y eruditos, es esta: Yo,
realmente, ¿qué es lo que quiero?
Lo importante es que se le preste atención a realmente.
Si uno se las da de listo, encuentra inmediatamente
muchas respuestas, pero ninguna es la que corresponde a
realmente.
Yo quiero que me toque la lotería, pero un premio de esos
gordos, no que me toque sólo un reintegro. Yo lo que
quiero es cambiar de trabajo, y ganar mucho más. Yo lo
que quiero es tener un Ferrari, y una casa de mil metros
cuadrados con acceso directo a una playa privada, y un
yate interminable, y una cuenta en el banco con mil
millones. Yo lo que quiero es tener a todos los hombres o
mujeres a mis pies...
Ninguna es la verdadera respuesta a lo que realmente
quiero.
Lo que realmente quiero no ha de ser una utopía que me
consuele con eso que lleva implícito de que es imposible.
Lo que realmente quiero es una meta cercana y posible a
la que puedo llegar, por la que puedo esforzarme, por la
que debo esforzarme.
Lo que realmente quiero, cuando lo averiguo, me
proporciona un algo que no me lo proporcionan las cosas
materiales, las que se compran con dinero. Y no digo que
estas últimas no sean agradables, que lo son, pero lo que

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

producen es efímero, no deja una tranquilidad estable


cuando se acaban, no dejan una paz que no necesita
distraerse con regalos.

Primero tendrás que averiguar qué es lo que realmente


quieres, y después tener una fe inquebrantable en que
puedes conseguirlo y, al mismo tiempo, aceptar que
puedes tenerlo y lo mereces.

No hay otra cosa más importante que averiguar lo que


realmente quiere uno, porque la condición indispensable
para poder realizarlo es saberlo.
Es muy interesante invertir todo el tiempo que sea
necesario hasta averiguar la respuesta.
De que seamos capaces de encontrar una respuesta
adecuada puede depender el resto de nuestra vida.
Pero ten cuidado de no dejar que nada te distraiga de
esta tarea: es de vital importancia.
Y es conveniente que, aunque ya hayas encontrado una
respuesta, te sigas haciendo la pregunta, porque admite
muchas respuestas distintas que uno realmente quiere.

El hecho de no saber lo que se quiere paraliza el Ccamino


que debiera ser imparable.
Cada vez que nos planteamos la necesidad o conveniencia
de hacer un cambio nos atormentan las mismas
cuestiones: ¿Acertaré?, ¿Cómo sé que eso es lo que
tengo que hacer precisamente, y no otra cosa?, ¿Y si
espero un poco más, para ver si se arregla solo?, ¿Por qué
me pasa esto de que durante un momento estoy
absolutamente convencido de lo que tengo que hacer

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

pero cuando tengo que hacerlo me vuelven a asaltar las


dudas?, ¿Todo el mundo es tan indeciso como yo?
Parece que en el momento en que tenemos más de una
opción para elegir, automáticamente se presentan todas
las dudas. Incluso, sería capaz de decir que cuando sólo
tenemos una opción también se presentan las dudas.
Es el miedo a nosotros mismos, a los reproches
posteriores al descubrimiento de que no fue la decisión
adecuada, lo que nos frena. Es la exigencia insistente de
conocimiento en el hacer bien las cosas lo que nos deja
quietos, esperando una mano firme que nos guíe, o que se
abra el cielo y un letrero firmado por Dios nos diga qué
es lo que queremos, lo que tenemos que hacer, cuál es el
pensamiento acertado… que sea el propio Dios en
persona, o los Espíritus Iluminados Superiores, o, por lo
menos, los mil sabios de Grecia, quienes se disputen el
privilegio de ser nuestros asesores personales, y nos
allanen la senda que nos puede llevar a descubrir, de una
forma indiscutible, la respuesta exacta a la gran
cuestión: y yo, realmente, ¿qué quiero?
El que tengamos la estupenda libertad de poder decidir
qué queremos, lleva implícita la responsabilidad de tener
que decidirlo, y en un paso posterior y no menos
complicado, tener que realizarlo.
Mientras no sepamos qué queremos estaremos
relativamente tranquilos porque podremos seguir en la
inacción, en la espera improductiva de una respuesta.
Hasta cierto punto, es comprensible la desidia, el no
querer escuchar la inquietud, porque mientras uno no
sabe lo que quiere no tiene por qué convertirlo en

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

realidad, pero una vez que encuentran las respuestas, se


queda sin tan magnífica excusa, y tiene que hacer.
Otra razón que estanca en el encuentro de las
respuestas es nuestro desconocimiento interior. No
somos conscientes de que conviven con nosotros, por lo
menos, dos saboteadores natos.
El primero, es la ignorancia de que tenemos todas las
posibilidades de encontrar las respuestas y el derecho
de que así sea. Se trata, simplemente, de escucharnos.
De prestarnos atención. De dejar hablar al corazón, o al
Niño que es libre, y pregunta con curiosidad obedeciendo
a sus impulsos naturales. De deshacernos de los miedos.
De amarnos. De ser conscientes de la responsabilidad
que adquirimos para con nosotros mismos cuando
llegamos al mundo, de procurarnos la mejor de las vidas
posibles.
Tenemos que hacernos la pregunta sin miedo y sin
complejos. Sin prejuicios, sin boicotearnos.
Una vez escuché contar a una persona cómo hay que
dirigirse a Dios cuando se le pide algo, y es pidiendo a lo
grande, sin cobardía, con confianza en el merecimiento y
en que lo va a conceder, pero, sobre todo, pedir a lo
grande. Decía que si uno se presenta ante Él
apesadumbrado por la modestia, y con una humildad
rastrera, diciendo: “Señor, yo sé que soy poca cosa, que
soy un gusano, nada más que un gusano, pero vengo a
pedirte…” antes de que termines de pedir, te dará una
hoja de lechuga.
Si somos juiciosos, averiguaremos que tenemos la fuerza
interior y la sabiduría para conseguir las respuestas
atinadas, ya que es una pregunta de múltiples respuestas,

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

porque ese cuestionarse realmente qué quiero se ha de


realizar para todas las facetas y asuntos de la vida.

El segundo saboteador que nos estanca es el miedo a


conocer la respuesta.
Nos asusta.
Por lo que ya dije anteriormente: la conozco, por lo tanto
ahora no puedo seguir en el estancamiento y diciendo no
lo sé. Ahora debo ponerme en marcha.
Y si aún no he descubierto toda la valentía de la que
puedo disponer, ni toda la fuerza que tengo a mi servicio,
o no soy capaz de hacer por mí lo que debería hacer por
mí, tendré la amargura de saber lo que quiero pero no
hacer lo necesario para conseguirlo.
Esta es, por supuesto, la parte poco agradable. No todos
los casos son iguales.
Hay personas que están ansiosas por encontrar la
respuesta para ponerse inmediatamente en marcha y
concederse la delicia de vivir de acuerdo con los deseos
interiores, y satisfacerlos, y lo consiguen.

ATENCIÓN
La pregunta es realmente, qué quiero. Aparentemente, una pregunta
egoísta.
¿Qué quiero? No es qué debo, qué tengo qué, qué esperan los demás,
qué sería conveniente para quedar bien, para no molestar…
Es un acontecimiento de autoafirmación en el planteamiento, de
valentía, de medir la autoestima, de poner las cosas en su sitio
verdadero.
Qué quiero yo.
¿Tengo mi permiso para pensar en mí, para trabajar a favor mío?

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

¿Tengo libertad para plantearme la pregunta con el riesgo que conlleva


de encontrar la respuesta?
Y si por una casualidad la encontrara, ¿tengo permiso para realizarla?

ATENCIÓN
Es necesaria la honradez para descubrir el deseo, pero después se
necesita el coraje para llevarlo a la práctica. De nada vale simplemente
tener la teoría, de poco sirven las repeticiones como mantras de los
pensamientos positivos, y de poco las reflexiones sesudas, si al final
todo se queda en buenos propósitos, o en una autopista terminada pero
sin utilizar.

SOLUCIONES O SUGERENCIAS
Si te haces la pregunta tal como está planteada te
puedes quedar estancado porque es poco precisa,
muy general, y la mente no saber por dónde tirar.
Una solución podría ser planteársela al corazón o al
Niño Libre, pedirles muchas respuestas y dejar que se
explayen.
Otra solución podría ser especificarla más, añadir
algo que la asocie a un área concreta. Por ejemplo,
qué quiero hacer en el amor, en el trabajo, con mi
familia, con cierta persona, en mis ratos libres, para
reír más…

TRABAJA TÚ
Qué es lo que realmente quiero es una pregunta cuya respuesta es
absolutamente personal e intransferible. Algo que debes averiguar
por ti mismo. No vale copiar. No puedes quedarte con los deseos
de los demás, sino que has de tener la osadía de averiguarlo por ti
mismo y la honradez de concedértelo después.

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

Sí es adecuado revisar a diario la lista de las cosas que se han


encontrado una vez que comiencen a aparecer las respuestas. Eso
es lo primero. Lo segundo, respetar esa lista.
Al mismo tiempo que se hace una de lo que sí quiero, puedes
hacer otra de lo que no quiero.
De todos modos, te presto algunos deseos para que sepas más o
menos cómo empezar. El orden en que aparecen aquí no es
imprescindible.

SER YO MISMO
DESCUBRIRME
PAZ
SABIDURÍA
TENER LA MENTE ACTIVA
TENER MÁS SEGURIDAD EN MÍ MISMO
TENER UNA AUTOESTIMA CORRECTA
CUIDAR MI CUERPO Y LAS COMIDAS
REFLEXIONAR
DEJAR DE PERDER EL TIEMPO
VIVIR
JUGAR
REÍR
SER CREATIVO
SER ORIGINAL
TENER CAPRICHOS Y CONCEDÉRMELOS
HACERME FELIZ
HACER FELICES A LOS DEMÁS
PAGAR EL DIEZMO
ELIMINAR LO QUE ES PRESCINDIBLE
ESTAR ATENTO A LA VIDA Y A QUE ESTOY VIVO
ENCONTRAR COSAS PLACENTERAS
EVITAR TENER MOTIVOS DE ARREPENTIMIENTO

DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL


Realmente… ¿Qué es lo que quiero?

Francisco de Sales
QUÉ QUIERO

La religión es, sin duda, uno de los aspectos que preocupan o interesan a todas las personas. La fe
profunda, la falta de fe, la fe tambaleante, las dudas que jamás encuentran claridad… la religión da
argumentos suficientes para hacerse preguntas sobre lo que realmente uno quiere.
Dios… Lo Superior… el porvenir… el origen y el destino… la bondad… el alma… ser o no ser buena
persona… hay tantos asuntos sobre los que averiguar lo que realmente quieres…

REFLEXIONES PETULANTES
Ya me hecho las grandes preguntas: ¿quién soy?, ¿por
qué estoy aquí?, ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿soy
feliz?, etc…
Las respuestas a todas ellas es muy importante, pero son
todas cuestiones más o menos filosóficas y de principios
que no llevan a la acción. Se contestan con la mente, o con
la emoción, pero no empujan a actuar como pueden hacer
las respuestas a esta pregunta: yo, realmente, ¿qué
quiero?
No vale: ¿A mí qué me gustaría?
No vale: ¿Qué se espera de mí?
La gran pregunta es ¿qué quiero realmente?
Para mí.
Sin tener en cuenta a los demás.
Sin sensación de egoísmo o ambición.
Porque uno puede hacer lo que quiere si sabe lo que
quiere.
Porque si uno dice “a mí me gustaría…” se queda en una
ilusión, pero si uno afirma “yo quiero”, implica un deseo que
tiene una fuerza impetuosa, un deseo ardiente, un deseo
que no ofrece visos de falsedad, que nace del Ser que Soy,
real y efectivo, y que lleva en sí la intensidad y la energía
necesaria para poner en marcha lo que decida que quiero.

RESUMIENDO
Es inaplazable. Es una pregunta para ahora. Y para
siempre. Para repetirla continuamente, y para ser
exigente con que se responda.

Francisco de Sales

También podría gustarte