La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede

amar es que es un tránsito y un ocaso.

¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del
hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!

¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo.

¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene
sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.