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No le temas a la soledad, no es lo que parece.

La soledad es tu salvación.

Arriesga todo, amigo, arriesga todo por amor a la verdad.

Deja que la soledad termine con el ‘yo’ mientras conoces lo que eres.

O por lo menos, deja que ponga fin a la separación imaginaria de la Totalidad.

Tú no puedes decirte a ti mismo que no estás solo. Para saberlo con seguridad, primero tienes
que morir a la ilusión.

A través de la pérdida, de la ruptura, de la enfermedad, de la muerte de los sueños; a través


del paso de todo aquello que creías que nunca iba a pasar, serás invitado a entrar en contacto
con la melancolía, con la tristeza, en su estado más crudo.

Y te será regalada una gran oportunidad.

Tu soledad está viva. No construyas muros alrededor de ella.

No te adormezcas. No te distraigas.

No permitas que se cristalice en algo 'tuyo’.

No te conviertas en 'el solitario’.

Deja que la soledad respire. Oxigénala.

Déjate caer en su profundidad.

Comienza tú una conversación con ella; ella es muy tímida.

Haz cualquier cosa que tengas que hacer, o dejar de hacer, con el fin de encontrarte con la
soledad sin prejuicio alguno.

Siente la soledad de todos los seres vivos.

La de Jesús en la cruz. La pena que hay bajo el árbol de Bodhi.

La soledad de una estrella que está a punto de morir, la del último dinosaurio mientras se
despide.

Siente la exquisita soledad de esta preciosa tierra, girando con toda su elegancia en la
inmensidad del espacio.

Siente la soledad del tiempo mismo, eterno, la soledad de un universo nacido de la inocencia.

Inhala el 'Big Bang’, exhala un cosmos.

Muere y re-nace.

Entra nuevamente al mundo desde la intimidad.

No vuelvas a llamarle 'soledad’; la palabra no le hace justicia.

Amigo, ¿podrías estar realmente solo, cuando cada ser vivo respira contigo?

- Jeff Foster

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