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Del cuidado parental al refinamiento de una conducta para la sobrevivencia.

Rubén Castro-Franco
María Guadalupe Bustos Zagal
Laboratorio de Herpetología – CIB - U. A. E. M.
El cuidado parental es una forma de “inversión” por parte de uno, o de los progenitore
s orientados a la protección de las crías; y oscila desde la total ausencia de cualq
uier tipo cuidado, pasando por el cuidado de alguno de los progenitores pero no
el otro, hasta el cuidado de los dos progenitores en forma alterna o simultánea. E
n peces teleósteos se sabe que pueden haber las cuatro formas anteriores (Blumer,
1979), y como estado ancestral se ha considerado la ausencia de cuidado. Un esta
dio mas refinado donde participan los dos sexos ocurre en peces cíclidos donde se
ha documentado el cuidado biparental en 73 géneros, 108 en los que participa solo
la hembra (Goodwin et al. 1998) y un caso donde participa solo el macho.

En estas formas de cuidado, el estadio más ancestral en un enfoque de menor a mayo


r complejidad, el candidato más viable que pudo haber desarrollado los primeros cu
idados, posiblemente fueron las hembras. Se especula que este comportamiento pud
o haber sido promovido por la defensa del territorio a cargo de los machos (Reyn
olds, 2002). En los ríos del poniente de Morelos donde accidentalmente se han libe
rado Cichlasoma nigrofasciatum (=convictos) el cuidado parental de las hembras s
obre los huevos a permitido el desplazamiento gradual de las especies nativas, y
la ulterior proliferación de convictos, lo que revela que el cuidado parental pro
porciona ventajas, sobre todo cuando las especies invaden nuevas áreas (Contreras-
MacBeath, 1991).
Formas más elaboradas (¿avanzadas?) de cuidado fueron desarrolladas previamente por
los tiburones, cuyos fósiles mas antiguos datan del período devónico hace 166 millone
s de años (Boyle y Cech, 1988). De acuerdo con los datos disponibles se sabe que v
arias especies han cambiado del estadio ancestral de simplemente poner huevos, h
acia el viviparismo; pasando por una gama de modificaciones que van desde la más s
encilla asignación de moléculas complejas y altamente nutritivas en el vitelo, hasta
el desarrollo de estructuras placentarias (Reynolds, 2002). Seguramente estas m
odificaciones han sido importantes para hacer de los tiburones, el grupo de depr
edadores más exitosos del ambiente marino.

Los anfibios aunque usualmente no cuidan a sus crías, algunas especies pueden vigi
lar o transportar sus huevos a lugares más húmedos, llevarlos adheridos al cuerpo o
incubarlos en el estómago; y otras incluso, han desarrollado la viviparidad como o
curre en algunas especies de cecilias (Wilkinson y Nussbaum, 1998). De esta man
era se puede observar que el cuidado parental aunque sea en estadios rudimentar
ios también existe en este grupo de vertebrados.

En reptiles, dada la diversidad de grupos y el tipo de ambientes potencialmente


habitables, el cuidado parental también se ha diversificado, y va desde la vigilan
cia de los huevos por parte de la hembra que se mantiene cerca del nido; la defe
nsa de los huevos por parte de la hembra contra potenciales depredadores, la inc
ubación de los huevos proporcionando calor por medio de contracciones musculares c
omo ocurre en serpientes de la familia Pythonidae, hasta un complejo y elabora
do cuidado de huevos, crías y protección del territorio para del desarrollo de la pr
ogenie, como ocurre en cocodrilos.

Sin embargo, todo este comportamiento sobre el cuidado de huevos ha dado un giro
desde el modo ancestral de reproducción ovípara, y los reptiles son notables porque
en varias ocasiones han desarrollado la reproducción vivípara. De acuerdo con datos
de Blackburn (1982, 1985, 1999, 2000) y Shine (1985), el desarrollo de la vivip
aridad en reptiles ha sido de manera casi explosiva, y hay documentados a la fec
ha, 105 casos donde ha ocurrido la viviparidad. Entre ellos se encuentran las la
gartija de la familia Scincidae Mabuya mabouya, con la forma más avanzada de place
ntación muy similar a la de los mamíferos.
Desde esta perspectiva, donde se percibe un cambio aparentemente gradual entre l
os diversos grupos de vertebrados, y aún dentro de cada grupo; que va desde la aus
encia de cuidado, hasta el desarrollo de los embriones en el interior de la hemb
ra; la gama de cuidados parentales se amplía y entonces la viviparidad se conside
ra la forma mas elaborada de cuidado. Este proceso tiene muchas implicaciones ev
olutivas y aunque se han propuesto varias hipótesis para explicar su origen (Mathi
es y Andrews, 1995; Shine 1995) es un tema que aún no se ha resuelto.
En mamíferos el cuidado parental se ha desarrollado más allá de la viviparidad y hay i
nformación bien documentada (Woodroffe y Vincent, 1994) donde los machos ayudan a
las hembras en el cuidado de las crías, incluso en órdenes como carnívoros, primates y
roedores. Los cuidados por parte de los machos pueden incluir alimentación, prote
cción, acicalamiento, caminatas y educación e incluso calor corporal como ocurre en
algunos roedores (Dewsbury, 1985).

Es interesante ver como la evolución del cuidado parental a través del tiempo y de l
os grupos, se ha modificado hasta llegar a lo que conocemos como una serie de c
onductas de los progenitores y la misma prole, para hacer más eficiente la sobrev
ivencia de las crías.
En aves aunque se ha seguido la ruta de la reproducción por medio de huevos (ovip
aridad) hay todo un sistema de cuidado parental donde participan por igual macho
s y hembras, sobre todo en aves marinas (Székely y Reynolds, 1995).
Una tendencia general que parece ser muy clara es que las formas vivíparas y el cu
idado biparental muestran una reducción del número de crías producidas. Los casos mas
extremos ocurren en aves como los cormoranes, donde si por alguna razón las hembr
as produjeron dos pollos, uno de ellos, tiende a eliminar al otro. Esto indica
que en la medida que se resuelve la sobrevivencia de las crías se reduce la necesi
dad de producir más propágulos o progenie, y el esfuerzo se canaliza hacia otras act
ividades.

Entre toda esta gama de formas de cuidado parental vale la pena destacar con may
or detalle el caso del Lycaon pictus, mejor conocido como perro salvaje africa
no. Estos animales han desarrollado sistemas complejos de ayuda entre los miembr
os de manadas donde hay cazadores-proveedores, cuidadores de las crías e incluso r
escatadores; y es el conjunto de todo su sistema de interacción social, el que le
s ha permitido sobrevivir con más eficiencia en las praderas africanas.
Estudios antropológicos han revelado que Homo sapiens pudo desarrollarse exitosame
nte por su organización en grupos familiares, con un acentuado cuidado parental, c
omo parece ser que ocurre en otras especies de mamíferos. En reptiles lo mas cerca
no a grupos familiares son pequeñas “colonias” de lagartijas Sceloporus gadoviae de la
cuenca del Río Balsas. Estas lagartijas exhiben un peculiar comportamiento cuando
están sometidas a distintos niveles de depredación. Cuando algún potencial depredador
se acerca a la ”colonia” machos y hembras adultos, provistos de colas azul marino i
ntenso y de color rojo respectivamente, se desplazan activamente en sitios cerc
anos y mueven la cola en forma de látigo para captar la atención del potencial depre
dador; y si el sitio donde viven esta sujeto a una alta depredación, las colas s
on mas fácilmente desprendibles y reducen el tamaño de su territorio (Fox et al., 19
94).
El cuidado parental es una característica del comportamiento animal, que ha surgid
o desde tiempos remotos como una necesidad de las especies para asegurar la sobr
e vivencia de su progenie. Aunque no parece haber un origen muy claro, se propon
e que es más “susceptible” de desarrollar en especies que soportan algún tipo de presión
del ambiente y no está circunscrita a ningún grupo taxonómico específico. Para las espe
cies colonizadoras resulta más ventajoso el cuidado de los huevos o las crías, y ent
onces para hacer más eficiente este cuidado, hay una tendencia hacia la reducción e
n el número de huevos, y una fuerte presión hacia el desarrollo de una nueva forma d
e reproducción, que podría ser los inicios de una evolución hacia la viviparidad. Esta
forma de reproducción una vez desarrollada con los cuidados que ello implica, se
puede modificar hacia la participación de uno o los dos progenitores, para asegura
r la sobrevivencia de las crías que inicialmente podrían ser crías nidífugas (crías de al
nacer de pueden valer por si mismas). Este comportamiento de las crías también podría
modificarse hacia un cuidado parental mas prolongado. lo que podría favorecer el
desarrollo de un cerebro funcionalmente mas complejo, donde se concentra y proc
esa mayor cantidad de información; en este momento las crías podrían dejar de ser nidífu
gas para cambiar a ser crías nidícolas.
Por el cuidado parental, la masa del cuerpo aumenta y con la capacidad de proces
ar más información aprendida de los progenitores, aumenta la sobre vivencia de las
crías, favoreciendo la permanencia de una mayor cantidad de progenie.
En los reptiles entonces la línea evolutiva del cuidado parental se bifurca en dos
líneas experimentales: una que sigue produciendo huevos hasta reducir el número com
o sucede en aves rapaces y cormoranes, y otra que sustituye los huevos calcáreos,
por el desarrollo de embriones en el interior de la hembra. Por supuesto que no
se está considerando que el cuidado parental sigue una línea evolutiva secuencial y
gradualista entre los grupos, sino más bien que pudo haber surgido en cualquier
momento y en cualquier grupo, pero está orientada a favorecer la sobre vivencia de
la progenie. Los reptiles es el grupo que ofrece muchas posibilidades para estu
dios experimentales, debido a la gama tan diversa de formas de cuidado; y el en
contrar patrones generales de comportamiento permitirán comprender como ha evoluci
onado el cuidado parental en los reptiles y otros grupos de vertebrados, incluye
ndo por supuesto a la especie humana.

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