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Nació en el año 384 a.C. Fue discípulo de Platón y maestro de Alejandro Magno. Si
bien al principio Aristóteles sigue la teoría platónica de las Ideas, poco a poco va
distanciándose de las enseñanzas de su maestro.
Grados del saber según Aristóteles, del más inferior al más superior:
1. Experiencia: proviene de la memoria; muchos recuerdos de la misma cosa llegan a
constituir una experiencia. Es conocimiento de lo individual.
2. Téchne (arte o técnica): tiene que ver con el poder producir ciertas cosas, y con el
saber cómo hacerlo. Es conocimiento de lo general y es conocimiento de causas.
3. Episteme (ciencia): No sólo conoce las causas de las cosas, sino que conoce la
conexión lógica y necesaria que hay entre una cosa y sus causas. Es conocimiento
de lo universal y necesario. El método de la episteme consiste en partir de la
observación de casos particulares (ya que para Aristóteles éstos constituyen la única
realidad). Este es el momento de la inducción. Pero como es necesario llegar al
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universal, al concepto, a la esencia de eso particular que se ha observado, luego de la
inducción llega el momento de la demostración. La demostración es un razonamiento
lógico que utiliza el silogismo para alcanzar conclusiones verdaderas a partir de
ciertas premisas dadas. Ej. De silogismo:
Todos los hombres son mortales (Premisa)
Sócrates es hombre (Premisa)
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Sócrates es mortal (Conclusión)
La filosofía de Aristóteles
Como vimos anteriormente, Aristóteles considera que la única realidad es este mundo
de cosas concretas en el que vivimos. A estas cosas Aristóteles las denomina “entes”,
y su tarea, como filósofo, será investigar aquello que las constituye no como tal o cual
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ente particular (libro, mesa, gato) sino que se ocupará del “ente en tanto que ente”,
el ente en su grado más general, es decir, en su carácter de algo que existe.
Aristóteles afirma que la palabra ente tiene diversos significados, que están
relacionados entre sí. No es lo mismo decir: “esto es una silla”, que decir “esta silla es
blanca”, “esta silla es grande”, etc. En el primer caso, nos referimos a la existencia de
la silla; en los otros, predicamos de la silla ciertas cualidades. En definitiva, los
significados de ente (es decir, las maneras de ser ente) se reducen a dos: el modo de
ser “en sí”, el sujeto de la predicación; y el modo de ser “en otro”, es decir,
aquellas cualidades que se predican de un sujeto. Al modo de ser en sí Aristóteles
lo llama ousía, esencia o “sustancia”; es el individuo concreto, aquello que sólo
puede ser sujeto y nunca predicado.
El modo de ser fundamental es la sustancia, porque todos los demás modos de ser,
los accidentes, se refieren a ella. La sustancia es el ente individual y concreto, la
cosa sensible (por oposición a las ideas platónicas, universales y abstractas).
En la sustancia (individuo concreto) se manifiesta la esencia, aquello que
constituye a la cosa como tal. La esencia es el aspecto universal presente en el
ente particular.
Tal sería la constitución de todas las cosas que existen. Ahora bien, en la naturaleza
las sustancias están sometidas al devenir, al cambio; se encuentran en un proceso de
permanente generación y corrupción. A Aristóteles le interesa explicar de qué
manera es posible que la sustancia cambie, sin que este cambio afecte a la
esencia, que es universal y necesaria. Para explicar el cambio, Aristóteles introduce
los conceptos de materia y forma.
Todas las sustancias están conformadas por una materia, algo de lo cual están
hechas. Pero esta materia es indeterminada, pasiva, puro contenido informe. Por ej.,
la materia de una estatua de bronce es ese metal. Lo que hace que la cosa sea lo que
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es -en este caso, una estatua- es la forma. La forma informa la materia y la hace ser
una sustancia determinada; mientras que la materia es pasiva e indeterminada, la
forma es activa y determinante. La forma es la esencia propiamente dicha, es el
qué de la cosa. La forma imprime una forma a la materia, que de por sí es
informe, indeterminada, y de este modo la hace ser lo que en cada caso es.
Ahora bien, en la realidad nunca encontramos aisladas la materia, por un lado, y la
forma, por otro; la distinción de ambos principios es un recurso de Aristóteles para
explicar la naturaleza de los entes. La materia y la forma siempre se dan juntas, y
la unión de ambas es, precisamente, la sustancia.
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Aristóteles dice que para que una cosa que está en potencia pase al acto (es decir,
cambie o se mueva) es necesaria una causa que la ponga en movimiento. Hay cuatro
tipos de causas: material, formal, eficiente y final. La causa material es la
materia, aquello de lo cual una cosa está hecha. La causa formal es la forma, la que
modela la materia para que sea una sustancia determinada. Tanto la causa material
como la formal son inmanentes, están contenidas en la sustancia. La causa
eficiente es aquella que da origen al movimiento para que la cosa llegue a ser lo que
es, es el motor o estímulo que desencadena el cambio. Por último, la causa final es
la meta, el objetivo o ideal, la perfección a la que la cosa tiende. La causa eficiente y
la causa final no están en la sustancia, no son inmanentes, sino trascendentes.
ESCALA DE LA NATURALEZA
Como hemos visto, para Aristóteles la realidad está constituida por las cosas
individuales y concretas. A su vez, lo que hace que estas cosas sean lo que son es la
forma, el acto. El acto es el momento predominante. La relación entre materia y forma
no constituye un estado de equilibrio, sino el predominio de uno de estos dos
principios. Esto hace que Aristóteles piense el universo como una jerarquía de entes,
que va desde los que “menos son” (aquellos entes en los que predomina la materia, la
potencia) hasta aquellos que son de manera más plena (los entes en los que
predomina la forma, el acto). En consecuencia, Aristóteles concibe un universo
ordenado según una serie de grados, que van desde la pura materia (grado
inferior) al acto/forma puro (grado superior).
En primera instancia nos encontraríamos con la materia pura o materia prima, una
materia sin nada de forma, pura potencia. Sin embargo, una materia carente de acto,
que no fuera más que potencia, no sería nada real, no tendría existencia, ya que la
materia no tiene ser por sí misma, sino que sólo alcanza el ser, la existencia, a través
de la forma y el acto. Por este motivo, la materia prima es tan sólo un postulado
lógico de la serie gradual de los entes, y no constituye nada efectivamente real.
El primer grado de realidad contiene, por lo tanto, no materia pura sino materia
informada por un cierto grado de actualidad. En este escalón encontramos,
entonces, los cuatro elementos sublunares: tierra, agua, aire y fuego. Lo
característico de estos elementos es que si los divido, aunque fuera infinitas veces,
sigo obteniendo el mismo elemento. Materia: materia pura. Forma: característica
propia de cada elemento (fuego caliente y seco, aire caliente y húmedo, agua
frío y húmedo, tierra, frío y seco).
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El segundo grado está constituido por las sustancias homeoméricas, es decir,
aquellas cuyas partes son homogéneas, como los minerales o los tejidos. Si los
divido un número finito de veces, sigo teniendo esa misma sustancia. Pero después
de cierta cantidad de divisiones aparecen los elementos del escalón anterior. Materia:
cuatro elementos. Forma: proporción de esos cuatro elementos.
El primer motor
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pues sólo lo que está en acto puede actualizar la potencia. Y eso que está en acto
tendrá, a su vez, otra causa en acto que lo mueva. Sin embargo, la cadena de las
causas no puede remontarse al infinito. Es necesario que exista una causa primera
del movimiento, un primer motor que se mueva sin ser él mismo movido, y que sea,
por tanto, un motor inmóvil. Este primer motor tiene que ser acto puro, pura forma,
ya que si tuviera el más mínimo rasgo de materia y potencialidad, necesitaría él
también una causa anterior que lo pusiera en movimiento.
Lo que está en acto siempre y perfectamente es acto puro, es un ente sin residuo
alguno de materia o potencialidad: a él no le falta nada para ser, es siempre
plenamente, es lo máximamente real y existente..
Esta sustancia perfecta, eterna, infinita, cuya esencia consiste en ser acto puro, es lo
que Aristóteles llama Dios. Dios es el primer motor inmóvil, es inmutable,
autosuficiente y lo máximamente real. Y la actividad de Dios es la más eterna y
perfecta: el pensamiento. Pero puesto que Dios es autosuficiente, no puede pensar
algo diferente de sí mismo, ya que en ese caso dependería del objeto pensado. Dios,
entonces, es pensamiento que se piensa a sí mismo. Toda su vida y su felicidad
consisten en esta contemplación perpetua de sí mismo;
Dios no actúa en modo alguno sobre el mundo (vs. Dios cristiano, es impersonal, no
creador), ya que en ese caso se ocuparía de algo menos digno que él, y perdería su
perfección. Sin embargo, Dios es primer motor, es causa del movimiento, pero sin ser
él mismo movido: esto sólo puede ocurrir porque Dios mueve de la misma manera en
que el objeto de amor mueve a quien ama. Todo el universo tiende hacia Dios como
su último fin.