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Abiertas - Parte 1 de Macro Abierta M Damill Octubre 08 PDF
Abiertas - Parte 1 de Macro Abierta M Damill Octubre 08 PDF
EN ECONOMÍAS ABIERTAS
Parte I
Mario Damill1
CEDES
Buenos Aires, agosto de 2004, revisado en octubre de 2008.
1
Agradezco la colaboración y los comentarios de Laura Goldberg, Martín Rapetti, Eleonora Tubio,
Martín Fiszbein, Federico Pastrana, Emiliano Libman y Mara Pedrazzoli, así como los recibidos de
muchos estudiantes de los cursos de Macroeconomía I de la UBA.
INDICE
Capítulo 1. Introducción........................................................................................................................................ 2
Capítulo 2. Una economía abierta pero financieramente aislada: desde los acuerdos de Bretton Woods hasta
mediados de los años setenta................................................................................................................................. 8
Determinación del producto: el equilibrio interno o de "ingreso-gasto"...................................................... 8
El tipo de cambio ................................................................................................................................... 10
El tipo de cambio y las cuentas nacionales ............................................................................................ 15
La determinación del nivel del producto................................................................................................ 18
Determinación del equilibrio interno ..................................................................................................... 26
La solución analítica .............................................................................................................................. 29
La política fiscal..................................................................................................................................... 31
El equilibrio externo .................................................................................................................................. 31
Conflicto entre equilibrio interno y externo y política económica............................................................. 34
El ajuste del balance de pagos ................................................................................................................... 36
Tipo de cambio, regímenes cambiarios, devaluación ................................................................................ 37
Algunas digresiones ............................................................................................................................... 41
El régimen de tipo de cambio fijo e intervención cambiaria.................................................................. 46
Otros regímenes cambiarios................................................................................................................... 50
Los efectos de una devaluación ............................................................................................................. 51
El efecto de la devaluación sobre la demanda agregada ........................................................................ 53
Los programas de ajuste tradicional del Fondo Monetario Internacional .................................................. 57
La dinámica de marchas y contramarchas (o "stop-go")........................................................................ 58
Los estructuralistas y el ajuste del balance de pagos en el largo plazo ...................................................... 66
2
POLÍTICAS MACROECONÓMICAS
EN ECONOMÍAS ABIERTAS
Capítulo 1. Introducción.
distintas economías son también disímiles, y el de una misma economía varía según
qué aspecto se examine: la circulación de bienes, de capitales o de trabajo, por
ejemplo. Estas diferencias tienen consecuencias relevantes y se modifican a lo largo del
tiempo.
La gran mayoría de los países participa actualmente en una densa y creciente red
mundial de intercambios, aunque algunas áreas geográficas se han mantenido
relativamente aisladas de los flujos internacionales de comercio y de capitales, como
sucede aún con algunas regiones del África, por ejemplo. La población del globo se
vincula así a través de múltiples canales económicos. Muchos problemas como los
asociados con el endeudamiento externo, el “riesgo país”, las relaciones con el Fondo
Monetario Internacional, la competitividad y las fluctuaciones en los movimientos de
capitales financieros entre naciones son materia de preocupación cotidiana de todos
nosotros y ocupan buena parte del espacio en los medios de prensa. Durante un viaje
en taxi el conductor nos habla con inquietud acerca de lo que sucede con el tipo de
cambio en un país vecino o, a veces, en otro muy lejano; o quizás del precio de la soja
en los mercados internacionales, o del precio de algún otro producto importante en
nuestra pauta de exportaciones. Sabemos que esos asuntos pueden ser relevantes
para nuestro bienestar y para el de toda la población. En ocasiones, muy relevantes.
Volvemos a nuestra pregunta inicial: ¿Por qué destacar entonces que se va a tratar
aquí de economías abiertas? Lo hacemos para tener bien presente, desde el inicio, un
aspecto muy importante de la interdependencia de las sociedades humanas: en el
mundo que fue tomando cuerpo en el último tercio del siglo XX, la eficacia y la viabilidad
de las políticas macroeconómicas nacionales dependen palpablemente del impacto que
ellas puedan tener sobre los intercambios que tienen lugar entre el espacio económico
interno y el externo. En otras palabras, los efectos internos de las políticas están
condicionados hoy en día, más que en el pasado, por sus propias consecuencias sobre
las relaciones entre la economía nacional que las lleva adelante y su contexto externo,
sus socios comerciales, el mundo en general.
Todos hemos oído o leído muchas veces referencias al hecho de que las economías
se han tornado, con el tiempo, más interdependientes. Así lo revelan las tendencias a la
expansión de los flujos comerciales, de los movimientos financieros y de las inversiones
directas a través de las fronteras nacionales. Estas transformaciones han sido y son
impulsadas por importantes cambios institucionales y tecnológicos. Entre los de
naturaleza institucional se incluyen, por ejemplo, los acuerdos internacionales de
comercio y los procesos de liberalización de las relaciones financieras (tanto internas
cuanto con el exterior) en un grupo creciente de países.
4
Esta liberalización, que ha sido muy intensa desde comienzos de los años setenta,
entraña la supresión de regulaciones preexistentes (a las tasas de interés, por ejemplo)
y la eliminación de restricciones y controles a las transacciones comerciales y a los
movimientos de capital.
Los cambios tecnológicos comprenden extraordinarios avances en materia de
comunicaciones y transportes, que redujeron fuertemente los costos en esos ámbitos
de actividad y acortaron distancias. Entre otros muchos aspectos, cuentan también los
importantes progresos de la tecnología de procesamiento de la información.
Por estas razones, entre otras, en el mundo de hoy es imposible pensar en el diseño
y el impacto de las políticas económicas nacionales sin tomar cuidadosamente en
cuenta sus condicionantes externos y sus efectos sobre las relaciones económicas
internacionales de los países.
En notas anteriores nos hemos referido a aspectos del funcionamiento de una
economía cerrada. Ahora debemos ampliar el conjunto de aspectos a considerar en la
escena macroeconómica de la que pretendemos ocuparnos, incluyendo distintos
elementos que aparecen al tratar de las transacciones con el exterior.
La perspectiva que estamos planteando nos lleva, en resumen, a examinar el amplio
campo de las políticas macroeconómicas nacionales tomando especial cuidado de
entenderlas en sus múltiples interacciones con el resto del mundo. Ese es uno de los
ejes en torno a los que se estructurarán los desarrollos analíticos que plantearemos en
este capítulo y en los siguientes.
Un segundo eje será éste: nos preocuparemos por vincular la presentación de los
instrumentos y recursos analíticos con el examen de algunos problemas concretos y
relevantes de política económica del presente, y también de etapas históricas
precedentes. Lo hacemos así porque entendemos que el estudio de la historia
económica y de las instituciones es esencial para una mejor comprensión de las
circunstancias en las que nos desenvolvemos hoy. Sin embargo, como nuestro tema
aquí no es la historia sino la macroeconomía y las políticas macroeconómicas,
seguiremos este camino de conexión entre la historia y la teoría de un modo muy
“estilizado” y sólo hasta donde nos sea útil para ilustrar la pertinencia y relevancia de las
herramientas de análisis macroeconómico. El estudiante interesado en la historia (y
tratándose de estudiantes de economía, sería bueno que se tratara de todos ellos…)
encontrará seguramente útil, al abordar ese campo, contar con elementos analíticos
provenientes de la teoría económica, que, esperamos, ayudarán a comprender los
fenómenos. John Hicks, que entre otros numerosos aportes fue uno de los fundadores
5
“Es ésta una obra de economía teórica, considerada como el análisis lógico de
un sistema económico donde rige la iniciativa privada y en donde no se hace
referencia alguna a controles institucionales. Creo que esta limitación es muy
censurable, pues considero que el análisis lógico puro del capitalismo es una
labor por sí misma, mientras que el examen de las instituciones económicas se
realiza mejor por otros métodos, tales como los que emplean los historiadores de
la economía (aún cuando las instituciones sean contemporáneas). La economía
sólo comienza a acercarse al final de su jornada cuando se han realizado ambas
tareas; pero existe una línea fronteriza clara entre ellas y será mejor que la
respetemos.”
“Debe comprenderse, sin duda, que el precio de esta austeridad es que el
economista exclusivamente teórico es incapaz de decir si alguna de las
oportunidades o peligros que diagnostica se dan o no en el mundo real en un
determinado momento. Necesita dejar este punto para una investigación distinta.
Pero cuando menos habrá ayudado a ese otro investigador al mostrarle algunas
de las cosas que debe buscar”.2
2
Hicks, John R., Valor y capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1945, páginas xxii y xxiii.
6
3
Por ejemplo en: Blanchard, Olivier, Macroeconomics, 5th Edition, Pearson Prentice-Hall, N.Jersey,
2008.
8
(1.1) Y ≡ C + I + G + X − Q.
explícita de los períodos resulte indispensable. Otra cuestión importante es que las
variables de la ecuación (1.1) pueden medirse a precios corrientes o bien a precios
constantes.
Uno de los supuestos usuales en el MKS es el de exogeneidad del nivel de precios
(P). De modo que podemos escribir:
P = P0 ,
donde el subíndice “0” indica, como sabemos, que el valor de esa variable está
determinado “fuera del modelo”. Es decir que para nosotros es un dato, y asumimos
que no se modifica en el período de análisis, al menos por el momento. En otros
términos, la argumentación que desarrollaremos a continuación asume “precios
nominales dados”. Asumiremos, asimismo, que las variables de la ecuación (1.1) están
medidas a precios constantes. Es decir, nos ocuparemos del consumo en términos
reales, de la inversión en términos reales, y así con las otras variables.
La argumentación procurará entonces mostrar cómo se determina el nivel del
producto real en una economía de mercado sencilla y abierta en la que el nivel de
precios no varía. Otros supuestos subyacentes se irán revelando más adelante.
Antes de seguir con la formulación del modelo puede ser útil recordar algunas
definiciones que representan variantes de la identidad contable básica (1.1).
La suma (C+I+G) suele designarse como “absorción interna”. Corresponde al gasto
agregado de los residentes, y lo designaremos con la letra A. Por otro lado, en una
primera aproximación (a la que enseguida tendremos que hacer algunos ajustes), la
cuenta (X-Q) corresponde a lo que se conoce como balance comercial (BC). Por lo
tanto, la identidad básica (1.1) también puede escribirse así:
Y ≡ A + BC.
Y − A ≡ BC.
De manera que si, por ejemplo, BC fuese menor que cero (es decir, si hubiese déficit
en el balance de comercio del país con el resto del mundo), está claro que
necesariamente debe cumplirse que la absorción supere al ingreso generado en la
10
economía. Es común que la identidad sea presentada de este modo, y también que se
diga que si hay déficit comercial entonces es porque A es mayor que Y, es decir, los
residentes están gastando más que su ingreso. Sin embargo, esa lectura involucra
causalidad (el lado izquierdo de la última expresión “explica” lo que se observa en el
lado derecho), y esa no es una lectura válida de una identidad contable. Una identidad
no puede leerse causalmente, sus dos términos son equivalentes.
Otra forma muy habitual de presentar la identidad que nos ocupa es:
Y +Q ≡ C + I + G + X ,
donde la suma (Y+Q) se designa como “oferta global” y el lado derecho como
“demanda global”.
El tipo de cambio
E .P f
ER = ,
P
11
donde Pf es el nivel general de precios del resto del mundo. De manera que en esa
relación estamos comparando los precios de las mercancías extranjeras (los que
expresamos en nuestra moneda, al multiplicarlos por el tipo de cambio, en el
numerador) con los precios internos, P, que aparecen en el denominador. En una
primera aproximación, entonces, ER es una relación entre los precios agregados
externos e internos.
Así definido, el tipo de cambio real sube si lo hace E, dada la relación de precios, o
bien si se incrementa el cociente (Pf/P), dado el tipo de cambio nominal.
12
Es muy útil pensar en qué unidades se mide el tipo de cambio real. Para ello,
desplegamos la siguiente expresión:
(h.$ / U $S ).( z.U $S / u.de Y f )
ER = .
(n.$ / u.de Y )
Puede parecer una fórmula engorrosa, pero una breve exploración mostrará que no lo es
tanto. Tome en cuenta que los tres términos incluidos entre paréntesis en esta ecuación se
corresponden con las tres variables consideradas más arriba en la definición del tipo de cambio
real. Pero aquí hemos reemplazado la paridad nominal E por la expresión (h.$/U$S), que indica
que esa variable es igual a una cierta cantidad “h” de pesos por dólar. El segundo paréntesis del
numerador despliega el contenido de la variable Pf y es un poco más oscuro. Considere que Pf es
el precio medio de las mercancías extranjeras. Llamamos Yf a esas mercancías (es decir, al
producto generado por el resto del mundo). El nivel de precios extranjeros es igual a la expresión
(z.U$S/u.de Yf), es decir, es una cantidad “z” de dólares “por unidad de mercancía extranjera”,
que es lo que significa la expresión “u.de Yf”. (La respuesta espontánea frente a la pregunta
acerca de “en qué unidades se mide Pf” suele ser que “se mide en dólares”. Pero los precios
también son tasas de cambio, entre unidades monetarias y cantidades de mercancías; el precio
de las manzanas se mide en pesos por kilo, o por tonelada). Todo esto habrá aclarado ya el
significado del denominador. Allí reemplazamos a la variable “P”, los precios internos, por la
expresión (n.$/u.de Y). De modo que el nivel de precios internos (o “el precio interno medio”) es
una cierta cantidad de pesos (n pesos) por unidad de Y, es decir, por unidad de nuestro
producto.
En esa ecuación pueden efectuarse simplificaciones. Los signos $ y U$S aparecen, cada
uno de ellos, dos veces, pero una vez multiplicando y la otra dividiendo, de manera que podemos
eliminarlos. Además, (u.de Y), que aparece en el denominador pero dividiendo, pasaría al
numerador, y lo contrario sucede con (u.de Yf). La ecuación simplificada resultante es la
siguiente:
h.z.(u.de Y )
ER = .
n.(u.de Y f )
Como se ve, han desaparecido de allí todas las unidades monetarias. Eso quiere decir que
ER es una medida “real”, cosa que ya sabíamos. ¿Qué nos indica el cociente? Indica cuántas
unidades de Y son necesarias para adquirir una unidad de Yf. En esa notación, se necesitan
(h.z/n) unidades de Y para adquirir una unidad de mercancía extranjera.
En síntesis, el tipo de cambio real es, al igual que cualquier precio relativo, una tasa de
cambio entre mercancías. Si el tipo de cambio real fuese “más alto” hoy que ayer, sabríamos que
ahora hace falta más mercancía producida internamente para comprar la misma cantidad de
mercancía internacional. O, lo que es lo mismo: una unidad de mercancía internacional “compra”
más mercancía interna. En otras palabras, las mercancías internas se abaratan en comparación
con las producidas por el resto del mundo cuando el tipo de cambio real sube. Se trata de dos
formas de decir lo mismo. También podemos decir que la economía nacional se torna más
competitiva, ceteris paribus, a un tipo de cambio real más alto.
Es pertinente introducir aquí una nota aclaratoria. En la práctica, los precios P y Pf los
medimos mediante índices, que no tienen unidades. Y cuando hablamos del tipo de cambio real
también lidiamos con índices. En este recuadro hemos pretendido indagar “en el fondo” de la
noción de tipo de cambio real, pero cuando se trata de medir, en la práctica, las cosas son
entonces algo más complicadas. La observación de cómo evolucionan los índices de tipo de
cambio real nos sirve para determinar si las mercancías nacionales se están encareciendo en
relación con las extranjeras, o si sucede lo contrario. Pero no nos permite hacer comparaciones
estáticas tan precisas como la que sugeríamos arriba, en valor absoluto (“cuántas unidades de
mercancía nacional se requieren para comprar una unidad de mercancía extranjera”). Además de
que la propia noción de “unidades de producto” agregado es también más comprensible en
abstracto que traducible a términos empíricos concretos.
13
será muy elástica a los precios vigentes, como indica el supuesto de economía
pequeña.
En muchos de los mercados en los que opera, una economía como la argentina es
pequeña o relativamente pequeña, por lo que es conveniente y útil adoptar la idea de
que nuestras compras y ventas al resto del mundo se hacen a precios internacionales, y
eso es lo que haremos aquí.
Al hacerlo así estaremos de hecho empleando otra simplificación que cabe poner
también en evidencia. La variable Pf se refiere a los precios promedio del resto del
mundo. Como acabamos de indicar, utilizaremos esos precios tanto en el caso de las
exportaciones cuanto en el de las importaciones, asumiendo el supuesto de economía
pequeña. Entre tanto, las “canastas” de bienes importados y exportados serán con
certeza diferentes, y es seguro que diferirán, a su vez, de la canasta que está por detrás
de Pf. Si optáramos por un grado más de realismo al costo de un poco más de
complejidad, podríamos trabajar con distintas variables de precio. Por ejemplo, con Px y
Pq, para denotar el nivel de precios de nuestras exportaciones y de nuestras
importaciones, respectivamente, ambos en dólares, en lugar de hacerlo sólo con Pf en
representación de ambos.
El cociente entre ambos precios, (Px/Pq), se denomina relación de “términos del
intercambio”. Lo mencionamos aquí a título informativo, pero en adelante seguiremos el
camino simplificado de trabajar con Pf como única variable de los precios del comercio
internacional, en dólares.
15
Al omitir los términos del intercambio en el análisis que sigue estamos dejando de
lado una variable importante. Una caída de los términos del intercambio puede complicar
bastante la marcha de una economía, al deteriorar el resultado del comercio con el
exterior, así como una suba importante de ese cociente puede tener el efecto contrario.
En la visión de Raúl Prebisch y de la CEPAL sobre los procesos de desarrollo esta
variable jugaba un papel central. Prebisch sostenía que los términos del intercambio de
economías como las latinoamericanas tenderían a declinar secularmente, debido en
parte a la composición de sus flujos de comercio (típicamente, exportaciones primarias e
importaciones de manufacturas industriales). La demanda mundial de alimentos, por
ejemplo, tiende a crecer menos que el ingreso mundial (es decir, tiene una elasticidad-
ingreso menor que la unidad), mientras que la demanda de bienes complejos, de mayor
contenido tecnológico, se incrementa más rápidamente. Siendo así, es posible que los
precios de los primeros tiendan a declinar en relación con los precios de los segundos
(aunque hay que tomar en cuenta también la evolución de las condiciones de oferta,
además de las de la demanda). De modo que un país exportador de alimentos e
importador de bienes industriales podría estar destinado a enfrentar, entre otros
limitantes a su dinamismo económico, esta tendencia negativa sobre su comercio. Ese
es uno de los argumentos que alimentaban las tomas de posición a favor de promover, a
través de diversos mecanismos de protección y subsidio, el desarrollo de las industrias
manufactureras locales, uno de cuyos efectos sería, se pensaba, la modificación de esa
estructura comercial poco deseable, diversificando las exportaciones.
La idea de una caída tendencial de los términos del intercambio ha generado mucha
discusión y evidencias a favor y en contra. Es un asunto no plenamente saldado. Aunque
sí es más claro que ese cociente varía, y a veces pronunciadamente, con el ciclo
económico mundial. Las commodities tienen precios mucho más fluctuantes que las
manufacturas, de modo que suben más en las fases de expansión global y suelen
declinar en términos relativos en las de contracción o falta de dinamismo. Una recesión
global tiene entonces efectos negativos amplificados sobre los balances de comercio de
las economías periféricas, los que se ven afectados por caídas en el volumen de ventas
a los que suele agregarse una declinación en los términos del intercambio. Una
expansión global, como la experimentada desde comienzos de la década del 2000, tiene
los efectos contrarios. No sabemos con claridad, actualmente, si los precios
históricamente muy altos de las commodities alcanzados en la primera década del siglo
en curso reflejan una coyuntura muy especial o un cambio más permanente, aunque hay
indicios importantes a favor de esta última interpretación.
como ya hemos indicado, en principio asumiremos que solamente las hay en el plano
comercial, por lo que el balance de pagos con el que trabajaremos inicialmente será
semejante al concepto más restringido de “balance comercial”. Sin embargo, no
abordaremos todavía una descripción detallada de esta cuenta. El punto que queremos
destacar aquí es que el balance de pagos es un estado contable que se elabora en
dólares, y a los precios a los cuáles se realizan efectivamente los intercambios,
mientras que las cuentas nacionales se elaboran en moneda local (pesos, en nuestro
caso), y a precios internos, es decir, a precios que incorporan los efectos de impuestos
y subsidios. En lo que sigue ignoraremos este último aspecto (impuestos y subsidios)
para simplificar, pero no es posible obviar el primero: la variable exportaciones, por
ejemplo, aparecerá en las cuentas nacionales y también en el balance de pagos, pero
no podemos atribuirles la misma letra (“X”, en la notación de la ecuación 1.1), porque
ambas están medidas de manera diferente. El tipo de cambio debe intervenir para que
podamos hacer el nexo entre las exportaciones de las cuentas nacionales y las del
balance de pagos, y lo mismo con las importaciones.
Volvamos entonces a la contabilidad nacional para dar lugar a este punto. En nuestra
ecuación (1.1) las variables están medidas en pesos, y también a precios constantes,
incluyendo a X y Q. Es posible expresar el valor de las exportaciones y de las
importaciones como:
E .P f . x
X= = ER.x.
P
E.P f .q
Q= = ER.q.
P
(1 + h ).E.P f .q
Q= = (1 + h ). ER.q.
P
4
Como siempre, conviene examinar también aquí las unidades de medida para comprobar que no se
ha cometido un error. Observe que “q” y “x”, que tienen precios internacionales, deben medirse entonces
en unidades de la mercancía producida por el resto del mundo (Yf). Haciéndolo así, Q y X se miden en
unidades del producto interno Y, lo que es correcto en tanto estamos trabajando a precios constantes
(nuevamente, como en el recuadro en el que examinamos las unidades de medida de ER, miramos aquí
“el fondo de la cuestión”, aunque en la práctica los precios se miden mediante índices, que no tienen
unidades, y las “cantidades” son en realidad medidas de valor a precios constantes).
5
En la ecuación correspondiente a las exportaciones podríamos haber incluido también, como se
hace con las importaciones, un término correspondiente a los impuestos a las ventas al resto del mundo
(como son las “retenciones”; en tal caso, este factor tendría signo negativo, puesto que reduce el precio
interno para dados tipo de cambio y precio internacional), y también, con el signo contrario, uno para
reflejar la existencia de subsidios a dichas ventas.
6
Cabe otra aclaración importante. La representación que acabamos de dar a las exportaciones e
importaciones medidas en términos reales es algo diferente de la que se les da en la práctica al elaborar
las series de cuentas nacionales a precios constantes en la Argentina, por ejemplo. En efecto, en el
cómputo habitual, los cálculos se harían tomando también el tipo de cambio real del año base, de modo
que las exportaciones, por ejemplo, serían: X= ER0.x, donde ER0 es precisamente la paridad cambiaria
real del referido año base. En tal caso, ningún cambio de precios incidiría en el cómputo de las variables
de la identidad contable básica a precios constantes. El criterio que seguimos aquí tiene, con todo, la
ventaja de permitir que los cambios en el tipo de cambio real tengan algún impacto sobre las cuentas
nacionales “reales”. Esos efectos tienen relevancia en la práctica y de otro modo no los captaríamos en el
modelo “real” desarrollado en las páginas que siguen.
18
Y ≡ C + I + G + X − ER.q,
(1.2) YD ≡ Y − T ,
(1.3) T = T0 + t.Y .
20
La variable T capta los ingresos tributarios que el gobierno obtiene del sector privado
(netos de transferencias del gobierno a ese sector, como jubilaciones) y YD es el
ingreso disponible privado.7 YD es igual al ingreso total generado en la economía (Y)
menos los impuestos (netos de transferencias), según se establece en (1.2).8
La ecuación (1.3) describe el comportamiento de la recaudación tributaria. Observe
que, en consecuencia, no se trata en este caso de una identidad. Suponemos que una
parte de la recaudación no está vinculada con el ingreso, y la consideraremos
determinada exógenamente, es decir, "fuera del modelo". Ese componente de los
ingresos fiscales se designa como T0. Cabe pensar que está referido a tributos como
los que pueden establecerse sobre los activos o el patrimonio, por ejemplo, es decir,
sobre stocks. Estos componentes de T tendrán normalmente un comportamiento poco
asociado al del ingreso o el producto total de la economía, en el corto plazo. En cambio,
otros tributos sí se vincularán con Y (o con el ciclo, como se suele decir). Esos se
expresan en el segundo sumando de (1.3). Podemos interpretar al símbolo "t" como la
tasa media de impuestos sobre el ingreso. Suponemos que los parámetros T0 y t son
“manipulables” por parte del gobierno. Por eso los consideraremos “instrumentos” de
política fiscal.
Ahora sí estamos en condiciones de introducir nuestra función consumo. Será:
C = C 0 + c1 .YD.
7
En la ecuación de YD no incluimos explícitamente las transferencias al sector privado (como
jubilaciones, por ejemplo), de modo que T puede entenderse como “impuestos netos de transferencias”.
Si T fuese definida como ingresos por impuestos únicamente, entonces podríamos introducir las
transferencias TR sumando en la expresión (1.2), y habría que decidir de qué modo se determina esta
variable. Simplificadamente, podríamos hacer TR=TR0.
8
Podríamos introducir explícitamente las transferencias, haciendo: YD = Y+TR-T, donde T ya no es la
recaudación tributaria neta de transferencias, sino bruta.
21
En esa ecuación tenemos una descripción del comportamiento del consumo privado
agregado. Vale la pena distinguir a la variable C con algún símbolo que nos recuerde
que nos estamos refiriendo aquí a una definición del consumo diferente de la contenida
en las identidades (1.1) ó (1.1’). Mientras que allí la C designa al consumo “realizado” o
ex post, aquí estamos hablando de la forma en que se determina el consumo
“planeado” por el sector privado (la expresión latina que usamos en este caso es "ex
ante").
Es decir, estamos describiendo la forma en que suponemos que la gente decide o
hace planes de consumo. A este último concepto, el gasto planeado de consumo, lo
identificaremos entonces como C*.
Llegamos, ahora sí, a la ecuación (1.4):
Nuestros supuestos de comportamiento para las restantes variables del lado derecho
de (1.1) serán en general, por ahora, bastante sencillos. A saber:
(1.5) I * = I 0 .
(1.6) G * = G0 .
(1.7) x * = x0 .
(1.8) q * = q0 + q y .Y .
Es decir que estamos considerando exógenos a los valores planeados de todas las
variables de gasto, excepto el consumo (ecuación (1.4)) y las compras de bienes al
resto del mundo (ecuación (1.8)). Observe que esta última expresión se refiere en
realidad a las cantidades “q” que se planea adquirir en el resto del mundo, así como la
función (1.7) se refiere a las cantidades “x” que se planea exportar.
Las cantidades que los agentes residentes desean adquirir en el exterior tienen
también un componente independiente del producto que designamos como q0, pero
además dependen del nivel del producto Y. El parámetro qy nos dice cuán fuerte es la
relación entre las importaciones y el producto. Varios argumentos pueden explicar esta
relación de causalidad. Uno de ellos es que a medida que aumenta el valor del producto
22
(1.9) ER = ER0 .
Y * = C * + I * + G * + ER.( x * − q * ).
Más precisamente, esa ecuación define al "gasto total planeado en bienes y servicios
producidos internamente", que es lo que designamos como Y*. Nos estamos refiriendo
a la demanda de bienes y servicios producidos dentro de nuestras fronteras; por ello
restamos el valor de las compras provenientes del resto del mundo (las importaciones),
en el lado derecho de la ecuación.
Ahora es posible sustituir C* por la expresión (1.4), I* por (1.5) y así sucesivamente,
lo que nos lleva, tras reordenar los términos, a la siguiente versión modificada de la
última ecuación:
[ ]
Y * = (C0 − c1 .T0 + I 0 + G0 + ER0 .( x0 − q0 ) + c1 .(1 − t ) − ER0 .q y .Y .
23
A0 = C0 − c1 .T0 + I 0 + G0 ,
[ ]
(1.1’.a) Y * = A0 + ER0 .( x0 − q0 ) + c1 .(1 − t ) − ER0 .q y .Y .
Tenemos que abordar ya la fase final de nuestra argumentación. Para eso es útil,
antes de resolver formalmente el modelo, volver a plantearlo pero en un lenguaje un
poco distinto, como es el gráfico.
Consideremos el diagrama de ingreso-gasto (también conocido como gráfico de la
cruz keynesiana), que es el incluido en la parte superior de la ilustración siguiente.
Representamos el gasto en el eje de ordenadas y el ingreso en las abscisas. La recta
de 45º corresponde al lugar geométrico de los puntos de cuentas nacionales, puesto
que en este sistema de cuentas el ingreso y el gasto total (ex post, naturalmente) son
idénticamente iguales.
Mientras tanto, la ecuación (1.1’.a) es una recta cuya ordenada al origen es, como
ya vimos, [A0 + ER0.(x0 – q0)], y cuya pendiente es positiva pero menor que la unidad
(puesto que normalmente "c1" será menor que uno; mientras que "t" y " ER0.qy", que son
números positivos, están restando; asumiremos además que esa pendiente es positiva).
De manera que (1.1’.a) cruza a la recta de 45º "desde arriba" en el primer cuadrante.
25
Gasto
Gráfico 1.a. Equilibrio interno
[C+I+G+ER.(x-q)]1 Y*
Y*1
45º
Yint Y1 Ingreso (Y)
Exportaciones
e Pf.q(Y)
Gráfico 1.b. Equilibrio externo
importaciones
(en dólares)
Déficit (∆R<0)
Pf.x0 Pf.x0
Pf.q0
[
Y *1 = A0 + ER0 .( x0 − q0 ) + c1.(1 − t ) − ER0 .q y .Y1. ]
26
9
La inversión bruta interna suele tener, en efecto, dos componentes: inversión bruta interna fija (que
incluye el gasto en maquinaria y equipo, equipo de transporte, y construcciones) y variación de
existencias. Sin embargo, en la Argentina, en las cuentas nacionales con base en el año 1993, la
variación de existencias se ha publicado separadamente, es decir, en un rubro distinto de la inversión,
que también incluye el concepto "discrepancia estadística".
28
que Yint fuese mayor que Y1, al revés que en el ejemplo precedente, el análisis habría
sido semejante pero la economía se habría movido en el sentido contrario. Con un
gasto planeado mayor que el realizado, las firmas venderían más que lo que producen,
desagotarían inventarios, y tendrían, tarde o temprano, que responder a esa situación
con un aumento del producto.10
Hemos escogido para designar a ese nivel del producto el símbolo Yint, puesto que
constituye nuestra primera definición de “equilibrio interno”.
Parece claro, sin embargo, que se trata de un equilibrio interno en un sentido
limitado. Es perfectamente posible que nuestro equilibrio de ingreso-gasto, Yint, se
verifique simultáneamente con un exceso de oferta laboral, por ejemplo, aunque eso no
ha sido contemplado aún en el esquema analítico de esta sección.
Observe, por otro lado, que la dinámica de los “inventarios” es muy importante en
este modelo. De tal modo, este esquema analítico sencillo capta apropiadamente un
aspecto típico de los procesos económicos reales. En efecto, solemos ver acumulación
de inventarios de mercancías sin vender en las fases iniciales de cualquier recesión y,
al contrario, las expansiones suelen iniciarse con el desagote de existencias
acumuladas previamente, lo que sucede normalmente antes de que los niveles de
actividad comiencen a repuntar.
La solución analítica
Y = Y *,
es decir que las magnitudes ex ante y ex post son iguales. Sustituyendo, en esta
condición, Y* por su expresión en (1.1’.a) tenemos:
[ ]
Y = A0 + ER0 .( x0 − q0 ) + c1.(1 − t ) − ER0 .q y .Y ,
10
Por cierto, para que esto sea posible debemos asumir que hay capacidad instalada disponible y
capacidad de trabajo adicional que también puede ser utilizada para aumentar el producto.
30
que, como vemos, es una ecuación con una única incógnita, Y, cuyo nivel de equilibrio
(Yint), podremos determinar, si conocemos los valores de los parámetros y de las
variables exógenas que aparecen allí. Despejando la variable Y, y luego reordenando,
nuestra condición de equilibrio resulta:
⎧⎪ ⎫⎪
⎬.[ A0 + ER0 .( x0 − q 0 )].
1
(1.1’.b) Yint = ⎨
[
⎪⎩ 1 − c1 .(1 − t ) + ER0 .q y ]⎪⎭
Forma reducida
La política fiscal
Allí, el símbolo ∆ significa "variación de". Así, por ejemplo, una caída de la inversión
de $10 dará lugar a una contracción del nivel de equilibrio del producto igual a α.$10, es
decir, mayor que la caída de la inversión (puesto que α>1). Recuerde que la inversión
planeada es uno de los sumandos que se incluyen dentro de A0.
Eso da también lugar a una primera consideración de política económica. Podemos
ya comenzar a discutir la política fiscal en este modelo, como hiciéramos en el caso de
una economía cerrada. Utilizando los instrumentos que hemos identificado previamente,
T0 y t, a los que luego se agregó el gasto público (G0), el gobierno puede, por ejemplo,
procurar alcanzar cierta meta de Y. Cambios en las tasas de impuestos sobre el ingreso
o en la ordenada al origen de la función de recaudación fiscal afectarán el valor de Y de
equilibrio. De tal modo, el gobierno podría apuntar a lograr cierto valor de Y, definido
como meta. A su vez, si variaciones del gasto privado desplazan o amenazan con
desplazar al producto de ese nivel deseado, el gobierno podría, en principio, valerse de
cambios en t o en T0 (ó en G0) para contrabalancear esas perturbaciones. Llamamos a
esto política fiscal compensatoria, o “contracíclica”.
Como siempre, comenzaremos el análisis de este tema a partir del planteo del marco
contable. En este caso, se trata de una única identidad que agregaremos ahora a
nuestro modelo.
En el análisis anterior hemos incorporado al modelo keynesiano simple de economía
cerrada dos nuevas variables, exportaciones e importaciones, y una tercera, el tipo de
cambio real. Además de reflejarse en las cuentas nacionales del modo que viéramos
32
más arriba, el valor de esos flujos de comercio entre el país y el exterior se vuelca
también en un estado contable que procura captar la totalidad de las transacciones
entre residentes y no residentes: el balance de pagos. En nuestra economía sencilla,
que por ahora sólo comercia con el resto del mundo, las cuentas del balance de pagos
serán también muy simples (más adelante veremos esta cuenta con mayor detalle,
incorporando las restantes partidas, aunque siempre de forma basante agregada, como
es característico de un enfoque macroeconómico). Con nuestros supuestos, la identidad
del balance de pagos podríamos escribirla así:
(1.10) P f .x − P f .q ≡ ∆R.
(1.7) x * = x0 ,
(1.8) q * = q0 + q y .Y .
11
Hablamos de moneda extranjera porque estamos pensando principalmente en economías como la
argentina u otras de la región latinoamericana y, hasta hoy, ninguna de ellas cuenta con una moneda
nacional de aceptación corriente en el plano internacional.
33
12
En la Argentina se publican datos del balance de pagos con frecuencia trimestral, y se difunden de
esa manera y también en cuadros de frecuencia anual.
34
Es factible, en primer lugar, resolverla para un valor cualquiera de Y (en cuyo caso
obtendremos el correspondiente valor de ∆R). Volveremos sobre esta forma de
resolución un poco más adelante.
La alternativa es obtener su solución de equilibrio, es decir, la que corresponde al
caso particular en que se cumple que (∆R = 0). En esta última situación tendremos:
(1.10.b) P f 0 .(x0 − q0 − q y .Y ) = 0,
⎡ (x − q0 )⎤
(1.10.b’) Yex = ⎢ 0 ⎥.
⎢⎣ q y ⎥⎦
Como puede verse, ese valor, que depende únicamente de los parámetros de la
ecuaciones de comportamiento del comercio con el exterior, se determina aquí de un
modo diferente del que nos permitiera obtener Yint en la sección anterior (compare las
expresiones (1.1’.b) y (1.10.b’)).
Cabe entonces concluir que no hay ninguna razón, hasta el momento, para suponer
que ambos valores de Y deban ser iguales. En la situación que estamos describiendo
sólo lo serían por casualidad. Si es así, vale la pena preguntarse qué problemas
pueden plantearse cuando Yint y Yex son diferentes.
es decir, que el ingreso que hace nulo el resultado del balance de pagos es menor que
el que determinaría el equilibrio interno o de ingreso-gasto, lo que en términos del
modelo que estamos desarrollando equivale a suponer que se están perdiendo
reservas de divisas.
Asumiremos que la economía está operando con un nivel de actividad tal que se
genera el ingreso Yint, el que se establece según vimos más arriba y depende
centralmente de un conjunto de variables exógenas y parámetros de comportamiento,
incluyendo los niveles de los instrumentos de política fiscal. Es decir, hemos tenido
tiempo de ajustar el ingreso interno hasta su nivel de equilibrio. Podríamos también
asumir, aunque no es necesario para el argumento, que el nivel del producto Yint
constituye una meta de la política económica.
¿Qué sucedería con el balance de pagos en tal situación? En el Gráfico 1.b se
observa que si el producto está en el nivel Yint, superior a Yex, el valor en dólares de las
importaciones supera al de las exportaciones. De modo que habría un déficit en el
comercio con el resto del mundo y las reservas de divisas estarían contrayéndose. La
magnitud de dicho déficit (que equivale al déficit del balance de pagos, en esta
economía que sólo comercia con el resto del mundo) está representada en el Gráfico
1.b por la distancia entre la línea correspondiente a las exportaciones y la relativa a las
importaciones, al nivel Yint del ingreso.
También podemos determinar con facilidad el nivel de ∆R analíticamente. Tomando
la ecuación (1.10.a) y reemplazando Y por el valor concreto que asume actualmente
(Yint), obtenemos el valor del desequilibrio del balance de pagos asociado a este estado
de la economía (llamémoslo ∆R1) :
Como acabamos de señalar, ese valor de ∆R será negativo en el caso particular que
estamos enfocando.
Esta situación plantea inmediatamente un problema: no podrá, con seguridad,
sostenerse indefinidamente o por un período prolongado. Esto se debe a que el acervo
de divisas del banco central es limitado. Ese stock proviene de saldos positivos del
balance de pagos acumulados en el pasado. Recuerde que estamos asumiendo que
nuestra economía no tiene acceso al crédito internacional, de manera que los recursos
en moneda extranjera que se pierden debido al resultado negativo del comercio exterior
no pueden por ahora reponerse por otra vía, como la colocación de deuda externa por
36
parte de alguno o algunos de los agentes residentes. Note, por otra parte, que la
dificultad a la que nos estamos refiriendo se asienta en parte en el hecho, ya señalado,
de que nuestra economía no puede pagar sus importaciones en su propia moneda. Si
esto fuera posible, las cosas se harían algo más fáciles, al menos en el corto plazo.
En la situación que estamos describiendo, las autoridades enfrentarán una seria
dificultad para sostener el valor del ingreso en el nivel que designamos como Yint. Esto
es así porque el resultado del balance de pagos que acompaña a ese nivel del producto
no resulta, a su vez, sostenible.
Para dar más interés a este conflicto podríamos, por ejemplo, asociar al nivel del
producto con el empleo de mano de obra. Seguramente un mayor nivel de Y generaría,
ceteris paribus, mayores requerimientos de trabajo. Podemos asumir que algún valor
del producto estará entonces vinculado con cierto nivel de ocupación al que llamaremos
pleno empleo, aunque sin definirlo con precisión (el mercado laboral es tema de otro
capítulo). Si ese nivel particular del producto fuese nuestro Yint, cabría entonces decir
que se plantea un conflicto entre el objetivo de pleno empleo, que podríamos suponer
que tienen las autoridades, y la necesidad imperiosa de acotar el desequilibrio del
sector externo de la economía, impuesta por la escasez de divisas.
En otras palabras, se presenta el problema del ajuste del balance de pagos. Ajustar
el balance de pagos quiere decir, resumidamente, llevar esa cuenta a una posición
sostenible. ¿Cómo podemos hacerlo? 13
Con los recursos de política macroeconómica que hemos introducido hasta aquí en
esta sección, confinados todavía básicamente a la utilización de instrumentos de
política fiscal, parece que todo lo que puede hacerse es provocar una recesión
(subiendo los impuestos o bajando el gasto público). La contracción del producto
ajustaría el balance de pagos reduciendo las importaciones de bienes y servicios.
13
La presencia de este problema de sostenibilidad es una de las razones por las cuáles elegimos
concentrarnos en una situación en la que Yint es mayor que Yex, y no al contrario. Si el producto de
equilibrio fuese inferior al que hace nula la variación de reservas, habría acumulación de divisas. Esta
situación no está exenta de dificultades, pero es un poco menos interesante puesto que si bien plantea
también algunos problemas de sostenibilidad (que comentaremos más adelante), éstos son menos
acuciantes que los que resultan de un déficit de balance de pagos, puesto que éste enfrentará a la larga
o a la corta el límite impuesto por la finitud de las reservas. Además, un cuadro macroeconómico
caracterizado por empleo elevado y déficit del balance de pagos ha sido escena recurrente en la
economía argentina en la fase de “economía financieramente cerrada” (y comercialmente también menos
abierta que anteriormente) iniciada aproximadamente con la gran depresión, por lo que tiene también
interés histórico, como discutiremos un poco más adelante.
37
ER = E.δ 0 .
Eso tiene una ventaja inmediata para el tratamiento analítico. Como los precios
internos y externos están dados, las variaciones del tipo de cambio real estarán
asociadas a cambios de la misma proporción y en el mismo sentido en el tipo de cambio
nominal. Ambos se moverán juntos.14
Ahora sí estamos en condiciones de dar otro paso hacia un modelo macroeconómico
más complejo. Lo haremos revisando nuestras ecuaciones de comportamiento del
comercio. Hemos de suponer, en concreto, que cabe incorporar un nuevo argumento,
una nueva variable determinante de exportaciones e importaciones: el tipo de cambio
real.
Retomaremos entonces las ecuaciones (1.7) y (1.8) y las modificaremos
introduciendo explícitamente esta nueva variable:
14
Puede parecer una simplificación poco realista pero no lo es tanto. En efecto, hay mucha evidencia
de que los tipos de cambio reales y nominales se mueven en la misma dirección, aunque no en la misma
proporción, puesto que las variaciones cambiarias tienen algún impacto en los precios internos. Asumir
que la relación de precios (Pf/P) es constante equivale a suponer que la inflación interna es igual a la
“inflación internacional” y no requiere, en realidad, el supuesto más exigente de que tanto los precios
internos cuánto los externos permanecen invariables.
39
cambio real. Suponemos que un tipo de cambio real más alto generará mayores
exportaciones (el valor del parámetro de comportamiento xER indica la magnitud de la
respuesta de las ventas de bienes al resto del mundo al estímulo cambiario), mientras
que, por el contrario, desalentará las importaciones, como lo revela el hecho de que el
nuevo sumando en (1.8.a) tenga signo negativo. El valor del parámetro qER revela el
grado de respuesta de las compras de bienes al resto del mundo a variaciones en el
tipo de cambio real.15
Asumiremos en principio que, además de los precios, también el tipo de cambio
nominal está fijo en E = E0 (de modo que el tipo de cambio real está dado en el valor
(ER0 = E0.δ0), como en nuestra discusión anterior).
Ahora podemos representar los flujos de transacciones con el exterior de dos
maneras, como hacemos en el gráfico siguiente. La primera representación (Gráfico
2.a) es en realidad la misma que habíamos utilizado con anterioridad, aunque en este
caso hacemos explícita la presencia de una variable que antes estaba "oculta", el tipo
de cambio, mediante su inclusión como un argumento de las funciones de
exportaciones e importaciones.
Sabemos que el tipo de cambio real es el argumento relevante. Sin embargo, como
hemos dicho, nuestro supuesto de constancia de la relación de precios (Pf/P) nos
permite representar las funciones introduciendo el tipo de cambio nominal E en lugar de
ER.
Observe que en el Gráfico 2.a se indica que las curvas están trazadas para
determinado nivel de E, como E0. A un nivel diferente de esta variable, dada la relación
de precios (Pf/P), las curvas estarían ubicadas en otra posición. En otros términos,
estas líneas se mueven con cambios en E, mientras que los efectos de variaciones de Y
son representados por movimientos sobre las curvas (sobre la de importaciones, en
particular, puesto que estamos asumiendo que las exportaciones no dependen de Y).
Mientras tanto, en el Gráfico 2.b, en lugar de incluir el ingreso en uno de los ejes,
volcamos el tipo de cambio. En esta última representación tenemos que dejar fijo el
15
Como hemos hecho desde el inicio con las ecuaciones de comportamiento de los modelos que
hemos desarrollado en esta sección y en las anteriores, asumimos formas funcionales muy sencillas,
lineales, para representar estas relaciones. Lo hacemos así porque nos interesa sobre todo, en estas
notas, el manejo del lenguaje y la construcción de la argumentación en general, más que los detalles de
las formas funcionales con los que podríamos dar en el estudio empírico de determinada economía. Esta
forma de representar las funciones de comportamiento capta lo que es esencial: cuáles son las variables
involucradas y cuál es el signo de su relación, y da cuerpo a esas relaciones en la forma de un conjunto
de parámetros. En un estudio empírico, podríamos encontrar formas funcionales diferentes, pero estarían
vinculadas a un caso concreto y, por ende, serían más útiles para examinar ese caso pero perderían
generalidad. Aquí estamos razonando de manera simple, en un plano general.
40
valor de Y para poder situar la curva de importaciones, porque las compras de bienes y
servicios al resto del mundo dependen de ambas variables, E y Y. En lo que sigue
supondremos que la economía está operando en el nivel Yint de nuestra discusión
precedente.
Export.
e Pf.q(E0, Y)
Gráfico 2.a. Balance comercial
Import. Pf.q(E*, Y)
(en
dólares)
Pf.x(E*)
Pf.x(E0)
E Pf.x(E)
Gráfico 2.b.Mercado de divisas
E*
E0
Pf.q(E,Yint)
Ambos Gráficos, 2.a y 2.b, representan en verdad la misma situación. Sin embargo,
lo que en el diagrama superior vemos y pensamos como el comportamiento del balance
de comercio de nuestra economía, puede ser percibido en la ilustración inferior bajo una
luz diferente. Ciertamente, las variables son las mismas, pero el segundo diagrama
puede interpretarse como la representación de un mercado: el mercado de divisas.
En efecto, asimilamos las exportaciones a nuestra fuente de moneda extranjera, es
decir, constituyen la oferta de divisas, mientras que las importaciones dan cuerpo a la
correspondiente demanda. Tenemos oferta, demanda y precio de las divisas, es decir,
los elementos que configuran un mercado.
Algunas digresiones
• La condición de Marshall-Lerner
Dedicaremos ahora algunos párrafos a varias digresiones que son útiles para una
mejor comprensión del punto que estamos discutiendo.
Observe que estamos asumiendo, como es corriente, que tanto la demanda como la
oferta de divisas (en otros términos, las exportaciones y las importaciones, en nuestra
economía simplificada) responden de la manera esperada a los incentivos. La oferta
sube con el precio (E, en este caso) y la demanda declina. Sin embargo, es necesario
aclarar que en nuestro tratamiento del mercado de divisas hay implícitos otros
supuestos importantes. Considere por ejemplo las exportaciones. Como hemos
señalado, la curva correspondiente tiene, en el Gráfico 2.b, pendiente positiva, lo que
indica que a un mayor tipo de cambio habrá un mayor flujo de oferta de divisas (siempre
manteniendo constantes otros determinantes potenciales de las ventas de bienes al
exterior, como el nivel de ingresos del resto del mundo). Pero, ¿estamos seguros de
que será así? ¿Un tipo de cambio más alto producirá mayores ingresos por
exportaciones en cualquier circunstancia?
Para examinar el problema tenemos que considerar, en primer lugar, que las divisas
que ingresan son el producto de las cantidades exportadas de mercancías multiplicadas
por sus precios. Esos precios los hemos designado hasta aquí como Pf y hemos
supuesto que no dependen de nuestras condiciones de oferta. Para que las cantidades
exportadas aumenten es necesario que sea posible responder a los mejores precios
(medidos en pesos), asociados a un tipo de cambio más alto, con una mayor
producción de los bienes que se destinan al resto del mundo. Que esto sea factible, y
42
• La curva J
Esta digresión tiene menos importancia, pero cabe plantearla porque es habitual que
los textos de macroeconomía presenten, alcanzado este punto en la argumentación, un
efecto conocido como “la curva J”. La “J” representa la trayectoria que se supone que
44
puede asumir el saldo del comercio luego de una suba del tipo de cambio: primero
empeora, para sólo más tarde mejorar.
Tome en cuenta que nos hemos estado refiriendo aquí (en los gráficos 1.b y 2.b, por
ejemplo) al saldo comercial medido en dólares, que es lo que nos interesa puesto que
es en esa moneda que se confecciona nuestro balance de pagos. En la economía de
nuestro ejemplo, no hay curva J. El balance comercial en dólares no empeora ni
tendría por qué empeorar luego de una suba del tipo de cambio. Tal vez mejore
lentamente o poco en un inicio, y más rápido luego, pero esa posible secuencia
temporal no está captada en nuestra argumentación, que es, por simplicidad, “estática”
y por ende no distingue distintos momentos intermedios en las trayectorias de ajuste
ante una perturbación. Si sube E, las exportaciones medidas en dólares aumentan en
algún grado, y las importaciones declinan en alguna medida, como surge de nuestras
ecuaciones de comercio. No hay lugar en la argumentación para una contracción inicial.
Ahora bien, el balance comercial medido en pesos sí podría empeorar inicialmente,
porque si la situación de la que se parte es deficitaria, la suba de E aumentaría
instantáneamente el valor en pesos de ese desequilibrio. Este déficit se reduciría luego,
a medida que las exportaciones e importaciones reaccionan según lo esperado. Pero,
reiteramos, esa suerte de “J” no se refiere al balance de pagos en dólares.
La confusión corriente deviene de que en los manuales de macroeconomía de uso
corriente, como el de Olivier Blanchard, por ejemplo, escritos desde la perspectiva de
los EE.UU., estos dos temas se confunden por dos razones: en primer lugar, porque el
balance de pagos y las cuentas nacionales se hacen en la misma moneda, y en
segundo término porque EE.UU. exporta principalmente a precios determinados en
dólares, es decir, en su propia moneda. En tal caso, la ecuación del balance comercial
sería, simplificadamente, así:
P .x − E.P f .q ≡ Bal.comercial.
(preciadas por ejemplo en euros, de modo que en este caso E es el tipo de cambio
entre el dólar y el euro), para pasar las compras externas a la moneda de los EE.UU.
Es evidente que, en tal caso, una suba de E sí tendría un efecto impacto, inicial,
sobre el balance de comercial en dólares. Si se parte de un saldo negativo, la suba de E
incrementará ese déficit en un comienzo, y esto da lugar a la posibilidad de ese
comportamiento “en J”, que en nuestra economía pequeña está, como hemos indicado,
ausente.
• Controles de cambios
Una última digresión u observación de alerta, de otro orden, tiene que ver con otros
efectos posibles de variaciones en el tipo de cambio nominal. Tome en cuenta que
estamos examinando una economía que sólo comercia con el resto del mundo. Por ello,
en este contexto, una variación de la paridad cambiaria no tendría otras consecuencias
que hoy en día son o pueden ser de gran relevancia, como las que afectarían a los
mercados financieros y de capitales. Éstas últimas serían además particularmente
importantes en una economía con alto grado de dolarización de las transacciones
financieras internas, como ha sido el caso de la Argentina en los años noventa.
Queremos concretamente sugerir que una depreciación cambiaria (una suba de E)
podía concebirse, en las economías financieramente aisladas de la fase anterior al
primer shock del petróleo, como un evento por lo general bastante menos traumático de
lo que nos hemos acostumbrado a pensar más recientemente. Por cierto, tampoco
estamos considerando todavía otras consecuencias de una devaluación, como las que
podría tener sobre el nivel general de precios.
hemos supuesto que estaba fijo. Más específicamente, hemos asumido, sin decirlo de
manera explícita hasta aquí, que nos encontramos bajo un régimen de tipo de cambio
fijo.
Se utiliza aquí el adjetivo fijo en el sentido de "fijado", y no de inmóvil o invariable. Se
trata de un régimen en que la paridad es determinada administrativamente, por decisión
de alguna autoridad, no por el mercado. La expresión tampoco significa que la tasa de
cambio esté establecida por ley, ni que involucre libre convertibilidad o respaldo de la
moneda local en divisas, aunque estos elementos (o alguno de ellos) puedan estar
presentes en un caso específico.
En nuestro ejemplo, suponemos que la autoridad cambiaria estableció la paridad en
E0, pero en esa situación hay exceso de demanda de divisas. Si quiere mantener al tipo
de cambio en ese nivel deberá intervenir. Se llama intervención a la participación de la
autoridad cambiaria en el mercado de divisas, lo que normalmente se hace comprando
o vendiendo moneda extranjera. En síntesis, cuando el régimen es de tipo de cambio
fijo, la autoridad está forzada a intervenir para defender la paridad que decida
establecer.
Intervención e intervencionismo
E Pf.x(E)
E*
E0
Pf.q(E,Yint)
Pf.q(E,Yex)
Pf.x(E0) Pf.q(E0, Yint) Export.
e Import.
(en dólares)
49
La alternativa es dejar que el precio de las divisas fluctúe libremente. Es decir, pasar
a otro régimen cambiario, llamado de flotación. Este régimen se designa como de
“flotación pura” si la autoridad cambiaria se retira por completo del mercado.
Técnicamente, se trata simplemente de dejar de intervenir. Al cesar la intervención
cambiaria, la tasa E será determinada por el mercado, y al menos en el esquema
50
sencillo que estamos considerando hasta aquí, deberíamos suponer que el precio de
las divisas subiría hasta E*, donde los planes de oferentes y demandantes de divisas
resultarían iguales, y todos ellos serían realizables simultáneamente (al nivel Yint del
producto). Pero las cosas pueden no ser tan sencillas, como veremos más adelante al
considerar los regímenes de flotación en mayor detalle.
16
Nos concentramos en la demanda de divisas para importar en razón de que en nuestro modelo
ignoramos todavía otras transacciones. Ciertamente, se racionaban las ventas de divisas por otros
motivos también, como las requeridas para transferir utilidades de empresas extranjeras al exterior, los
pagos de deudas comerciales y otros pagos financieros, por ejemplo.
51
Volvemos ahora al análisis de nuestro caso de una economía con tipo de cambio fijo
enfrentada a un problema de sostenibilidad externa y, en consecuencia, a la necesidad
de devaluar. En el Gráfico 4.a, que incluye al ingreso en el eje de abscisas, hemos
representado el efecto de una devaluación. Suponemos que la misma lleva el tipo de
52
cambio al nivel de equilibrio E* (tenga presente que ese es el valor de equilibrio del tipo
de cambio para el valor Yint del producto).
En la ilustración inferior mostramos el desplazamiento de las curvas de exportación e
importación que resulta de la devaluación (la de exportaciones se mueve hacia arriba, y
la de importaciones hacia abajo, de modo que, como ya hemos indicado, el nivel del
ingreso de equilibrio externo (Yex) se traslada hacia la derecha, y coincide ahora con
Yint1. En otros términos, se reduce el déficit de balance de pagos “de pleno empleo” (es
decir, el que tendríamos si la economía sigue generando el nivel Yint1 de producto).
Gasto Y*
Gráfico 4.a. Equilibrio interno
(1)
(2)
45º
Yint2 Yint1 Ingreso (Y)
Pf.q(E0,Y)
Export.
Gráfico 4.b. Equilibrio externo
e (1)
Import. Pf.q(E*, Y)
(en
dólares) Pf.x(E*)
∆R > 0
(1)
Pf.x(E0)
Aranceles y subsidios
(1.7.a) x * = x0 + x ER .E.δ 0 ,
(1.8.a) q * = q0 + q y .Y − q ER .E.δ 0 .
54
⎧⎪ ⎫⎪
⎬.[ A0 + ER0 .( x0 − q 0 )].
1
(1.1’.b) Yint = ⎨
[
⎪⎩ 1 − c1 .(1 − t ) + ER0 .q y ]⎪⎭
⎧⎪ ⎫⎪
][ ]
1
(1.1.d) Yint = ⎨ ⎬. A0 + ( E 0 .δ 0 ).( x0 − q 0 ) + ( E 0 .δ 0 ) .( x ER + q ER ) .
[
2
⎪⎩ 1 − c1 .(1 − t ) + E 0 .δ 0 q y ⎪⎭
17
Tome en cuenta que esta característica no refleja una “propiedad general” ni nada por el estilo, sino
que es consecuencia de la forma en que hemos introducido el tipo de cambio en nuestra argumentación.
55
normalmente signo positivo, pero podría no ser así. En este último caso, por este canal,
una devaluación podría tener un impacto contractivo. Finalmente, el tipo de cambio real
también aparece, en nuestra formulación, en el denominador del multiplicador
keynesiano. Un tipo de cambio real más alto significa un multiplicador menor, al
aumentar el valor en pesos de las importaciones (esto incrementa las “filtraciones” hacia
el exterior, en cada ronda de multiplicación del impacto de cualquier variación en algún
componente autónomo del gasto, por ejemplo).
A partir de la ecuación (1.1.d), es posible obtener la condición que tiene que
cumplirse para que una devaluación tenga efecto expansivo sobre el gasto total en
bienes producidos internamente:18
[δ .( x
0 0
2
]
− q0 ) + 2.E 0 .δ 0 .( x ER + q ER ) > δ 0 .q y .Y .
Nuevamente, tenga presente que esta no es una condición “general”, sino que es la
que se deduce en el marco del modelo que estamos planteando aquí, que incluye
diversas especificidades, como por ejemplo un tratamiento lineal de las distintas
ecuaciones de comportamiento.
Multiplicando esa expresión por (E0) y reordenando se tiene que, para que una
devaluación tenga un efecto expansivo sobre el gasto tiene que cumplirse que:
[ ]
( E0 .δ 0 ) 2 .( xER + qER ) > E0 .δ 0 . (q0 − qER .E0 .δ 0 + q y .Y ) − ( x0 + xER .E0 .δ 0 ) .
Nótese que el lado derecho de esa expresión es el déficit comercial inicial. Cuanto
mayor éste, mayor la probabilidad de que la condición no se cumpla y, en
consecuencia, el efecto de la devaluación resulte contractivo. El lado izquierdo de esa
inecuación refleja la sensibilidad de exportaciones e importaciones al tipo de cambio (es
decir, de los valores de xER y de qER). Naturalmente, a mayor elasticidad-tipo de cambio
de las exportaciones e importaciones, mayor probabilidad de que se verifique un efecto
expansivo.
Procure distinguir claramente entre el efecto que estamos discutiendo aquí y la
interpretación que hemos dado a la condición de Marshall-Lerner. Interpretamos a la
18
La condición se obtiene diferenciando (1.1.d) y haciendo iguales a cero todos los diferenciales
menos dY y dE. Luego, reordenando términos, se obtiene una expresión para el cociente dY/dE y de allí
se deduce qué relación debe cumplirse para que ese cociente resulte positivo.
56
condición de Marshall-Lerner como aquella que debe cumplirse para que una
devaluación mejore el balance comercial en dólares.
La que acabamos de deducir, en cambio, se refiere al impacto de la devaluación
(real) sobre la demanda de bienes producidos internamente y, en consecuencia, sobre
el nivel de equilibrio interno de Y. Que se cumpla la condición de Marshall-Lerner y, en
consecuencia, una devaluación mejore el balance comercial en dólares no es condición
suficiente, en nuestra formulación, para que la referida devaluación tenga también un
efecto expansivo sobre la demanda agregada.
En general encontrará que en los textos de macroeconomía se da por supuesto que
el efecto de una devaluación es expansivo. Eso se debe posiblemente al hecho de que
los autores tienen como referencia, corrientemente, economías desarrolladas, donde las
elasticidades de exportaciones, y sobre todo de importaciones, al tipo de cambio, son
relativamente elevadas. Pero la experiencia argentina y de algunas otras economías
latinoamericanas atestigua la posibilidad de resultados distintos, como veremos
enseguida. En otros términos, es posible que la devaluación mejore el balance de
comercio pero, al mismo tiempo, resulte contractiva, es decir, genere una declinación
del gasto en bienes producidos en el país.
Antes de llegar allí, asumamos por un momento que la condición anterior se cumple
y la devaluación tiene un efecto expansivo. Es decir, aceptemos que una devaluación
real incrementa el gasto agregado en bienes internos, desplazando (en el Gráfico 1.a) la
recta Y* hacia arriba y el nivel de equilibrio del ingreso hacia la derecha. La devaluación
tendría entonces un efecto positivo sobre el nivel de actividad. Ya sabemos que este
efecto opera a través de dos canales principales. Por un lado, el alza del tipo de cambio
estimula las ventas al extranjero de bienes producidos internamente (exportaciones).
Por otro, alienta la sustitución de mercancías importadas por producción interna.
Si lo que acabamos de plantear es pertinente, entonces para corregir la situación
problemática inicial, en la que teníamos pleno empleo (es decir, el nivel Yint del
producto) con déficit del balance de pagos, no sería suficiente con recurrir a una
devaluación nominal (y real, puesto que en toda esta sección una cosa implica la otra).
Se requeriría también la contracción de algún componente del gasto interno; del gasto
público, probablemente (o bien del gasto privado, lo que podría lograrse por ejemplo
aumentando las tasas impositivas). Esto último parece necesario para evitar que la
demanda agregada, incrementada por la devaluación, supere al producto de pleno
empleo Yint.
57
19
Observe que estas características se daban en economías cuya actividad manufacturera se
orientaba centralmente a producir bienes destinados al mercado interno, una característica del ISI. En
economías con crecimiento “liderado por exportaciones” industriales, las expansiones no tendrían por
qué, en principio, ser acompañadas por un deterioro del balance comercial. Por otro lado, lo que estamos
describiendo es un proceso “típico”, pero en ocasiones podía no verificarse. Por ejemplo, si una
expansión coincidía con una situación muy favorable de los términos del intercambio, el deterioro del
balance comercial resultaría menor o incluso no se produciría.
58
20
Si bien en el diseño de estos programas no se solía prestar demasiada atención a las
características específicas de cada economía, algunos elementos, como el juicio acerca del carácter
transitorio o permanente del problema de balance de pagos condicionaban las medidas a implementar.
Por ejemplo, si el déficit se debía en parte a una situación desfavorable supuestamente transitoria del
precio de un producto de exportación de mucha gravitación (como el cobre en Chile), entonces la
devaluación podía no ser aconsejable, en la medida en que el ajuste del balance de pagos debía tender a
producirse espontáneamente al retornar ese precio a una zona más normal.
59
21
Una recopilación de tales efectos puede verse en un artículo clásico: P. Krugman y L.Taylor, 1976,
“Contractionary Effects of Devaluations”, Economic Journal, nº 76 (y también: Working Papers 191,
Massachussets Institute of Technology (MIT), Department of Economics).
22
Díaz Alejandro, Carlos (1963). “A note on the impact of devaluation and the redistributive effect”,
Journal of Political Economy, Nº 6, Vol. LXXI. El artículo de Carlos Díaz Alejandro está escrito de una
manera general, sin hacer referencia a un país determinado de manera explícita, pero parece claro que el
caso argentino es el que mejor se adapta a la estilización que plantea el autor. Tenga presente de todos
modos que todavía estamos hablando de la economía financieramente cerrada, anterior a una serie de
eventos que cambiarán decisivamente el devenir de la economía argentina desde la segunda mitad de
los años setenta. Sin embargo, muchos de los argumentos que se desarrollan en este capítulo
conservarán al menos cierta capacidad explicativa en el contexto más complejo posterior.
60
desagregación). Por un lado, sus “balances de pagos” son muy distintos. El sector
agropecuario es un exportador neto, es decir, es superavitario en divisas. Sus ventas de
bienes al resto del mundo superan muy largamente a las compras de ese origen que el
sector realiza.
Por el contrario, el sector industrial urbano, responsable del grueso de las compras
de insumos provenientes del exterior (destinados en gran medida a la producción
manufacturera), y con escasa capacidad de competir en los mercados mundiales, es
naturalmente deficitario en divisas, o importador neto.
Si se dan esas características, el efecto-impacto distributivo que una devaluación real
tendría, entre los dos sectores de nuestra economía hipotética, es muy claro: la
devaluación transfiere ingresos desde el sector industrial (cuyos insumos productivos se
encarecen) hacia el sector agropecuario (que recibe ingresos mayores, en pesos, por
sus ventas al exterior). 23 De modo que, dado el ingreso total, el mismo se redistribuye a
favor del sector exportador.
Tome en cuenta, además, que en el sector industrial estamos englobando a toda la
población que se desempeña generando valor en dichas actividades, incluyendo por
supuesto a los trabajadores asalariados. Lo mismo sucede con el sector agropecuario.
El cambio de precios relativos que genera la devaluación también se expresa en un
deterioro de los salarios reales medidos en términos de bienes agropecuarios (y la gran
mayoría de los asalariados integran el sector industrial-urbano).
Esta redistribución del ingreso puede tener, o no, efectos sobre el gasto agregado.
Observe que en el tratamiento que hemos dado hasta aquí a las variables de gasto
planeado, asumimos, por ejemplo, que un componente de éste (el consumo) depende
del nivel del ingreso “Y”, pero no incluimos a la distribución del ingreso como otro
argumento. Lo hicimos así siguiendo lo que es corriente en los textos de
macroeconomía, pero al menos en capítulos más avanzados ese supuesto debe
revisarse. Como ya hemos dicho al referirnos a otros asuntos, la mayor parte de los
textos de macroeconomía de uso corriente provienen de autores del medio académico
23
También suben los precios internos de los bienes exportables, sobre los que gravita el tipo de cambio.
En especial, se encarecen los alimentos, por su contenido de bienes transables de origen agropecuario.
Debe considerarse además que una fracción muy significativa del sector asalariado, en particular, integra
el sector urbano. Este sector, que gasta en alimentos una parte importante de sus ingresos, sufre una
caída de sus remuneraciones reales con la devaluación. Éste es otro aspecto de la transferencia
intersectorial de ingresos que estamos considerando. Tome en cuenta que estos efectos involucran un
cambio de los precios relativos internos (sube el precio medio del sector agropecuario, en términos del
precio medio del sector industrial), y seguramente una suba del nivel general de precios. Lo introducimos
aquí, verbalmente, en la argumentación, aunque todavía no hemos dado lugar a la variación de los
precios en nuestro modelo formal.
61
de los EE.UU. En ese país, en la posguerra, los cambios distributivos (entre asalariados
y no asalariados) fueron relativamente pequeños hasta los años ochenta. Esa ha sido
posiblemente una razón para dejar de lado los efectos de la distribución sobre el
equilibrio macroeconómico en las argumentaciones macroeconómicas sencillas. Pero
abstraer este factor es más inadecuado en economías en las que los episodios de
fuerte redistribución intersectorial son o han sido relativamente frecuentes, como en
nuestro país y en otros de grado de desarrollo similar o menor.
Una forma simple de incorporar este elemento es la de considerar que las
propensiones a consumir (o a gastar, en un tratamiento más general) a partir del
ingreso son distintas en los sectores considerados (si fuesen iguales, la desagregación
sectorial no tendría mucho sentido; no añadiría nada a la explicación del
comportamiento del gasto agregado).
Ese es el camino que sigue el trabajo de Díaz Alejandro. Luego de plantear que la
devaluación tiene un impacto redistributivo, sugiere considerar el caso en que la
propensión a gastar a partir del ingreso es menor en el sector agropecuario (integrado
en parte, por ejemplo, por rentistas, caracterizados por una propensión al ahorro
presumiblemente alta)24 que en el sector urbano-industrial (en el que se encuentra,
como hemos señalado, la mayor parte de la clase asalariada, cuya propensión al gasto
a partir del ingreso es aproximadamente la unidad –es decir, gastan todo su ingreso
corriente).
Siendo así, y uniendo los dos argumentos de Carlos Díaz, podemos decir que, en la
economía hipotética que estamos considerando siguiendo su razonamiento, la
devaluación redistribuye ingresos desde un sector con alta propensión al gasto hacia
otro sector con una propensión al gasto baja. Se deriva de esto que la redistribución
provocada por la devaluación puede tener un impacto contractivo sobre el gasto total.
En otras palabras, la propensión media a gastar declinará.
Eso no garantiza que el efecto de la devaluación sea, en términos netos, contractivo,
porque aún habrá en operación mecanismos expansivos que fueron en verdad los que
destacamos en un inicio (y que son los que aparecen normalmente con carácter
exclusivo en los libros de texto de macroeconomía): posiblemente aumentarán las
exportaciones y declinarán las importaciones dando lugar a alguna sustitución por
producción interna.
Pero si la devaluación tiene algunos efectos contractivos como el que acabamos de
describir, y si ellos son cuantitativamente importantes, podrían compensar en parte, o
62
totalmente, o incluso superar a los que tienen carácter expansivo, dando lugar,
eventualmente, a un impacto neto negativo sobre la demanda agregada.
La magnitud del efecto contractivo dependerá de diversas cuestiones de orden
empírico. Por ejemplo: cuán superavitario en divisas es el sector agropecuario (y cuán
deficitario el industrial-urbano) en el momento inicial. También de cuál sea la magnitud
relativa de los flujos de bienes entre ambos sectores25, y de cuán fuerte sea la
devaluación: estas circunstancias determinarán la importancia del impacto redistributivo
de la modificación de la paridad cambiaria. Luego hay que considerar, naturalmente, si
las propensiones a gastar en ambos sectores son realmente distintas, y cuál es la
diferencia entre ambas. Por todo ello está claro que la argumentación no pretende tener
carácter general. Sugiere, de todos modos, la posibilidad de que una devaluación, en
ciertas circunstancias, sea seguida por una contracción de la demanda agregada. El
hecho de que éste fuera frecuentemente el resultado observado en la práctica da mayor
plausibilidad al argumento.
Hemos agregado el término (-cER.E0.δ0), que refleja que una suba del tipo de cambio
(que inicialmente consideramos fijo en E0) tendrá un efecto negativo sobre el consumo
planeado. El argumento verbal que lo justifica puede basarse en el de Díaz Alejandro,
pero introducido en la estructura formal del modelo mediante un atajo, ya que la
distribución del ingreso no está explicitada.
24
Tal vez no esté de más reiterar que esta visión, en lo que se refiere a la Argentina, debe entenderse
en su sentido histórico y no como una caracterización actual.
25
Los productos agropecuarios se encarecen para el sector urbano con la devaluación, y viceversa.
63
[δ .( x
0 0
2
]
− q 0 ) + 2.E 0 .δ 0 .( x ER + q ER ) > δ 0 .(q y .Y + c ER ).
Compare esta condición con la que presentamos unas páginas más arriba. La
introducción del parámetro cER en el lado derecho de la expresión aumenta las
probabilidades de que esa condición no se cumpla, es decir, de que la devaluación no
resulte expansiva sino contractiva.
• La fase expansiva
Hemos mostrado que, partiendo de una situación inicial insostenible (pleno empleo
con déficit de balance de pagos, bajo regímenes de tipo de cambio fijo y en ausencia de
financiamiento externo significativo), se evolucionaba, tras la aplicación del programa de
64
ajuste, hacia un cuadro de “recesión con superávit externo”, muy distinto del que
supuestamente se esperaba de las medidas.
Alcanzado este punto, la escasez de divisas que había dado origen a la necesidad
de ajustar el balance de pagos había ya desaparecido, dando lugar a una situación de
holgura. Es concebible entonces que, en las nuevas circunstancias, varias cosas
comenzaran a funcionar de un modo diferente. Por ejemplo, si se había seguido una
política fiscal contractiva (aunque probablemente inadecuada) ya no había razones para
mantenerla tan rígidamente. Si, por ejemplo, se habían contraído los salarios públicos
(en términos reales, puesto que la devaluación tenía algún efecto alcista sobre los
precios internos, aunque no hemos incorporado aún este elemento explícitamente en
nuestro modelo, como ya señaláramos) o se habían postergado proyectos de inversión,
esas acciones podían ahora revertirse, total o parcialmente.
Al mismo tiempo, ciertos procesos se daban con mayor automaticidad, o de manera
espontánea. Por ejemplo, adquiría renovado vigor la “puja distributiva” entre sectores,
es decir, la lucha por la participación en el ingreso. Los asalariados urbanos procuraban
recuperar las pérdidas generadas por la devaluación. Pugnaban por aumentos de
salarios, que las industrias, protegidas, bajo el régimen del ISI, por altas barreras
arancelarias y no arancelarias, podían en general conceder, trasladando su impacto en
los costos a los precios de venta26. De modo que los precios urbanos y los salarios
comenzaban a subir en relación con el tipo de cambio (y en consecuencia en relación
con los precios agropecuarios).
En otras palabras, superado, tras la devaluación, el “cuello de botella” determinado
por la escasez de divisas, se iniciaba una fase de deterioro del tipo de cambio real, o de
apreciación cambiaria. Así, la redistribución del ingreso producida por la devaluación
tendía a revertirse, contribuyendo a configurar las condiciones para el inicio de una
nueva expansión: en efecto, si la devaluación resultaba contractiva, la apreciación
debía operar expansivamente, al redistribuir ingresos a favor del sector industrial
urbano, de mayor propensión al gasto.
Y esa nueva expansión iba acompañada por un nuevo deterioro del balance de
comercio, motivado por un lado por el propio incremento del nivel de actividad, con su
efecto sobre las compras de insumos importados, pero también por el impacto
26
Podían hacerlo sin enfrentar la competencia de productos importados más baratos, dado que las
importaciones estaban limitadas cuantitativamente o bien eran encarecidas por aranceles muy elevados.
Nótese, nuevamente, que en esta sección estamos haciendo referencias a variaciones de precios
nominales, para hacer más comprensible y realista la descripción de los procesos históricos que estamos
describiendo, aunque en el desarrollo analítico de nuestro modelo de economía abierta, hasta aquí,
mantuvimos el supuesto de precios dados.
65
27
La dinámica quebrada del “stop and go” refleja las vicisitudes de corto plazo del PIB de una
economía enfrentada a la restricción externa. Aún sin ese comportamiento espasmódico, la trayectoria de
crecimiento de largo plazo puede estar limitada, no sólo por la capacidad de ahorro, sino también por la
capacidad de generación de divisas. Esa constatación dio lugar a la aparición de los modelos de
crecimiento “de dos brechas” (la brecha interna o de ahorro, y la externa, o de divisas), iniciada con otro
artículo clásico: Chenery, H.B. y M.Bruno, 1962, “Development Alternatives in an Open Economy: the
Case of Israel”, Economic Journal nº 57.
66
del tipo de cambio real se ilustra en la gráfica inferior, que muestra las depreciaciones
seguidas de fases de apreciación.
Tiempo
Balance
comercial
0
Tiempo
Tipo de
cambio
real
Tiempo
En el caso de las compras de bienes al exterior, eso parece más fácil de ver. Puesto
que, bajo el ISI, la pauta de importaciones fue cambiando hacia insumos intermedios y
bienes de capital que en gran parte de los casos no tenían sustitutos producidos
localmente, la posibilidad de responder al estímulo cambiario reemplazando bienes
importados por otros producidos internamente, que es normalmente una consecuencia
primordial de una devaluación, era limitada. Es decir que el efecto de “cambio en la
composición del gasto” a favor de bienes internos no podía materializarse
completamente por la insuficiencia de la oferta local. En verdad, primaba la impresión
de que el impacto favorable de la devaluación sobre las importaciones (y sobre el
balance comercial en general) se debía con frecuencia en mucha mayor medida al
efecto-ingreso (es decir, a la recesión) que al efecto-precio o sustitución.
Por el lado de las exportaciones los argumentos eran más variados, distintos según
la economía de la que se tratara. En algunos casos se hacía referencia a la baja
respuesta de corto plazo de ciertas actividades agrícolas, por ejemplo, ya que tenían un
ciclo productivo relativamente largo y no podían, en consecuencia, resolver el problema
del balance de pagos de manera rápida. En otros, se apuntaba a circunstancias como la
estructura de la propiedad de la tierra en los sectores exportadores agropecuarios, que
habría dado lugar a prácticas pre-capitalistas, poco favorables para la incorporación de
cambio técnico, y a una respuesta relativamente baja a las señales de precio. Estas
posiciones llevaban a propuestas radicales como la redistribución de la propiedad de la
tierra, o reforma agraria, que solían integrar la agenda de las “reformas estructurales”
de las que se discutía en los años cincuenta y sesenta, y aún después.28
Pero retornemos al balance de pagos y a la baja elasticidad-precio de exportaciones
e importaciones: la forma de “mover” las respectivas curvas en el sentido apropiado y
evitar la recurrencia del estrangulamiento externo debía asentarse principalmente en
procesos de largo plazo de cambio en la estructura productiva, más que en la
devaluación. Eso solían sostener, podemos afirmar, muchos de los economistas
latinoamericanos a los que suele calificarse de estructuralistas. Era necesario, se
argumentaba, profundizar el proceso de sustitución de importaciones, avanzando hacia
los sectores productores de insumos industriales de uso difundido y de bienes de
capital. Al mismo tiempo, las exportaciones, en particular las industriales, debían ser
promovidas, alentando también la inversión y la incorporación de cambio técnico.
28
El sentido de la expresión "reformas estructurales" cambió drásticamente en los años ochenta, cuando
en el marco del Consenso de Washington se puso a otras reformas, llamadas “amigables con el
mercado” (market friendly), como las privatizaciones y las aperturas comercial y financiera, etc., en el
centro del debate.
68
29
Volveremos sobre estos cambios del contexto externo, de gran importancia, en el capítulo siguiente,
al considerar las relaciones financieras externas de una economía abierta.