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Interpretjuegos
Interpretjuegos
Klein afirmó poco antes de morir :… “mi contribución a la teoría psicoanalítica como un
todo deriva de la técnica del juego que desarrollé en el trabajo con niños pequeños”.
Se intentará mostrar cómo la técnica del juego ha incidido sobre la configuración y el
alcance del campo terapéutico del psicoanálisis y sobre la metapsicología.
Lo nuevo
Klein pone en foco los accidentes del jugar- sus interrupciones, su monotonía, su
carácter coercitivo, su vertiginosidad, el desandarse. Los mira a la luz de las hipótesis
freudianas sobre la pulsión de muerte, la angustia y el sentimiento inconsciente de
culpabilidad.
Supone la actividad precoz de un super yo amenazador o mortificante en la base de la
limitación y la pobreza del jugar infantil y piensa que esa misma virulencia superyoica
es la fuente del sufrimiento que ha llevado al niño a la consulta.
Descubre que sus interpretaciones – que dan configuración edípica a la trama que
despliega el juego y la ligan siempre con el dominio puntual de una zona erógena y
una modalidad de angustia peculiar – liberan, restablecen la continuidad y favorecen la
construcción de otro terreno de juego sobre el que seguir trabajando. Concibe el
análisis como un ir y venir de la ansiedad y de las resistencias hacia la interpretación y
el alivio, de un modo que evoca el “una y otra vez en el telar volver a poner”…del que
habló Freud.
Con sus primeras experiencias clínicas construyó Klein tanto su técnica como sus
formulaciones metapsicológicas tempranas que parecen próximas a aquellas ideas de
Freud más resistidas por la comunidad analítica de la época.
A consecuencia de la expulsion cuyas exclusas son las zonas erógenas, éstas pasan a
ser componente esencial de las imagos. Muy tempranamente las zonas erógenas
intervienen en la dialéctica sádicoretaliativa que está en la base de la creación del
objeto exterior cuya existencia fantasmática se liga a la experiencia con el pecho,
predominantemente insatisfactoria, frustrante, dada la significación retaliativa que trae
como consecuencia la investidura primera predominantemente tanática. Desde el
inicio las fantasías sádico retaliativas tiñen de predominantemente insatisfactoria la
temprana experiencia real con el pecho.
En este tiempo domina la operatividad de dos destinos pulsionales reconocibles: la
transformación en lo contrario y la vuelta contra la propia persona, y gracias a esta
operatividad, lo que comenzó siendo un desajuste económico en el aparato pasa a ser
cuestión representacional.
Las imagos y las fantasías más tempranas suscitan angustia y sacuden vitalmenteal
yo, impulsando un trabajo de proyecciones e introyecciones que- a menos que el resto
tanático intramitable interfiera inhibiendo el proceso y retrotraiga la situación del
aparato a la angustia de aniquilación más temprana- dejará cada vez como producto
un paso nuevo hacia la construcción simbólica de la realidad .
La puesta en circulación del sadismo ha promovido el surgimiento de objetos y
fantasías retaliativos y la ansiedad persecutorioa dice al yo de un peligro que lo acosa
simultáneamente desde exterior y desde el mundo interno incipiente. Esta es la
situación que enmarca el comienzo de lo que Klein llama “proceso de formación de
símbolos”. Es un proceso seriado de sustituciones que parte de un puñado mínimo de
elementos fantasmáticos persecutorios ecuacionables – que guardan
correspondencia puntual y con las zonas erógenas dominantes y autónomas.
Según Klein la realidad para niño pequeño es este puñado de objetos que interactúan
sádicamente en el interior del vientre materno y (aquí “la primera realidad irreal”) y
desde aquí y por un mecanismo que progresa a la manera de la fobia, motorizado por
la angustia y a expensas de la energía pulsional que viaja en el sadismo temprano, en
un continuo de sustituciones que reconoce como mojón primero el objeto prototípico,
se crea, entre la fantasía y la experiencia real de la lactancia y los primeros cuidados,
el mundo de objetos y relaciones que llamamos realidad.
El proceso de formación de símbolos abre una vía que gasta y transforma el sadismo
temprano y hace al yo cada vez más rico en representaciones y por tanto más
capacitado para tolerar la angustia, más dispuesto a responder a su emergencia con
sustituciones simbólicas que con reacciones defensivas que ponen en riesgo, por su
masividad, su estructura interna.
La primera realidad es exterior/interior, existe en un territorio que aún no es
discriminable en términos de afuera y adentro. Su creación deja instalada, en el interior
del yo, una base fantasmática fundamental: el mundo interno. Klein piensa que el
super yo temprano es una pieza fundamental de ese mundo. Las imagos- complejos
fantasmáticos primarios que alojan la parcialidad de las zonas erógenas y sus objetos
parciales correspondientes más los vínculos sádicos entre ellos- se instalan y quedan
como momificadas rodeando al núcleo tanático y disociadas de la serie sustitutiva que
el proceso de formación de símbolos pone a andar.
En las imagos – escena primaria de carácter sádico, seducción y castración a la
manera de la mutilación- reconoce Klien la horma preedípica y el punto de partida del
mundo humano que se constituye y modifica cada vez por el juego constante y
siempre abierto a la angustia, de encuentros y desencuentros, acoplamientos y
desajustes entre
a. mundo interno, eficaz generador de angustia, por estructura incognoscible, sólo
conjeturable a partir de los intercambios con el afuera, constituído en torno al
núcleo tanático y a esa primera semilla preedípica que es la imago de los padres
acoplados, mundo en correpondencia puntual con la primera realidad, que sufrirá
a consecuencia del juego invariante introyección/ proyección y del progreso de la
formación de símbolos, modificaciones que irán transformando el cruel super yo
primitivo- que nunca pierde su vigencia- parahacer de él una función menos
arbitraria, más próxima a la conciencia (siempre moral), más encauzadora del
deseo y
b. mundo externo, constituído a partir del objeto escindido del sadismo y modificado
por sucesivas proyecciones y desplazamientos simbólicos en constante interacción
con las experiencias que, aun teñidas por la significación retaliativa, dejan como
resto alteraciones en la forma primera que cobró la realidad, forma pregnante y
siempre lista para volver a presentarse, pero transformable de modo que partiendo
de la imago de los padres acoplados correlato de la ansiedad persecutoria puede
haber acceso a la situación edípica más próxima al duelo por la infancia que a la
ansiedad esquizoparanoide.
Tal vez resulte útil esta comparación para tener una idea acerca de qué noticia podía
tener Klein de Freud cuando estaba escribiendo sus textos y viceversa.
Freud Klein
Las escisiones
Lo que el psicoanalisis llama conciencia moral, afirma Klein, es el resultado de un
proceso de modificaciones, que lleva del super yo precoz de las primeras
introyecciones al funcionamiento del super yo tal como lo presenta la identificación
postedípica.
Ese desarrollo parte de la vigencia de la angustia persecutoria, se llama formación de
símbolos y es paralelo al proceso que va de la imago de los padres acoplados a la
figura de los padres cuando se llega a la puerta de salida del complejo de edipo.
Vimos funcionar la escisión casi al comienzo, cuando simultáneamente a la salida del
sadismo al exterior, vimos dividirse Ello y separarse a la manera de una cápsula
tanática el núcleo del super yo precoz. Ese mismo recurso, la escisión, dijimos,
disocia al mismo tiempo al objeto. La escisión opera simultáneamente en el interior del
aparato, creando el super yo tanático que queda a la espera de introyecciones y en el
exterior disociando- en este tiempo en que la omnipotencia del pensamiento da
estatuto de realidad a las imagos y las fantasías tempranas- al objeto prototípico, en
persecutorio e idealizado. Nuca, dice Klein, perderá del todo ese carácter. Si
pensamos la escisión, no cuesta mucho ver allí, aunque polarizada, la tendencia a
disgregar, a fragmentar con la que caracterizábamos al accionar inicial de la pulsión de
muerte en el aparato. Pero vimos cómo cuando ese accionar es noticia para el yo,
ansiedad de aniquilación, éste puede transformar ese peligro en recursos defensivos
que apuntan a asegurar la integridad del aparato. Por lógica esos recursos tempranos
como la expulsión y la escisión van a conservar el carácter disgregador de tánatos
pero están puestos en acción con el fin de preservar de tánatos al aparato y al yo. Y
por su proximidad con la fuerza tanática son recursos que ponen en riesgo la
continuidad de la vía a la simbolización.
Ahora bien, cuando el proceso de formación de símbolos está ya funcionando
regularmente y la figura temida de los padres haya sufrido las modificaciones que la
aproximen a los padres reales, la escisión- ahora en otro nivel, en otro espacio-
volverá a ser operación central. No apuntará esta vez al objeto, sino al yo mismo, que
siente sacudida su estructura. Una vez más la escisión es recurso que divide para
abrir el camino a la integración, porque por su intervención, el yo , si es capaz de
tolerar la ansiedad depresiva, podrá descubrirse a la vez capaz de odiar y amar a un
mismo objeto. Las dos corrientes pertenecen y son reconocidas propias por el yo, que
se descubre dividido. Aquí la escisión marca la entrada de la ambivalencia. Con esta
modificación pierde en gran medida su virulencia temprana el mundo exterior y emerge
desde el suelo del mundo interno- trabajado ya por la simbolización y sus
consecuencias- la semilla de la responsabilidad.
El primer texto para trabajar la concepción kleiniana del complejo de edipo será
“Estadíos tempranos del conflicto edípico” de 1928. El otro es cuatro años posterior y
se llama “Primeros estadíos del conflicto de Edipo y de la formación del Super Yo”.
Vamos a leer ambos trabajos.
Edipo precoz
Desde sus primeros escritos Klein afirma que las tendencias edípicas comienzan
temprano.
Al comienzo del segundo año de vida se observa que los niños se inclinan
preferentemente por la figura parental del sexo opuesto.
Klein remonta el origen de las tendencias edípicas a la frustración oral, al destete. La
significación retaliativa que toma la experiencia más temprana con el pecho hace que
la frustración se instale- y con ella el destete- muy precozmente, en el marco de las
fantasías paranoides y la tendencia a la escisión.
El camino que conduce al posicionamiento ante la castración comienza con la
frustración oral y su inicio queda ligado a la imago de los padres acoplados y a las
experiencias de lactancia y primeros cuidados corporales. Según afirma Klein, en los
estratos más profundos del inconsciente, es la figura materna la temida cuando se
trata de la castración.
En cuanto a la culminación del complejo, y la relación de su resolución con el punto de
desarrollo más alto que alcanza el super yo, Klein no cuestiona ninguna de las
hipótesis freudianas.
No discute que el desarrollo final del super yo coincida con el final(aquí tal vez sea útil
distinguir y relacionar resolución del complejo de Edipo y elaboración del duelo y el
texto freudiano sobre la negación resultaría un buen ordenador para esto) del conflicto
edípico, pero esto no le impide postular la vigencia precoz y conflictiva de las
tendencias edípicas, tendencias cuyo procesamiento y cuyos destinos corren parejo y
se entrecruzan con el desarrollo que lleva del super yo temible temprano a lo que
llamamos conciencia moral que coincide con el despliegue del proceso de formación
de símbolos.
Hacia 1927/8 Klein presenta el conflicto edípico como el punto culminante de una
danza de quites que conjuga oralidad analidad y falicidad. El corte que representa el
destete (frustración que resulta del retorno retaliativo) recibe el espaldarazo de la
exigencia que impone el aprendizaje de los hábitos higiénicos y termina de tomar
forma con el descubrimiento que confirma la diferencia sexual anatómica. El conflicto
edípico es entonces un precipitado de faltas que instala culpa retroactiva.
Para Klein ya en el marco de las escenas más tempranas dominadas por el sadismo
temprano en plena oralidad y analidad, se ubican en el marco de la parcialidad la
angustia de castración y el sentimiento de culpabilidad. Se ve entonces surgir el
conflicto edípico en el escenario esquizoparanoide- dominio del sadismo temprano de
modo que la trama triangular aparece ya prefigurada en el espacio de los objetos
parciales. Cuando surge la imago de la figura combinada se produce una primera
ecuación que introduce a los padres edípicos en el marco de una ecuación: el pecho
es en el marco de las primeras operaciones defensivas ecuacionado por niños y niñas
con el pene. Por modificaciones sucesivas esta imago, impronta del edipo, toma la
forma de una soldadura pecho/pezón- pene/vagina. Y la forma más elaborada que
alcanza esta imago de la figura combinada es una escena en la que los padres en
comercio sexual constante excluyen tiránicamente al sujeto del saber sexual y de la
gratificación.La angustia de castración surge como vuelta contra el yo de un
movimiento intrusivo que Klein vincula al impulso epistemofílico y es vivido como el
peligro desatado por un movimiento de incursión violenta, penetración y exploración
del interior del cuerpo materno, esa primera realidad irreal que es dice Klein la fuente
última de toda ecuación, simbolización y sublimación. Esos contenidos son
fantasmáticamente arrancados, destruídos, poseídos.El interior del vientre materno
contiene el pene del padre, niños, objetos parciales. La vuelta retaliativa del ataque a
esos objetos, ataque que está conectado con el impulso epistemofílico toma para el
varón la forma de una amenaza de mutilación del pene y para la niña de una
amenaza de destrucción y envenenamiento y de robo de los hijos que guarda en su
propio interior.
Freud afirmaba hacia l93l que el germen de la paranoia en la mujer se encontraba en
la angustia de ser devorada por la madre y esto coincide con la idea que tiene Klein
del contenido de la angustia de castración en la niña. Y Klein sostiene además que es
común a ambos sexos el atravesamiento de una fase femenina del edipo en la que la
madre funciona como rival y tanto el varón como la niña anhelan ocupar su lugar, se
desea poseer, ser capaz de alojar los hijos y el pene del padre que su vientre contiene.
Mandar hacia casi el inicio de la vida la angustia de castración, hacerla coincidir con la
ansiedad retaliativa, plantear para ambos sexos la vigencia de una fase femenina, son
novedades kleinianas a las que se agrega la idea de que tanto en uno como en otro
sexo coexisten simultáneamente edipo positivo y edipo invertido. Así, la niña , además
de desear despojar a la madre de sus contenidos, la ama y se identifica con ella, y el
varón ama y se identifica con el padre a la vez que desea excluir, eliminar y despojar
a la madre de los órganos de la concepción ( pene del padre, pecho) y la fuente del
alimento.
Del interjuego y la simultaneidad de edipo positivo y negativo resulta una confluencia
de figuras amadas y odiadas que conduce, en el mejor de los casos, a la
configuración de un objeto interno único hacia el cual se dirigirán simultáneamente
amor y odio. Cuando este panorama se presente ya habrá que reconocer el tiempo y
el territorio de la ambivalencia – odio y amor simultáneamente dirigidos a un objeto,
que se logra a expensas de una división del yo - y del sentimiento de culpabilidad-
modalidad depresiva de la ansiedad - que deriva de la asunción por el yo de los
estragos llevados a cabo fantasmáticamente por el sadismo en el tiempo en que la
fantasía es lo que hay de realidad para el yo. Ambivalencia y sentimiento de
culpabilidad son , dice Klein los indicadores de los inicios de la posición depresiva. El
conflicto edípico funciona como bisagra entre las posiciones , como horma que da el
fondo sobre el cual se produce el pasaje- veremos que nunca irreversible- de una a
otra posición. Y es marco de modificaciones centrales: la angustia cambia de cualidad,
el objeto cambia de estado y las defensas que el yo implementa cambian en
intensidad y virulencia.
El yo precoz había enfrentado a los amenazadores objetos parciales con recursos
extremos, masivos, automáticos: la escisión, la idealización y el constante juego
introyección proyección. El yo que va encontramos en el tramo final del edipo, es
amenazado por una angustia ligada a la necesidad de devolver cierta integridad al
objeto hecho pedazos por el sadismo temprano, esa angustia más cercana a lo
depresivo, lo impulsa a intentar reparar a un objeto que además se presenta ahora, no
sólo como perseguidor o idealizado sino como un objeto menos polarmente dividido,
un objeto a la vez odiado y amado. De esta relativa unidad del objeto- que
estructuralmente es necesaria para favorecer una identificación constituyente del yo –
unidad hacia la cual tienden la reparación, y la invariable introyección/ proyección, y
contra la cual atenta un recurso defensivo peligroso que es la negación maníaca –
dependerá el alcance de la integridad yoica , integración siempre precaria y vacilante
que comienza a perfilarse en los inicios de la posición depresiva. Culpa o ansiedad
depresiva o angustia depresiva, intentos de reparar las secuelas del sadismo y
momentos de negación maníaca nos permiten una imagen del yo en los inicios de la
posición depresiva. Es el tiempo en que se abre la vía del duelo y la elaboración, vía
que venía ya promovida por la formación de símbolos, que propició y acompañó la
transformacion de las extremas ansiedades tempranas en la productividad
fantasmática y sustitutiva que caracteriza a las neurosis, territorio centrado en la
reparación y sus dificultades, territorio cuyas raíces se hunden, no obstante, en las
extremas ansiedades iniciales.
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