Está en la página 1de 2

ejercicio​ ​221

Que​ ​mi​ ​mente​ ​esté​ ​en​ ​paz​ ​y​ ​que​ ​todos​ ​mis​ ​pensamientos​ ​se​ ​aquieten.

Nuevamente encontramos referencia al versículo inicial del Salmo 46: "Estad


quietos,​ ​y​ ​conoced​ ​que​ ​yo​ ​soy​ ​Dios".

1. Padre, hoy vengo a Ti en busca de la paz que sólo Tú puedes dar. Vengo en
silencio. Y en la quietud de mi corazón — en lo más recóndito de mi mente —,
espero y estoy a la escucha de Tu Voz. Padre mío, háblame hoy. Vengo a oír Tu
Voz en silencio, con certeza y con amor, seguro que oirás mi llamada y de que me
responderás.

No puedo acercarme a Dios con ruido en mi mente, o si está lleno de pequeñas


oraciones pidiendo pequeñas cosas; es decir, detalles en este mundo; ni puedo
acercarme a Él pensando que conozco el camino. Vengo solo en silencio, cuando
he vaciado mi corazón (es decir, mi mente) de todos los pensamientos del ego. En
ese silencio, Dios, a través de Su voz, me hablará. Su respuesta a nuestro llamado
viene en la forma de nuestras relaciones especiales; las oportunidades de elegir
nuevamente​ ​sobre​ ​nuestro​ ​hermano​ ​y,​ ​por​ ​lo​ ​tanto,​ ​sobre​ ​nosotros​ ​mismos.

2.​ ​Y​ ​ahora​ ​aguardamos​ ​silenciosamente.​ ​Dios​ ​está​ ​aquí​ ​porque​ ​esperamos​ ​juntos.

Venimos a Dios a través de nuestra relación con Jesús, quien representa la parte de
nuestra mente que ha aceptado la verdad de la Expiación: no hemos abandonado
nuestra Fuente. Unirnos a él unirnos con la Filiación, porque la mente del Hijo de
Dios​ ​es​ ​una:

4​
Nuestra función es colaborar juntos porque separados el uno del otro no podemos funcionar
en absoluto. 5​​ El poder del Hijo de Dios reside en todos nosotros, pero no en ninguno de
nosotros​ ​por​ ​separado​ ​(T-8.VI.8:4-5).

(2:3-5) Estoy seguro de que Él te hablará y de que tú le oirás. Acepta mi confianza,


pues​ ​es​ ​la​ ​tuya.​ ​Nuestras​ ​mentes​ ​están​ ​unidas.

Ya hemos visto muchas veces, y también en el texto, que somos como Jesús y él es
como nosotros. La única diferencia es que no conocemos esta igualdad, que él nos
enseñará:

Mi mente será siempre como la tuya porque fuimos creados iguales. 2​​ Fue sólo la decisión
que tomé lo que me dio plena potes​tad tanto en el Cielo como en la tierra. 3​​ El único regalo
que​ ​te​ ​puedo​ ​hacer​ ​es​ ​ayudarte​ ​a​ ​tomar​ ​la​ ​misma​ ​decisión​ ​(T-5.II.9:1-3).
Por lo tanto, necesitamos a Jesús como hermano mayor, para que podamos
aprender de él que la impecabilidad que percibimos en él se hace eco de la
impecabilidad​ ​en​ ​nosotros​ ​mismos.
Esperamos con un solo propósito: oír la respuesta de nuestro Padre a nuestra
llamada, dejar que nuestros pensamientos se aquieten y encontrar Su paz, para
oírle​ ​hablar​ ​de​ ​lo​ ​que​ ​nosotros​ ​somos​ ​y​ ​para​ ​que​ ​Él​ ​Se​ ​revele​ ​a​ ​Su​ ​Hijo.

Ahora​ ​tenemos​ ​un​ ​solo​ ​objetivo,​ ​un​ ​propósito,​ ​un​ ​intento:​ ​regresar​ ​a​ ​casa​ ​con​ ​Jesús,
cuya​ ​paciencia​ ​con​ ​nosotros​ ​será​ ​recompensada:

8​
Nunca te abandonaré tal como Dios tampoco te abando​nará, pero tengo que esperar,
mientras tú continúes eligiendo abandonarte a ti mismo. 9​​ Debido a que espero con amor y no
con impaciencia, es indudable que me pedirás con sinceridad que lo transponga. 10​​ Vendré en
respuesta​ ​a​ ​toda​ ​llamada​ ​inequívoca​ ​(T-​ ​4.III.7:8-10).

Nuestro silencio refleja nuestra “llamada inequívoca”, y nos permite escuchar la


respuesta​ ​de​ ​Dios​ ​de​ ​unidad​ ​con​ ​Él:​ ​“una​ ​Unicidad​ ​unida​ ​cual​ ​una​ ​sola”

También podría gustarte