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Artículo de reflexión / Reflection article / Artigo Reflexão

La comunicación incomunicable:
a propósito de las relaciones con el otro en
el ser y la nada de Jean Paul Sartre*
Wilfer Alexis Yepes Muñoz**

Resumen as a reflex of the objectivation that comes from the


consciousness of something. In this scope, it is in-
En la tercera parte de El ser y la nada, Jean-Paul teresting to think about these relationships as com-
Sartre profundiza en un elemento fundamental de la municative acts that recognize the conflict and the
tensión ser-nada: el prójimo. La libertad como nece- immediate need for a solidary communication within
sidad imperiosa e irrenunciable de ser se orienta-en- this conflict.
el-mundo, pero también reconoce la importancia de
las relaciones con el otro como reflejo de la objetiva- Key words: Jean Paul Sartre, freedom, conscious-
ción que se desprende de la conciencia de algo. En ness, communication, being-for-others.
este horizonte, resulta interesante pensar esas rela-
ciones como actos comunicativos que reconocen el
conflicto y la inmediata necesidad de una comunica- A comunicação incomunicável: a propósito
ción solidaria en medio de dicho conflicto. das relações com o outro no ser e o nada de
Jean Paul Sartre
Palabras clave: Jean-Paul Sartre, libertad, concien-
cia, comunicación, ser-para-otro. Resumo

Na terceira parte do ser e o nada, Jean-Paul Sar-


Uncommunicable communication: about the tre aprofunda num elemento fundamental da tensão
ser-nada: o próximo. A liberdade como necessidade
relationships with the Other in Jean Paul
imperiosa e irrenunciável de ser se orienta-em-o-
Sartre´s Being and Nothingness
mundo, mas também reconhece a importância das
relações com o outro como reflexo da objetivação
Abstract que se desprende da consciência de algo. Neste ho-
rizonte, resulta interessante pensar essas relações
In the third part of Jean-Paul Sartre´s Being and como atos comunicativos que reconhecem o conflito
Nothingness, the author delves into a basic ele- e a imediata necessidade de uma comunicação so-
ment of the being-nothingness tension: the Other. lidária no meio de dito conflito.
Freedom, as an imperious and undeniable need
to be is oriented- in-the-world, but also recognizes Palavras importantes: Jean Paul Sartre, liberdade,
the importance of the relationships with the Other consciência, comunicação, ser-para-outro.

* Gran parte de los planteamientos de este artículo responden a los postulados del primer capítulo de la investigación de Maestría en
Filosofía, titulada “Ontología de la ausencia: una perspectiva desde El ser y la nada de Jean Paul Sartre”, realizada en la Universidad
Pontificia Bolivariana.
** Estudiante de Doctorado en Filosofía, magíster en Filosofía, Filósofo y Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Pontificia
Bolivariana, sede Medellín. Se desempeña como docente de cátedra en la Facultad de Filosofía y en el Programa de Estudios Literarios
de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín). Su investigación se centra en filosofía francesa del siglo XX y en la relación filosofía-
literatura (especialmente en la obra de Ernesto Sabato).

Correspondencia: Wilfer Alexis Yepes Muñoz, e- mail: waymes4@hotmail.com


Artículo recibido: 01/02/2014 Artículo aprobado: 31/10/2014

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Introducción presentación consciente de una falta primordial
que promueve y agita la existencia.
En la tercera parte de El ser y la nada, Sartre
profundiza lo que para nosotros significa las re- Pensar implica movernos, aventurarnos, acer-
laciones con el otro, esto es, la posibilidad del carnos e, incluso, alejarnos, negar desde la
acto comunicacional, teniendo en cuenta que confrontación y afirmar en la distancia de sí
esa interacción solo es posible en la intencio- otro ser, en alguna medida, distinto de noso-
nalidad de la conciencia como una orientación tros. En esa aventura hay devenir, fenóme-
de cosificación del prójimo. Es por ello que nos que desvelan y fenómenos que ocultan,
para centrarnos en la emergencia del fenóme- fenómenos que suspenden y fenómenos que
no de la comunicación en esta obra de 1943, apartan, percepciones y presentificaciones al
debemos partir de la tensión primera que se modo husserliano (Levinas, 2009, 31-87). Ese
desarrolla en el ser del fenómeno, la concien- mundo que trascendemos constituye un deve-
cia y su correlato, es decir, la tensión cognos- nir, el devenir humano como construcción de
citivo-existencial entre el en-sí, el correlato, el relación; relación necesaria que nos orienta a
ser macizo de una realidad histórica, social y la integración con un ser pleno en sí mismo, un
natural que nos instiga, con ese ser paupérri- mundo sin él, sin su nada, sin su existencia.
mo del para-sí, que en un vínculo necesario
con el ser tiende a la síntesis en-sí−para-sí. Así El ser como mundo natural es anterior al hom-
nos encontramos con el problema de la nada, bre, aunque posteriormente comprende la re-
aquella nada que será central para nuestra re- lación de significación en-sí, en cuanto es lo
flexión sobre la comunicación, tomando como que es, y del para-sí, quien descubre la nada a
referencia El ser y la nada. partir de esa relación cognoscitiva. Estamos de
acuerdo con Parménides. Existe un segundo
No podemos eludir un hecho tangencial en hecho esencial: para que exista esa intentio de
esta construcción reflexiva: existe en los se- la conciencia, sin ser presencia a…, la tierra
res humanos algo común. La historia nos ha tuvo que ser primero. Luego, cuando el hombre
legado aventuras, búsquedas, tentativas y es- surge de ese ser, no se basta a sí mismo. Su
fuerzos de superación. Una superación que ser lo remite, lo provoca, lo pre-dispone. Lue-
probablemente resuena en la conciencia como go, no existe una semejanza ontológica entre
ausencia de algo, impulso de algo que cree- la región del ser plena, estática, refulgente y
mos, se nos perdió; aventuras y tentativas de cerrada sobre sí, y una dimensión inconclusa
poder, conocimientos y un olor a infinitud que que deviene remisión, conciencia de algo y re-
se saborea en el tiempo circular de los ritos,
lación. Para dar sentido a esta tensión reque-
una necesidad que amarga nuestro deseo de
rimos un supuesto, que será en Sartre (2008a)
tranquilidad a la que llamaremos situaciones
la prueba ontológica de la interpretación de la
límite en palabras de Jaspers (Jaspers, 1959,
nada, una interpretación que, en un principio,
63), tomando como referencia la finitud: “Úni-
será fenomenológica:
camente la finitud del hombre es inacabable.
Solo el hombre lleva su finitud a la historia, y Toda conciencia es conciencia de algo.
solo en ella quiere devenir lo que él puede ser. Esta definición de la conciencia puede
La imposibilidad de cerrarse es un signo de su tomarse en dos sentidos distintos: o bien
libertad (Jaspers, 2003, 68). entendemos por ella que la conciencia es
constitutiva del ser de su objeto, o bien
Algo común en el hombre no puede estar ce- que la conciencia, en su naturaleza más
rrado en un ser sustancial. No podemos con- profunda, es relación a un ser trascenden-
fundir algo del ser con el ser hombre. El ser del te. Pero la primera acepción de la formula
se destruye a sí misma: ser consciente de
hombre no se reduce a la quietud de la sustan-
algo es estar frente a una presencia ple-
cia, al acto puro aristotélico. Nuestro argumen- na y concreta que no es la conciencia. Sin
to es que el hombre, para ser, tiene que deve- duda, se puede tener conciencia de una
nir: su ser está supeditado al devenir. En este ausencia. Pero esta ausencia aparece ne-
sentido, lo común no se opone al movimiento, cesariamente sobre un fondo de presen-
a la participación del ser proyectado y a la re- cia (29).

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La conciencia que somos en el modo de no ser y pudiera producirnos una imagen borrosa de
lo que somos se reconoce comparativamente nuestro ser, solicita la nada.
una vez que ha sido en la distancia; ha tenido
que ser un afuera para negar un adentro au- La nada aparece como elemento medular de
sente, contrapuesto y necesitado. La concien- la correlación ser-nada. Niega ser la presen-
cia es, pues, un ser que tiene en su ser la nece- cia para devenir ausencia como amplificación
sidad de ese algo. La conciencia es conciencia insatisfecha. El mundo como dimensión del
de ese fondo de presencia macizo, pero devie- ser macizo nos revela una imagen negativa de
ne también distancia y ausencia. Esa ausencia nuestro ser: somos la posibilidad. La posibili-
refulge la afirmación de la presencia, ese algo dad negada de lo inmediato. No se conquista
que la constituye en relación. Claro está, esa el ser como se conquista la cima de una mon-
presencia ante el mundo la remite a una au- taña. La conquista del ser propio, ser de uno,
sencia de sí, a un para-sí: el espejo donde miramos nuestro esfuerzo,
tiene que ser existencial: alcanzar la identidad
No se encuentra, no se devela la nada a la conciencia de conciencia sin perder el cogito
manera en que se puede encontrar, develar o la subjetividad rescindida no solo remite a
un ser. La nada, es siempre un en-otra-par- la nada, sino también a la historialización, a la
te. Es obligación para el para-sí no existir construcción narrativa de nuestra existencia. El
jamás sino en la forma de un en-otra-parte comienzo de La náusea ilustra esta condición:
con respecto a sí mismo, existir como un
“Lo mejor sería escribir los acontecimientos co-
ser que se afecta perpetuamente de una
tidianamente. Llevar un diario para compren-
inconsistencia de ser (Sartre, 2008a, 135).
derlos. No dejar escapar los matices, los he-
chos menudos, aunque parezcan fruslerías, y
La conciencia aparece en el fondo de una pre-
sobre todo clasificarlos” (Sartre, 2006, 13).
sencia, de una esencia revelada y provocado-
ra. La consecuencia de esta relación puede
El ser de uno se narra durante los esfuerzos
ser una esencia reflejo, es decir, posterior a
cotidianos, las relaciones, las selecciones de
la reducción eidética del en-sí. El hombre se
instrumentos de auto-creación y, sobre todo,
ha tornado esencia, ha tomado su propio ser
contra la negación de aquel determinismo que
como en-sí. Nuestra crítica se eleva desde la
articula al hombre con un todo acabado y cerra-
reducción que surge en esta relación primor-
do. Y esta narración se comunica; se comunica
dial. Lo común no podemos equipararlo, en
la posibilidad de la nada. Sería apartar esa vi-
este caso, a lo esencial. Lo esencial-humano
sión estática del hombre como en-sí para res-
es particular, construido, producto de una rela-
ponsabilizarlo en su para-sí. Por su parte, Sar-
ción de conocimiento de un ser en la distancia,
tre nos entrega un hombre escindido, separado,
es decir, un ser distinto de mi intención, o como
negado, fracasado, porque resume la condición
lo expresara el filósofo de la libertad: “El ser de la existencia en una constante respuesta de
que se da a la intuición de la realidad humana la nada que atestigua insatisfecha su ser-en-el-
es siempre aquel a quien le falta, o existente” mundo, su ser conciencia de algo:
(Sartre, 2008a, 145). Existencia es lo mismo
que ser en falta, ser como falta ontológica y, Estoy arrojado en el mundo, no en el sentido
por tanto, devenir búsqueda. de quedarme abandonado y pasivo en un
universo hostil, como la tabla que flota sobre
Sartre, por tanto, niega aquella imagen y se- el agua, sino, al contrario, en el sentido de
mejanza del hombre con el ser, porque en ese que me encuentro de pronto solo y sin ayu-
horizonte de comprensión, en una medida par- da, comprometido en un mundo de que soy
cial, el ser del hombre deviene justificación. Aún enteramente responsable, sin poder, por
mucho que haga, arrancarme ni un instante
más, está atado a una condición de necesidad
a esa responsabilidad, pues soy responsa-
y de negación de su propio ser-en-el-mundo. ble hasta de mi propio deseo de rehuir las
Este existenciario heideggeriano nos muestra responsabilidades; hacerme pasivo en el
en un principio la relación necesaria, la reve- mundo, negarme a actuar sobre las cosas
lación y el conocimiento de un ser edificado, y sobre los Otros es también elegirme, y el
devenido y nihilizado con respecto al hombre. suicidio es un modo entre otros de ser-en-el-
Lo es, porque esa presencia que enceguece, mundo (Sartre, 2008b, 750).

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Cargamos en nuestra existencia una respon- tablecido por una condición abarcadora de su
sabilidad ontológica que consiste en construir época.
cada día, en subir una montaña marcando las
huellas y dejando a nuestro paso la necesidad El hombre esencial es el hombre masificado
de alcanzar la cima: “Los dioses condenaron a por su esencia, por un ser inmutable del que
Sísifo a empujar eternamente una roca hasta participa en la medida en que se ofrece. Es
lo alto de una montaña, desde donde la piedra parte de un todo, se integra, se propicia y se
volvía a caer por su propio peso. Pensaron, construye como reflejo de una ontología que
con cierta razón, que no hay castigo más te- consideramos más profunda e inexplicable,
rrible que el trabajo inútil y sin esperanza” (Ca- porque en ella comienza a ser hombre. Esa
mus, 2010, 155). esencia sería la identificación, más que la iden-
tidad. En otras palabras, la identidad propicia-
Estamos arrojados a la libertad, a no ser y a fin- da por la comunicación de una esencia. Nos
gir auténticamente, paso a paso, lentamente. limitamos a llamarla principio de identificación,
Estar arrojados significa estar lejos de nosotros y no principio de identidad al modo aristotélico,
mismos, pensar que el ser de las justificacio- puesto que la esencia tal y como se nos ha pre-
nes personales yace intacto en la distancia, sentado hasta ahora es una verdad aceptada,
siempre ausente y distinto de nuestra penuria una verdad desde la que concebimos y vivimos
indigente. En esta misma línea, el arrojamiento nuestra relación con el mundo, para otros y con
está cargado de sentido, puesto que nos con- nosotros mismos.
voca pronunciando nuestro nombre y exigien-
do toda nuestra historia, nuestra vida, nuestros El hombre esencial afirma su ser y justifica su
esfuerzos. devenir a partir de esa construcción intencio-
nal. Pero en el fondo, ese ser continúa suspen-
El mundo no es relación al modo de la concien- dido. El ser que heredamos no nos justifica:
cia. La conciencia siempre es remisión y direc- “La libertad humana precede a la esencia del
ción a diferencia del mundo. Sartre tenía que hombre y la hace posible; la esencia del ser hu-
apelar a la conciencia, iniciar su programa en mano está en suspenso en su libertad. Lo que
la fenomenología y encontrar esa dimensión de llamamos libertad es, pues, indistinguible del
ser que nunca se basta a sí misma, porque no ser de la “realidad humana” (Camus, 2010, 68).
es lo que es. De esta forma, la crítica sartriana,
que no se hace explícita en El ser y la nada, Entramos en conflicto con ese ser que nos im-
es una crítica del hombre esencial. Porque el pregnó al crecer. Crecimos con él, aprendimos
hombre esencial, si profundizamos en su filo- a no vivir sin él. Pero lo humano sigue suspen-
sofía y en las intertextualidades que establece dido en las relaciones, las particularidades y las
con Descartes, Leibniz, Hegel, Husserl y Hei- inclusiones situadas de otros y los objetos per-
degger, no sería más que la simulación de un cibidos en la intuición fenomenológica: “El ser
ser homogéneo para todos, y en la circularidad en-sí puede fundar su nada pero no su ser; en
de una naturaleza política que gira en torno a su descompresión, se anihíla en un para-sí que
ideales y construcciones culturales hegemóni- se hace, en tanto que para-sí, su propio funda-
cas. El hombre esencial es, en otros términos, mento: pero su contingencia de en-sí permane-
el hombre que, más allá de su individualidad, ce inasible” (Camus, 2010, 143). Esa esencia
se sitúa en la construcción de un ideal común. anticipada excluye otros elementos comunes
que nos hace humanos, incluso humanos parti-
En el hombre esencial es primero el otro, la otra culares, dueños de nosotros mismos.
cosa, la verdad establecida de la que principia
su devenir. Entendemos lo humano a partir de El hombre inesencial responde desde la dis-
su origen, la construcción fundada por sujetos tancia y transforma su cultura. Lo hace preci-
que orientan su plan hacia una realización me- samente cuando toma distancia del en-sí. Un
nos violenta que la guerra, pero también desde distanciamiento que lo remitirá también a un
su propia teleología. Este es el hombre común elemento que en nuestro análisis llamaremos
que ha aprendido una naturaleza creada por conciencia de cultura. Nuestro ser se hace en
el teórico, es el reconocimiento de un ser es- consonancia con una identidad cultural, pero

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se construye a sí mismo desde la distancia, conquista, la inmensa necesidad de construir
particularizando sus construcciones y hacien- imperios, una maquinaria social y cotidiana
do más individuales sus propios esfuerzos de que nos absorbe, remueve y arranca han de
comprensión. En la identidad cultural es deter- motivar la nada como experiencia de un mun-
minante la educación, la comunicación de la do desmoronado en sus cimientos. El hombre
esencia: la esencia como un proceso de identi- inesencial tiene que restaurar el mundo regido
ficación propiciado por acciones comunicativas por la libertad, aquella que incluye y resignifi-
concretas. Pero en este panorama no estriba la ca su tiempo y su nada (López, 2003, 83-114).
comunicación para Sartre. Por tanto, ¿cómo entender la relación entre la
nada, la libertad y el acto comunicativo en El
El hombre esencial no sería en nuestra pers- ser y la nada de Jean Paul Sartre? Para res-
pectiva una naturaleza creada y aprendida, por- ponder a esta pregunta que en esta introduc-
que la ontología fenomenológica de Sartre es ción demarcó el problema de la nada, divida-
una ontología del devenir, incluso de las rela- mos la reflexión en dos partes: a la primera la
ciones. Comienza afirmando el ser, pero no el llamaremos estructura fenomenológica de la
ser del hombre. Su pretensión es retomar el ser libertad, porque creemos que en ese horizonte
de Parménides, macizo, en la distancia, como ontológico de la libertad es posible abrir una
un ser; y la conciencia como nada que siempre discusión que en el segundo punto dará lugar a
yace arrojada. Su algo no está sobre sí. Su algo una fenomenología del acto comunicativo.
es exterior a ella. Tiene que ser lo que no es −la
nada− y lo que es allá en la distancia; proyec-
tada, construyendo y reconstruyendo el sentido
Estructura fenomenológica
del mundo, tentando el en-sí, que podríamos in-
terpretar como circularidad, es decir, como ser de la libertad
cerrado, sin relación, sin necesidad, sin devenir
−el devenir de su esencia− y, por tanto, nihiliza- El ser y la nada resulta de un análisis fenome-
do y nihilizador por la conciencia como ser. nológico donde encontramos la negación del
para-sí en tanto correlato del en-sí:
Resulta, por consiguiente, innegable una his-
La nada no puede ser nada a menos que
toria escrita no solo en los libros, sino también se nihilice expresamente como nada del
en las mentes. A este fenómeno podemos lla- mundo; es decir, a menos que, en su nihi-
marlo «herencia cultural». Recibimos de otros lización, se dirija expresamente hacia este
hombres sus historias, las reconstruimos; pero mundo para constituirse como negación
también nos escindimos. Si afirmamos esa he- del mundo. La nada lleva el ser en su pro-
rencia que podemos transformar, repetimos la pio meollo (Sartre, 2008a, 60).
triste historia del hombre esencial que sintió
derrumbados los fundamentos de su mundo En virtud de este esclarecimiento asentamos
optimista, un mundo desangrado por la guerra el problema de la libertad. Por este efecto
y lo inhumano de esa, su construcción esen- de cadena, es necesario aclarar que en este
cial, como lo explicara Eric Hobsbawm (2010) punto de la reflexión debemos retomar la con-
al estudiar el siglo XX: cepción sartriana de la libertad por una razón:
sin la libertad como correlato, no solo de la
En suma, la catástrofe humana que des- construcción epistemológica y axiológica del
encadenó la Segunda Guerra Mundial es mundo, sino en virtud de un aplazamiento en
casi con toda seguridad la mayor de la el que incluimos la elección y las acciones, el
historia. Uno de los aspectos más trágicos acto comunicativo que propicia la nada como
de esta catástrofe es que la humanidad ha
intención comunicacional adolece de sentido.
aprendido a vivir en un mundo en el que la
matanza, la tortura y el exilio masivo han
adquirido la condición de experiencias coti- Para referirnos a una ausencia humana –por-
dianas que ya no sorprenden a nadie (60). que el ser está lleno–, la libertad encarna el
fundamento de un llenarse y de un vaciarse
La guerra como fenómeno no solo político, so- tanto gnoseológico como existencial. La liber-
cial y económico, los deseos de posesión y de tad sartriana tiene que apelar al mundo, es re-

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lación, intencionalidad, construcción de sentido do previas a nuestro ser arrojado. Existe un pa-
y, finalmente, un proceso de fuga psicológica sado de los hombres que condiciona nuestras
como evasión de reducción propia. decisiones. Por eso la estructura fenomenoló-
gica de la libertad se inserta en un mundo es-
El conocimiento se torna en reconocimiento. En trictamente humano; es respuesta, negación,
otras palabras, el conocimiento se hace feno- re-figuración, encadenamiento e integración.
menología, pero sin prescindir de la conciencia.
No arrancamos lo humano. No lo hacemos sen- Ahora bien, tengamos en cuenta las primeras
cillamente porque el conocimiento se concibe intuiciones de esta reflexión a fin de continuar.
desde una relación originaria, que involucra la En el hombre esencial predomina una identi-
distancia, la vida, la elección y la libertad. Sin dad con su ser, plasmada en la búsqueda del
la libertad, esa necesidad que impregna la con- lugar perdido para ese ser. Esta última elucu-
ciencia, ese interés de autogestión y conforma- bración se desprende del sentimiento de des-
ción, nuestro ser-en-el-mundo se desvirtuaría: arraigo en el que se encuentra el existente hu-
“El hombre se anuncia a sí mismo del otro lado mano. Construir un mundo para la libertad no
del mundo, y retorna a interiorizarse hacia sí sería otra cosa que jugar a ser en otra parte:
mismo, a partir del horizonte: el hombre es «un negar el mundo es lo mismo que negar la iden-
ser de alejamientos»” (Sartre, 2008a, 59). Lo tidad con el mundo.
concerniente al mundo es también concerniente
a la relación de conformación y de interacción, En contraposición a un ser preliminar, nuestro
devenir obrado como un esculpir la propia rela- ser-en-el-mundo se hace evasión, destierro,
ción y las relaciones con el otro. Es por eso que fisura. Ser-en-el-mundo incluye la elección de
la libertad representa la realización de lo real, y ser a distancia.
lo real, en nuestro caso, sería la ausencia.
Por otro lado, la exigencia moral, las acciones
Entendemos por estructura fenomenológica sucesivas de la libertad no hacen más que reco-
de la libertad una concepción de la libertad brar la conciencia del origen, aquel lugar preon-
como fundamento del obrar, la relación en-sí- tológico del que nos hemos alejado con el fin de
para-sí de la que tomamos un concienciarse anegarnos en el mundo. Quizá esta negación
en la conciencia de algo. Este concienciarse del mundo imprime en el hombre la sensación
personal sería un concienciarse de alguien, un de plenitud y ausencia de necesidad si camina
vaciarse del mundo, de las cosas y de la obje- de regreso, volcando toda necesidad a la nega-
tivación que puedan ejercer los otros sobre la ción de un estado particular del mundo.
propia realidad irrealizada. Lo fundamental en
este proceso es que el vaciamiento intencional El hombre esencial es la positividad pura, la
desprende la libertad de una carencia y no de síntesis del espíritu recobrado, nunca aplaza-
una plenitud, un reconocimiento en el deseo y do y siempre triunfante. Si existe una libertad
la teleología de las justificaciones personales anterior a él, sería una condición relativa (Ye-
en contraposición a juicios determinantes, pero pes, 2006, 129). En este hombre dualizado, su
no definitivos para la elección, y una desrea- essence condiciona sus acciones y, en ellas,
lización que a fin de cuentas se personaliza. su libertad. No sería una realidad total, sino
circunstancial, es decir, una realidad medible y
No podemos eludir la alteridad. En un noso- atenida al ser primero. En este hombre no hay
tros, la libertad se personaliza, se despliega, lugar para la ausencia, porque siempre está
condición de consolidación. Condición humana lleno, yace justificado. Sus acciones no serían
es condición para una intersubjetividad. Más ontología, sino meros reflejos y destellos de la
aún, dualidad y separación; sería un proceso esencia original. Su único ser-en-falta sería la
de conquista propia, de llegar a ser uno mismo regresión, la reconstrucción de un mundo per-
que es lo mismo: ser de uno mismo. El otro es dido. Incluso esa libertad estaría más ligada al
determinante como exigencia del sí, al mismo carácter previo de la acción, pero no del ser.
tiempo que aparece como fundamento de esa Una vez que ha saciado su necesidad en el
negación. La negación se hace cadena, es un desplazamiento de la vida a una plenitud in-
nosotros, depende de construcciones de senti- mutable, la libertad no tiene cómo responsa-

La comunicación incomunicable: a propósito de las relaciones con el otro en el ser y la nada de Jean Paul Sartre 115
bilizarse de un ser que todavía no está en sus rraigada y recobrada, se realiza en acciones, y
manos, porque es también un objeto medible, es en ellas precisamente donde simula un ser
una res cogitans, un anima, una psijé: que termina siendo para otros. Si en el hombre
la existencia precede la esencia (Yepes, 2006,
El conjunto «objeto-esencia» constituye 636), su ser no es más que una posibilidad lan-
un todo organizado: la esencia no está en zada al objetivo de la identidad en-sí-para-sí.
el objeto, sino que es el sentido del objeto, Una lejanía, es decir, una falta esencial, el de-
la razón de la serie de apariciones que lo
seo ontológico que remueve su conformidad y
develan. Pero el ser no es ni una cuali-
le arroja siempre al seno de la insatisfacción; a
dad del objeto captable entre otras, ni un
sentido del objeto. El objeto no remite al la nada de su origen, huérfana; a la existencia
ser como a una significación: sería impo- nadificadora que ontologiza sus actos, aunque
sible, por ejemplo, definir el ser como una también los anula como identidad positiva.
presencia, puesto que la ausencia desve-
la también al ser, ya que no estar ahí es Si vislumbramos el hombre nada de Sartre a
también ser (Yepes, 2006, 15). la luz de un mundo desencantado, podemos
comprender la destrucción del hombre esen-
En el hombre esencial la falta no alcanza a ser cial, del hombre negado, del hombre de otro
ausencia. Se caracteriza fundamentalmente mundo y lo remplazamos por el hombre nada
por el deseo de rencuentro con el origen. Por o inesencial como impulso creador de su esen-
el contrario, la fisura del hombre nadificado es cia, una esencia propia y en situación. Con
la negación del dios que lo justifica, de la idea esta justificación, la libertad se hace para obrar
creadora o del origen divino. La esencia no sobre sí misma su ser transparente, su jarrón
deja de ser un concepto religioso. En Sartre el vacío, al que se suman sus acciones sin reba-
hombre es más que una falta: sarlo. La libertad es para nosotros conciencia
sin máscara.
Lo que llamamos libertad es, pues, indistin-
guible del ser de la “realidad humana”. El Esta narrativa nos ha enfrentado a una espe-
hombre no es primeramente para ser libre cie de antropología negativa, más aún, a una
después: no hay diferencia entre el ser del antropología fenomenológica que ontologiza
hombre y su “ser-libre”. No se trata, pues, la nada y el para-sí. Es en este horizonte en
de abordar aquí de frente una cuestión que el que debemos comprender El ser y la nada
no podrá ser tratada exhaustivamente sino
como una ontología de la libertad, que llevare-
a la luz de una elucidación rigurosa del ser
humano; pero hemos de tratar la libertad mos a una fenomenología del acto comunica-
en conexión con el problema de la nada y tivo con elementos tomados del texto citado,
en la estricta medida en que condiciona la pero agregando unos tópicos que considera-
aparición de esta (Yepes, 2006, 68). mos esenciales para lograr una circularidad de
correlaciones.
El hombre es una nada, porque no es lo que
es. No coincide consigo mismo, tiene que his-
torizarse, hacerse, desplegarse: “Así, la liber- Fenomenología del acto
tad es falta de ser con respecto a un ser dado, comunicativo
y no surgimiento de un ser pleno. Y, si la liber-
tad es ese agujero de ser, esa nada de ser que A la obra de Sartre –no exclusivamente a El ser
acabamos de decir, supone todo su ser para y la nada– la atraviesa un profundo deseo de
surgir en el meollo del ser como un agujero” configuración de una comunicación solidaria
(Yepes, 2006, 660). (Biemel, 1985, 49). Su interés por humanizar
la situación del agitado siglo XX, sobre todo
El hombre mismo es temporalidad aplazada del en una nación como Francia, que se desangró
ser, exilio, arrojamiento-en-el-mundo, respon- hasta en sus ideales, estaba orientado al hom-
sabilización en la libertad. Como es uno solo bre concreto: “Lo que le interesaba antes que
−soledad de conocimiento−, su arrojamiento nada era la gente. A la psicología analítica y
implica una negación absoluta del mundo. Es polvorienta que enseñaban en la Sorbona, él
la intención comparativa que, negada, desa- deseaba oponer una comprensión concreta y,

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por lo tanto, sintética de los individuos” (Beau- cia, a lo establecido, a lo invariable, a una in-
voir, 2008, 44). La comunicación debe constituir tencionalidad que consiste también en un acto
por ello un acto colaborativo, una reciprocidad de agarrar y de intuir la esencia, intuición en la
en los para-sí, una comprensión del hombre que participa el para-sí, el otro, el prójimo, es
concreto que encuentra en el otro el reflejo de un para-sí. La proximidad con el otro radica en
su propia nada. Al deseo de comunicación soli- el reconocimiento de la nada, de la posibilidad
daria subyace la comunicación como conflicto1. y de la libertad que el otro para-sí agita en su
propia construcción. No podemos equiparar la
Es claro que en la relación en-sí- para-sí no se condición del para-sí próximo al ser útil y mani-
realiza el acto comunicativo. La conciencia no pulable de los en-sí.
se sitúa frente a algo como una acción gratuita
e inmediata. La configuración mediática de la La proximidad de los para-sí estriba en esa so-
tensión en-sí-para-sí despierta una necesidad lidaridad de lo variable, la semejanza del que
más profundamente humana. No obstante, no ha encontrado, la semejanza de las liberta-
esta relación disuelve el acto comunicativo en des que no reducen sus relaciones a lo que se
puede utilizar. En este caso, la proximidad no
tanto la intencionalidad aparece como un tra-
es espacial. Nos aproxima la nada, nos apro-
bajo activo de la conciencia en su necesidad
xima esa necesidad inherente compartida por
de intuir las esencias, lo que denomina el pro-
la que agitamos la tensión en-sí-para-sí. Por
fesor Danilo Cruz (2001), leyendo a Husserl,
consiguiente, la cosificación, el conflicto pri-
intuición eidética fenomenológica:
mario del acto comunicativo es central en esta
fenomenología del acto comunicativo: la inco-
En la reducción eidética, como lo indica
su nombre, el reducendo es lo eidético y municabilidad primera es la condición de posi-
lo reducido lo psíquico como algo fáctico. bilidad. Nos resistimos a la masificación, nos
Esta reducción se logra mediante lo que resistimos a ser tratados como un elemento
Husserl llama el método de las variacio- más del paisaje. En esta medida, estamos dan-
nes. Tomo un hecho psíquico, v. gr., una do valor a nuestra intención: esa intención que
percepción. Esta es algo fáctico, algo in- constituye el movimiento de posibilidad del ser.
dividual y temporal; es, pues, mi percep-
ción en este momento y con una figura En todo acto comunicativo, el otro se aproxima,
determinada: la percepción de este árbol. pero hay una distancia primaria. Tendemos a
Pues bien, para llevar a cabo la reducción conducirnos en una relación asimétrica con el
considero otras percepciones reales o
otro; tendemos a reiterar la asimetría de la con-
me imagino otras posibles. En tales va-
riaciones hago a un lado lo variante: lo
ciencia de algo: “El prójimo es, en este plano,
específico de cada percepción individual, un objeto del mundo que se deja definir por el
y retengo lo invariante: lo común a todas mundo” (Sartre, 2008b, 359). En un primer mo-
ellas. Lo que resulta de esta operación es mento, el otro es para el para-sí su algo. En
la esencia de la percepción en general, o la dirección contraria, somos observados y co-
sea, su eidos (87). sificados por el otro. Si no recurrimos a este
primer conflicto, la comunicación no consistirá
La reducción eidética no puede desplazarse posteriormente en la negociación de las inten-
al acto comunicativo, porque a diferencia del ciones. Negociamos un horizonte común de la
en-sí macizo, de ese ser equiparado a la esen- relación para que esta incomunicabilidad pri-

1 Es interesante anotar en este punto –y siguiendo de cerca los ideales sartrianos de una comunicación solidaria– lo
planteado por Raúl Gabás (2011): “En El ser y la nada y A puerta cerrada, aparece la necesidad del otro para mi pro-
pia realización, pero el autor insiste en el carácter polémico de las relaciones entre hombres. Una manera de relación
polémica fue la resistencia frente a los alemanes, que permitía una unidad de acción bajo el signo de la violencia.
Después de la guerra se distancia de los planteamientos formulados en El ser y la nada. Cambia de enfoque teórico
de cara al nuevo tipo de acción, que ya no será la resistencia y el enfrentamiento. Inicialmente desdeña la construc-
ción de un proyecto colectivo y postula una pluralidad de conciencias libres que renuncien a toda hegemonía. Este
camino solo es posible si todos los aceptan. Salta a la vista que de cara a la acción esta solución resulta ineficaz. En
consecuencia, Sartre comienza a postular el modelo de conciencias agrupadas en una acción colectiva. Piensa en
un socialismo diferente tanto del gaullismo como del comunismo” (382).

La comunicación incomunicable: a propósito de las relaciones con el otro en el ser y la nada de Jean Paul Sartre 117
mera ceda su paso al diálogo. Reconocemos La reflexión es también fundamental en esas
por tanto, la aparición ante el otro como un ob- relaciones. Compartimos con la profesora Cata-
jeto más que se funde en su libertad: lina Uribe (2005, 88) ese deseo de recuperación
que reside en el acto reflexivo: “La reflexión es
Por cierto, mi vergüenza no es reflexiva, el esfuerzo de la conciencia para recuperarse
pues la presencia del prójimo a mi con- en su dispersión, para dominar al ser que huye,
ciencia, así sea a la manera de un ca- para constituirse en ser”. Pero esa reflexión
talizador, es incompatible con la actitud
termina siendo un drama del para-sí, el drama
reflexiva: en el campo de mi reflexión no
puedo encontrar jamás sino la conciencia
de Sísifo: “La reflexión, como diría Sartre, es el
que es mía. Y el prójimo es el mediador drama del ser que no puede constituirse en ob-
indispensable entre yo y yo mismo: tengo jeto para sí mismo” (2005, 88). No puede ese
vergüenza de mí tal como me aparezco al para-sí reducirse a su propio objeto, al objeto
prójimo. Y, por la aparición misma de un que encuentra en la mirada del otro.
prójimo, estoy en condiciones de formular
un juicio sobre mí mismo como lo haría En consonancia con el planteamiento anterior,
sobre un objeto, pues al prójimo me apa- debemos decir que la mirada es el elemento
rezco como objeto (Sartre, 2008b, 314). esencial de esta fenomenología y quizá uno
de los aportes más importantes de Sartre en El
La vergüenza es un elemento fundamental en ser y la nada.
las relaciones humanas. En ella radica la posi-
bilidad de objetivar al otro o de ser objetivado Ni en Husserl ni en Heidegger –antece-
por el otro, como lo plantea el profesor Ignacio dentes de Sartre y autores a los que si-
Abello (2011, 87): “Son pues, dos actitudes: la gue en algunos aspectos, mientras olvida
primera, soy mirado por el otro y me objetiva, otros: por ejemplo, la problemática del ser
es decir, soy conocido por otra conciencia, y la heideggeriana no halla eco en Sartre–
ocupa la mirada el centro de las investiga-
segunda, puedo invertir la situación y objetivar
ciones sobre el ser de la persona (Biemel,
al otro”. No puedo objetivar mi posibilidad en
1985, 49).
tanto la conciencia, que es mi conciencia, siem-
pre está en la distancia. Buscamos, agitamos, La vergüenza nos recuerda la nada: la vergüen-
posibilitamos nuestro ser en la distancia: “No za de no poder reducirnos a densidad de ser, la
puedo ser objeto para mí mismo, pues soy lo mirada del prójimo no acapara ni reduce nuestro
que soy; abandonado a sus propios recursos, ser en movimiento. En el mundo, el ser macizo
el esfuerzo reflexivo hacia el desdoblamiento nos instiga, y las relaciones con el otro, el ser
termina en fracaso: siempre soy reatrapado mirados por el otro, nos permiten mirarnos en el
por mí” (Sartre, 2008a, 377). otro aún evadiendo esa reducción objetivante:
el otro es la mediación entre mi propia nada y el
La comunicación primera es distancia, nos ser que proyecto. Somos otro, el deseo de otro
separa una cosificación necesaria, algo que arraigado en una nada, la historia sin esencia,
podemos denominar mecanismo ontológi- la dirección sin reducción, el reagrupamiento
co de separación con aquello que nos rodea: que nos exige resistirnos a una comunicación
consiste, en un primer momento, en percibir como acto de poder. A esto se puede reducir la
al otro como otro y no como parte esencial de comunicación. Sin ese conflicto que intenta una
esa construcción capital de la existencia. La negociación, el acto comunicativo se desvirtúa
conciencia, que posteriormente hace de puen- en aparato de poder, que también nos deshu-
te, es ahora conciencia en la distancia. Luego maniza. Y podemos caer en las garras de esos
se tornará en reconocimiento y diálogo. Y no deseos de ser falsificados por deseos de poder.
podemos asumir ese mecanismo como un ele- Podemos limitarnos a servir al otro, a la mirada
mento negativo de la comunicación, sino más del otro, a ser como el otro nos indica. La mira-
bien como uno de los pasos a seguir: tampoco da del otro −la mirada que juzga previamente,
queremos ser tratados como objetos. Nuestra porque previamente cosifica− puede subyugar-
dignidad de buscadores ontológicos nos im- nos, esclavizar y retener la búsqueda personal
pide abandonar la conciencia para acoger la del ser. Nos limitamos a servir al fingimiento de
condición de objetos a la mano. ser del otro.

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Decidimos si las relaciones con el otro nos hu- porque la negación es inherente a ella, aunque
manizan, humanizando el acto comunicativo, o no renuncia al deseo de solidaridad como telón
las limitamos a la competencia, al conflicto, a la de fondo de su deseo de ser.
necesaria incomunicabilidad que inicia un acto
de comunicación basado en la negociación y
la reciprocidad de la nada. De todos modos, El Conclusiones
ser y la nada no puede cerrar las estructuras
del para-sí a la tensión en-sí-para-sí. La nada La comunicación incomunicable no solo se pa-
también nos hermana. En ella existe un deseo tentiza en las relaciones concretas de los para-
de integración, de comunicación solidaria: “To- sí. La comunicación se da precisamente como
dos los hombres son hermanos: la fraternidad comunicación de la posibilidad. Se comunica la
es un lazo pasivo entre moléculas distintas que nada. Y no evadimos esa nada que en sus ac-
ocupa el lugar de una solidaridad de acción o ciones nihiliza la condición entitativa del cogito.
de clase que el espíritu de análisis no puede ni La nada es la condición de posibilidad del ser
siquiera concebir” (Sartre, 2008a, 15). más íntimo de la realidad humana. Al respecto,
plantea Sergio Givone (2001) en su Historia de
La mirada, la nada y la libertad forman par- la nada:
te de esa tríada de nuestra interpretación del
acto comunicativo. Fue fundamental la demar- En suma, la cualidad más propia de la rea-
cación de la nada en la primera parte de este lidad humana, repite una vez más Sartre,
trabajo, porque la comunicación del para-sí es es la de ser sin excusas y que cada uno
para nosotros una comunicación ontológica: la lleva por sí solo el peso de la responsa-
comunicación de un deseo de ser, la responsa- bilidad por todo lo que le sucede. Desde
el momento en que pregunto por qué he
bilidad insalvable con toda la humanidad. Así
nacido, o maldigo el día de mi nacimiento,
no solo comunican nuestras miradas y nues- o bien declaro que no he escogido nacer,
tras palabras; también lo hacen nuestras ac- asumo ya una cierta actitud frente al he-
ciones. Y nuestras acciones están orientadas cho de ser en el mundo, y ese hecho ya no
socialmente; en nuestras acciones comuni- es un hecho, sino un acto de conciencia,
camos y compartimos esa tensión originaria, una realidad para mí (236).
emparentamos nuestra libertad personal con la
búsqueda completa de todos los hombres. De La comunicación es también un acto de con-
hecho, la comunicación es una corresponden- ciencia. La responsabilidad que agita la liber-
cia de la mirada y del obrar, de las palabras tad hace referencia al obrar como una respues-
y del vínculo con el otro. Nuestra libertad nos ta ontológica. El obrar es ontológico; el obrar
acerca y nos hermana, incluso sosteniendo es el acto de conciencia del para-sí, lo mismo
la nada en medio de un horizonte conflictivo. cuando asume la responsabilidad con toda la
Constituye, además, un conflicto que se agita humanidad a pesar de la mirada cosificante. La
en la primera correlación, la del en-sí-para-sí. comunicación implica ese acto de conciencia
El conflicto comienza con la tensión originaria y que nos remite a nosotros mismos. El otro me
se proyecta, se comunica. La comunicación es es esencial, no solo porque está conmigo. So-
conflicto, porque proyecta la tensión nada-ser. mos en la medida en que estamos con el otro:
No puede ser simétrica en todo momento.
Estos estudios sobre la mirada nos trans-
La nada se resiste a su soledad. La comuni- portan a la dimensión del «estar-con», es
cación consiste en evitar la cosificación y hu- decir, del encuentro del hombre con el
manizar las relaciones con el mundo y con el hombre, de la convivencia con los otros.
otro. Esta resistencia es equiparable al hom- La persona es esencialmente solidaria
con sus semejantes, su vida se desarro-
bre rebelde de Camus porque constituye una
lla en el ámbito de convivencia con el otro
paradoja: “¿Qué es un hombre rebelde? Un desde el principio de su vida. Necesitamos
hombre que dice no. Pero si niega, no renun- ejercer una abstracción muy artificiosa y
cia: es también un hombre que dice sí, desde elaborada para llegar a imaginarnos una
su primer movimiento” (Camus, 2011, 21). La existencia humana pura y aislada (Biemel,
comunicación del para-sí es incomunicable, 1985, 49).

La comunicación incomunicable: a propósito de las relaciones con el otro en el ser y la nada de Jean Paul Sartre 119
A pesar de este solipsismo primero de la ten- Las condiciones particulares de estos últimos
sión con el en-sí, no podemos encerrar al para- tiempos2 desafían la visión que tenemos de
sí. Esta no es una fenomenología a secas. Por nosotros mismos, incluyendo en esta visión el
eso la necesidad de una fenomenología del conflicto primero, lo incomunicable del acto de
acto comunicativo, de los factores que influyen conciencia como resistencia a ser cosificados.
en el conflicto y en la solidaridad como elemen- Desafían nuestros conceptos de tiempo, de
to esencial en constante movimiento. La liber- distancia, incluso nuestra concepción de mun-
tad no solo implica apertura al ser que posibilita do y de hacernos para-sí. Nuestro ser-en-el-
una especie de intención de cosas. La libertad mundo está anclado en una estructura que nos
es siempre una libertad compartida, comuni- ofrece la síntesis, la completud soñada de la
cada, es una libertad integrada a los ideales conciencia. Podemos consumir y alcanzar ese
de todos los hombres concretos; una libertad ser. Se nos muestra una mirada que no puede
responsable de toda la humanidad: la del para- mirarnos en esta nada-concreta. Y la mirada
sí con su ser y la del para-sí en el horizonte amable en la pantalla a veces nos hace sentir
del para-otro. La existencia auténtica consiste como en casa: hombres esenciales, programa-
precisamente en asumir esa responsabilidad dos. Está ahí, ¡tan cerca y tan lejos!
doble. Somos la lejanía, la separación con
aquello que puede reducirnos. Y muchas ve- Somos masificados3 por la pantalla, normaliza-
ces nos alejamos de un mundo donde no son dos en una esencia. A las masas se les infor-
unos cuantos hombres quienes nos cosifican, ma, se les notifica un ser que está a la mano,
sino las abstracciones que desfiguran nuestros que se puede lucir, que se puede tener, que se
actos de conciencia en los actos mecánicos del puede saber. Para ir más lejos, un stock de se-
hombre-cosa. El fenómeno de la tecnociencia res a la moda, seres de consumo, seres útiles,
y la explosión de los medios de comunicación pero fugaces:
producen unos cambios significativos en la ex-
periencia comunicativa. Los objetos de consumo tienen una limi-
tada esperanza de vida útil y, en cuanto
¿Podemos equiparar la fenomenología del sobrepasan ese límite, dejan de ser aptos
para el consumo; como su «aptitud para
acto comunicativo de Sartre a las condiciones
el consumo» es la única característica que
sociohistóricas de un hombre que debemos en- define su función, llegado ese momento
tender en relación con un mundo transformado, ulterior ya no son aptos en absoluto: son
una simulación del ser que tentamos a diario? inútiles (Bauman, 2010, 19).
¿Qué efectos de orden ontológico afloran en
estas abstracciones? ¿Puede el hombre conti- La información es útil, pero incompleta, por-
nuar posibilitando su construcción ontológica? que se reduce al plano óntico, a la abstracción:
¿Comunican los medios de comunicación? concretiza un hecho, aunque no siempre logra
¿Podemos equiparar las relaciones del para- el conflicto de diferenciación. Se utiliza pero
sí sartreano a la concepción de los medios de no traspasa la frontera de lo útil. Sabe llegar
comunicación en un mundo como el nuestro? al plano del acuerdo sin el necesario incomu-
¿Cuál es esa concepción y cuáles los efectos nicable, la necesaria resistencia del cosificar:
sobre la fenomenología del acto comunicativo? el acto de conciencia me conduce a mi propia

2 Es necesario reconocer la dificultad que plantea Michael Reder (2012) respecto a las paradojas de la comunicación en el mundo
global, para poder avanzar en nuestra reflexión: “Todos los años aparecen en el mercado nuevas técnicas de comunicación, Internet
abre insospechadas posibilidades de información e incluso medios de comunicación clásicos como la prensa, la radio y la televisión
amplían considerablemente su potencial. Son los signos del vertiginoso aumento de las posibilidades de información, que forman
parte de un sistema de comunicación mundial. Pero las comunicaciones globales no son precisamente procesos claros y fáciles de
determinar. Las complejas interrelaciones y la heterogeneidad de los actores comunicantes en lo que respecta a su lengua y a sus
presupuestos culturales hacen que los procesos de comunicación sean extremadamente complicados. Por esto, las dificultades de
comprensión y los malentendidos están a la orden del día en este ámbito. Además, la comunicación en el plano global suele ser muy
fugaz, lo cual dificulta los análisis y las explicaciones” (184).
3 Esta idea ha sido pensada minuciosamente por Günter Anders (2002) en La obsolescencia del hombre, pero recurrimos a un fragmento
que justifica la masificación del hombre en el fenómeno de la «dispersión»: “Cualquiera sabe que la industria ha abandonado su pos-
tulado de la centralización, indiscutible hace una generación, la mayoría de veces por razones estratégicas, a favor del principio de la
“dispersión”. No es contradictorio que este principio de la dispersión ya sea válido hoy para la producción del hombre-masa” (110).

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nada. No ponemos resistencia ante lo útil: a ve- sumible y la in-programable comunicación de
ces utilizamos sin saber para qué. La informa- la nada. Se trata de un acto de humanización
ción puede incluso normalizar una nada que no que no es alcanzado por las intencionalidades
puede ser como las demás. Utilizando somos de la pantalla, por muy formativas que estas
utilizados. pretendan ser. Claro está, las pantallas –de
televisor, de ordenadores, de celulares− nos
Consumimos información como consumimos permiten reconocer lo que hay en la distancia,
ropa. No obstante, la información puede ale- lo inexplorado, lo oficial o lo ominoso, pero no
jarnos de nuestra propia posibilidad, que no pueden remplazar la red concreta de las exis-
puede detenerse ante lo in-consumible, ante la tencias concretas.
intensa experiencia de la nada que nos acusa
cuando apagamos la pantalla y estamos a so- Todo lo que sucede en la pantalla –por ejem-
las. Estar frente a la pantalla es estar ante un plo, la ilusión de sentirnos simultáneamente en
en-sí, que puede desvirtuar nuestra búsqueda casa y en el lugar de los hechos, o la necesi-
por su misma condición de abstracto. Lo plan- dad de consumir un producto– no equivale a
teamos al principio de la reflexión en la con- comunicación en nuestra perspectiva. A esa
dición primera del para-sí: se configura como pretensión de comunicación subyace lo inco-
conciencia de algo, está dirigido a… para dife- municable, porque la información es lo abstrac-
renciarse de... Esta distinción primera es, sin to, lo que sentimos en la distancia, la mirada en
embargo, trastocada por una pantalla humana la pantalla que resulta siendo una abstracción,
que nos brinda lo humano: las noticias de ca- porque no existe un reconocimiento personal
tástrofes o las buenas nuevas, seguidas de un de la nada. Hay más bien un reconocimiento
comercial que nos ofrece lo ideal, lo esperado. masificado. Y en ese reconocimiento del hom-
Por ello estamos de acuerdo con la descripción bre masificado, la información se convierte en
de Mario Ure (2010), y que podemos incluir en lo útil, lo plástico, lo desechable, lo que pode-
esta aproximación: mos olvidar con un nuevo flujo de imágenes.
En este sentido, la comunicación incomunica-
El hombre masificado es impersonal, ble no aparece únicamente en el conflicto pri-
aquel cuyos modos de expresarse, pen- mero que se mantiene en medio del nosotros
sar, comportarse y emitir juicios de valor concreto. La comunicación pretendida de las
responden a criterios externos. Sin pensar pantallas está atada a una incomunicabilidad
por sí mismo y sin obrar en consecuencia mayor: la imposibilidad de lo concreto −sien-
de un acto comprometido de libertad, el
do real−, el acto de comunicación que es recí-
hombre masificado entrega gratuitamente
su autonomía sin obtener nada a cambio,
proco, in-programable e incluso in-soportable.
desperdicia su personalidad diseñándola Claro está, la pantalla no es más que la expre-
de acuerdo con la figura dominante en su sión masificada de todas esas incomunicables
entorno (235). concretas. La pantalla aparece como un gran
para-sí que no puede traspasar las fronteras
No puede existir en la información un nosotros de la cosificación, precisamente porque no
concreto. Es más bien la abstracción de un no- logra un acercamiento directo con los para-sí
sotros que puede llegar a ser universal, para concretos.
todos, casi esencial. Pero en este nosotros de
pocos, la existencia precede la esencia. Se En primer lugar, debemos concluir que la fi-
aparta de los fingimientos de totalidad normali- losofía de Sartre es actual en un mundo que
zada. Frente a ese nosotros concreto, dirá Sar- se jacta de sus tecnologías de la información
tre (2008b, 563): “En el “nosotros” sujeto nadie y la comunicación. Pero en los actos comuni-
es objeto. El nosotros implica una pluralidad de cativos del mundo contemporáneo, la comuni-
subjetividades que se reconocen mutuamente cación no alcanza el nivel ontológico que pro-
como tales”. La comunicación ontológica con- pone Sartre, precisamente porque las TIC son
siste precisamente en la concreción del reco- la abstracción de los para-sí concretos. Y toda
nocimiento, el debate y la resistencia, la ten- abstracción puede sustituir la nada, ese quien
sión de nuestras nadas. Es un acto dialógico personal que en un acto de conciencia muy
que salta al vacío, a la impredecible, la in-con- personal debe negarse como abstracción. Es

La comunicación incomunicable: a propósito de las relaciones con el otro en el ser y la nada de Jean Paul Sartre 121
quizá un acto de comunicación que no nos per- • Heidegger, M. (2007). El ser y el tiempo. Trad.
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