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Ronald Ramineli 2 PDF
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Nuevos
Debates, 2011
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Ronald Raminelli
Élite negra en sociedad esclavista:
Recife (Brasil) c. 1654-1744
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Référence électronique
Ronald Raminelli, « Élite negra en sociedad esclavista: Recife (Brasil) c. 1654-1744 », Nuevo Mundo Mundos
Nuevos [En ligne], Debates, 2011, mis en ligne le 30 novembre 2011. URL : http://nuevomundo.revues.org/
pdf62216
DOI : en curso de atribución
Editor : EHESS
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Ronald Raminelli
congregación de Pedro Basílio demoró dos años para reunir personas ociosas, de menor edad
y con comportamiento desajustado, tal como consta en la declaración realizada por Vitorino
Pereira da Silva3. Con este conjunto de personas, la nueva cofradía actuaba en la iglesia de
Nossa Senhora do Rosário, tal vez instalada en un altar lateral para las oraciones y cultos,
procedimiento muy común en las nuevas hermandades que todavía no disponían de patrimonio
para construir una capilla propia4.
5 Con la intención de reunir personas en banquetes y promover ceremonias, alquilaron una
casa en la calle de la Playa (rua da Praia) en la villa de Recife. También instituyeron como
maestro de la congregación a José da Silveira, quien se sentaba en una silla en el altar de
la congregación, y a un “padre general”, el mencionado Joaquim de Almeida Pereira. Este
último recibió la patente y el definitório escrito por José Gomes, negro liberto, estudiante de
filosofía e hijo de Luís Gomes, quien fuera capitán de la milicia de los Henriques. Esto hacía
nítido el compromiso del padre general de guardar y cumplir las reglas de la congregación.
Inicialmente, Joaquim Pereira prometió al maestro Paulo, oficial zapatero de la calle del
Rosario, que aceptaría el compromiso de asumir el cargo de padre general que quedara vacante
con la muerte del “tambor-mor llamado Gaspar o Pascoal, esclavo del Sargento-mor Luís
Nunes”. También recibió el puesto de general después de que su amigo Salvador dos Santos
le pidiera que aceptara el cargo de secretario.
6 Según el mismo Joaquim, entre los congregados, la persona de “mayor distinción y
estimación” era él mismo, pues su puesto militar facilitaba el trato y la comunicación con
los habitantes más destacados de la villa. Los demás no tendrían las mismas condiciones de
proteger y luchar por los intereses del grupo y eran, en su gran mayoría, jóvenes de quince
a veinte años, imberbes y esclavos, así como el tambor mencionado anteriormente. También
componían el grupo hombres más grandes, pero éstos “eran personas de clase baja, y sin
ninguna estimación, ya que algunos de ellos eran negros libertos”5.
7 En las ceremonias, los hombres tomaban los hábitos de religiosos de la orden de São Francisco
y otros de la orden de Carmo, cantaban y realizaban algunos cultos. El mencionado Joaquim
recibió una invitación de Pedro Basílio para participar de una ceremonia de iniciación como
“padre general”. La ceremonia se realizó en la villa de Recife en una morada establecida en la
calle Sarapatel. El confidente se dirigió al lugar y se deparó con la casa, donde se encontraban
Pedro Basílio y los demás invitados. Bajo el comando del maestro de la congregación, los
novicios participaban de una ceremonia de iniciación. Junto al altar, en una silla, se sentaba
José da Silveira, el maestro de dicha congregación. Según palabras de Joaquín, los jóvenes
deberían participar de los encuentros y ser puntuales, de lo contrario, como penitencia,
deberían rezar primeramente cuatro conjunto de oraciones a Nuestra Señora. Si persistieran
en el incumplimiento, deberían rezar otros ocho, pero si esto ocurriera una tercera vez, serían
directamente expulsos. Después que instruyeron y amonestaron a los novicios a cumplir con
los preceptos del grupo, algunos congregados se levantaron de los bancos y derramaron flores
sobre sus cabezas. La ceremonia concluyó con un banquete realizado en el mismo lugar del
culto, en la calle Sarapatel6.
8 En un principio, la frailería no se organizaba según los grupos étnicos de origen, como era
costumbre entre las hermandades del Brasil colonial. De hecho, en los testimonios recogidos
por los inquisidores tanto en Recife como en Lisboa, se encontraron escasas indicaciones sobre
África. Si eran o no africanos, nunca lo sabremos con total certeza. Además, en general, las
informaciones contenidas en ese proceso son muy dudosas, pues se originaron de denuncias.
Siendo Pernambuco un destino importante de esclavos oriundos de Angola y de la Costa da
Mina, así como lo indican estudios sobre el tráfico7, no deberían ser pocos los grupos de minas
y de angolas que aportaban esclavos a la capitanía. Ese contingente neófito, protegido por
tantas hermandades8, no tuvo el apoyo de la congregación fundada por Pedro Basílico. Tal
vez su identidad criolla impidiera la participación de africanos en el grupo. No obstante, esta
hipótesis no pudo ser comprobada recurriendo al proceso de la Inquisición. En las numerosas
declaraciones documentadas no se encontraron rastros de la mencionada exclusión, ni de la
formación de un identidad mestiza. Los inquisidores se ocuparon de registrar especialmente
los conflictos entre los hombres de la frailería y los religiosos, pero no se mencionaron riñas
entre africanos, negros criollos y mestizos.
9 En el proceso se encontró toda clase de gente, la mayoría había nacido en Recife y sus
alrededores. Eran negros, criollos, mulatos, pardos, libres y esclavos, mientras que los que
contaban con más prestigio eran militares y oficiales militares9. Todos eran habitantes de
Recife, “algunos más próximos y otros más distantes, y todos los pardos pertenecían a la
Orden y a la frailería del Carmo, y los restantes a la frailería de São Francisco, fundado por
Pedro Basílio”10. En general, las hermandades de los hombres negros en la colonia reunían
una población muy heterogénea.
10 De acuerdo con Russell-Wood, las únicas condiciones impuestas a los candidatos eran temer
a Dios, tener un buen carácter y pagar regularmente la contribución anual11. Si las diferencias
étnicas o sociales no constituían un filtro para seleccionar a los congregados, tal vez la edad
fuera una preocupación del fundador de la frailería. De hecho, se observa que los jóvenes
libertos y esclavos formaban el principal contingente dentro del grupo. Desde el inicio, ellos
eran los frecuentadores de las reuniones en la casa de Pedro Basílio. Fueron los rumores sobre
desvíos morales ocurridos en una ceremonia de iniciación de novicios los que provocaron
la desconfianza e ira del obispo de Pernambuco. En el imperio colonial, las hermandades
cuidaban de los enfermos, enterraban a los difuntos, organizaban procesiones, misas y fiestas,
pero –principalmente– se ocupaban de la formación religiosa y espiritual de sus cófrades.
Según las confesiones realizadas por Joaquim de Almeida Pereira e Vitorino Pereira da Silva,
la frailería de Pedro Basílico tenía elementos de las hermandades y de las órdenes religiosas,
motivo suficiente para que el obispo abriera una investigación. Al organizar oraciones, fiestas y
cultos a Nuestra Señora y doctrinar a sus discípulos, la frailería actuaba como una hermandad.
Pero en lugar de hermanos, formaba novicios y, así, imitaba a las órdenes religiosas, donde
existía una rígida jerarquía entre prelados y novicios, motivo suficiente para accionar al Santo
Oficio.
11 La actuación de Pedro Basílio se parecía a la de un padre superior, al de un guardián,
responsable por la formación de los jóvenes12. El ayudante de la milicia de los Hernriques
y reo de la Inquisición de Lisboa, Joaquim de Almeida Pereira, también desempeñaba el
papel de padre protector, pues era el intermediario entre el convento de frailes y los hombres
importantes de la villa de Recife. Recibió la patente de “padre general” por su actuación
destacada entre los negros de la villa. Conocía personas prestigiosas, como el gobernador
y, por lo tanto, podía amparar un grupo de jóvenes, entre libertos y esclavos, personas sin
calificaciones y sin estimación, dado que muchos de ellos eran libertos13.
12 Pertenecer a las terceras órdenes era, como bien observó Caio Boschi, “sinónimo de status y
privilegio de las clases dominantes”14. Recurriendo a la misma estrategia, los negros se inserían
en las hermandades de color buscando protección contra la sociedad esclavista. Para ello,
se creaban círculos basados en la fe y en la camaradería. En las hermandades encontrarían
limosnas y asistencia durante la vida y después de la muerte. Los negros no podían formar
parte de los circuitos privilegiados dominados por los blancos, pues el color de la piel remetía
al cautiverio y a una determinada clase social. Si las “personas de baja esfera” llegaban a las
hermandades en busca de apoyo material y espiritual, hombres negros como Pedro Basílio e
Joaquim de Almeida Pereira, militares de la milicia de los Henriques, buscaban crear en las
cofradías una clientela para la cual pudieran actuar como líderes.
13 Entre los que estaban directamente involucrados en el proceso de la Inquisición, se encontraban
Joaquim de Almeida Pereira, ayudante de los Henriques, y Vitorino Pereira da Silva, capitán
de la milicia de los Henriques en la guarnición de la plaza de Recife. Ambos estaban bajo la
custodia del Santo Oficio y prestaron declaración en el palacio de Estaus, en Lisboa. En el
proceso también fueron mencionados e involucrados otros militares de la milicia de Hernique
Dias. Entre ellos, el fundador de la frailería, Pedro Basílio, quien era ex sargento de los
Henriques. De hecho, no se encuentra en el proceso una razón para no detenerlo y llevarlo a la
prisión del Santo Oficio como sucedió con sus dos compañeros militares. Aunque hubiese un
pedido de prisión en su nombre, Basílio no fue capturado, inicialmente, por los inquisidores.
Si esto hubiese ocurrido, tal vez hubiera huído. El nombre del maestro de la congregación,
José da Silveira, fue incluido en pocas denuncias, aun cuando ocupada un puesto destacado
en la congregación. En una hermandad del setecientos, por cierto, el maestro y el fundador
eran los dirigentes del grupo, pero no por eso fueron indicados por los denunciantes y los
inquisidores como los responsables de los abusos perpetuados. De forma extraña, la culpa por
crear una “religión” sin permiso formal de la Santa Madre Iglesia recayó sobre los hombros de
Vitorino y Joaquim, dos militares de la milicia de los Henriques todavía activos en el momento
de ser detenidos por el Santo Oficio. Con vehemencia, el primero negó su participación ya, el
segundo, reconoció estar involucrado al aceptar la patente de general de la frailería. Concluidas
las confesiones, los inquisidores consideraron sinceras dichas declaraciones.
14 Además de ellos, se encontraron referencias en las actas de la Inquisición sobre los siguientes
militares: Gonçalo Dias, hombre negro, capitán de la infantería de la milicia de los Henriques15,
Luís Gomes, capitán de ordenanzas de los Henriques; José dos Prazeres, negro liberto, alférez
de los granaderos de los Henriques; y Manuel de Jesús, negro liberto, ayudante de la milicia de
los Henriques; y el tambor-mor esclavo del sargento-mor Luís Nunes. Se percibe así una gran
proximidad entre la nueva cofradía y la milicia de los hombres de color. Coincidentemente,
las hermandades y las milicias eran instituciones que abrigaban a los negros esclavos, libertos
y libres de la colonia.
15 En este sentido, durante la confesión, Vitorino Pereira da Silva mencionó que Pedro Basílio,
fundador de la nueva cofradía, era negro liberto, soltero, oficial rastreador y tenía 23 o 24 años.
Fue sargento, pero perdió su puesto y le dieron de baja, dejando así de servir al Rey “por sus
actitudes y malos procedimientos…”16. De esta manera, perdió el honor y los privilegios de
ser militar de patente y de participar de la prestigiosa milicia de los Henriques. ¿Sería esa tal
vez la razón por la cual los inquisidores no lo detuvieron? De hecho, sin patente, perdió la
capacidad de reclutar soldados, algo que Joaquim y Vitorino sí podían hacer. En una sociedad
esclavista, el puesto de sargento era vital para los descendientes de cautivos. Al ser destituído,
Pedro Basílio también perdió el control sobre una clientela compuesta de jóvenes soldados
y la sustentación otorgada a los demás oficiales de la milicia. Por lo tanto, no sería absurdo
conjeturar que sin la patente él podría adoptar otra estrategia para mantener su clientela. Tal
vez fundando una cofradía, podría disponer de un honor semejante al que disfrutaba estando
en la milicia.
16 Generalmente, en la sociedad colonial los negros libres y libertos no disponían de muchas
alternativas para promover su ascensión social17. La milicia de los Henriques y las
hermandades eran, de hecho, canales seguros para que los negros crearan lazos cooperativos
y enfrentasen las adversidades de la sociedad esclavista. Desde las guerras de Pernambuco,
el valor de los soldados de color quedó más evidente para las autoridades coloniales y
constituyéndose una elite negra y libre. Así, tanto la milicia cuanto las hermandades “sirvieron
de portavoces de las aspiraciones y reinvidicaciones de los negros y mulatos libres”. En
definitiva, las hermandades y las milicias eran “la única forma de actividad comunitaria
permitida a las personas de color en la América portuguesa”18.
17 La elite negra de Pernambuco se originó con las mercedes recibidas por los servicios
militares prestados. Además del fuero de hidalgo y de la patente de maestro de campo,
los militares negros obtuvieron emancipación y tierras cedidas por la corona portuguesa
después de la restauración de Pernambuco. La tímida ascensión social de los negros militares
no se dio sin conflicto. En la indagación contra los oficiales de la milicia se encuentran
nítidos mecanismos de exclusión: si las mercedes reales promovían la inclusión social, las
denuncias eran detractoras y capaces de aniquilar rapidamente la tímida honra conquistada
por los Henriques. En principio, los padres seculares de Recife denunciaron insistentemente la
frailería sin diferenciar los milicianos de los esclavos o de los jóvenes vagabundos. El obispo
y el vicario general atacaron solamente a los militares activos, los detuvieron y los enviaron
a Lisboa. Sin embargo, las autoridades dejaron libres a los involucrados directamente en la
creación de la cofradía. ¿Si éstos últimos actuaban solamente en nombre de la pureza religiosa,
por qué no procesaron a Pedro Basílio y sus principales colaboradores? Verdaderos o no, los
rumores hacían viable la apelación al Santo Oficio, institución capaz de eliminar el prestigio
alcanzado por los oficiales negros, es por eso que los denunciantes, los religiosos y los propios
inquisidores los estigmatizaron como “herejes” de varios mandamientos.
18 Algunos negros se libraron del cautiverio al recibir el privilegio de la libertad, las patentes y
tierras. Obtuvieron esas mercedes gracias a los servicios prestados en los campos de batalla,
en la lucha contra los holandeses, indios tapuias del interior (sertão) y esclavos rebeldes en
Palmares; gracias, en definitiva, a los servicios y hazañas militares realizados por Henrique
Dias y sus seguidores19. Los pedidos de mercedes se iniciaron en marzo de 1656, cuando el
héroe negro viajó a Lisboa con dos soldados de su milicia, Pedro Lourenço y João Rodrigues20.
En la corte, solicitó los privilegios prometidos por la corona en el calor del combate. Las
mercedes eran promesas para animar a los vasallos a enfrentar las huestes enemigas. Así, desde
los idus de 1630, muchos premios y privilegios fueron ofrecidos, pero poco de ellos fueron
concedidos a los negros y mulatos. Años más tarde, ya finalizada la guerra, la muerte de
D. João IV provocó demoras en los despachos. En esta coyuntura el trámite de los documentos
para remunerar a los negros no llegaba nunca a su término, lo que impedía el usufructo de tales
beneficios. Solamente después de un año de su llegada a Lisboa, Henrique Dias recibió de la
reina D. Luisa Gusmão el edicto de la merced del fuero de hidalgo. Aun así, no se concretizó
una parte sustancial de las promesas de D. Felipe III y de D. João IV. El color de la piel y
el origen esclavo impedían la distribuición de esas mercedes,aun habiendo siendo guerreros
leales y defensores de la conquistas de Su Majestad21.
19 Cuando estuvo en Lisboa, Henrique Dias una vez más le recordó al monarca cuan valioso
era. Pues, como escribió frey Calado, era “negro de piel, pero blanco en las obras, y en su
esfuerzo”22. En Lisboa, también disputó junto a la reina la confirmación de su milicia. Para
ello, los soldados tenían que recibir la libertad, condición esencial para ser militares. Dias le
recordaba a Su Majestad que durante la guerra le prometió que “serían libertos, y con esa
promesa servirían siempre con gran entusiasmo y voluntad…”23. Así, Henrique Dias no tenía
las intenciones de solamente recibir beneficios para mantener la honra y la prosperidad de
sus hijas y yernos, sino también pedir la libertad y el sustento para sus soldados. Después
de ser restaurado Pernambuco, muchos negros permanecieron cautivos, una condición que
dificultaba el mantenimiento de las tropas bajo su liderazgo. En el calor de los combates, los
señores de la esclavitud ofrecieron hombres para luchar en nombre del rey24. Al finalizar la
guerra, ellos querían reabrir sus propiedades, reconstruir sus plantíos y los ingenios, mientras
que los esclavos contaban con la emancipación para continuar sirviendo con entusiasmo y
voluntad al soberano.
20 Para el Consejo Ultramarino, los Henriques cuidaban las tierras contra potenciales amenazas
holandesas, podrían también actuar en la captura de esclavos fugitivos, la lucha contra los
quilombos25. Además de la defensa, la libertad de los negros era concedida como un premio,
con la condición de que permanecieran obedientes y cristianos. Los líderes negros recibieron
puestos de honor en la milicia para servir a Dios y a Su Majestad. Pero a los negros no
les bastaba con su libertad. Sin tierras no tenían otra alternativa más que el trabajo casi
esclavo bajo la tutela de los señores, debido a que en las milicias no siempre contaban
con una remuneración. El fin de la esclavitud solamente se viabilizaría en el caso de los
negros, soldados de la milicia, que pudiesen contar con rentas y tierras. Las posesiones fueron
repartidas por el maestro de campo, general Francisco Barreto, y por los maestros de la milicia
de la infantería, obedeciendo “la justa distribución proporcional a lo merecido por cada uno”.
De hecho, al actuar en la milicia, los esclavos y libertos tenían la posibilidad de ascender
socialmente, pues más allá de la libertad, contaban con tierras cedidas por el rey como un
premio por sus hazañas militares.
21 En las primeras décadas del siglo XVIII, los negros de las milicias enfrentaron otras
adversidades, además de la reconstrucción de la iglesia de Nossa Senhora da Assunção.
Mientras vivió, Henrique Dias dirigió las tierras y las casas como un donatario de la corona,
pero después de su muerte, las propiedades fueron invadidas por los habitantes de Recife, y
los negros perdieron paulatinamente la posesión de la herencia del héroe negro. Resistiendo,
en principio, la merced real, “algunas personas comenzaron a perturbar a los solicitantes (los
mujer fue puesta desnuda en un trono, colocándole flores para que luego se relacionara con los
negros que allí se encontraban. Entre los tantos denunciantes, cabe mencionar el testimonio
del padre João de Martins Bezerra, sacerdote del hábito de San Pedro y habitante de la Villa
de Recife. Contó al vicario general sobre el uso de los hábitos de la orden del Carmo y San
Francisco. Sin embargo, el sacerdote confesó no haber visto con sus propios ojos cópulas o
masturbaciones entre los novicios.
27 En la sección de genealogía, Joaquim de Almeida Pereira intentó convencer a los inquisidores
de la alevosía de los religiosos, en particular de los clérigos de la hermandad de los negros de
Rosario. Éstos últimos quedaron ofendidos y ordenaron al sacristán de su iglesia que no les
diese vestimenta a ningún clérigo para que celebrase misa29. La disputa entre la hermandad
y la frailería tal vez fuera motivo de preocupación, ya que los hermanos utilizaban la misma
capilla para promover sus cultos. De todas maneras, no fueron los hermanos de la mencionada
hermandad los denunciantes, sino los padres del hábito de San Pedro, quienes se destacaron a
lo largo del proceso como principales responsables por difundir en la villa los rumores de los
desvíos morales y herejes ocurridos en las ceremonias secretas o en los actos de conocimiento
público.
28 En esta fase del proceso los testimonios eran unánimes en atacar a los negros indisciplinados.
Como resultado de la investigación, el reverendísimo vicario general ordenó, en nombre del
obispo, la prisión del ex sargento Pedro Basílio, de los alférez de los granaderos José dos
Prazeres, ya fallecido, del ayudante Joaquim de Almeida Pereira, del capitán Vitorino Pereira
da Silva, todos miembros de la milicia de los Henriques. Entre los buscados, estaban también
tres libertos, nueve esclavos, hombres y mujeres, todos negros30. Como se percibe a lo largo del
proceso, los principales implicados en el caso eran los miembros de la milicia de los Henriques
y los esclavos. Solamente Vitorino y Joaquim llegaron al final del proceso y enfrentaron a los
inquisidores. Después de dos años de confesiones, los reos esperaban en las cárceles del Santo
Oficio más informaciones provenientes de ultramar. Por ellos, los inquisidores retomaron las
investigaciones el ocho de enero de 1743 en Recife, ahora dirigidas por el comisario del Santo
Oficio, el reverendo Antônio Alves Guerra.
29 El comisario alteró ligeramente la lista de interrogados por el vicario general. Entre los
dieciocho testimonios, siete eran padres del hábito de San Pedro, un clérigo, un licenciado,
un alférez, un ayudante, cuatro orfebres, dos modistos pardos y un pardo “que vive de
escribir y de hacer cuentas”. Todos repetían las mismas denuncias: el incumplimiento del
sexto mandamiento, los saludos y los hábitos como eran realizados en las órdenes religiosas.
Decían también que la cofradía no tenía otro propósito sino el de promover banquetes “para
comer y beber y cometer algunos pecados con las negras…”31. Para ello, robaban de las áreas
vecinas cerdos, cabritos que comían en tales fiestas. El comisario, mientras tanto, no quedó
satisfecho con estos relatos y presionó a los interrogados para que proveyeran el origen de tales
informaciones. Pero, si no habían presenciado tales actos, ¿cómo es que sabían de ellos? Ese
cuidado en la investigación promovió una diferencia, pues quedó en evidencia que muchas
denuncias no pasaban de ser simples rumores. En general, nadie había testimoniado tales
abusos sexuales aunque, por el contacto directo con los hermanos de la frailería, observaban
que se comportaban como si se tratara de una orden religiosa.
30 El padre Manuel Bernardes da Câmara, sacerdote del hábito de São Pedro, denunció la frailería
al oír las historias de Augustinho de Melo e de João Rodrigues Ferreira. En sus declaraciones
ambos mencionaron conocer los hechos “por haberlos escuchado y ser de conocimiento
público dentro de la Villa”32. El padre Câmara garantizaba que Pedro Basílio reunía varios
jóvenes en casa. Como eran vecinos, alertó al fundador de la frailería que los jóvenes podrían
realizar robos y provocar confusiones. Sin embargo, él no fue capaz de sustentar las graves
acusaciones por no haber presenciado los hechos. Los restantes denunciantes repitieron la
misma táctica, pues relataron los desmanes y después confesaron que los habían escuchados
de otras personas y que eran de fama pública. Después de interrogar dieciocho testimonios
y de mapear los orígenes de los rumores, poco restó de las declaraciones referentes al sexto
mandamiento. Nadie confesó haber presenciado las cópulas y las masturbaciones.
31 Al ser interrogados sobre la razón por la cual Pedro Basílio habría fundado la frailería, muchos
indicaban los banquetes y las orgías como los principales motivos. El padre João Martins
Bezerra, sacerdote del hábito de San Pedro, se mostró más medido y reconoció su incapacidad
de comprobar tales abusos sexuales. Pero, según las noticias, él tenía razón sobre el hecho de
que la congregación había sido creada para “captar negros y negras para que frecuentasen la
Iglesia de Nuestra Señora del Rosário de los negros los domingos y para que los días santos
rezasen a Nuestra Señora”. También pretendían garantizar una buena muerte y la caridad a
los más necesitados. El modisto pardo, Pedro Coutinho de Carvalho, destacó la devoción del
convento de frailes y relató que veía a los negros, inclusive a las mujeres, rezando y cantando
a Nuestra Señora, siempre en la iglesia33.
32 Como los negros de la frailería eran vistos en las oraciones, en las alabanzas y cantos, no
sorprende el número tan expresivo de religiosos entre los interrogados. De hecho, más allá de
la credibilidad, el comisario llamó a declarar a individuos que circulaban en las iglesias, que
conocían a los hermanos y que podrían presenciar los posibles desvíos de fe. Mientras tanto,
en la lista de testimonios, se destacaban cuatro oyentes, particularmente Augustinho de Mello,
citado en diversos momentos como origen de los rumores. ¿Por qué existían tantos orfebres
implicados en el caso? Hay que tener en cuenta que luego de la prisión, el capitán Vitorino
alertó a los inquisidores sobre la enemistad de dicho oficial orfebre34. Al ser preguntados por
el comisario del Santo Oficio, los padres Ignácio dos Santos, Antônio das Virgens e Manuel
Bernardes Câmara indicaron Agostinho como el responsable de diseminar tales rumores. Los
demás orfebres informaron que sus denuncias se originaron en conversaciones realizadas con
los padres del hábito de San Pedro. En definitiva, se percibe cómo este caso se tornó de
conocimiento público a partir de los rumores difundidos en las conversaciones entre religiosos
y orfebres. Del total de los dieciocho interrogados, doce eran parte de uno de los dos grupos.
33 Aunque el proceso de la Inquisición involucraba dos oficiales de la milicia, la sociabilidad
militar no fue debidamente destacada en los interrogatorios llevados a cabo por el vicario
general y el comisario del Santo Oficio. Sobre la actuación de los negros en la milicia de
Henrique Dias no hubo una mención relevante. Ninguno de los Henriques estaba incluído en
la investigación, salvo el alférez Manuel Rodrigues da Costa y dos ayudantes, José Gouveia
Ferreira y el pardo Manuel Mello de Sousa. En la declaración, este último juzgó los rumores
como poco fiables, pues provenían de personas de “menos confiabilidad y crédito, y la mayor
parte de ellos eran cautivos”35. En la lista de los interrogados no fueron incluídos ninguno de los
miembros de la frailería, ni los oficiales mecánicos, ni los esclavos, ni el mismo Pedro Basílio.
34 Para aclarar esas elecciones, el comisario escribió el siguiente argumento: “… no busqué
informaciones con ninguno de los llamados congregados por ser ellos cautivos, ebrios y
poco confiables…”. En definitiva, los inquisidores no tenían intenciones de perseguir, punir
esclavos o personas sin calificaciones. Aunque habían sido denunciados varias veces durante el
proceso, los cautivos no siempre recibían nombres, a veces eran solamente descriptos. Cuando
eran nombrados, a veces los testimonios recurrían a nombres falsos o al nombre de sus amos;
en definitiva, era irrelevante identificarlos. No obstante, les interesaba desmantelar la clientela
creada por los oficiales de la milicia, desbaratando la sociedad creada en el seno de la iglesia
de Nuestra Señora del Rosario. Compuesta por jóvenes sin ocupaciones, tal congregación no
tenía otro objetivo sino el de comer y beber, de acuerdo con la conclusión final del comisario36.
35 Pero este veredicto no coincidía con las oraciones, los cantos y la devoción mariana varias
veces mencionados a lo largo del proceso. Si buscaban apenas beber aguardiente y comer
animales robados de los alrededores, ¿por qué entonces se vestían y se trataban como religiosos
de una orden regular? ¿Por qué creaban jerarquías, reglas para los novicios y ceremonias
de iniciación como las confesadas por Joaquim de Almeida Pereira y denunciadas por los
interrogados? El comisario calificó la frailería como una reunión de ebrios y vagos, sin
el contenido herético mencionado en la mayoría de los interrogatorios. Los inquisidores
ordenaron, entonces, que el obispo de Pernambuco librase de la prisión a los involucrados en el
caso, inclusive al fundador y ex sargento Pedro Basílio. En este rol también estaba el estudiante
José Gomes, el oficial zapatero y secretario del convento Salvador dos Santos, además de tres
esclavos: Antônio Gomes, Antônio Luis da Serra e José de Oliveira37.
36 La lista de los presos tan solo reforzaba el interés eclesiástico de castigar a los oficiales activos
de la milicia de los Henriques. ¿El ex sargento, el estudiante y el secretario del convento de
frailes no tenían informaciones relevantes para los inquisidores? ¿Serían ebrios y vagabundos?
¿En nombre de la defensa de la ortodoxia, esos negros no debían también participar de la
investigación? Al detener y responsabilizar a los Henriques por los abusos cometidos en
el convento, el obispo y el comisario corroían rápidamente el prestigio social duramente
alcanzado por los militares. De ser hombres valientes, pasaron a ser repentinamente ebrios y
vagabundos. En Lisboa, la elección de los dos militares como líderes de la frailería no fue
refutada. ¿Fue esa una señal de anuencia?
37 Mucho antes del comienzo del proceso de la Inquisición, varios oficiales de la milicia de los
Henriques sintieron su prestigio amenazado por los poderes militares y eclesiásticos. En una
carta dirigida al rey, Henrique Dias denunciaba falta de respeto en el trato que el maestro
de campo, Francisco Barreto, mostraba hacia él y sus aliados. El negro era tratado con poca
reverencia, con palabras indecentes, pues el maestro vociferaba que “no lo reconocía como
soldado y que no era nada, ni siquiera un empleado a sueldo… ”38. El héroe negro de las
guerras de Pernambuco era, de esta forma, mal tratado por su superior. La falta de prestigio
de los negros, fue registrada en varias ocasiones en las probanzas de la Mesa de la Conciencia
y Órdenes y del Santo Oficio. En principio, el origen cautivo de Dias no estaba vinculado
a los impedimentos establecidos en las Definiciones y estatutos de la Orden de Cristo, libro
fechado en 1628. En esa época los interrogatorios estaban direccionados a la verificación de
los vínculos con la raza de los moros, de los judíos y los antecedentes de hombres gentiles.
38 En la Mesa del Santo Oficio, Vitorino Pereira da Silva y Joaquín de Almeida Pereira fueron
finalmente absueltos por falta de pruebas y amonestados para no “volver a cometer los abusos
que se endilgaron, ni otros semejantes, ya que si así lo hiciera, serían castigados con todo el
rigor”39. Tal veredicto se impuso aun después que los inquisidores reconocieron la dificultad
de comprobar las denuncias. La persistencia de la culpa tal vez estuviese vinculada al origen
cautivo de los reos, a la falta de crédito, a la deshonra fácilmente obtenida a través de sus
enemigos al expandir noticias sobre los abusos cometidos en la frailería.
39 En diferentes circunstancias, los poderes eclesiásticos impidieron la ascensión social del grupo
a cargos y títulos, ya fuera en el ámbito metropolitano, en la Mesa de la Conciencia y Órdenes
al negar la habilitación de los negros, ya fuera en el ámbito local, con las numerosas denuncias
del clero secular realizadas contra los Henriques. Si antes no se pensaba en la posibilidad de
ascensión social de los negros y mulatos, la restauración de Pernambuco permitió a los que
salieron del cautiverio la posibilidad de distanciarse de su origen. Esa brecha creó expectativas
y generó conflictos. En la negación al pedido no se mencionó la sangre impura, sino la falta
de calificación y estimación. Si los eclesiásticos así lo consideraban, el monarca y el Consejo
Ultramarino reconocían sus méritos y procuraban promover sus carreras militares.
40 El reo Joaquim de Almeida Pereira no dejó rastros de su existencia después de recibir la libertad
por parte de los inquisidores. Por otro lado, el capitán Vitorino escribió al Consejo Ultramarino
y pidió ayuda para volver a Pernambuco. Antes de continuar con la trayectoria de militar
absuelto por la Inquisición, sería fundamental reunir algunas evidencias.
41 La frailería de Pedro Basílio intentaba reunir jóvenes libertos y esclavos para reverenciar a
Nuestra Señora y crear lazos entre los religiosos de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario
y los hermanos desamparados. Los oficiales de la milicia de Henrique Dias allí participaban
como intermediarios, promotores de la hermandad y principales líderes. La participación del
capitán Vitorino en la cofradía era controvertida, pues éste negó su vínculo, pero tuvo su
nombre incluído en las declaraciones de varios interrogados. Sin admitir su participación,
Vitorino tal vez incurriese en perjurio, pero los inquisidores no se convencieron de su culpa
y lo consideraron inocente. Si los jóvenes veían la frailería como una estrategia de protección
frente a la sociedad esclava, ¿cuál sería el interés que perseguían los militares negros al crear
la congregación, amparando y doctrinando a los negros libertos y esclavos?, ¿No sería, como
concluyó el comisario, para comer y beber opíparamente en los banquetes?
42 En las entrelíneas del proceso se percibió la intención del vicario general, del comisario y
de la mayoría de los interrogados en culpar a los Henriques, convirtiéndolos en líderes de
da Silva revelan los mecanismos sociales responsables por mantener el orden establecido
impidiendo la discreta ascensión social de individuos oriundos del cautiverio. Aunque de
forma controvertida, se percibe allí la génesis de las prácticas de exclusión, la ideología racista,
según defendió Schaub43, haciendo particularmente inestable la ascensión social alcanzada por
la elite negra de Pernambuco.
Notes
1 Según Rafael Bluteau, fradaria era: “Muchos frailes juntos, o Religión de Frailes o Acción de Frailes,
visto con una connotación negativa”. Vocabulário portuguez & latino, ww.ieb.usp.br/online/dicionarios/
Bluteau/imgDicionario.asp?arqImg=2926&vol=9&vvcont=20237&vtabela=tabBluteauF )
2 Archivo Nacional de la Torre do Tombo (ANTT), Inquisición de Lisboa, (IL) proceso 132 (1741-1743)
f. 4, 36, 38, 40-42, 45 v, 48 v, 89 e 107 v.
3 Idem, f. 6-6 v.
4 J. Scarano, Devoção e escravidão, São Paulo, Companhia Editora Nacional, 1975, p. 30-31.
5 ANTT, IL, proc. 132, f. 38-38 v., 52-52 v.
6 Idem, f. 21-21 v, 36-37 v.
7 Daniel Silva e David Eltis, Extending the frontiers, New Haven, Yale University Press, 2008, p. 100.
8 J. Russell-Wood, Escravos e libertos no Brasil Colonial, Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 2005,
p. 191-202.
9 Los Henriques todavía actuaban como oficiales militares el siglo XIX: Hendrik Kraay, Race, State,
and armed forces in independence-era Brazil, Stanford, Stanford University Press, 2001, 90-91.
10 ANTT, IL, proc. 132, f. 42 v.
11 J. Russell-Wood, Escravos .. p. 202.
12 J. Russell-Wood menciona la costumbre de formar clientelas, algo recurrente en las sociedades
africanas: “Através de um prisma africano”, Tempo, 12, 2001, p. 29.
13 ANTT, IL, proc. 132, f. 52v, 39 v-40..
14 Caio C. Boschi, Os leigos e o poder, São Paulo, Ática, 1986, p. 162.
15 ANTT, Registro Geral das Mercês (RGM), D. João V, liv. 11, f. 228.
16 ANTT, IL, proc. 132, f. 6 v.
17 Sobre las estrategias de ascensión social de los negros, ver: Kalina W. Silva, ”Os Henriques nas Vilas
açucareiras do Estado do Brasil”, Estudos de História, v. 9, 2002.
18 J. Russell-Wood, “Ambivalent authorities”, The Americas, 57, 2000, p. 13-36.
19 J. A. Gonsalves de Mello, Restauradores de Pernambuco, Recife, Imprensa Universitária, 1967; Hebe
Mattos, “Henrique Dias: expansão e limites da justiça distributiva no império português”, R. Vainfas et
alli (eds.), Retratos do império, Niterói, EdUFF, 2006, p. 29-45.
20 Archivo Histórico Ultramarino (AHU), Documentos avulsos, Pernambuco, doc. 591.
21 Para más informaciones sobre los obstáculos establecidos a la remuneración de los negros, ver: Francis
Dutra, “A hard-fought for recognition”, The Americas, 56, 1999, p. 91-113; Id., "Africans heritage and the
Portuguese Military Orders in seventeenth and early eighteenth century Brazil”, Colonial Latin American
historical Review, 15, 2006, p. 113-141; ANTT, Mesa da Consciência e Ordens, códice 35, f. 99-100.
22 Frei Manuel Calado, O valeroso Lucideno, São Paulo/Belo Horizonte, Edusp/Itatiaia, 1987, v. 1,
p. 81-83.
23 “O governador Henrique Dias pedi que se confirme a milícia” in: J. A. Vasconcelos (ed.), Henrique
Dias, Lisboa, Agência Geral das Colônias, 1940., p. 26.
24 Ese dilema era recurrente en varias regiones esclavistas, sobre todo en el siglo XIX, ver C. L. Brown
& P. Morgan(eds.), Arming slaves, New Haven, Yale University Press, 2006, 1-13, 120-145 e 146-179
25 “O governador Henrique Dias pedi que se confirme a milícia” in: J. A. Vasconcelos, ... p. 31.
26 AHU, Pernambuco, doc. 3041e 609.
27 Idem, doc. 3513 e 3797.
28 Bruno Feitler, Nas malhas da consciência, São Paulo, Phoebus/Alameda, 2007: 19-65 e 178;
José Pedro Paiva, “Reforma religiosa, conflito, mudança política e cisão”, Vainfas & Rodrigo Bentes
Monteiro (eds.), Império de várias faces, São Paulo, Alameda, 2009, 317.
29 Idem, f. 25 v, 9 v, 23 v-24, 26 e 45 v.
30 Idem, f. 28 v-30. Entre los presos, se encuentra una africana, única mencionada en el proceso: “Joana
courena ou do gentio da Mina escrava do ferreiro do Livramento”.
31 ANTT, IL, proc. 132, f. 83-109 e 96 v.
32 Idem, f. 90v, 24 v e 87.
33 Idem, f. 92-93 v e 96-96 v.
34 Idem, f. 10 v.
35 Idem, f. 94 v.
36 Idem, f. 109 v e 109.
37 Idem, f. 115.
38 AHU, Pernambuco, doc. 406.
39 ANTT, IL, proc. 132, f. 117 e 120.
40 ANTT, RGM, liv. 34, f. 367.
41 AHU, Pernambuco, doc. 5115.
42 ANTT, IL, proc. 132, f. 11 v
43 Jean-Fredéric Schaub, “La catégorie – études coloniales – est-elle indispensable?”, Annales. Histoire,
Sciences Sociales, 63, 2008, p. 625-642.
@apropos
Ronald Raminelli
UFF/CNPq/Faperj
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Resumen / Abstract
En 1737, un ex-militar negro creó en Recife una cofradía, en la que reunió jóvenes negros
libres y esclavos. El comportamiento heterodoxo del grupo provocó rumores, despertando la
reacción del obispo de Pernambuco. Sospechosos de herejía, dos militares fueron enviados a la
cárcel del Santo Oficio en Lisboa. Con ese proceso, el artículo analiza las denuncias contra la
cofradía (frailería) y los conflictos entre sacerdotes seculares y militares negros. Intenta sobre
todo identificar las trabas colocadas a la ascensión social de los negros libertos y libres.
Palabras claves : Brasil, esclavitud, jerarquías, siglo XVIII, conflictos sociales, negros
In 1737, a black ex-military created a brotherhood in Recife, which brought together young
free blacks and slaves. Unorthodox behavior sparked rumors of the group, raising the
reaction of the Bishop of Pernambuco. Hejería suspects, two soldiers were sent to prison
of the Inquisition in Lisbon. With this process, the article examines complaints against the
brotherhood (fradaria) and conflicts between secular priests and black soldiers. Try especially
to identify the obstacles placed upward mobility of black freedmen and free.
Keywords : blacks, hierarchy, 18th century, Brazil, slavery, social conflicts
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