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El Precio Del Sexo PDF
El Precio Del Sexo PDF
A. Arjona
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Agradecimientos:
A mi marido por quererme y creer en mí, por
hacerme sentir que todo lo puedo, y estar
siempre a mi lado en cada triunfo y cada derrota.
Con él no hay imposibles ni se marcan barreras.
Gracias “nano”.
A mis hijas. Que son lo mejor que me ha dado la
vida. A pesar de los esfuerzos y dificultades para
enseñarlas a ser adultas y responsables, me
siento satisfecha de mi labor como madre.
Por último a mi nieto. Ese ser pequeñito
maravilloso, que nos está enseñando tanto
cuando ya creíamos saberlo todo.
Gracias a la vida, por ofrecerme tantos
momentos de felicidad.
A. Arjona
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El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido
para los que tienen miedo, muy largo para los que se
lamentan, muy corto para los que festejan, pero para los
que aman el tiempo es una eternidad.
WILLIAM SHAKESPEARE
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―¿Quién eres?. Me dije esta mañana cuando me
miré en el espejo después de la ducha diurna. Tienes
cuarenta cinco años, dos hijos, y un marido que te adora,
¿qué te pasa? ¿no lo ves?. Vas a la deriva, a toda
velocidad, y solo tú lo puedes parar.
―Me llamo Alba. Nací en una familia humilde, de
una barriada de Barcelona. Soy la menor de cinco
hermanos, tres chicas y dos chicos. Mis hermanas y yo
cursamos sólo los estudios básicos; mis padres no podían
costearse la universidad de todos. Como era de esperar,
sólo los varones tuvieron ese privilegio, vivíamos en un
país un poco machista, aunque, poco ha cambiado a día
de hoy.
Pero he de decir que la vida ha sido muy generosa
conmigo.
Me casé a los veinte años, con un chico estupendo
de importante família, abogado, como todo su linaje,
Raúl, es diez años mayor que yo, aunque físicamente está
muy bien. Mide metro setenta, delgado pero fibrado,
moreno con ojos verdes; vamos que está muy bien.
¿Qué fallaba?, pensaba que nada, que lo tenía
todo... hasta que un día conocí a Jesús, mi monitor de
gimnasia, y colocó mi vida patas arriba.
También es cierto, que yo para mi edad me
mantengo muy bien, bueno, con algún retoque que otro,
qué mujer con posibles no los tiene.
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Pero, vayamos desgranando, llevo en ese gimnasio
desde que me casé con Raúl, me lo recomendó él. »Qué
ironía«.
He tenido muchos monitores y nunca me fijé en
ninguno, estaba felizmente casada o, eso creía yo.
Jesús tiene treinta años y un físico espectacular. El
primer día que nos dió clase no podía dejar de mirarlo, él
ni se fijó en mí.
Cuando llegué a casa me metí en la ducha, dejé
correr el agua por mi cuerpo y me toqué pensando en él.
Recorrí mi cuerpo con una destreza que no conocía,
nunca había necesitado tocarme. «Fué mi primera vez».
Hacía ya quince días que nos daba clase el nuevo
monitor y seguía sin fijarse en mí, y yo, tocándome
pensando en él…
Tuve un impulso que no pude contener cuando
estábamos estirando. «Ya la clase tocaba a su fin».
Inventé que me había dado una rampa y Jesús
corrió hacia mí con cara de preocupación. Poco a poco la
clase fue quedando vacía, yo fingía que me dolía mucho,
que no me podía levantar. Jesús me dijo que era fisio
terapeuta además de monitor de gimnasia y que vivía
muy cerca del gimnasio, que me ayudaría a llegar a su
casa. Y allí con cremas me haría un masaje.
No salía de mi asombro, no sólo había logrado
llamar su atención, sino que me llevaba a su casa.
«Desde luego hoy era mi día de suerte».
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Vive a dos calles del gimnasio, en un estudio de
dos habitaciones, los muebles son muy sencillos, me dijo
que era todo de Ikea.
―¿Me puedo dar una ducha? ―habíamos dado
una clase de aeróbic y la verdad, estaba bastante sudada.
―Por supuesto ―me indicó donde estaba el baño.
La estancia era muy pequeña, más si lo comparo con el
mío que debe tener unos veinte metros cuadrados con
ducha, jacuzzi, y sauna, pero a lo que vamos que me voy
del tema. Salí de la ducha envuelta en un albornoz verde
lima que Jesús me había dejado, olía a limpio, a
suavizante.
Llegué al comedor. Él me estaba esperando sentado
en el sofá, me abrí el albornoz y lo deje caer al suelo, me
miró de arriba abajo boquiabierto. Imagino que bastante
sorprendido por la situación. Se acercó y dijo:
―¡Tienes un cuerpo increíble! ―pegó sus labios a
los míos y sin parar de besarme me cogió en brazos y me
llevó a su cama.
Me tumbó con delicadeza y se echó a mi lado, no
dejaba de besarme y decirme que tenía un cuerpo muy
sensual. Mido metro sesenta y uno, soy rubia, dicen que
bastante guapa, ojos color miel, peso cincuenta kilos, una
noventa y cinco de pecho, operado pero con un resultado
bastante natural, total que creo que todavía soy deseable.
Pero sigamos. Con mucha suavidad fue recorriendo mi
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cuerpo con sus labios, yo me iba arqueando de placer, mi
cuerpo pedía más, ¡ mucho más!.
Entonces me penetró, con suavidad pero con
contundencia. Por momentos con movimientos suaves
otros con más energía. Dentro fuera, dentro fuera…
Mi cuerpo convulsionaba deseoso de mucho más,
giró y quedé encima de él, con su miembro ansioso
dentro de mí, y ocurrió algo inesperado que nunca llegué
a imaginar. Me abrió los glúteos con ambas manos
mientras entraba y salía de mí. Llegó mi primer orgasmo.
El placer era sublime. Deseaba poder parar el
tiempo hasta que mi cuerpo dijera ¡basta!.
He de decir que en casi veinticinco años de casada,
mi marido jamás me había hecho algo parecido. Él es
bastante tradicional en lo que al sexo se refiere.
Volvamos a los hechos. Me iba besando mientras
me penetraba cada vez con más violencia, aquella forma
de amar me era totalmente desconocida, ahí, descubrí,
que el sexo con mi marido era muy light.
De pronto, noto su dedo en la entrada de mi culo.
Debo admitir que esa cueva nunca la ha penetrado
nada ni nadie, «mi marido jamás lo ha intentado».
Empecé a tener palpitaciones en el ano y un deseo
incontrolado que me penetrara por ahí. Aunque,
desconocía si eso me iba a gustar o, por el contrario, me
dolería y sería desagradable. Pero no iba a ser hoy el día
que resolviese la duda.
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Volví a tener otro orgasmo; hasta hoy pensaba que
no me gustaba mucho el sexo, que podía pasar sin él,
pero aquí, en esta cama, con Jesús haciéndome sentir la
mujer más deseada del mundo, me he dado cuenta, que el
problema es que Raúl, mi marido, es muy básico en la
cama cuando me hace el amor.
Aunque con Jesús no estaba haciendo el amor,
estaba follando y era increíble.
Cuando se corrió, yo ya estaba completamente
exhausta.
Nunca pensé que se podía sentir tanto placer en una
relación sexual, y para colmo, que fuera fruto de una
infidelidad.
Me levanté corriendo, recogí toda mi ropa y le dije:
―¡Esto no volverá a pasar nunca más!, de hecho
no tenía que haber pasado. Di un portazo y bajé
corriendo a la calle, él decía algo, pero estaba tan
avergonzada que no podía escuchar.
Cuando llegué a casa, afortunadamente mi marido
no había llegado. Me metí en la ducha intentando lavar
mi culpa, »la culpa es imposible lavarla».
Me dejé caer de rodillas en la ducha. La cara se me
inundó de lágrimas.
De repente, siento una inmensa necesidad de hacer
una retrospectiva de mi vida.
Conducía mi Citroën visa, un coche de aquellos
años bastante normalito que todavía estaba pagando y,
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tuve que frenar de golpe en un paso de cebra, porque un
niño salió a la carrera. Raúl conducía su BMW 528; iba a
bastante velocidad y no pudo detenerlo a tiempo.
Impactó fuertemente por detrás con mi coche.
El dolor era insoportable, notaba que algo dentro de
mí se había roto. Bajó corriendo de su coche y me sacó
en brazos, me preguntó si me encontraba bien que lo
sentía mucho que iba a un juicio muy importante que era
el abogado y que llegaba tarde. Hablaba muy rápido,
estaba fuera de sí.
―Me duele mucho el pecho ―pude decir con un
hilo de voz.
―Tranquila, yo me ocupo de todo.
Me dejó sentada en la acera, con una pareja que
paseaba por allí y al ver lo ocurrido pararon por si
podían ayudar.
Me entregó su carnet de conducir para que no
creyera que se fugaba, hizo una llamada, me besó en la
frente y se fué.
La ambulancia no tardó en llegar, pero el dolor era
tan horrible que me pareció una eternidad.
Me llevaron a una clínica privada de Barcelona.
Debe haber un error dije yo. «Esa clínica no
pertenecía a la seguridad social». Me contestaron que no
me preocupara, que el señor Andreu les había dado claras
instrucciones a seguir. Sabía que se referían a Raúl, había
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leído sus datos en el carnet de conducir que me había
dejado.
Me hicieron todo tipo de pruebas. El diagnóstico
fué; tres costillas rotas. Me ingresaron.
Estábamos en julio,”el verano tirado por la borda”,
pensé.
A las cinco de la tarde llegó Raúl, »con el ramo de
flores más grande que había visto en mi vida«.
Vestía pantalón de lino beige, camisa azul pastel y
unos náuticos. Me quedé boquiabierta. Estaba tan bueno
y era tan guapo que, por un momento, olvidé que por
culpa de él me encontraba en aquella cama.
Se acercó a mí, yo seguí acostada, no me podía
mover sin ayuda. Me besó en la frente otra vez.
Se presentó formalmente y me dijo que lamentaba
lo ocurrido, que todo había sido culpa de él y me iba a
compensar muy bien. Lo siguiente que me dijo me
desconcertó mucho;
―¿Tienes novio?.
―No, no tengo.
―Perfecto. Yo cuidaré de ti… ―de momento, no
sólo ha cumplido sino que lo ha hecho muy bien.
Mi marido acaba de llegar a casa, espero que no
note que he estado llorando o, peor aún, que vea en mi
cara que le he sido infiel.
Estoy sentada en el sofá, se acerca y me besa en los
labios, siempre me besa cuando se va y cuando vuelve.
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»Sigue siendo tan cariñoso como el primer día«.
Por eso me siento doblemente mal.
Me sirve una copa de vino, se sienta a mi lado y me
pregunta como me ha ido el día.
Charlamos animadamente hasta que María, la
señora que nos ayuda, nos sirve la cena; un suculento
pastel de carne, una ensalada y fruta variada.
María y su marido Manuel, viven con nosotros; él
es nuestro jardinero y ella cuida de mi família.
Nuestras dependencias están en un extremo de la
casa. Mi marido siempre ha sido muy celoso de su
intimidad.
Cuando me desnudo para acostarme me dice:
―¡Que agradable es tu cuerpo a la vista!.
Él nunca diría una ordinariez, ya que ha tenido una
estricta educación.
Me va besando muy suavemente, me dejo llevar.
Invadida por un deseo desconocido le cojo el miembro
con la mano y me lo llevo a la boca. Comienzo a
chuparlo tan violentamente que hago que se corra en un
instante. Me abraza y dice lo mucho que me quiere,
cuando recupera la erección me hace dulcemente el
amor. Nos dormimos abrazados.
Me levanto con dolor de cabeza, he dormido poco
y mal. «El sentimiento de culpa no me ha dejado
descansar».
Raúl me pregunta mientras desayunamos;
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―¿Te encuentras bien cariño? ¡haces cara de
cansada!.
―Creo que estoy incubando algo ―le miento,
nunca antes lo había hecho. Una de mis cualidades es
que siempre voy de frente, «y, aquí me tenéis, haciendo
lo que siempre he criticado de los demás«.
Cuando se marcha al trabajo me doy una ducha, me
siento fatal. Pero no puedo quitarme de la cabeza a Jesús,
y menos, el increíble polvo que echamos.
Hoy no voy a ir al gimnasio, no puedo verlo. ¡Qué
vergüenza!, espero que no sea del tipo de hombre que lo
va explicando por ahí.
Paso el día bastante mal. Intento no pensar en ello,
pero mi mente va por libre evocando una y otra vez lo
que ocurrió.
A mediodía casi no como, no tengo hambre,
deambulo por casa y no sé qué hacer pues no tengo a
quién contárselo. Mis amigas verdaderas las perdí; nos
movemos en círculos muy diferentes. Ahora mis amigos
son los de Raúl, gente influyente y famosa, pero amigos
y amigas de él.
El día se hace tedioso. Ya por la tarde, me arreglo y
decido irme de compras. Tras adquirir cuatro cosas para
casa, me armo de valor y decido entrar en una tienda de
lencería, lejos de mi barrio lógicamente. No quisiera
encontrarme con ninguna conocida. Me moriría de
vergüenza.
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Normalmente, aprovecho cuando estamos de viaje
para hacer este tipo de compras, sobre todo en París, la
lencería de allí me parece exquisita. Me pruebo varias
cosas y me decido por un corsé con pedrería precioso, un
liguero, unas medias, y un tanga espectacular. Quiero
sorprender a mi marido.
De alguna manera, quiero compensarle lo que
acabo de hacer. Aunque él no lo sepa, claro. Pero siento
que se lo debo.
Mi mente vuelve al pasado. Necesito recordar
cuándo conocí a mi marido. Cómo me enamoré de él en
cuanto entró por la puerta de la habitación de la clínica.
Estuve ingresada una semana, vino a verme cada
día, siempre me traía un detalle. En eso tampoco ha
cambiado, sigue siendo muy detallista conmigo.
El día que me dieron el alta vino a recogerme, ya
conocía a mi familia y les dijo que él me llevaría, que su
coche era más grande y cómodo. Tenía varios.
Antes de llegar a mi casa paró el coche, acercó su
cara a la mía y me dijo:
―No quiero dejar de verte ni un solo día ―acto
seguido metió la mano en la guantera del coche, sacó una
cajita, la abrió, había un anillo con un espectacular
diamante, me miró a los ojos y dijo:
―¿Te gustaría ser la señora de Andreu?.
«Casi me tienen que volver a ingresar de la
impresión».
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―¡Nada me haría más feliz! ―estaba atónita, se
aproximó aún más, y me dio un beso de película. »Era la
primera vez que nos besábamos«. El sabor de su boca me
embriagó. Sentí mi sexo húmedo por primera vez.
Cuando ya estaba recuperada del todo me presentó
a sus padres. Él es hijo único.
Me recibieron con recelo, lógico, yo no era de su
círculo y eso era un punto en mi contra. Seguramente
pensaron que yo era una cazafortunas.
A los tres meses de habernos conocido nos
casamos.
He de admitir que, por supuesto, sus padres no nos
iban a dar su aprobación si yo no firmaba un contrato
prematrimonial, que en pocas palabras decía; que si un
día me separaba, me iría como llegué «con lo puesto».
De luna de miel fuimos a las islas Seychelles, tres
semanas de auténtico amor y sexo.
Yo en el sexo no era nueva, pero tampoco tenía
mucha experiencia.
Me encantaba la forma en que Raúl me tocaba, no
era nada brusco. No como Ángel, un novio que tuve a
los dieciocho años que parecía un pulpo, todo lo hacía
con prisa, «supongo que tampoco era muy experto».
Al volver a casa no me encontraba bien, creí que
sería de tanto comer y beber. Era mi primer viaje.
Cuando, tras un chequeo, el médico nos comunicó que
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estaba embarazada, nos volvimos locos de alegría, tanto
nosotros como el resto de la familia.
A los tres meses de gestación me hicieron la
primera ecografía, me acompañó mi marido. Cuál sería
nuestra sorpresa cuando el doctor dijo:
―Señores Andreu; preparen doble canastilla,
porque vienen dos.
Nos abrazamos llorando de la emoción...
Raúl, siempre estaba atento a cualquier cosa que
pudiera necesitar, me mimaba y me colmaba de
caprichos.
«Nunca abusé de mi estado no creo en los antojos».
Di a luz dos niños guapísimos. Iván y Óscar. Iván
es abogado por vocación, y un poco por qué no, por
seguir la tradición. Óscar es economista.
Hoy hace un mes que se han ido a vivir a Reino
Unido, (Londres). Creo que puedo tener el síndrome del
nido vacío, «quizá por eso he tenido una aventura con
Jesús«. Supongo, que todos necesitamos encontrar una
justificación a nuestros actos, por eso buscamos la causa
fuera de nosotros y la encontramos enseguida. Pero no
volverá a pasar nunca más.
Esta noche, pienso deslumbrar a mi marido con los
trapitos que me he comprado.
Después de una rica cena y un buen vino; voy un
poco achispada. Nos retiramos a nuestra habitación.
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―Me voy a dar una ducha ―me encierro en el
baño. Me pongo la golosina que me he comprado, un
poco de perfume y, ¡a la carga!.
Salgo del baño y la cara de mi marido al verme es
difícil de describir, entre alucinado y perplejo. Nunca
creí necesitar cosas de este tipo, soy un poco clásica y
tímida, o lo era. Se acerca, ardorosamente me besa y me
dice en plan sorna;
―¿Señorita nos conocemos? ―yo le sonrío, me
coge en brazos y besándome me deja caer en la cama. Se
desnuda sin poder quitar la vista de mi cuerpo, se tumba
a mi lado y empieza a tocarme.
―Señorito, hoy dirijo yo ―suelto con una risita
nerviosa.
―Encantado.
Le cojo el miembro y comienzo a pasarle la lengua,
primero suave y poco a poco me voy acelerando, cuando
noto que se curva de placer me pongo encima de él y me
la introduzco en mi sexo, me muevo a toda velocidad. Él
gime de gusto y yo con él.
Pega la vuelta y me deja debajo de él. Me embiste
con más fuerza de lo que me tiene acostumbrada, creo
que lo he puesto a mil, es tan intenso que en breve nos
corremos a la vez. Me besa todavía exhausto y me dice:
―Señorita, encantado de conocerla. Espero volver a
verla pronto.
―El gusto ha sido mío ―ambos reímos.
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✳✳✳✳
Hoy hace una semana que no he ido al gimnasio, ni
he visto a Jesús. ¡Estoy que me subo por las paredes!.
No dejo de pensar en él. Bueno, no puedo dejar de
pensar en el polvazo que me echó.
He salido a pasear sin rumbo fijo. Al final, no sé
cómo, he acabado en la puerta de Jesús.
Creo que puede estar en su casa... Cuando me
quiero dar cuenta ya he llamado al timbre.
―Sube ―por el vídeo portero ha visto que era yo.
Llego arriba y la puerta está abierta, entro sin llamar.
Está sentado en el sofá, y es mucho más guapo de
lo que recordaba. Resulta aún más sensual con ropa de
calle que con la de gimnasia.
«Nada más verlo, mi cuerpo pide a gritos el suyo».
―Veo que vienes a por más. ¡Desnudate!, quédate
solamente con las braguitas, es una orden ―obedezco,
me desnudo todo lo rápido que puedo. Se acerca y me
muerde suavemente en los labios, me agarra del tanga
qué es lo único que me queda puesto, y tirando de él me
lleva a la habitación.
Me lanza bruscamente a la cama, ya voy muy
mojada, me quita el tanga de un tirón, «vamos, que lo
rompe» a mí me da un subidón, me ha puesto muy
caliente.
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Se sienta en la cama con los pies en el suelo, me
coloca boca abajo en sus rodillas, se unta un dedo en algo
que saca de la mesita de noche, y sin más preámbulo me
lo introduce en el culo, me retuerzo de dolor y placer,
«qué contradicción». Con la mano que le queda libre me
dá fuertes azotes en los cachetes del culo, primero en uno
y seguido en el otro.
La sensación no la puedo describir, pero me gusta
mucho, enseguida tengo un orgasmo. ¡Pero quiero más!.
Cuál es mi sorpresa cuando me dice;
―Por hoy ya tienes bastante. ¡Ya te puedes ir a
casa!, puedes volver siempre que quieras, poco a poco te
iré dando lo tuyo.
―¿Pero que se habrá creído este cretino?, pienso
descolocada.
Recogí mi dignidad que andaba por los suelos y
me fuí, sin bragas, y más cachonda que una perra en celo.
Antes de llegar a casa pasé por una tienda de
golosinas para mujeres. «Así llamo yo a este tipo de
tiendas para adultos», aunque nunca antes había entrado
en ninguna. Me armé de valor, y compré un consolador.
Llegué a casa y me dí una ducha, como faltaba
bastante hasta que llegara mi marido. «Me había llamado
diciendo que tardaría unas dos horas».
Me tumbé en la cama y usé el juguetito que me
había comprado, hasta que, ¡por fín me sentí aliviada!.
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Lo lavé y lo escondí en un cajón. Si lo encontrase
mi marido no sabría qué argumentar.
Cuando llegó Raúl, hicimos lo de siempre, tenemos
una rutina creada, (supongo que como otros muchos
matrimonios). Me sirvió una copa de vino Protos; es mi
marca favorita, «tiene un dulce aroma y un sabor muy
intenso en boca».
Charlamos animadamente de cómo nos había ido
el día...
Cenamos y nos fuimos a nuestra habitación.
Me desnudé mirándolo con cara de, dame lo mío,
para más frustración dijo;
―Hoy no cariño, estoy muy cansado, pero te
prometo que mañana te compenso.
Está claro que hoy no es mi día.
No me podía dormir, no dejaba de repetirme, ¿pero
qué estás haciendo?. Esta no eres tú, es una versión muy
guarra de ti misma, pero la verdad... me gusta lo que
estoy experimentando.
No me reconozco. Me avergüenzo de mí misma, de
esta parte de mí que hasta ahora estaba adormecida o no
existía. Intento encontrar la manera de recuperar mi vida
anterior sin mentiras ni arrepentimientos. Pero creo hallar
la respuesta…¿Realmente pienso frenar este sentimiento
que he descubierto?. Sería más fácil si sintiera que sí,
pero no es el caso.
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Nunca es tarde para que despierte la bestia que
todos llevamos dentro y, como la mía ha estado mucho
tiempo dormida ha despertado muy hambrienta.
Me envalentono:
―¡Mañana pienso volver a por más! ―me digo a
mí misma.
Por la mañana me despierto con ojeras, he tenido
pesadillas; soñaba que mi marido se enteraba y me
echaba de su vida. No sabría ni querría vivir sin él.
Tendré que tener mucho cuidado para que eso no ocurra.
Desayunando, mi marido me vuelve a decir que no
tengo muy buena cara.
―¿Te ocurre algo? ―parece preocupado
―No cariño, no duermo muy bien desde que los
chicos se fueron ―es lo primero que se me ocurre, no
tengo experiencia en mentir. Necesito aprender rápido.
Argumenta que los chicos son mayores y que saben
cuidarse, que debo estar tranquila, afortunadamente se
han ido a vivir juntos y será una buena experiencia.
Volverán hechos dos hombres; más fuertes y preparados
para afrontar futuros proyectos. Me repite que no me
preocupe.
―Busca en que entretener los días ―me aconseja,
―Lo haré ―¡y tanto que lo haré!, digo para mis
adentros.
Eso de entretener el tiempo ya me lo había dicho en
otra ocasión. Ya ni me acordaba, pero cuando estábamos
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de viaje de novios y hablábamos de nuestro futuro juntos,
me dijo:
―Cariño, no quiero que tengas una vida vacía
esperando a tu maridito en casa sin hacer nada, pero
tampoco quiero que trabajes. Te he abierto una cuenta a
tu nombre ―me entregó una tarjeta, y me dijo:
―Esto es para ti, cada mes te haré un ingreso, una
cantidad importante, nunca te preguntaré en qué lo
gastas, quiero que no te falte de nada, que no me
preguntes si te puedes comprar esto o aquello. Solo para
tus cosas, para lo demás tendremos una cuenta conjunta.
Recuerda, sólo para tus cosas, las de casa de la cuenta
común.
Me quedé sin habla, pensaba que como tuve que
firmar el contrato prematrimonial la pasta la controlaría
él.
«He encontrado un príncipe» pensé. Y hablando de
futuros proyectos, me dijo que sería muy interesante que
estudiara inglés. Qué haríamos bastantes viajes y me iría
muy bien hablarlo para no tener que depender de él.
Cómo cuando volvimos ya estaba embarazada,
contrató a un profesor particular para que viniese a casa a
darme las clases de inglés y, a una profesora, para que
me enseñara cómo comportarme con naturalidad en la
fiestas y eventos a los que le iba a acompañar. Vamos
que me quería convertir en una chica con clase.
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Poco a poco me fui refinando. El inglés se me daba
muy bien, y las clases de postureo (como yo las llamaba),
también.
Raúl estaba muy orgulloso de mí, decía que era
muy inteligente y aprendía muy rápido, que podría
estudiar lo que quisiera, que seguro lo lograría.
Recordar lo feliz que he sido siempre me hace
sentirme más culpable todavía. Estoy jugando con fuego,
lo voy a perder todo, intento apartar ese pensamiento de
mi cabeza, centrarme en otras cosas...
Esta noche viene a cenar Daniel, un colaborador de
Raúl, también es abogado, tenemos la misma edad y nos
llevamos muy bien. Es un chico tan alto como mi
marido, con un cuerpo cúlpido a golpe de gimnasio, muy
guapo (en las fiestas las solteras se lo rifan), pero él
siempre dice; que habiendo tantos peces en el mar para
qué quiere tener uno en la pecera.
Raúl y él, además de jefe y empleado también son
grandes amigos, hace ya bastantes años que trabajan
juntos y, aunque son como dos polos opuestos; tanto en
la forma de hacer cómo de pensar. Se complementan
muy bien.
Mi marido siempre me dice que Daniel es
incorregible «un picaflor», todo lo opuesto a él. Pero,
que trabajando, es el mejor de todos los que hay en su
gabinete.
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Acaba de llegar Daniel, trae un par de botellas de
Moet Chandon, «sabe que es mi champán favorito»,
siempre que viene me obsequia con esta marca.
María nos ha preparado una cena excelente.
Siempre nos hace quedar muy bien con nuestros
invitados porque es una cocinera increíble, a veces he
intentado aprender un poco de ella, pero soy una negada,
lo reconozco.
Hoy tenemos de menú: una rica crema de marisco,
lubina salvaje al horno con patatas panadera y de postre,
sorbete de limón con licor de cava.
Daniel es más de pescado que de carne. Siempre
que viene servimos pescado en su honor.
La noche estuvo muy bien. Nos explica anécdotas
muy graciosas que le han pasado con chicas.
Yo me río mucho. Con él puedo ser yo misma,
porque aunque es muy culto, cuando está de fiesta y lleva
dos copitas de más se le suelta la lengua. Es muy
divertido y me tiene mucho cariño.
El próximo fin de semana se marchan mi marido y
él a Madrid, tienen una reunión con unos clientes.
Viajan bastante a menudo a la capital, hoy han estado
ultimando los detalles.
Normalmente, yo aprovecho para visitar a mis
padres; viven en una casita que tiene mi marido en
Calella, (un pueblecito de Barcelona), que está en la
costa.
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Hace ya unos años cuando mi padre se jubiló, Raúl,
regaló a mis padres el usufructo de la casa. Mis padres
vivían en un piso de renta antigua muy viejo, se
quedaron muy sorprendidos, pero encantados a la vez por
la generosidad de Raúl.
Enseguida se trasladaron a vivir allí. A mis padres
les gusta mucho el sol y la playa.
Pero esta vez decido no ir. ¡Tengo un plan mucho
mejor!.
Esta tarde le pediré a Jesús que pase el fin de
semana conmigo, espero que lo desee como me ocurre a
mí.
Aunque a lo mejor tiene pareja y me dice que no
puede ser, que me olvide de él. Pero no creo, no ví nada
que me lo indicara cuando estuve en su casa.
Acudo al gimnasio como cada tarde, hoy mi
objetivo no es quemar calorías, bueno también. Pero no
el principal.
Estoy un poco nerviosa y la clase se me está
haciendo eterna, estoy deseando que acabe. Hoy es de
step; como no estoy muy centrada me pierdo en la
coreografía. Jesús me mira de reojo con cara de ¿a qué
juegas?.
«La verdad, estoy más perdida que un pulpo en un
garaje».
Intento concentrarme, pero la ansiedad que siento
por la locura que he ideado es más fuerte que yo.
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―¡Al fin acaba la clase!. Me hago la remolona
haciendo ver que me ato los cordones de las bambas,
cuando ya no queda nadie en clase me acerco a Jesús.
―Hola. ¿Te ha resultado difícil la clase de hoy?.
Qué irónico es.
―Lo que me resulta difícil es poder concentrarme
estando tan cerca de tí.
―Huy, ¡creo que tu quieres marcha! ―pone cara
de chico malote y eso enciende mi ser ―Pues ya sabes
que si vienes a por más, cada vez seré más exigente
contigo. Llegaremos a un nivel que no se si te gustará.
En cada encuentro te pediré mucho más, soy una persona
sin límites en el sexo. No sé, si a una chica de tu clase
social le gusta el sexo duro.
―Estoy deseando empezar ―le vacilo. ―Si
quieres, este fin de semana nos vamos de hotel y lo
vamos comprobando.
―Si pagas tú, encantado. Mi sueldo no da para
mucha fiesta, y tú, ¡vas sobrada!...
―Correré con todos los gastos, no te preocupes.
Pongo la misma cara de deseo que la niña que se
para delante de un escaparate lleno de golosinas.
―¡Por fin es viernes!. Le estoy preparando la
maleta a mi marido y pensando en lo que puede suceder
con mi amante.
No paro de repetirme que no está bien...
Raúl me ve como ausente y me dice:
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―Cariño, si crees que te vas a sentir muy sola estos
dos días porque los chicos no están te llevo conmigo. Te
aburrirás, porque voy a estar muy liado, pero si te
apetece me puedes acompañar.
―Estaré bien, no te preocupes, ya buscaré en que
ocupar el tiempo lo mejor posible. Soy una mujer con
recursos ―le sonrío y me besa dulcemente en la boca.
¡Qué agradable sabor tiene siempre!.
Raúl ya ha salido para el aeropuerto.
Me doy un baño de sales y aceites aromáticos,
necesito relajarme. Estoy más nerviosa que cuando me
examiné para el carnet de conducir o, cuando tuve a mis
hijos.
Me recojo el pelo haciéndome una cola alta, me
pongo unos vaqueros, un jersey ajustado, y unas botas de
caña alta pero planas; para andar cómoda hasta que
estemos en el hotel, allí me cambiaré de ropa. He
preparado una bolsa con cosas muy sexys.
Antes de salir de casa he ido varias veces al baño,
con los nervios se me ha soltado la tripa pero ya me
encuentro mejor. María me ha preparado uno de sus
brebajes mágicos y me ha obligado a tomarlo, estaba
malísimo, pero me ha sentado muy bien.
Estoy preparada para lo que me proponga Jesús o,
eso creo.
Sé qué me estoy equivocando, pero me atrae como
un imán.
27
He hecho la reserva en un hotelito de Salou
(Tarragona), estamos en temporada baja, y el hotel está
casi vacío. Mucho mejor.
Llego al hotel antes que Jesús, hemos venido por
separado, dijo que así sería mejor, porque si en algún
momento me sentía incómoda o no me gustaba lo que me
hacía, me podría ir.
Pensándolo fríamente, parece que haya contratado a
un puto para todo el fin de semana. Creo que estoy
perdiendo la cabeza, aunque todavía sea muy joven para
eso.
Me he decantado por una suite, así tendremos cada
uno nuestro espacio. Entrando a mano derecha está el
baño, es todo de mármol, doble ducha multichorros
encastrada en la pared, jacuzzi... En frente a la derecha,
hay una sala de estar de unos veinticinco metros
cuadrados, con dos sofás de piel en negro, una mesa alta
con cuatro sillas a juego con los sofás. Otra mesita baja,
y una televisión grande «unas cincuenta pulgadas»,
colgada en una pared, seguida de otra habitación, con
una cama de dos por dos, dos buro (mesitas de noche ),
otro sofá de piel beige, y un plasma tan grande como el
de mi salón.
Jesús se ha traído su portátil, me dijo que está
estudiando criminología en la UOC (universidad a
distancia), y tiene un trabajo importante que terminar
para el lunes. Entre polvo y polvo se dedicará a ello.
28
―¡Quítate toda la ropa menos la braguitas!.
Espero que éstas no me las destroce, son muy caras,
«caprichos que me doy de vez en cuando». Saca de su
maleta una caja pequeña y dice;
―Te he comprado un juguete de los de última
generación ―mientras lo va extrayendo de la caja sigue
con la explicación. ―Lo he visto por internet y he
pensado en tí pequeña. Viene de China ―¡no podía ser
de otro país!, estoy bastante intrigada por lo que pueda
ser.
―Últimamente casi todo viene de ahí, ―estoy
deseando verlo (me lo entrega). Es un consolador muy
raro tiene la forma del pene, hasta ahí normal, pero tiene
como dos cositas rectangulares a los lados.
―¡Introdúcelo en tu sexo! ―intuyo urgencia en su
voz. Entiendo, entonces, para qué tiene esas pequeñas
pestañas. Es para que quede sujeto con las braguitas y no
se salga mientras lo uso, por eso no ha querido que me
las quite. En la caja también hay un pequeño mando a
distancia, (como el de la alarma de casa), ahora sí que
flipo en colores, «como dicen los chicos de ahora».
Acto seguido, le da a un botón y aquello se pone en
marcha, tiene una textura agradable, ¡parece un pene de
verdad!, además el tamaño también está muy bien, ¡qué
gustito me está dando!.
¡Como siga así me corro!. Pero, para mi disgusto
deja de funcionar, Jesús lo ha parado.
29
Estamos en la sala de estar, se quita la ropa
quedando completamente desnudo. Se sienta en el sofá,
se recuesta un poco y me dice:
―Métete todo mi pene en la boca y mátame de
placer ―hago lo que me pide, mientras, pone en marcha
otra vez el juguete que llevo dentro. Rápidamente tengo
un orgasmo, y él se corre en mi boca.
«El fin de semana promete».
Me da una palmada sonora en el culo diciéndome:
―Pequeña, tengo que trabajar, por favor vete a la
otra habitación. Te puedes distraer como te apetezca;
viendo películas, leyendo... ―me doy media vuelta y
escucho:
―Ah, y sobre todo, ni se te ocurra sacarte el
juguetito o, el castigo que te pondré no te gustará lo más
mínimo. En el momento que yo quiera marcha lo pondré
en funcionamiento, ¡tú vendrás rápidamente!, y yo te
daré lo tuyo.
―Uy, ¡que miedo! ―dedicándole una amplia
sonrisa me marcho para que pueda trabajar.
Hace una hora que estoy sola en la habitación
viendo una película que hace poco la estrenaron en el
cine. «Hay un canal que es sólo de películas». Noto que
el juguete se pone en acción y voy corriendo a la salita,
Jesús está trabajando con el ordenador. Sólo, de pensar
en lo que va a suceder ahora ha despertado el deseo en
mí cuerpo.
30
―Llama al servicio de habitaciones y pide comida,
que tengo hambre ―¡qué decepción!.
―Yo también tengo, y mucha, pero de otro tipo...
―Todo a su tiempo... pequeña.
Pedimos que nos suban la comida a la habitación.
Mientras comemos, tengo el juguete funcionando, eso
hace que el deseo sea aún mayor. «Estoy dando saltitos
en la silla del gusto que me está dando».
Acabamos de comer y le da al botón de stop. Nos
vamos al baño y nos lavamos los dientes.
Me carga en sus hombros doblada como un saco de
patatas, el tío está cachas. Me lleva con la ligereza de
quien lleva una almohada, y me va dando azotes en el
culo con bastante intensidad. La verdad es que pica un
poco pero me gusta mucho, ya voy húmeda. Me deja caer
en la cama y me pide que deje el juguete encima de la
mesita, que tiene otro más grande para mí. La verdad es
que tiene un buen instrumento tanto en tamaño, como de
grosor.
«Es bastante más joven que mi marido, y en eso se
nota».
Me va besando suave, luego me mordisquea los
labios y me deshago de placer, termina dándome un largo
y apasionado beso.
―Te voy a meter de todo menos miedo ―me
sentencia, suelto una risita nerviosa, necesito que pase ya
a la acción. Estoy ansiosa de sexo.
31
―Pequeña, ¡bájate al pilón! ―obedezco. Mientras
estoy ahí abajo liada, me ha metido un dedo en el culo,
hoy no me molesta tanto y me gusta. Nos corremos a la
vez, vuelve a besarme suavemente, esta vez por todo el
cuerpo, cuando llega a mi sexo, primero lo besa y luego
lo lame, suave intenso, suave intenso...
Me derrito de placer, y tengo otro orgasmo.
Nos tumbamos uno al lado del otro y nos quedamos
dormidos. Solo es media tarde pero estamos extenuados.
Cuando me despierto miro el reloj y he dormido
dos horas, me sorprendo, porque yo nunca duermo siesta,
«será, que tanto placer me ha relajado». Me doy cuenta
que estoy sola en la habitación, Jesús debe estar en la
salita. Seguro que ya ha vuelto al trabajo. Me levanto.
Me asusto porque la sala está vacía. Cuando veo
que sus cosas siguen ahí me tranquilizo, «no andará muy
lejos».
Aprovecho para darme una ducha, huelo a sexo,
salgo del baño desnuda. Paso a la habitación y ¡sorpresa!,
Jesús está sentado en la cama. Me mira con cara de
deseo.
Me aplico el body Milk por todo el cuerpo, con
movimientos y posturas bastante obscenas. Intuyo una
erección bajo el pantalón.
―¿Nunca tienes bastante, pequeña?.
Veo, cómo se dibuja en su cara una sonrisa
burlona.
32
―Contigo creo que no. No sé qué me das, pero me
tienes enganchada.
Ha traído unas bandejas con viandas para cenar,
dice que ha ido a buscarlas a un restaurante Japonés.
Necesitaba que me diera el aire me ha comentado
mientras cenamos.
―Hoy he trabajado demasiado. ¡En todos los
sentidos! ― me hace un guiño de ojo.
Hemos estado charlando de trivialidades durante un
buen rato, y me he dado cuenta que es una persona muy
inteligente, que no sólo tiene culto al cuerpo, también
cultiva la mente.
Nos metemos en la cama y me dice:
―Como has sido una chica muy obediente te dejo
que tú decidas lo que te apetece que te haga ahora.
―Nunca he tenido sexo anal y tengo curiosidad.
Con el dedo me ha gustado bastante, y he quedado con
ganas de más ―me ruborizo por mi osadía.
La cara de él es un poema, supongo que no
esperaba una respuesta así de una chica como yo.
―Su deseo será cumplido ―coge la vaselina, se
lubrica un dedo, no me fijo en cual y me dice;
―Primero te voy a meter un dedo para que vaya
dilatando poco a poco, porque no quiero hacerte daño,
hoy ―¿qué habrá querido decir con eso?, rápido lo
olvido, porque ya ha pasado a la acción. El placer me
turba la mente y me dejo llevar. ―Ahora te la voy a
33
meter muy despacio, y no toda, porque no sé si te has
fijado, muñeca, que estoy muy bien dotado ―su cara es
de inmensa satisfacción.
―¡Que creído eres! ―bramo con sonrisa burlona.
―Cuando te introduzca todo esto hasta el fondo,
me lo repites si puedes ―y acto seguido me introduce su
lengua en la boca y me besa con pasión.
Se embadurna bien el miembro y me pide que me
ponga encima de él, y sin dejar de besarme me lo
introduce un poco, va haciendo movimientos muy
suaves, me duele, pero como me está gustando no le digo
que pare, lo dejo que vaya haciendo, «voy muy
acelerada».
De repente, deja de moverse y da la vuelta sin
sacarla, se coloca encima de mí y sigue moviéndose muy
lentamente. Su miembro cada vez entra un poco más
dentro de mí y el placer se iguala al dolor, creo que se da
cuenta, porque la saca con cuidado y me la introduce por
delante.
Me besa enérgicamente mientras me dá violentas
embestidas. Ambos llegamos al clímax a la vez.
Ha sido realmente agradable, aunque he quedado
bastante dolorida. Espero que mañana ya no me duela
porque quiero volver a probar.
A las nueve de la mañana me despierto; él aún
duerme, aprovecho para mirarlo detenidamente.
Cuando por fin abre los ojos me sonríe.
34
―Hola campeona, ¿como tienes hoy tus partes
nobles?.
―Doloridas, pero agusto ―sonrío con satisfacción.
Me abraza y me besa en la boca.
―Nena, acabamos de empezar, el dolor no lo
conoces todavía ―¡qué chulo es!.
―Deseando estoy.
―Pues hoy nos emplearemos a fondo, chica dura.
Se ríe y se le marcan dos hoyuelos en la cara, ¡está
guapísimo! ¡cómo me pone!.
Estámos desayunamos en la sala. No hemos
querido bajar al comedor del hotel y hemos llamado al
servicio de habitaciones. Hemos pedido; un par de zumos
de naranja, fruta fresca variada a rodajas, un par de
yogurt y un par de cafés con leche. Me he dado cuenta
que nos gusta el mismo tipo de comida a los dos.
De pronto dice:
―Tienes unos glúteos muy firmes y unos
abdominales muy definidos. ¡La verdad es que estás para
mojar y repetir!.
Aprovecho la ocasión para explicarle que no sólo
voy al gimnasio...
―Cuando ya estaba recuperada del parto de mis
hijos. Mi marido me llevó al Real Club de Polo de
Barcelona y me dijo:
―Tesoro, tengo una sorpresa para tí.
35
―No daba crédito a lo que veía, me había
comprado un precioso caballo de competición. “De
sangre templada”.
Son la raza del siglo xx. Ideales, tanto para
competición como para recreo, de color alazan de 1,63 m
de altura, a 1,78 m a la cruz, es fuerte sensible y de fácil
adiestramiento. Eso me explicó Tomás, el chico que se
encarga de él todos los días. Mientras, yo asentía con la
boca abierta de la impresión. Lo bauticé con el nombre
de Tesoro.
Desde entonces, voy a montar tres veces por
semana, dos horas cada vez. Soy federada y compito a
pequeña escala, sólo por afición, no aspiro a ganar
ningún premio, aunque tengo alguna que otra copa.
―¡Eres una caja de sorpresas!, agradables, claro.
Me tumba de un empujoncito en la cama
diciéndome:
―Ahora te voy a montar yo, que me he
despertado muy berraco.. pensando en lo que me queda
por darte. Hoy vamos a tener un día intenso, no pienso
trabajar, me voy a dedicar a dar de sí ese culo tan prieto
que tienes.
Nos metemos en la ducha los dos juntos. Tira la
pastilla de jabón al suelo, me agacho a recogerla
poniendo el culo en pompa para que entre. Me coge por
las caderas y me la mete, sólo un poco. Jugamos un rato
mientra nos lavamos.
36
Nos secamos. Yo me embadurno con mis cremas,
«tengo mucho culto al cuerpo», me toma en brazos y me
lleva a la cama susurrándome en el oído;
―Ahora, te voy a untar yo bien untadita y te la voy
a meter hasta el fondo, si no te duele mucho lo pasarás
bien, si no es así sufrirás, pero hoy te pienso dar duro.
Saber que nunca ha entrado nadie ahí me tiene en un
sinvivir, ¡necesito llegar al fondo de ese túnel!, quiero
saber si es tan placentero por dentro como por fuera.
Me ha puesto a cien con las cosas que me ha dicho,
aunque estoy un poco asustada porque todavía me duele
de la toma de contacto de ayer. Por otra parte, me palpita
de ganas.
Lubrica mi entrada y su miembro, me coloca boca
abajo en la cama y me mete un dedo, lo mueve dentro
fuera, dentro fuera... Luego me introduce dos, me duele
un poco, pero estoicamente voy resistiendo. Mientras,
con la otra mano me separa los glúteos, eso me gusta
mucho y no deseo que pare, los mueve, primero despacio
y poco a poco más rápido, me muero de dolor y de
placer. Saca los dedos y me dice al oído:
―No puedo esperar más, ¡la tengo que me va a
estallar! ―me la mete con mucho cuidado, primero hasta
la mitad, o eso creo yo, se va moviendo muy despacio
empujando un poquito más en cada embestida.
Pero, empieza a animarse y ya no es tan placentero.
37
Da un último empellón y me la introduce toda, el
dolor es insoportable creo que me va a partir en dos. Pero
increíblemente tengo un orgasmo.
Él cada vez se mueve más rápido, y ya no puedo
resistir lo que duele.
―¡Para!, para que me duele mucho ―dá, un
gemido por respuesta.
―Va, va, va... ―se corre y grita de placer, sale de
dentro de mí, me mira y ve que tengo lágrimas en las
mejillas, me las limpia con la lengua.
―¡Te has portado genial!, coge un poco de hielo
del minibar y aplicatelo, que dentro de un rato quiero
repetir. ¡Tienes un culo increíble! ¡qué placer me has
dado guarrilla!.
―Hoy no voy a querer más ―hago una mueca de
dolor. ―Estoy exhausta y bastante dolorida.
Me aplico el hielo y me quedo acostada en la
cama, creo que me ha hecho una pequeña fisura.
Jesús se ha ido a la sala a terminar el trabajo, me
parece que está enfadado pero me da igual, me duele
mucho y no pienso repetir. ¡Es demasiado!. Ahora
entiendo que Raúl no me haga estas cosas, él me quiere y
me respeta. ¡Nunca me haría daño!.
A la hora de comer volvemos a llamar al servicio
de habitaciones y pedimos; ensalada, pato al foie, y
brochetas de fruta fresca de postre. Para beber elijo un
38
Marqués de Riscal tinto, lo he bebido en alguna que otra
ocasión y está muy bien.
―Siento mucho haberte hecho daño, pero eso es
normal las primeras veces.
―No tengo ninguna intención de volver a probar,
¡creo que ya te lo he dejado bien claro! ―he subido
demasiado el tono de voz al decirlo. Ahora sí, que se ha
enfadado.
Recoge sus cosas y sin decir una palabra se va.
Me deja sola, humillada, y muerta de dolor.
―Pero, ¿quien se ha creído este tipo que soy? ¿una
puta a su servicio?.
Resuelvo no volver a casa, la habitación está
pagada hasta mañana. Además, le he dado fiesta a María
hasta el domingo, y han aprovechado ella y Manuel para
visitar a unos familiares.
Decido meterme en el jacuzzi, lo pongo en marcha
con la intención de que me calme un poco el dolor, echo
sales y aceites aromáticos; mi intención era usar el
Jacuzzi con Jesús...
Realmente ha sido muy relajante. Mientras seco mi
cuerpo me vengo abajo. ―¿Qué demonios has hecho?.
Tengo el alma hecha pedazos, lloro sin consuelo
alguno, me miro en el espejo y ¿qué veo?; mi rostro
hinchado de tanto llorar.
Ceno un sandwich con media botella de vino,
«espero que el alcohol me ayude a dormir».
39
Me despierto al amanecer, me ducho y desayuno.
Ya tengo todas mis cosas en la maleta. Jesús se ha
dejado su camiseta favorita, en principio iba a dejarla
aquí, ¡que le dén!, pero al final he hecho lo correcto,
cogerla.
Cuando ya estoy en casa, Raúl llama para decirme
que su avión acaba de aterrizar y en un ratito llegará.
Dice que me ha echado mucho de menos y está deseando
verme.
Cuando cuelgo vuelvo a llorar, me siento muy mal
lo que estoy haciendo no tiene nombre, bueno sí,
traición.
Hago un profundo análisis de cómo nos
comportamos con aquellas personas que decidimos amar.
―¡No se volverá a repetir!, me prometo a mí
misma.
Me doy una ducha, me pongo un vestido corto,
medias con liguero y zapatos de tacón; me lo compré
para Jesús pero no tuve ocasión de estrenarlo.
El resultado me gusta, «parezco una colegiala», me
maquillo, perfumo, y me recojo el pelo.
Raúl entra en casa, y al verme dice:
―Buenas noches señorita, ¿ha visto usted por aquí
a mi mujer? ―se acerca y me da un largo beso en la
boca.
―¡Cómo te quiero! ―le digo cuando para de
besarme.
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―Yo siempre más, ya lo sabes ―me besa
nuevamente.
Tomamos una cena ligera. Raúl ha tomado un
tentempié en el avión, y yo tengo de todo menos hambre.
Tengo un dolor horrible ojalá se pase pronto, me
molesta aún sentada, o sobretodo sentada ni lo sé.
―Estoy deseando que nos vayamos a la cama,
¡tengo muchas ganas de ti!. Se me ha hecho eterno el
vuelo.
―Yo también te he echado de menos ―hago un
cruce de piernas a lo instinto básico. Abre la boca del
asombro cuando ve que voy sin bragas.
―Me doy una ducha rápida y nos acostamos, que
quiero disfrutar de lo que acabo de ver ―se acerca, me
coge entre sus brazos y me vuelve a besar. Noto la
presión de su miembro contra mi cuerpo, se ha puesto
palote en segundos.
Cuando llega a la cama yo ya le estoy esperando
tumbada de costado, me lo he quitado todo menos las
medias, que como llegan hasta donde acaba la pierna no
estorban y quedan muy sexy. (Si con la vorágine se
rompen ya compraré otras nuevas).
Tengo muchas ganas de sexo dulce, que me diga
que me quiere mucho mientras me hace el amor.
Se la estoy chupando y dejo que salga toda la rabia
que llevo contenida dentro de mí. Es tal la intensidad,
que me dice:
41
―Cariño para, para, que me voy a correr, y yo
también quiero darte mucho placer, creo que tú también
me has echado de menos ―como puedo, aléjo el llanto
besándolo, ¡si tú supieras!, pienso. Sintiendo como la
culpa me golpea.
Cuando me despierto Raúl no está en la cama, ya
me había dicho ayer que tenía un cliente muy importante
a primerísima hora.
Me levanto y me doy una ducha, tengo picores en
la vagina y todavía me duele mucho el culo.
Esta semana seguro no podré montar a Tesoro, pero
al gimnasio sí pienso ir. No tengo ninguna intención de
esconderme en casa.
Llego al gimnasio y cual es mi sorpresa, tenemos
una nueva monitora. Se ha presentado con el nombre de
Mónica.
Nos comunica, que Jesús no vendrá esta semana,
que tiene asuntos personales y será ella la que nos dirija
en su lugar, que espera estar a la altura y todos quedemos
contentos.
Cuando salgo del gimnasio me planteo si llevarle la
camiseta a su casa, la llevo en la mochila. Pensaba
dejársela en clase para que la viese y no tener que
hablarle. Al final decido que es mejor no verlo.
Me he sentido humillada y vejada. No se lo pienso
perdonar.
Cuando llego a casa Raúl me está esperando.
42
―Tenía muchas ganas de verte ―me susurra al
oído y me da un casto beso en los labios. Me sirve una
copa de vino, es muy pronto pero me apetece.
Nos ponemos al día sobre qué hemos estado
haciendo cada uno, y me pregunta;
―¿Cómo que no has ido a montar hoy?.
―Me levanté tarde y me fui de compras ―miento
de nuevo.
Cuando nos acostamos veo que no tiene
intenciones. Uf, menos mal, creo que tengo cistitis
porque me pica mucho cuando hago pis.
Mañana, buscaré en Internet una ginecóloga lejos
de mi zona, e iré a ver si es eso lo que tengo. Espero que
no me haya pegado nada venéreo. No hemos tomado
ninguna precaución, porque que me dijo que es un chico
muy sano el día que me presenté en su casa, y yo tomo la
píldora. ¡Qué inconsciente soy!.
No he dormido bien, estoy bastante preocupada con
el tema. Me he despertado varias veces para ir al baño y
me escuece bastante (las he pasado canutas).
Desayunando me dice mi marido:
―Cariño, ¿había pinchos esta noche en tu lado de
la cama?.
―¿Qué?.
―No has parado de dar vueltas, ¡no me has dejado
descansar! ¿te encuentras bien?.
43
―Claro que sí amor ―le doy un beso en los labios
para tranquilizarlo. ―Debo haber cogido frío el último
día que hicimos el amor, he ido al baño más de lo
normal, todo está bien no debes preocuparte.
―Últimamente estás muy fogosa y eso me encanta,
anoche estaba muy cansado. Pero hoy no te libras.
Pone cara de, te lo haría aquí y ahora.
No merezco la suerte que he tenido en el amor, me
siento fatal. (Cuando volvió de Madrid me trajo un bolso
guapísimo, de la firma Jimmy Choo). Siempre está
pensando en mí, y yo poniéndole los cuernos de la
manera más sucia posible...
―¡Al fin sola!. Me ducho, me arreglo, y abro mi
Ipad. Después de una intensa búsqueda encuentro una
ginecóloga en Castelldefels, está cerca de Barcelona y a
la vez lejos de la gente que me conoce.
Llégo rápida, no hay tráfico. Me han dado cita para
última hora cuando he llamado por teléfono. Primero me
ha dicho que tenía todas las horas cubiertas, le digo que
es urgente y le pagaré el doble si hace falta, pero que
necesito que me vea ¡ya!
―Lo consulto con la ginecóloga espere un
momento ―quedo a la espera con la típica música de
«espere un momento por favor, en breve le
atenderemos». Al final, me da cita para las dos del
mediodía.
Le he dado las gracias mil veces.
44
Decido pasar el tiempo que falta dando una vuelta
por el paseo marítimo, hace un día muy bueno y me
apetece que me de el sol mientras camino.
Tengo sed, y en el primer restaurante que veo me
pido un agua Perrier, es mi favorita.
A las dos menos diez ya he llegado al centro
médico.
No es muy grande, pero está decorado con mucho
gusto. La chica de recepción ya no está, me alegro no me
apetece hablar con nadie.
Se acaba de abrir la puerta de la consulta, una
mujer sale y se va. Entonces, aparece la que deduzco será
la ginecóloga.
―Hola, soy Laia ―se presenta dándome la mano.
Es una chica de unos treinta y tantos años. Alta,
más que yo, y muy guapa, morena con media melena,
realmente le queda muy bien ese corte de pelo.
Creo que es una chica sencilla, pero con clase.
Me hace pasar, me pide que me desnude que me
hará un chequeo completo. Que mientras lo hace, le vaya
contando qué sintomatología tengo.
Le explico, que tengo un picor que no me deja
vivir.
Terminada la exploración me dice que tengo una
cistitis de caballo.
―Qué fin de semana más intenso debes haber
tenido ―una sonrisa burlona veo en su cara. Me vengo
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abajo y me pongo a llorar como una plañidera, el alivio
de no tener nada venéreo ha sido tan grande que me he
dejado llevar por la tensión acumulada.
Se levanta de la silla después de extraer de un cajón
la medicación que debo tomar y dice:
―¡Te invito a comer!, tú necesitas hablar y yo sé
escuchar, formamos un tándem perfecto ―me sonríe
dulcemente.
―Encantada ―estoy bastante sorprendida.
Me ha llevado a un restaurante muy discreto que
conoce. Dice que siempre que le apetece estar sola o,
tiene un nuevo ligue, come aquí. Hay varios reservados
para comer y lo que pueda surgir...
La comida está muy buena, el restaurante exquisito,
y tenemos privacidad. ¡Es perfecto!.
Mientras nos van sirviendo la comida, hablamos
poco y de trivialidades.
―Cuando quieras ―me anuncia cuando nos sirven
el café y se retira el camarero. ―Ya no vendrá nadie
hasta que yo toque este botón ―veo que está insertado
en el frontal de la mesa, ¡bien pensado!.
Le describo con todo lujo de detalle mi relación con
Jesús, no comenta nada mientras hablo, es cierto que
sabe escuchar. Me siento muy cómoda en su compañía.
Me pregunta si todavía quiero a mi marido. Estoy
locamente enamorada le contesto, y soy sincera.
46
Este fin de semana me he dado cuenta, Jesús ni me
gusta, pero me pone mucho y eso es lo malo.
Me comenta que las mujeres a partir de los cuarenta
sufrimos un cambio hormonal. Que cada una lo lleva
como puede, que ni me entiende ni está a favor de lo que
he hecho, pero que soy mayorcita y dueña de mi cuerpo.
Me pregunta, que si es verdad que estoy enamorada o me
gusta la vida cómoda que Raúl me proporciona.
―Soy económicamente independiente ―le suelto
un poco enfadada. ―Es cierto que firmé como te he
contado el acuerdo prematrimonial. Pero cuando cumplí
los veintiuno, ya era su mujer, me regaló una casita en la
Avenida Tibidabo.
Me dijo: ―No quiero que estés conmigo si un día
dejas de quererme, espero que nunca pase, pero... por si
acaso, quiero que tú, tengas independencia económica y
vivienda propia.
―La casa la tengo alquilada desde entonces, y me
reporta un beneficio de 2.500€ cada mes, más un aporte
que me ingresa Raúl todos los meses.
¡Tengo una buena cantidad invertida!. Anualmente
me da una suma importante de beneficios.
―Lo siento si te he ofendido. Pero es que no te
entiendo, ¡lo tienes todo! y lo pones en peligro por cuatro
polvos duros. El ser humano es destructivo por
naturaleza ¿no crees?.
47
―A la vista está ―digo con tristeza. ―Supongo
que a una chica humilde como yo, este tipo de vida le
viene grande y a veces me he sentido sola aún estando
rodeada de mucha gente. Además, sus padres nunca le
perdonaron que se casase conmigo. Tenían la ilusión que
lo hiciera con Claudia, hija de unos amigos, médicos los
dos, y muy importantes. A día de hoy la relación no es
todo lo fluida que Raúl y yo deseamos...
Cuando ya le he contado mi vida a groso modo, me
pregunta;
―¿Quieres saber un poco de mí?.
―¡Sí!, sí por favor ―siento verdadera curiosidad.
―Acompañé un día a una amiga, se quería hacer
un aumento de mama a una clínica muy buena en
Barcelona. Sus padres económicamente están muy bien y
le pagaron la operación.
El cirujano era cuarentón, pero estaba muy bien
físicamente, yo tenía entonces veintinueve años. Él
estaba separado pero sin hijos, antes de salir de la
consulta ya me había pedido el teléfono, y en poco
tiempo estábamos viviendo juntos en su casa.
Todo iba genial, ya teníamos un niño, me costó
unos años quedarme embarazada. Éramos muy felices,
bueno rectifico yo creía que así era.
En aquella época yo trabajaba en un centro público,
y una mañana, de repente empecé a encontrarme mal. Mi
48
compañera me dijo que me fuese para casa, que ella se
encargaría de mis pacientes y los suyos.
Llegué a casa y me fuí directa a la habitación de
matrimonio, me cambio y luego voy a ver que hace mi
niño, pensé.
Cuando entro en mi habitación, ¡casi me muero!,
estaba mi marido tumbado en la cama desnudo. ¡La
niñera le estaba haciendo una felación!.
Lógicamente lo abandoné, aunque me pidió por
activa y por pasiva que no lo dejara, que aquello no tenía
ninguna importancia y que no volvería a pasar.
El muy cabrón….
El sexo con él era completo, se lo daba todo,
teníamos sexo tradicional, oral, y anal. Este último, si es
consentido por ambas partes es placentero, ¡vamos que
no carecía de nada!.
Nunca imaginé que una cosa así me pudiera pasar a
mí.
Lo positivo, «siempre hay que buscarlo», es, que
con la indemnización que me dio por destrozarme la vida
monté el centro privado en el que hoy te he visitado.
Ahora tengo treinta y nueve años, y ya hace tiempo
que soy la única dueña y señora de mi vida ―aparenta
unos cuantos menos, pienso, mientras ella continúa con
el relato.
―¿Entiendes ahora, que no pueda aprobar lo que
has hecho?, aunque lo respete.
49
―Sí, sí claro, ¡no volveré a hacerlo!.
―Eso ya tú misma, es tu vida, pero... por tu bien,
espero que así sea.
Bueno hablemos de cosas más banales ―cambia
de postura en la silla y sonríe, yo me relajo. ―¿Tiene tu
marido algún amigo como él?.
―Está Daniel, pero es un crápula, es tan bueno
como mujeriego, no te lo recomiendo.
Ambas nos echamos a reír, es increíble cómo
hemos conectado.
Le cuento que mi marido siempre dice que siente
celos de Daniel, porque cree que no se ha casado porque
está enamorado de mí, que se nota en como me mira y la
complicidad que tenemos. Yo siempre le contesto lo
mismo:
―A Daniel le gusta hasta una escoba.
Nos echamos otras risas.
―Me gustaría mucho conocer a ese personaje, en
serio, tengo curiosidad, además, si ha ido con tantas
como dices será todo un experto, y la verdad un buen
polvo tampoco me iría mal.
―¡Eso está hecho!, uno de los días que él venga a
cenar a casa te llamo, así lo conocerás. Pero ten presente
lo que te he contado, no esperes nada serio.
―Hace tiempo que no busco nada serio, con una
decepción tengo bastante. Solo quiero sexo en buena
compañía nada más, por lo menos por ahora, en un futuro
50
igual me vuelvo a enamorar. «Los designios del amor no
entienden de razón».
Con la tontería nos han dado la seis de la tarde. Nos
despedimos, nos damos los teléfonos y quedamos en
llamarnos de vez en cuando para comer y charlar.
―¡Recuerda que quiero conocer a Daniel! ―oigo
a mis espaldas. Voy caminando hacia el coche, vuelvo la
cabeza y me despido con la mano.
En un par de días ya no tengo molestias de ningún
tipo. La medicación que me dió Laia ha sido muy
efectiva. Pero me ha bajado las defensas y he cogido una
gripe muy fuerte. Raúl, como siempre, está solícito a lo
que pueda necesitar. Le digo que no se preocupe, para
eso tenemos a María, que vaya al despacho y esté
tranquilo. Estoy en muy buenas manos.
Nunca me había encontrado tan mal, como mucho
un simple resfriado.
En lo que queda de semana me recupero del todo.
El fin de semana como Raúl no trabaja, lo dedica por
completo a mí, ¡qué hombre!, siempre tan atento.
El domingo por la noche cuando nos vamos a
acostar, me estoy desvistiendo y me mira con cara de,
hoy no te libras, entonces empiezo a hacer movimientos
sensuales mientras me quito el resto de ropa.
Me quedo en tanga y me meto en la cama,
invitándolo a entrar con una mirada lasciva.
51
―¡No te has quitado las braguitas! ―no puedo
evitar fijarme en la potente erección que tiene sin
haberme tocado todavía.
―¡Quiero que me las arranques de un tirón!.
Suelto sin pensar y, acto seguido, me doy cuenta
que estoy pensando en Jesús.
―¿Estás segura? ―arruga la frente extrañado.
―Estoy jugando ―para demostrarle que así es,
me saco el tanga y lo vuelo al suelo haciéndolo girar en
uno de mis dedos.
Hemos tenido una relación sexual descafeinada.
(Como siempre).
Nos levantamos y nos damos una ducha juntos,
como muchas mañanas. Tenemos una ducha grande con
columnas multichorros en ambos extremos, a veces,
empezamos jugando aquí y acabamos en la cama. Todo
muy inocente claro, pero de eso no me había dado cuenta
hasta ahora.
Las comparaciones son odiosas, siempre lo había
oído decir, pero ahora lo sé.
Desayunamos lo que nos ha preparado María.
Estamos solos en la cocina, ella siempre nos deja el
desayuno listo para tomar y se pone manos a la obra con
sus quehaceres diarios. Charlamos un buen rato y
comentamos la relación sexual de anoche, dice que le
gustó mucho. Que últimamente estoy muy marchosa.
Si tú supieras…
52
✳✳✳✳
A media mañana ya no puedo controlar la
necesidad que tengo de sexo cargado de cafeína. Ya sé,
que me juré que no volvería a hacerlo, pero, el deseo
anula por completo mi voluntad.
Me visto bien sexy, y me voy conduciendo hasta
cerca de donde vive Jesús. Aparco a dos calles de su
casa.
Llamo al timbre y oigo de nuevo su voz. Ya casi no
recordaba lo varonil que la tiene.
―Sube pequeña ―dice por el interfono.
La puerta está abierta, la historia se repite, buena
señal, pienso un poco nerviosa.
Me cuelo sin llamar, ¡madre mía! ¡qué guapo está!.
Tiene barba de varios días y le sienta muy bien, está
increíble sin afeitar.
―¿Cómo estás? ―por la expresión de su cara sé,
que le encanta cómo vengo vestida.
―No mejor que tú, ¡estás guapísimo! ―sonrío un
poco nerviosa
―Y tú tan buena como te recordaba ―se pone en
pie, acercándose peligrosamente a mí.
Me besa con una voracidad embriagadora, me ha
puesto muy cachonda. ¡Que me haga lo que quiera!, que
ha eso he venido.
53
Me desnuda sin dejar de besarme y me apretuja
fuertemente contra él, estoy que me deshago. Se separa
de mí y dice:
―Dame un segundo que me desnudo y te doy lo
que vienes buscando ―me lleva en brazos junto a la
cama, me suelta en el suelo saca el juguete que me
compró y me lo introduce en mi sexo, le da al botón y
dice:
―Me doy una ducha rápida y vuelvo, no te enfries.
Agitando el dedo índice se encamina hacia el baño.
Yo espero, ansiosa y nerviosa a partes iguales.
Viene a la cama con una botella de Moet Chandon
y dos copas,
―Lo compré por si volvías, recuerdo que dijiste
que era tu favorito, quiero que bebamos un poco.
Achispada estarás más relajada,
―Perfecto, bebamos ―tiendo la mano para que me
ofrezca la copa.
Nos acabamos la botella entre besos y risas, me doy
cuenta que he bebido más que él.
Inicio el juego, le chupeteo el miembro con la boca,
él me ha metido el dedo en el culo y me lo está
masajeando a buen ritmo, lo saca y dice:
―Pequeña llegó el momento ―me da la risa floja,
«estoy un poco perjudicada por el alcohol».
―Ponte boca abajo y relájate, es una orden.
Obedezco, pero sigo sin controlar la risa.
54
Ha lubricado mucho su miembro y mi culo. Me la
introduce toda poco a poco, la molestia es una nimiedad
en comparación con el gusto que me produce. Enseguida
tengo un orgasmo, él va acelerando el ritmo poco a poco.
«Me está volviendo loca de placer», se está
tomando su tiempo, sin prisas, tengo varios orgasmos. Al
final ya no aguanta más, pega un buen acelerón y se
corre dentro de mí.
―Has estado increíble pequeña ―me susurra al
oído mientras me besuquea el cuello.
Encargamos comida a domicilio y una botella de
vino.
Nos damos una ducha juntos, casi no hay espacio
para los dos, me enjabona el cuerpo y me lava sin dejar
ningún rincón, me ha puesto a cien otra vez.
Ahora soy yo la que se pone gel en las manos y lo
enjabono a él. Me detengo en su miembro masajeandolo,
luego lo aclaro con agua me lo meto en la boca y le doy
placer.
―Volvamos a la cama pequeña que esto no ha
acabado todavía...
Esta vez me embiste con más violencia, primero me
la ha metido en mi sexo y cuando estoy completamente
húmeda la saca y me la mete en el ano. Me da fuertes
empellones, (esta vez no hay tregua).
A cada embestida grito de placer, casi no me
molesta. Tengo varios orgasmos seguidos, he descubierto
55
que soy multiorgásmica. Cuando creo que se va a correr
la saca, se limpia con una toallita y me la mete en la
boca.
―Correme pequeña ―mientras, me mete dos
dedos en el culo, en pocos segundos nos corremos a la
vez.
Hace una semana que voy cada día a casa de Jesús,
«me estoy volviendo esclava de una vida inadmisible».
Me ducho en el gimnasio cuando acaba la clase y
voy hasta su casa sin bragas, me obliga a ello.
Aunque vive cerca, no puedo evitar pensar; si me
pasa algo por el camino y me llevan al hospital menudo
panorama.
Me siento una mujer, poderosa y cautivadora.
Aunque lógicamente, sé, que no hay acto sin
consecuencia.
Nada más entrar por la puerta, ya tengo llaves, lo
primero que hago siempre es desnudarme, luego lo
busco, (como un día tenga visita me muero).
Lo encuentro en el pasillo, acaba de salir de la
ducha y ya está empalmado. Me arrodillo y lo recibo
como a él le gusta, con una breve mamada. Me levanta y
me mete la lengua hasta la garganta. Ahí ya me deshago.
Me coge en brazos, me separa las piernas y me la
mete en el culo. Así en brazos y empalada me lleva hasta
la cama.
Esta novedad enciende todo mi ser.
56
Me da leña hasta que se corre, entonces me vuelve
a sorprender, baja a mi sexo y a lametones me hace tener
un orgasmo increíble.
Cuando llego a casa, Raúl está sentado escuchando
música, me besa y me sirve una copa de vino. Nunca me
pregunta por qué a veces llego tan tarde, tiene plena
confianza en mí. Me siento fatal por él, pero
irremediablemente feliz por mí.
He logrado mi equilibrio con dos hombres
totalmente diferentes, uno me aporta el amor que
necesito, y el otro el sexo que mi cuerpo pide a gritos.
Estoy en completa armonía, aún sabiendo que no es
así...
Hoy al volver a casa después de montar a Tesoro,
me ha llamado Laia;
―Echaba de menos escuchar tu voz.
La verdad, es que la he tenido bastante abandonada,
mis dos hombres absorben todo mi tiempo.
Hemos quedado que viene a pasar el fin de semana
a casa.
Está sola, su hijo este fin de semana lo pasará con
su ex marido, y me ha dejado caer que sí estará Daniel.
―Haré lo que pueda, te lo prometo ―ambas nos
reímos.
Daniel me ha dicho que encantado, en cuanto le he
propuesto conocer a una amiga mía, ¡no es nadie el
colega!.
57
Les he dicho a mi marido y a Daniel, que la conocí
en el Club de Polo.«Ya tengo un Máster en el arte de
mentir».
Laia acaba de llegar. Daniel, ya hace un rato.
―Le quiero dar la bienvenida en cuanto llegue...
¡Tendrá morro!, lo que pasa es que la curiosidad le
puede, está deseando saber si es tan atractiva como yo le
he dicho. Hechas la presentaciones, pasamos al salón.
Me dice que tenemos una casa preciosa, en una
zona inmejorable. Es cierto, vivimos en la Avenida
Pearson, (Pedralbes).
Daniel no le quita ojo. Se ha quedado prendado.
Seguro que pretende hincarle el diente. Laia no se
queda atrás, las miradas entres ellos hacen saltar chispas
de deseo. «El fin de semana será intenso».
María nos ha preparado para cenar; una crema de
langosta, una merluza a la vasca, y de postre tiramisú
preparado por ella. Le he pedido que se retire, que yo me
encargo de servirlo. Queremos un poco de intimidad,
poder charlar abiertamente sin interrupciones. Daniel ha
traído cuatro botellas del champán que tanto me gusta,
resulta que casualmente es el favorito de Laia. Otro tanto
que se marca Daniel.
Han conectado muy bien, hasta mi marido está
encantado con ella. La conversación es muy fluida y
todos participamos por igual.
―¡Son ya las tres de la mañana!.
58
Me pongo en pie de un salto; acabo de mirar el
reloj. Pensaba que sería la una poco más o menos, todos
vamos un poco alegres. Entre charlas y risas nos hemos
bebido todo el champán, más el vino que tomamos
cenando.
Daniel dice:
―Creo, que no soy apto para conducir esta noche
hasta casa, ¿me permitís que me quede aquí?.
Lo suelta mirándonos a todos con cara de corderito,
cómo si nosotros no supiéramos sus intenciones, ¡qué
tío! ¡cómo se lo monta!.
En otras ocasiones se ha ido en taxi, y al día
siguiente, a la salida del despacho, Raúl lo ha traído en
nuestro coche hasta casa y se ha ido en el suyo.
Les indicamos en qué habitación puede dormir cada
uno y nos retiramos a nuestras dependencias.
Tengo sexo con mi marido, no es ni por asomo
como Jesús, pero hay mucho amor. Me dejo llevar y
disfruto bastante.
Son las diez de la mañana cuando entro a la cocina
y me sirvo un café. María ha preparado desayuno para un
regimiento, no sabe qué les gusta a ellos y ha preparado
un poco de todo. Veo que por el pasillo viene Laia
sonriendo, «trae cara de bien follada». Eso se nota.
Bueno, hasta hace poco no tenía ni idea.
Desde la cocina a través de una cristalera se ve el
pasillo, eso da sensación de más amplitud, aunque
59
realmente en este caso no haga falta, porque es bastante
grande.
―Buenos días ―en su cara, se dibuja una sonrisa
de oreja a oreja.
―¿La noche bien...? ―estoy deseando saber los
detalles.
―Tienes un amigo de lo más, ¡no hemos dormido
ni dos horas!. Bueno, él ahora duerme lo he dejado fuera
de combate.
Me cuenta, que han estado disfrutando del sexo
casi toda la noche, y la ha tratado muy bien. Daniel sabe
lo que necesita una mujer. Sin ser rudo le ha dado de
todo.
―Es un ser muy sensible, no me lo esperaba.
―Pero, ¿las relaciones han sido descafeinadas?, o,
¿de lo otro?, ya me entiendes ―tengo mucha curiosidad
por saber, «si la ha puesto mirando a Cuenca».
―Como ya te dije en una ocasión, no soy una
monjita, hemos hecho de todo pero muy dulcemente, sin
agresividad.
El hombre que se quiera denominar así, Jamás debe
dañar a una mujer. Daniel es todo un Gentleman, no lo
conozco todavía pero estoy en ello. Me ha dicho que le
gusto mucho, que quiere que nos sigamos viendo, me ha
invitado a pasar esta noche en su casa y le he dicho que
sí. No queremos abusar de vuestra hospitalidad.
Hablando de todo un poco:
60
―¿Has vuelto a ver a Jesús, desde el día que te
dejó plantada en el hotel?.
―Por supuesto que no, ¿por quién me has
tomado?. Aquello no volverá a pasar ―le he mentido,
porque una cosa es, contarle que engañas a tu marido a
una extraña y, otra muy distinta, hacer cómplice de una
traición a una amiga. Ahora es una buena amiga y por
ende amiga de mi marido.
―¡Estoy muy orgullosa de tí! ―si tú supieras…
cambio de tema para no tener que mentir.
―¿Comeréis aquí? o, cuando se levante Daniel os
marchareis
―Me ha dicho que me quiere llevar a comer al
puerto, que conoce una marisquería muy buena, y como
casualmente a los dos nos encanta el pescado, será
perfecto. Después daremos una vuelta y a media tarde me
llevara a su casa, y me follará. Cito literalmente lo que
me dijo.
―Ten cuidado y no te enamores, te aprecio mucho
y no me gustaría verte sufrir.
―Soy mayorcita, sé lo que me conviene y lo que
nó, pero gracias por preocuparte ―me dá un caluroso
abrazo.
Los chicos acaban de aparecer, nos besan
tiernamente en los labios y se sientan a desayunar con
nosotras.
61
―Tengo un hambre feroz ―suelta Daniel mirando
a Laia.
―Eres incorregible ―dice mi marido, sonriéndole
cariñosamente. ¡Cuanto lo aprecia!, estoy muy orgullosa
de cómo es Raúl.
Todos reímos con ganas.
Ya se han marchado, él la llevaba cogida por la
cintura. Le ha abierto la puerta para que entre y luego se
la ha cerrado. ¡Tú sí que sabes de mujeres!, sólo en
materia sexual claro, mientras lo pienso siento un poco
de envidia sana.
✳✳✳✳
Hace una semana que no voy a casa de Jesús, estoy
otra vez que me subo por las paredes. Me siento como el
fumador que está intentando dejarlo.¡Tengo un mono
increíble!.
Raúl me dijo que esta semana vendría pronto todos
los días, que trabajaría bastante desde casa. Por eso no he
podido acudir a mi cita diaria con la lujuria y un poco de
sado a veces.
En casa todo igual, intento seguir el consejo que me
dio Laia en una de las muchas conversaciones telefónicas
que hemos mantenido desde que sale con Daniel.
62
―Hazle partícipe de tus necesidades sexuales. Dile
cuáles son tus inquietudes, es un hombre, y seguro que a
él le gustan esas cosas. A lo mejor no te lo hace porque
cree que la sosa en la cama eres tú, y como te quiere y te
respeta nunca lo ha intentado.
―No lo había pensado.
En más de una ocasión, cuando estamos mi marido
y yo en la intimidad, le arrimo trasero, a ver si lo pilla,
pero no se dá por aludido y, verbalmente, todavía no
estoy preparada para plantearselo, aunque pueda parecer
increíble, con él, soy una terrible vergonzosa. Soy pura
contradicción, una corderita modosita en nuestra cama y
una loba fuera de casa.
Necesito cambiar esta situación, porque como no
halle una pronta solución esto me estallará en la cara,
decido quedarme con los dos, de momento, estas cosas
afortunadamente para mí nunca suelen durar en el
tiempo.
Mientras solo lo sepa yo no habrá daños mayores, o
así necesito que sea.
Acaba de llegar Raúl, estoy tumbada en el sofá
leyendo un libro erótico,(me he comprado la trilogía de
este y aquel….).
Espero que me diga, ¿que lees amor?, así tendré
una forma sencilla de sacar un tema sexual y llevarlo
poco a poco al terreno que yo quiero.
63
Pero, no será hoy cuando ocurra. Se sienta a mi
lado me besa dulcemente y dice;
―Hola amor, ¡qué ganas de verte tenía! ¡cómo me
relaja estar contigo!, hoy ha sido un día bastante
estresante.
Como siempre, me ofrece una copa de vino; cuando
ya nos hemos puesto al día de nuestras actividades, me
cuenta que Daniel ha tenido una excelente idea.
―¡Nos vamos a Menorca los cuatro! ¿qué te
parece?. Hemos alquilado una casa para una semana, con
dos plantas independientes, así aunque estemos juntos,
estaremos separados y tendremos nuestra privacidad.
―Estoy encantada ―es cierto, me hace mucha
ilusión. Será divertido estar con Laia y Daniel toda una
semana, pero no sé si mi cuerpo resistirá tantos días sin
el sexo turbulento que me proporciona Jesús.
Después de un tranquilo vuelo nos vienen a buscar
al aeropuerto y nos llevan a la casa.
Estamos en una calita privada, la casa está muy
bien, no es muy grande, pero sí acogedora. Raúl y yo
nos hospedamos en la primera planta, ellos se han
instalado en la de arriba. Laia está radiante, le ha
parecido genial que Daniel le haya pedido que le
acompañe. La verdad, a mí me ha sorprendido bastante.
Esto no es típico de él.
64
Los chicos han alquilado un barco para salir a
pasear e ir de pesca. Es un Quicksilver Activ 805 cruiser,
nos cuentan a la vuelta. Salieron esta mañana.
Nosotras nos hemos quedado a ordenar todo y
colocarlo en los armarios.
Hemos comido en un restaurante que el pescado va
directo del mar a la mesa. Cocinado por supuesto.
Damos un paseo hasta el puerto y nos indican qué
barco es el nuestro. Es muy bonito, tiene un espacioso
camarote en la proa con una cama doble y dos camas
individuales. «Acoge a cuatro personas con elegancia y
estilo». La cocina tiene sistema de agua dulce y hornillo,
un baño privado que no está mal. Nos cuentan que el
barco tiene 400 cv y una eslora de 7.88. Como si
nosotras fuéramos unas entendidas. (Están como dos
niños con zapatos nuevos).
Daniel mira a Laia con cara de, ¡lo que podemos
hacer aquí!, ella lo capta, lo deduzco por la miradita que
le devuelve. Si mi maridito me diera candela de la buena
no necesitaría a Jesús, pienso con tristeza. Pero estoy de
vacaciones y no es momento para dejarme llevar por lo
que pudo ser y no fue.
Por la mañana los chicos se levantan muy temprano
y se van de pesca, nosotras no madrugamos, cuando el
cuerpo nos lo pide nos levantamos, desayunamos, y
bajamos a la playa. Laia es muy moderna, hace top less
y la braguita del bikini, «bueno en este caso monokini»
65
es tanga. La verdad tiene un cuerpo muy sensual, el
pecho se lo operó al año de haber tenido a su hijo,
lógicamente la operación la realizó su ex, y he de decir
que se lo ha dejado muy bonito. Será un capullo como
persona, pero como cirujano es inmejorable.Yo suelo
usar bikini, me he traído varios. Charlamos con total
naturalidad de nuestras relaciones con nuestros
respectivos.
Daniel y ella están muy agusto juntos, porque
ninguno de los dos quiere nada serio. En la cama de
momento se complementan muy bien, pero cuando la
rutina se instale en la relación, lo dejará, sin
remordimiento alguno.
En otro tiempo hubiera pensado de mi amiga que es
de moral distraída. Pero ahora yo soy lo peor, ella no le
debe explicación alguna a nadie. En cambio yo…
Es la hora de comer cuando aparecen nuestros
Romeos, no traen nada de pesca. Pero a nosotras nos da
igual, así ellos pueden charlar de sus cosas (trabajo
seguramente) y nosotras disfrutamos del sol. Estamos en
primavera y la temperatura es muy agradable.
Acabamos de comer. Daniel le pregunta que si le
apetece ir a echar la siesta al barco, y le guiña un ojo.
Nosotros nos vamos a la casa, nos acostamos y
tenemos una sesión de sexo descafeinado. Seguro que
Daniel le ha dado lo suyo y lo mío. Inevitablemente
pienso en Jesús.
66
Hasta en vacaciones las personas creamos rutinas;
ellos salen a pescar todas las mañanas, aunque casi nunca
traen nada, nosotras tomamos el sol, ellos siesta en el
barco, nosotros en casa...
Alguna tarde si el mar lo permite salimos a pasear
los cuatro, tomamos el sol mientras bebemos vino en alta
mar. Laia como siempre, solo lleva el tanga para tomar el
sol. Raúl pega sus labios a mi oreja y me susurra:
―¡Menos mal que tú no eres así.! lo mío es sólo
para mí. No soportaría, que tú fueras como tu amiga,
estoy muy orgulloso de tu forma de ser, por eso y otras
cosas te quiero tanto ―me cae una lagrima por la
mejilla. ―¡Te has emocionado cariño!, anda, ven que te
abrazo amor ―¡soy lo peor!, pienso, mientras me tiene
entre sus brazos.
En estos días de descanso tengo mucho tiempo para
pensar, estoy hecha un lio y sigo sin tener con quien
desahogarme, a veces me dan pequeños ataques de
ansiedad. Disimulo como puedo, cuando eso ocurre me
salgo un rato a la terraza simulando que me ha dado una
subida de calor. Laia cree que puedo empezar a estar
premenopáusica.
En los siguientes días Raúl se muestra
excesivamente cariñoso conmigo, cree que necesito más
mimos debido a lo que dijo mi amiga que podía estar
pasándome. Me dejo hacer, ¿a quién le amarga un
dulce?.
67
Ha sido una semana perfecta, pienso mientras
deshago la maleta ya en casa.
Siempre nos habíamos ido solos de vacaciones,
Raúl es un romántico y ha organizado viajes inolvidables
solo para nosotros dos.
Si no hubiese tenido la osadía de tirarme a Jesús,
mi vida sería perfecta. Ahora tengo que vivir con ello e
intentar solucionarlo lo antes posible. Bastante difícil por
otra parte.
✳✳✳✳
Acudo al gimnasio después de quince días sin
asistir, Jesús ni me mira. Qué bien disimula, eso me
pone.
Acaba la clase y me dirijo ansiosa hacia su casa,
me he entretenido expresamente en la ducha, para que
piense que no voy. ¡Qué sorpresa, se va a llevar!.
Abro la puerta y me desnudo, sé que está porque
oigo que sale de la ducha. En el pasillo me sorprende por
detrás, y me tapa los ojos con una camiseta, huele a
limpia.
―¿Quieres jugar?. Encantada, te he echado de
menos ―siento cómo se humedece mi sexo.
Me pone un dedo en la boca mandándome callar,
sin decirme nada, estoy muy excitada. Este juego me
encanta.
68
En la cama me besa con pasión, tiene un sabor muy
distinto del que recordaba, pero agradable igualmente.
Recorre mi cuerpo con la lengua, el no verlo
dispara mi deseo. Se detiene en mi sexo y se recrea
jugando con la lengua. Ahora, me da mordiscos
agradables en los cachetes del glúteo.
Me derrito de placer y tengo un orgasmo. Sigue
con la lengua hasta el culo, lo lame y mete la lengua.
Cuando no resisto más le digo:
―Me han salido telarañas en el culo y estoy
deseando que me las quites.
Sigue sin hablar, pero rápidamente ha hecho lo que
le he pedido. Me ha metido el pene y me está dando sin
piedad. ¡Qué placer!, tengo otro orgasmo.
Me lo hace, de forma muy diferente de cómo me
tiene acostumbrada, pero el resultado es inmejorable.
Todavía no he escuchado su voz, hoy no me ha
susurrado nada al oído
Se corre, me vuelve a besar y se pone palote
enseguida. Me echa otro polvazo bestial. ¡Qué gorda la
tiene hoy!.
Me quita la camiseta de la cara, y me quiero morir.
―¿Quién eres? ¡me has violado! ―lloro de rabia e
impotencia por lo que he permitido que pase
―Soy Darío, un amigo de Jesús, soy Argentino y
estoy pasando una temporada acá en España.
69
Jesús me ha hablado mucho de ti. Me ha contado
cómo te gusta que te den fuerte. Él no está en casa, ha
salido a dar una vuelta.
Me ha dicho, si viene esa guarrilla aténdela por mí,
los buenos amigos lo compartimos todo.
Ah, y no te violé o eso me pareció hace un rato
cuando gozabas como una perra.
Contale a tu marido, a ver si él cree que es
violación o que eres muy putita. Creo que pensará lo
segundo y se irá a la mierda ―me quedo petrificada, no
me puedo mover, el cuerpo no me responde, ni entiendo
mucho esa forma de hablar...―Si querés más, espera que
llegue Jesús, sino vístete y ándate ―me indica la puerta
con el dedo.
«Ahora sí que la he hecho gorda».
Voy camino a casa, no quiero que esté mi marido,
¿cómo lo voy a mirar a la cara después de esto...?.
Me acaba de llamar diciéndome que llegará tarde,
que está con Daniel tomando algo. Me siento aliviada,
necesito tiempo para digerir lo ocurrido y que Raúl no
note el terror de mi acción en la cara. Me conoce bien.
Cuando llega, yo ya me he tomado alguna que otra
copa de vino, me besa y me dice que me quiere, me echo
a llorar, no puedo evitarlo.
―¡Cómo tienes las hormonas!.
«Laia sin saberlo me hizo un gran favor».
70
La velada transcurre como habitualmente, sin
ninguna novedad. Me siento un poco mejor, he bebido
mucho.
El alcohol me ha ayudado a dormir bastante bien,
pero me levanto con un dolor de cabeza terrible.
Me miro en el espejo, tengo un aspecto horroroso.
Casi no desayuno y tengo ganas de vomitar.
―Cariño, últimamente te noto muy distinta... ¿No
deberías hacerte un chequeo?, ya sé, qué nos contó Laia,
pero me tienes bastante preocupado ―me abraza y besa
en la cara.
―Estoy bien amor, ¡de verdad!, vete tranquilo.
Cuando se marcha al despacho pienso en mis
hermanas. Las llamo por teléfono, hace más de un mes
que no hemos hablado. Soy la más alta de las tres, dicen
que también la más guapa; mis padres conmigo se
esmeraron más, eso reiteran las dos siempre que nos
juntamos. Suele ser en Navidad, porque tienen una vida
un tanto complicada.
La conversación siempre versa sobre lo mismo;
que soy la que más suerte he tenido, que tengo un marido
increíble. «Soy la única de mis hermanas que sigue
casada». Que me tienen envidia sana, porque, aunque
lógicamente me merezco la vida que llevo, ya quisieran
que las suyas se parecieran en algo...
La verdad es que soy muy afortunada, aunque en
estos momentos me sienta bastante perdida.
71
La mayor es Lucía y la otra Clara. Hablando con
ellas me he puesto a llorar, les digo que tengo ganas de
verlas y estoy premenopáusica, en lo último miento. Se
han echado a reír, ¡qué tontorrona eres! me han soltado
las dos. Que me quieren mucho y están deseando verme.
Cuando cuelgo me siento un poco aliviada, entre
las dos he estado al teléfono tres horas. La mañana se ha
ido rápidamente, es la hora de comer pero no tengo
hambre. María me regaña;
―Me tiene preocupada Alba ―me quiere como a
una hermana, me lo dice muy a menudo.
Esta semana no iré al gimnasio, si veo a Jesús ¡lo
mataré!. Montaré a Tesoro para compensar la falta de
ejercicio.
Raúl es arrebatador, hoy ha llegado a casa un ramo
de flores enorme con una tarjeta. La leo y me conmueve.
En lo bueno y lo malo, recuerda amor, que siempre
estaré a tu lado. Te quiere ya sabes quien.
Necesito ayuda, no puedo con lo que me está
pasando. Nunca he creído en los psicólogos, pero igual
me animo y busco uno.
Cuando llega Raúl, le doy las gracias por el pedazo
de ramo que me ha comprado, aunque ya se las he dado
varias veces, cada vez que me ha llamado. Esta mañana
se ha ido preocupado y se ha comunicado conmigo cada
vez que ha tenido un momento libre.
72
―¡Este fin de semana nos vamos a Andorra! ―me
sirve una copa vino. ―Queda poco para que acabe la
temporada de esquí y me apetece ir contigo. Tú y yo
únicamente ―¡qué adorable es!, no me lo merezco. Salto
de alegría, me apetece mucho.
―Se te ha iluminado la cara ―veo una sonrisa de
aprobación. ―Así es como quiero verte, feliz ―se
acerca y me besa. ―Te he preparado un fin de semana
que no olvidarás fácilmente. ¡Prepárate!, te voy a hacer
mucho el amor ―me vuelve a besar, ¡qué tierno es!.
Me desplomo en sus brazos, en un estallido de
risas.
―Te quiero mucho, no lo olvides nunca, pase lo
que pase, recuerda...―de repente siento la necesidad de
contarle todo, pero me contengo.
La escapada a Andorra me hace mucha ilusión, allí
fuimos la primera vez que salimos solos después de tener
a los bebés. Recuerdo que me dijo:
―Tengo muchas ganas de ti, nuestros niños ya
tienen dos meses y se pueden quedar con María, he
hablado con ella y está encantada. Ella y Manuel se
harán cargo.
No te voy a dejar salir de la habitación en todo el
fin de semana. Puede que a la vuelta estés embarazada
otra vez.
Fue un fin de semana maravilloso, hicimos el amor
en incontables ocasiones. Nunca se encontraba saciado.
73
Adquirí la píldora en Andorra, «no tenía ninguna
intención de volver a sentirme gorda como una vaca».
Recordar estas cosas me hace bien, porque en
tantos años de casados jamás hemos tenido un roce. Ni
cuando los chicos han sido adolescentes, que es una
etapa complicada. Siempre ha apoyado mis decisiones y
yo las suyas.
Llegamos a Andorra, hace un frío que pela,
estamos en el mismo hotel y la misma habitación que
aquella vez. Sobre la cama encuentro una caja de
bombones Delafée, los comí por primera vez en un viaje
que hicimos a Neuchatel (Suiza) los dos solos, cuando
los pequeños tenían un año. Desde entonces, me
sorprende bastante a menudo regalándome una caja; Este
hombre no tiene precio, pienso,(eso mismo dicen mis
hermanas, siempre que sale a colación).
A Lucía, le pegaba su marido. Cuando por fin
decidió contarlo, Raúl, tomó cartas en el asunto. Fué a
buscarla y la trajo a casa, a ella y a sus hijos. Gestionó el
divorcio y procuró sacarle el máximo a ese mal nacido,
hasta que todo se resolvió, ella y sus hijos vivieron en
casa. Ella tuvo tiempo para pensar en su futuro y el de
sus hijos, y yo me sentí muy acompañada.
Carla se separó por incompatibilidad de caracteres,
de mútuo acuerdo. Lo gestiono todo Raúl.
Cuando mis sobrinos, los hijos de Lucía y Carla
cursaron los estudios superiores, los pagó Raul.
74
Mis hermanas hacía ya tiempo que estaban
divorciadas y no se lo podían permitir.
Para compensar, a los hijos de Antonio y lucas, que
económicamente han estado mejor, les regaló el viaje de
novios a cada uno de ellos cuando se casaron.
Toda mi familia le está muy agradecida, ha hecho
por cada uno de ellos todo lo que ha podido. Sin esperar
nada a cambio. Por todo eso y por lo mucho que lo
quiero, tengo que recuperar mi adorable vida normal.
El amor lo puede todo, o eso espero y necesito.
Hemos pasado la mañana esquiando, y después de
una deliciosa comida me ha hecho el amor. La verdad,
necesitaba una dosis de sexo descafeinado, luego hemos
paseado.
Ahora acabamos de cenar.Todo ha ido de perlas.
Me pongo uno de mis trapitos sexys, me mira con
expectación.
―¿Nunca tienes bastante? ―se acerca y me besa
tiernamente. ―¡Qué bien hueles siempre, amor!.
Mientras nos vamos besando, caminamos hacia la
cama.
Llevamos un ratito en acción y dejándome llevar
por el alcohol que he ingerido, pregunto;
―¿No te apetece hacer una locura aquí, esta noche
conmigo?.
―¿Locura?, locura es la cantidad de vino que te
has bebido tú solita. Creo que últimamente estás
75
bebiendo bastante, no quiero abusar de alguien que está
en inferioridad de condiciones, y que mañana pienses
que me aproveche de una pobre chica con las facultades
mermadas por la bebida ―con expresión elocuente lo
miro, me afecta mucho lo que dice; aunque es predecible
y sincero. La conversación ha hecho que le baje un poco
la erección, pero aún así ha terminado lo que había
empezado.
Me despierto con dolor de cabeza, va a ser cierto
que estoy bebiendo más de lo que debiera. Nos
duchamos, nos arreglamos y bajamos a desayunar.
―¿Qué te apetece hacer hoy amor?.
―Lo que quieras, ¡me duele un poco la cabeza!.
―Sí, a veces creo que no eres tú, de verdad, no te
reconozco amor. Espero que sea pasajero anoche me
dejaste un poco preocupado.
―Lo siento mucho cielo, no recuerdo bien que te
dije ―intento que reanude él la conversación. Así si
surge, le podría decir que me apetece probar otras cosas;
pero, lógicamente, la respuesta que me da va en la línea
del tipo de educación que ha recibido.
―Como no eras tú la que hablaba que era el
alcohol, no tendré en cuenta lo que dijistes, me lo tomaré
como una distorsión mental transitoria.
Me acaba de desarmar. Se levanta y me da la mano
para ayudarme a hacerlo yo, cuando me tiene a su altura
me da un beso casto en los labios.
76
―¡Vamos amor!, daremos un paseo, te irá bien, te
veo un poco perdida ―me mira, como me miraba mi
padre cuando de adolescente hacía algo con lo que ellos
no comulgaban.
―De aquí en adelante seré una chica buena, te lo
prometo ―úno las manos y pongo carita de no haber
roto un plato nunca.
―Siempre he estado muy orgulloso de tí, y en
estos momentos más, ahora daremos un paseo y cuando
la habitación esté arreglada te voy a hacer el amor. Todo
lo que mi cuerpo aguante. ¡Que uno ya tiene una edad!.
Me dejo caer en sus brazos y lo beso.
El fin de semana ha sido perfecto. Raúl es una
persona maravillosa, siempre lo he sabido. Después de
esta escapada se reafirman mis sentimientos.
Me ha servido para poder tomar la gran decisión.
✳✳✳✳
Voy a un gimnasio nuevo y me doy de alta; cuando
me sienta fuerte volveré al de siempre. Por ahora quiero
mantenerme distante, de otra manera no lo lograría.
Me pregunto: ―¿Y por qué demonios me pasa
esto a mí?.
Decido ir a su casa y devolverle las llaves, otra
opción es meterlas en el buzón. Pero no me parece muy
ético.
77
Llamo al timbre, me abre sin decir nada, cuando
llego arriba la puerta está entreabierta, como siempre.
Pero esta vez no me desnudo. ¡No pasará!, entro y me
quedo parada, boquiabierta.
Darío está sentado en el sofá y sin camiseta. Guau
¡qué tórax tiene!, me ruborizo al instante. Es un hombre
increíblemente sexy, pienso, teniendo sentimientos muy
contradictorios.
Cuando pasó el trágico episodio, estaba tan
descolocada que ni me fijé, es más corpulento que Jesús,
y más guapo.
―¿Te puedo ayudar en algo? ―me mira de arriba
abajo con descaro.
―He venido a devolverle las llaves a Jesús, ¿está?.
―Nó, se fue a dar una vuelta, tenía planes ―me
mira muy serio y sigue hablando. ―Siento mucho el
malentendido de la otra vez, de verdad, perdoname. Jesús
me dijo que no tenías nada, que sólo era sexo y cuando te
vi desnuda surgió, no lo tenía planeado. Lo siento, pero
es que yo te partiría al medio.
¿Nos tomamos la copa de vino de la paz?.
―¿Qué? ―no puedo evitar la cara de asombro que
se me ha quedado.
―Que he traído un vino muy bueno de Argentina
mi País, y como me ha contado un pajarito que te gusta
el buen vino, quiero que degustes conmigo uno que te va
a encantar. Es un Luigi Bosca ―me lo describe. ―Su
78
entrada en boca es amable, redonda, con volumen de
fruta y buen cuerpo. Delicado y de sensaciones dulces,
ideales, para un paladar como el tuyo.
―Parece que me lo quieras vender ―le suelto
secamente.
―No, de verdad que siento mucho lo que te hice,
me confundí con vos, ¿tomamos una copa juntos por
favor?.
―Bueno, vale ―sé que debería haber dicho que
no. Pero me siento como hipnotizada.
Al instante estoy encantada, hemos estado
hablando de su país. Como lo he visitado en dos
ocasiones, sé de qué habla y me parece estar allí. Él, lo
va describiendo con la emoción del que vive lejos de su
tierra.
Me veo montando a caballo por la pampa, en barco
por los glaciares, en velero en Mar del plata……..Entre
charlas y risas nos hemos acabado el vino.
No sé cómo ha pasado, pero hemos empezado a
besarnos, me gusta el agradable sabor a vino de su boca.
Me desnuda lentamente, mientras, va besando
suavemente todo mi cuerpo desnudo.
Se quita el pantalón y me pide que me suba encima
de él. Está sentado en el sofá.
Me siento y su miembro entra en mí, me sigue
besando. Me agarra por la cintura y me sube y baja con
79
energía, está muy fuerte, pienso mientras su miembro
sale y entra, entra y sale de mí.
Me ha llevado sin salirse de mí a la cama, somos
uno solo, con dos cuerpos sedientos de sexo.
Me da placer a tutiplen. Nos corremos pronto, me
tiendo boca arriba y me vuelve a besar.
―¿Te apetece otro guapísima?.
―Encantada ―¿qué me está pasando?, debería
irme, pero, es tal poder que ejerce hacía mí que anula por
completo mi voluntad. Me dejo llevar invadida por el
deseo que todavía siento.
Su miembro gana en tamaño al de Jesús, tanto en
grosor como en longitud. Tenemos otra sesión de sexo
salvaje, pero en estas dos ocasiones me ha respetado el
culo, ha sido delicioso y contundente a la vez.
Cuando acabamos me vuelve a besar,
―Me gustan tus labios, tus pechos, tu culo, me
gustás toda tú pibita. Me gustaría seguir viéndote, me
quede Re colgado y pensando en vos, flashando en el
momento que te conocí.
Pienso quedarme un tiempo por aca, y, si
pudiéramos vernos, sería maravilloso ―me vuelve a
besar. ―¡Te haría el amor todo el día!, pénsalo por
favor.
Y, ya voy otra vez camino de casa, cabreada con el
mundo, pero, sobretodo y antetodo con la persona en la
que me he convertido.
80
Lo más increíble, es lo que he dicho cuando me
iba:
―¡Mañana vengo a por más!.
Llego a casa, y Raúl está sentado en el sofá con
cara de preocupación.
―¿De dónde vienes amor? ¡te he estado llamando
y no contestabas!. Cómo últimamente te noto un poco
distraída no sabía qué pensar...
―Me he entretenido con unas compañeras de
gimnasia, no he oído el teléfono ―cada vez le miento
mejor. ¡Qué buena soy!
―¿Por qué no me llamas?, te puedes entretener lo
que quieras ¡no vives en una prisión!, lo sabes. Además,
estás muy cambiada... entiende que me preocupe mi niña.
―No hagamos un drama de esto ―objeto. ―Y
por favor, ponme un poco de vino.
¡Qué bueno es!. Se ha acabado la bronca, me sirve
el vino, me besa dulcemente y me dice que me quiere.
Cenando mantenemos una agradable conversación,
¡este hombre es increíble!. Me muero por su amor, no
hay reproches está todo olvidado.
Nos acostamos y lo busco. Lo encuentro rápido, se
ha puesto palote en cuanto le he metido la boca en el
pene.
Rápidamente me la mete en mi sexo, yo sin pensar
le masajeo el ano, si a mí me gusta supongo que a él
también. Gruñe de placer, pero enseguida se vuelve
81
reacio y se mueve para que pare. Tristemente me
desconcierta, pero sigo dejando que me haga el amor.
Tengo varios orgasmos, porque aunque estoy con
la persona que más quiero, mi mente está lejos de aquí.
Nos levantamos, nos duchamos y desayunamos.
Me cuenta que el próximo fin de semana vuelve a
ir a Madrid con Daniel,
―¡Ah qué bien!, podríamos ir también Laia y yo,
sería divertido.
―Laia y Daniel ya hace unos días que acabaron,
Daniel «el incorregible», se ha cansado de ese pez, igual
que se cansó de tantos ―ha usado la misma metáfora
que usa Daniel.
―¡No me lo puedo creer!, Laia no me ha llamado
para contármelo
―A ella tampoco le divertía ya quedar con él, o
eso cree Daniel. La gente hoy día no tiene valores, se
acuestan todos con todos, está muy de moda la
promiscuidad. ¡Menos mal que tú y yo no somos así!.
Me quedo atónita con lo que acaba de decir, si
supiera lo que estoy haciendo seguro diría haz las
maletas y no vuelvas nunca. Porque, si sólo hubiese sido
Jesús puedes decir cometí un error, no volverá a
pasar…...Pero, con dos, eso es un sinsentido que no
entiendo ni yo. A veces pienso que debo ser adicta al
sexo duro, y como hasta ahora nunca había probado otra
cosa, no sabía hasta qué punto lo necesitaba.¡Vamos
82
como las drogas!. Aunque, por muchas excusas que
quiera buscar soy consciente de quién soy, y qué le estoy
haciendo a la persona más buena del mundo.
Alguien dijo una vez. «El que siembra vientos,
recoge tempestades».
Cuando Raúl se marcha al despacho decido llamar
a Laia.
―Hola guapetona, ¿no tienes nada que contarme?.
―Hola Alba, veo que ya estás informada. Todo lo
que empieza acaba, más, si no hay amor. Fue solo sexo,
y eso tristemente siempre tiene fecha de caducidad ―me
da tranquilidad lo que dice, porque entonces, todavía
tengo esperanzas de volver a ser la de antes, me sigue
contando los pormenores. ―Daniel, era muy divertido al
principio, pero luego es solo sexo y a mi la monotonía
me aburre. Necesito otras cosas.
Creo que me acaba de dar la clave, quizá ha sido la
rutina de tantos años con Raúl lo que ha hecho que me
lance a los brazos de unos desconocidos.
Cuando no encontramos una explicación lógica de
las cosas, necesitamos inventarla para sentirnos mejor
con nosotros mismos. Es como hacer trampas al solitario.
«Sólo te engañas a tí».
Acabo de salir del nuevo gimnasio, no deseo
toparme con Jesús.
Darío, me dijo cuándo podía ir a verlo a él y que
Jesús no se encontrase allí.
83
Abro con mis llaves. Darío me suplicó que me las
quedase. Paso hasta el salón y allí está esperándome.
Se levanta, me besa y me mordisquea el cuello,
¡voy encendida!. Él lo nota, pero me propone tomar antes
una copa de vino. Me dice al oído que las cosas buenas
hay que saborearlas sin prisa, y eso piensa hacer
conmigo. Me deshago, no sé si puedo esperar mucho
más.
Nos tomamos la copa de vino desnudos, entre
sorbo y sorbo me va pasando la lengua por todo el
cuerpo.
Me pide que me tumbe en el sofá, obedezco, voy a
mil. Vierte un poco de vino en mi sexo y lo lame con
fruición, me vuelve loca. Estoy perdiendo el control.
Me dice que me ponga boca abajo, y repite la
operación. Esta vez en mi ano, ¡como me gusta!.
Me coge en brazos y me susurra mientras me deja
caer en la cama:
―Pibita creo que estás lista ―no puedo contestar,
es tal la excitación que siento que me dejo llevar.
Se sienta dentro de la cama, y me pide que me la
meta yo misma y que me mueva rápida.
La tengo clavada hasta el fondo y como tiene un
tamaño considerado, rápidamente tengo un orgasmo.
―Tómate el tiempo que quieras, pero luego te doy
de nuevo yo ―su cara es de, ¡te vas a enterar!.
84
Sigo moviéndome, esperando que tome él la
iniciativa, me introduce un dedo en el culo mientras yo
sigo dando placer a mi cuerpo.
Ahora ha tomado las riendas. Me voltea quedando
encima él, me muerde los labios y me dice al oído;
―¿Preparada?.
―No puedo esperar más, ¡dame duro! ―le insto,
me la introduce en el ano muy despacio, ¡la tiene
enorme!.
Va dando suavemente y me susurra guarradas al
oído, esto es nuevo pero me encanta.
Me sube los pies a sus hombros y me embiste sin
piedad. Noto como me llega al fondo, me deshago de
placer, vuelvo a tener otro orgasmo.
Se mueve sin parar hasta que se corre. Cuando
acaba besa largamente mi boca, me gusta como juega
con la lengua dentro de mi boca. Es mucho mejor amante
que Jesús. No me hace sentir un mero instrumento en su
compañía.
Nos besamos durante un rato jugando con las
lenguas, y noto que ya está a punto de nuevo. Cojo una
toallita húmeda (de esas de bebé) que siempre llevo en el
bolso, y le doy con energía en el pene, «se lo dejo
brillante». Acto seguido me la meto en la boca. Le doy
suaves mordiscos y lametones intensos. La combinación
hace que se corra rápido, tras varios gemidos dice:
85
―Eres lo más bonito que he tenido entre mis
brazos, no desaparezcas nunca por favor.
―Vendré siempre que quieras, pero recuerda que
esto es solo sexo. Estoy casada y nunca cambiaré a mi
marido por nadie, aunque te parezca inverosímil, me
tiene enamorada y le quiero mucho.
―Bueno, tiempo al tiempo, soy un hombre que
siempre consigo lo que quiero. Contigo no va a ser
diferente. Te voy a dar tanto placer que no podrás
renunciar a mí.
―De momento me voy ―cojo mi ropa, y mientras
me visto no deja de mirar mi cuerpo, me quedaría un rato
más, pero no puede ser. Quiero estar en casa cuando
llegue mi marido.
Llego, y lo primero que hago es ducharme para
que no quede rastro alguno de Darío en mi cuerpo.
Raúl acaba de llegar.
―¡Tienes cara de satisfacción! ―¡has dado en la
diana!, se acerca y me besa tiernamente.
―Te quiero mucho y soy feliz ―me vuelve a
besar.
Nos tomamos nuestra copita de vino mientras nos
ponemos al día. La mitad lo invento, no me queda otra.
Le digo que lo he echado mucho de menos, ahí no le
miento soy completamente sincera.
Cenamos y me pide que me dé una ducha con él.
86
―Sí encantada ―aunque ya me duché al llegar,
pero eso él no lo sabe. ―¿Me enjabonas?.
―Ah, ¡estás juguetona! eso me gusta, juguemos
pues.
Mientras con las manos llenas de jabón lava mi
cuerpo, me va besando.
―Estás volviendo a ser tú y estoy muy contento,
te voy a hacer dulcemente el amor como sé que te gusta.
Así me lo hace….
He quedado satisfecha, me acurruco entre sus
brazos y me duermo.
El viernes llega, y se marcha a Madrid. Laia viene
a quedarse en casa y charlar de nuestras cosas.
―¡Tienes el guapo subido! ―sonríe caminando
hacia mí.
―Gracias, yo también te quiero.
Ambas reímos mientras nos damos un caluroso
abrazo.
María nos ha dejado cosas frías y calientes
preparadas. Así charlamos tranquilamente. Me cuenta
que ha conocido a un cubano, que como siempre no es
nada serio, salen a bailar y juntos se divierten.
―Ah, y de vez en cuando tenemos sexo.
―Me alegro verte tan contenta.
Lo de Daniel... no le ha afectado lo más mínimo, es
cierto que no estaba enamorada de él, mejor así.
87
Salimos a tomar unas copas a Playafels
(Castelldefels), a un chiringuito con música. Nos apetece
mover el esqueleto.
Nos encontramos a Jesús con unos amigos. Me
sorprendo porque no me esperaba este contratiempo. No
está Darío, suspiro de alivio, no sabría como actuar si me
encontrase a los dos cara a cara.
Se acerca a nosotras y los presento.
Me da dos besos en la mejilla y aprovecha para
decirme;
―Necesito volver a estar dentro de tí pequeña, me
has dejado huella. ¡Dime que volverás!.
Me roza suavemente los labios y algo dentro de mí
se agita.
―Me alegra haberte visto ―me alejo. Por su
actitud deduzco que Darío no le ha contado lo nuestro, uf
¡qué alivio!.
―¡Está muy bueno!. Alba, ahora entiendo que te
deslumbrase, pero, me alegro que primara la sensatez.
Jesús agarra a Laia por la cintura sacándola a
bailar, »creo que intenta darme celos«, me incomoda.
―Nos vamos por favor, ¡no quiero seguir ni un
minuto más aquí! ―anúncio disgustada.
Llegamos a casa y nos ponemos los pijamas,
queremos estar preparadas para cuando Morfeo venga a
visitarnos.
88
Sirvo un par de copas de champán y saco el album
de fotos de mi boda.
Me viene a la memoria los preparativos de la boda,
o mejor dicho, «los nó preparativos».
Se encargó de todo Aurelia, la madre de Raúl.
Eligió el vestido que según ella me quedaba mejor,
dijo qué menú sería el perfecto, cómo debía ser el
ramo……
De mi familia, solo asistieron mis padres y mis
hermanos. El resto se excusó diciendo que no estarían a
la altura. De mis abuelos ya hacía un tiempo que no
quedaba ninguno. Desgraciadamente murieron jóvenes.
Lo único que yo elegí fue a Raúl y ¡dí en la diana!.
Nos casamos el 26 de octubre en la Catedral Del
Mar, la ceremonia la ofició el Arzobispo de Barcelona.
¡No podía ser de otra manera!...
Fué una boda de Princesa de cuento, con
cuatrocientos invitados, casi todos desconocidos para mí.
Me pongo tontorrona y las lágrimas inundan mi
cara.
Laia me mira, me abraza y dice:
―¡Qué enamorada se te vé!, como me alegro por ti
―¿Cómo es el sexo con el cubano? ―necesito
cambiar de tema, y además me muero de curiosidad.
―Tú ya sabes mi amol... ―nos dá la risa y no
podemos parar.
89
Cuando recuperamos las formas me dice que los
cubanos son muy fogosos en la cama. Que es cierto lo
que cuentan sobre ellos, y que a lo mejor se marcha con
él unos días a Cuba. Tiene que ir a su País por motivos
administrativos, y le ha pedido que le acompañe.
―Así aprovecho y conozco el país de manos de un
oriundo, ¿qué te parece?.
―Me iría con los ojos cerrados, disfrútalo.
Me enseña un selfie que se hicieron el día que se
conocieron. El chico es un mulato impresionante. Alto,
guapo y con un tono de piel no muy oscuro.
―A éste... sí que lo acompañaba yo hasta el fin del
mundo, ¡madre mía! ¡cómo está!
Cuando Laia escucha lo que acabo de decir me da
una palmada en la pierna y me dice:
―Tú ya estás casada, guarrona.
―Lo sé, pero eso no implica que tenga que ser
ciega.
―Néstor que así se llama, es de una barriada muy
pobre de la Habana si me decido a acompañarle nos
alojaremos en un hotel. Me presentará a la familia, dice
que son muy pobres, carecen hasta de los productos
básicos. Les llevaré una maleta llena de alimentos no
perecederos. ¡Pobre gente!.
―Es cierto ―asiento con conocimiento de causa,
estuve allí hace unos cuantos años con Raúl, e incluso
con dinero, hay muchas carencias en el País.
90
Le relato lo bien que lo pasamos en ese viaje Raúl
y yo, visitando Varadero, Viñales (Pinar del Río), Cayo
Blanco, con su arena caribeña y sus aguas cristalinas.
Le recomiendo los lugares a visitar y que lleve ropa
que ya no use, tanto de ella como de su hijo, las mujeres
de allí lo necesitan y se lo agradecerán.
―Lo haré, sí al final me decido y voy, pero tendría
que dejar al pequeño con el padre. Y tantos días no sé si
sabré estar sin mi pequeño.
Laia se marchó esta mañana, tenía que recoger a
Sergio, »su pequeño«, como ella lo llama.
Raúl, está a punto de llegar. Hace diez minutos que
me ha llamado diciendo: ―Estoy deseando verte...
Me ha traído una pulsera de oro, me ha gustado
mucho, (aunque no sé cuántas me ha regalado ya).
Me lleva cogida por la cintura a la cama,
diciéndome lo mucho que me necesita y que cada vez le
cuesta más irse sin mí. Me hace el amor dulcemente, me
gusta. Me dice lo mucho que me quiere y se echa a mi
lado. Me abraza, me besa, y me dejo mecer por el sueño
de Morfeo.
En casa, aparentemente todo marcha muy bien. Mi
comportamiento es el de siempre, Raúl está encantando,
bebo lo justo y estoy satisfecha de como me hace el
amor.
―¿Qué ha cambiado?, yo. Bueno en realidad no,
pero sí mi actitud. Soy culpable y lo admito, pero intento
91
pasar el mayor tiempo sin ver a Darío. ¿Lo consigo?. No,
irremediablemente no. Pero lo intento con todas mis
fuerzas todos los días.
✳✳✳✳
Hace unos días que no he ido a verlo. Se me han
hecho interminables. Me apetece un poco de sexo salvaje
y me dirijo a buscarlo.
Uso mis llaves para entrar. ¿Estará?, o peor aún,
me encontraré con Jesús, aunque a estas horas según me
ha contado no suele estar nunca.
Lo encuentro tumbado en el sofá, completamente
dormido. ¡Qué ganas de guerra traigo, Argentino mío!,
pienso mientras me quito la ropa.
Me siento encima de su boca, y le pongo el sexo en
los labios, gruñe, abre un poco los ojos y me sonríe,
empieza a pasarme la lengua. Me muevo arriba y abajo
dándome placer. “Qué brío tiene esa lengua”.
Me ha llevado a la cama y me ha dicho;
―Pibita, ¿donde estabas vos?. Te va a costar caro
el no haber aparecido por acá. ¡Voy a ponerte al día!, te
voy a dejar rota. Vas a volver a casa sin poder cerrar las
piernas, te lo prometo. ¡Ponte boca abajo! ―lo hago
deseosa que empiece la marcha. Me mete un dedo en el
sexo y otro en el culo, me da sin piedad. Me enciendo y
rápidamente tengo un orgasmo.
92
―Ahora, ¡chúpamela! ―obedezco, lo hago con
energía y se corre pronto.
Esto ha sido, para poder disfrutar de un polvo lento
y largo ―dice mientras me besa, enseguida recupera la
erección y sin preámbulos me la mete en el culo. ―No
hay prisa, te voy a dar tanto placer que me vas a pedir a
gritos que pare. ¡Voy a romperte ese culo! tan Re lindo
que tienes.
El sexo con él es asombroso. Mi culo cada vez
resiste más, me ha resultado un poco doloroso al final,
pero lo he aguantado bien y no he dicho que pare. Porque
el placer era mayor que la molestia.
Me marcho a casa y ciertamente tengo la sensación
que ha sentenciado, casi no puedo juntar las piernas.
¡Es maravilloso!, me siento muy bien, el dolor que
tengo es una nimiedad. Para nada comparable al que me
provocó Jesus.
Espero que Raúl llegue hoy cansado y no me
busque. He tenido una sesión completa de sexo duro. Me
duelen hasta las pestañas, pienso, mientras en la cara se
me dibuja una gran sonrisa recordando... ¡Cómo he
disfrutado!.
―Cariño, ¡nos vamos a Londres! ―me anuncia
Raúl, entrando por la puerta. ―Preciosa, prepara la
maleta que nos vamos a ver a los chicos ―me tiro a sus
brazos, y llorando de alegría le digo que es el ser más
maravilloso que conozco y, qué suerte tuve que una
93
persona como él se enamorase de una pobre chica como
yo. ―Ven aquí mi tontita, que te voy a hacer el amor.
―¿No cenamos antes?, ―que me dé tiempo a
recuperarme, esto último, lógicamente solo lo pienso.
―No. Cenaremos después, que llevo todo el día
pensando en tí preciosa.
Agarrados por la cintura vamos hacia la habitación,
es pronto y María debe estar entretenida preparando en la
cocina, charlando con su marido Manuel. No notarán
nuestra ausencia.
Nos damos una ducha juntos y ahí empiezan los
preliminares, todo muy dulce y tierno claro.
Un beso por aquí, un toqueteo por allí, todo muy
casto, si comparo...
Pero estoy aprendiendo a saber con quién estoy y
disfrutar del momento sin cuestionar nada. Me volvería
loca en caso contrario.
Cenamos y hablamos de los preparativos, estoy
muy animada. Me cuenta que nos alojaremos en el hotel
The Royal Horseguards. Estuvimos en ese mismo hace
unos años. ¡Qué clasico mi chico!.
El hotel es un antiguo palacio del siglo XVIII,
situado junto al Támesis, y está frente al London Eye,
una noria enorme que estoy deseando ver.
Cuando visitamos esa ciudad hace unos años aún
no estaba instalada.
94
Me llevaré ropa de abrigo, recuerdo que allí hace
mucho frío. Los chicos no saben que vamos, ¡que
sorpresa se van a llevar!.
Nos acostamos y me vuelve a hacer el amor. ¡Qué
dulce es!. Cada día siento que lo quiero más, puede
parecer una contradicción pero así es. También presiento
que mañana tendré agujetas en mis partes nobles, pero
como se suele decir, ¡Que me quiten lo bailao!.
Duermo poco porque estoy ansiosa por ver a mis
niños, siempre hemos estado muy unidos.
Son unos hijos increíblemente buenos. “Deben
haber salido a su padre”, me río mientras lo pienso.
Hasta el día de hoy no me han hablado de ninguna
chica. Que de momento no están por la labor, me dicen
siempre. Eso llega sin querer argumento yo.
Nos levantamos y nos duchamos. Mi cuerpo huele
a exceso de sexo.
Desayunando vamos organizando verbalmente lo
que podemos hacer cuando lleguemos a Londres.
El avión sale con bastante retraso, hay mucha
niebla y son pocos los que despegan. Me subo por las
paredes, no veo el momento de reencontrarme con mis
hijos.
Al fín anuncian nuestro vuelo.
Vamos en primera y nos sirven una copa de cava,
estoy de los nervios y pido que me sirvan otra. Mi
95
marido siempre atento me pide que me relaje que todo va
bien, y que por favor no beba más.
Me abraza, me besa, me reclino sobre él y espero
que el vuelo llegue a su destino.
Al salir del aeropuerto veo a Óscar e Iván, ¡mis
hijos!. Corro hacia ellos y entre los dos me suben por los
aires. Lloro de alegría, necesitaba verlos. Llega Raúl y se
une al abrazo. Estoy entre mis tres hombres, ¡se puede
pedir más!.
Entonces caigo en la cuenta, en el sexo también
ando entre tres hombres. Ahora no es momento para ese
tipo de pensamientos, disfruta de tus chicos y deja las
tragedias para la vuelta.
Raúl me dice que lo tenía todo organizado con los
chicos para darme una grata sorpresa. Y lo ha logrado.
Llegamos al hotel y el botones nos acompaña a la
habitación, no es la de la otra vez y me extraño.
«Raúl es tan básico».
Mientras deshago la maleta, me va explicando que
esta semana hay un congreso de médicos, y el hotel está
completamente lleno. (Eso lo explica todo).
En el cuarto de baño, hay bañera y ducha para dos.
La bañera, aunque no es Jacuzzi, pero sí redonda y
grande, tiene un televisor en la pared. Mientras te das un
agradable baño puedes ver el canal que te apetezca.
Hemos quedado con los chicos para comer en un
par de horas.
96
―Preciosa, tenemos un ratito para nosotros, ¿qué
te parece si lo aprovechamos?.
―¡Encantada! ―me desnudo con un baile sexy,
me mira sonriente. Dejo que tome él las riendas, que me
lo haga a su manera, estoy feliz de estar aquí con mi
familia.
Con lo bien que se le dá el papel de padre y
marido. ¿Cómo es tan malo en la cama?. pienso afligida.
Supongo que no se puede tener todo en la vida. «El
que no se consuela es porque no quiere».
Han sido unos días maravillosos. El desayuno en
el hotel, tal como lo recordaba, de los mejores que he
degustado fuera de casa.
Los chicos nos han llevado a visitar Cambridge,
Notting Hill, el museo British…….
Aunque ya habíamos estado en Londres, el ir con
los chicos hace que lo veas desde una perspectiva
distinta. Como el inglés lo hablo a la perfección me he
sentido como en casa.
Mis hijos viven en Chelsea, en un apartamento
de unos cien metros cuadrados. Se las apañan muy bien
solitos. Estoy orgullosa de la educación que les hemos
dado. Me han parecido más adultos, como más maduros,
o, ¿era que los he echado mucho en falta? no sé. ¡Cuánto
quiero a mis hombres!.
Vuelvo con aires renovados. Me siento muy bien,
estoy feliz, pero... Tengo ganas de echar un polvo bestial.
97
✳✳✳✳
Esta tarde pienso visitar a Darío o, en su defecto a
Jesús. Casi que me da igual a quien pueda encontrar.
Últimamente pienso en Jesús. «Lo que antes me
parecía una auténtica depravación», visto desde la
distancia no me parece tan escabroso. O tal vez, me haya
hecho adicta a esa manera de follar. Lo único que tengo
claro es que hoy necesito mi dosis, y voy a ir a por ella.
Me he vestido mona de la muerte, y voy camino de
mi aventura sexual.
Entro con mis llaves. Se encuentra Dario, sonríe al
verme.
―Hola Yegua. ¿Cómo andás? ¿ya te recuperaste?.
―Estoy Re bien, como decís vos, y vengo a por
más, ¿como lo ves?, ―los Argentinos dicen que ellos no
besan, ¡que rompen la boca!, y esa es la respuesta que da
a mi pregunta.
¡Qué arte tiene con la lengua!. Me ha dado un beso
de tornillo que me ha llegado hasta la campanilla.
Me lleva a pequeños embates a la ducha, «dice que
me lo va merendar todo». ¡Empieza el festival de sexo!,
primero me lame hasta que tengo un orgasmo. Luego me
pide que haga yo lo propio, encantada me pongo a ello.
Entra en mi sexo con violencia. Me dice que está
hecho un pelotudo. Luego me aclara que eso en su País
es estar enamorado.
98
Cabalga con brío, me gusta ese ritmo. Pega la
vuelta y se coloca debajo,
―¡Date tú! ―lo hago al ritmo que él ha marcado,
pero quiero otras cosas, me levanto un poco, la cojo con
la mano y la pongo en la puerta de atrás.
Sin miramiento alguno, de un empellón entra hasta
el fondo, no ha llegado a moverse y tengo otro orgasmo.
El placer es indescriptible, me encanta. Me siento
viva,
«¡Bien follada!, esa es la realidad».
Tras varios embates gruñe de placer y se corre.
Nos tomamos unas copas de vino mientras
charlamos de su País, y me pone al día de frases que usan
allí.
Es muy gracioso hablando, dice cosas como qué:
«El Argentino no se ríe a carcajadas, que se caga
de risa».
Hemos charlado y reído durante un buen rato.
―Estoy listo para otro asalto. ¿Te hace?.
―Me deshace ―me tiro a sus brazos para que me
coja, lo hace y me besuquea sin parar hasta dejarme caer
en la cama.
Me da otra tanda de ese sexo que tan necesitada
estaba.
Vuelvo a casa, me ducho y me entretengo con mi
Ipad esperando que llegue Raúl.
99
―Hola mi amor ―mi marido acaba de aparecer
por la puerta del salón. Se acerca y me besa.
―Hola preciosa ―se dirige a la nevera para vinos
que tenemos en el salón, y sirve dos copas. Me pone al
día de sus cosas. Yo, sólo de las que le puedo contar.
Al acostarnos me busca.
―Tengo la cabeza embotada del viaje ―me
justifico con una mentira. «Lo que tengo es un exceso de
sexo».
Por la mañana, cuando Raúl ya se ha marchado, me
preparo la mochila y me dirijo al Club de Polo a montar a
Tesoro. Dos horas y acabo agotada. Decido tomar un
vermut en el restaurante que hay en el Club. Me siento en
una mesa apartada, quiero estar sola.
―Hola, ¿me puedo sentar aquí o esperas a
alguien?.
Al levantar la cabeza veo a un chico poco más
joven que yo, lo tengo visto, monta a caballo muy a
menudo pero nunca habíamos cruzado palabra alguna.
Lo encuentro bastante atractivo, tiene un cuerpo
atlético.
―Sí, sí puedes sentarte, no espero a nadie.
―Soy Borja, me da dos besos ―yo correspondo.
Hablamos durante un buen rato sobre nuestros
caballos.
―El mío se llama Tesoro ―le explico la historia...
100
―¡Qué romántico todo! ―el tono que emplea al
decirlo me parece un poco jocoso.
―Al mío lo llamé Windows.
―¿Cómo surgió ese nombre?.
Me cuenta que es psicologo, que su caballo se
llama así, porque es la ventana que lo transporta de lo
mundano hacia la libertad.
Me parece un filósofo, y decido aprovechar la
oportunidad que me acaba de brindar la vida.
―Si te cuento algo… ¿quedaría como secreto
profesional?.
―¿Me quieres contratar? ―me mira bastante
intrigado.
―No, no es eso, tengo un pequeño problema y me
gustaría comentarlo contigo. Pero por supuesto te pagaré.
Aunque nunca he creído en vuestro gremio, siento
decirlo... Pero necesito ayuda. ¡Ya!.
―Cuéntame, y luego hablamos sobre lo que crees
o no. Me pareces una mujer muy interesante, lo pensé el
primer día que te ví.
Ahora, me acabo de separar de mi mujer y, me
gustaría conocerte a fondo, por eso me he atrevido a
acercarme. Aunque, hace ya un tiempo que te veo como
ausente, tu cuerpo está encima del caballo pero tu mente
me parece que se encuentra muy lejos de aquí, ¿estoy en
lo cierto?.
101
―Esto promete. De momento no te has equivocado
en nada, ¡has dado en la diana! y eso que no me conoces
de nada. Eres muy buen observador.
Me sonríe y dice:
―Soy muy bueno en mi oficio querida, si me das
la oportunidad te lo demostraré.
―Mi caso no es nada fácil, te aviso.
―Me encantan los retos, y ahora sin más dilación
cuéntame tu historia. ¿Qué es eso, que te tiene tan
preocupada?.
Le pongo al día de mis fechorías con todo lujo de
detalles, al ser una persona que no conozco de nada no
tengo vergüenza. Su cara va cambiando conforme el
relato lo va haciendo. No me interrumpe, espera a que
acabe mi historia.
―¿Veredicto?.
―No tan rápida señorita, todavía queda mucho por
hablar. Lo primero es saber si de verdad te quieres
enmendar o por el contrario, te gusta la doble vida que
llevas.Y como todavía no me has contratado, sólo me has
pedido que guarde secreto profesional, y sobre eso tienes
mi palabra no te quepa la menor duda.
Por otra parte, me gustas mucho y soy un hombre
libre. Me gustaría conocerte como persona, no como
paciente. ¿Podríamos quedar para tomar algo fuera de
aquí?.
102
―No de verdad, seguro que al final quieres lo que
todos.
¡Para mí eso ha acabado!. Solo quiero reconducir
mi vida, esta no soy yo y no me hace feliz, y lo más
importante, sigo enamorada de Raúl, mi marido.
―Vale, entiéndeme, tenía que intentarlo. Disculpa
mi comportamiento, me he dejado llevar por la parte
animal que todos llevamos dentro.
―De eso entiendo un poco.
―Si te parece bien, como los dos acudimos aquí a
menudo y para más inri, no crees en los sanadores de
mente, será más práctico que nos veamos en este
restaurante y hagamos aquí la terapia.
―¡Me pareces buena gente!, estoy muy contenta
que te hayas acercado hoy a mí. Te debo haber parecido
una mujer frívola, pero nada se aleja más de la realidad,
estoy viviendo algo completamente ajeno a mí y, deseo
ponerle fin cuanto antes. No quiero dañar a las personas
que me quieren, ¡no lo merecen!. Pero, mi marido tiene
su trabajo, sus amigos… Yo, me siento muy sola en una
jaula de oro.
Nos despedimos con dos besos en las mejillas y me
insta a vernos tres veces por semana.
―Empezamos mañana, piensa bien qué es lo que
realmente quieres, sino la terapia no tiene ningún sentido.
Me lo dice agitando el dedo índice.
103
―El primer paso es reconocer el problema, y eso
ya lo he hecho. ¿No te parece?.
Me marcho con la promesa de volver a ser una
mujer decente, o morir en el intento.
Llevo unos días viendo a Borja, además de tratar
mi (llamémosle adicción), es un buen conversador.
Posiblemente con el tiempo seamos buenos
amigos. Dedicamos una hora a hablar de mis miedos e
inseguridades... Porque creo que no lo voy a lograr.
Pienso día sí día también en Darío, y por si eso no
es suficiente, de vez en cuando en Jesús.
Luego, podemos estar charlando durante otra hora
o más de cualquier tema que surja. Es una persona
bastante elocuente cuando no se trata de trabajo.
Me relaja estar en su compañía. Tengo a mi favor
que sé que es inadmisible lo que estoy haciendo. «Me lo
dice en cada sesión para darme empuje».
Por otra parte, si no quisiera a mi marido no me
supondría ningún trauma. Lo engañaría sin más.
Me está resultando muy difícil la terapia. Dudo
mucho de poder lograrlo.
―¡Poder es querer!, ―me repite reiteradamente,
¡qué fácil visto desde fuera!.
En casa todo está bien, (vamos, como siempre),
esta semana Raúl vuelve a ir a Madrid con Daniel.
Me gustaría irme con él, así estaría a salvo de tener
la tentación de visitar a mi amante.
104
Borja me lo ha desaconsejado.
―¡Al toro por los cuernos! ―fué la respuesta que
dió a mi sugerencia. ―Intenta ser fuerte, distraerte, no
pensar...
Otra opción era visitar a mis padres, pero al
llamarlos me ha dado un bajón, van a estar en Toledo,
allí viven mis hermanas. Van unos días para estar con
ellas.
―Vente, tus hermanas se llevarán una gran alegría
al verte ―a punto estoy de decir que sí, pero me doy
cuenta que sería demasiado para mí, seguramente me
vendría abajo y lo contaría todo.
―En otra ocasión mamá ―me disculpo, dale muchos
besos a todos.
Mi último recurso es Laia;
―¡Hola guapetona! ¿qué tal todo?.
―Hola Alba, me alegra que me llames, estoy
preparando las maletas, ¡me voy a Cuba!. Néstor ha
insistido tanto que al final he claudicado. Te iba a llamar
desde el aeropuerto porque he estado muy liada con los
preparativos.
Al final, mi pequeño se queda en casa de mis
padres, ¡qué alivio!.
―¡Disfrútalo!, te lo mereces. Pero sobre todo a la
vuelta no olvides llamarme y contarme con todo lujo de
detalle cómo ha ido.
105
―¡Cómo te gusta el morbo!. Prometido, dalo por
hecho. Nos despedimos. Me siento abatida, ¿y ahora
qué?...
Cabalgo a lomos de Tesoro, y el miedo a no salir
corriendo a los brazos de Darío recorre todo mi cuerpo.
Estoy con Borja en el restaurante. Le expongo la
angustia que siento de tener que encontrarme sola este
fin de semana, le pido que me proteja, que me permita
alcanzar mi objetivo sin mucho esfuerzo.
―Las rosas sin espinas no son naturales. Pero sin
que sirva de precedentes, porque no es ético quedar con
pacientes, te ayudaré por esta vez.
―¡No sabes como estoy luchando para tener el
valor de dejar de verlo!. ¿Acaso no entiendes cuánto
estoy sufriendo?.
―No puedo cambiarte la vida, yo solo la puedo
encauzar ―me contempla con ternura y continua. ―No
tengo obligaciones este fin de semana, tranquila, estaré a
tu lado. Te pasaré a buscar el viernes a las diez de la
mañana. Mis citas para ese día las hará Roberto, le pediré
ese favor, es un colega con el que comparto consulta.
Saldremos a correr. Yo lo hago todas las semanas,
doce kilómetros de un tirón, hace que se liberen muchas
endorfinas, ¡verás que bien te sientes!.
Raúl está con los últimos preparativos para salir
hacia el aeropuerto. Me dice, reiterando lo mucho que
106
me quiere; que me va a echar de menos, besa mi boca
durante un tiempo indefinido y se marcha.
Borja es puntual, me recoge con su coche y nos
vamos al Paseo Marítimo de Castelldefels.
Corremos. Como no estoy acostumbrada me cuesta
seguirle el ritmo y voy bastante rezagada. «A mi me
parece que estoy corriendo una maratón».
Cuando paramos para estirar dice:
―Te veo en baja forma, tú mucho aerobic, pero
de fondo poco ―sonrío, estoy tan exhausta que no puedo
articular palabra.
―¿Vamos a mi casa y nos damos una ducha? ―lo
miro algo azorada.
―Tranquila, conmigo no corres peligro alguno,
para mi pesar claro.
―Lo siento. ¡Qué patética te debo parecer!.
―¡Me pareces una mujer increíble!, si no
estuvieras casada, desearía hacerme viejo contigo ―me
parece sincero. Es música para mis oídos, últimamente
tengo la autoestima por los suelos. ―Yo sabría darte lo
que necesitas y por qué no decirlo, estaría encantado. El
sexo fuerte me gusta mucho ―mi cara se enciende como
una bombilla por lo que me acaba de decir.
―¡Anda!, si va a ser cierto que la muchacha es
tímida ―dice entre risas,
―¿Lo dudabas?.
107
―No, claro que no, vislumbro el interior de las
personas. Tú eres buena gente, sólo que temporalmente,
parece que has perdido el sitio en tu vida, pero para eso
estoy yo para que lo recuperes ―así lo espero, asiento
sin mucha convicción.
Tiene un ático precioso en la zona de Sarriá. Debe
tener unos 170 m2. Y una estupenda terraza. Los
muebles son bonitos y la decoración con mucho estilo.
Me indica donde está el baño y me deja un pijama
suyo (tipo chándal). Me doy una refrescante ducha, y
cuando me voy a vestir me doy cuenta que no tengo ropa
interior limpia, así que me pongo el pijama únicamente.
Está sentado en el sofá y ha preparado dos zumos
de tomate. Sonríe al verme de esta guisa y me ofrece
uno, no es mi bebida favorita pero no la voy a rechazar.
―¿Vives aquí, tú solito?.
―Sí, mi ex y yo éramos incompatibles. Todo iba a
peor y como ya te he comentado, hace poco que nos
hemos separado de mutuo acuerdo. Afortunadamente o
no, no sé, la vida decidió no darnos hijos.
Pero no hablemos de penas. ¿Te apetece salir a
comer?, o, nos arreglamos aquí con cualquier cosa,
―¿Sabes cocinar?.
―Te sorprendería todo lo que se hacer muñeca.
Pone los brazos en jarra mientras lo dice.
―Sorpréndeme ―tengo ganas de verlo en acción.
108
Pasamos a la cocina. Es cierto, se desenvuelve bien
entre fogones. Se pone un delantal que dice. «Disfruta
que hoy cocino yo».
La comida estaba muy buena. Me ha agasajado con
un lenguado en salsa de almendras, acompañado de una
parrillada de verduras, para beber ha servido un vino
blanco, (Barbadillo). No lo había tomado nunca, pero me
ha parecido ideal para acompañar el pescado.
No se me ha insinuado en ningún momento. Ha
sido correcto y elegante conmigo. «Este sabe ser buen
amigo».
A media tarde me acompaña a casa, alega que tiene
un compromiso ineludible.
―Pasaré a recogerte a las ocho y media, ponte
guapa. Aunque tú para eso no necesitas nada ―río como
una adolescente. ―Te llevaré a un restaurante que creo
te gustará mucho, es bastante chic.
―De acuerdo. Haré lo que pueda con esta cara y
este cuerpo ―me contoneo caminando hacia la entrada
de casa.
―Ah, y sobre todo sé buena, no me obligues a que
tenga que darte unos azotes ―giro mi cabeza mirándolo
y ambos reímos.
―¡Vete ya!, que vas a llegar tarde a tu misteriosa
cita .
No ha querido contarme, qué, era eso tan
importante que no podía esperar, tampoco he insistido.
109
No me ha parecido ético hacerle un interrogatorio,
por otra parte, ¿quién soy yo?. «Aunque me moría por
saberlo».
¿Tendrá alguna amiga íntima con la que mantenga
relaciones sexuales?. Es un hombre muy simpático y
sobre todo atractivo, seguro que fans no le faltan.
Me llama Raúl:
―Hola preciosa ¿como va por ahí?.
―Bien, en casa entreteniendome como puedo, y tú
¿qué tal por Madrid?
―Aburrido, aunque esta noche cenamos con unos
clientes muy potenciales. Si conseguimos el contrato te
haré un magnífico regalo.
―Tú, junto con mis hijos es lo mejor que me podía
regalar la vida. ¡Es un privilegio, estar casada con un
hombre como tú!.
―Te dejo, me está llamando Daniel ya seguiremos
con esta conversación. Te quiero.
Mientras me ducho, trato de convencerme a mí
misma, de que por fín estoy en el camino correcto.
¿Qué es el sexo sin amor?. Como el comer sin
hambre, ¡pura gula!, y segúramente pecado.
Me pongo un vestido palabra de honor, «creo que
me hace un cuerpo exuberante». Es corto, por encima de
la rodilla.
No tengo intención de nada, pero necesito sentirme
deseada. Me maquillo discretamente y me perfumo.
110
Cuando llega a recogerme trae un ramillete de
flores,
―Las vendía una chica en un semáforo y no me
pude resistir..
―Gracias. ¡Pareces todo un dandy con ese traje!.
―Tú, estás preciosa hasta con mi enorme pijama.
―Te burlas de mí, ¿verdad?.
―No, de verdad me pareces una mujer enérgica,
fascinante y sensual ―me da dos besos en las mejillas y
abre la puerta del coche para que entre.
Ha sido una cena extraordinaria. Ha elegido un
buen restaurante, hemos estado hablando de trivialidades,
nada trascendental.
Como hemos bebido bastante cualquier bobada nos
hace reír.
No me explica, qué ha hecho desde que me dejó en
casa y yo no pregunto.
Al salir del restaurante me lleva agarrada por la
cintura. Me siento un poco afectada por el alcohol.
―¿Quieres pasar la noche en mi casa?.
―¿Qué? ―no puedo disimular el asombro que ha
provocado en mí la pregunta.
―Que si no te apetece estar sola en casa, te invito
a que duermas en la mía. Tranquila chiquilla, que te salva
el código deontológico al que los profesionales nos
debemos, pero si mi situación fuera otra esta noche no
sales indemne.
111
―¡Uf!, menos mal ―digo entre risas. ―Ya sabes
que soy una chica muy traviesa.
―Entonces, señorita peligrosa, por salvaguardar
mi integridad será mejor que la acompañe a su casa. Y
mañana será otro día ―ambos reímos con ganas.
Me acompaña hasta la entrada, me besa con un
suave roce en los labios, la sensación que me provoca
hace que se me erice el vello, disimulo. Borja espera en
la acera hasta que entro y cierro la puerta.
Me acuesto y tengo pensamientos impuros, el beso
de Borja ha provocado en mí el deseo.
Busco el juguetito que compré y me doy todo el
placer que pide mi cuerpo. «Esto no debe ser cuernos»,
será como un complemento sexual.
Me despierto varias veces durante la noche, tengo
malestar y mucha sed.
Cené copiosamente y bebí en exceso. Seguramente
estoy pagando por ello.
Me levanto tarde. Al final caí profundamente en un
sueño reparador.
―¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí? ―acabo de
encontrar a Raúl sentado en un sillón; en la sala que
antecede a nuestra habitación. ―¿Cómo no me has
despertado?.
―Tranquila todo está bien ―se levanta y me besa,
me parece todo muy frío.
―¿Está todo bien? ¿seguro?.
112
―Si, no te preocupes todo ha ido bien. Hemos
conseguido el contrato. Tenía ganas de volver eso es
todo...
―¿Eso es todo? ¡si te estás tomando una copa a
las once de la mañana!.
―No tengo ganas de discutir, ¡estoy aquí!. Te
debería bastar ―decido dejar de pedir explicaciones.
«Nunca antes lo había visto así».
Llamo al móvil a Borja y le digo que ha vuelto
Raúl. Aprovecho para agradecerle su ayuda.
Pasa la mañana sin penas ni gloria. A él no le
apetece hablar, yo ando bastante resacosa y sobre todo
desconcertada.
Cuando terminamos de comer. Él casi no ha
probado bocado, dice:
―Me voy a echar un rato, me siento cansado.
―¿Te acompaño? ―igual echando un polvo se le
pasa, (eso siempre ayuda).
―No, no me apetece. Solo quiero dormir un rato.
La respuesta me descoloca, ¿Que habrá pasado en
Madrid?, que no puede o no quiere hacerme partícipe.
Me tumbo en el sofá y me despierto a las siete. Él
ya no está en la cama. Lo busco por casa pero no está.
Me asusto, voy al garaje su coche tampoco está...
¿Qué pasa?. Se habrá enterado de lo mío, no creo,
pienso más por tranquilizarme que por convicción. Lo
113
llamo al móvil y no contesta, vuelvo a insistir y cuando
ya estoy a punto de colgar….
―Dime,... estoy en el despacho. Tenía bastante
papeleo atrasado y como no podía dormir he decidido
aprovechar el tiempo ―me quedo a cuadros, no sé ni
qué decir.
―¡Es sábado! ―estoy bastante descolocada por la
situación.
―Bueno, te dejo que estoy muy liado. No me
esperes a cenar...
¡Qué demonios pasa!. Llamaré a Daniel...
Tras sopesar la situación decido que mejor no.
Seguramente no es nada y si lo llamo igual empeora la
situación. Al que sí que llamo es a Borja.
―Buenas tardes, perdona que te llame de nuevo.
―¿Te ha pasado algo?.
―No, bueno sí, como ya te conté, ha regresado
Raúl un día antes de lo previsto y está muy extraño. No
me ha querido explicar nada y no sé qué hacer...
―¡Tranquilízate!, los hombres también tenemos
días raros. Déjalo, no lo agobies, cuando lo considere
oportuno te hará partícipe de lo que sea que le angustie.
―Tú eres el profesional. ¡Supongo que tendrás
razón!, aunque en Raúl esto no es normal, pero así lo
haré.
―Nos vemos el lunes ―le digo para dar por
concluida la conversación.
114
―Cuídate, guapetona, hasta el lunes.
El sábado pasa…..
El domingo es más de lo mismo, está raro y poco
hablador. Cuando me dice algo contesto, cuando no, me
distraigo leyendo o mirando viajes en mi Ipad. No tengo
viaje alguno previsto, pero necesito que pase el día lo
más rápido posible.
Cuando nos acostamos me da un beso como el que
besa a su madre. No digo nada, me vuelvo hacia el lado
sobre el que duermo y espero que todo pase.
Cuando me despierto ya no está. Decido hacer una
locura. Voy a ver a Darío.
Me encuentro parada en la puerta del edificio en el
que vive. Si está ocurrirá. «Voy desesperada porque me
echen un polvo».
Mi marido me ha ignorado. ¡Será culpa suya lo que
pueda ocurrir hoy en casa de Darío!. Me lo repito una y
otra vez para justificarme a mí misma el volver a recaer.
¿Es lícito querer que la culpa recaiga sobre otra
persona?.
Supongo que no. Pero desde luego hace que te
sientas mucho mejor.
✳✳✳✳
Llamo al timbre. Así, si no abre, doy media vuelta
y me marcho. Llevo en el maletero la ropa de montar,
siempre me gusta tener un plan B.
115
―Sube ―¡cómo me alegra oír su voz!, ya voy
húmeda.
―Hola, ¿molesto? ―le pongo cara de poker.
Me da un morreo que enciende todo mi ser.
―¿Contesta esto a tu pregunta?.
―Es la mejor respuesta que podía esperar ―acto
seguido me lanzo a sus brazos y le devuelvo el beso.
Nos devoramos la boca durante un tiempo
indefinido.
―Necesito que pases ya a la acción, vengo muy
hambrienta.
―Te garantizo que hoy te vas a ir bien llena. Te
tengo preparada una sorpresa que... ¡Ni en tus mejores
sueños!.
―Ya estás tardando ―me voy desnudando.
―¡La concha de mi madre!, casi olvido lo rico que
está ese cuerpo. ¿Dispuesta para lo que va a ocurrir?.
―Ansiosa ―doblo mi cuerpo desnudo posando
las manos en el suelo, para que entienda que vengo
dispuesta a todo.
―Todo a su tiempo ―me coje en brazos y
llevándome a la cama me besa. Sale un momento de la
habitación y vuelve con dos copas de vino. ―Aunque es
temprano hoy te hará falta ―le pongo ojos de
escepticismo. ―¡Hazme caso y tómatelo!, me voy a dar
una ducha.
Cuando vuelve me he bebido la suya y la mía.
116
―Así me gusta, voy a buscar la botella que la
acabaremos. ¡Hoy te voy a hacer sentir una mujer
completa! ―sonrío entre azorada e intrigada.
Nos acabamos la botella entre besos, caricias y
lametones. Él a mí y yo a él, ardo de deseo.
¡Por fin!. Me agarra y me coloca encima de él
introduciendola en mi sexo. ¡Qué gorda se le ha puesto!.
Gimo de placer porque me da fuertes embestidas. En
breve me llega un orgasmo, se gira y me deja debajo.
Es bastante violento en las acometidas a las que me
está sometiendo, vuelvo a tener un orgasmo y él se corre.
―¡Ahora sí que ha llegado tu gran momento!. Date
una ducha y vuelves que hoy fijo te dejo sin habla.
Hago lo que me ha pedido rápidamente y vuelvo a
la habitación. Estoy deseosa de mucho más.
Nos tomamos otras copas de vino. Entre risas,
besos y toqueteos, pierdo la cuenta de cuántas habrán
sido.« Hoy todo me da igual».
Repite la misma operación y se coloca encima,
introduciendo su miembro en mi sexo. En minutos ha
recuperado el vigor perdido.
Me da sin piedad. ¡Esto es lo mío!, me tiene
agarrada por las caderas mientras me sube y baja.
De repente, otras manos se aferran a mi cintura por
detrás. No veo quien es, queda a mi espalda, pero
tampoco me importa. «Ese perfume me resulta familiar».
117
Me siento embriagada de deseo, supongo que el
vino habrá cumplido su cometido.
Las manos que no son las de Darío, tiran de mí
hacia atrás, elevando mi cuerpo. Me introduce su pene en
el culo. Ahora ya no tengo dudas. ¡Es Jesús! ¡cuánto te
echaba de menos!.
Me da sin contemplación alguna y me retuerzo de
placer. Ahora es Darío el que tira de mí. Me la vuelve a
introducir en mi sexo y se mueve rápidamente, vuelve a
hacerlo Jesús, y Darío...
Hasta que se corre Jesús.
Caigo sobre el cuerpo de Darío completamente
exhausta, y cierro los ojos.
―Esto no ha acabado pequeña ―es Jesús el que
me habla. ―Ahora lo haremos a la inversa. Yo te daré
por delante y Darío te romperá el culo, ya te dije en su
momento que esto iría a más. ¿Recuerdas pequeña?.
―Sí ―me giro, y dedicándole una amplia sonrisa
suelto sin detenerme a pensar en lo que digo. ―¡A ver
quién tiene más aguante!.
―¡Está claro que nosotros! ¿no ves que somos
dos?. Y aunque tú eres una zorrita muy cachonda, entre
los dos te vamos a reventar ese trasero tan apretado que
tienes, además, lo está pidiendo a gritos lo he notado
cuando he entrado en él, ¡cómo se te ha dado!, la he
metido a saco y ni se ha inmutado. Todo lo contrario, yo
creo que daba palmas de alegría.
118
Acabado el monólogo que ha hecho Jesús, me
besan ambos por todo el cuerpo, parando en mi sexo lo
saborean, todo mi ser delira de placer. Hay para los dos,
me trabajan en armonía como si fuera algo habitual en
sus vidas.
Se ponen de rodillas en la cama y me ordenan que
vaya de uno a otro y chupe sus rabos. (Cito literal lo que
me ha dicho Jesús). Así lo hago hasta que casi se me
desencaja la mandíbula.
Ahora Jesús se coloca debajo, y me coje por la
cintura. Me la clava hasta el fondo de mi sexo. Darío se
coloca de rodillas detrás y me penetra el culo.
Lo que ocurre es una repetición de lo anterior. Sólo
ellos han invertido los papeles, yo me siento follada y
requete follada.
Estoy mareada, he perdido la noción del tiempo.
No sé ni qué hora es, ni las veces que han invertido los
papeles. Llegado un punto, ya ni sabía, quién tenía
delante o quién me estaba dando por el culo.
Creo que por un momento pierdo la consciencia,
porque uno de ellos me abofetea la cara violentamente.
―¿Te encuentras bien zorrita? ―es Jesús el que
me ha pegado. ―Toma, un poco de agua ―bebo y me
siento algo mejor. ―Eres buena alumna y progresas a
gran velocidad. Ahora ya sabes que somos dos, vuelve a
por más siempre que quieras. Darío no ha abierto la boca.
119
―¿Qué? ¿qué me intentas decir? ―debo estar
soñando y en un momento me despertaré, pienso. Pero
no, no es un sueño. «Es una pesadilla que yo he
permitido que pase».
―Nos dedicamos a esto, a engatusar pavas como
tú y daros por el culo, solo a las que lo tienen sin
estrenar, claro. Tú buscas emociones fuertes y nosotros
aventuras. ¡No somos tan distintos!.
Miro a Darío esperando que diga que él no es así,
que de verdad sentía algo por mí. Pero lo único que hace
es encogerse de hombros.
Recojo mis cosas y me marcho. No lloro. «No les
pienso dar ese último placer».
Deambulo sin rumbo alguno por la calle, necesito
despejarme antes de llegar a mi casa. Tengo la cabeza
embotada.
―Hola Borja ―al final decido llamarlo. ―¿Te va
bien que nos veamos en un rato.
―¡No!, lo siento, te he esperado toda la mañana en
el restaurante del Club de Polo, y no has contestado a mis
llamadas.
―Pero... ¡He cometido un gravísimo error!, ―le
interrumpo.
―¡No eres una niña! ―me espeta. ―No puedes
venir a mí después de cada travesura. Siento decírtelo,
pero doy por concluida la terapia, no estoy para perder el
tiempo con señoras con preceptos de falsa moral como
120
tú. Pensaba que eras muy inteligente, pero me doy cuenta
que estaba equivocado... ¡Solo tú puedes ayudarte!,
empieza por quererte y respetarte un poco. Lo demás
llegará solo.
―Gracias ―me deja sin palabras, aunque sé que
tiene razón. ―No te volveré a molestar.
―Ah, y ya que eres una mujer sin escrúpulos yo
tambien te puedo poner mirando a Cuenca. Llámame
cuando te apetezca algo nuevo ―cuelgo sin decir nada.
En el garaje está el coche de Raúl.
¡Lo último que me apetece es verle la cara!. Pero
tengo que enfrentar el problema cuanto antes.
―¿Dónde estabas? ¿ por qué no contestabas a mis
llamadas?, siento mucho todo lo ocurrido... ―habla
rápido, atropelladamente. ―¡Hueles a alcohol!, ven que
te abrazo cariño ―abre los brazos caminando hacia mí.
―¡No! ―extiendo un brazo hacia él para que no se
acerque más. ―¡Todo lo que me he pasado hoy ha sido
por tu culpa!. Ahora soy yo la que no quiere hablar, sí,
¡he bebido mucho! ¿y qué?. Si al volver de Madrid me
hubieras explicado qué pasaba, no me encontraría en la
situación a la que he llegado. ¡Me voy a la cama!, y no
vengas. ¡No me apetece tu compañía!.
Me despierto de madrugada y no está en la cama,
me levanto.
Lo encuentro en el sofá de la sala contigua, está
dormido. Busco una manta y lo cubro con ella.
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―¡Dios! ¿qué he hecho con la idílica vida que me
regalaste?.
Me vuelvo a la cama. ¡Me estalla la cabeza!, en la
mesilla de noche encuentro ibuprofeno, me irá bien
tomarme uno.
El resto de la noche se hace eterno, el sueño me ha
abandonado y mi cabeza no para de proyectar una y otra
vez «como si de una película se tratase», lo ocurrido en
el piso de Jesús.
Raúl se ha ido temprano. Lo oí levantarse, pero
decidí que mejor hacer ver que yo dormía.
Me llama a media mañana.
―Hola mi amor, ¿cómo estás?.
―Bien, bueno... Me duele un poco la cabeza, ¿y
tú? ¿cómo estás?.
―Fatal... Por mi comportamiento contigo. Estoy
acabando con el preparativo de un juicio y voy para casa,
tengo algo que decirte y no puedo esperar más.
Nos despedimos y no paro de darle vueltas. ¿Qué
puede ser? ¡no me irá a dejar!.
Me arreglo, me he decantado por un vestido un
poco corto. No sé, qué me va a contar , pero poniéndome
en lo peor, decido, que si me ve atractiva mientras me lo
dice tal vez se arrepienta.
María ha preparado la comida, se ha excusado y se
ha marchado. «Tenía que visitar un familiar enfermo».
Sé que ha mentido. Seguro que es un complot entre ella y
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mi marido. La cosa es más fea de lo que yo imaginaba,
estoy nerviosa y me duele el estomago.
Me vendría bien una copa de vino ―¡No!, digo en
voz alta. ¡Bastantes problemas te has ocasionado ya!.
Acaba de llegar Raúl. Me tiemblan las piernas. El
miedo atenaza con no dejar que me pueda levantar del
sofá.
―Hola preciosa, ¡estás escandalosamente sexy!.
Al estar sentada, el vestido parece más corto aún de
lo que es en realidad.
―Gracias ―¿de qué va esto?, ahora sí que me
siento confundida.
Comemos sin apenas intercambiar palabras, he
bebido agua. «Necesito tener todos los sentidos en
alerta».
―Ven, sentémonos en el sofá ―me mira serio,
mientras, coge mi mano y me ayuda a levantarme de la
silla. Las piernas me flaquean, lo nota, me coge por la
cintura y me deposita en el sofá.
Clava una rodilla en el suelo y busca algo en el
bolsillo.
―¿Te quieres volver a casar conmigo?.
―¿Qué? ―ahora sí que no entiendo nada.
―Pronto hacemos las bodas de plata y, me
encantaría volver a casarme con la única persona que he
amado de verdad en toda la vida ―me coloca un
precioso anillo en el dedo, me vengo abajo, lloro.
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De golpe afloran todo tipo de emociones. ―No
pensaba que te haría tan poca ilusión. ¿Tan feo soy?
Me mira tiernamente.
Me lanzo a sus brazos, en un estallido entre risas y
llanto incontrolables.
―Nada me haría más feliz.
Nos fundimos en un largo y apasionado beso.
Me lleva en brazos a la cama y dedicamos la tarde
entera a hacer el amor.
Mientras cenamos, aprovechamos para seguir con
la planificación de la renovación de votos que habíamos
dejado aparcada.
―Quiero que sea como tú decidas ―lo miro
embobada. ―Nuestra primera boda la organizo mi
madre, en aquel momento no supe estar a la altura pero
esta vez quiero que sea tu boda. Invitaremos sólo a quien
tú quieras. ¡Será tu gran día!. Ya he hablado con los
chicos y estarán encantados de asistir.
Concretamos hasta el último detalle;
Decidimos que será un evento íntimo, sólo los más
allegados. Padres, hijos, hermanos y sobrinos.
―Lógicamente, quiero que venga Laia y por
supuesto no puede faltar Daniel ―asiente mientras
hablo ―Ah, tengo un amigo en el Club de Polo. Lo
conocí montando a Tesoro. Se llama Borja, es psicólogo
y su caballo se llama Windows. Ya sé que no te había
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contado nada. Pero me gustaría mucho que os
conocierais…
Porque aunque él crea que no, la verdad es que me
ha ayudado y mucho... Su desprecio hacia mí por
teléfono, me hizo darme cuenta de lo patética que soy
como mujer.
La voz de Raúl me saca de mis pensamientos.
―¿Tenemos secretitos? ―me atrae hacia él y me
besa. ―Por cierto, este viernes vuelvo a ir Madrid,
aprovecharé para darle la noticia a Daniel.
―¡Soy la mujer más feliz del mundo! ―me acerco
y le sugiero que me haga suya allí mismo.
Cómo estamos solos en casa, me tumba en el sofá,
me desnuda, y me hace suya.
Me lleva en brazos a la cama y nos dormimos
abrazados.
✳✳✳✳
Llegó la mañana, que me levanto y me miro al
espejo preguntándome quién soy...
Creo que al fin he tomado las riendas de mi vida.
Se acaba de ir Raúl, pasará todo el fin de semana
en Madrid, tiene otra convención. Como siempre va
acompañado de Daniel. Pero esta vez he decidido darle
una sorpresa. ¡Por fin me he dado cuenta!. «El sexo es
solo eso, sexo». Pero con quien realmente me siento
realizada es con mi marido.
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Considero la posibilidad de contárselo todo, pero
pondría en peligro mi matrimonio.
Él, sería incapaz de hacer algo parecido siempre
me ha sido fiel estoy segura.
Cojo el avión sin ningún contratiempo.
Estoy en el hotel donde se ha alojado los quince
años que lleva viniendo aquí.
¡Hasta en eso es tradicional! .
Me acerco a recepción y le digo a la chica que se
encuentra al mando que soy la mujer del señor Raúl
Andreu y quiero darle una sorpresa. Que por favor me dé
la llave de la habitación y sobre todo que guarde el
secreto.
También necesito que me suban fresas, y champán
en una cubitera. «Para que se mantenga bien frío».
Sé que todavía tardará en llegar un par de horas,
siempre me mantiene informada de todo cuando viaja.
¡Tengo el marido perfecto! le pienso compensar
por todo lo que he hecho. «Aunque nunca se llegará a
imaginar, a qué es debido mi cambio en el sexo».
Pienso poner en práctica todo lo que he aprendido,
seguro que estará encantado. ¿Qué hombre no lo estaría?.
Ya estoy en la habitación he escondido el champán
y las fresas en el armario, me he dado una ducha y me
he puesto una lencería espectacular que me he comprado,
estoy atacada de los nervios. ¡Ya queda poco para que
llegue!. Eva, mi cómplice de recepción, me dijo que
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cuando mi marido demandase la llave para subir a la
habitación, inmediatamente me lo haría saber para que
estuviese preparada. Me ha costado una buena propina,
pero la ocasión lo merece .
Suena el teléfono y es Eva, me dice que Raúl ya ha
cogido el ascensor. Estoy en la planta once en una suite,
hay unas vistas maravillosas de Madrid, (he pasado la
mayor parte del tiempo mirando por la ventana mientras
lo esperaba).
Lo oigo hablar animadamente por el pasillo, la otra
voz es de Daniel. Tendrán que matizar algún tema son
muy profesionales.
Me escondo rápidamente debajo de la cama, mi
plan tendrá que esperar.
¡No!, no me puedo creer lo que está pasando, creo
que voy a perder el conocimiento.
¡Se han desnudado y se han metido en la cama!.
No paran de besarse y decir guarradas. ¡Esto no puede
estar pasando!. Me repito una y otra vez, tengo ganas de
vomitar. Se han hecho una felación mutua y están
manteniendo relaciones sexuales. Oigo que se corre Raúl
y, ahora es Daniel el que le está dando. Me quiero morir.
Cuando han acabado se tumban uno al lado del
otro. Daniel le dice que ya no aguanta más, que lo quiere
mucho, pero que se está haciendo mayor y no quiere
estar solo. Mi marido le dice que esto ya lo han hablado
mil veces, siempre le dejó claro que nunca me dejaría.
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Que a él lo quiere mucho, pero que yo soy la razón por la
que se levanta cada día. Nos quiere a los dos, pero si
tiene que elegir se queda conmigo. Que nunca le ha
mentido ni dado falsas expectativas. Daniel llora, dice
que es cierto, que siempre lo supo, pero que después de
quince años de relación ahora ya no le parece suficiente,
que lo quiere todo o nada. Está cansado de andar siempre
fingiendo que es soltero por convicción. De que le
llamen el solterito de oro a sus espaldas en tono jocoso.
Esta vez lo dice con un tono de voz un tanto amargo. Mi
marido le dice que la vida no siempre es justa que le
desea lo mejor y que siempre lo querrá, pero que lo
mejor es que se vaya. Siempre supo que esto pasaría,
pero aún así, no se arrepiente de nada.
Se viste, recoge todas sus cosas y sale de la
habitación completamente abatido por el dolor.
Y aquí nos hemos quedado. Mi marido llorando
ruidosamente en la cama, y yo llorando en silencio bajo
ella.
«La vida cambia en función de las decisiones que
tomamos en cada momento».
¿Y ahora qué?.
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