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Domingo XXIX - A

Laudes

Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. En estas palabras se manifiesta la
relación que hemos de establecer con el mundo y con Dios. No se trata sólo de una postura
social o política frente a los poderes que rigen nuestra sociedad, sino de una actitud equilibrada,
por la que sabemos dar a Dios el lugar que le corresponde, y, al mismo tiempo, sabemos vivir
nuestro compromiso social en el mundo y entre la gente. Hemos sido elegidas para ser
instrumentos de Dios y llevar su Palabra de oriente a occidente, como nos dice la primera
lectura; y hoy, día mundial de oración por las misiones, tomamos conciencia de que la tarea
evangelizadora consiste en implantar el Reino en nuestra sociedad; consiste en tener clara
nuestra escala de valores para ayudar a la gente a descubrir el señorío de Dios.

Oración de la tarde

Reflexión

El mensaje profundo que subyace en las lecturas de hoy hace referencia a la autoridad
dentro de la sociedad, y a la autoridad suprema, que es Dios. La primera lectura nos recuerda
que las personas encargadas de ostentarla, han de ser instrumentos de Dios y, por tanto, están al
servicio del pueblo. Nosotras pertenecemos a la sociedad y pertenecemos a la Congregación, y
también aquí se nos pide vivir el binomio autoridad/obediencia desde la fe, desde el servicio.
Hemos sido llamadas a construir el Reino en medio del mundo, a construir la ciudad
terrena y a preparar la ciudad celeste. La Jerusalén del cielo empieza a ser realidad en las
circunstancias concretas en que nos ha tocado vivir. En medio del mundo y entre la gente,
somos llamadas a ser testigos del Reino. Por eso, damos al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios, cuando la escala de valores que rige nuestra vida posee una justa medida, y no
sustituimos la primacía de Dios por ninguna otra causa que pueda ocultar la verdad más
auténtica; cuando vivimos con coherencia nuestra pertenencia a la sociedad y a la Iglesia,
nuestro compromiso social y religioso, sin olvidar ninguna de las dos vertientes:

- Colaborando al bien común, sembramos semillas de Evangelio.


- Apostando por la equidad y la justicia, sembramos semillas de Evangelio.
- Denunciando la mentira y la opresión, sembramos semillas de Evangelio.
- Ofreciendo nuestro empeño humanizante, para bien de la humanidad, sembramos semillas de
Evangelio.

Y todo en Dios, por Dios y para Dios, sin olvidar la dimensión trascendente de nuestra
vida, la única que sostiene verdaderamente nuestro existir.

Lunes XXIX - par

Laudes:

Las lecturas de hoy nos comunican que la verdadera riqueza que debe llenar nuestro
corazón es el amor y la misericordia de Dios, que nos introduce en la vida resucitada de
Jesucristo. Él nos ha liberado del pecado y de la muerte, y nos ha hecho revivir en Cristo. Ésta
es la auténtica riqueza que se nos ha concedido, la verdadera fuente de felicidad. Los bienes
terrenos no enriquecen nuestra vida. Son efímeros, y encadenan nuestro corazón. Si vivimos
ocupadas por los bienes terrenos, el gozo no iluminará nuestras vidas. Si el deseo de acumular,
de poseer, de ser, nos ocupa y preocupa, no sentiremos la alegría interior que brota de estar
caminando en un proceso de libertad.
No sigáis la corriente del mundo presente, nos dice hoy Pablo. Guardaos de toda clase
de codicia... No os atéis a los bienes de la tierra, y caminad poniendo siempre los ojos en la
riqueza que el Señor cada día nos ofrece.

Miércoles XXIX - par

Laudes

----------introducir-------- (cuaderno)

Jueves XXIX - par

Laudes

Como san Pablo, en la primera lectura, doblamos las rodillas ante el Padre para pedirle
que nos ayude a progresar en nuestro itinerario espiritual: sentir la presencia de Cristo en
nuestros corazones, conocer la profundidad del amor, hasta alcanzar la plenitud, según la
plenitud de Dios.
Pero ésta es la utopía hacia la que caminamos. La realidad de la vida no es tan fácil; lleva
consigo el conflicto y el discernimiento, la lucha y el esfuerzo diario. Jesucristo lo dice en el
evangelio: He venido a prender fuego en el mundo, fuego que renueva y purifica. Pero también
ha venido a traer división: el camino difícil del discipulado. Fortalecidas interiormente por el
Espíritu, nos lanzamos al riesgo que desestabiliza nuestras seguridades y nos impulsa a la
acción, nos ayuda a salir del estancamiento y dinamiza nuestro proyecto de vida.

Viernes XXIX - par

Laudes

Con las lecturas de hoy, se nos invita a vivir atentas a los signos de los tiempos, porque
en cada época histórica, el Espíritu actúa a través de los acontecimientos del momento
correspondiente.
Una llamada común a todos los tiempos y a todas las circunstancias, es la llamada a la unidad, a
la reconciliación, al amor y a la paz. San Pablo, en la primera lectura, nos recuerda nuestro
compromiso de mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz. Y en el evangelio, se
nos invita a fomentar el perdón, la reconciliación.
Éstos son los signos de los tiempos que perduran a lo largo de la historia: la necesidad
urgente de crear una sociedad unida, reconciliada, donde se haga patente la presencia de Dios,
Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo.

Comentario a la lectura breve

La lectura que acabamos de escuchar, sigue la misma línea del mensaje que nos
transmitirá la Palabra de hoy: una llamada a la unidad, a la reconciliación y a la paz. En este
texto, se hace aún más concreta la interpelación. Nos llama a superar cualquier tipo de división,
y a evitar actitudes negativas, que perturban la relación.

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