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Monición

Comenzamos con María una peregrinación hacia el misterio profundo de la


redención. Caminar con María, en su advocación de la Merced, supone adentrarnos
en la misma entraña de la historia de la salvación. La merced de María nos recuerda
el don de Dios en la persona de su Hijo: Tanto amó Dios al mundo, que envió a su
Hijo único… Es lo que celebramos y vivimos a través del carisma redentor: el plan
de salvación de Dios, que redime a su pueblo. Por eso, tiene mucho sentido
comenzar la novena recordando el misterio de la cruz en la persona de María:
Nuestra Señora de los Dolores. En esta imagen se condensa toda la existencia
humana de Jesús, con sus luces y sus sombras, sus sufrimientos y esperanzas.

María acompañó a Jesús desde el interior de su corazón, y aquella espada que


presagió Simeón apuntaba ya hacia la cruz, hacia el monte Calvario, lugar en el que
el mundo entero sería redimido y María se convertiría en la mujer corredentora junto
al Hijo.

Lucas 2, 27-35

A ti, una espada te traspasará el alma


Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y
esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido
revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo
del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron
al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu
siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado
a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo
Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón
les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de
muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos
corazones.»

Reflexión

La Madre del Crucificado y de todos los crucificados (extraído de ‘Ecclesia’)

Contamos con el ejemplo luminoso y la intercesión poderosa de María, modelo y


madre de la Iglesia. Y es que, como reza uno de los prefacios litúrgicos dedicados a
Santa María Virgen, "Ella, al recibir junto a la cruz el testamento del amor divino, tomó
como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de
Cristo". María, hoy la Virgen de los Dolores, nos muestra, de este modo, el camino y
ruega por nosotros.
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Ella es la Madre solidaria al pie de la cruz de todos sus hijos: de nuestros hermanos
enfermos, ancianos, parados, inmigrantes, victimas del odio y de la violencia. Ella vivió
los gozos y las sombras de la existencia humana y supo permanecer fiel y firme junto
a la cruz. Ella es la compañera de ruta, que ilumina con su resplandor de gloria y de
humanidad -orgullo de nuestra raza- nuestras sendas. Ella escuchó con limpio
corazón y total disponibilidad la Palabra de Dios. Ella es modelo de la Iglesia
suplicante. Ella acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, le muestra el fruto
bendito de su vientre y anticipa su suerte y su destino. Y Ella es bienaventurada por
todas las generaciones por ser la humilde esclava del Señor y por ofrendar su vida
entera a la causa de Jesús y de su Reino.

Miremos a María. Nos conduce hasta la gloria y nos acompaña cargando con la cruz y
con los dolores de cada día. Que María ruegue por nosotros y visite especialmente a
quienes, por cualquier causa, viven crucificados.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

De todos los misterios de nuestra religión, de todas las grandes figuras que aparecen
en el sagrado seno de la Iglesia, no hay misterio más grande que el de los dolores de
María, no hay quizá figura más interesante y noble que la de la Virgen al pie de la
cruz. (Sermones II, n.º 6)

Constituciones n.º 10:

Nuestro carisma redentor nos invita a mirar a María a la luz del misterio pascual de
Cristo (…). Ella supo integrar el misterio redentor en su proceso existencial y vivirlo a
la luz de la fe. Lo manifiesta en su Fiat y lo reafirma al pie de la cruz.

SALMO

Felices son los pobres como tú, María,


porque ante la cruz sabéis esperar
en el Señor de la vida.

Felices son los que sufren como tú, María,


que te viste morir con la muerte de tu Hijo;
porque sentís en vosotros el consuelo
de que Dios vive.

Felices son los pacíficos como tú, María;


porque la resurrección es para vosotros
brisa dulce que os llena de gozo.

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Felices son los que anhelan la justicia como tú, María;
porque ahora Cristo ha hecho justicia
venciendo a la muerte.

Felices son los que prestan ayuda, como tú, María;


porque en el servicio repetís la vida de Jesucristo,
cuyo mayor servicio fue morir y resucitar por nosotros.
Felices son los limpios de corazón, como tú, María;
porque veis la cruz con esperanza.

PETICIONES

1. Por la Iglesia, para que el Señor le conceda anunciar desde la vida sencilla, abierta y
fraternal lo que Dios tiene preparado para sus hijos. Roguemos al Señor.

2. Por las vocaciones sacerdotales y religiosas, para que Jesús, que llamó a los que
quiso, haga resonar su invitación en el corazón de los jóvenes y éstos le sigan con
generosidad y sin condiciones. Roguemos al Señor.

3. Por nuestros gobernantes, para que el Señor infunda en ellos sentimientos de


honestidad, anhelos de paz y voluntad para promover la justicia. Roguemos al
Señor.

4. Por los que sufren, para que María, que permaneció firme en la hora de la prueba de
su Hijo amado, haga sentir su presencia maternal a los que sufren la cruz de la
enfermedad, la incomprensión, la guerra, la miseria, el desamor. Roguemos al
Señor.

5. Por los que hemos recibido el don de la fe y celebramos a Jesucristo, luz de nuestras
vidas, para que con su claridad penetremos en el conocimiento y amor de Dios y lo
transmitamos a nuestros hermanos. Roguemos al Señor.

Oración a Nuestra Señora de los Dolores

Nuestra Señora de los Dolores,


Madre de la Esperanza,
junto a la Cruz de tu Hijo
permaneciste de pie, sin quebrantarte,
fuerte y digna como una Reina.
Hasta el final acompañaste a Cristo,
ahora nos invitas a poner en tus manos
y en tus lágrimas
nuestros propios dolores, los de nuestros seres queridos,
los de todos los hombres que sufren,
para sumergirlos en esperanza de Resurrección.
Ayúdanos a confiar en el amor del Padre Dios,

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que es capaz de convertir cada cruz de sus hijos
en fuente de vida nueva y bendición.
Imploramos al Espíritu Santo,
que fortalece y da alegría a nuestra fe,
y nos permite descubrir a Cristo
en cada hermano triste, enfermo o necesitado,
para acompañarlo y servirlo como Tú.
Únenos en familia bajo tu manto,
y enséñanos a ser contigo
instrumentos de Cristo Redentor. Amén.

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Monición

Todo el camino redentor lo inicia María desde su misma humanidad. Ella es, ante
todo, mujer, porque forma parte de la gran familia humana. Es una criatura como
nosotras, que vivió las diversas circunstancias de la vida desde su humanidad. Pero
María, saltando la barrera del pecado, fue elegida para ser icono de una nueva vida,
redimida y resucitada. Esto es lo que la convierte en mujer nueva. Ella supo recorrer
los caminos de su propia historia personal viviendo en plenitud el proyecto
evangélico que Dios le presentaba. Contemplamos a María en la sencillez de su
humanidad, para descubrir en Ella un plus, ese algo más que la configuró como
mujer nueva.

Proverbios 8, 22-31
María, trono de Sabiduría
«Yahvéh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas. Desde
la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existían
los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua. Antes que
los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui engendrada. No había
hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. Cuando asentó los
cielos, allí estaba yo, cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo,  cuando arriba
condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo, cuando al mar dio su
precepto - y las aguas no rebasarán su orilla - cuando asentó los cimientos de la
tierra, yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en
su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están
con los hijos de los hombres.»

Reflexión

Situamos a María en su tiempo, encarnada en las coordenadas espacio-temporales


que la rodearon. Aunque Ella ha trascendido todas las épocas y todos los momentos
históricos, pertenecía a su tiempo y a la sociedad que le vio nacer. En este sentido,
María, como sus coetáneos, tenía sus raíces bien fundamentadas en el Dios de las
promesas. En efecto, el Israel de entonces caminaba a la luz de la historia pasada y
se alimentaba con la esperanza de la promesa.

Mujer de Israel:

María, en definitiva, ama la promesa, descansa su vida en la promesa, porque vive


confiada en la Palabra de Dios, que continuamente ha bendecido y guiado a su
pueblo.
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Y Dios entra en su vida, irrumpe en sus circunstancias y en su contexto. Dios
irrumpe en lo humano. Cuando entra en la vida de una persona, lo hace a través de
las mediaciones y en el medio concreto en que esa persona se desenvuelve. Dios
entró en la vida de María, allá en Nazaret, y no necesitó manifestarse en ningún
lugar especial: ni en el templo, como en el caso de Zacarías; ni en el monte, ámbito
de la epifanía. Dios se reveló a María en su casa, en su pueblo, en su cotidianidad.

Mujer para Dios:

La presencia de Dios en la vida de María le turba. Es la humanidad de la mujer la


que aparece. Es el temor ante lo desconocido, ante lo imprevisible, ante la
estremecedora realidad de la trascendencia. Ella, como la gente sencilla de su
pueblo, no se consideraba persona privilegiada en la sociedad de su tiempo y nunca
hubiese imaginado que Dios la eligiera para una misión tan singular, convirtiéndola
así en la criatura humana más extraordinaria de la historia. Por tanto, María
adquiere el privilegio, no por pertenecer a una determinada clase social o por poseer
ciertos méritos humanos. Ella ha sido regalada por Dios con su gracia, y María ha
acogido generosamente su plan de Salvación. La disponibilidad, la apertura al
misterio, la donación gratuita es lo que le hace destacar entre todas las demás
personas. Y entonces, el desconcierto cede paso a la confianza. Las palabras del
ángel la confortan; pues donde Dios entra, no cabe el temor; donde Dios entra, la
humanidad se eleva.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

La razón persuade de que ninguna criatura ha merecido tantas gracias como María por
los nobles objetos a que era llamada: ella es la predilecta del Altísimo, la corredentora
del género humano, el genio de la esperanza para la edad presente, y, por
consiguiente, el ser que con la Divinidad tiene los vínculos más íntimos y respetables.
(Sermones I, n.º 3)

Sor María Josefa Larraga:

Será tan grande la experiencia de seducción que, junto a las otras experiencias, María
la guardará y la meditará en su corazón (Le 2,19). Sin duda Ella supo guardar la
llamada como una de las experiencias fundantes más bellas y determinantes de su
vida, la más importante entre todas.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

Directorio n.º 19:

Nuestra Congregación nace en la Iglesia bajo la inspiración y protección de María de


la Merced. Ella es para nosotras modelo de la mujer nueva según el Evangelio,
discípula y consagrada, y en quien tenemos que mirarnos para vivir con autenticidad
la caridad redentora que el P. Zegrí nos dejó como carisma. Amar y servir a María,
conseguir que los demás la amen y le sirvan es uno de los principales objetivos de
nuestra misión.

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SALMO

María, eres la mujer creyente,


que acoges, encarnas
y guardas la Palabra.
Mujer joven que entras
en el plan de Dios, libre y gozosa;
que encarnas el ideal de la mujer
por ser la primera de la Nueva Humanidad;
que has vivido la maternidad
como servicio
y gestaste el hombre
y la mujer nuevos para la liberación;
te llamamos a ti, Madre,
para que hables por todas nosotras.

Madre nuestra, María,


eres tarea, profecía, sacramento
para todas las hermanas peregrinas.
Muéstranos
que la hondura de tu vocación
es el servicio al misterio del amor,
recibido y ofrecido
en el sacramento de la fecundidad.
En ti, María, el amar es
ser reflejo del amor divino,
que a ser amor a todos convocó.

Gracias, mujer María,


por tu corazón sencillo,
hogar primero
para la unidad de los hijos e hijas
y ámbito privilegiado
para la relación y la comunión.

Peticiones

1. Por la Iglesia, para que, a ejemplo de María, dé testimonio de unidad y de tolerancia


ante un mundo que vive dividido por las guerras y el egoísmo.

2. Por los jóvenes, para que la fe, la esperanza y la caridad aviven en sus corazones el
deseo de entregarse sin límites a Dios y a los hermanos.

3. Por los que han hecho del poder un dios en nombre del cual sacian su codicia y
arrebatan los derechos fundamentales de la persona, para que reconozcan al único
Dios verdadero y se conviertan a Él.

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4. Por los enfermos, los que se sienten solos y los que sufren sin esperanza, para que
experimenten la cercanía y la compasión de Jesús.

5. Por todos los que buscamos al Señor en la cotidianidad de nuestra vida, para que, al
igual que María, vivamos en continua acción de gracias.

Oración

Oh Dios, que has constituido a la Virgen María en primicia de la nueva creación,


concédenos abandonar nuestra antigua vida de pecado y abrazar la novedad del
Evangelio, cumpliendo el mandamiento nuevo del amor. Por nuestro Señor
Jesucristo.

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Monición

María es básicamente feliz, porque ha encontrado en su hijo Jesús el auténtico


sentido de su vida. La verdadera alegría nace en el interior del corazón, cuando la
persona se encuentra unificada y centrada. Nada pasajero llena el corazón humano,
sólo aquello que le confiere plenitud. María, a pesar de su sencillez, supo entender
esto y aplicarlo a su propia vida.
María era feliz porque, desde el principio, había creído: no en una ideología ni en
una doctrina, sino en una persona. Ella creyó en Jesús, su único y verdadero Señor.
Con María nos adentramos en los lugares más recónditos de nuestro corazón y
tratamos de descubrir dónde nace la fuente de nuestra alegría, dónde se encuentra
el origen de nuestra felicidad.

Lucas 1, 39-47
Dichosa tú, que has creído
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el
saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y
exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y
¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la
voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»

Reflexión

Porque María ha creído, su prima Isabel la felicita: la reconoce dichosa,


bienaventurada de Dios, inmensamente amada por el Señor. Isabel recoge, como
en una síntesis, todas las esperanzas mesiánicas y las deposita en María. En
efecto, aquella lejana promesa que había mantenido expectante al pueblo de Israel,
encontraría su cumplimiento en la persona de Jesús. María era la puerta, el vehículo
que hacía posible la encarnación del Hijo. Isabel, iluminada por el Espíritu, ha
sabido reconocer toda la historia de la salvación concentrada en la persona de
María. Y por supuesto que felicita a María, otorgándole así el reconocimiento
humano, la aprobación de toda la humanidad a la acción de Dios en Ella.

Pero cuando Isabel felicita a María, no se limita a expresar un elogio a la madre del
Señor. Isabel corrobora que el plan de Dios, en la persona de Jesucristo, constituye
el verdadero sentido de la vida de María. Isabel sabe dónde hay que sustentar la
felicidad, y dónde María la ha sustentado. Sabe que todos los deseos y expectativas
del ser humano no pueden cimentarse en cosas pasajeras. Sólo Dios llena el alma
de manera definitiva. En cuántas ocasiones nos cansamos y afanamos buscando lo
que no sacia... Cuántas veces creemos encontrar la felicidad en las pequeñas
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satisfacciones de cada día... Huimos de lo esencial y olvidamos el auténtico rostro
de la verdad, el amor, la felicidad. Con María, aprenderemos a encontrar la
verdadera alegría en el Dios y Señor de nuestra historia.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

María es la única de todas las mujeres que en ningún instante ha dejado de ser bendita
y que el fruto de su vientre virginal es Aquel a cuyo nombre dobla la rodilla en el
cielo y en la tierra. (Sermones I, n.º 19)

Sor María Josefa Larraga:

María de Nazaret, tal y como se desprende de los dos textos más importantes del
Evangelio, el de la Anunciación y el del Magnificat, aparece como la gran seducida
por Yahvéh. La misma turbación que experimenta la Virgen, que en el contexto no
significa ni miedo ni temor ni timidez, expresa una sorpresa prolongada en el alma de
María al verse de esta manera agraciada por su Señor. Tanto es así que Ella lo
expresará sin ambages en el cántico del Magnificat.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

Salmo

María, creemos como tú,


que la actitud más bella del creyente
es cantar y agradecer el don maravilloso del Señor,
que llega hasta nosotros hecho gracia.

María, creemos como tú,


que abrirse a la Palabra y decir Sí
es salir al encuentro del Señor
que nos sigue llamando cada día
a la hora de la tarde y de la brisa.

María, creemos como tú,


que el Dios de los humildes y los pobres
compromete a su Hijo con todos los que sufren en sus carnes
el llanto del desprecio y la opresión.

María, creemos como tú,


que el brazo del Señor
acoge a los sencillos y derriba a los poderosos.

María, creemos como tú,


que es dichoso y feliz
quien descubre en el servicio el camino
que engrandece al hermano.

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María, creemos como tú,
que el Dios de la promesa
se hizo realidad y plenitud
y vive desde entonces nuestra historia
cogido de tu mano y nuestra mano.

Peticiones

1. Para que la Iglesia, pueblo escogido por Dios, cumpla su misión de madre y maestra
de todos los hombres, y manifieste el rostro materno de Dios a los que están solos,
alejados o deprimidos. Roguemos al Señor.

2. Para que los jóvenes no teman asumir compromisos para toda la vida y para que el
Señor llame a muchos a su seguimiento en la vida sacerdotal, religiosa y misionera.
Roguemos al Señor.

3. Para que el Señor infunda su Espíritu en nuestros gobernantes, les dé un corazón


nuevo y los impulse a velar por el bien, la justicia y la paz de todos los que les han
sido confiados. Roguemos al Señor.

4. Para que a los ancianos y enfermos y a todos los que sufren no les falte asistencia
médica ni espiritual, y para que experimenten el cariño y comprensión de sus
hermanos. Roguemos al Señor.

5. Para que a todos nosotros Jesucristo nos dé un corazón como el suyo para amar
como Él amó y para anunciar con sencillez el Evangelio. Roguemos al Señor.

Oración

Dios todopoderoso, tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a


tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles
al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda
nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo.

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Monición

María ha sido felicitada por Isabel, en cuyas palabras se ha manifestado el gozo de


los pobres de Yahvéh, el gozo de todos los que a lo largo de los siglos esperan en
Dios. Pero María se sabe pequeña; sabe que el gran don recibido no es mérito
suyo, sino de Dios. Por eso, orienta su vida hacia Él. María vive descentrada de sí
misma. No se arroga el orgullo de ser la madre de Dios, ni se queda paralizada en
las palabras de felicitación recibidas. Su autoestima no depende de los demás, sino
que la entrega a los demás. No vive para sí misma; vive para Dios, y a Él remite
toda su existencia.

Lucas 1, 46-50

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque
ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación.

Reflexión

El ser humano es tierra, polvo nacido de las manos de Dios, barro modelado para
ser transformado. Con los pies pegados a la tierra, los seres humanos nos
sumergimos a veces en el fango de nuestra propia pequeñez, nos adherimos
ansiosamente a la superficie que cotidianamente nos atrae, y olvidamos el ansia de
infinito que late en nuestro corazón. Agarrarse a la superficie de las cosas es
dejarse esclavizar por ellas, es conformarse con la propia condición de tierra, sin la
menor aspiración a trascender los límites del deseo. Agarrarse y adherirse a la tierra
impide y dificulta nuestra adhesión más auténtica, la que confiere sentido a la vida:
la adhesión al Señor de nuestra historia.

Y, sin embargo, escondido en lo más recóndito de nuestro interior, bulle inquieto el


afán de búsqueda, el anhelo de plenitud, el sueño de felicidad. No podemos
conformarnos con la tierra. Nuestro corazón es, ante todo, ansia y nostalgia de Dios.
Buscamos más allá de nuestras posibilidades, y a veces equivocamos el camino,
porque nos centramos exclusivamente en el humus que nos vio nacer: «El que ama
las cosas terrenas se vuelve semejante a ellas; pero, al contrario, el que ama a Dios
y sólo a Él se liga, se vuelve semejante a los ángeles, al mismo Dios» (Padre Zegrí).

María es el humus de Dios, la tierra que acoge al hijo que se acerca a la existencia
humana. Es la clave de la redención. Dios grande se esconde en una mujer. Dios se
abaja y enaltece a María. Y su gran proeza consiste en haberse hecho uno de

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tantos. Se hace uno de tantos y a María la convierte en la primera mujer de la
Creación. María es la hija y es la madre, y ahí alcanza su mayor dignidad.

Pero María no pierde su humildad: no se siente especial por ser madre de Dios; no
se vive con derechos especiales. Es la pobre de Yahvéh que espera en las
promesas. Se sabe necesitada de Dios; al servicio de las promesas. Asume la
misión del Hijo desde el desprendimiento: al pie de la cruz con paz y fidelidad.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

María en su purificación presenta a nuestra consideración una lección para que


aprendamos la humildad, por ser una virgen que se confunde con las mujeres hebreas.
(Cfr. Sermones I, n.º 39)

Sor María Josefa Larraga:

María canta el Magníficat como respuesta a la seducción de la que ha sido objeto y a


la fidelidad de su Señor, más fuerte que la muerte. El cántico de María expresa que
Ella ha sido objeto del favor y del amor de su Señor, a pesar de su pequeñez y de su
humildad, o precisamente por su pequeñez y por su humildad.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

Salmo

Como tú, María, quiero decir “aquí estoy”, ante el proyecto de amor,
que Dios me propone en el hoy de mi vida.
Entro en este proyecto unida a tantos hermanos y hermanas
que, con Cristo, tu hijo, luchan por construir fraternidad,
dignidad para todos, unidad entre pueblos, razas, generaciones…

Como tú María, quiero caminar por calles y plazas, montes y llanos


cantando las maravillas del Señor,
que triunfa en los pobres, sencillos y humildes.
Desde ellos, me pides sencillez, humildad, solidaridad.

Como tú María, quiero profundizar el misterio de Belén,


Palabra hecha carne, Dios entre nosotras, don para el mundo,
compromiso en la causa de una humanidad liberada, según el sueño del Padre.

Como tú, María, quiero gozar con el que goza,


ser sensible ante la necesidad o dolor, pasar por al vida haciendo el bien, sencillamente,
decididamente asociada a todos los grupos
que son testimonio solidario.

Como tú María, quiero estar en pie, unida a tu Hijo, en la cruz concreta de mi vida.
En mi caminar, me uno a todos los sufrientes de la humanidad
y a los que se entregan para que “la justicia y la paz se abracen”.
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Como tú, María, quiero participar del gozo del Resucitado.
Hoy Cristo resucita en todo lo bello, lo noble, lo auténtico.
Que mi vida sea espejo de la liberación que El ha regalado al mundo.

Como tú, María, quiero orar con mis hermanos y hermanas,


y recibir cada día , en Iglesia, la venida del Espíritu.
El colma los corazones de sus dones, nos renueva, nos sana.
El nos envía a anunciar en el mundo,
la Buena Nueva del Evangelio de tu hijo, Jesús.

Peticiones

1. Por la Iglesia y por cada uno de los cristianos, para que vivamos y actuemos
siempre con humildad, sencillez y modestia, mostrando así nuestra fe con un
testimonio coherente en nuestra vida. Roguemos al Señor.

2. Por las familias cristianas, para que sean hogar donde puedan nacer futuras
vocaciones hacia la vida religiosa y el ministerio sacerdotal. Roguemos al Señor.

3. Por los gobernantes de todo el mundo, para que todos los que ejercen cargos de
responsabilidad trabajen sin descanso por la promoción de los que están en los
últimos puestos de la sociedad. Roguemos al Señor.

4. Por los pobres y los necesitados, para que desaparezcan las diferencias injustas y
logremos una mayor nivelación social. Roguemos al Señor.

5. Por nosotros, para que nos amemos unos a otros con obras y de verdad, sin exigir
nada a cambio. Roguemos al Señor.

Oración

Nuestro humilde servicio, Señor, proclame tu grandeza, y, ya que por nuestra


salvación te dignaste mirar la humillación de la Virgen María, te rogamos nos
enaltezcas llevándonos a la plenitud de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

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Monición

María, como mujer, es también madre. Alcanza un momento culminante desde el


punto de vista humano, porque su vida virgen ha germinado. Ella experimenta en su
propia persona el gozo de ser portadora de una nueva vida. Como tantas otras
mujeres a lo largo de la historia, María recibe el regalo de ser madre y gestar en su
interior una nueva criatura. Para cualquier mujer, su vida adquiere un sentido
especial desde el momento en que acoge amorosamente al hijo de sus entrañas. El
caso de María supera a todos los demás: Ella será constituida en madre del
Salvador, madre de Dios. Es el mayor don que se puede recibir, el auténtico sentido
de la vida.

Mateo 12, 46-50


Señalando con la mano a los discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos"
Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron
fuera y trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus
hermanos que desean hablarte.» Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?» Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son
mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es
mi hermano, mi hermana y mi madre.»

Reflexión

Jesucristo plenifica la vida de María. Transforma lo que hasta entonces era su


cotidianidad, y toda su existencia experimenta un giro. María no es sólo la llena de
gracia; es ante todo la madre del Señor. Jamás nadie pudo imaginar que pudiese
suceder cosa igual: una criatura humana, una mujer como tú y como yo, lleva en su
seno a Dios. Es el momento para la admiración, para la adoración, para la
contemplación del misterio. Es el momento para maravillarse por las obras de Dios.
Mirar a María e imaginar la inmensa alegría que la desbordaba, debe ser para
nosotras motivo de alabanza, de acción de gracias.

Quizás estamos tan habituadas a acercarnos al misterio, que en muchas ocasiones


no lo percibimos como tal y, por tanto, no profundizamos suficientemente en el
aspecto maravilloso que en sí contiene. Los santos sí supieron acercarse con una
actitud orante. Sabían que se encontraban en tierra sagrada y se descalzaban de
todos los posibles razonamientos mentales que pudiesen entorpecer la irrupción de
lo divino en la propia vida. Nuestro Padre Fundador, más allá de sus conocimientos
filosóficos y teológicos, entró en la profundidad del misterio y se dejó envolver por él,
llenando su corazón de la fuerza incontenible del amor.

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Nosotras también dejémonos sorprender por la eterna novedad de la acción de Dios
en María. Contemplemos sobrecogidas la extraordinaria intervención del Señor y la
calurosa acogida de parte de María. La disposición más absoluta, la entrega más
radical, convierten a María en mujer nueva. La apertura a la gracia, el deseo de vivir
para Dios, convierten a María en mujer nueva. Toda su existencia la convierte en
criatura excepcional; todo su proyecto de vida está encaminado hacia la plenitud
anhelada por el ser humano: el encuentro pleno con Dios, en la persona de su Hijo.
Es el culmen de la verdadera felicidad, buscada y añorada por todas las personas.
Es el auténtico sentido de la vida.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

Las palabras del Ave María proceden de la boca de Dios que, siendo el único que
conoce totalmente a María, es el único que la puede definir. Nosotros, pues, nos
honramos con tomar las palabras del arcángel para elogiar a María y la confesamos
llena de gracia, asistida del Señor, bendita entre todas las mujeres y llevando en su
vientre el fruto de Redención. (Sermones I, n.º 19)

Sor María Josefa Larraga:

Has hallado gracia delante del Señor (Le 2,30) es la expresión más clara de la
predilección de todo un Dios, del amor de todo un Dios que, en su misma declaración
de amor, la transforma para recibir en sus entrañas el fruto de ese amor, que será para
toda la humanidad la bendición más grande. María se deja hacer en medio de sus
dudas y acepta la seducción de Yahvéh que la convertirá en su Madre y en Madre de
la humanidad.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

Salmo

María, mujer oyente,


que supiste siempre escuchar
y acoger con fe y con amor la Palabra de Dios y la palabra de los amigos.

María, mujer orante,


que supiste cantar a Dios con alegría el canto de tu vida,
que supiste hablar a tu Hijo cuando los amigos le necesitaban,
como pasó en Caná con los jóvenes novios;
que estuviste presente en la comunidad de los amigos de tu hijo
y oraste con ellos, cuando Jesús ya no estaba.

María, mujer generosa,


que supiste entregar lo mejor de ti misma,
lo mejor que poseías: tu propio hijo por todos los hombres y mujeres.

16
María, madre de Jesús y madre nuestra,
Aliéntanos, mujer nueva, afirmativa,
que también nosotras sepamos escuchar,
orar y entregarnos a los demás
para crear y recrear la historia,
fraterna, solidaria, progresiva.

PETICIONES

María, Madre de Dios y Madre nuestra, tú siempre fuiste fiel a la voluntad de tu Hijo.
Tus intereses eran los intereses de Dios. Ayúdanos a asemejarnos cada vez más a
ti.
 
MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS
 
María, Madre de Dios y Madre nuestra, tú fuiste más dichosa por haber concebido a
Jesús en tu corazón que en tu seno. Nosotros también necesitamos tener a tu Hijo
en nuestro corazón; necesitamos estar cada vez más cerca de él, sentirlo como
Alguien importante en nuestra vida.
 
MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS
 
María, Madre de Dios y Madre nuestra, tú te mantuviste en segundo lugar durante
los momentos más gloriosos de tu Hijo Jesús. Sin embargo, cuando llegaron las
dificultades ante la pasión de tu Hijo; cuando fue ajusticiado, abandonado y
condenado a muerte, como buena madre no te apartaste ni un solo momento de su
lado. A nosotros también nos gustaría ser como tú. Nos gustaría mantener nuestra
fe y ser fieles a Dios incluso en las situaciones más difíciles.
 
MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS
 
María, Madre de Dios y Madre nuestra, durante la espera pentecostal animaste la
comunidad de discípulos que habían perdido al maestro y se sentían desorientados.
Fue necesaria tu presencia para que ese grupo de amigos de Jesús no perdieran la
fe y la esperanza. También nosotros queremos ser fuente de ánimo para todas
aquellas personas que viven la fe a nuestro lado.

MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS


 
María, tú no sólo eres Madre de Dios. También lo eres de nosotros, y cuando se
dice que eres Madre es porque realmente es así. Es tu preocupación por nosotros,
tu compañía, tu aliento, tu ejemplo, tu deseo de engendrar en nuestros corazones a
tu Hijo... lo que hace que merezcas este título. Por eso te decimos.
 
MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS
 
María, Madre de Dios y Madre nuestra, nadie como tú conoce a Dios, y nadie como
tú nos conducirá a él. Necesitamos acudir a ti porque tú eres el mejor camino para
llegar a Jesús. Necesitamos que nos ayudes a renovar nuestro corazón. Tú que
eres la nueva Eva, haznos a nosotros criaturas nuevas.
 
MARIA, MADRE DE DIOS, RUEGA POR NOSOTROS

17
Oración

Oh Dios, cuyo Hijo quiso que la Virgen María, elegida por Él como Madre suya, fuese en
adelante nuestra Madre, concédenos a quienes recurrimos a su protección ser confortados
por la invocación de su santo nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.

18
Monición

El Espíritu siempre ha sido y será el iniciador de cada proyecto de salvación, el


consumador de toda misión liberadora. En el Espíritu ha sido creado el mundo y se
le ha dado inicio a la historia. Por Él se ha gestado, a través de la persona de Cristo
y con la colaboración de María, la novedad del Evangelio. Y gracias a Él ha sido
posible la instauración de la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, lugar de acogida y fiesta,
donde todos somos llamados a restaurar el mundo, a través de la comunión y la
vivencia de la caridad.
En esta querida Iglesia nuestra, que nació bajo el impulso de Pentecostés y a la
sombra de la presencia de María, el Espíritu ha suscitado igualmente toda la fuerza
renovadora del carisma mercedario, con una concreción del amor hecho servicio, en
la persona de los más pobres y necesitados.

Hechos 1, 12-14

Se dedicaban a la oración, junto con María, la madre de Jesús

Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de
Jerusalén, el espacio de un camino sabático. Y cuando llegaron subieron a la estancia
superior, donde vivían: Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo,
Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la
oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de
Jesús, y de sus hermanos.

Reflexión

Aparece en la historia una mujer que, con su actitud de apertura y de entrega incondicional,
colabora en el Plan de Salvación proyectado por Dios. En las palabras de María: “Aquí está
la esclava del Señor”, se comienza a gestar otra etapa de la historia: la Nueva Creación en
Jesucristo. Es el momento de actualización de las promesas. Es el tiempo nuevo, en el que
ha comenzado a nacer también una humanidad nueva.

Y el Espíritu de Dios es el agente que inicia esta etapa de transformación de la historia. El


Espíritu es el que hace posible que en María se realice el cumplimiento de las promesas y,
a través de Ella, lleguen a su plenitud. El Espíritu es el que hace posible que cada uno de
los que pertenecemos a la Iglesia y cada una de las que formamos parte de la
Congregación mercedaria sepamos dar la respuesta adecuada al Plan de Dios en un
mundo necesitado cada vez más de regeneración.

Nosotras, mercedarias, somos llamadas a acoger la Palabra de Dios, como María, para que
en nuestro interior se configure el Cristo Redentor que, a través del carisma, hemos de
19
comunicar al mundo. Al igual que María se abrió al Espíritu para dar su Hijo al mundo, de la
misma forma, debemos gestar en nosotras la persona de Cristo, para ser transmisoras de
Evangelio y colaborar así en la Nueva Creación que el Espíritu impulsó al llegar la plenitud
de los tiempos.

Como toda obra de Dios, nuestra Congregación es un impulso del Espíritu en el seno de la
Iglesia. En el Padre Zegrí y en cada mercedaria, el Espíritu Santo ha dejado su huella a
través del carisma, ha dibujado en el interior de cada una el proyecto que Dios ha soñado
para la Congregación.

De nuevo encontramos al Espíritu y a María en el inicio de otra gran obra salvadora: la


misión de llevar a todos los hombres la caridad redentora, a través de gestos de
misericordia y compasión.

Es tarea de cada una y de la Congregación en general, profundizar en el carisma y en el


proyecto histórico que se nos ha confiado, para descubrir lo que el Espíritu Santo está
pidiendo en el aquí y en el ahora de cada situación, como necesidad urgente de ser
respuesta eficaz a la llamada de Dios.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

En la plenitud de María se descubren misterios más fáciles de admirar que de ser


explicados. En el primer momento de su existencia, es llena de gracia (…); en su
Anunciación el ángel la saluda “llena de gracia” (…); el Espíritu desciende sobre ella
y la enriquece soberanamente, y luego no cesa de recibir nuevas gracias hasta su
tránsito glorioso. (Sermones I, n.º 19)

Sor María Josefa Larraga:

Ella ha hecho la experiencia vital de que los ojos de su Señor se han posado sobre su
persona y, al posarse, la han seducido para siempre. Vivirá en lo sucesivo bajo la
fuerza de esa mirada cargada de amor, de promesas, de alianza, de fidelidad, de amor
eterno que dará sentido y consistencia a todo lo que haga en la vida y, además, hará
que su recuerdo perdure por generaciones.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

SALMO

María, mujer de fe y esperanza,


abierta para el Espíritu Santo,
disponible para el amor.
María, torrente que lleva hacia la vida,
abundancia de los dones
y alegre aceptación,
mujer creyente.

20
María, mujer que nos diste
la Vida en plenitud,
en desinterés y amor.
María, testigo de esperanza,
pobre hija de Yahvé,
estrella y faro en la noche.
Tú nos señalas la claridad de Dios.
Nos alegramos contigo,
porque supiste guardar
y hacer vida en Ti
la Palabra de Dios.
María, tú nos enseñas a amar,
a escuchar, a acoger
y anunciar la Palabra,
servir al hermano,
luchar por el Reino,
ofrecer nuestro ser
con disponible amor.
Tú, que arriesgaste la vida
en tu actitud afirmativa.
Tú, la que recibiste al Espíritu Santo
fuego, vida, misión, Pentecostés.
Tú eres la madre de la Iglesia
y por ti crece la vida.
Dichosa tú, la que has creído,
nos regocijamos contigo,
Madre feliz del Salvador.

Peticiones

1. Por la Iglesia, para que Dios derrame sobre ella su Espíritu de santidad y sepa
transparentarlo a todos los hombres y mujeres de este mundo. Roguemos al Señor.

2. Por todos los hombres y mujeres que ocupan su vida en servir a los demás, para
que con la fuerza del Espíritu de paz sean capaces de colaborar en la pacificación de
la familia humana. Roguemos al Señor.

3. Por todos los movimientos, grupos y comunidades eclesiales, para sean capaces de
acoger el Espíritu de fortaleza y no se cansen de testimoniar su presencia en medio
de los más pobres y necesitados de nuestro mundo. Roguemos al Señor.

4. Por todos los poderosos y los que gobiernan las naciones, para que el Espíritu de
caridad y servicio esté presente siempre en todas sus decisiones y en todos sus
trabajos. Roguemos al Señor.

5. Por todos los que sufren la enfermedad y el dolor, para que el Espíritu de consuelo
los acompañe en los momentos difíciles y de soledad. Roguemos al Señor.

21
6. Por todos los que tienen alguna responsabilidad en la Iglesia, para que acojan el
Espíritu de sabiduría y se entreguen plenamente al servicio del pueblo y a la
construcción de la comunidad cristiana. Roguemos al Señor.

Oración

Haznos sensibles a la acción de tu Espíritu en este mundo y en la historia de los seres


humanos. Gracias porque con tu fuerza vamos siendo capaces de descubrir cuál es la
llamada que nos haces para vivir con más intensidad nuestra corresponsabilidad en tu
Iglesia. Gracias por hacernos vivir y sentir, como María, que somos llamados a ser tus
colaboradores en la construcción de un mundo más fraterno. Gracias por conceder a tu
Iglesia el don de tu Espíritu que da vida.

22
Monición

Celebramos hoy, con María, la fiesta del Apóstol san Mateo, que pasó de recaudador de
impuestos a discípulo de Jesús. Fue sorprendentemente llamado por el Maestro, y
abandonó su trabajo marchándose con Él y convirtiéndose en testigo de su obra salvadora,
de su muerte y resurrección. De esta manera pudo anunciar por escrito a todo el mundo la
Buena Noticia de Jesús por medio de su evangelio.
María también fue apóstol, mujer evangelizadora, y con ella reafirmamos hoy nuestra
vocación apostólica dentro de la Iglesia.
Sintiéndonos enviadas por el Padre, al igual que María y San Mateo, nuestra misión nace al
calor de la llama de Jesús, encendida en el fuego del Espíritu. Sólo el amor apasionado por
el evangelio de Jesús transformará nuestra misión en Buena Noticia para el mundo. Sólo si
nos dejamos seducir por la fuerza cautivadora del Maestro podremos ser testigos creíbles
que regalan la esperanza y el sentido de la vida.

Lectura de la carta a los Efesios 4, 6–7. 11–13 (propia del día)

Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los
ha distribuido. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros
predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la
obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos
lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre
perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.

Reflexión

A partir de Pentecostés, la comunidad es enviada a los caminos del mundo para comunicar
lo que ha visto y oído. Se convierte definitivamente en comunidad apostólica. Pentecostés
es la gran irrupción del Espíritu en la historia. En Pentecostés vemos a María y a la
comunidad de los creyentes reunidos en oración. Esta actitud nos habla de personas
tocadas por el Señor, impactadas por la Resurrección de Cristo y, a partir de este momento,
impulsadas por el Espíritu. Es la comunidad de los que buscan al Señor y la comunidad en
la que se vive la fraternidad como pilar que fundamenta la incipiente Iglesia.

Con María se nos invita a regalar la vida y la alegría a manos llenas; se nos invita a
derramar misericordia y salvación a nuestro paso. Es Jesús mismo el que hemos de regalar
al mundo. Es la Buena Noticia la que salvará y restaurará desde dentro la historia. Y
nosotras, mercedarias, seremos anuncio apasionado de Jesucristo en la medida en que nos
enamoremos de su persona y nos entusiasmemos con su mensaje. El Evangelio, fuerza
sanadora que transforma la humanidad, es fuente de felicidad para todo ser humano,
principalmente para los más pobres y excluidos.

23
Se nos invita a ser portadoras de la Buena Nueva ofrecida y testimoniada. Se nos llama a
manifestar ante el mundo el gran reto de la profecía, como respuesta audaz y alternativa a
los modelos vigentes en nuestra sociedad. El mundo necesita profetas, personas valientes
que sepan renunciar a los atractivos del mundo y entregar su vida al servicio del Evangelio.
La misión mercedaria, cuando bebe en las fuentes de la misión de Jesús, es capaz de
contagiar y dar sentido a la vida. Por eso hoy queremos renovar nuestra opción de vida y
pedir al Señor que revitalice nuestra entrega cotidiana para ser profetas del amor y testigos
del Resucitado.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

María santísima es la fuente de donde han corrido hasta nosotros los más copiosos
raudales de misericordia y de gracia. (Sermones I, n.º 11)

Sor María Josefa Larraga:

Vivir de la experiencia del amor de Dios nos hace proclamar con María, la mujer
especialmente seducida por su Dios: desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

SALMO

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando seguimos los pasos
de su práctica concreta
y nuestra vida da testimonio
del Reino que Dios quiere para todos.

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando vivimos para los demás,
cuando nos interesa lo que le pasa al otro,
cuando sentimos el sufrimiento ajeno
como propio,
cuando el otro es hermano
aunque no lo conozcamos.

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando nos comprometemos por la vida,
cuando luchamos por la justicia,
cuando construimos la paz y la concordia,
cuando nos rebelamos ante la injusticia
e intentamos aportar nuestro granito de arena
para que el mundo cambie.

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando nos animamos a juntarnos,
cuando comenzamos a compartir,
24
cuando aprendemos juntos,
cuando superamos las diferencias
y nos animamos a vivir
la aventura de la comunidad,
y caminar en los pasos de Jesús.

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando nos preocupamos
de los problemas de esta tierra,
cuando tenemos la mirada atenta
para ver a Dios que habla en la vida,
cuando nos dejamos interpelar
por la marcha de la historia
y juntos buscamos discernir
lo que Dios quiere,
su voluntad en nuestro tiempo.

Anunciamos la Buena Noticia de Jesús


cuando ponemos nuestra existencia
al servicio de su proyecto,
como lo hizo María,
haciendo su voluntad,
viviendo su Palabra,
construyendo su Proyecto
con nuestro aporte.

Anunciamos la Buena noticia de Jesús


cuando confiamos que El vive
y nos dará las fuerzas necesarias,
hablará en nuestra boca
y actuará a través de nuestras manos,
si vivimos según su Espíritu,
animados por la esperanza
que un mundo mejor es posible
si cada uno empieza a construirlo ya,
y eso sí que es una ¡Buena Noticia para todos!

Peticiones

1. Para que la Iglesia y el mundo entero acojan con docilidad la palabra de Jesús, a
quien san Mateo, en su Evangelio, nos presenta como nuevo Moisés y el único
Maestro. Roguemos al Señor.

2. Para que haya jóvenes capaces de oír la invitación del Señor a seguirlo más de cerca
e ir en pos de sí. Roguemos al Señor.

3. Para que el mensaje del Evangelio arraigue en el corazón de todos los gobernantes,
y los transforme según la medida del amor de Dios. Roguemos al Señor.

25
4. Por los que no tienen fe o viven como si no la tuvieran, por los que reciben el
anuncio del Evangelio, por los que buscan la verdad, para que San Mateo interceda
por todos ellos. Roguemos al Señor.

5. Para que todos nosotros nos veamos protegidos por la oración de los Apóstoles, e
iluminados por sus enseñanzas, sepamos expresar nuestra fe con signos y palabras.
Roguemos al Señor.

6. Para que, al igual que María y San Mateo, aprendamos a vivir con autenticidad la
dimensión evangelizadora de nuestro carisma. Roguemos al Señor.

Oración

Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a San Mateo para convertirlo de
publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión,
podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por nuestro Señor
Jesucristo.

26
Monición

María siempre estuvo cerca del hombre. Ella conocía mejor que nadie la limitación,
la indigencia, las carencias del ser humano.
Al igual que su Hijo, era sensible a todo tipo de necesidades que pudiese encontrar
en su camino; estaba atenta a la situación de cada uno, para poder prestar su
auxilio y ser así una mujer solidaria, que ofrece su ternura y misericordia al corazón
afligido y desamparado. Por este motivo, en las bodas de Caná es la primera que
percibe el problema que allí se está viviendo. Y no se queda impasible. Se lanza a
ofrecer soluciones, a tender su mano de madre con el fin de aliviar el sufrimiento de
los que en ese momento se encuentran agobiados por la dificultad que les embarga.
Hoy también, y cada día, María se acerca a nuestra miseria, a nuestra indigencia,
para levantarnos de la postración y ser regalo de amor para todos sus hijos
necesitados. Y, al mismo tiempo, nos invita a nosotras, mercedarias, a dejarnos
impactar por el sufrimiento del hombre de hoy, e inundar su corazón con el gozo
infinito de la prometida liberación.

Lucas 1, 51-55

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los
despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había
prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Reflexión

María está en sintonía con todos los necesitados, los que sufren, los oprimidos. Es
la abogada de los más desfavorecidos. En el Magnificat ha proclamado
abiertamente la carta de los derechos humanos, anunciando la salvación a quienes
esperan y a quienes desesperan. María no está lejos de la historia, no permanece
lejos de su pueblo. Ella está de parte de todos, del que la busca y del que cree no
necesitarla; del que mira hacia lo alto ansiando la liberación y del que se considera
autosuficiente y se basta a sí mismo. María es de todos y para todos, como diría
nuestro Padre Zegrí, y se pone en camino hacia la montaña y hacia la ciudad, hacia
el interior de cada corazón y hacia los pueblos que claman justicia.

Y en ese compromiso por el ser humano, en ese servicio de caridad realizado a


través de gestos redentores, María nos enseña el auténtico camino: consagrar la
propia vida a Dios, en un servicio a los seres humanos. Éste es también el fin de
nuestra Congregación. Así pues, toda la existencia de una persona puede
convertirse en alabanza desde el momento en que opta por entregar lo mejor de sí
misma. Por esto María proclama en el Magnificat la grandeza del Señor, porque la
ha llamado a ser alabanza de su gloria.
27
Ante un mundo necesitado, donde en muchas ocasiones la felicidad y la libertad
brillan por su ausencia, la mercedaria de la caridad, al igual que María, ha sido
elegida para transmitir una palabra de esperanza: llevar al corazón del hombre y la
mujer de hoy la alegría de haber encontrado la salvación, la fuerza del amor que
nace de la Pascua. Nuestro Dios es el Señor de la misericordia, y deposita en
nuestras manos una misión ineludible: ofrecer a los demás nuestro servicio
redentor. Nos convierte en profetas, mensajeras de redención.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

La Virgen santísima es el muro inexpugnable que nos defiende, la protectora que nos
conserva, el ángel tutelar que nos custodia. María santísima es la que trabaja
incesantemente por nosotros, la que, solícita y amorosa, ruega a su Hijo por nuestro
bien. (Sermones I, n.º 11)

Sor María Josefa Larraga:

María, la pobre de Yahvéh, jamás hubiera podido pensar ser objeto de la benevolencia
y del amor divino de esa manera. Ha sido la escogida, la elegida por excelencia, la
separada por parte de Dios, en la que el Señor ha puesto sus ojos de amor para que
realice la misión más importante en la historia de la salvación.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

SALMO

Proclamo Señor tu grandeza,


la grandeza de tu amor,
alabo tu ternura y la infinitud de tu misericordia.

Me siento llena de alegría,


porque me has colmado con tu gracia.
Porque has mirado, enamorado,
a tu criatura más pequeña.

Porque miras siempre con predilección


a quienes son humildes y pobres,
desvalidos y excluidos,
víctimas y perdedores.

Tu misericordia es energía liberadora


que traspasa la historia
de generación en generación.

Tu amor, manifestado en el mundo,


es fuerza esperanzadora

28
que trastoca los valores imperantes;
los grandes serán pequeños;
los ricos serán despojados,
y los pobres serán dichosos.

Tu amor, sembrado en los corazones,


es el tribunal de las historias.
El que declara protagonistas a quienes son humildes
y evidencia la vaciedad de quienes se creen algo.
El que aplaude los gestos solidarios de servicio
y entrega, por ocultos y pequeños que sean.

Canto, Señor, tus designios salvadores


para con todos los pueblos.
Canto tu fidelidad y paciencia,
tu amor que no tiene fin.

Quiero ser, Señor, cantora de tu amor,


un canto vivo para siempre.

Peticiones

1. Por la Iglesia y los cristianos, para que, movidos por el Espíritu Santo, manifestemos
con nuestras vidas que Dios no se desentiende de los hombres y que es solidario,
compasivo y misericordioso. Roguemos al Señor.

2. Por los jóvenes, para que la inconfundible voz de Jesús resuene en sus vidas, y así,
cargando su propia cruz, le sigan ayudando a cargar las cruces de sus hermanos
más pobres hasta dar la vida por ellos y por el Evangelio. Roguemos al Señor.

3. Por los que tienen que servir a nuestro mundo desde el poder y la administración de
los bienes y de la justicia, para que lo hagan con sabiduría, honestidad y deseo
sincero de promover la paz y la concordia. Roguemos al Señor.

4. Por los que son esclavos del pecado, para que descubran los mandatos y el amor de
Dios que curan y alegran el corazón. Roguemos al Señor.

5. Por todos nosotros, para que, al igual que María, seamos hombres y mujeres
orantes, evangélicos y entregados a Dios y a los hermanos. Roguemos al Señor.

Oración

Oh Dios, que para redimirnos misericordiosamente has hecho humilde esclava tuya a la
Virgen María, Madre de Cristo y asociada a Él, concédenos servirte como ella y dedicarnos
por entero a la salvación de los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.

29
Monición

En el horizonte del pasado, cuando las promesas mesiánicas esperaban hallar su


cumplimiento, una mujer caminaba delante de su pueblo, abriendo paso al Salvador.
En el horizonte del futuro, donde encontraremos la plenitud de nuestra historia, una
mujer avanza delante de su pueblo, mostrando el verdadero sentido de la vida: el
encuentro pleno y definitivo con Jesucristo. Y es que María es la mujer nueva
porque se ha abierto al misterio y ha dejado que el Espíritu cubra toda su vida con
su sombra. Es mujer nueva porque ha sabido vivir en el tiempo histórico el proyecto
de Dios, que consiste en crear una nueva humanidad, redimida y resucitada. Y
nosotras, mercedarias de la caridad, seremos mujeres nuevas si interpretamos
nuestro tiempo a la luz de las promesas y alumbramos caminos de vida en los
senderos de la historia.

Gálatas 4, 4-7
Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo
la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación
adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu
de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero por voluntad de Dios.

Reflexión

Reconocemos la gloria de Dios desplegada en el tiempo y en todas las situaciones


de la vida. Él se manifiesta como Señor de la historia cada vez que comunica al
hombre la certeza de su incondicional presencia, cada vez que nos ayuda a
relativizar las deficiencias impuestas por el paso del tiempo y nos invita a
comprender que la acumulación de años equivale a madurez y a experiencia. La
esperanza debería llenar de color el paisaje a veces oscuro de nuestros ideales, si
supiésemos reconocer la inquebrantable actuación de Dios en nuestro pasado y en
nuestro futuro. María así lo entendió: supo descubrir al Señor de la historia en la
trayectoria de su vida y continuó buscándolo hasta el término de la misma.

Nuestro corazón tampoco cesa de buscar al Dios de la vida, al Señor de la historia.


Tanto el pueblo de Israel, que vivía expectante al amparo de las promesas, como el
hombre y la mujer de hoy, ciudadanos del siglo veintiuno que en algunas ocasiones
caminamos al amparo de la técnica, todos buscamos un redentor, un salvador que
colme de sentido nuestras vidas.

30
El hombre de hoy, quizás más que nunca, también busca al Dios de la vida. Como
para el antiguo Israel, en el cielo azul de nuestros rascacielos aún se dibuja una
promesa: el Señor vendrá. El ser humano contemporáneo continúa buscando un
mesías, porque el absurdo y la falta de sentido a veces aprisionan su cotidiano
existir. Y entonces surgen las preguntas, las miles de preguntas de la sociedad
moderna. Y proliferan las filosofías, como intentos de respuesta a los eternos
interrogantes de la persona. La gran mayoría se sumerge en el tumulto de las
interminables avenidas, y el ruido de la técnica y la eficacia terminan ahogando su
sed de plenitud.

Pero la inquietud no puede morir, y nosotras estamos llamadas a mantener viva la


luz de la esperanza. Como María, deseamos amar la promesa, deseamos ser
mujeres que miran hacia el pasado con alegría, reconociendo el paso de Dios en
nuestra historia. Y porque amamos la promesa, vivimos el presente con intensidad y
desplegamos nuestras mejores energías en aras del amor. Y porque amamos la
promesa, proyectamos el futuro con entusiasmo, anhelando la salvación definitiva,
la que nos traerá Jesucristo, único Señor de nuestras vidas.

PALABRA MERCEDARIA

P. Zegrí:

María es nuestro amparo, nuestra esperanza, nuestro consuelo en la vida y lo será


también en la hora de nuestra muerte. (Sermones I, n.º 17)

Sor María Josefa Larraga:

María es la Hija de Sión que ha esperado largamente la intervención definitiva de


Dios en la historia y aquella que ha sabido vivir su fidelidad a pesar de todos los
pesares.
(La hermana mercedaria de la caridad, SEDUCIDA POR JESUCRISTO
REDENTOR)

SALMO

El Magnificat de nuestra historia

En el Magníficat de nuestra historia,


el Señor ha ido escribiendo en el tiempo
las gestas más gloriosas de nuestra misión redentora.
Él conoce nuestra pequeñez
y, sin embargo, depositó confiadamente
en el acervo congregacional,
la inigualable oportunidad de llevar al corazón del hombre
la fuerza regeneradora del amor.
La infinita santidad y misericordia de Dios
impulsaron todos nuestros proyectos,
y fuimos enviadas a ser profetas de esperanza,
agentes de reconciliación
y testigos de que la Pascua
siempre será el dinamismo que motive nuestro empeño.

Él puso en nuestro corazón


31
el gran deseo de comunicar vida;
abrió nuestros ojos y nuestros oídos
al clamor oprimido de la historia,
y derramó en nuestras manos de mujeres
toda la ternura capaz de acariciar el mundo.
Y escalamos las cumbres de la utopía
con las pisadas generosas de nuestra cotidiana entrega.
Abandonamos la propia tierra
y ofrecimos cada una de nuestras horas
en pro de los más desfavorecidos.
Cada mercedaria de la caridad ha encendido en el tiempo
su pequeña lámpara,
como ofrenda inigualable al Dios de la vida.

Y así fuimos poco a poco componiendo


nuestro propio Magníficat.
Con el esfuerzo desinteresado
y el servicio gratuito de tantas hermanas,
hemos ido escribiendo nuestra común historia:
el Magníficat de nuestra Congregación,
manifiesto de alegría y esperanza,
expresión del amor que late dentro,
testimonio de la fidelidad de Dios,
que ha caminado siempre codo a codo con nosotras.
P. V.

Peticiones

1. Para que la Iglesia sepa leer los signos de los tiempos y ofrezca al mundo una
respuesta coherente desde los valores del Evangelio. Roguemos al Señor.

2. Para que los jóvenes descubran en el mensaje de Jesús la verdadera libertad y la


plenitud de la vida, y se decidan a entregar su esfuerzo y su tiempo en bien de la
humanidad. Roguemos al Señor.

3. Por nuestra sociedad de hoy, para que sepa abrir sus puertas al mensaje evangélico
y no lo catalogue como algo desfasado, sino que sepa descubrir la novedad que en sí
encierra. Roguemos al Señor.

4. Para que los más necesitados se sientan acogidos en nuestro mundo, cada día más
tecnificado y deshumanizado. Roguemos al Señor.

5. Para que todos los que nos gloriamos de ser discípulos de Cristo nos abramos sin
recelo y sin miedo a las exigencias del evangelio en el hoy de nuestra historia.
Roguemos al Señor.

6. Para que con María aprendamos a ser personas atentas a las necesidades y a los
signos de los tiempos. Roguemos al Señor.

Oración (acción de gracias)


32
Te bendecimos, Señor, porque has estado siempre con nosotras en nuestra historia
de salvación. No has tenido en cuenta nuestras infidelidades, ni la limitación
impuesta por el tiempo es obstáculo para Ti. Continúas presente a nuestro lado,
ayudándonos a reconocer que en medio de nuestra pobreza estás Tú.
Hoy no tenemos grandes perspectivas de futuro ni nos deslumbran los ambiciosos
proyectos. Hoy reconocemos nuestra pequeñez y depositamos confiadamente el
mañana en tus manos. Que ésta sea hoy nuestra ofrenda, y la fidelidad en el
seguimiento acompañe siempre el cotidiano deambular de nuestros pasos.

33
Monición

María de la Merced es la gran figura que se asoma en el horizonte del P. Zegrí. Ella
es la singular mujer que trazó senderos nuevos en su vida. María, bajo la
advocación de las Mercedes, le condujo hacia la meta de una envidiable aspiración:
ser misericordia y amor para los necesitados, ofrecer signos redentores en las
distintas situaciones de cautividad, ser la providencia visible de los pobres. Ella
inspiró su carismática obra de amor dentro de la Iglesia, y le ayudó a iniciar tan
admirable proyecto. María de la Merced ha continuado siendo roca firme para
nuestra Congregación. Es considerada prototipo para toda mercedaria, pues por ser
mujer, se nos presenta como modelo de discípula y consagrada en nuestro itinerario
dentro de la Congregación. Es ejemplo de seguidora de Jesús y es fiel compañera
en el largo camino congregacional.

Lectura (propia del día)

Constituciones n.º 9

María, por su fe y por su participación en el misterio del Hijo, es reconocida


como modelo extraordinario de la Iglesia y se convierte en madre de la
humanidad. Nuestra Congregación nace bajo la protección e inspiración de la
Madre del Redentor, con la advocación de María Santísima de las Mercedes.

Reflexión

Toda mercedaria de la caridad es por carisma eminentemente mariana. Las raíces


más profundas de nuestra historia y de nuestra espiritualidad están fuertemente
afianzadas en la figura de María. Ella fue para nuestro Fundador su “sin igual Madre
y protectora”, la que permaneció junto a él hasta el final. Y la Congregación ha
seguido su trayectoria al pie de María, en la que cada mercedaria pone su mirada
para tratar de reproducir en su interior el proyecto de mujer nueva que Dios sueña
para cada una1.

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Historia de la Congregación.
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Hijos queridos de María de la Merced, (…) abrid el pecho, ensanchad el
corazón, dilatad el espíritu, sacudid temores y encogimientos, dad lugar al
desahogo y a la esperanza, que en la Virgen purísima de las Mercedes tenéis
una aurora de felicidades, un río de bendiciones, un arco de paz y de alianza;
no he dicho bastante: una madre, la más tierna, la más liberal y benéfica, que
no os desamparará por más que os cerquen tribulaciones y angustias. (P. Zegrí,
Sermones I)

Ella está con la Congregación en todos los gestos de misericordia y en aquellos


proyectos que buscan ante todo la transformación de la humanidad y la
regeneración del hombre y la mujer de todos los tiempos. Y está sobre todo “en los
pobres, esclavos y débiles por los que hemos optado”.

Nuestra Señora de las Mercedes es de todos y para todos, pues no hay título
más dulce, invocación más suave, nomenclatura más amplia que la Merced y
Misericordia de María. En ella halla el cautivo redención; el triste, consuelo; el
enfermo, salud, y el pecador, indulgencia y perdón de sus pecados. (P. Zegrí,
Sermones I)

El carisma redentor se presenta como fuerza transformadora de los hombres y de


los pueblos. Para ello requiere personas dispuestas a ser ungidas por su sello, por
su carácter genuino, personas capaces de llevar adelante todo un plan de salvación
para la humanidad, en la persona de los más pobres y oprimidos de la tierra.

La ternura de María, su piedad y misericordia, está reservada para los devotos


de corazón y de alma, para los castos, puros, modestos, mortificados, humildes
y penitentes; para los fieles discípulos del Hijo están vinculadas las gracias y
mercedes de la Madre. (P. Zegrí, Sermones I)

En María de la Merced encontramos a la mujer en su plenitud. Ella nos abre el


camino hacia el discipulado de su Hijo; nos enseña a ser seguidoras fieles y
auténticas. En María descubrimos la gran verdad del Evangelio hecho vida y
transformado en anuncio de redención. María de la Merced envuelve nuestra vida y
la introduce en el corazón de Dios. Ella misma es objeto de nuestro amor, pues en
María descubrimos a la mujer que nos ama y nos conduce hacia nuestra propia
plenitud.

María de la Merced es el centro de nuestra devoción y ternura y el imán


poderoso de nuestro amor y cariño. (P. Zegrí, Sermones I)

María es la mujer en la que nos miramos, la discípula en la que creemos, la


pobre de Yahvéh que, al hablarnos de su particular experiencia, mueve
nuestro corazón a vivir la nuestra; pues, con cada una, el Señor ha realizado
su especial anunciación cuando nos llamó para gestar en nuestra vida la
Palabra y darla al mundo como salvación y liberación de todo lo que oprime
al ser humano. (Sor María Josefa Larraga, Seducida por Jesucristo Redentor)

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Salmo

María, eres la Merced más grande con que el Padre nos obsequia.
Eres gratuidad total, libertad plena, amor desbordante.

De pie, junto a la cruz de tu Hijo, nos engendraste en el dolor de Dios


y desde entonces haces tuyo el dolor de cada hombre y de cada mujer:
Sufres el horror de todas las guerras.
Soportas el dolor de cuantos viven la pérdida de libertad.
Meces en tu regazo de madre a tantos niños abandonados.
Te haces presente en el dolor del enfermo. Acompañas la soledad del anciano
Vives la desorientación de tantos jóvenes que no saben qué hacer con su vida

Porque mejor que nadie compartes con nosotras la vida,


queremos agradecerte tu corazón bueno y disponible
abierto al infinito hasta identificarse con el de Dios.
Seguimos acudiendo a ti, en busca del camino de la fe
en busca del rostro de Dios que se refleja en tu corazón.

Sé Merced de Dios que alivie los cansancios de nuestros hermanos


Sé Merced de Dios que llene el vacío de nuestras sociedades
Sé Merced de Dios que alimente nuestros corazones hambrientos de fe
Sé Merced de Dios que contagie nuestro vivir de la ternura divina.
Sé Merced de Dios que nos explique el don de la libertad,
para vivir la responsabilidad del Amor.

María, Tú eres la experiencia más bella del Evangelio.


en tu corazón, el Evangelio se hace sencillo,
en tu corazón, la Palabra se hace realidad,
en tu corazón, todo hombre y mujer, cada una de nosotras,
somos engendradas al Amor de Dios
y el milagro de la creación llega a plenitud.

Peticiones (propias del día)

ORACIÓN (Sor María Josefa Larraga)

Señor, en este día elevo mis manos hacia Ti, queriendo atrapar con ellas toda la merced y la
humanidad que rezuman las manos de María.

Ella, con las cadenas rotas de esclavitudes de la humanidad, convierte mis manos en cuenco
de agua fresca y liberadora para todos aquellos que quieren beber la misericordia infinita que
encierra tu costado abierto.

Ella, también, pone en mis manos la luz de la esperanza, la luz del sentido de la vida, la luz
del Evangelio, la luz de los creyentes sin complejos, la luz de los que siembran los caminos
del mundo de consolación y mansedumbre, para que yo sea una luz en el camino, rayo de luz
en los horizontes, fuente de luz para los desolados, torrente de luz para quien quiera
encontrarte en mí.

Convierte mis manos en pasión de Reino, en tierra fértil de amor, en espiga dorada de
fecundidad evangélica, en humanidad nueva. Que mis manos sepan regalar tus gestos

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redentores, tu merced y liberación, tu gran amor… te lo pido por la intercesión de María, la
mujer que libera desde la entrega gratuita e incondicional.

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