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Isabel Dapena

AUTOBIOGRAFIA
En la orilla

La masa parece deshacerse entre mis manos al pasar el agua. Creando una figura
distinta a esa que yo suponía. Así veo; el poder que he adquirido con el tiempo,
se desdibuja con la corriente de la vida. La primera pregunta que me hicieron,
hace ya doce años, fue: ¿Qué es el espacio? En ese entonces respondí
tímidamente: es el espesor, es lo espeso, es el espesor entre las cosas. Aun hoy,
consiento sobre esa definición. Lo espeso. Lo espeso es una mezcla. Lo fluido; lo
líquido y lo estático; lo solido. El castillo de arena, el de siempre, el de las
vacaciones y la tranquilidad entre los míos fue eso siempre. Fue lo espeso.
Espeso además de lugar. Fue el agua, salada. Fue la arena, tierra. Fue el devenir
de las olas. El deseo de lo permanente en el borde en el que la mezcla se torna
amorfa; aguada o solida acorde a la fuerza de un mar infinito que nos abraza a
todos. Fue el anhelo de una historia ahí, dentro del castillo, los túneles o las
barricadas. Fue el castillo, hecho del lugar, el paisaje efímero del paisaje efímero
de lo permanente. Lugar y castillo fueron uno. El habitante estaba aun en mí.
Resulta hoy, que a veces la arena escasea. Hay que comprarla. Que no pertenece
a todos. La tierra es de alguien. Empieza eso a crear la grieta sobre la cual caen y
caen constantemente los proyectos del olvido. Los míos, los de otros.
Infatigablemente en mi cabeza susurra el viento que mueve la tierra y la
deforma, conformándola. La distancia entre el viento y mi mano es larga y
tediosa. El viento es claro, la mano es oscura. La mano es la técnica. En mi, la
arena no cuesta. Donde vivo, si.

Llega entonces la espera o la búsqueda. La de un encargo. La de un cliente.


Encontrarlo, da la posibilidad de crear lo escrito. Escrito en el espacio que es lo
espeso, de alto coste. Entretanto hago y deshago. No busque solo en el arte, la
escritura, porque la arquitectura ya lo había robado, no busque solo en la ciencia
por que también pertenecía a ella, no busque en lo humano porque ella, ya lo
llevaba dentro. Era ella El tríptico. Me encamine hacia esta, la cuerda floja, donde
el vacio no es la nada. La arquitectura.
Se murmura que el arquitecto cree tener el poder de un Dios, creador. ¿Acaso un
Dios anda buscando por ahí su identidad? En este, el límite, por donde camino el
ego se ha convertido en pantano, movedizo. Más humano que divino. Más
karma.

Las obras creadas han sido más dependientes que objetos autosuficientes. Cada
vez, se arraiga más en mí la pregunta sobre su pertinencia en el tiempo. Cada
detalle se convierte en un mundo pensado desde relaciones simbólicas y de uso,
en el tiempo. Búsqueda de la verdad. Al final la obra vuelve a lo que fue siempre,
arena volátil en movimiento constante en mi memoria e ingenio.

Mantuve una lucha por entender porque mis maestros concebían la premisa de
un concepto general que abrazare todas las ideas del proyecto tiñéndolas con la
misma tinta mientras que para mí era más importante, antes que la aparición de
un concepto, el intento de un pensamiento preciso sobre las situaciones
relacionales del hombre con el espacio creado. El hombre, el tiempo y el
acontecer-lugar. Muchas veces el concepto es mascara, es engaño. Obligación
de un estilo o de un lenguaje que se pronuncia bello. Aceptado. Búsqueda de
una identidad. La misma que sangra el artista, pero que al arquitecto confunde
poniendo un velo en el rostro de quien habita-mora.
Para ese entonces pensaba sobre una arquitectura fundada desde una relación
intima, mas desde el adentro en su relación con el afuera. Hoy, ese afuera ha
desdibujado su límite llevándome a reflexiones que se anudan en la relación no
limítrofe con el paisaje. Intento interiorizar el hecho de que la belleza del paisaje
esta en los ojos de quien mira (el arquitecto) y entender el termino paisaje en un
sentido amplificado. La intimidad también es paisaje. Siento interés en el drama
de la relación entre paisajes, tendida y evidenciada en el proyecto-espacio-
arquitectura.
De estudiante, mi pensamiento estaba en el presente; aparentemente fluía de
manera más limpia. Hoy el presente tiene una bruma condensada sobre sí mismo
que me ha llevado a buscar la claridad en el futuro. Aquel que no existe y que es
incierto. No es más que el anhelo del orden de la vida, anhelo de la creación
adecuada. Anhelo del dios. Absurdo. Creo en la necesidad de una arquitectura
más justa. Búsqueda de el ser justos con nosotros y los otros que somos también
nosotros. De revisar el efecto mariposa. La ciudad como contexto primario del
desarrollo contemporáneo amerita pensarse como paisaje afectivo, como paisaje
en construcción y paisaje en erosión. Si en la arquitectura el proyecto es el reflejo
de uno, en persecución del bienestar de otro, quien vivirá atreves de aquello que
se configura como óptimo y bello; habrá que reflexionar bien sobre el alcance
de eso que es lo optimo dentro de un contexto local y también global.
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La arquitectura es agobiante, seria y precisa. Es muy comprometida.
Quisiera estar más del lado de su arte o del arte, que no siendo menos comprometida, precisa o seria, es más libre.
Imágenes:

Playa:
Saúl Granda Martínez , Guijón, España.
http://www.flickr.com/photos/saulgm/1550280185/

Dibujo Blanco sobre negro:


Isabel Dapena. Mar, arena y cielo.

Papel:
Galeria de Grunge Textures
http://www.flickr.com/photos/grungetextures/

Escena:
Isabel Dapena. Musical Contra Viento y Marea.
Medellin.

Cantera:
http://floresenelatico.es/

Duna:
http://www.flickr.com/photos/
fin

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