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HL ANTIRREGTONALISMO DE DON MSTIAS , MAROINRE 1 ver en las paginas dela Revista pz Exrremapuna el titulo i) siquiera de ua libro tan malo como el publicado por un sefior Thous que anduvo algin tiempo por estas tierras, senti una extrafieza profundamente desagradable. Pero més desagradable fué la impresiGn que senti, al ver ea el trabajo, 4 cuya cabeza estaba el desacreditado tftulo y 4 cuyo pie la respetable firma del Sr. D, MatfasR. Martines, apreciaciones que nun- ‘ cre{ verosimiles en personas cuya indiscutible competencia puso sus nombres 4 cicrta altura. A mfno me extraia que las gentes “frivolas, de erudicién barata, fan abundantes en estos tiempos, duden de la regionalidad de Extre. madura y aun de todas las demas regiones espaiiolas, sobre todo si, 4 4 petulancia de su poco saber, se une la tan frecuente monomania de Girselas de cerebros superiores ¢ invulnerables para todo género de Preocupaciones, cuando s6lo suelen estar libres de ocupaciones. Pero no puede menos de extrafiarme que hombres de la ilustra- cion que adorna al Sr. Martinez, caigan también en la |Baqueza de de- fender vulgaridades que hoy estén mandadas recoger. Hace ya mucho tiempo que los sociélogos y estadistas se han convencido de que no es la divisién oficial la que forma las regiones, ni son éstas un mito como eree el Sr. Martinez; del mismo modo que fampoco es la conquista la que engendra 6 agranda las naciones. No Porque un estado agrande su acci6n gubernativa, pierden su persona- lidad social las naciones interpuestas. Alejandro conquisté medio mundo y ni Grecia, ni Egipto, ni el Oriente que subyug6, dejaron de Ex anrmrzoronatismo pz D. Matias R, Marrixez 109 ser lo que eran para ser Macedonia, ni tuvieron de comén con ‘ella més que el soberano; y Grecia, sin haber conseguido jamés la unidad politica oficial euando fué independiente, se destaca con relieves na cionales indelebles y eternos en cuanto entidad social, como si estos dos hechos se propusieran de consuno poner de manifiesto la débil eficacia que tienen Jas instituciones politicas y legales, para crear en- tidades sociales humanas, ni para destruirlas cuando estén nacidas. Lo mismo ocurre con las regiones. No se forman, porque en tal 6 cnal momento hist6rico hayan constituido un. organismo politico de- terminado oficialmente por una ley, 6 por las contingencias de la his- toria, esas leyes y esas contingencias hist6ricas no. tienen’ suficiente eficacia para crear regién donde no la hay, ni para alterar siquiera sus limites, donde los hay; por eso no es la homogeneidad de legis- laci6n positiva ni la uniformidad absoluta de proaunciacion y cos- tumbres lo que engendra las regiones; segtin eso -podria decirse que no hay regiones en Espafia, y esto, no porque lo crea el Sr. Martinez (Gi es que lo cree) deja de ser un absurdo; sin embargo, admitiendo Jos razonamientos de este distinguido erudito, ni Galicia, ni Valencia, ni Castilla la Nueva, ni Murcia, ni Andalucia ni la Vasconia son ver- daderas regionés, porque en Galicia no ha habido soberania indepen- diente més que de un modo’ momentineo en dos tinicas ocasiones; el Sr. Martinez conocerd seguramente mejor que yo Ja variedad de su legislacién foral, alguna de cuyas instituciones como los foros, ni se extiende 4 toda Galicia, ni se limita 4 ella, habiendo necesidad, por otra parte, de reconocer las profundas diferencias que hay. entre ua coruiés y un lucense hasta en el lenguaje; las provincias Vasconga~ das tienen entre sf diferencias mas notables, no slo por Ja manera distinta de hablar el edscaro el pueblo de cada una, sino porque, lejos de haber formado jamés las tres una unidad politica independiente, ni aun han estado'siempre bajo la’ misma soberanfa, ni sus famosos fue~ 103 son idénticos para las tres; Valencia tampoco ha constituido aua- ca entidad politica independiente, como comarca espafiola (1) ni deja de haber gran variedad en su legislaciGn local-y hasta profundas di- ferencias en costumbres y aun en el lenguaje, como no puede menos de echarlo de ver quien haya hablado uaa vez siquiere con un alican- fino y un valenciano de la misma’Valencia; y de Andalucia no hable- mos, porque ni autonoméa politica ni legislacién comin en Jo antiguo (6) Nicomo seino axdbigo, porque Gite n0 se ajustaba {Jos actuales limites de Valencia mucho ‘ie que lo de el de los Aftasidas & los de Badajoz. 110 Revista pe Exrremapura tivo nunca, ni su uniformidad de costumbres y habla es tal que no Se perciban profundisimas diferencias entre las gentes de Sevilla y fas de Jaén, 6 entre las de Cérdoba y las de Almerfa, jabré, sin ein- bargo, quien 4 pesar de todo esto niegue la determinacién concreta de estas entidades regionales? : Dice D. Federico de Castro hablando de la nacién: «Hist6rica- mente no puede definirse, lo que prueba que la nacién no es un fe- némeno hist6rico. Se pide para reconocer su existencia un territorio gcogrdficamente determinado, y hasta ahora ninguna de Jas naciones lo tiene; se pide unidad de raza y en ninguna de Jas. naciones Ja hay; se pide un idioma comGn y casi ninguna de las naciones lo Kabla; se les exige'un mismo derecho y son raras Jas que han alcanzado Ia uni- dad legislativa y en cllas es més suftida que estimada; se las figura como cuerpos orgénicos y en ninguna haa dejado de luchar todavia las pretensiones unitarias con las auton6micas,, éEs que no hay naciones? No, cCOntestamos, es que se toman por naciones los diferentes estados del desarrollo nacional, tanto valdefa asegurar que no hay individuos porque en ninguno de los instantes de su vida el individuo se encueatra completo, Algo de esto puede’ decirse de Ja regién. El Sr, Martinez se em- Pefia en encontrarla como un fenédmeno histérico y se escapa 4 su consideraci6n, tanto en Jo presente como en Io pasado, Busca leyes 6 fucros comunes 4 toda la regi6n y no se fja en que no hay ninguna regiGn de Espafia que no tenga en su seno Ja variedad legislativa que fu tan carasteristica en 12 organizacién politica y social de la edad media; busca igualdad de pronunciaci6n y no-echa de ver que no la hay ni aun en las que tienen Jo que ea Espafta se ha dado en llamar dialecto; y busca, en fin, el momento ea que Extremadura haya formado una entidad independiente 6 auténoma, y no advierte que ni todas. las demés indiscutibles regiones de Espafia la han tenido ni aun en las que la tuvieron, ha sido esto suficientemente eficaz para determinar los I{mites regionales ni variarlos: abi est4 Arag6n que no Pudo borrar los limites de Catalufia y Valencia 4 pesar de dominarlas, y Castilla y Len que ni pudieron absorverse mituamente cuando se dominaron, ni borrar los limites de Galicia y Asturias, No, por el camino que emprente el sefior Martinez en el aludido trabajo, ni se encuentra la entidad regional de Extremadura, ni ningu- na otra, y sin embargo existen de un modo indubitable, aunque no bas- {2 para encontrarlas el escalpelo de la critica histérica, ‘ni siquiera es- fando afilado por la sélida y bien cimentada erudici6n del Sr. Martinez, Ex anrinnectosarismo pz D. Matias R. Marrixez 111 Con esos auxiliares se encuentran los hedhcs histéricos y la re~ gi6n no‘es un hecho hist6rico, sino una entidad humana como la na- ciér, y la familia, y el municipio, y aun el individuo, y estas entida- des, aunque n0 estuvieran reconocidas por instituciones de ninguna legislactén positiva, existirian, porque sus instituciones son bechos hist6ricos que representan un estado de Ia conciéncia colectiva que las sanciona, pero no Ja existencia real de las entidades sociales. Por eso es tan necesario en esta cuestign no confundir las institu- ciones que representan el fenémeno politico, con las entidades que re- presentan elementos soviales de la Humanidad; para encontrar aquellas gasta la critica hist6rica, para percibir la naturaleza de éstas es ncce- sario ascender €n Ja observaci6n desde ¢l individuo’ 6 descender des- de la humanidad, como advierte profundamente el citado Sr. Castro. ‘Asf le ocurre al Sr. Martinez que después de decir, porque asf lo penetra su intuicién poderosa que «Extremadura, como entidad geo- gréfico-hist6rica no ha tenido existencia hasta tiempos muy moder- nos, en los que ha podido establecersé algtin vinculo de unidad social entre las poblaciones que comprende> se queda luego sin encontrar ese vinctlo ni en los tiempos modernos si en los antiguos, porque después del andlisis que hace no lo encuentra, ni puede encontrarse nunca por ese camino en ninguna época ni ea ninguna regi6n. ‘Asi como el municipio ao es realmente, por muchas legislaciones {que s@ hagan suponiéndolo, una aglomeraci6n confusa de individuos, sino orgfnica de familias que antes de agfuparse en el municipio, las agrupan las necesidades de la vida ea el gremio, reconézcanlo 6 no Jas leyes, tampoco la nacién es la suma aglomerada de los municipios, y 1a prueba esté en que aun estas legislaciones individualistas moder ‘nag reconocen una entidad intermedia entre 1a naci6n y el municipio en la provincia, monstruosidad politica hija de las necesidades de la administraci6n y, como tal, artificiosa, pero denunciadora de que es imposible dejar de reconocer que hay uaa entidad social entre el mu- nicipio y la naci6n. Esto va siendo ya indudable para todos los cultivadores de las ciencias sociales, como lo demuestran las organizaciones de los paises més adclantados del mundo y el movimiento regionalista que se nota hasta en Ja misma Francia, la naci6n tal vez més centralista de Buro- pa, en las dos tiltimas centurias. Yen cuanto 4 Extremadura, es necesario padecer alguna obsesi6n para no ver las Iineas y relieves que destacan su personalidad regio- nal en todo el desenvolvimiento historic de la nacién espafiola. 112 Revisra ne Extremapura Un libro malo, coro mfo; verd la luz piiblica dentro de poco, res- pecto de este asunto y en él podré ver el Sr. Martinez mi humilde parecer, aunque sienta en el alma no poderlo robustecer con todo el caudal de erudicién que el Sr. Martinez posee; pero puesto que él lo tiene, suplir4 al leerlo, si le hace este honor, lo que falta. Pero en cuanto al lenguaje, no me parece concluyente Ia prucba que pueda sacarse solo de la observacién del que usa el vulgo, sinola que se deduzca de aquello en que éste convenga con la gente culta; més claro: el vulgo indocto destroza siempre el idioma que usa, pero lo verifica de una manera distinta en unas regiones que en otras, aun- que el caso no deje de ocurrir en Espafa, ai en la mismisima Castilla Ja Vieja; péro este que pudiéramos llamar patvis del vulgo, tiene siem- pre analogtas con lo que se ha dado en llamar provincialismos y que tiene, por cierto, tantas analogias con el dialecto, en el sentido -helé- nico de !a palabra, y es la manera especial de manejar el idioma coméin en los habitantes de cada regi6n. Ahora bien, nadie puede negar Ja generalidad en toda Extrema- dura de ciertas proaunciaciones caracteristicas y el Sr. Martinez menos que nadie, porque algo tiene afirmado ya en este sentido en sus curio- 80s trabajos, publicados en el que veia la luz péblica en Fregenal no hace muchos affos, y en el cual periédico podria desva- necer sus dudas cualesquiera que las abrigase, respecto 4 este punto. Por lo demés, nada prueba el hecho de que algunos pueblos de la raya, como por aqui decimos, se parezcan algo 4 los portugueses, como los hay en todas las provincias fronterizas, porque si nos hemos de fijar en ese hecho, nos encontraremos que tanto probarfa contra la entidad regional como contra la nacional, puesto que, si admitimos ineompatibilidad de dichas semejanzas con la homogeneidad regional, también deben serlo con la nacional. Sin embargo, acaso en ninguna frontera sea esta semejanza menos frecuente que en la de Extrema- dura con Portugal; porque la mayor parte de los pueblos, cuya pro- nunciaciOn se parece tanto 4 la portuguesa, estd compuesta por los que han pertenecido 4 la vecina monarqu{a; pero en cambio hay otros como Badajoz, Valencia de Aleéntara, Alburquerque y muchos més cuya pronunciacién y habla es mds distinta de la portuguesa que to- dos los del resto de Espafia. En cuanto 4 Plasencia, no me atrevo 4 rechazar la afirmaci6n de persona tan respétable como el Sr. Mart- nee, pero puedo asegurar que los placentinos con quienes he hablado (porque yo no he estado en Plasencia), no me han dejado ver la més minima analogfa con la pronunciaci6n salmantina; pero ya digo que, & {Msrecio! 113 mi entender, nada prucban estas accidentales diferencias cuando los rasgos principales y m4s caracteristicos de la pronunciaci6n extrem>- fia, se encuentran invariablemente y sin excepcién-ea todos los pue- blos que constituyen el verdadero nécleo d> Extremadura. Si el Sr. Martinez, dejando prejuicios 4 un lado, continuara sus trabajos de folk-lorismo empezados por él con tanta fortuna en la ci- tada publicacién, y se fijara en los profundos estudios que revelan en sus hermosos trabajos literarios haber hecho de estas notas caracte- risticas de la pronunciaci6n extremefia, los Sres. Grande Baudess6n, Crehuet y Garcia-Piata, cuyas notabilisimas producciones no dejan Ia menor duda en este punto, porque son trasunto ficl de la realidad, seguramente 4 Ja claridad de su entendimiento no se ocultaria que solo pueden ocultarlo 4 sus ojos, sus exageradas prevenciones contra cl regionalismo en general y en particular contra la regionalidad de Extremadura. J, Lovez Prepencio. Badajoz at de Noviembre de spo: iIMERECIDO! Hizo el Amor un dfa de Primavera mofa, porque duraban poco sus flores olorosas. Pero ella le replica, con risa burladora: —Di, nifio, tus placeres gduran més que lag rosas? ‘Lroxisio Sotts. Tomo V.—van. ILL 8

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