Está en la página 1de 54
ee arte coeur la cama es ya una cosa del pasado, y hace tiempo que la misma ee ery I periodista y escritor Philip Yancey, ganador de Pee ene Pace aac ae ta muy estricta en Georgia one uel See as ce ewe cc eae tee ati) xcele ott o Piet ‘creyentes que pertenecen”» Cane er ee eat cee Editorial Vidla® | 78082 ll 91753929 £9, misién de EDITORIAL VIDA es proporcionar los recursos necesarios a fin de aleanzar a las personas para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe. LUNA IGLESIA, 2PARA QUE? Pic or Féitorial Vida —2007 Miami, Florida | Copyright © 2007 Pip D. Yancey Pablieda antes cone ul ePARA QUE SER PARTE DE UNA IGLESIA? Editorial Vida Miami, Florida Originally published inthe USA under the tile CChureh: Why Brother? Copyright ©1998 by Philip, Published by permission of ). Yancey mndervan, Grand Raps, Michigan Traducciiny edicin: Silvia Himitian Disetio interior: Ya la Bravo Diseo de cubierta Publo Snyder Reservados todos los derechos, A menos que s ndique lo contra el texto biblico se toms de la Santa Biblia Nuva Versi Internacional. © 1999 por Sociedad Bilica Internacional ISBN - 10, 08297-59923 ISBN - 15: 9788007 Catena: Vin custana / Cepeievto ESRI Contenido Prologo de Bugene H. Peterson . 1. Para qué complicarnos con la iglesia? 2. Lo que Dios tenia en mente 3. Cémo extendernos mas alld de las paredes. 1 PROLOGO de EUGENE H. PETERSON Una de las historias favoritas en nuestra casa durante la época en que nuestros niftos iban creciendo era aquella en la que John Muir estaba en lo alto de un abeto en medio de una tormenta.* Cada vez que nos sentiamos como ame- nazados por los truenos y los rekimpagos, y la luvia comen- zaba a caer a raudales del cielo, nosotros cinco (los padres, ¥ nuestros tres nifios), nos apindbamos y acurrucébamos en el porche para disfrutar de aquellos peligrosos fuegos de artificio desde la seguridad de nuestros asientos de primera fila, y entonces alguno de los nifios decia: “{Cuéntanos la historia de John Muir, papal!” ¥ yo se las vol- via a narrar. Durante la segunda mitad del siglo diecinueve, John Muir fue el explorador mas intrépido y digno de encomio que tuvimos en la regiones mas extremas del oeste de Norteamérica. Por décadas é1 anduvo vagando a través de esas maravillosas regiones creadas por Dios que se extien- den desde las sierras de California hasta los glaciares de Alaska con el fin de observar, informar, describir la bell del paisaje, y realizar distintos tipos de experiencias; parti ipando de todo lo que le fuera posible con un deleite casi infantil y una madura reverencia, En cierta ocasién (corria el aiio 1874), Muir fue a vi tar a un amigo que tenia una cabaiia, bien protegida en medio del valle de uno de los rios tributarios del Yuba, en as Montafas Sierra. Desde este lugar podia aventurarse hacia las regiones més salvajes y luego retornar para d frutar de una reconfortante taza de té. + Buhwin Way Tat, etn, The Widernene World of John Muir [81 mundo sole de John Muir}, Beston: Houghton Mifin, 1964 pes UNA IGLESIA, ,PARA QUE? Un dia de diciembre una tormenta avanzé desde el ‘Océano Pacifico. Era una tormenta tan furiosa que doblaba los enebros y pinos, los madrofios y abetos como si fueran débiles hojas de hierba. La cabana habia sido construida precisamente para entfrentar tiempos como este y se trans- formaba en un cilido refugio cuando los elementos se des- controlaban. No cuesta trabajo imaginarnse a Muir y a st anfitrién dentro de esa impermeabilizada y bien hecha, cémodos y seguros, con el fuego encendido y arro- pados con mantas de piel que los protegian contra la vio- lenta amenaza de los factores climéticos. Muir meditaba, transformando toda esta fuerza indémita en una pieza de elegante prosa. Pero nuestra imaginacién, no entrenada para seguirle el paso a Muir, nos traiciona. Porque Muir, en lugar de retraerse a la calidez y abrigo de la cabaiua, rando cuidadosamente la puerta y arrojando otr fuego, salié afuera con paso decidido para enfrentar la tor- menta. Subié a una colina y eligié un abeto Douglas como el mejor punto de observacién para disfrutar del calidosco- pio de color y sonido, fragancias y movimiento que se des- plegaba ante él, Trepé hasta lo mais alto y se expuso a la tor- menta azotado por el viento, aferrindose a la vida que amaba, y disfrutando de la intemperie, apropiandosela en su rica sensualidad y en toda su fuerza primitiva. a Al ser relatada vez tras vez, la historia de ese John Muir sacudido por la tormenta en el valle del rio Yuba, tre- pado a lo mas alto del abeto Douglas, fue convirtiéndose para nuestra familia en un icono representativo de la espir tualidad cristiana. Desde ese entonces ese pilar se ha man- tenido en pie como advertencia viva contra la posibilidad de ser un mero espectador de la vida, alguien que prefiere las comodidades a las que tiene acceso como criatura que la confrontacién con el Creador. 8 PROLOGO Porque la espiritualidad tiene que ver con la vida, co la vida que se vive, Para los cristianos, la “espiritualida deriva (siempre y exclusivamente) del Espiritu, del Espiritu Santo de Dios. Y “espiritu”, en el sentido biblico que le dan el hebreo y el griego, se relaciona con las palabras “viento”, “risa” o “aliento”; algo invisible que produce efectos bles. Este es el Viento/Espiritu que ha creado tanto la vida que podemos ver como la que no percibimos (Génesis 1:2); que creé la vida de Jestis (Lucas 1:35 y 3:22); que creé una iglesia de adoradores constituida por hombres y mujeres (Hechos 2:2-4); que es el creador de cada cristiano (Romanos 8:11). No hay cémo explicar una vida, cual quier vida, excepto en términos de la accién de este _ envias tu Espiritu (aliento, viento), son creados, y asi renuevas la faz de la tierra (Galmo 104:30, NVD. Existen claramente muchos més trazos de la vida creada por el Espiritu que lo que se puede detectar a través de la medicién de la presién sanguinea o la frecuencia del pulso. Todos los “signos vitales” de la botanica, de la biolo- giay de la fisiologia juntos, no pueden dar cuenta de la vida. Si no se avanza hacia asuntos mucho més complejos que nuestros sistemas circulatorio y respiratorio, a saber: cues- tiones de gozo y amor, de fe y esperanza, de verdad y belle- za, de sentido y valor; simplemente no se retinen suficien- tes elementos para calificar de “vida” el mero transcurrir de los seres humanos sobre el planeta tierra. La mayoria de nosotros puede no ser capaz de definir lo que es “espiritua- lidad” de manera satisfactoria, pero muy pocos se equivo- can a la hora de reconocer su presencia 0 ausencia. O de percibirse a uno mismo enriquecido por su presencia 0 ° UNA IGLESIA, {PARA QUE? empobrecido por su ausencia. Vida, vida y mas vida es quello por lo que experimentamos mayor hambre y sed. Pero, en las conductas que determinan nuestras vidas, ese deseo no siempre se traduce en Espiritu, Espiritu y mas Espiritu. El Espiritu, el Espiritu Santo, segiin la terminolo- gia cristiana, es la vida de Dios en nuestras vidas, Dios que vive en nosotros y por lo tanto nos hace participantes de la extravagante prodigalidad de la vida, visible e invisible, creada por el Espiritu, Nosotros, los humanos, en algin punto del camino parecemos haber desarrollado el mal habito de tratar de considerar la vida en nuestros propios términos, sin toda molestia que implican Dios y el Espiritu de Vida. Vez tras vez procuramos convertirnos en nuestros propios dio- ses; ¥-vez tras vez solo logramos echarlo todo a perder. Y lo que es peor, en estos tiltimos aftos ha corrido la voz de que la “espiritualidad” en si misma es una manera de lograr una vida mais intensa sin tener que enfrentarnos con Dio: (como si la espiritualidad fuese una especie de camino alternativo que circunvala las inconveniencias del arrepen- timiento, del sacrificio, y de tener que encontrarnos en la ituacién de seguir a Jestis en la modalidad que marca la ‘uz; precisamente ese camino que Jestis seiialé como el tinico posible para llegar a la “vida abundante” con la que él se habia propuesto bendecirnos) El nombre genérico de esta manera de manejar las cosas, en la que se intenta armar una vida segura y Ilena de sentido por fuera de las historias y rutinas sancionadas por Dios, condimentada con fines de semana de diversién y algunos interludios erdticos ocasionales, sin tener que man- tener un trato de primera mano con Dios, sin creer y sin obedecer; es “religién”. Por supuesto, no se trata de una vida sin Dios, pero el Dios que aparece alli tiende a conver- tirse mayormente en un telén de fondo o un recurso (Cualidad 0 Ser que nos proporciona ideas y energias de las que nosotros nos hacemos cargo y manejamos a discre- 10 PROLOGO. cién. Para ser sinceros, todos nosotros hacemos esto en mayor o menor medida). La palabra “religién”, segiin una posible etimologia (no todos estén de acuerdo con ella), proviene del latin reli gere, “unir o ligar de nuevo”. La imagen que me viene a la mente es la de mi mismo, después de haber pasado ahos “tratando de atar todos los cabos sueltos”, paseando por el valle del rio Yuba (el de John Muir), disfrutando del campo, silbando Ileno de satisfaccién propia, y cargando con mi ida” envuelta en un prolijo paquete (con recuerdos y moral, metas y diversién, oraciones y devocién, todo clasi- ficado y separado en pequefios ataditos). Y entonces llega la tormenta, furiosa y repentina, y una rafaga de viento arranca de mis manos mi vida, prolija y bien empacada, y desparrama las partes en todas direcciones por todo el valle y a través de la floresta. éQué es lo que hago entonces? ¢Corro atropellada mente a través de los Arboles, repto entre las malezas, en un intento frenético de recuperar todas las piezas das de mi vida, y desesperadamente convoco en mi ayuda a todos los que pasan por alli? ¢Llamo alos expertos? ¢Busco, recupero y trato de volver a armar (jreunir!) todo lo que puedo salvar de mi vida, y luego me atrinchero en mi caba- fia segura y célida hasta que la tormenta pasa? ¢O sigo lo pasos de John Muir hasta la cima de la colina y subo a lo mas elevado del abeto Douglas para exponerme a las incle- mencias del tiempo, no deseando perder detalle de esta irrupcién de la Vida en mi vida, listo para abrir Ja mano y soltar al instante mi existencia, decidido a perderla para poder ganarla (Marcos 8:35)? Para mi, la vida como reli ay ansiosa, tratan- do de mantener las cosas en su lugar de la mejor manera posible para que la vida tenga sentido y quizis agrade a Dios) y la vida como espiritualidad (con pasién por la exis- tencia y un deseo de arriesgar la propia identidad y seguri- dad para seguir a Jestis sin importar el costo) ofrecen un n UNA IGLESIA, 2PARA QUE contraste en dos escenarios distintos. No hay dudas en cuanto a lo que es mi deseo: jyo quiero salir a la intemperie! Pero con mucha frecuencia me descubro a mi mismo arras- trandome por el piso, juntando los pedazos de mi vida y tra- tando de volver a unirlos en un paquete seguro, para colo- carlo a salvo de los efectos de las inclemencias del tiempo. En realidad, estas dos posibilidades de vida pueden coexis. tir; hay un émbito para la rutina, estable y encarada con res- ponsabilidad (después de todo, John Muir no pasaba sus dias en la punta del abeto Douglas; en realidad la mayor parte de su tiempo transcurrié con los pies sobre el suelo del valle, El también tenia una cabana que habia construido con sus propias manos, en la que recibia invitados y para Jos cuales preparaba comida). Pero si no se tiene la dispo- icién a responder al Dios viviente, que se mueve cuando, como y dénde él elige, eso nos deja con muy poca vida (a vitalidad pronto se nos escapa por las grietas) Por supuesto, nosotros no podemos determinar las condiciones climéticas. Estan ahi; suceden. Manejarlas 0 dirigirlas queda totalmente fuera de la cuestién, No existen recetas para fabricar la “espiritualidad”, del mismo modo en que no hay una formula quimica que produzca “vida”. Tal como Jestis se lo seftalé a aquel experto en vida religiosa, Nicodemo, en su famosa definicién: “E] viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dénde viene y a dénde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espiritu” Quan 3:8). Lo mejor que podemos hacer es cultivar un sentido de conciencia que nos mantenga en alerta, de manera que cuando el Viento sople estemos ahé listos para meterno entre sus réfagas (0 no); cuando Ilegue la absurda orden de istribuir unos exiguos cinco panes y dos peces entre una multitud, estaremos listos para obedecer (0 no); cuando s 2 PROLOGO. nos den instrucciones de esperar con los 120 el cumpli miento de la promesa, estaremos listos para esperar (0 no); cuando se nos haga la invitacién “tomen ... coman beban”, estaremos listos para acercarnos a la mesa del Senor (0 no) Los libros de esta serie, Growing Deeper [Cre- cimiento profundo}, tratan acerca de lo que mis amigos y yo hacemos para mantenernos despiertos y en estado de alerta mientras esperamos que el Viento sople, ya sea que este tome la forma de una furiosa tormenta, de un soplo refrescante o de una leve brisa: intentamos cultivar y man- tener una disposicién receptiva hacia ese Espiritu que nos proporciona Vida. No son libros sobre la espiritualidad; constituyen simples relatos acerca de lo que debemos hacer para mantenernos despiertos en espera de su llega- da. No hay nada novedoso en ninguno de ello intencién es informar sobre lo que los cristianos normal mente hacen para estar disponibles ante el Espiritu: orar (Wangerin), predicar y ensenar (Millar), meditar sobre el alma (Shaw), reflexionar sobre nuestras experiencias suje- tas a altibajos en nuestra relacién con el pueblo de Dios (Yancey), y alimentar a los amigos de Jestis (Peterson). Compartimos la conviccién de que en esta “era de la informacién” la mayoria de las personas tiene un acceso adecuado a los jentos y a los datos; pero en lo que respect laespiritualidad modelada por el Espiritu), todos los testimonios y motivaciones que nos Heguen resultan bienvenidos. Eugene H. Peterson James Houston, profesor de Teologia espiritual Regent College ‘Vancouver, B.C., Canada éPARA QUE SER PARTE DE UNA IGLESIA? éPARA QUE COMPLICARNOS CON LA IGLESIA? Esta es una vieja barcaza, Bill, Cruje, se balancea, se sacude y a veces te produce ganas de vomitar. Pero siempre llega al lugar al que se dirige. Siempre lo ha echo, y siempre lo haré hasta el tiempo final. Contigo o sin ti J. E POWERS, TRIGO QUE BROTA VERDE © creci en Georgia, y la iglesia defini mi vida, Asistia con fidelidad a las reuniones de los domin. gos por la mafana y por la tarde, y también a las de los miércoles por la noche. Eso sin mencionar la escuela bibl ca de vacaciones, las actividades del grupo de jovenes, los cultos de “avivamiento”, las conf is misioneras, y cualquier otro tipo de encuentro en que las puertas estu vieran abiertas. Miraba el mundo a través de lentes de un color definido: la iglesia me decia qué creer, en quién con fiar o de quién desconfiar, y como comportarme. Durante la época en la que cursaba la daria, asistia a una iglesia en un edificio de do en los terrenos de lo que habia sido un enc suela secun: concreto ubica granja dedic: da a la crianza de poneys. Varias de las construcciones del establo atin estaban en pie, con heno esparcido por el suelo. Un domingo el mas grande de los edificios estallé en lla- mas. Los camiones de los bomberos llegaron en medio de 1 UNA IGLESIA, ,PARA QUE? sirenas, los diéconos corrian en todas direcciones, trasla- dando trastos viejos y desenrollando mangueras, mientras nosotros, los miembros de la iglesia, permaneciamos de pie mirando cémo esas llamas anaranjadas trepaban hacia el cielo, mientras arrebataban de calor nuestros rostros. Luego, solemnemente nos impregnados del olor a paja quemada y lefos chamusca- dos, y escuchamos a nuestro pastor dar un mensaje impro- visado acerca del fuego del infierno que, segiin él nos ase ur, seria siete veces mas caliente que el que acabébamos de presenciar La imagen qued6 grabada por mucho tiempo en mi mente porque esta era una iglesia de las que predicaban “el fuego del infierno y el azufre”. Nos vefamos a nosotros mismo como un pequefio grupo minoritario en un mundo lleno de peligros. Cualquier pequeito traspié podria alejar- nos de la seguridad y la salvacién hacia las amenazantes lla mas del infierno. A semejanza de las paredes de un castillo, Iaiglesia nos ofrecia proteccién contra el temible mundo de afuera Mis incursiones a ese mundo exterior, especialmente en el tiempo en que concurria a la escuela secundaria ptibli- ca, me hicieron pasar por algunos momentos dificiles. Recuerdo la vergonzante humillacién de tener que pararme ante mis compaferos en la clase de disertacién para trans mitirles las piadosas razones por las que no podia acompa- jtarlos a presenciar una versién de Otello filmada en Hollywood. ¥ aun hoy puedo citar las palabras sarcasticas ‘que utilizé un profesor de biologia para explicar a la clase por qué mi examen de veinte paginas habia fracasado en su intento de demoler el libro de 592 paginas de Charles Darwin titulado El origen de las especies. Sin embargo, también recuerdo el sentido de satisfac cién que nos proporcionaba pertenecer a una minoria per- seguida. Nos congratulibamos a nosotros mismos por vivir “en el mundo” sin “pertenecer al mundo”, Me sentia como ncaminamos hacia el santuario, 1s ePARA QUE COMPLICARNOS CON LA IGLESIA? un espia, apretando entre mis manos un precioso secreto que muy pocos conocian. “Este mundo no es mi hogar, yo simplemente estoy de paso”, soliamos cantar. Durante mi infancia y temprana adolescencia raramente me resenti contra la iglesia: ella representaba el bote salvavidas que me conducia a través del embravecido océano que era este mundo turbulento. Mi iglesia miraba con recelo actividades tales como patinar (que se parecia demasiado al baile), el juego de los bolos (en algunos lugares donde se practicaba servian bebidas alcohélicas), ir al cine y leer el diario de! domingo. La iglesia habia erigido esta gruesa pared de reglas exter- nas para protegernos del mundo pecaminoso con el que nos encontrabamos afuera, y lo habia logrado con algun éxito, en cierto sentido. Hoy puedo realizar cualquiera de esas actividades sin cargo de conciencia; sin embargo, tengo claro el hecho de que precisamente la severidad del fundamentalismo me libro de meterme en problemas mas graves. El legalismo estricto le pone barreras a las desvia ciones, por ejemplo: podria ser que nos escurriéramos den- tro de las paredes de un bowling, pero nunca se nos hubie- ra ocurrido tomar una bebida alcohdlica 0 acercarnos a las drogas. Sin embargo, con el tiempo, llegué a considerar cier- tas reglas como completamente arbitrarias, y algunas de llas hasta absolutamente equivocadas. En el mismo cora- z6n del sur, el racismo consfituia una parte integral de la subcultura de las iglesias. Permanentemente escuchdba- mos decir desde el pilpito que los negros (y no era preci- samente esa la palabra que usébamos para denominarlos) ran infrahumanos, imposibles de educar y maldecidos por Dios para convertirse en una raza de “siervos”. Casi todos los miembros de mi iglesia creian que Martin Luther King Jr. era un “afiliado al comunismo”; festejébamos cada vez que un comisario del sur lo golpeaba con la cachiporra o lo encerraba en la cércel. 9

También podría gustarte