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A qu sabe Caracas?

Ocarina Castillo DImperio

Habase un estrecho valle de clima fresco y hmedo oloroso a frutas como guanbanas, guayabas,
jobos, mameyes y pias, atravesado de oeste a este por un ro en cuyas mrgenes se daban unos
bledos llamados caracas y donde sus habitantes cultivaban maz, yuca, batata, auyama, ocumo,
para acompaar, junto al cazabe y la arepa, las piezas de cacera en las faldas de la montaa o los
pescados del cercano litoral o del ro, para su diario sustento. Llegaron despus otros frutos,
especialmente el trigo, la carne de res, las gallinas y huevos, el arroz, perejil, cilantro, ajo y cebolla,
y, gracias a las cocineras de procedencia africana, el coco y el pltano, que se posicionaron en
nuestras recetas coloniales. Las casas se impregnaron del aroma del cacao en taza, que
acompaaba todas las comidas y hasta las meriendas, y a las frutas autctonas se sumaron las
ctricas, dando lugar a un mundo de dulces y confituras que desfilaban en alegres azafates por las
calles y esquinas de la ciudad, llegando incluso a exportarse al Caribe. Nuestras mesas se poblaron
de platos hbridos de coccin lenta y fina sensibilidad, como la hallaca, y de deliciosas tortas con
nombres de mujer. A fines del siglo XIX la huella francesa aport nuevos sabores, en un intento
por fundir el gusto criollo con las exquisiteces parisinas: panes, postres, vinos y licores hacan las
delicias de nuevas pasteleras, restaurantes y heladeras, donde se serva el mejor de los cafs. En
la primera mitad del siglo veinte, Caracas se llen de los sabores que espaoles, italianos y
portugueses, entre otros inmigrantes, sembraron en nuestro gusto y memoria. Comenzamos a
probar nuevas hortalizas, a frecuentar asiduamente restaurantes de nuevo cuo y a comprar, no
slo en los recin inaugurados mercados pblicos, sino en los atractivos automercados colmados
de manjares importados. A qu sabe hoy Caracas? a guayoyo para comenzar y terminar el da y a
caf-gourmet para conversar y mirar; a pabelln y perro caliente con todo; a calles del hambre y
a rutas gourmet; a come-flores de infusin y ensaladita y a fanticos de arepita de chicharrn; a un
mosaico de paladares y sentimientos, dulces y amargos, ancestrales y recin llegados, sazonados
por la frustracin y la rabia, pero tambin, con intenso gusto a esperanza y celebracin. Sabe a
nostalgia y a buenos deseos.

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