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{Democracia post-liberal? Desig la Bee en ad AO E 3 aT Se Th ee ARGUMENTOS DE LA POLITICA Serie coordinada por Francisco Colom, Juan Garcia-Moran, José Maria Hernandez y Fernando Quesada PENSAMIENTO CRITICO / PENSAMIENTO UTOPICO 147 Benjamin Arditi (Ed.) ¢DEMOCRACIA POST-LIBERAL? EL ESPACIO POLITICO DE LAS ASOCIACIONES Carlos Chavez Matilde Luna Juan Martin Sanchez Cristina Puga Mario Roitter Philippe Schmitter Francisco Vite ED ANTHROPOS ¢DEMOCRACIA post-liberal? El espacio politico de las asociaciones / Benjamin Arditi, editor. — Rubf (Barcelona) : Anthropos Editorial ; México : UNAM. Facultad de Ciencias Politicas y Sociales, 2005 269 p.; 20 cm. (Pensamiento Critico / Pensamiento Utédpico ; 147. Serie Argumentos de la Politica) Bibliograffas ISBN 84-7658-748-1 1. Participacién social 2.Democracia 3. Accién social 4. Ciudadanfa 5. Asociaciones I. Arditi, Benjamin, ed. II. UNAM. Facultad de Ciencias Politicas y Sociales (México) Ill, Coleccién 321.7 Primera edicién: 2005 © Benjamin Arditi et alii, 2005 © Anthropos Editorial, 2005 Edita: Anthropos Editorial. Rubi (Barcelona) www.anthropos-editorial.com En coedicién con la Facultad de Ciencias Polfticas y Sociales de la UNAM, México ISBN: 84-7658-748-1 Depésito legal: B. 34.584-2005 Disefo, realizacién y coordinacién: Plural, Servicios Editoriales (Narifio, S.L.), Rubi. Tel. y fax: 93 697 22 96 Impresién: Novagrafik. Vivaldi, 5. Montcada y Reixac Impreso en Espafia — Printed in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, 0 transmitida por, un sistema de recuperacién de informacién, en nin- guna forma ni por ningun medio, sea mecdnico, fotoquimico, electrénico, magnético, electro- 6éptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Todos los trabajos incluidos en este volumen, salvo dos, los de Mario Roitter y Philippe Schmitter, fueron elaborados en el marco del proyecto «E] Futuro Pasado de la Polftica» de la Fa- cultad de Ciencias Politicas y Sociales de la Universidad Nacio- nal Auténoma de México, con financiamiento del programa PA- PIT 2001-2002 (Proyecto IN302401) de la Direccién General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) dela UNAM. Agrade- cemos al personal de la DGAPA el apoyo brindado durante los dos afios del proyecto. El escrito de Philippe Schmitter es inédi- to y fue traducido del inglés por Benjamin Arditi. Fue preparadc para el «Presente y futuro de una democracia post-liberal», con- ferencia realizada en el marco del proyecto PAPIIT en la Facul- tad de Ciencias Politicas de la UNAM en Ciudad de México el 13 de mayo de 2003. E] de Mario Roitter fue publicado inicialmen- te en Daniel Mato (coord.), Politicas de ciudadania y sociedad civil en tiempos de globalizacién, Caracas: FACES, Universidad Central de Venezuela, 2004, pp. 17-32, Agradecemos a Daniel Mato por su generosa autorizaci6n para reproducir el escrito en este volumen. INTRODUCCION Benjamin Arditi La idea de un «segundo circuito» de la politica E] supuesto bdsico de estos trabajos es que la politica y el proceso democratico trascienden la idea de ciudadania entendi- da como participaci6n electoral y se expanden hacia la sociedad civil para constituir un nuevo escenario polftico, pero este esce- nario no es una alternativa al gobierno y a los partidos sino un terreno suplementario de la politica. Este terreno puede ser vis- to como un segundo registro, nivel o circuito de la politica resul- tante de la diseminacién de espacios y formatos del intercambio polftico en la sociedad civil, especialmente a través de los movi- mientos sociales, las ONG y los grupos de interés organizados. E] objetivo es dar consistencia teérica a este segundo nivel de la polftica y proponer una imagen para pensar la relacién entre los distintos niveles 0 circuitos. E] asociacionismo y su impacto en la transformacié6n de la sociedad civil no es novedoso, pues se ha estado discutiendo durante las ultimas tres décadas, pero su formalizacién como segundo nivel 0 circuito de la politica sf lo es. Las asociaciones secundarias han creado un espacio leg{timo para su accién y ahora desarrollan redes, foros o nexos sistémicos entre sus orga- nizaciones. La acumulacidén de fuerzas a través de las redes bus- ca incrementar la eficacia polftica de las organizaciones para lograr un rapport con instituciones estatales e incidir en los te- mas que entran en Ja agenda publica. De momento, estos esfuer- zos no han cuajado en una institucionalizacién comparable ala de la politica luego de la introduccién del sufragio universal o de la creacion de un sistema de partidos, pero eso no ha impedido que el ambito de las asociaciones se convierta en un terreno al margen pero también suplementario al de la esfera de la repre- sentaci6n politico-partidaria. Offe insintia esto en relacién con los grupos de interés organizados al referirse a los esquemas cor- porativos como parte de un «circuito secundario» de la politica. Schmitter también, aunque prefiere hablar de una ciudadania secundaria o de un «segundo nivel» de la politica. Ambos ven a este circuito ya no como una reaccién conservadora a la ingo- bernabilidad sino mas bien como una propuesta innovadora acer- ca de la politica mas alld de la ciudadania primaria caracte- ristica de la politica partidaria. Schmitter lleva esta idea un paso més alla: intenta desarro- llar sus aspectos operativos para presentarla como parte de un proyecto mds ambicioso de reforma politica. Especificamente, propone institucionalizar ese circuito y otorgar financiamiento ptblico a los actores que operan en él, Parte de una constatacién elemental, a saber, que el pensamiento democratico tradicional considera alos ciudadanos individuales como los unicos actores relevantes, mientras que en la sociedad moderna los grupos de interés juegan un papel politico cada vez mas prominente. Ade- més, dice, la concepcidn liberal de la democracia se basa pri- mordialmente en la competencia electoral entre partidos polfti- cos, los grupos de interés plantean formas de deliberacién, negociaci6n e identificacién simbélica al margen de la represen- tacién electoral. Tal es el caso de los esquemas corporativos y de las organizaciones sociales mencionado anteriormente. Con todo, los grupos de interés no pueden ser tratados de la misma mane- ra que los individuos pues tienen mayor poder que éstos, son de caracter permanente y no son sujetos morales. Y, aunque exigen los mismos derechos que los partidos politicos y se ven a si mis- mos como exponentes de formas democraticas mas radicales, no sé puede dar por sentado que todos ellos sean prima facie democraticos. Si el objetivo es fortalecer la democracia aceptan- do la existencia de estos grupos, agrega, entonces se debe regu- lar su funcionamiento. Un modo de hacerlo es ofreciéndoles fi- nanciamiento a cambio de regulacién. Su propuesta consiste en asignar un estatuto semi-publico a los grupos de interés, financiarlos a través de contribuciones obligatorias y dejar que los propios ciudadanos —en vez del Es- 10 tado— se encarguen de asignar los fondos a las distintas asocia- ciones. El financiamiento provendria de un impuesto especial cobrado a cada contribuyente. Schmitter calcula que si se imple- mentara su propuesta en los Estados Unidos y se estableciera un monto tinico de 25 délares por contribuyente, habria un total de casi 2.500 millones de délares disponible para los grupos que se mueven en el circuito secundario. El financiamiento estaria li- mitado a organizaciones que cumplen ciertos requisitos, como la inclusién de todos aquéllos cuyas orientaciones caigan dentro del campo de la asociacién, la eleccién democrdtica de sus diri- gentes, la exclusién del sexismo y del racismo, la transparencia en el manejo de sus finanzas o dedicarse a actividades sin fines de lucro. Las organizaciones que califican serfan consideradas como instituciones «civicas» 0 «semiptiblicas» e incluidas en el formulario de declaracién de impuestos. Cada contribuyente ten- dria «pagarés» por el monto de su impuesto y los distribuirfa de acuerdo con sus preferencias. Los cupones serfan el equivalente de los «votos» en el Ambito de la ciudadanfa primaria. Este pro- ceso generarfa un circuito politico paralelo en el que los posibles beneficiarios competirfan por los cupones-votos. Schmitter sos- tiene que el circuito de la «ciudadania secundaria» no reempla- za sino que opera como suplemento de las instituciones politicas liberales. Lo ve como una opcién democratica posliberal en el contexto de la sociedad moderna, donde la ubicuidad de los in- tereses privados dificilmente permite hablar del «interés gene- ral». Agreguemos de pasada que esta opcién, en la medida en que genera un espacio adicional para el intercambio politico, puede contribuir a contrarrestar la deslegitimacién de la polfti- ca partidaria debido a la corrupcién de las élites o a su aleja- miento de las demandas sociales. La viabilidad de esta propuesta —al menos en su forma ac- tual-— parece estar circunscrita a paises relativamente préspe- ros, o al menos a aquellos pafses con una masa razonablemente elevada de contribuyentes y mecanismos de control fiscal efi- cientes. Pero no es tan hipotética como parece. En algunos paf- ses ya existen experiencias similares, aunque menos ambiciosas. Tal es el] caso de Espafia, donde hace algunos afios el Gobierno incluyé una seccién conocida popularmente como «el 0,5» en el formulario de declaracién del Impuesto a la Renta de las Perso- nas Fisicas (RPF). El contribuyente puede decidir si el 0,52 % 11 de sus impuestos se destinaré a la Iglesia Catélica 0 a los Minis- terios de Trabajo y Asuntos Sociales y de Relaciones Exteriores —quienes a su vez lo canalizan mediante un concurso ptblico a proyectos presentados y ejecutados por agrupaciones sin fines de lucro. Aunque el contribuyente sélo puede optar entre estos dos beneficiarios, «el 0,5» demuestra la viabilidad operativa de la propuesta de Schmitter. Tratese de un impuesto pequefio, vo- luntario u obligatorio, o de un esquema como el que se ha pues- to en marcha en Espafia, el financiamiento publico de organiza- ciones sociales permite dar continuidad a los proyectos de organismos de derechos humanos, de igualdad de género, de ayudas al desarrollo, de trabajo con migrantes, etc. Ademas, es un instrumento que incita a las organizaciones beneficiarias a adoptar mecanismos democrdticos y a someterse a escrutinio publico a cambio de dicho financiamiento. Tal vez lo mds interesante de esta experiencia espafiola es que se trata de una experiencia que ilustra una posibilidad de- mocrdtica muy distinta de la ciudadanfa primaria de la esfera liberal. La categoria bdsica no es el ciudadano elector, sino el contribuyente; la participacién polftica no se refiere al proceso de constitucién de autoridades territoriales, sino al proceso de asignacién del presupuesto estatal; la competencia entre los po- sibles beneficiarios no es entre partidos politicos, sino entre or- ganizaciones que compiten por el financiamiento proveniente del 0,52 %; los contendientes no son beneficiados con cargos publicos, sino con fondos; y, por ultimo, tal como en las pugnas electorales hay incertidumbre acerca de los resultados, también la hay en Ja competencia entre las instituciones: no se sabe de antemano qué porcentaje del IRPF ird a uno u otro de los «can- didatos» de esta contienda por fondos publicos. La tentacién de oponer sociedad y Estado En fin, todo esto apunta hacia la conformaci6n de un segun- do circuito politico distinto pero no por ello separado por com- pleto del espacio de la representaci6n territorial 0 circuito pri- mario de la polftica. La polftica comienza a parecerse cada vez mas a un archipiélago de circuitos, uno que aqui hemos denomi- nado «post-liberal» porque excede los par4metros de la politica 12 tal y como fue pensada por el liberalismo democratico clasico. Aqui hemos puesto el énfasis en el segundo circuito, el espacio politico de las asociaciones, pero el archipiélago cuenta también con un tercer 4mbito que excede el alcance de esta investigacién. Se trata del circuito o Ambito de intercambios polfticos suprana- cionales. Este circuito también implica un desafio para el mode- lo liberal democrAtico clasico. Si la activacién de la sociedad ci- vil cuestiona el confinamiento de la politica en la esfera de la representacién, los intercambios supranacionales disputan el encasillamiento de la politica en el espacio fisico del Estado-na- cién, vale decir, cuestionan la reduccién de lo externo a mera politica exterior o relaciones internacionales. Con todo, este escenario emergente de circuitos politicos 0, $i se considera que atin es prematuro hablar de circuitos, al me- nos la gama de espacios, identidades y formatos de intercambio politico no partidista, tiene sus problemas. Al igual que Schmit- ter, hemos descrito la relacién entre ciudadanjia primaria y se- cundaria como una de suplementariedad, lo cual en principio sugiere que no habrfa una superposicién significativa —y por consiguiente, tampoco una rivalidad potencial— entre el Ambito de las instituciones politicas liberales y el segundo circuito de la politica. Con ello habria que suponer que en el escenario del ar- chipiélago sélo cabe hablar de cohabitacién entre partidos y movimientos, o entre los distintos espacios politicos. Sin embar- go, la relacién entre ellos también puede ser construida de otra manera. Por ejemplo, la opcién por un formato de intervencién politica en vez de otro puede ser resultado de la inexperiencia de los participantes, de sus prejuicios o de consideraciones ideolé- gicas antes que pragmaticas. Algunos partidos siguen viendo a movimientos y asociaciones como rivales en el mercado politi- co, y a veces el prejuicio anti politico de activistas sociales (mas precisamente, un prejuicio anti partido o anti Estado) deriva de una opcién explicita por la sociedad. El trabajo de Clastres acerca de las sociedades sin Estado de los Tup{ Guaranf en Bolivia, Brasil y Paraguay brinda una suerte de inspiracién intelectual a esta postura (Clastres 1977: 19-37 y 159-186). Las observaciones de Clastres apuntan a una dicoto- mia moral entre el «Estado malo» y la sociedad entendida como una suerte de «buen salvaje». Esta contraposicién no es nueva. Como sefiala Ranciére, «la gran ilusién metapolftica de la mo- 13 dernidad es precisamente este antagonismo entre una sociedad modesta y un Estado inmodesto, un antagonismo con cuyos tér- minos los liberales y los socialistas nunca dejaron de comulgar» (Ranciére 1995: 106). Mas atin hoy, pues si la politica no se limi- ta al Ambito de demandas, agentes o instituciones estatales, gpor qué no desplazar la acci6n al terreno mds amplio y deseable de la sociedad civil? Efectivamente hay ocasiones en que el privile- gio de la sociedad civil puede ser politicamente productivo para la causa democrdtica. Ante dictaduras militares o regimenes autoritarios que cancelan o reducen el 4mbito de la represen- tacién a un formalismo vacio, la légica de la resistencia e inter- vencién politica tiende a plantearse en términos de la sociedad contra el Estado, o cuando menos a pesar de éste. Pero en gene- ral el razonamiento de «la sociedad contra el Estado» y de «los movimientos contra los partidos politicos» pone de manifiesto un optimismo desmedido acerca del posible impacto politico de las organizaciones sociales. Esta imagen de la sociedad com reserva moral de la demo- cracia refleja también un desencanto con la polftica y los polfti- cos profesionales, especialmente por la falta de control social sobre la accion partidaria. El estudio clasico de Michels demos- tré que la légica interna de los partidos, como instrumentos de organizaciones de masa, distorsiona el principio de representa- cién. Los partidos, dice Michels, no son meros representantes de intereses preexistentes. Al contrario, organizan y canalizan esos intereses, y ala vez introducen su propia agenda e intereses politicos. Los movimientos sociales frecuentemente critican a los partidos por esto. Sin embargo, esto refleja una creencia bas- tante cuestionable, a saber, que las organizaciones intermedias son meras expresiones de intereses aut6nomos, y que de alguna manera evitan el problema de la distorsién de la voluntad popu- lar que aqueja a la representacion partidaria. En otras palabras, algunas propuestas exageran los posibles efectos democraticos de las asociaciones. No hay que sobreestimar la capacidad de cooperaci6n de las asociaciones; tampoco hay que minimizar la fragmentaci6n y los posibles conflictos dentro de la sociedad ci- vil o asumir que los ciudadanos realmente quieren participar regularmente en politica. Schmitter toca esto ultimo en su capf- tulo. Por su parte, Streeck duda si las asociaciones participarian voluntariamente en la politica democratica si ello les impusiera 14 obligaciones, y menciona como ejemplo el caso de regiones prés- peras que se resisten a apoyar las politicas redistributivas para subsidiar a regiones menos desarrolladas, los barrios acomoda- dos que se niegan a pagar por obras de equipamiento colectivo para zonas populares, o los ciudadanos que no quieren que el dinero de sus impuestos se use para solventar servicios publicos para trabajadores migratorios (Streeck 1992: 518-519). Por eso no es cosa de privilegiar el movimientismo en detri- mento de la légica polftico-partidaria, ni la democracia directa sobre la democracia representativa, ni los esquemas corporati- vos a expensas de la representacion territorial. Hablar de ir mas alla de la esfera clasica de la politica liberal no implica pedir «mas sociedad y menos politica». Mas bien significa que se debe pensar la politica sin reducirla a sus encierros institucionales en el Estado, los partidos o el sistema electoral. Un enfoque mas maduro deberia reconocer que la accion colectiva no se enfrenta con una opcién simple del tipo «o lo uno 0 Jo otro». Las transi- ciones a la democracia ilustran la importancia variable de las distintas arenas politicas. En el momento de la apertura de los regimenes autoritarios —lo que Schmitter y O'Donnell (1988) denominan «liberalizacién»— los movimientos sociales son el detonante de la transicién a través de la resurreccién de la socie- dad civil, mientras que los partidos politicos asumen un papel preponderante en el momento de disefiar la institucionalidad del nuevo régimen. En épocas mds «normales», las organizacio- nes sociales pueden competir por el financiamiento ptblico en el segundo circuito descrito por Offe y Schmitter, pero la legisla- ciény las politicas piblicas requieren algtin tipo de intervencién en el terreno mds «convencional» de la politica de los partidos y del Estado. Organizaciones en el movimiento de mujeres han luchado por la igualdad de género dentro de partidos politicos, especialmente para obtener una cuota minima de participacién de mujeres en la lista de candidatos a cargos electivos de esos partidos. De manera andloga, los movimientos sociales general- mente luchan por la creacién de programas, legislacién, agen- cias y ministerios especiales abocadas a temas de género, medio ambiente, juventud, etc. En suma, no se trata de asociaciones buenas y partidos co- rruptos, de democracia directa versus democracia representati- va, de la sociedad contra el Estado, o del liberalismo contra el 15 socialismo, sino mas bien pensar cémo se podria potenciar el espacio de las asociaciones para reforzar y modificar la practica democratica. La estructura del volumen E] debate en torno al post-liberalismo es relativamente re- ciente y sdlo surge en torno a la polémica acerca del final de la historia que tuvo lugar a comienzos de la década de los noven-. tas. Los trabajos reunidos en este volumen —unos de manera implicita, otros de manera mas directa— se inspiran en este de- bate sin apelar a un lenguaje maniqueo en el tratamiento de las asociaciones, los partidos y la tematica post-liberal. Hemos desarrollado estos temas en tres partes. La primera parte del volumen trata de posicionar el debate en torno a la, sociedad civil y el tercer sector y distinguir a ambos. Roitter ras- trea el origen de la noci6n de Tercer Sector en Ia literatura de las ciencias sociales, particularmente en los Estados Unidos, que es donde aparecié originalmente, y revisa cémo se fue adaptando el concepto en el debate latinoamericano. Hace una revisién cri- tica de Ja literatura en acerca del tercer sector y toma una distan- cia critica con aquellos que tienden a establecer una relacién de equivalencia semAntica entre sociedad civil y tercer sector. El trabajo de Chavez sigue esta misma linea, pero pone menos én- fasis en la génesis del tercer sector que en la distincién entre dicho «sector» y el concepto de sociedad civil tal y como es utili- zado actualmente. Su trabajo parte de la constataci6n —ya habi- tual en las ciencias sociales— de la explosién del asociacionismo global en las ultimas décadas y que ello ha transformado nuestro imaginario politico, Busca establecer qué papel ha jugado el de- bate en torno a la sociedad civil y al tercer sector en la formacién de un segundo circuito de la politica y en el fortalecimiento y mejoramiento de la democracia. Puga también toma como punto de partida el reconocimiento de la importancia de las asociaciones como expresién organizada de accién colectiva, asociada con el funcionamiento de la demo- cracia y la expresién de intereses de todo tipo. La primera parte de su capitulo repasa diversas aproximaciones a su estudio, esta- blece la diferencia de las asociaciones respecto de los movimien- 16 tos sociales y reflexiona sobre el nuevo papel de las organizacio- nes no gubernamentales (ONG). Asimismo analiza algunos aspec- tos del funcionamiento interno de las asociaciones y dela relaci6n de las organizaciones con el entorno. En la segunda parte desplie- ga este andlisis para aplicarlo a las asociaciones mexicanas. Las ve como un universo complejo que incluye no solamente al extenso sector de las asociaciones voluntarias, sino también a las asocia- ciones politicas y a las religiosas reconocidas juridicamente, asi como al amplio conjunto de asociaciones politicas y gremiales que, al menos en parte, estan o estuvieron vinculadas a Ja estruc- tura corporativa que fue uno de los soportes del sistema politico mexicano hasta muy recientemente. E] capitulo de Luna desplaza Ja reflexién al terreno de las redes. Desde distintos enfoques se ha sugerido que las redes cons- tituyen la forma o, al menos, una modalidad de estructuraci6n importante de las sociedades contempordneas. En particular, bajo la nocién de gobernanza (governance), se ha reconocido un mo- delo de la politica institucionalmente disperso, policéntrico y diferenciado, cuyo mecanismo de coordinacién por excelencia son las redes, las cuales configuran un sistema de interacciones entre distintos tipos de instituciones y actores, entre diferentes escenarios politicos y entre gobiernos nacionales auténomos, y en donde de manera significativa participan las organizaciones de la sociedad civil. Este capitulo explora las implicaciones que las redes que operan en la esfera publica tienen con relacién ala representacién funcional, y con respecto a otras formas mas tra- dicionales 0 clasicas de la politica como Ja representacién de- mocratica. La pregunta principal es si la participacién de las asociaciones a través de redes de accién publica nos permite hablar de un nuevo circuito de la ciudadanfa, donde impera una légica de la participacion via el reconocimiento de actores colec- tivos, mds que la participacién mediante la representaci6n terri- torial o funcional. La segunda parte del libro analiza, por un lado, la idea del segundo circuito de la politica y, por el otro, retoma la propuesta de Schmitter y la contrasta con la experiencia espafiola de finan- ciamiento ptblico a proyectos de organizaciones sin fines de lu- cro a través del denominado «0,5», esto es, el fondo generado Por el 0,52 % del IRPF que los contribuyentes pueden asignar a la Iglesia catdlica o a otros fines sociales. 17 Asf, el capitulo de Vite evalua las tesis de Offe y Schmitter respecto a la ciudadanfa secundaria y a la formacién de un se- gundo circuito de la politica. Martin también retoma a Offe y a Schmitter, pero su objetivo central es analizar el papel que po- drian jugar las asociaciones civiles en la construccién de una democracia que supere el privilegio ontolégico y normativo dado al individuo liberal y su institucionalizaci6n en formas de repre- sentaci6n territorial. La existencia de las asociaciones de todo tipo (grupos de interés, sindicatos, fundaciones, comunidades vecinales, etc.) es un hecho reconocido y reivindicado por la teo- ria democratica pluralista desde hace bastante tiempo, incluso estaria en los argumentos de James Madison. Sin embargo, esa argumentaci6n no ha sido capaz de discutir si es o no necesaria la regulacién democratica de las mismas asociaciones, dejando el asunto en manos de la evolucién social. Schmitter ha tratado de discutir esa necesitad de regulacién democratica de las aso- ciaciones como un desarrollo deseable de 1a democracia existen- te llegando, incluso, a proponer algunos lineamientos normati- vos para la misma. Martin analiza la viabilidad de la propuesta de Schmitter de una «democracia corporativa» sobre el trasfon- do normativo del régimen politico espafiol. Con ello, nos presen- ta un mapa de cémo esta el mundo asociativo en Espafia y de su lugar en el funcionamiento de la democracia, concluyendo que si seria factible el mayor protagonismo que Schmitter quiere dar a las asociaciones civiles, aunque también sefala algunos ries- gos de dispersién de la responsabilidad politica y del protagonis- mo que las mayorias politicas deben tener en la conduccién del gobierno democratico. Concluye, atin sin decirlo explicitamen- te, que la nueva capa democratica protagonizada por las asocia- ciones y la ciudadanfa post-liberal (asociativa, categorial, etc.) deberia acoplarse, como su extensi6n, al sistema democratico liberal basado en el privilegio del ciudadano individual-univer- sal y la legitimidad de Jas mayorias electorales. La tercera y tltima parte contiene dos propuestas teéricas que pretenden dar un marco conceptual para evaluar el impacto que tiene un segundo circuito de la politica sobre la visién libe- ral democratica de la politica. Arditi propone la imagen del ar- chipiélago de circuitos politicos para pensar un escenario post- liberal de la politica, esto es, como un escenario que no se agota en la representaci6n territorial y la dindmica electoral, pero que 18 tampoco niega el formato electoral y partidista de la polftica. Antes bien, el segundo circuito de la politica asociativa y el terce- ro de la politica supranacional devienen suplementos del circui- to electoral, con lo cual no se minimiza la practica politico-parti- dista pero si se cuestiona un supuesto final dela historia politica en clave liberal. Esto tiene dos efectos. Uno de ellos es que a medida en que la politica coloniza nuevos Ambitos mas alla de lo electoral y partidista, la cartografia que heredamos del liberalis- mo democrdtico experimenta una suerte de descentramiento copernicano que nos arroja dentro de un escenario que puede ser descrito como un archipiélago compuesto por una serie de Ambitos 0 circuitos politicos. E] otro efecto es que este descen- tramiento anuncia el devenir-otro de la politica, la condici6n post- liberal de nuestra actualidad politica. El escrito de Schmitter, en cambio, hace un inventario de las fortalezas y debilidades de la democracia liberal y menciona las tensiones presentes en dicho modelo. Luego explora distintos mecaniismos que pueden servir para modificar el Ambito estric- tamente politico-electoral —el nucleo central de la propuesta li- beral de la politica democrética— de manera tal de generar un escenario democratico post-liberal. A diferencia de Arditi, no propone una imagen de pensamiento de la polftica post-liberal sino mas bien reformas puntuales que pueden dar origen a una democracia post-liberal. Algunas de sus propuestas son provo- cadoras, como por ejemplo, la implementaci6n del voto electré- nico por Internet, sea desde ]a casa o en kioscos callejeros, pagar alos electores para que vayan a votar, o universalizar el sufragio de manera absoluta mediante la consagracién del derecho a voto de los recién nacidos. Referencias CLASTRES, Pierre (1977), Society Against the State, Nueva York: Urizen. O'DONNELL, Guillermo y Philippe SCHMITTER (1988), Zransiciones des- de un gobierno autoritario, vol. 4: Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas, Buenos Aires: Paidés. RANCIERE, Jacques (1995), On the Shores of Politics, Londres: Verso. STREECK, Wolfgang (1992), «Inclusion and Secession: Questions on the Boundaries of Associative Democracy», Politics and Society, vol. 20, n.° 4, pp. 513-518. 19 PARTE PRIMERA SOCIEDAD CIVIL, TERCER SECTOR Y REDES EL TERCER SECTOR COMO REPRESENTACION TOPOGRAFICA DE LA SOCIEDAD CIVIL Mario M. Roitter ( Introduccién' Cuando hablamos de Sociedad Civil y de Tercer Sector, «nos referimos a un mismo objeto de estudio? ¢A qué responden estas imagenes de lo social? ¢Cudles son las fuentes de creacién y pro- pagacién de esas representaciones sociales? Este capitulo abor- da estos interrogantes, enfatizando la complejidad de fenédme- nos sociales en los que se articulan lo local y lo global. EI propésito es describir y analizar la gestaci6n de una con- cepcién particular de sociedad civil que se presenta como virtual equivalente al mundo asociativo y que bajo la denominaci6n de Tercer Sector ha alcanzado una amplia difusién y aceptacién. Sin embargo, no se propone descalificar por completo la utilidad como herramienta analitica de la idea de un sector diferenciado del Estado y de las empresas. También interesa destacar que la idea de sector ha permitido el avance del conocimiento sobre el mundo asociativo, tanto de su potencial rol de proveedor alter- nativo y complementario de servicios de bienestar, como de cons- tructor de lazos sociales y de espacios de socializacién para gru- pos y personas. Por ello, a lo largo de este trabajo se procurard diferenciar la idea de sector como categoria operacional y como esfera de produccién y de creacién de espacios de socializacién, 1. Este trabajo fue publicado inicialmente en Daniel Mato (coord.), Poltticas de ciudadanta y sociedad civil en tiempos de globalizacién, Caracas: FACES, Universi- dad Central de Venezuela, 2004, pp. 17-32, Agradecemos a Daniel Mato por su ge- nerosa autorizaci6n para reproducir el escrito en este volumen, 23 de la idea de sector a través de la cual el discurso hegeménico pretende representar a la sociedad civil. En tal sentido, es importante diferenciar la construccién de nuevos conceptos desde la esfera académica, de la apropiacién que hacen de éstos los actores sociales. Es decir, no existe una relaci6én mecdnica entre los procesos de institucionalizacién aca- démica y los que se dan en el seno de la sociedad civil. En ambos hay disputas por los significados y éstos no tienen un sentido unico y para siempre. Este capitulo se limitard a hacer un breve andlisis del surgimiento y expansién de la idea de Tercer Sector en el Ambito académico, sin avanzar en profundidad sobre las mediaciones que existen entre este proceso y los usos sociales que ha ido adquiriendo el término. Con ello se busca rescatar las posibilidades analiticas de la idea de Jercer Sector para una me- jor comprensién de los fenémenos sociales contempor4neos, asi como realizar una contribuci6n para encontrar nuevas fuentes de expansion de lo ptiblico. Nos ubicamos en una posicién me- nos univoca que aquellas que sostienen que la sola idea de sector es una mera expresién del neoliberalismo. Si bien su ascenso mediatico ha venido de la mano del nuevo (des) balance entre lo ptiblico y lo privado que impulsan los sectores conservadores en el Ambito mundial, de ello no puede derivarse que sea una idea en si misma desechable. Tal como lo sefiala Daniel Mato, es pru- dente diferenciar entre neoliberalismo y procesos de globaliza- cién (Mato 200b: 150). Es decir, que se haya globalizado el tér- mino Jercer Sector y que su contexto de aparicién sea concomitante con la hegemonia neoliberal, no es suficiente para considerar que la nocidn de sector sea meramente uno de sus subproductos. Pero tampoco nos adherimos a la pretensi6n, hoy mayorita- ria entre los investigadores del ércer Sector, particularmente en Estados Unidos y en alguna medida también en Europa, de pre- sentar esta nocién como la propia encarnacién fisica de la socie- dad civil. En virtud de ello es que he tomado la idea de visiones topogrdaficas de la sociedad civil, con la cual catalogan Nun y Aboy Carlés (2002) a estas posturas. Es en esta representacién de socie- dad civil en la cual se hace palpable el discurso neoliberal, su idea de lo social y su manera de interpretar las acciones humanas. Dado que el contenido difuso de la nocién de Tercer Sector es transferido a la idea de sociedad civil asi construida, en la prime- 24 ra parte del trabajo se presentara esta discusi6n y se clarificaran algunas cuestiones referidas a esta idea. Luego se realizaré un breve recorrido sobre la nocién de sector en Estados Unidos y el surgimiento y expansién de la idea de (un) tercer sector en ese pais. Se analizan algunas de las posturas de los investigadores que se adscriben a dicha noci6n y, finalmente, se hace un balan- ce sobre sus producciones académicas. ¢Qué es el (no gubernamental, no lucra independiente, voluntario, tercer) sector? Los atributos especificos de las organizaciones que compo- nen el llamado Zercer Sector no estarian en su sustancia sino en las similitudes y diferencias con respecto a los otros dos secto- res. Asf, comparten con las empresas su condicién de organiza- ciones privadas y con el Estado el interés por temdticas que en- cuentran alguna referencia directa o indirecta, y a veces casi imperceptible, con lo publico. Complementariamente, la condi- cién de no gubernamental, las distancia del Estado y la no lucra- tividad de las empresas. Son estas caracteristicas comunes, iden- tificadas a partir de Jas luces y las sombras que proyectan los otros dos sectores, las que justificarian considerar a estas orga- nizaciones como un conjunto bajo una misma denominacién. Pero, para muchos de los que se identifican con la idea de sector, ésta serfa una descripcién insuficiente ya que a ella deberian sumarse aspectos valorativos. Asf, no basta la condici6n de estar fuera de la érbita del Estado y cumplir con la regla de no lucrati- vidad —no distribucién de excedentes—, sino que, ademas, tie- nen que estar motivadas en el altruismo, el bien comin, etc. Aunque sabemos que estos objetivos no se derivan necesaria- mente de la accién de estas organizaciones, no obstante, siem- pre tienden a aparecer ya que constituyen el sustrato ideolégico de lo que se denomina la visi6n mitica de las entidades no lucra- tivas (Salamon 1993: 18-25; 1996: 2-8). Evitando caer en este tipo de consideraciones, la «definicién estructuraloperacional», propuesta por Lester Salamon y Hel- mut Anheier, traté de establecer un perimetro del sector a partir de incluir, ademas de la constriccién de distribuir excedentes y la separaci6n del Ambito gubernamental, otros tres atributos: 25 estar organizadas, ser autogobernadas —independientes— y ser de adhesion voluntaria —libre afiliaci6n— (Salamon et al. 1992; Campetella er al., 1998). Sobre la cuestién de los valores filantrépicos, Salamon ha realizado algunas reflexiones sumamente interesantes. En un ensayo posterior a los referenciados precedentemente, este au- tor desafia la convencional retérica que tiende a relacionar la intensidad de la tradicidn caritativa con el tamafio que alcanza el sector no lucrativo, cosa que, para este autor, no pareciera obedecer a ninguna evidencia. En vez de ello, Salamon plantea que las dimensiones del sector dependen de cuestiones tangibles tales como el marco legal, el aporte que realizan para su finan- ciamiento los gobiernos, el grado de desarrollo econémico y so- cial alcanzado y el grado de centralizacién. El desarrollo econé- mico es el mds importante de estos factores porque se ve acompafiado por un creciente grado de diferenciacién social que emerge de la divisién del trabajo y la especializacién. A su vez, estos fenémenos traen aparejado el surgimiento de una amplia clase media urbana, elemento este que es considerado clave a punto tal de considerar que cuanto mas fuerte sea la clase media de un pais mayor importancia econémica tendra el sector no lucrativo (Salamon et al 1994: 12).? Esta correlacién entre clases medias urbanas y desarrollo del Tercer Sector muestra una cierta propensién a poner la cantidad por encima de la calidad, el stock por sobre las relaciones socia- les. Desde esta perspectiva, la importancia de la red asociativa es establecida por las organizaciones mas formales que son las que aportan mayores niveles de empleo y de valor de la produccién de los servicios prestados. Los elementos que hacen a la cons- truccién democratica y a la ampliacién de los derechos dificil- mente puedan medirse de alguna forma, pero seguramente que- dardén subvaluados utilizando esta metodologia. Vayamos ahora especfficamente a la cuestién del Tercer Sec- tor. A pesar de su relativamente amplia difusi6n en América Latina 2. Para acceder a algunos de los documentos de este proyecto véase www. jhu.edu/ ~cess. En el marco de este estudio se han realizado estimaciones sobre el tamazio del sector en mas de treinta pafses. En América Latina este trabajo se llevé a cabo en Argentina, Brasil, Colombia, México y Peri. Ademas el estudio abarcé la histo- ria de estas organizaciones, el marco legal y otras investigaciones cualitativas so- bre el rol y el impacto de las ONG en campos especfficos. 26 durante la década de los afios noventa, no existe consenso sobre la validez de esta nocién como figura representativa que com- prenderfa al conjunto del universo asociativo. Las objeciones abarcan distintos aspectos. En primer lugar, la idea de una ter- cera esfera separada del Estado y «el mercado» no deja de ser una representacién simplificadora de la sociedad. Asi, por ejem- plo, ubicarlas afuera del mercado elude considerar que sus ser- vicios en muchos casos compiten con los que ofre¢en las empre- sas privadas, tal es el caso de muchos hospitales o escuelas no lucrativas. Algo similar puede decirse con respgcto al Estado. Por una parte, un porcentaje importante de su financiamiento suecle provenir de diversas agencias ptblicas y, pér otro lado, en muchos casos Estado y ONG concurren complementariamente en la prestacién de servicios sociales. “ En consecuencia, estas organizaciones no conforman un a4m- bito separado del Estado y el mercado, al estilo de lo que Nun y Aboy Carlés denominan una visién topografica (2002), sino que alo sumo se las puede diferenciar a partir de ciertos atributos nominales como un momento analftico pero luego deben ser vis- tas en su relacién con las otras dos esferas. Decimos «atributos nominales» puesto que no todos ellos tienen necesariamente exis- tencia real, tanto porque la restricci6n de no lucratividad no al- canza para certificar que trabajan con finalidades publicas, como porque pueden existir modalidades de absorcién de los exceden- tes en la forma de altos salarios. O sea, finalidades publicas y no lucratividad no son un a priori sino algo de lo que sélo puede dar cuenta la pradctica concreta de los actores involucrados. Mas alla de lo expuesto, las resistencias mas importantes que suscita el término sector, se refieren a aspectos sustanciales. Ha- blar de sector significa cobijar bajo un mismo techo a organiza- ciones que no comparten ni objetivos, ni légicas de funciona- miento comunes, ni practicas sociales equiparables (Alvarez 2001; Bombarolo 2001). Asi también lo entiende Villar al sefialar que: La diversidad propia de este universo suele desconocerse cuan- do se habla en singular del sector y cuando se le adjudican a estas organizaciones proyectos sociales compartidos y funcio- nes similares, 0 cuando se le menciona como un sujeto politico unitario y se asume que le son propios valores tales como la democracia, la equidad, el pluralismo, la transparencia, la soli- daridad o el interés por lo publico. Si bien estos valores y pers- 27 pectivas son promovidas por un amplio nimero de las organiza- ciones [(...] no son necesariamente compartidas por el conjunto. Las visiones que estas organizaciones promueven son produc- tos histérico-politicos y no se derivan a priori de su estructura y forma de operacién [Villar 2001: 16]. Estas objeciones a la idea de sector son pertinentes desde una perspectiva politica, pero no es ésta la Gnica manera de observar el fenémeno que nos ocupa. La funcién econémica, en cuantoala produccién de bienes y servicios, debe ser considerada, al igual que el rol social que pueden cumplir estas organizaciones como espacios de socializacién de gran importancia para la calidad de vida de las personas. Con ello no se plantea un divorcio entre las esferas de lo politico, lo econémico, lo social y lo cultural, sino que se sefiala que deben incluirse todas estas perspectivas ala hora de hablar del sector. Asi es como, por ejemplo, lo entienden desde una postura critica hacia esta nocién Texeira y Caccia, en un de- bate realizado en la Universidad de Campinhas-Unicamp. La pri- mera, cuando se pregunta si el concepto de Zércer Sector no esta también en disputa como lo esta la nocién de sociedad civil, y el segundo, cuando afirma no estar interesado en descalificar al Zer- cer Sector y destaca la necesidad de actuar en su seno, sin que ello lo lleve a negar algunos usos a los que se presta una nocién tan poco precisa en cuanto a su rigor conceptual (Dagninoet al, 2001). La alta heterogeneidad del mundo asociativo no es entonces a nuestro entender un obstaculo lo suficientemente fuerte como para negar la posibilidad de concebirlo como un sector 0, si se prefiere, un tercer sector en el sentido de ser un productor de servicios de bienestar en combinaci6n o alternativo al Estado y las empresas. Un abordaje de esta naturaleza permite estimar su importancia en la economia, lo cual no es algo menor ya que su presencia da cuenta —junto con ciertas cooperativas, entidades de ayuda mutua y formas diversas de autogestién— de instan- cias privadas alternativas de organizacién social diferentes de la modalidad empresa. Asimismo, en un nivel mds desagregado, puede permitir entender la légica de funcionamiento de ciertos subsectores como salud y educacién, donde concurren entida- des no lucrativas, instancias estatales y empresas privadas. Nila alta heterogeneidad ni la ausencia de una légica similar justifican negar la condicién de sector, ya que con este criterio 28 no se podria englobar en el sector comercial a aquellos que tie- nen como tinico rasgo en comtin la compraventa de bienes —no importando la escala en que ésta se realice— o, ni en el sector industrial a quienes meramente tienen en comin el desarrollar algtin proceso de transformacién de materias primas o de bie- nes intermedios. Es obvio, en estos casos, que concebirlas como un sector no implica negar sus diferencias y contradicciones. Las asociaciones, sea cual sea su estatuto juridico, pueden concebirse como un sector, no por compartir légicas ni objeti- vos, sino por formar parte de un universo\que produce servicios -o es expresi6n de intereses o de proyectos politicos y que, a tal efecto, trabajan en un espacio diferenciable de la 6rbita estatal y de las empresas. ¢Para qué sirve esto? Se ppdria responder que, entre otras cosas, sirve para aumentar nuéstras capacidades de generar conocimiento, ya que sin su legitimacién como esfera social diferenciada dificilmente atraiga/la atencién de diversos actores, académicos y no académicos, asf como de las areas de estimaciones econdémicas en los diversos paises. «Born in the USA» Existe cierta percepcién acerca del cardcter importado del término Tercer Sector, cosa que es efectivamente cierta, ya que se acund, como veremos mas adelante, en los Estados Unidos a partir de la divisién trisectorial de las fuentes de produccién de servicios sociales identificables en una economia capitalista. Digo esto desde una perspectiva que no encuentra en tal condicién nada particularmente negativo. Su origen importado no es pro- blemAtico en sf mismo. Antes bien, lo que se puede discutir son los usos, los abusos y las practicas que algunos actores sociales despliegan a partir de las diversas representaciones sociales que estan construidas alrededor de estas nociones. Tal como lo relata Lester Salamon, los Estados Unidos tienen el mds autoconsciente y altamente desarrollado concepto sobre un sector no lucrativo. La idea de un sector separado y distintivo emerge en los inicios del siglo xx. Esta representacién de la so- ciedad, compuesta por tres sectores, se dio en un contexto de consolidacién de tendencias politicamente conservadoras que se oponjian a la extensién de las potestades del Estado en materia 29 social, proceso que acompafié a la inigualable concentraci6n de riquezas acaecida en esa época. La mezcla de darwinismo social y caridad de raiz religiosa dieron nacimiento a un discurso que veia la accién voluntaria como una alternativa —y no como un complemento— a la provisi6n estatal de servicios sociales (Sala- mon 1996: 6). A partir de alli, nos indica este autor, la fuerza de la coalicién que sostenfa la pureza de lo no lucrativo logré man- tener al Estado fuera de la accién social a pesar de la evidente incapacidad que mostr6 el sector sin fines de lucro para satisfa- cer las expectativas generadas por el propio discurso dominante. Si bien en los afios siguientes se verific6 una mayor intervencién del sector puiblico en el campo de lo social, ésta tuvo primordial- mente la forma de financiamiento de las organizaciones volun- tarias, con lo cual se satisfacian las crecientes demandas socia- les, sin involucrar en la prestacién directa al gobierno. No obstante, entre 1930 y 1980, el sector no lucrativo practicamente desaparecié del discurso politico y la atencién de todos estuvo centrada en el Estado, atin durante la década de los afios sesenta y parte de la década de los afios setenta, épocas en las que emer gieron numerosos movimientos sociales por los derechos civiles, de los consumidores, la defensa del medio ambiente, contra la guerra de Vietnam, etc. Pero esta invisibilidad del sector no im- pidi6 que «... el ideal del voluntarismo permaneciera firmemen- te implantado en el panteén de los simbolos estadounidenses, accesible para su resurreccién cuando las circunstancias asi lo reclamaran» (Salamon 1996: 7). Su contexto de reaparici6n como sector se produce con el ascenso de la ola conservadora encabe- zada por Ronald Reagan, quien retoma el mito de idealizar lo voluntario y demonizar la accién del Estado, negando —segtin Salamon— las virtudes de la cooperacién entre ambos. éSignifica esto que el resurgimiento de la idea de sector es un subproducto del neoliberalismo? La respuesta es afirmativa en lo que concierne a presentarlo como alternativa a la acci6n esta- tal y como la propia esencia de la sociedad civil. Pero atribuirlo s6lo a este factor es simplificar demasiado las cosas y supone dejar de lado que la reaparicién de la idea de sector puede tam- bién estar expresando la biisqueda de mayores grados de auto- nomfa por parte de diversos actores sociales, tanto en la solu- cién de algunos de sus problemas como de participacién en lo publico pero por fuera del Estado. 30 Si bien Ja idea de sector puede ser inscrita dentro de las ten- dencias a la privatizacién dominantes durante las dos tltimas dé- cadas y, de esta forma, como parte del discurso legitimador del reordenamiento de las jerarqufas en la sociedad, que ha traido aparejada una redistribucién regresiva del ingreso y, consecuen- temente, mayor desigualdad; esto no es suficiente para conside- rar que trabajar con la idea de sector nos convierte en cémplices de estas polfticas. La clave esté en si desde este espacio se ayuda a consolidar y jerarquizar una idea de lo publico basada en ga- rantizar la efectiva condicién publica del Estado y en limitar el poder de las corporaciones privadas. Como sostiene De Leonar- dis, para superar la asimetria impuesta por la primacia del mer- cado, el sector, lejos de enmascarar tales diferencias bajo la reté- rica de la benevolencia y el altruismo, d¢berfa contribuir con su accionar a fortalecer los mecanismos institucionales que permi- tan la participacién de los ciudadanos, reconociendo la indole ptiblica de los problemas y de las soluciones de Ja politica social (De Leonardis 2001). El Tercer Sector en la academia y los procesos de globalizacién Con respecto especfficamente a la denominacién Zercer Sec- tor, ésta comenzé6 a circular en el Ambito académico desde al menos los afios setenta, particularmente entre aquellos investi- gadores que en Estados Unidos estudiaban las organizaciones no lucrativas desde una perspectiva econémica, es decir, por su aporte a la prestacién de servicios de bienestar. E] antecedente mas antiguo que hemos podido encontrar es una publicacién del afio 1975 de Burton Weisbrod titulada Toward a theory of the voluntary nonprofit sector in a three-sector economy, cuya finali- dad era intentar explicar desde la teorfa econémica neocldsica las razones por las cuales existe este tipo de instituciones en una econom{a capitalista (Kingma 1997). Un par de casos posterio- res son el libro editado en 1981 por The Urban Institute que lleva Por titulo Nonprofit firms in a Three-Sector Economy, y el libro de James Douglas del afio 1983, que serfa uno de los primeros en introducir explicitamente en el titulo de su trabajo la idea de un tercer sector: Why Charity? The Case for a Third Sector. 31 Es recién hacia finales de la década de los ochenta cuando comienza aparecer con mayor asiduidad en los titulos de algu- nas investigaciones la idea de estudiar como un todo a las orga- nizaciones no lucrativas, pero refiriéndose a ellas como el Tercer Sector; trabajos con un abordaje general ya existian, pero no bajo esta denominacién. La primera publicacién en esta linea que hemos encontrado es la escrita en 1988 por Van Til, Mapping the Third Sector. Sin embargo, el término third sector no habia sido utilizado sistematicamente hasta bien entrados los afios noventa. Un articu- lo escrito por Richard Steinberg en 1997, destinado a evaluar las teorfas econémicas, tanto de Weisbrod como de otros economis- tas, sobre las organizaciones no lucrativas, utiliza una bibliogra- fia de 160 titulos, de los cuales ninguno contiene la entrada third sector, en cambio 69 tienen la entrada nonprofit organizations (Steinberg 1997). En espajfiol, una de las primeras publicaciones —sino la pri- mera— en mencionarlo fue la titulada El Tercer Sector y el Desa- rrollo Social (Thompson 1990: 46). De lo cual puede deducirse que la idea de un tercer sector demoré muy poco tiempo en arri- bar a las playas de Latinoamérica. En este articulo es interesante observar cémo esta denominacién aparece slo en un par de oportunidades y el autor prefiere referirse alternativamente al universo asociativo como el sector voluntario o no lucrativo o, en menor medida, el sector independiente. Asf, este trabajo re- produce las denominaciones mas en boga en la academia de los Estados Unidos, como ya se sefialé en referencia a la bibliogra- fia citada por Steinberg. No existen dudas que el término Tercer Sector, es claramente una traduccién del inglés y que su origen es estadounidense, pero aunque la traduccién es literal, pensamos que de ello no puede derivarse que signifique lo mismo en todas las latitudes, por ello creemos que es necesario realizar algunas advertencias. En pri- mer lugar, y como ya vimos, la idea de sector estaba previamente conformada y consolidada en Estados Unidos desde principios del siglo xx, por lo cual Yercer Sector s6lo significé una reseman- tizacién o simplemente un sinénimo que emergié durante la década de los ochenta para referirse a algo que ya tenfa nombre: nonprofit sector o independent sector en Estados Unidos; y volun- tary sector en Gran Bretafia. En segundo lugar, es un término 32 que surgié con vocacién transnacional, es decir, con su institu- cionalizaci6n se pretendi6 eliminar el sesgo localista e idiosin- crdsico que tenfan las otras denominaciones a las que ya hemos hecho referencia. Aqui, entonces, encontramos una variacién que ya no es meramente nominal sino que da cuenta de cémo se conforman ciertos procesos de globalizacién a partir de las préc- ticas que llevan adelante determinados actores sociales. Es precisamente rastreando los intentos de globalizar la idea de sector que podemos encontrar alguna respuesta al interro- gante sobre el predominio que ha logrado la denominacién Ter cer Sector. De este paso evolutivo pueden encontrarse huellas en algunos de los entretelones detectados a propésito de la creacién de la Sociedad Internacional de Estudios sobre el Tercer Sector —international Society for Third-Sector Research (ISTR)— en 1992, y la oficializacién en 1997 de la revista Voluntas como 6r- gano de la ISTR. Su predecesora fue la International Research Society for Vo- luntary Associations, Nonprofit Organizations and Philanthropy, cuya carta de creacién es de noviembre de 1991. En esta carta no es posible hallar ninguna referencia al Tercer Sector, pero cuando algunos participantes de esta asociacién decidieron en forma m4s clara buscar una amplia proyeccién internacional convinieron en encontrar un nombre que no generara controversias entre los miembros fundadores, compuestos principalmente por estado- unidenses y britanicos. Tal como lo relata Virginia Hodgkinson el perfodo inicial en la vida de la ISTR estuvo focalizado en dos temas criticos intimamente relacionados. Por una parte, conso- lidar al Tercer Sector como legitimo campo académico multidis- ciplinario e interdisciplinario de investigacién y sus manifesta- ciones en diferentes marcos culturales, politicos y sociales. Por Otro lado, contribuir a superar el hecho de que se trataba de un concepto creado en los Estados Unidos y que la mayor parte de la investigacién internacional habia sido llevada a cabo en ese pais, lo cual demandaba un esfuerzo por promover la investiga- cidn sectorial en otras latitudes (Hodgkinson et al., 2002). Lo expuesto es un ejemplo interesante sobre cémo algunos actores académicos globales se organizan y apoyan eventos y redes de trabajos transnacionales, las cuales «[...] se han cons- tituido en espacios de intercambios, aprendizajes, coproduccién y disputas en torno de diversas represéntaciones sociales de la 33 idea de sociedad civil» (Mato 2001b: 165). Ademas, estos proce- sos pueden ser considerados como un emergente que ilustra como la consagracion del término Tercer Sector se gesta a partir de «... procesos sociales transnacionales [...] en los cuales par- ticipan actores sociales cuyas practicas, de maneras diversas, se desarrollan a través de las fronteras de los Estados nacionales» (Mato 2003: 11). Las evidencias que encontramos dan cuenta de las razones por las cuales no prosperaron a nivel mundial otras denomina- ciones que son mas usuales y su diseminaci6n expresa una pecu- liar forma de globalizacién en Ja cual un grupo de académicos pertenecientes a la cultura anglosajona ha tenido un rol absolu- tamente determinante. El asociativismo como lugar «seguro» para la sociedad civil Luego de viajar durante largos afios por el desierto de la teo- ria social y la filosofia politica, la sociedad civil parece haber en- contrado su tierra prometida. Asistimos a un nuevo desplaza- miento que tiendea llevar ala sociedad civil hacia un lugar visible y seguro, ahora (re)presentada como equivalente de un conglo- merado compuesto por el mundo asociativo y de accion volunta- ria; es decir, las ONG, asi, en general para algunos; 0 el Tercer Sector, para los mas; 0 también, para otros, las organizaciones de la sociedad civil. Entre todos estos réotulos y desde diversas perspectivas analfticas e ideoldgicas, la idea de (un) Tercer Sector ha sido la que ha alcanzado mayor difusién en América Latina. La proliferacién de términos es un indicador de los conflic- tos existentes entre los diferentes actores involucrados, que se expresan en la lucha por la palabra. Pero también pueden ser atribuidos, en algunos casos al menos, a la légica de la compe- tencia por una suerte de marcas registradas que suele verificarse entre distintos actores sociales, y dentro de ellos, en un lugar destacado, académicos y, en un plano no precisamente menor, consultores, organismos multilaterales y fundaciones; todos los cuales aparecen intimamente interconectados. En cualquier caso, todas estas denominaciones hacen refe- rencia a una amplia gama de organizaciones especificas, tales 34 como: hospitales de comunidades, universidades privadas, clu bes sociales y deportivos, organizaciones profesionales, coope- rai oras escolares, centros comunitarios y vecinales, nticleos in- form es de ayuda mutua, entidades de defensa de derechos umanos, organizaciones de defensa de los consumidores, cA- maras empresariales, fundaciones empresarias; entre otras. ol mo expresién de su heterogeneidad, diversos actores so- ct es adjetivan, conceptualizan o referencian al sector naciente maneras muy diferentes: expresién de la revolucién asociati- va, encarmacion de todas las virtudes civicas, componente indis- pensa re en las polfticas ptiblicas sociales, espacio entre el Esta- do y e mercado, nuevo tema de discusién en seminarios y enevent os para investigadores; caballo de Troya introducido por el joan ismo; verdadera bolsa de gatos imposible de clasifi ngun criterio sélido; configuran : ‘ ; sélo algunas de las maneras de referirse y, en alguna medida, de reconocer la impor- tancia del denominado Tercer Sector. i bien su presentacién en sociedad es reciente, como lo es fami i on su aparicién en el campo académico, de ello no puede deducir e que se trate de un fenédmeno inédito. En efecto, la exis- te cia de onganizaciones privadas sin fines de lucro se remonta ca Latina a épocas previas a | idaci a consolidacién de lo Pee eutos Estados nacionales, ocurrida a fines del siglo xIx En a region existieron, aun desde la é i ; , época colonial, con oO menor extensién, numerosas instituci ico ae. , instituciones de bi abli tuando en las 4reas soci pre todo, esis. cial, cultural, politica i ' , , , sobr - tencial (Campetella er al., 2001). © todo, asis A . ss . ° estate de su difusién, la denominacién Tercer Sector no esta mo representacidn social unfvoca de refi i el universo asociativ As fi res el doormat. n oO. Su mas firme competid , zaciones de la sociedad civil; fuera i troducido p rep. Itegomi » que fuera introducido por el BID ptado por el Ba: i , Pp nco Mundial y el PNUD, y cuya supues- 3. Si bi inaci den sumarse ls siguientes oganizacionce socal oat ita Due: riage cong i 7 sociales», «organizaciones ita- a ‘aes intermedias», «las ONG», etc, Algunos de estos términos tienen de laut ae ve ue ‘O c las reglamentaciones impositivas; otros provienen Pias orpannnen ue ees an hecho el Estado, los partidos polfticos o las pro- agenda ones + Ys mente, algunos se han impuesto por la influencia de | ganismos internacionales, En algunos casos, pero no en todos, . €stos términos refieren a reas tematicas e: refieren & temat specificas en las que las or ‘ganizaciones 35 ta ventaja se encontraria en que permite superar el sesgo de «ne- gatividad» que caracterizaba a las anteriores (no lucrativa, no gubernamental), o «residual» (un fercer sector). En nuestra opi- nién, organizaciones de la sociedad civil es la imagen que hace de puente para establecer Ja equivalencia entre sociedad civil y aso- ciativismo. Pero no sélo eso, hablar de las (y con las) organiza- ciones de la sociedad civil permite a los organismos multilatera- les construir un interlocutor institucionalmente legitimado, es decir, con el brillo necesario para presentarse como participe necesario de las politicas sociales que éstos impulsan y, adicio- nalmente, atribuir a quienes ellos eligen como contraparte el ran- go de «representantes de la sociedad civil». En la valoraci6n de las ONG, sea que se acepte como que se rechace la idea de sector, confluyen diversas perspectivas. Tal como lo expresa Andrés Thompson, en el tono laudatorio coinciden tanto las miradas més progresistas, en cuanto «... agentes de for- talecimiento de la sociedad civil, como las épticas mas conserva- doras que las entienden como instrumentos aptos para el des- mantelamiento de las funciones sociales del Estado» (Thompson 1990: 70). Esta coincidencia en valorizar la participaci6n de la sociedad civil eritre tendencias politicas opuestas es abordada en forma extensa por Evelina Dagnino, quien al respecto observa: [La existencia de una...] confluencia perversa entre dos proce- sos distintos ligados a dos proyectos politicos diferentes. De un lado, un proceso de ensanchamiento de la democracia, que se expresa en la creacién de espacios pttblicos y de una creciente participacion de la sociedad civil en los procesos de discusié6n y de toma de decisiones relacionadas con cuestiones y polfticas ptblicas [...]. Del otro lado y como parte de la estrategia del Es- tado para la implementacién del ajuste neoliberal, hay una emer- gencia de un Estado mfnimo que se ausenta progresivamente de su papel de garante de derechos [...] y su transferencia a la socie- dad civil [...] La perversidad estaria colocada, desde luego, en el hecho que, apuntando para direcciones opuestas y hasta anta- génicas, ambos proyectos requieren de una sociedad civil activa y propositiva. Pero esa identidad de propésitos en lo que se re- fiere a la participacién de la sociedad civil es evidentemente apa- rente [...] La disputa politica entre proyectos politicos distintos asume entonces el caracter de una disputa por los significados 36 de referencias aparentemente comunes: participacién, sociedad civil, ciudadanfa y democracia [...] y reclama la necesidad de hacer un esfuerzo por explicitar los desplazamientos de sentido que [esas nociones] sufren [Dagnino 2003: 143- propia, M.R.]. 147] [traduccién En particular para esta autora, uno de esos desplazamientos es la creciente identificacién entre sociedad civil y ONG 0 ercer Sector, lo cual supone una reducci6n y una despolitizacién de su significado. Con una légica relativamente convergente, pero desde diferentes perspectivas, se han expresado Mark Warren y Sonia Alvarez. El] primero cuando sefiala los peligros de considerara la sociedad civil como equivalente al Tercer Sector, ya que, como sucede en Estados Unidos, el valor de la produccién de éste es explicado en un 77 % por organizaciones que operan como cuasi entidades lucrativas, y en tanto tales persiguen sus objetivos eco- némicos operando en mercados en los que compiten con empre- sas. Con igual sentido, este autor nos indica que «... los dominios de la sociedad civil y de las asociaciones no son coextensivos y [si bien] las relaciones asociativas son prevalecientes en los dom. nios de la sociedad civil, podemos ver que estas relaciones tam- bién est4n presentes dentro del mundo no asociativo —dentro y entre empresas, 0 en los cuerpos legislativos— [por ello conside- ra que...] los efectos sobre la democracia de las relaciones aso- Waren ence, de qué clase de organizaciones sean éstas» Por su parte, Alvarez considera de manera taxativa al Zercer Sector como el intento mds ambicioso por aislar e inocular a los movimientos sociales, los cuales fueron sometidos primero a un Proceso de «ONG-izacidn» y luego de terciarizacién, ambos des- tinados a su domesticacién. Mientras los movimientos sociales Son vistos hoy como contenciosos y disruptivos, el Tercer Sector. Por e] contrario, aparece como un socio o colaborador de los gobiernos dentro de los marcos establecidos por las polfticas npoliberales. Esa participacién est4 claramente al servicio de Jetivos instrumentales de reduccién del gasto ptiblico y gene- eunente es canalizada en las fases de implementacién y no de que se corresponden con el disefio y la formulacién de los Proyectos y programas sociales del Estado. Dentro de este es- quema, su creciente presencia en el espacio publico contrasta 37 con la aparente desmovilizacién de los movimientos sociales més contestatarios. Para Alvarez este cambio se verificé en va- rias fases: primero hacia la idea de sociedad civil, —que ha sido crecientemente invocada desde mediados de la década de los afios ochenta. Luego hacia las ONG, que logré su cima en los inicios de los afios noventa, hasta llegar finalmente al Tercer Sec- tor, diseminado hacia finales de los afios noventa. Para la auto- ra, esto es mas que un cambio seméntico o algo natural e inevi- table, mds bien debe ser entendido —al menos parcialmente— como el resultado de una estrategia deliberada de gobiernos inmersos en polfticas neoliberales y de actores transnacionales interesados en la consolidacién de tales politicas. Es asimismo para ella, la expresién de un proceso de disputa sobre el signifi- cado, las formas y los roles que tiene la vida asociativa de los ciudadanos. Al respecto, afirma que es necesario rechazar las propuestas destinadas a civilizar y terciarizar a la sociedad civil que se encuentran implicitas en los discursos sobre el Yercer Sector (Alvarez 2001: 4). Coincidimos en que efectivamente se recurre a un lenguaje comun desde proyectos politicos diferentes y en que los sectores conservadores han logrado encontrar ropa nueva para vestir prac- ticas de beneficencia tradicionales y revestirlas de legitimidad académica. Pero no es la idea de sector por donde tales propues- tas se fortalecen y, menos atin, que sea el término Tercer Sector el que estarfa reflejando la intensién de transformar a la sociedad civil en un conglomerado de instituciones no lucrativas. Se trata de un desplazamiento semAntico mds amplio y menos obvio que el que algunos autores parecen insinuar. En tal sentido, Mato estd en lo cierto cuando sefiala que dificilmente puedan enten- derse ciertos fenémenos globales recurriendo a un «... reduccio- nismo monocausal de teorias asociadas a ideas de imposicién imperial de los cambios sociales» (Mato 2001a: 128). El problema no es el término Tercer Sector, sino que se lo pretenda considerar como un descriptor 0 la viva expresién dela sociedad civil y, ala vez, que actores globales y locales lo ubiquen apologéticamente como intrinsecamente virtuoso y, por lo tan- to, en las antipodas del Estado, el cual, desde esta 6ptica, no hace o lo que hace esté mal. Entendemos esta perspectiva como una manera un tanto absurda de promover lo ptiblico desde lo priva- do, negando lo que hay de publico en el Estado. La cuestion es 38 como garantizar el caracter publico de éste, c6mo promover la ampliacién de los derechos de ciudadanfa y qué rol puede jugar en tal sentido algunas de las organizaciones que conforman el (tercer) sector. El «sector», un balance: ni en el altar ni en el patibulo La terciarizacion de la sociedad civil (Alvarez 2001) o la mi- rada topogrdéfica (Nun y Aboy Carlés 2002) de ésta, implican me- tabolizar la esencia conflictiva de la sociedad civil, restringirla. Una situacién similar se produce cuando se valoriza a las orga- nizaciones del Tercer Sector desde la perspectiva de la eficiencia, dentro de un esquema que podria sintetizarse bajo la consigna: . gestién si, politica no. Asi, la sociedad civil es el Tercer Sector y es algo socialmente bueno; no hace falta referenciar ambas nocio- nes en didlogo con sus procesos histéricos de conformacién y con su heterogeneidad, ni con sus tensiones internas. Asimis- mo, se contribuye de alguna manera a limitar el espacio de la sociedad civil cuando se incluyen en ella sélo las buenas ONG. Al respecto, Alberto Olvera destaca que «... se ha producido en un sector de la opinién publica un proceso de acotacién simbé- lica del significado de sociedad civil, limitandolo al campo de las organizaciones no gubernamentales y algunos grupos que luchan por la democracia [...] esa restriccién del concepto deja fuera otro tipo de agrupaciones (profesionales, religiosas, cultu- rales, populares) que también constituyen la sociedad civil» (Ol- vera 2002: 399). ; Niel sector es uno, ni la sociedad civil tiene una tnica légica mi una tinica voz. La propia naturaleza de éstas asociaciones ex- presa las diferencias sociales y culturales, asf como la multiplici- dad de intereses existentes en la sociedad. En el mundo acadé- mico latinocamericano, aun entre los que han utilizado como referencia para sus trabajos de investigacién la idea de sector, tiende a emerger una perspectiva critica motivada en el cardcter Confuso que tal abordaje del sector suscita cuando no se estable- cen diferencias y jerarquias en su interior y cuando se le termi- na considerando como la esencia misma de la sociedad civil. ; Sociedad civil es un espacio en el cual participan las asocia- Clones que proyectan su accié6n hacia la construccién de ciuda- 39 danfa participativa y otros actores sociales individuales que se constituyen en referentes sociales o que conforman colectivos transitorios o permanentes —movimientos sociales, coaliciones, foros, etc. En este espacio simbélico se construye poder y se hace politica en didlogo o enfrentamiento con el poder politico y el poder econémico. Ni separado ni aislado de Ja esfera de lo polf- tico y lo econémico, es el escenario del conflicto y del consenso social, Alli, sin que ese alli tenga ninguna dimensién fisica, se procesan y articulan opiniones, representaciones —-en los dos sentidos: representacién politica y representaciones de lo social—, as{ como acuerdos y enfrentamientos. Un actor central en las arenas de la sociedad civil son los denominados medios de comunicaci6n masiva, por su capaci- dad de influir y formar opinién publica. Nadie dirfa que estas organizaciones no tienen fines lucrativos y nadie podria afirmar que son sélo medios y no actores sociales que, como otros, cuen- tan con sus respectivas agendas de prioridades comerciales y politicas, y que, asimismo, tienden a expresar y reforzar el sentir y la opini6n de ciertos actores sociales para los cuales o en nom- bre de los cuales hablan. Vemos entonces que la sociedad civil no tiene organizaciones, sino que éstas —y no sélo éstas— participan en la sociedad civil. Lo que suele denominarse la sociedad civil no se diferencia en demastfa de lo que antafio fue a secas Ja sociedad, la buena socie- dad, un lugar donde no hay espacio para los feos, sucios y malos. A modo de conclusién Para finalizar queremos dejar sentado que este trabajo, como lo propone Daniel Mato (2003: 13), tiene componentes auto-re- flexivos, es decir proviene de alguien que est4 «dentro» de las actividades de investigacién que se realizan en el campo del de- nominado tercer sector, y lejos de las visiones apologéticas que tienden a predominar en dicho campo, este trabajo también pro- pone una posiciéi: 2utocritica sobre nuestras propias practicas intelectuales. Por ello, por una parte, se ha sostenido que la nocién de sec- tor puede abrir un campo de investigacién cuyo desarrollo esta f{ntimamente relacionado con el enriquecimiento de la propia 40 idea de sector. Es necesario avanzar en las investigaciones para asi poder establecer diferencias, matices y jerarquias en su inte- rior. Por otra parte, hemos procurado centrar la mirada en el contexto y los actores sociales que desde el mundo académico han generado y reproducido las representaciones sociales mds recientes sobre sociedad civil y Zercer Sector. La explicita identi- ficacion de esos actores globales y locales involucrados en la pro- duccién de sentido, asi como de los contextos histéricos espect- ficos en que se desenvuelven, arroja algo de luz sobre los marcos de referencia y las motivaciones que gufan dicha produccion, a la vez que orienta sobre los pasos a seguir para la biisqueda de nuevos caminos para nuestros trabajos. Para insistir en ese camino y dar un sentido a nuestras accio- nes, deberiamos partir de reconocer los cambios en el escenario que plantean los procesos de globalizacién en curso, asi como tener presente que, en este marco, las representaciones sobre sociedad civil estan en disputa y que las élites dominantes han irrumpido en un Ambito sobre el] cual habfan perdido su hege- monfa. Despreciar Ja idea de sector no contribuye a Ja construc- cién contrahegeménica que estamos proponiendo. Las ideas, alusiones y elusiones que se juegan alrededor de las representa- ciones sociales sobre esta tematica; la inflacidn terminoldgica que observamos en referencia al mundo asociativo; la exclusién que se hace de algunos actores y la inclusi6n de otros; y la intenci6n de hacer visible y segura a la sociedad civil equiparandola al Ter- cer Sector, reclaman de un mayor esfuerzo de produccién a quie- nes investigamos en este campo. 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Para superar tal situacién, se plantearon dos tipos de soluciones: las que tendian a la dismi- nucién de la sobrecarga de demandas (privatizacién, desestati- zacion, filtracién, priorizaci6n) y las que proponian una busque- da de mayor eficacia y capacidad de direccién del Estado. Estas iltimas descansaban principalmente en la instauracién de nue- vos procedimientos administrativos y en la institucionalizacién de alianzas con grupos de interés organizados a través de la con- certacién politica, es decir, la estabilizacién de formas corporati- vas de representaci6n funcional. - Offe se daba cuenta de que habia una serie de agrupaciones y organizaciones que en los hechos incidian en la toma de decisio- nes ptblicas al margen de los mecanismos clasicos de la repre- sentacién territorial. Esta situacién ocasionaba fuertes presio- 1. Versiones previas de este trabajo fueron presentadas en el serminario «E] fu- turo pasado de la politica», realizado en la UNAM (2002-2004). Agradezco las ob- servaciones que hicieron los participantes, y en especial el apoyo de su director, Benjamfn Arditi. 2. Para una discusién mAs deta!lada de los argumentos de Offe véase el trabajo de Vite en este volumen. 45 nes sobre el sistema politico debido a que esta forma funcional de representacién se daba de manera desorganizada y discrecio- nal (muchas veces de forma cormupta). Si bien el sistema politico recuperaba importantes cuotas de legitimidad al concentrar una parte importante de sus recursos en la solucién de las demandas que proced{fan de estos grupos (que eran los que muchas veces podfan provocar la mayor presién debido a sus enormes cliente- las y a su gran capacidad de disrupcién), se generaban disfun- cionalidades en su forma de operacién. Sin embargo, la repre- sentaci6n funcional, cominmente paraconstitucional y para- parlamentaria, ofrecia la posibilidad de control de formidables clientelas como las de los sindicatos o las de las agrupaciones patronales, lo que disminufa importantes tensiones en el siste- ma politico. Resultaba necesario configurar un esquema de par- ticipacién de los grupos de presi6én sociales que, integrandose al sistema democratico como colectivos, lo fortalecieran. Simple- mente se proponia la institucionalizacién y la consiguiente regu- lacién publica de relaciones preexistentes entre dichas organiza- ciones y el Estado. Schmitter (1992) retoma algunas de estas observaciones para desarrollar una propuesta sobre la institucionalizacién de las relaciones entre los «grupos de interés» y el Estado. El punto clave de su propuesta es asignar un status semiptiblico a los gru- pos de interés organizados. Estos competirian por recursos pu- blicos aportados por los contribuyentes a través de pagarés ciu- dadanos en un proceso vigilado por una corte cuasi- administrativa ciudadana ad hoc. Lo llamativo de este proyecto de reforma politica es que propone formalizar una suerte de «se- gundo tipo de ciudadanfa», «segundo nivel» 0 «segundo circui- to» de la polftica en el espacio de las asociaciones. E] objetivo ultimo serfa ampliar y mejorar la practica democrdtica y cons- truir nuevas alternativas de representacién que funcionarian como suplemento y no como reemplazo de los mecanismos con- templados en la esfera de representaci6n electoral o primer cir cuito de la politica. Ademés, en las tiltimas décadas se ha dado un impresionante aumento en el ntimero de asociaciones, organizaciones, colecti- vos y grupos que desde la sociedad surgen para realizar un sinfin de tareas en el Ambito puiblico al margen del Estado y no asimi- lables al mercado, provocando y promoviendo una verdadera 46 revolucioén del asociacionismo moderno.* Conjuntamente, esta expansién de las asociaciones y el papel renovado de los grupos de interés estudiados por Offe y Schmitter refuerzan la tesis de un segundo nivel de la polftica y da algunas pistas acerca de la configuracién de una suerte de escenario politico posliberal.* Los grupos y las asociaciones también han originado la conforma- cién de «redes de accién ptblica»> junto con empresas, fun- daciones privadas, gobiernos y agencias internacionales. Estas redes intervienen en el disefio, aplicaci6n y evaluacién de politi- cas ptblicas, generando iniciativas de accién publica a nivel na- cional y en el orden regional y global. De igual manera, esta gran fuerza emanada de la sociedad ha empujado a algunos pafses a comenzar la discusié6n sobre la regulacién Estatal de sus activi- dades y el apoyo de éste para aquellas que sean consideradas de utilidad publica. Espafia nos brinda un ejemplo significativo a través del llamado «0,52», es decir, la distribucién anual del 0,52 % del Impuesto sobre la Renta de las Personas Fisicas entre algunas asociaciones y ONG y la Iglesia Catélica por medio de concursos convocados por los ministerios del Trabajo y Asuntos Sociales y de Relaciones Exteriores en los que los ciudadanos en Ultima instancia deciden a cudles organizaciones apoyar a tra- vés de sus impuestos.® Si bien Offe, y especialmente Schmitter, se refieren continua- mente a agrupaciones de ciudadanos 0 «grupos de interés», no brindan detalles acerca de la naturaleza y la diferenciacién de los grupos que conformarian un segundo circuito de la politica. Algunas opiniones (Mochi 2001) sostienen que casi desde cada disciplina se ha tratado de conceptualizar el fenémeno del creci- miento del asociacionismo global. En las ciencias sociales se han acufiado numerosos términos tales como voluntariado, tercer sistema, ONG, sector de la filantropfa o sector independiente para describir este reciente fenémeno social. Sin embargo, to- dos estos términos sdlo resaltan alguna o algunas de las caracte- 3. Ver cap{tulo de Puga en este volumen. En él se explican algunas de las razo- nes por las que las asociaciones y las organizaciones de la sociedad han adquirido enorme importancia en el desarrollo de la democracia. 4. Arditi esboza las coordenadas teéricas de este escenario posliberal en otro capitulo de este volumen. 5. Ver el trabajo de Luna incluido en este volumen. 6. Ver el capftulo de Martin en este volumen. 47 risticas que estas organizaciones y asociaciones generalmente comparten. Tal situacién ha provocado un «enredo terminoldgi- co» (Ministerio de Planificacién y Cooperacién de Chile 1997: 5) que complica la posibilidad de comprender el inédito fendmeno de la explosién asociativa mundial de las tiltimas décadas La ambigiiedad conceptual y la polisemia son la constante en los debates actuales sobre el asociacionismo moderno y su expan- sién global (Olvera 2003: 20). No obstante, en esta gran madeja tedérico-conceptual dos conceptos son lo que han alcanzado ma- yor relevancia: el de sociedad civil (SC) y el del tercer sector (TS), que comtinmente se ha asociado con el de sector no lucrativo (non profit sector). El objetivo de este trabajo es hacer un acercamiento a las nociones de SC y TS para tratar de precisar los términos concep- tuales del debate en torno al asociacionismo moderno. Al hablar de una expansion de la politica a través de la institucionaliza- ci6n de un segundo nivel 0 circuito de la ciudadanfa, que preten- derfa abarcar las distintas expresiones del asociaciqnismo glo- bal, debemos examinar su naturaleza, sus fines y sus formas de operacién de manera mas detallada. Si bien el interés en el con- cepto de SC ha crecido en las dos tiltimas décadas, hay ciertas confusiones en torno al término, especialmente luego de que la referencia al «tercer sector» ingresara en nuestro vocabulario social y politico. Por ello también trataremos de clarificar los términos del debate viendo qué tienen en comtin y en qué se diferencian. El concepto de sociedad civil Al analizar el desarrollo hist6rico del concepto de SC pode- mos encontrar tres usos distintos del término. El primero de ellos surge hacia finales del siglo xv y hacia referencia a una gama de instituciones fuera del Estado que inclufan el incipiente mercado capitalista y sus instituciones, distintas congregacio- nes protestantes, las asociaciones ptblicas y privadas, los parti- dos politicos y la opinién publica (Alexander 2000: 699). La tra- dicién iusnaturalista emple6 este término «précticamente como sindnimo de lo que hoy denominariamos “Estado” » (Arditi 2004: 4). A mediados del siglo XIx el concepto se transforma —y se 48 restringe— progresivamente a medida en que se trasladan anali- ticamente muchos de sus valores democraticos, civilizadores y cooperativos al mercado y se le vincula casi exclusivamente con e] mercado capitalista. Finalmente, en un tercer momento apa- rece como «una esfera que es analiticamente independiente y, en varios sentidos, empiricamente diferenciada no sélo del Estado y del mercado, sino también de otras esferas sociales» (Alexan- der 2000: 700). Actualmente se define a la SC como «una esfera solidaria en la cual cierta clase de comunidad universalizada viene a definirse y, hasta cierto punto, a reforzarse» (Alexander 2000: 701). Su uso se expandi6 a partir de tres fenémenos sociales recientes: las luchas contra el totalitarismo en Europa del Este, las luchas contra las dictaduras en América del Sur y los nuevos movimientos que emergieron y se desarrollaron en Occidente (Olvera 2003: 21). Un rasgo comtin entre ellos es su esfuerzo por diferenciarse del Estado, en momentos en los que era practica- mente ilegal en los dos primeros casos, e innecesario en el tercero. Mas alla de la historia de la nocién de SC, es indispensable comprender que actualmente toda definicién debe tomar en cuen- ta dos elementos basicos: la autolimitacion y la autonomia. El primero de ellos hace referencia a que las asociaciones, movi- mientos y grupos de la sociedad no buscan conquistar el Estado o integrarse a él. Son posrevolucionarios y «tienden mas bien a proponerse la reforma radical de la vida publica» (Olvera 2003: 24). El segundo se refiere a que estos actores sociales pretenden diferenciarse del Estado y del mercado. No se subordinan a la lucha partidista y su relacién con el sistema politico es a la vez critica y propositiva (Olvera 2001: 24). La diferenciacién con el mercado se hace fundamentalmente a partir de sefialar que son asociaciones sin fines de lucro y que, en algunos casos, tienen como meta suavizar algunos de sus desajustes. Desde un enfo- que habermasiano, Olvera (2003) habla de tres componentes centrales del concepto de SC: 1. Las instituciones que garantizan las libertades y derechos Politicos, individuales y sociales, asi como la libertad de asocia- cién para defenderse del Estado y del mercado. Planteamiento Que nos remite «al elemento institucional definido por la estruc- tura de derechos de los Estados de Bienestar Contempordneos» (Olvera 2003: 430). 49 2. El conjunto de movimientos y asociaciones que actuian en el seno de la sociedad y que se preocupan permanentemente por el andlisis, la critica, la elaboracién y la aplicaci6n de las politi- cas publicas. O sea, se trata del «elemento transformador consti- tuido por los nuevos movimientos sociales» (Olvera 2001: 25). 3. Una «cultura politica anclada en una diversidad de espa- cios ptiblicos, favorable a la tolerancia y al respeto mutuo y pro- clive a una relacion critica con el Estado y el mercado» (Olvera 2003: 430). Por su amplitud y riqueza, uno d- los trabajos paradigmati- cos sobre el concepto de SC es el que realizaron Arato y Cohen (2000) en la década de los noventa. Para ellos, la SC «es la esfera de interaccién social entre el Estado y la economia, compuesta ante todo de la esfera intima (en especial la familia), la esfera de las asociaciones (asociaciones voluntarias), los movimientos so- ciales y las formas de comunicacién publica» (Arato y Cohen 2000: 8). Tal definicién es parte de lo que los autores han Ilama- do la teoria de las tres partes, en la que colocan como categorias equivalentes al mercado, al Estado y a la propia SC. Esta teoria plantea que dentro de la sociedad encontramos grupos especifi- cos que mantienen el control de Jas relaciones estatales y econs- micas. Por ello estos grupos son denominados sociedad eco- némica y sociedad politica, esferas que son complementadas con la esfera civil de la sociedad: la sociedad civil. La SC es autocons- titutiva y automovilizadora y su institucionalizacién se da me- diante las leyes. Sobre su papel politico afirman lo siguiente: [...] no esta relacionado directamente con el control o la con- quista del poder, sino con la generacién de influencia mediante la actividad de las asociaciones democraticas y la discusi6n no restringida en la esfera publica cultural. Tal papel politico es ine- vitablemente difuso e ineficaz. Por consiguiente, el papel media- dor de la sociedad politica entre la sociedad civil y el Estado es indispensable, pero igual lo son las raices de la sociedad politica en la sociedad civil [Arato y Cohen 2000: 9]. Segtin Olvera (2001; 24), debemos entender esta propuesta como un «esfuerzo intelectual que buscé ir mas all4 del marxis- mo y mantener al mismo tiempo una critica del liberalismo y del republicanismo clasicos». El concepto de SC construido por es- 50 day tos autores se basa fundamentalmente en «la parte institucional del mundo de vida, es decir, en las instituciones y formas asocia- tivas que requieren la acci6n comunicativa para su reproduc- cién». Estas instituciones son el marco juridico, la forma en la que opera el sistema judicial y los «aparatos que garantizan la re- producci6n sociocultural de la sociedad» (Olvera 2001: 25). La cualidad interactiva de la SC, fundada en la comunicacién la coloca entre el sistema y el «mundo de vida» de Habermas. Por esta raz6n, es posible encontrar los elementos dela SC en las esferas ptiblica y privada y se pueden vincular con el Estado y el mercado, convirtiéndose en contacto entre los subsistemas y la sociedad (Olvera 2001: 25). El estudio de Arato y Cohen ha sido criticado, entre otras cosas, porque si bien ha aportado elementos definitorios valio- sos,’ éstos no han permitido configurar una estructura concep- tual y te6rica alternativa que comprenda en toda su dimensién el vasto fenémeno de la expansion de lo social (Olvera 2001: 26). Sin embargo, desde el punto de vista de Olvera, este concepto de SC es de lo mas acabado actualmente. Dentro del concepto que Arato y Cohen han propuesto des- taca el cardcter cadtico y disperso del mundo de las organiza- ciones y asociaciones que conforman el conglomerado deno- minado SC, situacién que muy pocos autores lograron exponer con tal claridad (Olvera 2003: 30). Por ello es pertinente agre- gar que aunque las definiciones de la SC son muy variadas e incluso en ocasiones contradictorias, entre la gran mayorfa de ellas hay algunas coincidencias badsicas (Ministerio de Planifi- cacién y Cooperacién de Chile 1997; Olvera 2003). Antes de proseguir es necesario hacer los siguientes recordatorios sobre deste criticas son variadas y se enfocan en distintos aspectos. Por ejemplo, que se una visi n libera’ seha sefialado que la SC tiene «un cardcter civilizatorio», un amplions a para “dor vigencia aun Estado de Derecho, un mercado operativo, tolermenes (ane publico...», libertad asociativa y una «cultura de politica de la con el conics rez,en Olvera 2003: 26); argumentos que contrastan fuertemente concepte de Se contradictorio y disperso que Arato y Cohen le han atribuido al berlograde Gane cua quier forma, lo mas sobresaliente en esta perspectiva es tice que hen uir en ta efinicién el aspecto cultural. Otro ejemplo es la erf- cual en ‘gumentado la carencia de una «dimensién moral-sistémica», en la Cohen® ves otros s{ se han concentrado (Alexander 2000), mientras que Arato y clone oma ieron centrarse en la dimensién juridica sosteniendo que esta fun- dad de fora no comune en el que se desarrollan y se expresan una multiplici- ol algunos aspectos fundamentales que cada concepto de SC debe tomar en cuenta: 1. La SC es un conjunto heterogéneo de actores sociales, no es un grupo de asociaciones con un movimiento unidireccional ni homogéneo. Entre estas organizaciones cominmente hay posturas diversas sobre los temas de interés publico. Asimismo, no participan en un tinico nivel de comunicaci6n ni de interac- ciéncon el gobierno, el Estado y la propia sociedad u otras agru- paciones, sino que se mueven de un nivel a otro constantemente en diferentes espacios ptiblicos. «La sociedad civil esta entrecru- zada por multiples conflictos, que es en todo caso “una arena de arenas” (Waltzer) y no un territorio de la convivencia no conflic- tiva» (Olvera 2001: 30). 2. No porta «ningtin proyecto de transformacién radical ni un programa politico especifico» o unitario, pero defiende el Estado de Derecho y la tolerancia (elementos de los cuales de- pende su misma existencia). En pocas palabras, promueve un control social moderado sobre el Estado y el mercado. 3. No define un modo particular ni especffico de vinculacién social con el mercado y el Estado. 4. La formacién de la SC es un proceso dindmico y de largo plazo, de caracter moderno-occidental. El proceso de la confor- macién de la SC en cada pais es un proceso particular y general- mente muy diferente. 5. Esta diferenciacién se debe, casi por completo, a factores histéricos y culturales. La SC, al estar compuesta por una amplia variedad de orga- nizaciones, puede ser dividida considerando el tipo de colectivos y asociaciones que la conforman. Se han realizado varios tipos de clasificaciones en los que comunmente «se ha enfatizado sdlo uno 0 algunos aspectos de la realidad que representan» (Minis- terio de Planificacién y Cooperacién de Chile 1997: 5).* Por esta razon, Olvera sostiene que con respecto a la SC, 8. Por ejemplo Larry Diamond (1999: 222) sostiene que la SC esté compuesta por una vasta red de organizaciones de orientacién: 1) Econdmica, que incluye a las asociaciones productivas y comerciales; 2) Cultural, con asociaciones religiosas, comunales, étnicas, y de otro tipo que defienden los derechos y valores colectivos; 3) Educacional, que engloba a los grupos enfocados en la produccién y disemina- 52 De una forma completamente empirica las definiciones mds comunes acotan su objeto de estudio a las caracteristicas forma- les de ciertas organizaciones civiles y movimientos sociales, des- conociendo asi que la nocién original de la sociedad civil fue pensada, en el campo de la filosoffa politica, para definir un es- pacio social plural, constitutivo de una forma de vida y de un potencial critico en relacién con al Estado y el mercado [Olvera 2003: 27]. E] problema de las definiciones empfricas reside en que re- currentemente se han centrado en las caracteristicas formales de ciertas organizaciones civiles (por ejemplo, Jas ONG) y movi- mientos sociales, desconociendo la capacidad critica de éstas fren- te al mercado y al Estado. Se les ha asignado un papel casi exclu- sivamente caritativo, cuando muchas de ellas critican abiertamente a gobiernos e instituciones internacionales. De igual forma, los enfoques funcionalistas descriptivos (muy comunes en la reflexién proveniente de la banca internacional de crédito) crean nociones pobres de la SC dado que tienden a concebirla como un todo homogéneo (Olvera 2001: 27). Olvera (2003), tomando como base el concepto de SC de Arato y Cohen, a mediados de la década de los noventa coordiné un proyecto de investigacién sobre Ja SC en México. El examen de distintos casos de asociaciones y organizaciones le permitié cons- truir una tipologia sobre las diferentes formas asociativas de la SC. Cada asociaci6n u organizacion tuvo un particular desarrollo histérico, su propio método de legitimacién, un modo especifico de interrelacién con los sistemas politico y econémico y una for- ma de institucionalizaci6n propia, situacién que hace de cada or- ganizacién un caso unico. También hay que aclarar que no se trata de una clasificaci6n exhaustiva, pues no contempla las com- binaciones posibles entre cada forma de organizacién (Olvera 2001: 34). Los distintos tipos ideales de organizaciones y asociaciones de la SC que Olvera encuentra en México serian los siguientes: ia ee conocimiento; 4) Gremial o categorial, con las asociaciones que defienden arial S sectorial de sus miembros (por ejemplo los sindicatos, los grupos empre- les o los de pensionados); 5) Hacia el desarrollo, con organizaciones que se mind por mejorar las condiciones sociales; 6) Temdtica, de asociaciones enca- diferens a temas espectficos como el Tespeto al medio ambiente o los derechos de dela nes minorfas; y finalmente, 72) Ctvica, que incluye a grupos que buscan (fuera mbito partidista) mejorar el sistema politico y la calidad de la democracia. 53 1. Asociaciones de cardcter econdmico-gremial. Incluye las organizaciones y clubes empresariales, sindicatos, producto- res rurales y asociaciones profesionales. Generalmente, éstos son los grupos mAs visibles de la SC, debido a su importante papel representativo de intereses y sectores. Son el puente en- tre la economia y la sociedad, y suelen estar reguladas de ma- nera precisa. En repetidas ocasiones se han situado como el eje de la SC frente a gobiernos autoritarios (por ejemplo Brasil o Espafia). Hoy son el sector en donde el déficit democratico es mayor en México. 2. Asociaciones politicas formales. Constituyen una de las for- mas de vinculaci6n entre la sociedad y el Estado, basicamente son los partidos politicos en su fase previa a la institucionaliza- cién 0, mas bien, antes de su incorporacién al sistema politico. Esto se explica porque si bien nacen como esfuerzos de grupos sociales voluntarios, una vez que se institucionalizan, internan en su seno la légica de la lucha por el poder a través de mecanis- mos normativos claros y explicitos que corresponden a la forma y alanaturaleza de esta misma lucha inscrita en el sistema polf- tico. Asf{, se convierten, una vez dado este paso, en los deposita- rios de la lucha politico-electoral propia de las democracias mo- dernas. Atn asi, hay que decir que sus funciones y formas operacionales «tienen un pie en Ja SC y otro en el Estado», ya que si bien son importantes aglutinantes dentro de la sociedad al conformar identidades fuertes, limitan su accionar a las «res- tricciones que impone la eficacia de la accién politica en térmi- nos de liderazgos y la practica de relaciones de direccién vertical sobre sus miembros» (Olvera 2001: 35). 3. Asociaciones de matriz religiosa. Estas se basan en la reli- gién y dependen, a menudo, de Jas jerarquias eclesidsticas. Son diversas y por su funci6n se pueden clasificar en asociaciones de culto religioso, de promocién social (comunidades eclesiales de base), las érdenes religioso-civiles (Caballeros de Colén), las de orden religioso cultural (Pro-vida), las asociaciones informa- les de las élites sociales y politicas en torno a valores religiosos (Movimiento Familiar Cristiano, movimientos juveniles, grupos de damas distinguidas), los grupos pentecostales que se desem- pefian en la esfera ptiblica y los grupos masénicos. Estas asocia- ciones comtinmente se relacionan entre si y algunas de ellas lle- gan a fortalecer a asociaciones y movimientos sociales. 54 4, Organizaciones civiles. Estas incluyen a un variado y enor- me grupo de asociaciones libres y voluntarias que se dedican a atender problematicas sociales generadas (0, tal vez, no atendi- das) por el Estado y/o el mercado. Se dividen en tres tipos. Pri- mero, las que se centran en la defensa y la promocién de los derechos politicos (Alianza Civica y Centro de Derechos Huma- nos Agustin Pro-Judrez). Comtnmente estas asociaciones no estén legalmente reconocidas y tienen un estatuto mas afin al de un movimiento que el de una institucién. Segundo, las «or- izaciones de promocion, desarrollo y servicios a la comuni- dad» (Olvera 2003: 36), reconocidas como ONG.’ Concebidas de forma global, son un verdadero movimiento de la sociedad por la transformacién de los valores politicos y culturales. Ge- neralmente promueven politicas publicas focalizadas a grupos sociales especificos. Vistas por separado pueden ser organiza- eiones con «algun tipo de registro legal, normalmente homogé- neas y con poca vida institucional» que realizan alguna activi- dad de promocién del desarrollo (Olvera 2003: 37). Por tiltimo, estAn las asociaciones de asistencia privada. Intentan resolver, no evidenciar, problemas que el Estado no ha atendido sufi- cientemente. Buscan compensar los rezagos sociales, como la pobreza, con medidas asistenciales. En México, cuentan con registro legal. 5. Asociaciones de tipo cultural. Grupos musicales y de baile, teatrales y artisticos, pro defensa del] patrimonio cultural, de re- cuperaci6n de tradiciones culturales, etc. Ayudan a consolidar la identidad cultural, aunque casi nunca son reconocidos institu- cionalmente, ni cuentan con apoyo oficial. 6. Asociaciones privadas de tipo deportivo y recreacional. Crean espacios muy importantes de socializaci6n, aunque a esta tarea las otras categorfas también contribuyen. 7. Asociaciones de tipo urbano-gremial. Es uno de los prime- ros peldafios de la organizacién social; habitualmente juegan roles activos en el disefio y la aplicacién de las polfticas ptiblicas, e 9. Muchas veces erréneamente, debido a que con esta acepcién se enfatiza la Separacién de la organizacién en cuestién con el Estado, siendo que sus elementos de diferenciacién més relevantes pueden ser otros como el tipo de organizacién, sus funciones, etc. Por ejemplo, una organizacién vecinal que se conforma en torno al problema de la inseguridad es también una ONG, sin embargo no estarfa con- templada en esta categoria, sino en el nimero 7 de esta lista. 35 incluyen asociaciones de vecinos, «hasta grupos populares urba- nos» (Olvera 2003: 37). 8. Movimientos y asociaciones de comunidades indigenas. Si asumen el papel de representacién y buscan la recuperacién de espacios puiblicos propios, pueden ser considerados como par- te de la SC. Si no, es decir, si pretenden separarse de la socie- dad y «aplican usos y costumbres para mantener esquemas de dominacién tradicionales, actian de forma incivil» (Olvera 2001: 39). Esto es porque fragmentan a la sociedad asumiendo posi- ciones prdcticamente anti-estatales siendo que, como hemos visto, una de las caracteristicas de la SC es no mantener postu- ras anti sisterna. A la par de estas formas asociativas estan los movimientos sociales propiamente dichos, que continuamente alimentan la accién de los grupos y asociaciones mds permanentes. Una bue- na parte de las asociaciones y organizaciones de la SC nacieron de ellos. Esto se hace mAs evidente cuando observamos que cada tipo de asociacién o forma de organizacién de los grupos de la sociedad es el resultado de un proceso histérico particular «de emergencia de formas de identidad y de accién colectivas que en su momento definieron un campo de conflicto» (Olvera 2001: 40). Por otra parte, aun a pesar de estar condicionados por regu- laciones legales y monetarias, los medios de comunicacién, como componentes esenciales de la esfera ptiblica, pueden convertirse en actores de la SC al fomentar discusiones sobre problemas ptiblicos 0 al hacer denuncias (Olvera 2001: 40). Finalmente, existen también grupos inciviles (entre los que se encuentran las mafias, los delincuentes, los narcotraficantes, los que generan corrupcién, etc.) que adquieren este status al no respetar la ley e imponer sus intereses particulares sobre la so- ciedad. En algunos momentos han sido dominantes en algunos paises. Estos grupos, si bien no se proponen directamente un ataque politico frontal en contra del Estado, sf se convierten, en algunos momentos, en factores que erosionan sensiblemente su legitimidad. De la investigacién de Olvera se desprenden varias conclusio- nes sobre la forma en la que la SC en México podria encontrar mejores condiciones de desarrollo: 56 1. Fortalecimiento del sistema legal institucional. Frente a un ambiente en el que «los derechos no se cumplen o se aplican de manera parcial» y segmentada, es necesario garantizar el Esta- do de Derecho y la real separacién de poderes (Olvera 2003: 430). También es urgente avanzar en la descentralizacién del poder, lo que le permitiria a la SC tener un papel mucho mds preponderante en la elaboracién y evaluacién de politicas pu- blicas. Otro aspecto muy importante es la profesionalizacién y descentralizacién de los aparatos y agencias del Estado yla crea- cién de instituciones hfbridas o mixtas de cardcter ciudadano- estatal. Por uiltimo, es inaplazable establecer mecanismos de rendicién de cuentas efectivos que hagan transparente el ejerci- cio gubernamental. 2. Fortalecimiento de la red asociativa y de movimientos socia- les. Esto se lograrfa a través de garantizar la libertad de asocia- cién y de la creacién de nuevas formas de reconocimiento juridi- co. Enespecifico este Ultimo punto permitiria que las asociaciones tuvieran acceso a fondos ptblicos en un marco de mayor con- fianza, «una institucionalidad apropiada debe apoyar la trans- parencia y claridad en la asignacién de apoyos publicos a las organizaciones civiles, las cuales deben a cambio someterse al escrutinio y evaluacién publicas» (Olvera 2003: 433). Asimismo se debe garantizar el acceso a los medios de comunicacién a las organizaciones y asociaciones de la SC. 3. Fortalecimiento de la cultura del asociacionismo. Enten- diendo que la ignorancia conlleva un importante desconocimien- to de los derechos y obligaciones ciudadanos, es necesario mul- tiplicar las posibilidades de acceso educativo de la poblacién. En gran parte, el corporativismo y el clientelismo mexicano se fundaron durante décadas en el bajo nivel de educacién de am- plios sectores sociales. La pobreza, de igual manera, a menudo arrastra «a la necesidad de vender la lealtad politica a cambio de pequefics beneficios econédmicos que son esenciales para la so- brevivencia», por ello «la pobreza es el mejor caldo de cultivo del clientelismo. Una politica agresiva de redistribuci6n del in- greso ayudaria a fortalecer una cultura de la autonomia indivi- dual y colectiva» (Olvera 2003: 435). Es urgente, por otra parte, la entronizacié6n en la sociedad de valores como la tolerancia y el respeto a la diferencia a través de campafias masivas de educa- cién civica. 57 4. Fortalecimiento interno de las asociaciones de la SC. La SC «realmente existente expresa también en su interior las Jimita- ciones hist6éricas que ha padecido y en las condiciones en que se ha desarrollado» (Olvera 2003: 435), por esta raz6n es necesario que también ellas reproduzcan internamente los valores demo- craticos, de transparencia y de leyalidad que son necesarios para su pleno desarrollo en !« esfera publica. Resulta, también, nece- sario que logren. un mayor grado de institucionalidad y forma- lizaci6n, situaci6n que debe contemplar forzosamente la esta- bilizaci6n de un cuerpo profesional de trabajadores. Por ultimo, debe recuperarse la relacién entre las ONG y las asociaciones y movimientos pepulares. Hay que concluir esta primera parte del trabajo diciendo que hablar de «una sociedad civil... es problematico» (Olvera 2003, 412). En efecto, ya que esta nocién hace referencia a una gran variedad de asociaciones, grupos, instituciones, actores, colecti- vos, etc. extremadamente diversa, plural y heterogénea —conti- nuamente contradictorias—, por lo que solamente es aceptable como categoria analftica en un «sentido altamente simbdlico». Desde el punto de vista de Alberto J. Olvera, en realidad tal con- junto de actores sélo se colocan como elementos de un mismo concepto en tanto que se autodefinen independientes del Estado y circunscriben su accién politica a una relacién de «oposicién o colaboracién» con el Estado, pero nunca se plantean, como ya se ha mencionado anteriormente, su sustitucién o destruccién (Olvera 2003: 412). Mads alla de estas coincidencias, alcanzar ge- neralizaciones sobre SC es extremadamente dificil. Mas bien, La sociedad civil es una construccié6n, un resultado de largos ciclos de luchas sociales y de la lenta institucionalizacién de un Estado de Derecho. La sociedad civil no es un dato, sino un pro- ceso en continua renovaci6n y en incesante lucha contra el auto- ritarismo, la ilegalidad y la antidemocracia. Sus ganancias nun- ca son permanentes, sino que exigen ratificarse en la practica social cotidiana [Olvera 2001: 41]. 58 E] Tercer Sector (sector no lucrativo) desde una visién comparada Ahora debemos desplazar la mirada hacia el tercer sector. Esta nocién, que coloca al Estado y a las empresas como los dos primeros sectores (vision trisectorial), comenzé a ser utilizada desde mediados de la década de los setenta, pero no fue hasta mediados de los afios noventa cuando definitivamente entré en el vocabulario de las ciencias sociales como una categoria regu- lar de andlisis."° Su nacimiento y posterior uso coincidié con la reaparicion de planteamientos conservadores a finales de la dé- cada de los ochenta que, como sostiene Roitter, «se oponian a la extensién de las potestades del Estado en materia social» y vefan en la accién civil y voluntaria la via para la solucién de problemé- ticas sociales, que el Estado (de bienestar) supuestamente habia sido incapaz de atender. Este concepto, agrega, que hace referen- cia ala expansion del asociacionismo global en las tiltimas déca- das, es «una traduccién del inglés» y su origen es claramente aestadounidense». Sin embargo, rapidamente fue adoptado en otras regiones, tanto en algunos cfrculos académicos, como en las esferas politicas, incluso en diversas organizaciones interna- " cionales como la ONU. En América Latina, a pesar de su muy reciente incorporacién ala semAntica politica y sociolégica, gané terreno y se colocé por encima de rétulos como los de ONG u organizaciones de la SC, con los que se trataba de englobaren un solo concepto al mundo asociativo y de accién voluntaria. El autor central sobre TS es sin duda Lester M. Salamon. Ya que aunque no nos ofrece grandes precisiones conceptuales o explicaciones teéricas sobre esta categoria, sf se ha convertido ‘en un referente para pensar el tercer sector (Censi 2002; Garcia Ferrando 2002). Sus planteamientos se han convertido en una pieza de andlisis importante sobre el asociacionismo moderno, .Bobre todo porque mis all de hacer un esfuerzo por contribuir a clarificar el panorama teérico, le permitieron concretar una investigacién cuantitativa sobre el sector no lucrativo a nivel glo- bal que resulté realmente novedosa, aunque también ha genera- do una importante critica. Tal proyecto —en el que particip6é un importante equipo de cientificos de numerosos paises— organi- 10. Ver el capftulo de Roitter en este volumen. 59 z6 y estabiliz6 mecanismos de medicién sobre distintos aspec- tos del quehacer de las organizaciones de la sociedad con el fin de conocer su dimensién, importancia y problemas en cada re- gion del planeta. Inicialmente, en el trabajo se explica que el crecimiento de la SC, a primera vista carente de forma e incluso erratico, es un fenémeno reciente pero global que se ha expresado en una multi- plicacién de las asociaciones y organizaciones sociales (Salamon 1999: 13). Sin embargo, se pueden identificar rasgos comunes en esta masa de clubes sociales, organizaciones profesionales, orga- nismos de asesoramiento, centros de formacién profesional, or- ganizaciones de derechos humanos, organismos profesionales, uni- versidades, grupos medioambientales, hospitales, clubes depor- tivos y otras muchas entidades. E] autor identifica cinco: 1. Son organizaciones. Tienen una presencia y estructura ins- titucionales. Con esto se refiere a que tienen caracteristicas or- ganizativas formales. 2. Son privadas. Existen institucionalmente fuera del Estado. 3. No reparten beneficios. No generan utilidades, ni lucro para sus gestores o el conjunto de titulares de las mismas. 4, Son aut6nomas. Controlan esencialmente sus propias ac- tividades. 5. Cuentan con participaci6n de voluntarios: la pertenenciaa ellas no esta legalmente impuesta y atraen un cierto nivel de apor- taciones voluntarias de tiempo en tiempo. Uno de los factores que explican este proceso de expansién del tercer sector es la crisis del Estado vivida en las dos tiltimas décadas. Esta se refiere al creciente cuestionamiento a las politi- cas de bienestar tradicionales en los paises desarrollados, las cri- ticas producto de las decepciones del desarrollo conducido por los Estados en regiones como América Latina, y el colapso del experimento socialista en Europa Central y del Este. Otro factor determinante de la llamada «revoluci6n asociativa mundial» es el crecimiento de la tecnologfa en el procesamiento y manejo de informacién, pues ella ha potenciado las posibilidades comuni- cativas entre sectores. El tercer factor mencionado por Salamon es el cuestionamiento cada vez mAs enérgico al consenso de Washington o consenso neoliberal. 60 “bad lie: Para la realizacién del estudio los autores reunieron a un equi- po de investigadores en 42 paises (aunque las conclusiones que presento mas adelante son producto de la segunda fase que comprende sélo 22) para hacer una medicién cuantitativa del proceso de expansién social global. Cobertura de patses de la Fase II del proyecto del «estudio comparativo del sector no lucrativo» de la Universidad Johns Hopkins ——_—————— Orr oO Europa Occidental Europa Central y Oriental Austria Republica Checa Bélgica Hungria ‘ Finlandia Rumania Francia Eslovaquia Alemania Irlanda Paises Bajos Espafia Reino Unido Otros paises desarrollados Latinoamérica Australia Argentina Israel Brasil Japén Colombia Estados Unidos México Pera Uno de los objetivos centrales del proyecto era revelar algu- nos de los aspectos més relevantes del «continente perdido del panorama social de la sociedad moderna», sobre todo para si- tuarlo en «el mapa de la economia mundial» (Salamon 1999: 23). El equipo de investigadores se preocupé por dar respuesta a tres interrogantes: ¢cudl es el tamafio real de estas organizacio- Nes, cudles son sus fuentes de ingresos y en qué medida difieren estos aspectos de pafs en pais? ¢Por qué se dan estas diferencias y qué factores fomentan su desarrollo o su retroceso? ¢Cémo contribuyen estas asociaciones a la sociedad y qué impacto tiene tal actividad? Para esto siguié una definici6n comin elaborada Por los investigadores de los 22 pafses participantes y que se Tesume en el siguiente cuadro: 61 Ambitos de las actividades no lucrativas cubiertos por la «fase II del Proyecto de estudio comparativo» del sector no lucrativo de la Universidad Johns Hopkins Cultura Educaci6n e investigacién Salud Servicios sociales Medio Ambiente Desarrollo Derechos civiles y asesoramiento legal Actividades filantrépicas Ayuda internacional 10. Confesiones religiosas 11. Asociaciones empresariales y profesionales, sindicatos 12. Otros WRN AUPWND La respuesta a las tres preguntas centrales lleva a los autores acinco conclusiones aplicables a los 22 paises mencionados (son datos de 1995 y expresados en délares estadounidenses de ese afio)."' La primera es que el sector no lucrativo constituye una importante fuerza econémica, mucho mas importante de lo que comunmente se cree. Representa anualmente 1.100 millones de délares generados por 19 millones de trabajadores a jornada completa por un afio en los 22 pafses. Si a esto se le suma el total de los trabajadores voluntarios, que en 1995 fue de 10,6 millones (sumadas las horas de trabajo voluntario como una expresién de trabajadores a jornada completa de 8 horas), se obtiene el traba- jo equivalente a 29,6 millones de personas a jornada completa. Esto equivale al 7 % del total del empleo no agrario, al 14 % del empleo en el sector servicios y al 41 % del empleo en el sector publico en los 22 paises. Acimismo, representa el 5,7 % del PIB, sin sumar el trabajo de las congregaciones religiosas. Segundo, hay grandes variaciones en tamafio del sector no lu- crativo entre pafses y regiones. Es mayor en los pafses desarrolla- dos, pero ademas es mayor (proporcionalmente hablando) en los paises desarrollados del norte de Europa e Israel en comparacién 11. También como precaucién metodoldgica estos autores plantean siempre primero la suma de los «asalariados» (las comillas son m{as, pues son asalariados hipotéticos), después la suma de los voluntarios y, posteriormente, la suma de lo aportado por las congregaciones religiosas. 62 con los EUA. El tamatio del sector no lucrativo no esté relaciona- do directamente con el tamafio del aparato estatal de seguridad y bienestar social. En tercer lugar, las actividades del tercer sector redominan los servicios de bienestar social. Aunque en tamafio el sector no lucrativo varia bastante de un pais a otro, su composi- cion refleja algunas similitudes: las organizaciones medioambien- tales, de defensa de los derechos civiles y de desarrollo concentra- ronun campo considerable del trabajo voluntario. El tercer sector concentra entre el 60 y 68 % de su actividad en tres campos. Esto se muestra de forma mas clara con el siguiente cuadro: Division del TS por tipo de actividad a nivel global sin incluir el trabajo de los voluntarios ' Educacién Esparcimiento Otras Sanidad Organizaciones Cfvicas Servicios Sociales 68 % | La misma relacién cambia un poco si se afiade el trabajo de los voluntarios: Division del TS por tipo de actividad a nivel global incluyendo el trabajo de los voluntarios Educaci6n Esparcimiento Otras = Sanidad sociales = Hay importantes variaciones regionales en el sector no lucra- tivo. En Europa Occidental, el predominio de los trabajadores del sector no lucrativo esta en la rama del bienestar social. En Europa Central las actividades recreativas y culturales ocupan un lugar preponderante. En Latinoamérica el sector no lucrativo se ha concentrado en aumentar la oferta de educacién. Por ulti- ™o, en los otros pafses desarrollados la tasa de empleo més alta del sector no lucrativo es en salud y educacién. Esto se ve mas claramente en la conformacién de cinco modelos: 1) el de predo- 63 minio de la educacié6n; 2) el de predominio de la sanidad; 3) el de predominio de los servicios sociales; 4) el de predominio de las actividades culturales y recreativas; y 5) el modelo equilibrado. Cuarto, La mayoria de los ingresos del tercer sector proce- den del sector publico y de pagos por servicios, no de la filantro- pia. La estructura de financiamiento del sector no lucrativo tie- ne caracterfsticas propias en cada pais. La filantropia representa el 11 % de los ingresos del sector no lucrativo. Las cuotas de los miembros y los pagos por servicios prestados por las organiza- ciones alcanzan el 49 % y del sector publico se obtiene el 40 % de los recursos. Y por tiltimo, el sector no lucrativo es un importan- te generador de empleo. Este sector ha generado mAs empleos que lo que han podido generar las economfas de los paises. Este fenémeno se observa mas nftidamente en Europa Occidental. El aumento en la financiacién via cuotas y pagos de servicios al sector no lucrativo es la causa fundamental del aumento tan importante del empleo en todo el sector. Esto denota claramente una tendencia a la mercantilizacién del tercer sector. Finalmente, el proyecto presenta conclusiones regionales: a) Europa Central y Oriental. Después de la caida del comu- nismo en 1989 el llamado renacimiento de la sociedad civil ha sido un proceso acelerado. Sin embargo, en Ja regién encontra- mos todavia una gran ambigiiedad en el desarrollo del TS debi- do a que en ella el legado comunista es muy pesado. Las dos Areas en las que la mayor parte de las asociaciones del TS se concentran son la cultura y el ocio y las organizaciones profesio- nales y los sindicatos: «los dos tipos principales de actividad que fueron tolerados e incluso apoyados por los regimenes comunis- tas» (Salamon 1999: 57). Mientras que las que se dedican a los servicios sociales, la educacién y la salud, en contraste con los paises desarrollados, son poco numerosas y su participacién dentro de la sociedad es menor. Esta tendencia muestra que en la regi6n persiste la idea de que es obligacién del Estado proveer el bienestar social. Son varias las medidas que se deben tomar en la regi6n para consolidar el desarrollo del sector: promover su legitimidad a través un marco legal que especifique con clari- dad los fines y funciones de las asociaciones y organizaciones asi como el acceso a los fondos, ya sea que éstos provengan de dona- ciones o del erario ptiblico. También es importante aumentar la 64 ible capacidad de actuacién de las asociaciones y de las organizacio- nes del sector, situacién que probablemente se conseguiria por medio de una mayor profesionalizacién de sus cuadros dirigen- tes. Por ultimo se recomienda una potenciaci6n de los recursos con que el TS cuenta para la realizacién de sus actividades. «Es necesario crear una base financiera sostenible» (Salamon 1999: 59) a partir del aumento de los recursos provenientes de la filan- tropia, principalmente las donaciones particulares no empresa- riales, y del crecimiento de los fondos publicos. b) Latinoamérica. E] principal problema en la regién es la existencia de dos sectorés'no lucrativos independientes uno de otro. Esta dualidad esta marcada por una separacién bastante acentuada entre organizaciones benéficas que suelen estar vin- culadas a las élites social y econémica y otras mAs bien cercanas glas organizaciones populares de corte mas informal. Histérica- mente el primer tipo de organizaciones ha jugado un papel pre- ponderante como expresién del TS, sin embargo, en los tiltimos afios, el otro tipo de asociaciones al que nos hemos referido esta tomando cada vez mayor relevancia, agregando un elemento de informalidad al sector no lucrativo en América Latina. E] fortale- eimiento del sector en la regi6n como primera tarea es tratar de eliminar la separacién existente entre estos dos grupos de aso- ciaciones por medio de un didlogo mucho mas fluido y una ma- yor interaccién. Ademas es necesario fortalecer su capacidad de actuacion invirtiendo en la capacitaci6én del sector a través de «mejores organizaciones de formacién e infraestructura» (Sala- mon 1999: 60). La idea con esto seria colocar a la parte menos formal del sector en una mejor posicién para actuar en la socie- dad, También, segtin este estudio, es importante mejorar los la- z0s con el poder publico y las empresas, dejando atras los clien- telismos. Con esto lo que se busca es hacer menos tensa esta relacién, que en mucho momentos se ha caracterizado por lle- varse a cabo bajo procedimientos poco transparentes, dependien- tes en gran medida de los «caprichos» de la élite politica en tur- no, Por supuesto, es necesario hacer mucho mas explicitos los mecanismos de competencia por los recursos publicos. Final- Mente se debe ensanchar el espacio publico en donde se desarro- Han estos grupos, permitiéndoles un mayor margen de acci6n. C) Paises desarrollados. Como principal meta en esta regién, el TS se debe concentrar en su renovacién. El sostenido apoyo 65 gubernamental que las asociaciones y organizaciones del sector han ganado en la década de los noventa y el aumento en las cuo- tas de los miembros y pagos por servicios las ha alejado de los ciudadanos. Muchas de ellas «se han convertido en grandes bu- rocracias que aparentemente no se distinguen mucho de los or- ganismos ptblicos con los que se relacionan», pero ademas mu- chas otras corren el peligro de convertirse en empresas mercantiles. Por tales razones es necesario que el TS en laregi6n evite el exceso de burocratizacién y de mercantilizacié6n. Esto se puede conseguir instrumentando una amplia campafia de reno- vacién que mejore sus procedimientos administrativos y que re- vitalice su imagen ptiblica, se deben retomar nuevas formas de planeacién estratégica. También serfa conveniente generar un didlogo més fluido entre los distintos actores del sector que tu- viera como principal objetivo una discusién amplia sobre su pa- pel en la sociedad. Por otra parte, resulta sumamente necesario aumentar los recursos provenientes de la filantropia, lo que le permitirfa al sector mantener un grado aceptable de autonomia con respecto al poder publico y al sector lucrativo. En concor- dancia con este objetivo, el aumento del trabajo voluntario se hace indispensable. Para integrar a un creciente pero hasta aho- ra sélo potencial voluntariado, en estos paises se deben estable- cer mecanismos que combinen efectivamente el trabajo remu- nerado con el trabajo voluntario. Por ultimo, es conveniente incluir a través de marcos legislativos mds adecuados al TS a procesos de integracién regional, como el caso de la Unién Eu- ropea o de América del Norte. Se debe aprovechar el enrome potencial del TS para la solucién de problemas sociales agudos en regiones muy pobres, como el caso del Africa sub-sahariana. Por ello, se recomienda para la region estrategias que permitan la internacionalizacién y la regionalizacién del TS. Sociedad civil, tercer sector y segundo circuito de la politica Hasta aqui hemos revisado los dos conceptos que en la ac- tualidad tienen mayor relevancia y aceptaci6n en la discusién del asociacionismo global. Ahora debemos recalcar que, aunque estas dos categorias han despuntado como las mas utilizadas en 66 Jos Ambitos politico y académico, se cuenta con una vasta gama de conceptos, términos y tipificaciones con las que se ha tratado de englobar el fenémeno del asociacionismo mundial. Nos en- contramos, como bien sefiala Roitter en este mismo libro, ante un panorama en el que la dispersién teérica y la ubicuidad con- ceptual son la constante, incluso algunos han llegado a hablar de una «inflacién terminolégica». Probablemente ésta sea la tini- ca coincidencia que aceptarian los autores que han contribui- do en el tema. Hay que decir que muchos actores polfticos, algunos acadé- micos e inclusive instituciones a nivel nacional e internacional han contribuido, algunas veces por omisi6n y otras con determi- nada intencionalidad politica, a que la situacién reinante en tor- no ala discusién del mundo asociativo permanezca en un estado casi cadtico. El arribo del concepto de TS dentro de la discusi6n -pcadémica tan s6lo «ha anadido nueva materia a la confusién rei- nante» (Olvera 2001: 22). Debido a que con este concepto se ha puesto especial interés en la capacidad econémica y empleadora .de las organizaciones y asociaciones bajo una légica casi exclusi- .vamente cuantitativista, dejando de lado aspectos tan importan- ". tes como las relaciones de las asociaciones y organizaciones del TS con el Estado y/o el mercado en términos politicos y no mera- mente econémicos, asi como el impacto de sus actividades en la «transformacién de la vida publica, incluyendo... los problemas de gobernabilidad democratica» (Olvera 2001: 22). En efecto, como vimos en la segunda parte de este trabajo, el enfoque de Arato y Cohen retomado por Olvera, se concentra en la naturaleza y el origen de las asociaciones y la forma en la que se relacionan con el Estado y el mercado, fundamentalmente en términos politicos, mientras que en el texto de Salamon, y en general en toda la corriente del TS, hay una preocupacién fun- damental por las labores que realiza cada tipo de asociacién. Esto se confirma si observamos cémo las asociaciones aparecen en el texto sobre el TS divididas en actividades como cultura, deporte, medio ambiente, servicios sociales, etc. Con esto nos damos cuenta de que Olvera muestra una inquietud mayor por conformacién histérica y la naturaleza de los actores que conforman las miiltiples asociaciones de la SC, a partir de esto, la forma en la que se relacionan y establecen limites al mercado yal Estado. Salamon, en cambio, se centra en las tareas que estas 67 asociaciones desarrollan en el seno de la sociedad. Estamos ante dos enfoques diferentes que, si bien pretenden explicar un fend- meno comtin para ambos, cada uno por su lado, ha elaborado una metodologia propia y se ha planteado objetivos diferentes. Con esto, regresamos a lo que se mencioné desde el inicio, a saber: la ambigiiedad conceptual en torno a las nociones de SC y tercer sector y la falta de un marco teérico consistente para pen- sarlas. Constatamos que efectivamente la construccién de un concepto de SC tinico, globalmente aceptado, esta lejos de ser una realidad; mds bien estamos en un momento de un intenso y abundante debate que se desarrolla en un sinnimero de direc- ciones, una de las cuales es la que se ha expuesto aquf como tercer sector o sector no lucrativo. Debemos decir, como Jo han subrayado tantos otros, que es- tos dos conceptos son parte de una disputa teérica sobre el papel del Estado (y del mercado), en donde por un lado, se pretende la constitucién de un Estado «minimo» que delega cada vez mayo- res responsabilidades, sobre todo de corte social, al sector em- presarial o al TS, mientras que por el otro se plantea que es nece- sario un «proceso de ensanchamiento de la democracia» que se expresarfa «en la creacién de espacios ptblicos y en una crecien- te participacién de la SC en los procesos de discusién y de toma de decisiones relacionadas con cuestiones y politicas publicas» (Dagnino 2003, citada por Roitter en el siguiente capitulo). Es aqui justamente en donde se inscribe la discusién de un segundo nivel de la politica, en el cual estarfan integradas como actor central todas las asociaciones y organizaciones de la sociedad. Este planteamiento no solo pretende dar una participacién mas estable a un actor social que en el mundo ha tomado enorme relevancia; sino, en el ultimo de los casos, fortalecer una demo- cracia que con el primer circuito como tinico espacio de la poli- tica ha demostrado ser insuficiente para garantizar la goberna- bilidad democratica en numerosos paises. Hay que sefialar, por ultimo, que el momento actual de inde- finicién y debate sobre el asociacionismo global, en el que la gran deuda teérica recae en la incapacidad de conseguir consen- sos sobre conceptos generales, debilita la posibilidad de institu- cionalizacién de un segundo circuito de la politica. Es basico para conseguir la regulacién y el financiamiento publico de las asociaciones, organizaciones y colectivos una clara delimitaci6n 68 oh de sus caracterfsticas, de sus funciones y de sus posibilidades para favorecer la consolidacién de valores democrAaticos en las sociedades modernas. Los conceptos con los que actualmente contamos como TS o SC han demostrado ser insuficientes para tal efecto. Se necesitan categorfas que incluyan el ambito politi- coy econémico en su definici6n, asi como el cultural, con el fin de abarcar en tales definiciones un todo bastante heterogéneo, contradictorio y disperso. La explosi6n del asociacionismo ha colocado a las organiza- ciones de la sociedad en un papel politico cada vez mds impor- tante. Su participacién en la esfera publica es creciente y las la- bores que realizan dia con dfa se diversifican y alcanzan nuevos, horizontes. Su regulacién y financiamiento publico, como sos- Schmitter, efectivamente podria contribuir al fortalecimien- |p‘ de la democracia. E] nuevo imaginario polftico, en el que las ” grganizaciones de la SC 0 el TS han adquirido enorme impor- fancia, no corresponde al imaginario de principios de los noven- "men el que, desde el pensamiento liberal-democratico, la ciuda- * glania electoral y la competencia partidista, eran la ultima palabra ga materia de politica democratica. Hoy se hace politica mds : ill de la representaci6n territorial, en buena medida en el terre- de las asociaciones y de las organizaciones de la sociedad. No stante, tal vez es muy temprano todavia para hablar de una . ‘Bemocracia post-liberal; el segundo nivel o circuito de la politica agp existe atin con el nivel de formalizacién que uno desearia, pero incluso en su nivel informal actual es una opcién promete- ora para expandir el panorama democratico. . Referencias ALEXANDER, Jeffrey (2000), «Sociedad civil», en Laura Baca Olamen- ‘b di, Judit Bokser Liwerant, et al., Léxico de la politica, México: FCE, pp. 699-704. 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Laaccién social y politica de grupos de individuos animados por una causa comun e identificados en torno a ella, que con fre- cuencia movilizan importantes recursos econémicos, que even- tualmente se convierten en colaboradores de los gobiernos en la puesta en marcha de programas sociales y que hoy son vistos como la posibilidad de construir un nuevo espacio de expresién ciudadana institucionalizada, obliga a pensar en las modalida- des especificas de sus formas ce orgariizacién y de participacién en la vida publica, El cambio del cual participan las asociaciones ha sido rela- cionado por diversos autores con un nuevo momento mundial, enmarcado en la globalizacién, en el que se tiende a un mayor equilibrio entre las esferas del mercado, el Estado y la sociedad (Cohen y Arato 2000; Martinelli 2002). En el Ambito de lo social el cambio se caracterizaria por el desgaste de la centralidad del Estado, de los esquemas corporativos y de los movimientos con- frontacionales y su sustitucién por esquemas asociativos basa- dos en la solidaridad que avanzan crecientemente en la conso- lidacién de un espacio institucional, en el que la defensa de derechos civiles y el ejercicio de la democracia se convierten en rasgos vinculantes entre los diversos actores y en el que formas 71 de colaboracién més sectorializadas y menos jerarquicas con- forman un nuevo modelo de coordinacién social. Asf, algunos autores hablan del ascenso de una nueva y activa sociedad civil (Cohen y Arato 2000; Olvera 2003), otros de la aparicién de un «torcer sector» que reclama espacios de participacion en la for- mulacién de las politicas publicas (Salamon 2001), y otros mas de una mayor diferenciaci6n funcional que conduce a una trans- formacién de la sociedad civil y el Estado hacia estrategias de cooperacién y concertacién para garantizar la gobernancia so- cial (Messner 1999). Desde una perspectiva diferente, Arditi, en este mismo volumen localiza el cambio en una expansi6n de la esfera politica vista como un archipiélago en el que confluyen lo electoral-estatal, lo social y lo global como circuitos diferencia- dos de intercambio y en donde las asociaciones, los movimien- tos y las coaliciones aparecen como nuevos «jugadores en el re- gistro de lo politico [...] y en el proceso interminable de creacién y recreacion del orden colectivo.». Sin pretender agotar un tema que es sumamente extenso, este capitulo pretende identificar algunas perspectivas que dan relevancia al estudio de las asociaciones, haciendo énfasis en la dimensién organizativa de las mismas y apuntando la posibili- dad de analizar la relacién entre diversos elementos histdricos, culturales y estructurales que las definen y su desempefio en el Ambito social y politico. En una segunda parte, se hacen algunos sefialamientos sobre las caracteristicas peculiares del espacio asociativo en México caracterizado por la convivencia entre aso- ciaciones de corte pluralista y organizaciones corporativas, y fi- nalmente se aborda el avance, en el mismo espacio, de un proce- so de institucionalizacién que reconoce el nuevo caracter de las asociaciones auténomas dentro de un marco de pluralismo y respeto a la diversidad. Importancia de las asociaciones Por su cardcter de formas de accién colectiva organizada y participativa, las asociaciones han sido sefialadas alternativa- mente como elementos fundamentales de la sociedad civil, como origen y producto del llamado capital social y como elementos que definen a las democracias contempordneas caracterizadas 72 por el pluralismo. La teorfa social contempordnea reconoce la forma en que asociaciones de diversa indole acttian como inter- locutores politicos, asumen un nuevo papel como corresponsa- bles con los gobiernos en los nuevos programas de desarrollo comunitario, se han convertido en las mas visibles promotoras de la critica hacia los nuevos esquemas econémicos y han desa- rrollado una extraordinaria capacidad de construcci6n de re- des que les permite trascender fronteras y expandir sus radios de accion. Su capacidad para reunir informacién y diseminar- la, para establecer patrones de comportamiento entre sus agre- miados y para reclutar ciudadanos privados en la formulacién de politicas puiblicas han sido destacadas por diversos autores como demostracién de que su existencia contribuye al fortale- cimiento de la vida democratica y a la mayor socializacién de las decisiones politicas. Cuando menos, como sefiala Beck, «con- tribuyen a generar el sentido putblico y la confianza ptblica, a abrir las agendas nacionales a los problemas transnacionales, cosmopolitas. Y son un florecimiento de lo humano por dere- cho propio» (Beck 2002: 28). Ciertamente, al igual que los movimientos sociales y otras formas de manifestacién colectiva de demandas sociales, las asociaciones son creadoras de ciudadania al contribuir a la ex- pansién de un espacio ptiiblico en el que confluyen y se discu- ten nuevas propuestas e ideas (Avritzer 2000). Schmitter las considera como los «ciudadanos efectivos»: aquellos que tie- nen la verdadera capacidad de influir en las politicas puiblicas. Junto con él, diversos autores proponen esquemas alternos de asociacionismo que aprovechen el potencial de la acci6n orga- nizada en la consecucién de metas sociales y en el fortaleci- miento de la democracia y que den a las asociaciones una vin- culacién mds orgénica con el funcionamiento politico de sus sociedades (Schmitter 1992a y 1992b; Streeck y Schmitter 1992; Cohen y Rogers 1995)! Su alcance es amplio y su filiacién diversa. Hay asociaciones civiles, religiosas, profesionales, expresamente polfticas, de asis- tencia social, de recreacién, de productores, de defensa de dere- chos étnicos o tribales, y de cardcter gremial. Consideradas con- juntamente, constituyen un universo organizativo caracteristico 1, Véase también los trabajos de Schmitter y Vite en este mismo volumen. 73

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