Libro de Arquitectura

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La ocupacion ae lal my ag ruana Daniéle Lavallée LA OCUPACION PRECERAMICA DE LA SIERRA PERUANA IFEA, Colectn Alasiias La época denominada precerdmica com- prende en realidad dos momentos muy di- ferenciados: una fase antigua, durante la cual la subsistencia de los grupos huma- nos se basa exclusivamente en la caza y la recoleccién —el hombre vive como depredador en un entorno natural del que ddepende estrechamente— y una fase més tara, en la que asistimos progresivamen- te a los primeros intentos de domestica- cidn de algunas especies animales y ve- getales, que desembocarin finalmente en In aparicién de una verdadera agricultura, EI hombre depredador se ha convertido tn productor de sus alimentos, modifican- do asi de forma fundamental sus relacio- a arg de cn Ose Cos © erin Reserved: Danie Lae, 2002 {its Oy Cn eo 7 tte ne Dente Lavalée nes con el entomo. En el estado actual de los conocimientos la primera fase puede situarse aproximadamente entre 12000 y 6000 a.C., por lo que se refiere a las re- giones andinas de mayor altitud. La se- ‘gunda se inicia hacia el 6000 y conven- cionalmente finaliza hacia el 1800\a.C., ‘cuando aparece el uso de la alfareria, aun- que esta innovacién técnica haya tenido una incidencia relativamente reducida sobre la forma de vida. EL ESPACIO ANDINO Ya que en la primera fase las condiciones eogrificas y climsticas desempefiaron un papel primordial, conviene describirlas brevemente. En Peri, Ia sierra incluye, en gene- , todas las regiones que pertenecen al istema andino que estén situadas a una altitud superior a los 1.800 m. En el inte- rior de este conjunto tan amplio, las “tie- rras altas” corresponden a Ios territorios que se extienden sobre los 2.800/3.000 m y constituyen una unidad geogréfica en la «que la altitudl desempena un papel primor- dial. Entre los macizos de la cordillera de los Andes, orientados norte-sur y mas 0 9 + Deritletavalée menos paralelos, se extienden, entre los 4,000 y 5.000 m, los altiplanos de la puna. Esta amplia estepa herbosa, que ondula hasta perderse de vista rodeada por las cimas desnudas y las cumbres nevadas de Ja cordillera que sobrepasan los 5.000 m, cortada por valles profundos, constituye el paisaje andino por excelencia, La ve- ‘getaci6n es escasa y poco variada —altas matas de gramineas, estebas y cafiuelas conocidas como ichu, algunos arbustos es- pinosos de poca altura y algunos anémi cos bosquecillos de guinuales (Polylepis) en las hondonadas protegidas— y el cli- ma riguroso: a una estaciGn seca (de ju- nio a octubre) en la que se altemnan hela- das nocturnas, a veces intensas, y tempe- raturas diurnas elevadas, le sucede un in- vierno (noviembre a mayo) de abundan- tes Iluvias acompafiadas por fuertes ne- vadas o granizadas, 0 ‘Laocapci preerinia dele porn A pesar de la altitud y de un clima riguroso que no ha cambiado desde fina- les del Pleistoceno, hace unos 10.000 aiios, los Andes nunca han sido un obsté- culo para el hombre; ni para su asenta- iento ni para sus desplazamientos, Todo Jo contrario: cubierta por los hielos del cuaternario hasta el $000 a.C., aproxima- damente, la puna constituyd, en cuanto se retiraron los tiltimos glaciares, un habitat favorable. El répido calentamiento del cli- mma se tradujo, por encima de los 4.000 m, en un aumento de la capa vegetal herbé- cea, lo que favorecié la multiplicacién de los grandes rebafios de herbivoros, camélidos 0 cérvidos. Los amplios espa- cios abiertos del altiplano resultaban, pues, muy propicios para grupos de caza- dores trashumantes. ‘Un poco mas abajo, los valles esca- lonados entre 2.500 y 3.000 m, que cons- Deni Lavaée tituyen el piso ecolégico localmente de- nominado quechwa, presentan (y presen- taban también en el pasado) condiciones climéticas menos rigurosas y vegetacién ‘més abundante, Nunca estuvieron ocupa- dos por los glaciares, pero su acidentado relieve, su frecuente encajonamiento en gargantas profundas llamadas quebradas, los hacfan poco propicios para los despla- zamientos de los cazadores, ademas de que su fauna salvaje era relativamente es- casa, Mucho después, cuando aparecieron las primeras plantas cultivadas, el piso quechua se convertirfa a su vez en un habitat privilegiado. Finalmente, encon- tramos en Perd algunas cuencas intermontanas que se extienden entre los 2.303.800 m, de norte sur: Cajamarca, Ayacucho, Cusco, por no citar mas que las principales; a las que se suma, en el norte del pais, el acogedor valle del rio 2 La ccupstonprecednisde a slea pera Santa, 0 Callején de Huaylas, que se es- calona de los 4.000 a los 2,000 m. No es de extrafiar que en estos espacios de to- pografia abierta, de clima templado, que nunca se vieron afectados directamente por las glaciaciones del Cuaternario, se hayan detectado los restos més antiguos del hombre peruano, que se remontan a unos 15,000 aifos.. Laguna de Papa Ft A. Rion B Danide havalise ¥ Pines gee fam pti xtc sy ‘xiao nie pee ame 4 LOS PRIMEROS OCUPANTES DE LA CORDILLERA ANTERIORES AL 8000 A.C. En el valle de Ayacucho, un amplio pro- grama de excavaciones dirigido por Richard S. MacNeish (1980-83) condu- jo, en los aftos 1969-74, to de més de 500 yacimientos de tod: Epocas, 20 de los cuales pertenecen al Precerémico. Uno de ellos, la cueva de Pikimachay, a 2.850 m, revel6 una secuen- cia de ocupacién que comienza hacia el 13000 a.C., en una fase Ayacucho (13000- 11000 a.C.), Para hacer honor a la ver~ dad, queremos precisar que su inventor quiere hacer remontar el inicio de la ocu- pacién humana de la cueva a més de Is Danii Ldaiee 20.000 afios: segtin él, durante una mera fase Pacaicasa (23000-13000 a.C, algunas herramientas de piedra tose: (choppers —piedtas con un filo som por la cueva de pequefios grupos de ca dores que habrian acosado en su guari la caza mayor del Pleistoceno antes d despedazarla y consumirla. No obstante, esta fase es hipotética en muchos aspece tos: por una parte, el fechado con C14 no se obtuvo a partir de carbones proceden- tes de una hoguera (el nivel “Pacaicasa” no contenfa resto alguno de uso de fue- 20), sino de huesos de Scelidotherium, un gran desdentado que habitaba entonces Ia gruta (la presencia de excrementos lo prueba), de modo que sus esqueletos po- drian encontrarse allf sin que neces: 16 |-sccupacisnprecermic de a sera pean mente los Hevara el hombre, ¢ incluso des- tle mucho antes de la legada de éste, Por otra parte, las “herramientas” que se le Atribuyen consisten (a excepcién de cua- ro objetos que sin duda se han deslizado desde capas superiores) en fragmentos mellados y mas o menos informes de toba volesinica, material del que esté hecha la propia gruta, de modo que podrfa tratar- se, como piensan ademas numerosos es pecialistas, de simples pedazos despren- didos de la pared. Por todo ello, Ta pru- dencia y el rigor obligan a situar el inicio de la ocupaci6n de Pikimachay hacia el 13000 a.C., lo que la convierte, a pe- sar de estas restricciones, en la mas antigua encontrada en Pera. De esta época (fase Ayacucho) unas herramien- tas Iiticas més abundantes, mas diversificadas choppers, bifaces bur- dos y lascas retocadas— y talladas esta "7 Daniele Lavaihie ver en rocas generalmente traidas de otros lugares, dan fe de la uilizacidn de la cueva por cazadores, cuyas presas siguen siendo algunos ejemplares de la megafauna pleistocénica (perezoso gigante, caballo) y también de especies actuales (camélidos diversos roedores). bk Un poco més tarde, la cueva de Guitarrero (Ancash), situada a 2.580 m de alttud en el Callej6n de Huaylas e investi gada por Thomas Lynch (1980) en 1968, parece haber estado ocupada desde el 10600 a.C. (fecha a veces euestionada) y, con mis seguridad, hacia el 8000 a.C. En un medio, ambiente aparentemente més seco y frfo que: el actual, pequeilos grupos de cazadores vi= fan de la caza —vérvidos, roedores y pija= ros— alla que probablemente afiadan la re= coleccién de plantas silvestres. A pesar de la reciente multiplicacién’ de las investigaciones arqueol6gicas en las. 18 La coup precermica de taser perans regiones altas, Pikimachay y Guitarrero son los tinicos lugares en los que se ha ‘demostrado una presencia humana que se remonte al final del Pleistoceno, aunque sigue habiendo dudas sobre su antigle- dad. Esto sugiere (y no prueba, porque la escasez.de hallazgos no constituye en for- ma alguna una prueba de ausencia) que las regiones montafiosas del Pert estaban ‘entonces, como también a zona litoral, muy poco pobladas. Otra posibilidad es que el paso esporddico de grupos huma- nos, sin duda en nimero muy reducido, ho haya dejado rastros perceptibles en la iictualidad. En cuanto a la forma de vida de la época su reconstruccién sigue sien- do muy dificil, Se trataba obviamente de pequefios grupos con mucha movilidad, ‘con herramientas relativamente toscas que reflejaban el uso de técnicas sencillas. En particular, parece que se ignoraba el uso 19 Danile tava de puntas de lanza, y por ende, de armas. arrojadizas, a menos que se hubieran uti- lizado palos 0 lanzas aguzadas al fuego 0 untas de hueso, No obstante, es proba ble que los hombres supieran ya aprove- char el medio natural andino, con nichos ecolégicos muy diversificados y muy cer canos unos de otros, y que lo completa- sen, dependiendo de las estaciones, con la caza con trampas de pequefios anima- les y la recoleccidn de bayas, semillas y tubérculos comestibles. Visa geal el sania de Tracy ena pa dno Pigs 223. Fo D Laval, 20 EL PER{ODO DE LOS CAZADORES: ESPECIALIZADOS (8000 ~ 6000 A.C.) En 1958, Augusto Cardich (1964) inicia- ba unas excavaciones en la cueva L2 de Lauricocha (Husnuco), donde descubrié tun nivel de ocupacién profundo fechado en el 7575 a.C. En aquella época, esta fe- cha caus6 sensacién, porque era cinco mmilenios anterior a los restos humanos mas antiguos conocidos en aquel entonces en Perti (en Huaca Prieta, en la costa norte, hacia 2500 a.C. ). Unos afios mas tarde, J. Muelle descubri6, en la cueva de Toquepala (Tacna) (2.700 m), situada esta ver en el extremo sur del pafs, un primer nivel de ocupacién fechado en el 7540 a.C. Daniéte Lavaiiee Fueron las primeras pruebas de que la pre= sencia del hombre en la sierra peruana se remontaba al menos a 10,000 afios. A cone ‘inuacién, excavaciones arqueolégicas re- cientes han proporcionado una imagen cada vex. mas rica y animada de la forma de vida de los cazadores recolectores. andinos entre el 8000 y el 6000 a.C:: ade- és de las ya mencionadas Pikimachay y Guitarrero, las cuevas o refugios de Jaywamachay (3.350 m) y Puente (2.582 m) en el valle de Ayacucho —excavaciones. irigidas por Richard S. MacNeish (1980- 1983)— de Telarmachay (4.420 m) —bajo Ta direccién de Danitle Lavallée (1985)—, Pachamachay (4.250 m), Uchkumachay (4.050 m), Panaulauca (4.050 m) —bajo la direccién de Ramiro Matos y John Rick—en la regiGn central de Junin, son Jos yacimientos mas representativos y los. que han suministrado més datos, gracias 4 1a ocupacién presen dea ia pervana ‘1 la aplicaci6n de técnicas de excavacién y de andlisis cada vex mas precis ‘A partir de 8000 a.C., parece genera- lizarse la ocupacién humana de la sierra En los valles y cuencas intermontafiosos que aparentemente ya habfan sido reco- rridos, como hemos visto, por pequefios grupos de cazadores, la ocupacién se hace ims densa y se utilizan de manera regular humerosas cuevas. Segiin MacNeish, los niveles de ocupacidn fechados entre el 8000 y el 6000 a.C. (fases Puente y Jaywa) podrian corresponder, en la region de Ayacucho, a las ocupaciones estacionales de microgrupos que practicaban la caza de algunos camélidos y cérvidos, pero so- bre todo Ia caza con trampa de pequetios mamfferos (roedores) y de pAjaros, ast como la recoleccién de bayas y semillas En Guitarrero, la fauna de los complejos ILy LV (8500-6200 a.C.) es parecida a la 25 Dante Laat de Ayacucho, al igual que la industria lit pero el interés principal de estos nivel reside en el hecho de que, desde el com= plejo Il, aparecen restos de plantas culti= vadas, entre otras frejoles (Phaseolus. lunatus) y ajies (Capsicum chinense). Como se trata, no obstante, de un descu= brimiento hasta ahora tinico y de antigtie~ dad excepcional, volveremos a él cuando tratemos la domesticaci6n vegetal y ani= ‘mal en general, Bs evidente que, aunque en algunos puntos particularmente favo- rables de la sierra se realizaron en aquella época experiencias horticolas, la subsis- tencia sigue basdndose en Ia caza y la re- coleccién, Otro territorio se abre también al hombre hacia el $000 a.C.: la puna, libe~ rada desde hacfa poco de los hielos. La mayor parte de los refugios naturales —cuevas 0 abrigos— situados en los 26 Le oewpacin procera de a sir peruana umerosos macizos rocosos, son rpida- nente aprovechados por cazadores que, en grupos sin duda bastante numerosos, practican una caza en la que la megafauna pleistocénica deja paso a las especies ac- luales. Entre otras, dominan los cérvidos (lataruca, Hippocamelus antisensis y, mis eseaso, el ciervo de cola blanca, Odocoileus virginianus) y, sobre todo, 10s camélidos (la vicutia, Lama vicugna, y el ‘guanaco, Lama guanicoe). Estos ocupan cen seguida un lugar preponderante en la ca. Técnicas, herramientas, actividades: en todos los yacimientos abundan las herra- mientas de piedra tallada, diversificadas y de cuidada ejecucién, Entre los instru- ‘mentos més comunes encontramos pun- tas bifaciales de formas diversas (folidceas, romboidates, y algunas veces, triangulares) que, enastadas en mangos de n Laceupacion prcerémica de a sea pean madera o de junco y lanzadas mediante un propulsor (todavia no se conoce el reo), constituyen armas arrojadizas muy eficaces. La variedad de sus formas, que varia segtin las regiones, sugiere la exis- tencia de tradiciones, 0 incluso de unida- des sociales, diferenciadas y al mismo tiempo da fe de las distintas adaptaciones ‘alos materiales y a la caza disponibles. Si seguimos un orden de frecuencia decre- ente, vienen a continuacién las raederas, lizadas principalmente, como ha de- mostrado 1a observacién de las micromarcas de desgaste que aparecen en su filo, para trabajar las pieles de los ani- ‘males (descarnado, raspado, afeitado, cur- ido); luego herramientas cortantes de dis- Lintos tipos, taladros, piezas denticuladas © con muescas que habrian podido servir uty iia oon aie clei dea se para raspar madera o hueso, y algunos ins- eran cnr 1D 0 pr de pope spades Darley eso dea Dios . Chauvet, {rumentos grandes, generalmente bloques 28 2» Danite Lavaitde © trozos de piedra naturales utilizados como mueta, Chancador o percutor. El ins trumental de piedra se completa con he rramientas de hueso que servian para tras bajar Ia piedra (cornamenta de cérvidos- percutores, retocadores) 0 el cuero (cue chillos, alisadores, punzones y agujas), Por ditimo, se utilizaban numerosos uten- silios y herramientas de madera, cuerda y mimbre, pero raras veces se han conser vado estos materiales en los yacimientos, Se conocen muy pocos campamentos al aire libre —Quishqui Puncu (Ancash), Ambo (Hudnuco), Asana (Moquegua) han sido los descubiertos excavados—, ya sea porque sus restos han quedado destruidos o profundamente en- terrados 0 porque el hombre pretiriese utilizar los refugios naturales. Los arre- glos son someros en estos refuugios: se suelen encontrar una o mas hogueras de tinicos 0 Ls ocupicn provera desea pruana diferente tipo, utitizadas para cocinar ali- fnentos 0 con fines técnicos (por ejem- plo, calentar los nédulos de pedernal para desbastarlos con més facilidad, reblande- cer las resinas que servian para fijar las puntas de lanza al extremo de las astas). Las hogueras, encendidas con ayuda de luna varilla rotativa © golpeando dos tro- zos de pirita, se alimentan con matas de ‘chu, ramas de arbustos (la madera es muy rara en esas altitudes) y excrementos de camélidos, Ademds de estas hogueras, en las que se reatizan, aparentemente siem- pre en los mismos lugates, las distintas areas domésticas 0 téenicas, existe a ve~ ces un murete de piedra o una mampara de pieles o ramas que protegiese y cerra- se la vivienda (ahora desaparecidos, aun- {que persisten en el suelo hoyos alineados donde se ensartaban los postes). Casi to- dos los trabajos realizados en el interior a1 La ocupacinpreerimica del siwa pervana Sos, que sirven para hacer ropa y reci- pientes, instrumentos y adomos. En los yacimientos situados en una altitud infe- rior, como en el valle de Ayacucho, se han observado instrumentos de triturado/mo- lido —muelas, morteros y manos— con frecuencia que en altitudes mayores, Escenas de a vids cota chun canparento pn ana ene 800 y 6000 giran més 0 menos en torno a la explota~ ci6n de las materias primas animales su- ministradas por la caza: desbastado de la piedra y elaboracién de las armas y herra= mientas, descuartizamiento de las presas, preparacién y coccién de la care que pro- bablemente también supieran conservar mediante algtin procedimiento de secado 0 de ahumado, preparacién de las pieles, de los tendones, de las visceras, de los hue~ airless pane nce pana cfd ge ba senior Stet FD, Lae ot 35 Daniéte Laval »ecupacin prevermica de lasers perma Yelarmachay, la presencia de restos de Jolos y de recién nacidos de camélidos y de cérvidos ha permitido situar la ocupa- (in del refugio entre diciembre y abril, gstacidn en la que nacen las erfas. Jo que parece indicar una mayor util ci6n de los recursos vegetales silvestres, Por tiltimo, los refugios naturales, i dependientemente de los que estén si dos a altitudes medias o bajas, salvo excepciones s6lo parecen haber sido zados durante parte del afio. Es probable los grupos de cazadores-recolectores se: plazasen por un territorio relativam amplio siguiendo unos ciclos estacional determinados por los movimientos de Kk animales y la mayor o menor abundanei de los otros recursos naturales (caza m nor, bayas y semillas comestibles), q variaba dependiendo del medio ambient y de la altitud, De este modo, los mismos lugares se volvfan a ocupar regularmes ara determinar el ritmo de las estancias resulta preciso el estudio de los restos hhuesos de animales mediante técnicas de andlisis recientemente implementadas: en La muerte; en algunas cuevas 0 refugios Ue la sierra se han descubierto sepulturas que demuestran que se respetaba a los wuertos y que su sepelio se rodeaba de {in ritual a veces un tanto elaborado, aun- ue estos hallazgos siguen siendo esca- 40s. En total, los restos de unos 15 adul- {os y algunos nifios encontrados en Lauricocha, Telarmachay y Panalauca, hablan por los centenares de generacio- jnes que se han sucedido a lo largo de nue- ve milenios de historia peruana. Los cuer- pos suelen descansar en fosas excavadas cn la parte mas profunda de estos refu- ttios, en posicidn extendida o flexionada y, veces, parece que atados o envueltos 36 37 Daal Lavetée en un saco (proteccién que no se ha e servado, pero cuya presencia se pug deducir de la posicién y de la flexi6n fo zada de los esqueletos). Suelen acot far al muerto algunos adornos o herti mientas: en Telarmachay, una mujer d unos 20 afios fue enterrada con un cof junto de herramientas reservadas para ean ememo densi evan nol dé ee cals nes compa den coin de cg de he ios y pera sedor de $0.4), 38 [Li ocupecisin precermiea del ier peruana Wmabajo de Ia piel (raederas y raspadores Ale piedra, alisadores y punzones de hue- 40, ain impregnados de octe rojo). Los Aiflos parecen haber sido objeto de aten- giones especiales: en Lauricocha, un nifio Mie 12 afios fue enterrado con varios ins- {qumentos de piedra y hueso y con cuen- lus de turquesa; otro, cubierto de polvo ile oligisto (mineral de hierro brillante); fen Telarmachay, sobre el esqueleto de {un nifio de pocos meses se encontraban un collar de cuentas blancas de caliza y colgantes de hueso pulidos (que en su ori- gen debjan adornar una banda para su {ransporte en 1a que sin duda se enterr6 al ifio). Por sltimo, la mayorfa de las se- pulturas contienen restos del ocre rojo con, el que recubrieron los cuerpos, ya sea de- bido acreencias que se nos escapan 0, mas. prosaico, para evitar que se pudriesen (como se hacia también con las pieles de 39 Pots pests de equepla(Tacr) (7500 1:7) Cae ign de Pedro Rojas Poe Laocupacin precersimia del sla perana nimales). En cuanto al tipo humano de la poca, éste atin resulta poco conocido. Los {ndividuos adultos suelen tener el eréneo ‘jlargado, la cara medianamente ancha y una ‘eslatura que no suele superar los 1,60 m. Bil arte de los cazadores: las zonas con telieves calcdreos de los Andes peruanos encierran innumerables representaciones fupestres, pintadas o grabadas en las pa- fedes rocosas, al aire libre 0, con menos frecuencia, en los refugios. Suelen repre- sentar camétidos, asociados 0 no a perso- hajes esquemsticamente esbozados que a veces enarbolan armas. En la cueva de ‘Toquepala, mas de 50 figuras ejecutadas en rojo, amarillo, verde, blanco y negro (las rojas parecen ser las més antiguas) componen escenas de caza que en algu- nos casos podrfan corresponder, segtin J. Muelle, a la primera ocupacién de la cue~ va (7500 a.C.). Las figuras realistas de 4 * DanidleLavallée animales se combinan con siluetas hombres armados, uno con una maza, con una especie de palo sujetado en ma vertical, quiz un propulsor. No lejos de Lauricocha, la pequefia cueva_ Chaclarragra presenta un friso de a les pintados errojo oscuro, sin duda cufias, que huyen delante de dos hor bres, mientras que un tercero les hi frente, blandiendo también lo que pa ce ser un propulsor y una jabalina; gin Cardich, esta obra podrfa remont se a unos 4,000 alos. Se conocen ese nas semejantes en distintos puntos de I Andes centrales, casi siempre pintadas rojo oscuro. En el extremo sur del pa la cueva de Sumbay presenta por el trario siluetas de animales pintadas blanco —camélidos, felinos y land (avestruz americano)— que M. Neira fe cha sobre el tercer milenio a.C. 2 Laocupacion recerimica de a sierra pean En realidad, es imposible fechar el arte rupestre andino y los temas que tra- no son ninguna prueba de su anti- lledad. La mayor parte de las pinturas han sido realizadas en paredes aisladas, sin asociaci6n a restos culturales de otra naturaleza. En algunos casos, muy po- 0s, el descubrimiento en los niveles ar- queoldgicos fechados, de nédulos de co- lorante 0, como en Toquepala, de me- chas de algtin vegetal impregnadas de color e interpretadas como una especie de pinceles, ha inducido a que se atri- buyan las obras a una época determina- da, Este tipo de hallazgos, en realidad excepeionales, no son, por otra parte, incuestionables. Como se conocen me- jor ahora los miiltiples usos técnicos del ocre rojo conocidos ya de antiguo, el hallazgo en algtin nivel de trozos 0 de polvo de ocre no permite que se le rela- 43 Danidle Lavallée cione con las pinturas rupestres que se encuentran cerca, LA APARICION DE LA AGRICULTURA, Y LA GANADERIA (6000 A 2000 A.C.) A partir del sexto milenio, el desarrollo cultural andino experimenta un nuevo rit- mo, En efecto, la aparicién, hacia el 6000 a.C, y sdlo en algunas zonas privilegia- das, de las primeras manipulaciones de especies vegetales comestibles y, en me- nor grado, de especies animales, condu- cird progresivamente a la adopcién de pane cir nuevas estrategias alimentarias basadas en om oo ag la horticultura, la agricultura y la ganade- pe Me Ot rfa, sin que desaparezcan por ello los an- eh tiguos modos de vida basados en la caza y en la recoleccién, El conjunto de estos cambios, que pueden agruparse bajo la de- fens de czy capt de camo, sefedor de 5000 Gy 44 45 — Donite avaée nominacién de neolitizacién, se explica Ja vez por los cambios ocurridos en el m dio ambiente (especialmente entre el sex- to y el quinto milenio, donde el optinu climdtico se caracteriza por un clima mi célido y hiimedo que el actual), por el au- mento progresivo de la poblacién y por existencia, en algunas regiones andin: privilegiadas, de biotipos especialment favorables, Algunas experiencias aisladas antiguas podrfan haber precedido a eclosién del sexto y quinto milenio: com hemos visto en la cueva de Guitarrero, parece haberse cultivado frejoles y ajfe hacia el 7000 a.C. No obstante, a parti del 5500 a.C. se cultivaron otra especi de frejoles (Phaseolus vulgaris) y cal bazas (Cucurbita y Lagenaria (“Complejo III”), Encontramos las mismas especi cultivadas en la regién de Ayacucho, en: 46 La ocupacinprecermica de sera peruama tre el 5500 y el 4000 a.C. (fase Piki). Por tltimo, aparecen también en Guitarrero restos de un tipo de matz (Zea mays) primitivo aunque ya doméstico a partir de 5500 a.C., lo que le convierte en el maiz cultivado mas antiguo de ‘América, y en Ayacucho hacia el 4300 a.C. En ambos casos, estas experiencias yen Tugar en un contexto de caza-re- coleccién ligado a una forma de vida no sedentaria, apenas diferente de la del pe- riodo anterior. En ambos casos esta si- tuacién se da en regiones de clima tem- plado y de altitud media. En las tierras altas, las mismas cue- vas y refugios (Lauricocha, Pachamachay, ‘Telarmachay y otras) siguen ocupadas por cazadores cuyo modo de vida y equipo técnico se han modificado muy poco. En estas regiones, situadas mas arriba del umbral que permite la agricultura, se ini- 47 {La primer especie de caméilo domstco apres hala Po siyaca lama pcos. BibuioS. Elsa Dante Lave andino aprende poco a poco a cultivar la tierra y a criar ganado, Aunque no porello se vuelve sedentario, se observa una ten- dencia a la permanencia de las instalacio- nes. Asi, los usuarios de los refugios na- turales, situados en grandes altitudes, ocu- pados siempre en la misma época del afio —jacaso el nacimiento de las crias en los ganados domésticos no se produce siem- pre en la misma época?— poseen también otro hibitat de cardcter més estable, ins talado a menor altitud, en donde pueden practicar el cultivo de tubéreulos y de otras plantas andinas (papa, oca, olluco, mashua, quinua). Lo mismo ocurre en la cuenca de Ayacucho, donde los campamentos estacionales en refugios parecen crecer en nimero y en importancia y en donde apa recen hacia el final del periodo, verdaderas aldeas permanentes (fases Chihua, 4400- 3000 a.C., y Cachi, 3000-1800 a.C.). aa La ocupacionprecerimica de sia peruana En cuanto al equipo téenico de estos primeros agricultores-pastores, éste no ha cambiado nada desde Ia época de los ca- zadores. Las herramientas de piedra talla- da siguen siendo las mismas, acusando Ginicamente variaciones morfolégicas 0 ‘morfométricas poco importantes, De un extremo a otro del pafs, e incluso de la Cordillera, desde Ecuador a Chile, las he- rramientas son similares y siguen desem- pefiando las mismas funciones. 33 2 Daniate Lovallée ‘cy Gt) rnin cope cepa oa Se eV ier ole Somes ‘mane Dino 8 ae APARICION DE UNA SOCIEDAD NO- IGUALITARIA Quizé més que el inicio de una econo- mfa de produecién, to que caracteriza el final del precerémico es la emergencia gradual de una jerarquizacién social. Se refleja a partir del 2500 a.C., aproxima- damente —un poco mas tarde que en las regiones costeras—en la construccién de Jas primeras edificaciones pablicas, 0 qui- x religiosas. En distintos puntos de la sie- rranorte —Kotosh, Shillacoto, Huaricoto, La Galgada, Piruru— se construyen, aproximadamente en el mismo momento, cedificios cuadrangulares monocelulares, independientes y relativamente pequefios, 55 Danite Lavalée con una sola entrada y muchas veces con tun pequefio hogar excavado en Ia parte central, que se encuentra también en un nivel més bajo. A veces se observa tam- bién una superposicién de edificios, es- pecialmente en Kotosh, donde el famoso ‘Templo de las Manos Cruzadas (ya que tiene un bajo relieve que representa dos antebrazos humanos en cruz) fue cubier- to, después de su abandono y nivelado vo- Iuntarios, por el Templo de los Nichos. La funcién de estas construcciones, que no estén rodeadas de ningain resto de vivien- das y que no presentan sefiales de ningu- na jerarquia funcional, sigue siendo pro- blemética, al igual que la naturaleza del poder que ditigié su edificacién, Quizé se utilizasen en un momento preciso del afio, al agruparse diferentes comunidades tem- poralmente reunidas. En el marco de una organizacién sociopolitica, sin duda algu- 56 La ocupacidn precermica del sierra peruans ‘Superpoiin de eis ea Ketosh, donde “empl ds Manos Crazadss ha sido leant nia del “Templo Blanco”. Segin S. lun ia Benno 1971, pi. 68) 1 Danie Lavate ‘na muy evolucionada, apoyadaen una eco- nomfa en la que la agricultura y 1a gana- derfa han legado a ser complementarias, este poder habria poctido concentrarse pro- gresivamente en las manos de una élite (religiosa?) encargada de controlar la produccién, de distribuir las tareas y los bienes, dentro de un marco regional cada vez més amplio. El uso de la alfarerfa, que aparece en Jos Andes peruanos hacia el 1800 a.C. (fase Waira-Sirca de Kotosh), marca el fi- nal del Precerémico, La adopei6n de reci- pientes de cerdmica, que se sustituyen a las calabazas y a los recipientes de cuero utilizados hasta el momento (y que se si- guen utilizando), no se puede comparar a Ja revolucin del modo de vida ocurrida en los anteriores milenios. Bibliografia 199K Montane Fonagers Asana au the South ~ Cental ‘And cho iver tow ss, lows Ci. 1964 “Lavisshs Paamestos para ana Preistora de os ‘And! cents” Sue Pravhiurc, 3. Busnes AMES Cen Argentine Estados csi 1988 Ciiicacin andi: frac, Lima Come Na DONNAN.C.B.(e) 1985 ly Ceremonial Avhectare nthe Andes Wasbing JENNINGS, 1.0, 1983 Ancient South American, San Faceo. W.H. Feta 1985 “Domestication et sSderaiton dans pion adie” En Grand dls de TA Pais aejlapatia Unive pp 360361 9 PEC a erence Reet Eraaee CT aae Creat ae Pere oma eee re en aldeas perm apeardy Be oe

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