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Informe de lectura

“Cuaderno Azul”, Los cuadernos azul y marrón,


Ludwig Wittgeinstein
Francisco Gracia G. (trad.), Tecnos, Madrid, 1993
pp. 27-60

Lenguaje como fuente de los problemas filosóficos. Los “problemas filosóficos” son
pseudos-problemas, malentendidos lingüísticos, por lo tanto no deben ser resueltos, sino
disueltos. No hallamos aquí en el centro mismo de la actitud wittgensteiniana. Si la
filosofía tradicional está caracterizada por un cuestionar sistemáticamente las cuestiones
mismas. Wittgenstein no se inscribe en una respuesta inercial a los clásicos problemas
filosóficos, sino que se plantea el sentido y el origen mismo de ellos.

El “Cuaderno Azul” parte con una crítica a la forma en que se formulan las preguntas
respecto a los significados de las palabras, para eso se cuestiona respecto a qué es
una explicación de significado de una palabra. El autor señala que preguntar ¿qué es
significado? Produce en quien debe responder un “espasmo mental”, a su juicio esta
es una de las grandes fuentes de confusión en filosofía ya que ante una pregunta por
un sustantivo se busca una cosa que le corresponda.

La pregunta por la explicación de significado resta relevancia a la pregunta ¿qué es


significado? y a la vez permite responder a qué es significado, para esto se debe
estudiar la gramática (el uso) de la expresión.

Existen procesos mentales definidos a través de los cuales el lenguaje puede actuar,
estos son la significación y la comprensión, los signos del lenguaje “parecen muertos
sin estos procesos mentales”. “La acción del lenguaje consta de dos partes; una
parte inorgánica, el manejo de signos y una parte orgánica, que podemos llamar
comprender estos signos, significarlos, interpretarlos, pensar.” (30) En este sentido,
el autor destaca que los signos por sí mismos no tienen sentido, que el uso es lo
relevante. En esto funda su crítica al pensamiento formalista que confunde el signo
con lo importante.

Un error extendido es que se busca el uso de un signo, pero como si fuese un objeto
que coexistiese con el signo (se busca una cosa que corresponde a un sustantivo), sin
embargo, su uso, su significado está en un sistema de signos al cual ese signo
específico pertenece, esto es un lenguaje. Para comprender el signo es necesario
comprender el lenguaje.

En este sentido el autor plantea que “pensar es esencialmente la actividad de operar


con signos” (33). La comprensión de los enunciados está asociada a los contextos “yo
se lo que significa una palabra en ciertos contextos”

A partir de estas ideas básicas respecto al lenguaje el autor señala varias confusiones
en las que cae la filosofía

Confusión entre razón y causa:


Se produce por el uso ambiguo de la expresión ¿por qué? a la que muchas veces se
responde con una causa en vez de con una razón. Las proposiciones en que se asocian
causas a acciones constituyen hipótesis, las que están bien planteadas en la medida
en que se sustentan en experiencias que muestran una regularidad. En cambio,
cuando se trata de razones no es necesario fundar los enunciados en experiencias ni
formularlos como hipótesis.
Esto es similar a lo que ocurre en la confusión entre motivos y causas, éstas son
conjeturas, en cambio los motivos deben ser conocidos.

La idea de que pensar consiste en operar con signos, plantea la pregunta respecto a
¿qué son signos? Para ello el autor introduce la noción de “juegos de lenguaje” que
hace referencia a las formas de lenguaje con las que empieza a hacer uso de las
palabras.

“Si queremos estudiar los problemas de la verdad y de la falsedad, del acuerdo y del
desacuerdo de las proposiciones con la realidad, de la naturaleza de la aserción, la
suposición y la pregunta, nos será muy provechoso considerar formas primitivas de
lenguaje en las que estas formas de pensar aparecen sin el fondo perturbador de los
procesos de pensamiento altamente complicados. Cuando consideramos formas de
lenguaje tan sencillas, desaparece la niebla mental que parece envolver nuestro uso
ordinario del lenguaje. Vemos actividades, reacciones, que son nítidas y
transparentes. Por otra parte, en estos sencillos procesos reconocemos formas de
lenguaje que no están separadas por un abismo de las nuestras, más complicadas.
Vemos que podemos construir las formas complicadas partiendo de las primitivas
mediante la adición gradual de formas nuevas.” (45)

A partir de esto se plantea el tema de la generalidad, el autor se refiere al “ansia de


generalidad” o “la actitud despectiva al caso particular” ésta es resultado de
tendencias conectadas con algunas confusiones filosóficas.
a) La tendencia a buscar algo común a todas las entidades que usualmente incluimos
bajo un término general. (…) La idea de que un concepto general es una propiedad
común de sus casos particulares está conectada con otras ideas primitivas y
demasiado simples de la estructura del lenguaje. Es comparable con la idea de que
con la idea de que las propiedades son ingredientes de las cosas que tienen las
propiedades (…)
b) En nuestras formas usuales de expresión está enraizada una tendencia a pensar
que la persona que ha aprendido a comprender un término general, por ejemplo, el
término “hoja”, ha entrado por ello en posesión de una especie de imagen general
de una hoja, contrapuesta a las imágenes de las hojas particulares. (…) nosotros nos
inclinamos a pensar que la idea general de una hoja es algo semejante a una imagen
visual, pero conteniendo solo lo que es común a todas las hojas (…) el significado de
una palabra es una imagen, o una cosa, correlacionadas con la palabra.
c) la idea que tenemos de lo que sucede cuando comprendemos la idea general de
“hoja”, “planta”, etc., etc., está conectada con la confusión entre un estado
mental, significando un estado de un hipotético mecanismo mental, y un estado
mental en el sentido de un estado de conciencia (dolor de muelas, etc.).
d) Nuestra ansia de generalidad tiene otra fuente principal: nuestra preocupación por
el método de la ciencia. Método de reducir la explicación de los fenómenos
naturales al menor número posible de leyes naturales primitivas; y, en
matemáticas, al de unificar el tratamiento de diferentes temas mediante el uso de
una generalización. Los filósofos tienen constantemente ante los ojos el método de
la ciencia y sienten una tentación irresistible a plantear y a contestar las preguntas
del mismo modo que lo hace la ciencia. Esta tendencia es la verdadera fuente de la
metafísica y lleva al filósofo a la oscuridad más completa. Quiero afirmar en este
momento que nuestra tarea no puede ser nunca reducir algo a algo, o explicar
algo. En realidad la filosofía es ‘puramente descriptiva’ (45-46)
La idea de que para lograr claridad acerca del significado de un término general haya
que encontrar el elemento común a todas sus aplicaciones ha sido una traba para la
investigación filosófica, pues no solo no ha conducido a ningún resultado, sino que
hizo, además, que el filósofo abandonase como irrelevantes los casos concretos,
que son los únicos que podrían haberlo ayudado a comprender el uso del término
general. Cuando Sócrates hace la pregunta “¿qué es el conocimiento?” no la
considera siquiera como una respuesta preliminar para enumerar casos de
conocimiento. Si yo desease averiguar que clase de cosa es la aritmética, me daría
por muy contento con haber investigado el caso de una aritmética cardinal finita.
Pues
a) esto me conduciría a todos los casos más complicados,
b) una aritmética cardinal finita no es incompleta, no tiene lagunas que tengan que
ser cubiertas por el resto de la aritmética. (49)

Distinción entre criterios y síntomas como forma de dar una definición.


en general, nosotros no usamos el lenguaje conforme a reglas estrictas, ni tampoco
se nos ha enseñado por medio de reglas estrictas. Por otro lado, nosotros, en
nuestras discusiones, comparamos constantemente el lenguaje con un cálculo que se
realiza de acuerdo a reglas exactas. (54)
Somos incapaces de delimitar claramente los conceptos que utilizamos; y no porque
no conozcamos su verdadera definición, sino porque no hay ‘definición’ verdadera
de ellos. Suponer que tiene que haberla, sería como suponer que siempre que los
niños juegan con una pelota juegan un juego según reglas estrictas. (54)
¿Por qué al filosofar comparamos, pues, constantemente nuestro uso de las palabras
con uno que siga reglas exactas? La respuesta es que las confusiones que tratamos de
eliminar surgen siempre precisamente de esta actitud hacia el lenguaje. (54)
La persona filosóficamente perpleja ve una ley en el modo en que se utiliza una
palabra y, al intentar aplicar esta ley de forma consistente se enfrenta con casos en
los que conduce a resultados paradójicos (56)
La filosofía, tal como nosotros utilizamos la palabra, es una lucha contra la
fascinación que ejercen sobre nosotros las formas de expresión. (56)
El que la mayor parte de las palabras no tengan un significado estricto no constituye
un problema.
Los filósofos hablan muy frecuentemente de investigar y analizar el significado de las
palabras. Pero no olvidemos que una palabra no tiene un significado dado, por así
decirlo, por un poder independiente de nosotros, de tal modo que pudiese haber una
especie de investigación científica sobre lo que la palabra realmente significa. Una
palabra tiene el significado que alguien le ha dado. (57)
Es erróneo decir que en filosofía consideramos un lenguaje ideal, como opuesto a
nuestro lenguaje ordinario. Pues esto hace que parezca como si pensásemos que
podríamos perfeccionar el lenguaje ordinario. Pero el lenguaje ordinario está
perfectamente. Cuando elaboramos ‘lenguajes ideales’, no es para que reemplacen
a nuestro lenguaje ordinario, sino precisamente para eliminar alguna dificultad
causada en la mente de alguien al pensar que ha comprendido el uso exacto de una
palabra común. Esta es también la razón por la que nuestro método no consiste
simplemente en enumerar los usos actuales de las palabras, sino más bien en
inventar otros nuevos de modo deliberado, algunos de ellos a causa de su apariencia
absurda. (57)
Cuando decimos que con nuestro método intentamos contrarrestar el efecto
confundente de ciertas analogías, es importante que ustedes comprendan que la idea
de una analogía que confunde no es nada que esté definido con precisión. (57)

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