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Salinas al través de 100 años


Cuadros, costumbres y leyendas

Por Lic. Aguedo Santiago Cruz


Escrito en ocasión del 100 aniversario de la Fundación de Salinas.
Publicado en la Revista Puerto Rico Ilustrado
Periódico EL MUNDO, 1941

SALINAS EL BARRIO
En el centro de una extensa llanura, en el sur de la Isla, limitada al norte por una como
herradura de montañas, está Salinas: pueblo joven cuyos moradores son enérgicos,
emprendedores y amantes del progreso. A principios del siglo diecinueve un grupo de
vecinos industriosos empezó a levantar un pequeño caserío, por entonces, rodeado de
fincas de café, guineos y caña de azúcar, siendo por esta época, el barrio más próspero de
San Blas de Illescas, que más tarde se llamó Coamo. Al norte de este caserío se extendían
grandes dehesas, siendo la industria del ganado vacuno, caballar y lanar próspera y
productiva.

LA FUNDACIÓN DEL PUEBLO


La feracidad de las tierras de esta comarca, así como la calidad de sus habitantes,
influyeron de una manera tan positiva en el desarrollo económico de esta vecindad, sobre
todo, por su industria ganadera y agrícola, que en 1841 recibía Don Agustín Colón
Pacheco, vecino distinguido de este barrio, del Capitán General y Gobernador de la Isla,
su nombramiento de Capitán Poblador con atribuciones de Alcalde e instrucciones para
reunir a los hacendados y vecinos de calidad para nombrar una Junta de Vecinos, entre
ellos cinco hacendados, para que juntamente con él como presidente de dicha junta,
organizara el Gobierno Municipal.

De este modo, el día 22 de julio de 1841, surgió a la vida oficial este pueblo, con el
nombre de Salinas, nombre que mereció por sus grandes mareas de donde se extraían
enormes cantidades de sal, estando situado al este del Río Niguas.

LOS FUNDADORES
Fueron sus fundadores Don Agustín Colón Pacheco, como Alcalde; Don José María
Cadavedo, como Sargento Mayor; Don Juan Colón, como Capitán de Urbanos, y cinco
hacendados que los fueron Don Antonio Semidey, Don Antonio Morelli, Don Francisco
Sécola, Don Julio Delanoy y Don José Antonio Torres. Todos aceptaron gustosos sus
nombramientos y prometieron dar todas sus energías e inteligencia a fin de contribuir al
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rápido progreso de este pueblo que acababa de surgir a la vida pública.

Por entonces, Don Julio Delanoy, aun cuando era propietario en ésta, tenía su domicilio
establecido en Guayama, de cuyo pueblo era Regidor Segundo. Cuando el Capitán
General fue así informado, decidió que Don Julio Delanoy, por no tener su domicilio en
esta comarca, y por ser Regidor Segundo en otro pueblo, no podía ser miembro de esta
Junta de Vecinos, siendo sustituido en la misma por el no menos distinguido vecino Don
Juan Landrau.

Don Antonio Semidey y Don José Antonio Torres eran Regidores de Coamo; pero, como
hasta entonces este pueblo había sido barrio de ese, y ellos tenían sus domicilios en este
barrio, fueron definitivamente aprobados como miembros de esta Junta.

De acuerdo a las instrucciones recibidas por Don Agustín Colón Pacheco, había de
nombrarse dos Capitanes de Urbanos, lo que no se hizo por no haber entonces sino una
sola compañía organizada, nombrándose así solamente uno. En su reunión del día
primero de septiembre la Junta nombró a Don Ramón Torres como Tesorero y un mes
más tarde se nombró como Síndico Procurador a Don Pedro Garcés.

LA PARROQUIA
El día primero de enero de 1854, se fundó la parroquia de Salinas. Ese mismo día el
primer niño que recibió las aguas del bautismo en este templo fue Valentín de la Cruz,
hijo legítimo de Don Liborio de la Cruz y de Doña Evarista Pérez, siendo el primer
párroco el Reverendo José Monserrate Lugo.

Era Obispo de Puerto Rico para ese tiempo Fray Pablo Benigno, quien hizo su primera
visita pastoral a la parroquia de Salinas en abril de 1860. En enero de 1866, acordó la
Junta empezar los cimientos para la construcción de un edificio que dedicaría a
carnicería, y, fue resuelto, además, que se empezara la organización de la Guardia rural.
El diez de febrero del mismo año la Junta recomendaba al Capitán General los nombres
de Don Domingo Mattey y de Don Salvador Antonetty para que se nombrara entre ambos
el Juez de Paz, señores que eran a su vez miembros de la Junta de Instrucción.

LAS PRIMERAS INDUSTRIAS


Así organizado este municipio, la rapidez con que progresaron sus industrias fue
asombrosa, Salinas sonaba con prestigio por la abundancia y buena calidad de sus
crianzas ganaderas; por su azúcar y sus mieles; por sus variedades de guineos; por su café
y por su industria salina. Pues esta última ofrecía entonces la oportunidad a cualquier
persona que así lo deseaba para extraer de sus mareas cuanta sal quería y podía para su
propio beneficio. Oficio que estimulaba a muchos por el lucro que de tal ocupación
obtenían.
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LOS ESCLAVOS
Desde antes de la fundación y hasta el año 1873, las labores agrícolas eran rendidas por
negros esclavos. Si bien es verdad que aquí hubo sus casos aislados en que estos infelices
eran tratados con inusitada crueldad, no es menos cierto que en su mayoría eran bien
considerados por sus amos; pues en muchos casos, los hubo, que habiendo conquistado el
cariño y afecto de sus amos; éstos los devolvían a la libertad; y no pocos, por su industria
e inteligencia, se redimían a sí mismos, pagando el precio de su libertad. A pesar de que
al principio prevalecía esta enervante y bochornosa institución del hombre esclavizado
por el hombre, la fecundidad de la tierra y el favor del clima, permitían el desarrollo de la
industria con resultados lisonjeros. Tan así era, que cuando se dio la libertad a los
esclavos Salinas contaba con un gran número de prósperos hacendados.

LAS HACIENDAS
Don Antonio Lanausse era dueño para aquel tiempo de lo que todavía lleva el nombre de
Bejucal, que habiéndola vendido luego a Don Enrique Vázquez, este último montó allí
una hacienda. Tenían haciendas, además, el mismo Don Antonio Lanausse, dueño de la
Magdalena; Don José Amadeo, dueño de la Amadeo; Don Pedro Raspaldo, de la
Margarita; Don Nicolás Márquez, de la Isidora; Don Salvador Antonetty de la Carmen;
Don Tomás Benvenutty, de la Benvenutty; Don Ignacio Lafuente, de Hacienda Vieja, y
otras de menor importancia. Con el tiempo estas haciendas fueron cambiando de dueños,
unas veces por herencia, y otras, mediante compraventa. Hoy día tiene esta comunidad
dos centrales: La Aguirre y La Caribe. Gran número de grandes y pequeños colonos con
sus tributarios.

Salinas, desde su fundación, como dijo nuestro inspirado poeta Gautier, fue "lago de miel
que con la brisa ondea". Ha dejado de ser el lago para convertirse en todo un mar de miel.
Pues una gran parte de sus fértiles llanuras está cubierta con esta dulce planta.

LA LIBERTAD DE LOS ESCLAVOS


Cuando Don Lucas Amadeo, compueblano distinguido, cantó la libertad de los esclavos
en este lugar, se celebraron grandes fiestas y se organizaron manifestaciones. De todas las
haciendas acudían los negros a la población portando banderas y estandartes alusivos al
acontecimiento, mientras atronaban el ambiente con cantos y griterías, confundiéndose
libres y esclavos en universal regocijo. Por ese paso de acercamiento cristiano y de justo
reconocimiento al derecho de hombres, Salinas, como todo Puerto Rico, entraba por el
arco triunfal al concierto de los pueblos civilizados del mundo.

Pasado este revuelo de justificado júbilo, todo el mundo volvió a las faenas cotidianas,
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con la satisfacción que se siente del bien que se hace. Muchos de los que acababan de
recibir su libertad, atolondrados aún por su estado de inferioridad anterior, se acogieron a
cierto estado de servidumbre voluntaria del cual se fueron redimiendo con el tiempo. Su
principal diversión consistía en el baile de bomba, en que los instrumentos eran dos
barriles con cueros de cabro atezados a un extremo, palillos y maracas.

Las mujeres tocadas con grandes pañuelos de Madrás, se subían las faldas hasta bien
arriba, dejando ver blancas enaguas, tableteadas a fuerza de plancha y almidón,
adornadas con sus correspondientes entredós, acompañando sus cánticos con ruidos de
maracas hechas del fruto del higüero. Frente a esa pareja bailaba al mismo compás el
galán que la acompañaba, pero sin asirla por la cintura. Eran los hombres los que lucían
más coquetos mientras describían líneas con su movimiento frente a sus parejas.

Aun recordamos haber visto muchos de esos bailes que se celebraban en los bateyes de
Doña Juana Sécola, en el sitio Las Marías, y de Don Pedro Navarro, en la calle de Cayey.
Desde luego que para dar mayor animación a estos actos sociales los concurrentes se
pasaban sendos y continuados tragos de aguardiente de caña.

El resto de la población gustaba también del baile, usando como instrumentos musicales
el tiple o el cuatro, acompañado de guitarra y güiro, a lo que llamaban música brava. En
este baile no se lucían enaguas tableteadas ni pañuelos de Madrás; pero el parejo llevaba
a su acompañante bien asida por la cintura.

LAS FIESTAS PATRONALES


Todos los años se celebraban Fiestas Patronales. Se traían orquestas de otros pueblos y
los directores de la fiesta, entre ellos el Alcalde, anunciaban en sus programas tres bailes:
uno para la clase que ellos llamaban de primera; otro para la clase de artesanos, y un
tercero para los jornaleros. Si bien es verdad, que para estos bailes, organizados por cada
una de las clases, los concurrentes no tenían que pagar por bailar.

La diversión de mayor atracción para los muchachos en estas Fiestas Patronales, la


constituían unos barriles que se colocaban frente a la Plaza de Recreo, en una línea recta
y a una distancia de tres a cuatro metros entre uno y otro. Formaban haces de astillas de
tea que humedecían con gas. Los colocaban dentro de los barriles, quedando su mayor
parte fuera del barril, y cuando llegaba el momento oportuno les pegaban fuego. Entonces
salían de dichos barriles llamas que alcanzaban considerable altura. Por sobre estos
barriles encendidos brincaban los muchachos, para así exhibir su destreza al no dejarse
quemar por las llamas. No todos resultaban diestros. Algunos tenían que lamentar más
tarde su imprudencia temeraria.

Otra diversión favorita de los chicos era la de hacer pelotas de trapo reforzadas con
alambre dulce. Las impregnaban con gas. Les pegaban fuego, una a una; y luego, a fuerza
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de puntapiés las hacían rodar por entre las multitudes, produciendo esto la mar de
sobresalto a las mujeres, que entonces llevaban sus vestidos casi arrastrando.

Hoy día se celebran en las Fiestas Patronales de Salinas los llamados Bailes Populares,
que por ser únicos en su clase, tienen gran resonancia en toda la Isla. Pero en estos bailes,
a pesar de que son organizados por los directores de la fiesta, como antes, usted tiene que
pagar su entrada al baile, a pesar de que honramos a la misma matrona que antes, cuando
no había que pagar nada por participar de dichos bailes.

SALINAS ANEXADO A GUAYAMA


Continuó Salinas viviendo su vida corporativa independiente hasta el año 1902, cuando,
por un gran error político, fue anexado a Guayama, como barrio de aquella ciudad,
permaneciendo en esa condición de su misión política hasta el año 1905, en que se
rectificó el error y nuestro pueblo volvió a vivir su vida propia, que tan absurdamente
había sido interrumpida por tres largos años.

LA ALCALDIA
Fueron varias las casa de esta población en que estuvieron situadas las oficinas de nuestra
Alcaldía, hasta que en 1915 la administración de entonces construyó un edificio propio en
donde quedaron acomodadas todas sus oficinas. Es una bella y moderna construcción que
se levanta frente a la Plaza de Recreo, precioso parque poblado de copudos robles, a cuya
sombra se ofrecen a la vista jardines casi siembre florecidos.

LEYENDAS
Todavía viven en Salinas Algunos descendientes de nuestros fundadores de cuyos labios
oímos algunas leyendas locales que ellos nos relatan como acontecimientos y hechos
reales y auténticos.

Terremotos en Salinas
Cuentan que hace ya muchos años se sintieron en Salinas unos temblores de tierra de tal
magnitud que sembraron el pánico en todos los corazones. Los árboles se inclinaban
hasta tocar con sus copas en la tierra. Los animales aterrados corrían de un sitio para otro;
las mujeres y los niños se arrodillaban en las calles pidiendo protección al Todopoderoso;
pero el clímax fue cuando el mar se retiró de sus márgenes hasta "El Cayo", arrecifes que
hoy podemos ver dentro del mar como a dos o más millas de distancia de la orilla.
Cuando el mar se retiró así toda esa parte de su lecho descubierta quedó seca y muchos
peces quedaron saltando. Los moradores de las playas corrían presurosos a recogerlos, a
pesar del sorprendente y aterrador espectáculo. Poco tiempo después del regreso, por la
impetuosidad de las olas, quedaron cubiertas de agua todas nuestras llanuras hasta la base
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de nuestras montañas.

El pozo de agua dulce


Como a cincuenta metros de las orillas hacia dentro del mar hay en Salinas un manantial
de agua dulce que abasteció de agua común a la población playera hasta que hace poco
cuando el progreso hizo llegar el acueducto hasta esa vecindad. La administración
municipal había rodeado este manantial de agua potable, en medio del mar, con muros de
concreto, construyendo un camino elevado que daba acceso al pozo, en donde se instaló
una bomba de manos que los moradores manejaban diariamente para conseguir su
provisión de agua para su diario consumo.

Vivía por ese tiempo en la Playa de Salinas una familia que tenía varios hijos, entre ellos
uno llamado Gregorio Girau, muchacho travieso, desobediente, y temerario. Un día en
que el padre y la madre salieron de casa, dejando a Gregorio cuidando a sus hermanos
menores en lo que ellos regresaban, este muchacho logró esa oportunidad para maltratar e
infligir daños serios a sus hermanitos. Después que había actuado tan de
consideradamente, se dio cuenta de su mal. Lleno de miedo, antes de que llegaran sus
padres, corrió a ocultarse entre los densos manglares que crecían dentro del mar, cerca de
la costa, para ponerse a salvo de las iras de su madre, que por sus travesuras, lo castigaba
severamente, casi todos los días. Acosado por el hambre y por al sed, con sus ojos
nublados por las lágrimas, miraba el desconsolado muchacho, con ojos codicioso, sobre
la superficie del agua del mar, cuando notó que subían desde el fondo hasta la superficie
unas burbujas.

Empezó a tocar las burbujas con los dedos de sus manos, que prontamente se disolvían ,
cuando accidentalmente llevó sus dedos a la boca, descubriendo que había allí agua
dulce. Maravillado de su hallazgo y olvidado de la deuda pendiente con sus padres, corrió
a su casa gritando alegremente, informando así a sus vecinos de su descubrimiento.

Olvidados los padres de Gregorio de su maldades, seguidos de todos los vecinos, fueron
hasta el manantial subiéndose por las ramas de los mangles hasta que quedó comprobado
la afirmación de Gregorio. Aquel fue un día de admiración y regocijo para todos los
vecinos. Gregorio se salvó de la zurra que había temido tanto por más de veinticuatro
horas y sus padre, después de dos días de ausencia de su hijo, lo estrecharon entre sus
brazos cariñosamente, y reinó la paz en el corazón de Gregorio, el descubridor del pozo
de agua dulce.

El Jacho de Centeno
Cuentan algunos mayores que una vez vivía en la Playa de Salinas, solo en su bohío , un
pobre pescador llamado Centeno. Enfermó este pobre hombre hasta llegar a sufrir de un
paludismo crónico que con nada podía curar. Pasaban los días y las fiebres se repetían,
empeorando su salud y su situación económica; pues sintiéndose tan mal no podía
echarse al mar, de donde acostumbraba sacar con su trabajo el sustento diario Una noche
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de lluvias, cuando tiritaba de frío por la fiebre que lo consumía, se levantó y fue cerca de
su choza donde cogió unas hojas de zorra de limón para hacer un cocimiento y tomárselo
con el fin de calmar la fiebre que lo devoraba. Miró alrededor y no pudo encontrar
astillas con qué animar el fuego. Entonces cogió una cruz de madera que tenía, la hizo
astillas y la metió al fuego. Así logró su intento; pero cuentan los que esto recuerdan y
afirman que poco tiempo después murió nuestro enfermo y empezó a verse, que de lo
que fue su bohío salía un hombre , que suspendido en el espacio, con una antorcha en la
mano, moviéndose unas ves por mar y otras por tierra, como que buscaba algo que había
perdido. Así ha continuado en esta tarea hasta nuestros días, en que todavía hay personas
que aseguran que lo ven periódicamente, a horas avanzadas de la noche. Las gentes
creyentes consideran que lo que hizo Centeno con la cruz constituye un acto de
sacrilegio, profanación, y que fuerzas misteriosas lo han condenado, después de su
muerte, a buscar las cenizas de la cruz que quemó, por mar y por tierra, hasta
encontrarlas. Y como no las ha encontrado aún, sigue nuestra buena gente todavía
viendo "El Jacho de Centeno", en horas avanzadas de la noche.

ABREN CARRETERA NUMERO UNO DE SALINAS A CAYEY


El progreso de Salinas durante los últimos treinta años ha sido realmente asombroso. Han
mejorado de una manera notable sus vías de comunicación. Últimamente ha sido abierta
al servicio público la carretera Salinas-Cayey que asegura a este pueblo un futuro cercano
de desarrollo comercial y de progreso. Si se logra el dragado de nuestro puerto, hoy en
completo abandono, sin duda que este pueblo llegará a ser un centro de distribución en la
costa Sur. Por la rapidez de su progreso y desenvolvimiento económico, podemos darnos
cuenta de las energías e industria de sus habitantes, lo que garantiza a esta comunidad
halagadoras perspectivas.

SALINAS MODERNO (1941)


Salinas es un pueblo completamente moderno, lo que se puede apreciar por su excelente
acueducto, su alcantarillado, su edificio alcaldía, sus escuelas públicas, su hospital
municipal y su farmacia en donde se recetan diariamente más de trescientas personas, su
bello parque de recreo y sus calles rectas y limpias, debidamente embreadas.

Cuenta con unos 18,000 habitantes y un presupuesto de más de cuatro mil dólares.
Representan la actual administración Don Segundo Díaz, como Alcalde, hombre
sencillo, accesible y lleno de los mejores deseos.

Oros funcionarios principales son Don Manuel Miranda, Secretario del alcalde; Don
Serafín Pabón, Tesorero Director Escolar; Don Luis C. Ayes, Auditor Municipal; el Dr.
Cardona, Director de Beneficencia y Don José Colón Bermúdez, Presidente de la
Asamblea Municipal. Todos ellos, al igual que los de anteriores administraciones, están
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ávidos de que la rueda del progreso en Salinas se mueva sin cesar.

De acuerdo con el censo de la PRRA, hecho en 1935, el área superficial; de Salinas es de


44,328 cuerdas, de las cuales 21,703 son de pastos; 12,162 son de caña y 132 de café.
Según los datos que tenemos a la mano, en 53 fincas había para entonces 8,407 cabezas
de ganado vacuno. En 38 fincas había 879 vacas de ordeño que produjeron 560,803 litros
de leche. También había 2,091 bueyes, 1,040 caballos, 163 mulos, 50 asnos, 52 ovejas,
619 cabras y 492 cerdos y lechones.

Para esa época la Central Caribe produjo 8,082 toneladas de azúcar y la Central Aguirre
73,622,375 toneladas, o sea, un total de 81,704,615 toneladas.

Imitando al poeta que dijo que Mayagüez huele a "mangó", nosotros podemos decir que
Salinas sabe a sal y huele a miel.

El día 22 de julio de 1941, Salinas cumplió cien años de su fundación. Siendo uno de los
pueblos más jóvenes de la Isla, es también uno de los más prósperos. Es reflejo de la
visión de sus fundadores; timbre de orgullo de sus descendientes y de todos los que
hemos tenido el privilegio de haber nacido en el marco del inmenso panorama de sus
fecundas llanuras, tendidas a la sombra de su caprichosas montañas.

Por Lic. Aguedo Santiago Cruz


6 de septiembre de 1941

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