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SALINAS EL BARRIO
En el centro de una extensa llanura, en el sur de la Isla, limitada al norte por una como
herradura de montañas, está Salinas: pueblo joven cuyos moradores son enérgicos,
emprendedores y amantes del progreso. A principios del siglo diecinueve un grupo de
vecinos industriosos empezó a levantar un pequeño caserío, por entonces, rodeado de
fincas de café, guineos y caña de azúcar, siendo por esta época, el barrio más próspero de
San Blas de Illescas, que más tarde se llamó Coamo. Al norte de este caserío se extendían
grandes dehesas, siendo la industria del ganado vacuno, caballar y lanar próspera y
productiva.
De este modo, el día 22 de julio de 1841, surgió a la vida oficial este pueblo, con el
nombre de Salinas, nombre que mereció por sus grandes mareas de donde se extraían
enormes cantidades de sal, estando situado al este del Río Niguas.
LOS FUNDADORES
Fueron sus fundadores Don Agustín Colón Pacheco, como Alcalde; Don José María
Cadavedo, como Sargento Mayor; Don Juan Colón, como Capitán de Urbanos, y cinco
hacendados que los fueron Don Antonio Semidey, Don Antonio Morelli, Don Francisco
Sécola, Don Julio Delanoy y Don José Antonio Torres. Todos aceptaron gustosos sus
nombramientos y prometieron dar todas sus energías e inteligencia a fin de contribuir al
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Por entonces, Don Julio Delanoy, aun cuando era propietario en ésta, tenía su domicilio
establecido en Guayama, de cuyo pueblo era Regidor Segundo. Cuando el Capitán
General fue así informado, decidió que Don Julio Delanoy, por no tener su domicilio en
esta comarca, y por ser Regidor Segundo en otro pueblo, no podía ser miembro de esta
Junta de Vecinos, siendo sustituido en la misma por el no menos distinguido vecino Don
Juan Landrau.
Don Antonio Semidey y Don José Antonio Torres eran Regidores de Coamo; pero, como
hasta entonces este pueblo había sido barrio de ese, y ellos tenían sus domicilios en este
barrio, fueron definitivamente aprobados como miembros de esta Junta.
De acuerdo a las instrucciones recibidas por Don Agustín Colón Pacheco, había de
nombrarse dos Capitanes de Urbanos, lo que no se hizo por no haber entonces sino una
sola compañía organizada, nombrándose así solamente uno. En su reunión del día
primero de septiembre la Junta nombró a Don Ramón Torres como Tesorero y un mes
más tarde se nombró como Síndico Procurador a Don Pedro Garcés.
LA PARROQUIA
El día primero de enero de 1854, se fundó la parroquia de Salinas. Ese mismo día el
primer niño que recibió las aguas del bautismo en este templo fue Valentín de la Cruz,
hijo legítimo de Don Liborio de la Cruz y de Doña Evarista Pérez, siendo el primer
párroco el Reverendo José Monserrate Lugo.
Era Obispo de Puerto Rico para ese tiempo Fray Pablo Benigno, quien hizo su primera
visita pastoral a la parroquia de Salinas en abril de 1860. En enero de 1866, acordó la
Junta empezar los cimientos para la construcción de un edificio que dedicaría a
carnicería, y, fue resuelto, además, que se empezara la organización de la Guardia rural.
El diez de febrero del mismo año la Junta recomendaba al Capitán General los nombres
de Don Domingo Mattey y de Don Salvador Antonetty para que se nombrara entre ambos
el Juez de Paz, señores que eran a su vez miembros de la Junta de Instrucción.
LOS ESCLAVOS
Desde antes de la fundación y hasta el año 1873, las labores agrícolas eran rendidas por
negros esclavos. Si bien es verdad que aquí hubo sus casos aislados en que estos infelices
eran tratados con inusitada crueldad, no es menos cierto que en su mayoría eran bien
considerados por sus amos; pues en muchos casos, los hubo, que habiendo conquistado el
cariño y afecto de sus amos; éstos los devolvían a la libertad; y no pocos, por su industria
e inteligencia, se redimían a sí mismos, pagando el precio de su libertad. A pesar de que
al principio prevalecía esta enervante y bochornosa institución del hombre esclavizado
por el hombre, la fecundidad de la tierra y el favor del clima, permitían el desarrollo de la
industria con resultados lisonjeros. Tan así era, que cuando se dio la libertad a los
esclavos Salinas contaba con un gran número de prósperos hacendados.
LAS HACIENDAS
Don Antonio Lanausse era dueño para aquel tiempo de lo que todavía lleva el nombre de
Bejucal, que habiéndola vendido luego a Don Enrique Vázquez, este último montó allí
una hacienda. Tenían haciendas, además, el mismo Don Antonio Lanausse, dueño de la
Magdalena; Don José Amadeo, dueño de la Amadeo; Don Pedro Raspaldo, de la
Margarita; Don Nicolás Márquez, de la Isidora; Don Salvador Antonetty de la Carmen;
Don Tomás Benvenutty, de la Benvenutty; Don Ignacio Lafuente, de Hacienda Vieja, y
otras de menor importancia. Con el tiempo estas haciendas fueron cambiando de dueños,
unas veces por herencia, y otras, mediante compraventa. Hoy día tiene esta comunidad
dos centrales: La Aguirre y La Caribe. Gran número de grandes y pequeños colonos con
sus tributarios.
Salinas, desde su fundación, como dijo nuestro inspirado poeta Gautier, fue "lago de miel
que con la brisa ondea". Ha dejado de ser el lago para convertirse en todo un mar de miel.
Pues una gran parte de sus fértiles llanuras está cubierta con esta dulce planta.
Pasado este revuelo de justificado júbilo, todo el mundo volvió a las faenas cotidianas,
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con la satisfacción que se siente del bien que se hace. Muchos de los que acababan de
recibir su libertad, atolondrados aún por su estado de inferioridad anterior, se acogieron a
cierto estado de servidumbre voluntaria del cual se fueron redimiendo con el tiempo. Su
principal diversión consistía en el baile de bomba, en que los instrumentos eran dos
barriles con cueros de cabro atezados a un extremo, palillos y maracas.
Las mujeres tocadas con grandes pañuelos de Madrás, se subían las faldas hasta bien
arriba, dejando ver blancas enaguas, tableteadas a fuerza de plancha y almidón,
adornadas con sus correspondientes entredós, acompañando sus cánticos con ruidos de
maracas hechas del fruto del higüero. Frente a esa pareja bailaba al mismo compás el
galán que la acompañaba, pero sin asirla por la cintura. Eran los hombres los que lucían
más coquetos mientras describían líneas con su movimiento frente a sus parejas.
Aun recordamos haber visto muchos de esos bailes que se celebraban en los bateyes de
Doña Juana Sécola, en el sitio Las Marías, y de Don Pedro Navarro, en la calle de Cayey.
Desde luego que para dar mayor animación a estos actos sociales los concurrentes se
pasaban sendos y continuados tragos de aguardiente de caña.
El resto de la población gustaba también del baile, usando como instrumentos musicales
el tiple o el cuatro, acompañado de guitarra y güiro, a lo que llamaban música brava. En
este baile no se lucían enaguas tableteadas ni pañuelos de Madrás; pero el parejo llevaba
a su acompañante bien asida por la cintura.
Otra diversión favorita de los chicos era la de hacer pelotas de trapo reforzadas con
alambre dulce. Las impregnaban con gas. Les pegaban fuego, una a una; y luego, a fuerza
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de puntapiés las hacían rodar por entre las multitudes, produciendo esto la mar de
sobresalto a las mujeres, que entonces llevaban sus vestidos casi arrastrando.
Hoy día se celebran en las Fiestas Patronales de Salinas los llamados Bailes Populares,
que por ser únicos en su clase, tienen gran resonancia en toda la Isla. Pero en estos bailes,
a pesar de que son organizados por los directores de la fiesta, como antes, usted tiene que
pagar su entrada al baile, a pesar de que honramos a la misma matrona que antes, cuando
no había que pagar nada por participar de dichos bailes.
LA ALCALDIA
Fueron varias las casa de esta población en que estuvieron situadas las oficinas de nuestra
Alcaldía, hasta que en 1915 la administración de entonces construyó un edificio propio en
donde quedaron acomodadas todas sus oficinas. Es una bella y moderna construcción que
se levanta frente a la Plaza de Recreo, precioso parque poblado de copudos robles, a cuya
sombra se ofrecen a la vista jardines casi siembre florecidos.
LEYENDAS
Todavía viven en Salinas Algunos descendientes de nuestros fundadores de cuyos labios
oímos algunas leyendas locales que ellos nos relatan como acontecimientos y hechos
reales y auténticos.
Terremotos en Salinas
Cuentan que hace ya muchos años se sintieron en Salinas unos temblores de tierra de tal
magnitud que sembraron el pánico en todos los corazones. Los árboles se inclinaban
hasta tocar con sus copas en la tierra. Los animales aterrados corrían de un sitio para otro;
las mujeres y los niños se arrodillaban en las calles pidiendo protección al Todopoderoso;
pero el clímax fue cuando el mar se retiró de sus márgenes hasta "El Cayo", arrecifes que
hoy podemos ver dentro del mar como a dos o más millas de distancia de la orilla.
Cuando el mar se retiró así toda esa parte de su lecho descubierta quedó seca y muchos
peces quedaron saltando. Los moradores de las playas corrían presurosos a recogerlos, a
pesar del sorprendente y aterrador espectáculo. Poco tiempo después del regreso, por la
impetuosidad de las olas, quedaron cubiertas de agua todas nuestras llanuras hasta la base
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de nuestras montañas.
Vivía por ese tiempo en la Playa de Salinas una familia que tenía varios hijos, entre ellos
uno llamado Gregorio Girau, muchacho travieso, desobediente, y temerario. Un día en
que el padre y la madre salieron de casa, dejando a Gregorio cuidando a sus hermanos
menores en lo que ellos regresaban, este muchacho logró esa oportunidad para maltratar e
infligir daños serios a sus hermanitos. Después que había actuado tan de
consideradamente, se dio cuenta de su mal. Lleno de miedo, antes de que llegaran sus
padres, corrió a ocultarse entre los densos manglares que crecían dentro del mar, cerca de
la costa, para ponerse a salvo de las iras de su madre, que por sus travesuras, lo castigaba
severamente, casi todos los días. Acosado por el hambre y por al sed, con sus ojos
nublados por las lágrimas, miraba el desconsolado muchacho, con ojos codicioso, sobre
la superficie del agua del mar, cuando notó que subían desde el fondo hasta la superficie
unas burbujas.
Empezó a tocar las burbujas con los dedos de sus manos, que prontamente se disolvían ,
cuando accidentalmente llevó sus dedos a la boca, descubriendo que había allí agua
dulce. Maravillado de su hallazgo y olvidado de la deuda pendiente con sus padres, corrió
a su casa gritando alegremente, informando así a sus vecinos de su descubrimiento.
Olvidados los padres de Gregorio de su maldades, seguidos de todos los vecinos, fueron
hasta el manantial subiéndose por las ramas de los mangles hasta que quedó comprobado
la afirmación de Gregorio. Aquel fue un día de admiración y regocijo para todos los
vecinos. Gregorio se salvó de la zurra que había temido tanto por más de veinticuatro
horas y sus padre, después de dos días de ausencia de su hijo, lo estrecharon entre sus
brazos cariñosamente, y reinó la paz en el corazón de Gregorio, el descubridor del pozo
de agua dulce.
El Jacho de Centeno
Cuentan algunos mayores que una vez vivía en la Playa de Salinas, solo en su bohío , un
pobre pescador llamado Centeno. Enfermó este pobre hombre hasta llegar a sufrir de un
paludismo crónico que con nada podía curar. Pasaban los días y las fiebres se repetían,
empeorando su salud y su situación económica; pues sintiéndose tan mal no podía
echarse al mar, de donde acostumbraba sacar con su trabajo el sustento diario Una noche
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de lluvias, cuando tiritaba de frío por la fiebre que lo consumía, se levantó y fue cerca de
su choza donde cogió unas hojas de zorra de limón para hacer un cocimiento y tomárselo
con el fin de calmar la fiebre que lo devoraba. Miró alrededor y no pudo encontrar
astillas con qué animar el fuego. Entonces cogió una cruz de madera que tenía, la hizo
astillas y la metió al fuego. Así logró su intento; pero cuentan los que esto recuerdan y
afirman que poco tiempo después murió nuestro enfermo y empezó a verse, que de lo
que fue su bohío salía un hombre , que suspendido en el espacio, con una antorcha en la
mano, moviéndose unas ves por mar y otras por tierra, como que buscaba algo que había
perdido. Así ha continuado en esta tarea hasta nuestros días, en que todavía hay personas
que aseguran que lo ven periódicamente, a horas avanzadas de la noche. Las gentes
creyentes consideran que lo que hizo Centeno con la cruz constituye un acto de
sacrilegio, profanación, y que fuerzas misteriosas lo han condenado, después de su
muerte, a buscar las cenizas de la cruz que quemó, por mar y por tierra, hasta
encontrarlas. Y como no las ha encontrado aún, sigue nuestra buena gente todavía
viendo "El Jacho de Centeno", en horas avanzadas de la noche.
Cuenta con unos 18,000 habitantes y un presupuesto de más de cuatro mil dólares.
Representan la actual administración Don Segundo Díaz, como Alcalde, hombre
sencillo, accesible y lleno de los mejores deseos.
Oros funcionarios principales son Don Manuel Miranda, Secretario del alcalde; Don
Serafín Pabón, Tesorero Director Escolar; Don Luis C. Ayes, Auditor Municipal; el Dr.
Cardona, Director de Beneficencia y Don José Colón Bermúdez, Presidente de la
Asamblea Municipal. Todos ellos, al igual que los de anteriores administraciones, están
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Para esa época la Central Caribe produjo 8,082 toneladas de azúcar y la Central Aguirre
73,622,375 toneladas, o sea, un total de 81,704,615 toneladas.
Imitando al poeta que dijo que Mayagüez huele a "mangó", nosotros podemos decir que
Salinas sabe a sal y huele a miel.
El día 22 de julio de 1941, Salinas cumplió cien años de su fundación. Siendo uno de los
pueblos más jóvenes de la Isla, es también uno de los más prósperos. Es reflejo de la
visión de sus fundadores; timbre de orgullo de sus descendientes y de todos los que
hemos tenido el privilegio de haber nacido en el marco del inmenso panorama de sus
fecundas llanuras, tendidas a la sombra de su caprichosas montañas.