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Historia de la PSICOLOGIA William S. Sahakian EDITORIAL (7h TRILLAS ly] Sahakian, Wiliam 5. 1990 (reimp. 2007). 616 p. | 25cm. Incluye indices b- 150.09°5718h Titulo de esta obra en inglés History of Psychology \Versin autorizada en esparo! ce la Segunda edicién publicada en inglés por F. E. Peacock Publishers. Inc. ©1970 La presentacién y disposicién en conjunto de MISTORIA DE LA PSICOLOGIA Son propiedad de! eaitor. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducide © trasmitida, mediante ningun sistema 0 método, electrénico 0 mecénico (incluyenco el fotocopiado, la grabacion ‘0 cualquier sistema de recuperacion y ‘aimacenamiento ce inrormacicn), sin consentimiento por escrito del editor Derechos reservados en lengua espariola ‘© 1982, Editorial Tras, 5A. dec. V Divisién Administrativa ‘Av, Rio Churubusco 585 Col. Pedro Maria Anaya, C. P 05540 México, D. F Tel, 5688423, FAX 56041364 historia de la psicologia. ~ Traduccién de: History of Psychology Bibiografia: pp. 609-612 ISBN 978-968-24-3596-6 1, Psicologia - Historia. It Lc: BF82°55.4 Catalogacién en la fuente Ba ed. ~ México : Tillas, Divisién Comercial Calzada de f@ Viga 1152 C. P_09439, Mexico, OF et, 30330399 FAX 56550870 www.trillas.com.mx ‘Miembro de la Camara Nacional de |a Industna Editorial Reg. nim. 158 Primera edicién en espario! XR ISBN 968-24-1095-9 50) ‘Segunda edicién en espario! OS ISRY Q7A.068-24.3596-6 (OR, OM, 00, 55, SL) Reimpresién, 2007" Impreso en México Printed in Mexico Se imprimio en Rotodisefio y Color, 5. A. de C. V. A075 TW 16 ra, pueda reconocer algo y por qué medio, es algo que él no explica ni resulta evidente se- giin los puntos de vista que él ha manifestado. ‘Todos los que suponen pares de contrarios opuestos entre sus primeros principios compo- nen también el alma de contrarios, mientras que los que suponen que el primer principio es uno de los pares de contrarios, como el ca- lor y el frio 0 algo semejante, andlogamente suponen que el alma es uno de estos pares. Asi PSICOLOGIA DE LA ANTIGUEDAD GRIEGA Y LATINA recurren incluso a la etimologia los que iden- tifican el alma con el calor derivan el verbo “dsen” —vivir— de “dsein” —hervir—, mien- tras que los que la identifican con el frio, sos- tienen que “alma” —psijé— se llama asi luego del prucesu de enfriamiento —katépouxis asociado con la respiracién. Estos son, pues, los puntos de vista tradicio- nales acerca del alma y los fundamentos en que ellos se apoyan. SOCRATES (470-399) y PLATON (427-347) Psicologia de la percepcién* Sécrares: Realmente, me parece que has encontrado una raz6n nada despreciable para enjuiciar la ciencia, razén que, desde luego, ya formulaba Protagoras. £1 dijo lo mismo que dices ti, aunque con otras palabras. Pues afirmaba que “‘el hombre es la medida de to- das las cosas; de las que son como medida de su ser y de las que no son como medida de su no-ser”. ;Sin duda, habrés leido esto? Tretero: Si, lo he leido muchas veces. Sécrates: ;No dice en verdad que las co- sas son para mi tal como se me aparecen, y para ti también tal como se te aparecen? Hombres somos, no hay duda, ti y yo. {iseTero: Desde luego, eso es lo que a Socrates: Es natural, sin embargo, que un hombre sabio no lance afirmaciones gratuitas. Sigamosle, por tanto, en su desarrollo. ¢No ocurre a veces que el mismo soplo de viento hace a uno tiritar de frio y a otro no, y que a uno le acaricia ligeramente y a otro de ma- nera violenta? ‘Teerero: Efectivamente. Sécrates: ¢Qué serd entonces el viento en si mismo? :Diremos que es frfo 0 que no es frlo? 2O daremos la razén a Protdgoras, afir- mando que es frio para aquel que tirita y que no lo es para el otro? Trerero: Parece natural Sécrates: ¢No se mostrar de este modo a cada uno de ellos? * Placon, Teeteto, trad. Teerero: Légicamente. Sécrates: 2Y en esa apariencia consistiré la ciencia? Teerero: Claro que si, Sécrates: Entonces, apariencia y sensacién son una misma cosa, tanto para el calor como para los dems estados andlogos. Porque las cosas parecen ser tal cual las siente cada’uno. Teerero: Asi parece. Sécrates: Sélo hay, pues, sensacién de lo que es, y sensacién veridica que constituye ciencia, Trxrero: No cabe duda. Socrates: ¢Admitiremos, por las Gracias, que este Protégoras era un compendio de sa- biduria, que hablaba enigmiticamente a la chusma y a nosotros mismos, en tanto a sus discipulos ensefiaba la verdad, envuelta en el misterio? Trereto: {Qué quieres decir con esto, Sé- crates? Sécrates: Te lo haré presente de manera aceptable. Como lo que es en si y por si nada es, no existe cosa alguna que pueda ser deno- minada rectamente, Supén que tt consideras algo como grande; nada impide que aparezca como pequefio. Si pesado, que se nos mues- tre como ligero, Con todo ocurrira exactamen- te igual, porque de ningiin ser podrds afirmar la unidad ni cualidad individual alguna. Sécrates: Bien, veamos ahora: ¢no se des- truye la normal constitucién del cuerpo por la calma y la pereza, en tanto la gimnasia y el movimiento procuran su salvacién? 4 SOCRATES: PSICOLOGIA DE LA PERCEPCION 17 Treteto: Si. Sécratzs: ZY qué otra cosa ocurre con el alma? {No son el estudio y el ejercicio, ver- daderos movimientos, los que le proporcionan Jas ciencias, la conservan en a estada y Ia vuelven mejor? Y al contrario, zno es la cal- ma, o ausencia de ejercicio y de estudio, la que le impide aprender, o incluso le hace ol- vidar lo ya aprendido? Teereto: Sin duda alguna. Séceates: Aci, en efecto, hay que conside- rar las cosas, querido amigo. Eso que, con re- ferencia a los ojos, llamas tit color blanco, ni €s color blanco en si, ni lo es fuera ni delante de tus ojos, ni siquiera en lugar alguno. Si fuese de este modo, tendria realmente su pues- to y se mantendria en él, en vez de variar con- tinuamente, Trerero: ¢Cémo lo explicas? Sécrates: Sigamos con la razén expuesta hace poco y admitiendo por consiguiente que no hay nada en sf nl por s{, comprobaremos que tanto el color blanco, como el negro, como cualquier otro color, es el resultado del acereamiento de los ojos a esa traslacién pro- pia que les origina, y habremos de afirmar en- tonces que todo color existente no es ni lo que se aplica mi Jo que es aplicado, sino algo in- termedio adecuado a cada uno. Porque {po- difas aseverar que tal como se te aparece’a ti el color se aparece también a un perro o a cualquier otro animal? Teerero: j Por Zeus!, no es ésa mi opinién. Sécrares: gDiremos, pues, que no hay se- mejanza alguna entre lo que percibe otro y lo que percibes ti? ¢Podrias mantenerlo con fuerza 0, si acaso, alin tendrlas que afirmar que nada es idéntico para ti, ya que ni ti Jo eres contigo mismo? TexreT0: Me inclino més por esto iiltimo. Sérates: Si, por tanto, aquello con lo que nosotros nos medimos 0 a’lo que tocamos era grande, blanco o célido, asi permanecera en cualquier otra circunstancia, de no experimen- tar un determinado cambio, Y si alguna de estas cosas que medimos y tocamos sufriese las determinaciones mencionadas, no habria que atribuirlo al hecho de que algo se le aproxi- mase 0 experimentase modificacién, sino al hecho de que ella misma sufriese alguna. Bien se ve, querido, que resultan extrafias y risibles estas afirmaciones a que somos llevados tan a la ligera; Protigoras, y todos los que le siguen, Jas juzgarian de esta manera. EI principio del cual dependen todas las teo- Has de que haclamos mencién c2, para cllos, el siguiente: el Todo es movimiento y nada més que movimiento. Este movimiento se apa- rece bajo dos formas, una y otra en nimero ilimitado, con poder de actuar en un caso y de sufrir en otro. Del contacto y del frote de ambas surgen vastagos en nfimero ilimitado, hermanos gemelos como son lo sensible y la sensacién, pues esta tiltima surge y se engen- dra al mismo tiempo que lo sensible. Hay mu- chas sensaciones a las que puede aplicarse un nombre, ast: las visiones, las audiciones, las sensaciones olfativas, las de frio y de calor, los placeres, las penas, los deseos y temores, por no nombrar més que unas cuantas. No tienen fin, sin embargo, las que carecen de nombre, en contraste con las que reciben una determi- nada denominacién, La raza de lo sensible opone a cada una de las sensaciones un vasta- go gemelo: a las visiones, los colores, y a la variedad, una nueva variedad; a las audicio- nes, sonidos que se corresponden con ellas, y a las demas sensaciones, los otros sensibles que con ellas tienen relacién, zOué nos dice, por tanto, este mito, Teeteto, con referencia a lo que antes afirmébamos? ;Tienes algo que contestar? Trereto: Nada en absoluto, Sécrates: Veamos entonces cémo termina Ja cosa. Querfamos decir, efectivamente, que todo esto de lo que hablébamos se mueve. Afiadiremos, no obstante, que hay rapidez y prontitud en el movimiento. Y mientras el movimiento se desarrolla lentamente, actia en el mismo lugar y en relacién a lo préximo, en- gendrando a su ver. Ahora bien: todo lo que asi se engendra, adquiere mas rapidez, ya que Ja traslacién se convierte en su movimiento caracteristico. Cuando el ojo 0 algin objeto apropiado a él engendran, por su contacto, bien la blancura, bien la sensacién que le es connatural, todo lo cual no se hubiese produ- ido siguiendo un camino distinto entonces, por mor de la traslacién y de la visién de los ojos, por esa visin misma que emana de los ojos y la blancura que proviene del objeto y que, juntamente con aquélla, da origen al color, fl ojo ce Mena de visién, Ahora af que dire= mos que ve, y més atin, que sin ver visién 18 PSICOLOGIA DE LA ANTIGUEDAD GRIEGA Y LATINA es, en cambio, ojo vidente. De esta conjuncién generadora del color surge, no la blancura, sino el color blanco, por ejemplo, la madera blanca, la piedra blanca y todo aquello que en su superficie se reviste de este color. La misma explicacién podrfamos dar eu todo cuanto a lo seco, a lo cAlido y a todo lo de- més, y como deciamos no hace mucho, nada es en si ni por si, y todo recibe, a través de la aproximacién mutua, eso que lamamos el mo- vimiento, su propio devenir y la diversidad que lo caracteriza. No tendria solidez, real- mente, que la cualidad de agente o de pacien- te la pensdsemos como fija en uno de los tér- minos opuestos, porque no puede hablarse de agente que no haya venido a unirse al pacien- te, ni de paciente que no haya venido a unirse al agente: lo que es agente en la unién, al producirse el encuentro se muestra claramen- te como paciente, De modo que de todo esto hay una conclusién explicita, ya anticipada al principio por nosotros: nada es en s{ mismo ¥ por si mismo, sino que al contrario, esti siempre en devenir. El ser tend, pues, que suprimirse, y nada podré ayudarle, ni el hé- ito ni el desconocimiento en boga. Si hemos de expresarnos como los sabios, no convendré decir ya que algo es posible, o que alguien, 0 que incluso yo, © que esto o que aquello lo es, pues no se encontrar4 nombre apropiado para todo ello, Expresaremos la realidad hablando de lo que llega a ser, 0 se hace, 0 se destruye © se vuelve otro, porque cualquier razén que instituyamos, facil ser de contradecir. Tal es a ruta que habré de soguirse, tanto si co trata de una cosa sola como de muchas reunidas, sea, por ejemplo, de esa conjuncién llamada hombre, o de la piedra, 0 del animal, o de una determinada forma. Sécrares: Pues bien: no dejemos en el aire Jo que todavia nos resta. Falta por considerar aiin el extravio que suponen los suefios y las enfermedades, y entre otras las que afectan al oldo, a la vista o a cualquier otra sensacién, Ta sabes, sin embargo, que en todas estas si- tuaciones cabe encontrar una undnime refu- tacién a la tesis que exponfamos. En nosotros mismos, més que en ningtin otro, las sensacio- nes experimentadas son falsas y mucho me temo que pueda ser en efecto real lo que a cada uno asi se aparece, porque, muy al con- trario, nada es tal como se presenta. Teerero: Dices una gran verdad, Sécrates. Séorares: {Qué raz6n tendré que aducir ahora, querido, el que afirma que la sensacién es ciencia y que la misma apariencia es jus tamente la realidad? Trurmiv. Yo, al menos, Séerates, manten- go mucha incertidumbre para contestar a tu pregunta, y td ciertamente mueves mi 4nimo para que asi lo haga. En verdad, no seria yo quien pusiese en duda que, tanto en la locura como en el ensuefio, no se forjan opiniones falsas, pues sabido es que unos, en el primer estado, se creen dioses, y otros, en el ensuefio, piensan que tienen alas y que surcan los aires. ‘Sécrates: zAceptarias, por tanto, una dispu- ta sobre esta cuestién, de modo especial res- pecto a los estados de suefio y de vigilia? ‘Teerero: :Qué quieres decir? Sécrates: Muchas veces has debido pres- tar oido a esto: zqué contestacién podré dar- se a quien desee saber, por ejemplo, si en este momento dormimos realmente y sofiamos todo lo que pensamos, © si, despiertos, sostenemos un didlogo entre nosotros. \Terrero: Ciertamente, Sécrates, resulta di- ficil suministrar una prueba de todo ello. En este caso, todas las cosas parecen hallarse en correspondencia, ¥ las palabras que ahora aca- bames de intercambiar padeamos, en efecto, manifestarlas durante el suefio. Cuando en ple- no ensuefio parecemos dar pabulo a nuestros suefios, la semejanza es sorprendente. Sécrares: Compruebas, pues, que la discu- sién no encierra dificultad cuando se refiere fa los cctados de vigilia y de cuefic. Como el tiempo en que dormimos y estamos despiertos es sensiblemente igual, y en una y en otra ci cunstancia nuestra alma mantiene con firmeza la veracidad de sus creencias, facilmente se comprende que gastamos también el mismo tiempo en afirmar unas y otras y, de la misma. manera, en sostenerlas con idéntica energia. ‘Teerero: Idéntica, desde luego. Socrates: Nada habré que afiadir, segin creo, al hecho ya mencionado: mi condicién de hombre que siente no ser nunca la misina, A un agente corresponderd una sensacién, que modificaré y hard distinto al hombre que sien- te. Sélo bajo esa condicién de agente que se une a un paciente puede darse un efecto idén- tico, Cualquier otra conjuncién distinta origi- nara una nueva alteracion. SOCRATES: PSICOLOGIA DE LA PERCEPCION Trerero: Asi es. Sécrates: Mas ni yo podré llegar a esa conclusién por mi mismo, ni aquel otro lo har& por si. ‘Teerero: Indudablemente. Sécrates: Es necesario, por tanto, que yo me vuelva algo y con respecto a algo, cuando me convierto en un hombre que siente. Llegar a ser un hombre que siente, sin sentir a la vez nada, resulta ciertamente imposible. Asi ocu- rre con el agente que se convierte en algo para alguien; por ejemplo, en dulce o amargo y otra cosa por el estilo. Hablar de dulce a se- cas, sin hacer referencia a nadie, es un verda- dero contrasentido. Teerero: En todos los érdenes. Sécrates: Si en efecto somos, creo que nuestro ser tendr4 que descansar en esta mu- tua referencia, como también nuestro devenir, si realmente estamos en trance de ser algo. La necesidad enlaza a nuestros seres, pero no los une a nada ajeno, como tampoco a nosotros mismos. Ese enlace mutuo es. en efecto, lo més importante. De modo que cuando a algo se da el nombre de ser, estamos mentando una referencia a determinada cosa o a alguien que es 0 que se encuentra en trance de ser. Ahora bien: que en sf o por si sea un ser 0 pueda llegar a serlo, no hay razén alguna para decirlo © admitirlo. Tal es el significado de nuestra tesis. TeereTo: Bien légica, por cierto, Sécrates. Sécrates: Asi, pues, cuando la accién se da en mi y no en otro, ¢no soy yo quien la siente y no exe otro? ‘Teerero: ¢Cémo no? SéorarEs: Mi sensacién, por tanto, es ver- dadera para mi, porque siempre es algo propio de mi ser. Debo juzgar, siguiendo a Protigo- ras, de las cosas que son para mi como real- mente existentes, y de las que no lo son como sien verdad no lo fuesen. Trerero: Asi parece. Séceates: ¢No resulta extrafio, pues, que poseyendo la verdad sin trabas en nuestro pen- samiento, por lo menos en cuanto a lo que es © esta en trance de ser, no poseamos, en cam- bio, ese poder respecto a la sensacién? TrereTo: De ningin modo es concebible. Sécrates: Decias entonces con pleno fun- damento que la ciencia no es otra cosa que la sensacién, y en esto coinciden H 4 clito y todos los que les siguen: cosas se mueven como las aguas del rio”, afir- maban aquéllos. Y no otra es la opinién del sapientisimo Protigoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”, y la de Teeteto, para quien, a ese tenor, la sensacién se con- vierte en ciencia, ¢Es 6 no es asi, Teeteto?

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