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Armstiong, A. HL Inirodvecin a Ia flosofia antiga = 9a ed = Buenos Aires Fudeba, 2007 | 1336 ps; INKL am, (Lectones) “Traducido por: Carlos Fayard ISBN 973-950-23-1587-4 1. Flosofia Antigua. 1. Fayard, Carlos, trad th. Titulo | cpp aso Eudeba Universidad de Buenos Aires edici6m: mayo de 2007 © 1993 Editorial Universitaria de Buenos Aires Sociedad de Economéa Mixta Av. Rivadavin 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires Tel. 4383-8025 / Pax: 4383-2202 swww-eudeba.comar Impreso en la Argentina Hecho el depésito que establece la ley 13, 3 No se permite fa eproduccn tol paral de ete ‘en cualquier forma 0 por cualquier ined, electrénico, mecinlco, forocopias v ottor tmétodom in el periino previo del cuter A MI ESPOSA ‘nostri pectork consortio, {ugi fideli simplici concordia uuane maritum. PREFACIO Este libro tiene su origen en una serie de cla- ses sobre filosofia antigua dadas en la sede cen- tral en Londres de la Newman Association. ‘Todo lo bueno que puede haber en el método se- guido en este libro y en el modo de considerar la filosofia antigua se debe principalmente a las en- sefianzas y el ejemplo del extinto profesor F. M. Comford. Mucho agradezco al doctor A. L. Peck, del Christ's College, Cambridge, la lectura de los originales mecanografiados del libro y las valiosas sugestiones y correeciones que me hizo llegar. AHA. PREFACIO DE LA TERCERA EDICION “Los productos de la pintura parecen tener vi- da; mas, si les hacemos alguna pregunta, guardan uh grave silencio. Lo mismo ocurre con los discur- sos escritos: podria creerse que hablan como un ser dotado de raz6n, pero si les dirigimos la pala- bra a fin de instruirnos sobre lo que dicen, no responderén més que una sola cosa, siempre la misma,” (Plat6n, Fedro, 275 D) La queja de Pla- t6n tiene ahora un nuevo motivo originado en las modernas necesidades de la actividad editgrial; aun contando con la mayor buena voluntad y asis- tencia por parte de mis editores, ha resultado im- posible revisar esta tereera edicién tan profunda- mente como en realidad lo exigian mi mejor erite- rio y los progresos realizados desde 1949 en el cam- po de los estudios sobre filosofia antigua. Pero he corregido todas aquellas cosas que me parecieron encerrar mayores desaciertos y errores de eriterio y hecho algo para poner el libro al dia. En esta farea he recibido una gran-ayuda de las criticas bibliogréficas tan notablemente justas, amables y constructivas que merecié la primera edicién, ¥ también del cambio de ideas y la correspondencia eon que me he visto favorecido durante los tlti- mos diez aflos por parte de-algunos eminentes es- ‘fudiosos en el campo de la filosofia antigua. El echo de mencionar sus nombres podria dar una falsa apariencia de autoridad a un libro tan fla- eo y algunos de ellos pensarian probablemente, si Iegaran a ver esta edicién, que he aprendido muy poco de mis contactos con ellos; sin embargo, les estoy profundamente agradecido. Las obras publi- cadas en los iiltimos diez afios que me parecen po- seer un valor particular figuran en la bibliogra- fia revisada. AWA. INTRODUCCIO! Quienguiera emprenda la tarea de escribir un breve y elemental bosquejo de la historia de la fi- Josofia antigua se ve enfrentado, ya desde el co- mienzo, 2 un cierto ntimero de problemas, euya solucién hace que el componer obra tan breve se transforme en una disciplina sumamente provecho- sa para todo el que no desee que su estudio de Jos antiguos filésofos se convierta en un mero ha- cinamiento de erudicién carente de finalidad. Re- sulta bastante facil decidir por dénde se ha de comenzar. Nadie realmente calificado para opinar cree todavia en la existencia de una antigua sa- Biduria de genuina indole filoséfica en las cultu- ras de Egipto y Babilonia, de donde los griegos pudieran haber adquirido el conocimiento de la fi- losofia (aun cuando las técnicas précticas que los jonios aprendieron de Babilonia contribuyeron, sin Guda, a su desarrollo filoséfico). No parece exis- tir posibilidad alguna de influencia intelectual de China sobre Grecia o de Grecia sobre China, y si bien todo el problema de las vinculaciones entre el pensamiento griego y el de la India ain sigue siendo notablemente oscuro, es muy dificil hablar de cualquier influencia en una u otra direccién hasta un perfodo relativamente tardio en la his- toria de la filosofia griega. De manera, pues, que nos esti permitido comenzar la historia de la filo- sofia antigua o helénica (dejando a un lado, como corresponde, ese mundo totalmente separado que 9 es el del pensamiento chino) con el hombre que segiin todas las tradiciones fue el primero de los filésofos, Tales de Mileto. Las verdaderas dificultades residen en decidir dénde debemos detenernos y qué es lo que debe- mos omitir. La gran tradicién dominante de la fi- losofia griega nunca tuvo realmente un término. Adin en nuestros dias representa una fuerza v viente, y la transicién de la filosoffa heléniéa pa- gana a la filosofia cristiana, que en cierto sentido proviene de aquélla, entrafia un proceso muy gra- dual y complejo. Con todo, una historia que abri- ga el propésito de ocuparse tinicamente de la filo- sofia antigua debe detenerse en alguna parte, y no es tarea fécil determinar el mejor punto para hacerlo. El segundo problema, qué es lo que debe+ mos omitir, es mas serfo. Todo breve esbozo de una materia tan vasta y compleja ha de estar ne- cesariamente leno de omisiones. Deberd:exeluir mu- chas cosas que el autor considere desprovistas de importaneia, y, a veces, tendrd que contener enun- eiados dogméticos en lugar de amplias discusiones sobre las opiniones divergentes profesadas por los especialistas. Al proceder asf, el autor estard seiia- lando con claridad cuales son las cosas que, den- tro de la filosofia griega, Je parecen poseer un va- lor més auténtico y duradero, y més atin, qué es Jo que piensa acerca de la naturaleza y valor de la filosofia en general. De suerte que es importante que su mente se clarifique sobre esos puntos; y ahi es donde reside el valor del ejercicio. El presente estudio se basa en ma serie de cla- ses dadas en la Newman Association durante el afio 1943, y las propias cireunstancias de esas cla- ses proporéionaron en cierta medida una solucin para los problemas arriba mencionados. Ellas for- maron la primera parte de un curso completo so- bre la historia de la filosofia, destinado a ser acompafiamiento y apéndice del curso principal: una exposicién sistematica de Ia filosofia escolés- 10 tica. Por lo tanto; est4 ante todo coneebido como una introduceién histérica a la Philosophia peren- ‘nis. Esta es la razén por la que he elegido dete- nerme on San Agustin, visto que su pensamiento ‘representa el principal punto de enlace entre la Glosofia helénica y la filosofia de la Edad Media Jatina y porque fue él quien, més que cualquier ‘céro, llevé a cabo la magna obra de transformar la metafisica platdnico-aristotélica en un sistema de pensamiento apropiado a la revelacién cristiana. ‘Asimismo, para determinar lo que debia acentuar y lo que debia omitir, me he guido por los ob- Jetivos del curso. Ello implica que he consagrado particular atencién a la manera como los filésofos griegos tratan aquellas cuestiones que son de ver- Gadera importancia para la filosofia escoldstica; que he sefialado aquellas lineas de desarrollo que dentro de Ia tradicién filoséfica griega nos llevan hasta las grandes sintesis de San Agustin y San- to Tomés, y que he sugerido los puntos donde po- drén hallarse las verdaderas incompatibilidades y divergencias entre el pensamiento griego y él eri tiano. Incluso para los lectores no particularmente interesados en la filosoffa escoléstica, el libro pue- de ofrecer cierta utilidad. Después de todo, inten- ta ser una historia y no un folleto de propaganda destinado a probar la superioridad de la filosofia en la cual yo creo. He puesto mis mayores esfuer- zos en exponer Jo que los filésofos griegos dijeron realmente acerca de las cuestiories que trataron, hasta donde ello puede conocerse y comprenderse con exactitud, y no lo que yo pienso que tales filésofos debieran haber dicho conforme a determi- nada idea preconcebida. Ademés, el problema de la relacién existente entre la filosofia griega y la cristiana tiene suma importancia para la historia de la filosofia, cualquiera sea el punto de vista desde donde se lo estudie. ‘sta es una historia de la filosofia, no de filéso- fos, y dado el alto grado de condensacién que la u tarea exigia he debido omitir los detalles biografi- cos, salvo en aquellos casos donde parecfan abso- eae para la comprensién del miento 0 la influencia de al i Ses algin filésofo en He aiiadido una tabla cronolégi 4 d igica_y una breve bibliografia que pueden acrecer Ia utilidad de una introduecién_concisa, elemental omni filosofia antigua, sesclgng eiieov LOS ORIGENES DE LA FILOSOFIA GRIEGA. ‘MILESIOS E ITALICOS 1. La filosoffa, en el sentido que generalmente se daba a la palabra en el mundo antiguo, puede definirse como la bisqueda de la verdad sobre la naturaleza del universo y del hombre, biisqueda jque Jos antiguos fil6sofos (con algunas excepcio- mes) pensaron que podia conducir al logro y cono= cimiento seguro de esa verdad. Es indudable que la filosofia tiene que ser o bien la bisqueda de algu- na verdad asequible o bien un juego solemne efec- tuado con palabras, en beneficio de aquellos & quienes nuestras universidades pagan para jugarlo pero de nadie mas. Por otra parte, en el mundo an- tiguo no se experimentaba ain la necesidad de se- parar la filosofia de Ia teologia y de la ciencia, lo que podria haber exigido una definicién més pre- ‘cisa y elaborada, Esa bisqueda de Is verdad podia em- prenderse por més de un motivo y, de hecho, la filosofia occidental tuvo un doble origen en regio- mes diferentes del mundo griego y bajo el impul- so de anhelos también diferentes. EI primero de ‘esos origenes se produjo entre los jonios, alrededor del afio 600 2.C., y su fuerza impulsiva parece ha- ber sido lo que Aristételes sefialé como el comien- zo de toda filosofia: la maravilla, Ia curiosidad por Ja naturaleza de las cosas, el deseo de conocer por 13 conocer. La pregunta fundamental de los jonios e: Incierete: “{Por.qnd las. cueno-soeoriie: aan. acontecen como acontecen? {Qué curioso es el mun- do!” En el segundo origen acaecido en las ciudades griegas del sur de Italia durante la segunda mitad del siglo VI a. C., el anhelo que Ievé a buscar Ia ver- dad era distinto. Tratébase del ansia de deifica- cién, de la semejanza con Dios hasta donde ello fuera posible, a fin de evadirse de la vida mortal y retornar a aquella existencia divina de la que se crefa que el alma habia caido. La pregunta fun- samental de los itélicos, de los pitagéricos, era: ‘{Gémo puedo libertarme del cuerpo de esta muer- te, de esta amarga y fatigosa rueda de la existen- cia mortal, y volver a ser un dios?” 2. Las ciudades griegas de Jonia, situadas ne las costas del Asia Menor, en la época de —. ‘meros_ albores de la. filosofia griega fueron quizd Jas més ricas y las mas altamente civilizadas de las comunidades griegas. También parecen haberse dis- tinguido por una actitud de desapego e indiferen- cia religiosa. No se trataba, por cierto, de ningu- na actitud laicizante o de militancia antirreligiosa. ‘Suponer algo parecido implicaria un grosero ana-' cronismo. Los templos de los dioses erigidos en Jo- nia eran espléndidos y en ellos el culto piiblico se Tevaba a cabo con toda exactitud y con el decoro apropiado a la riqueza y esplendor artistico de sus ciudades. Pero Jonia era la tierra de origen de los poemas homéricos, donde se advierte que en la con- ducta con los dioses la veneracién religiosa se ha- laba reducida al minimo y donde no era facil con- siderar con mucha seriedad a las divinidades per- fectamente humanas de Homero como los miste- riosos gobernantes de un universo misterioso. Ade- més, aquellos cultos que, en la Grecia continental, fueron expresién de sentimtientos religiosos mas pri- mitivos pero mas profundos, como los cultos de la fertilidad y de los muertos, en todas sus formas, uu no desempefiaron un gran papel en Jonia, y el eul- to dionisfaco, con su notable derivacién, el orfismo (del que nos ocuparemos més extensamente cuan- do hablemos de la filosofia itdlicz), mo parece ba- ber aleanzado por entonces las costas del Asia Me- nor. Asi vemos que los filésofos jonios muestran una notable indiferencia por la religion tradicio- nal, lo que no quiere decir que no se sintieran profundamente afectados por ciertas modalidades griegas primitivas de considerar el mundo, que tam- pién hallan expresién en los mitos tradicionale ni tampoco que su indiferencia hacia las conside- raciones de indole religiosa y el hecho de haber eludido las explicaciones religiosas del universo au- toricen a considerarlos como pensadores cient{ficos. Podremos, sin embargo, examinar mejor las rela- ciones de su manera de pensar con la ciencia y aun con la mitologia, si antes analizamos breve- mente lo que sabemos acerca de sus verdaderas doctrinas. La primitiva filosofia jonia se halla representada por una sucesién de tres hombres: Tales, Ana- ximandro y Anaximenes, todos de Mileto; que por esa poca era Ia més rica y poderosa de las ciuda- Ges jonias. De ahi que el grupo reciba a menu- @o el nombre colectivo de milesios. El primero de ellos, Tales, por tradicién uno de los Siete Sabios de Grecia, no parece haber dejado nada escrito y nuestro eseaso conocimiento de su doctrina des- cansa en una tradicién que no se remonta m all de Aristételes, y si bien cada uno de los otros dos parece haber escrito una obra en prosa, tal obras han desaparecido y otra vez es Aristételes nuestra fuente més antigua para el conocimiento de sus respectivas doctrinas. Ese cohocimiento se nos presenta, entonces,incierto y fragmentario, y los fragmentos que poseemos fueron conservados por escritores posteriores, cuyos intereses y maneras de plantear y de resolver los problemas filos6ficos no eran en modo alguno los de los propios milesios. 15 Con todo, parece haber unas cuantas cosas relaciona- das con las preocupaciones y esferas de actividad personales de esos tres hombres, asi como con la ima- gen del universo que ellos orindaron, acerca de las cuales podemos estar razonzblemente seguros. En primer lugar, mostraron sumo interés por aquella habilidad técnica que, junto con Ja magia y la as- trologia, formé 1a sustancia de la antigua sabidu- ria saeetdotal de Babilonia y Egipto y que los jo- nios introdujeron en el mundo griego, principal mante desde Babilonia. Fueron astrénomos practi cos, agrimensores y geégrafos. Tales predijo eclip- ses, Anaximandro pasa por haber inventado el re- oj de sol, haber dibujado el primer mapa y ser autor de varios e importantes descubrimientos as- tronémicos. Se sintieron fuertemente atraidos por os meteora, es decir, por los fenémenos que se pro- ducen en las regiones situadas por encima de la superficie terrestre, el estado atmosférico y los mo- ‘vimientos de los cuerpos celestes. Una de las ca- racter{sticas més interesantes de lz imagen del uni- verso, tal como la coneibleron los milesios, es el modo como estos filésofos explican el origen y na- turaleza de los cuerpos celestes en términos corres- Pondientes a los fenémenos atmosférieos. En esto se oponen totalmente a la manera de pensar acerca del eterno, impasible y trascendente mundo de las estrellas que se hizo dominante en la filosofia grie- ga posterior, pasé luego al cristianismo medieval y reeibi6 su més hermosa expresién literaria en el marco simbélico del Paraiso dantesco. 8. Prdcticamente, todo cuanto conocemos sobre Ja filosofia de los milesios atafie a su cosmogonia, a su explicacién de cémo nacié el mundo. Postu- laban como realidad primera una materia primor- dial viviente y tnica, indefinida en su extensién y caréeter, de la que el mundo y todas las cosas que contiene se desarrollan esponténeamente. Ta- Jes la Ilamé “humedad” 0, més exactamente, “lo 16 atimedo” (to kugrén), siendo la humedad el prin- cipio vital propio de una observacién ingenua y un sentido comin primitive. Anaximandro la la- mé épeiron, una palabra que significa “indeti do” 0 “ilimitado” més bien que “infinito”. Puede que haya coneebido este dpeiron como esférico, al modo del huevo del mundo de los érficos; para os geémetras griegos posteriores, la esfera era Gpeiron. Anaximenes le dio el nombre de “aire” © “hilito”. Parece que, como muchos otros filéso- fos antiguos, entendia que la vida del universo se asemejaba a la del hombre, teniendo como prin- cipio el aire, el hélito de vida de que esté hecha el alma humana, A esta materia la lamaron “di- yina”, con lo cual es probable que no quisieran significar otra cosa sino que era viviente y eterna, dos caracteristicas que, segin ellos, debia poseer para constituir explieacién suficiente del proceso eésmico. Su pensamiento es demasiado primitivo para establecer distineién alguna entre espiritu y materia, vida y cuerpo, fuerza y masa. Este hilo zoismo, esta filosoffa de la “materia primordial vi viente”, no esti todavia muy lejos del animismo primitivo, es decir, la creencia de que todo lo que se mueve y cambia o muestra alguna suerte de ac- tividad lo hace porque tiene vida. Partiendo de esta materia primordial viviente, parecen haber pensado, hasta donde nos esté per- mitido afirmarlo, que el universo tal como lo cono- ing mediante un proceso concebido términos propios de los fenémenos atmosféri- 0s y climéticos por los que ellos mostraron tan- to interés, un proceso semejante al de la formacién ¥ disipacién de las nubes y tormentas sobre el mar, frente a las costas de Mileto. Lo concibieron como una separacién y nueva combinacién en dis- fintas formas de los opuestos, elementos de earéc- ter contrarfo: “lo caliente” y “lo frfo”, “lo hime- do” y “lo seco”. Anaximenes redujo todo el pro- eso al de rarefaccién y condensacién. Los opues- Ww tos no deben ser considerados como cualidades 0 abstracciones, pues ello entrafiaria un grosero ania- cronismo. La distincién entre sustancia y cua- Tidad aparece mucho més tarde en la historia de Ia filosofia. Esos opuestos son cosas, elementos ma~ teriales fundamentales; la causa del calor es la pre~ sencia de una poreién de “lo caliente” en el objeto caliente; la-de la humedad, la presencia de “lo hiimedo”, y asi sucesivamente. La totalidad de este proceso de separacién y combinacién, la formacién y eventual disolucién de la tierra y ol mar y las extrafias estructuras de nubes y fuego que Anaximandro imagin6 para explicar los fenémenos de los cuerpos celestes, se hallaba gobernado por una ley 0 ritmo de equilibrio y retribucién que los milesios Hamaron con el nombre asaz tradicional de Dike, la Justicia. ‘Esta explicacién del universo ofrece muy paten- tes analogias con los viejos mitos griegos acerca del origen de los dioses y del mundo, de los que podemos tener un ejemplo muy a la mano en la Teogonia de Hesiodo. La materia primordial vivien- te es una reminiscencia del Caos, 12 Noche o el Erebo, el reino pristino de las tinieblas y el vacio © la confusién de donde surgieron los primeros dio- ses edsmicos, el Cielo y la Tierra. Dike, la Justicia, que regula el proceso césmico, es muy semejante a la idea tradicional del Hado, el poder colocado detrés de los dioses, més fuerte que ellos y verda- dero gobernante del mundo. Y aun los simétricos pares de opuestos (concepcién muy persistente den- tro del pensamiento presocrético) pueden, en cierta medida, haber sido inconscientemente suge- ridos por las parejas sexuales de dioses que dan origen a las sucesivas generaciones de las teogo- nias. ¥en general, los milesios, a semejanza de to- da la filosofia griega posterior, se ajustan a los grandes supuestos fundamentales de la religion y la cosmologia griegas tradicionales: que el uni- verso ha nacido y no que ha sido hecho; que is Jos dioses 0 poderes, cualquiera que sea su natu raleza, se hallan dentro del universo y estén so- metidos a sus leyes. En el pensamiento auténfica- mente helénico no hay cabida para la omnipo- tencia o para un Creador trascendente en el sen- tido cristiano. Con todo, existen importantes diferencias entre ta mitologia y la filosofia milesia. Los milesios no ‘expusieron sus relatos sobre el universo como si Jes hubiesen sido trasmitidos desde tiempos inme- ‘moriales o narrados por inspirados poetas, sino gomo producto de sus propias conclusiones. Su ‘primer principio no llega a ser de un modo mis- ferioso, como el de Hesfodo, sino que existe eter- amente (lo que entrafia un cambio muy impor- ‘ante). En lugar de la personificacién (a menudo Bastante vaga) y de los personajes de los antiguos ‘mitos, tenemos descrineiones de las distintas en- Tidades del proceso césmico en términos propios ‘del sentido comin derivados de la observacién co- fidiana; ademas, el proceso mismo esti concebido ‘en forma impersonal y en términos de movimien- naturales y necesarios. Sin embargo, esto no (fica que los milesios fueran pensadores cien- ficos. Su método, sl presentar vastisimas explica- nes sumamente elaboradas acerea del universo su nacimiento, explicaciones que no se apoyan una argumentacién razonada y tienen como ba- se unos pocos hechos observados de manera no istemética, esta en realidad més cerca del forjador mitos que del auténtico hombre de ciencia. Se fata sin duda de un método que todos nosotros —aun los que se dedican a tareas cientifieas, cuan- @ actéan fuera de su propio terreno— utilizamos fidianamente en la conversacién y en nuestras ‘eflexiones corrientes. Puede que los modernos in- Srpretes del pensamiento de los milesios los hu- jeran comprendido mejor si, con todos los recau- debidos para evitar el anacronismo, los hubie-~ considerado como més parecidos al hombre 19 comin de nuestra época. No hay duda de que parecen hallarse mas cercanos a nuestra experien- cia que cualquier otro grupo de filésofos griegos. Eran irreligiosos sin ser antirreligiosos, interesados y expertos en las nuevas habilidades técnicas sin mostrar una verdadera inclinacién cientifica, cu- riosos de los fenémenos naturales, profundamente influidos, sin saberlo, por ideas tradicionales, pro- pensos a las vastas generalizaciones y sacar co1 clusiones precipitadas partiendo de datos insufi cientes y, por tltimo, jmuy interesados en los fe- némenos atmosféricos !" 4, La decadencia de Jonia comenzé con su con- quista por los persas en 546 y culminé con la destruccién de Mileto en 494 a. C. Durante Ja iltima parte del siglo VI, el centro de la vida intelectual griega se trasladé a las brillantes y po- derosas ciudades de la Magna Grecia, Italia me- ridional y Sicilia, Estas eran colonias de las ciu- dades de Grecia continental, es decir, ciudades hi- jas enteramente independientes, que conservaban algunos vineulos religiosos y de ayuda mutua (por regla genersl) con la metrépoli. Allf leg Pité- goras emigrado de Samos, y alli fundé, alrededor del _afio 580, 2n Crotona, ciudad de la Italia me- ridional, la confraternidad Pitagérica. Esta nueva escuela filoséfica, la escuela ifélica, inaugurada por Pitégoras, difiere mucho de la cosmogonia mi- Jesia y posee un fundamento espiritual muy di- ferente. En lugar de la religién estatal desprovis- ta de entusiasmo que reinaba en Jonia, y de la mitologia poética corriente del tipo que nos es fa- miliar en Hesiodo, detrés de la filosofia pitagérica se halla el ext:afio movimiento religioso conocido con el nombre de orfiemo. El movimiento érfico aparecié en Grecia durante el siglo VI 2. C. Dentro de la eseasa informacién que sobre él po- seemos; sabemos de rituales de purificacién, de reducidos grupos de devotos consagrados a vivir 20 ascéticamente y de una copiosa literatura que cir- eulaba bajo los nombres de Orfeo, el legendario cantor que los érficos adoptaron como profeta, ¥ de otro cantor legendario, Museo. El orfismo ejer- cié una dilatada influencia, cuyos limites precisos no resultan faciles de establecer y que perduré hasta el fin del paganismo clisico; ademés, es muy dificil afirmar algo preciso acerca del conte- nido de su literatura primitiva y las creencias de los primeros grupos de fieles. No obstante, parece que los libros érficos contenian cosmogonias al modo de las de Hesiodo, pero més fantésticas y dotadas de algunos rasgos excepcionales (en espe- cial, el “huevo del mundo”) y, por lo menos al- gumo de ellos, un relato sagrado de importancia yeligiosa mucho mayor y de consecuencias més profundas: el mito sobre la generacién del hom- bre a partir de las cenizas de los Titanes que ha- bian deyorado a Dioniso Zagréus, el dios que ado- raban los érfieos. De ese modo, el hombre cons- tituye una mezcla de naturaleza divina y terrenal, y la purificacién y Uberacién del elemento divino es el fin a que tiende la forma de vida de los ér- fieos. Parece ser que para éstos el alma (¥ se trata aqui de una idea nueva dentro del mundo grie- go) era un dios inmortal encarcelado en el cuer- po y condenado —como no fuera puesto en liber- tad por la practiea del modo érfico de vida— a girar en Ja rueda de las reenearnaciones en una interminable sucesiOn de vidas, animales y huma- nas (de suerte que todas las cosas vivientes estén emparentadas y que matar a un animal equivale a asesinar a alguien de la propia familia). Por medio de las purificaciones rituales, de una vida aseética cuyo rasgo m4s importante lo constituia a abstinencia de carne animal, y del conocimien- to correcto de formulas magicas destinadas a ser utilizadas en el viaje de ultratumba, los érficos esperaban obtener su liberacién del cuerpo y re- tornar a la compaiiia de los dioses. El otro mun- a1 do era para ellos mis real e importante que é- te, un lugar de jibilo para los bienaventurados inieiados y de tormento para aquellos que no per- tenecieran al grupo de los elegidos. Esa creencia en la vida del otro mundo y el ascetismo que con ella iba aparejado fueron muy distintos de las creencias y précticas religiosas corrientes entre los griegos y ejereieron un efecto de maxima impor- tancia en la filosofia y la religién griegas poste- tiores. Como hemos de ver mas adelante, el pro- pio Platén y luego el platonismo se vieron pro- fundamente influidos por la tradicién 6rfico-pita- gériea. . 6. La confraternidad pitagérica, fundada en una de las regiones mis honda y permanentemente afectadas por el orfismo, la Italia meridional, to- m6 de los érficos numerosos detalles de organiza- cién y de forma de vida, Pero mucho més impor- tante es su decidida adopeién de la doctrina 6r- fiea que proclama que el alma es divina e inmor- tal, que ha caido y se halla’ encarcelada en el cuerpo y que esta condenada a incesantes reencar- naciones hasta que pueda parificarse, evadirse y retornar al mundo divino. Sin embargo, los pita- géricos sostuvieron opiniones particulares sobre los métodos de purificacién y retorno del alma, asi como sobre la naturaleza de su divinidad, y son_ ellas las que les otorgan el derecho a ser Ilama~ dos fil6sofos. Mas antes de examinar esas opinio- nes privativas de los ‘pitagéricos debemds decir que resulta extremadamente dificil determinar en qué consistia la doctrina del propio Pitagoras 0 de los primitivos pitagéricos. Los pitagéricos ex- perimentaron una veneracién ilimitada por su fundador, a quien se sintieron inclinados a atri- buir la paternidad de todas aquellas doctrinas que més tarde se volvieron corrientes dentro de la escuela, pero también se apasionaron por cier- tas falsificaciones piadosas que en el transeurso de 2 generaciones posteriores algunos miembros de la escuela publiearon bajo el nombre de famosos pi- tagéricos de los primeros tiempos. (Claro esté que en el mundo helenfstico y romano fue éste un procedimiento corriente para mostrar respeto por la tradicién y afiadir autoridad a las propias opiniones). En cénsecuencia, es muy dificil deter- minar si una doctrina dada pertenece a Ia prime- ra generacién de la escuela, 2 los pitagéricos eontempordneos de Platén o al renacimiento neo- pitagérico que comenz6 en el siglo I a. C. Sin ‘embargo, parece bastante probable que las doctri. ‘nas del propio Pitégoras hayan consistido en al- de este tenor: lo que hace que el alma sea ina es el intelecto, el poder de conocer la ver- eterna e inmutable. Esta verdad constituye stro del universo el elemento de forma, orden, joreién, limite y armonfa, representado ante por la armonia musical, es decir, las propor- fijas de la eseala, y por el orden de los 108 celestes, cosas ambas que, en el pensa- to de Pitdgoras, se hallan estrechamente re- jonadas. Al contemplarlas, el alma se purifica zetorna a su estado divino. Este orden formal eoncebido de manera matemética: el que cosas son nimeros” representa una doctrina ‘érica fundamental, interpretada de muy dis- maneras en diferentes épocas y por parte diversos miembros de la escuela, pero cuyo fieado permanente fue que la realidad esen- de las cosas puede, en cierto modo, ser_ca- snte expresada en términos numéri¢os. Par- de esta doctrina primitiva se inicia una 'y complicada linea de desarrollo que condu- Basta Ia moderna fisica matemética. més antigua cosmologia pitagériea puede ha- ‘consistido en una explicacion acerca de cémo eseuro vapor indefinido (la materia primor= de los milesios) era continuamente absor- dentro del universo por un proceso semejan- 23 te al de la aspiracién,y de cémo se le impuso un orden y una figura geométrica. Para los pitagéri- cos, forma, orden, limite o contorno definido, luz ¥ Teposo son todos aspectos del bien; contorno indefinido, oscuridad, desorden, movimiento y cambio son malos: La forma, el principio mascu- lino, es buena; la materia, el principio femenino, es mala, Esta oposicién, este. énfasis puesto en una forma y un orden inmutables como el bien, la Gnica realidad valiosa dentro del universo, co- rresponde exactamente a la creencia de que el alma es divina y que el cuerpo es su céreel y su agente corruptor. La reunién de ambos represen- ta la gran contribueién de los pitagéricos al do- minio de la filosofia, una contribueién que desde su época a la nuestra se ha mostrado muy rica en consecuencias, tanto beneficiosas como nocivas. La contribucién de los milesios « la tradicién filos6fiea europea es, a primera vista, menos fécil de determinar. Sus primitivas cosmologias parecen inmensamente alejadas de todo cuanto entendemos por filosoffa. Sin embargo, al exponer sus relatos sobre el universo en la forma en que lo hicieron, simplemente como razonables explicaciones de los fendmenos, echaron las bases de la ciencia y la filosofia como disciplinas intelectuales separadas, distintas de la teologia por una parte, y de las téenicas empirieas por la otra. Y con eu doctrina de Ia evolucién de todas las cosas a partir de una materia primordial plantearon por primera vez, aunque de manera rudimentaria, el problema de la unidad y la multiplicidad, que es quizé el tema central y més importante de toda la filosofia tra- dicional. 24 stg LOS PRESOCRATICOS POSTERIORES 4. El siglo V a. C. se inicia con los dos gran- ‘des antagonists de In filosofia presocrética, He- raclito y Parménides. Ambos son figuras de s ‘ma importancia por su efecto sobre el desarrollo posterior de la filosofia, y la oposicién que entre fllos existe cala muy. hondo, extendiéndose, mas alld del contenido de sus respectivas filosofias, a sus distintas formas de pensar, 2 su herencia fi- Joséfica y a la Zorma de expresarse elegida por cada uno de ellos. Por fortuna, poseemos suficien- tes citas y extractos de sus obras para poder for- marnos una ‘idea clara acerca del cardcter general de sus respectivas filosofias. Herdclito era un jonio de la gran ciudad de Efeso y es probable que haya florecido aproxima- damente al terminar el siglo (500 a.C.). El fondo de su pensamiento, muy caracteristico y sumamen- te personal, esti formado por la primitiva cosmo- Jogia milesia que hemos deserito en el capitulo anterior. Se singulariza por su absoluto desprecio no solo de las ideas populares, sino también de Jas opiniones de todos los demés filésofos, y prin- cipalmente de lo que él lama polimatia, término que parece implicar tanto las mateméticas y la astronomia pitagérieas como la reunién y el estu- dio detallado de las antiguas tradiciones sobre el 25 origen del universo. Heréclito confia totalmente en su propia intuicién. “Yo me he buscado a mf mismo” es la frase con que describe e6mo aleanzé el conocimiento de la verdad. Este es uno de los més notables entre los ciento treinta breves frag- mentos que nos quedan de su obra en prosa De 1a naturaleza, donde exponia su pensamiento. Tré: tase de aforismos céusticos y coneisos, expresados de un modo extrafio y vigoroso e imposibles de olvidar para quienquiera se haya familiarizado con ellos (fuera de que se prestan fécilmente para ser empleados como textos a partir de los cuales ir Gesarrollando especulaciones que vayan mucho més allé de todo cuanto la filosofia del propio Herdcli- to pueda haber contenido). Con ellos es posible satuctarar un cuadro del universo sumamente ori- al imponente. Su rasgo principal, ¥ el que mis tarde se tomé como la nota distintiva del he, raclitismo, es la creencia apasionada y vehemente en el cambio como ley de todos los seres. “No es posible entrar dos veces on el mismo rio” (idea que un discipulo posterior intents perfeccionar asegurando que no es posible hacerlo jni siquiera una ver!)!.Para Herdclito, todas las cosas se ha- llan en perpetuo flujo y cambio; en ninguna par- te del universo se podré encontrar el reposo eter- no, la estabilidad inmutable. Y no s6lo hay en él perpetuo cambio, sino también perpetuo conflicto. “La guerra es el origen de todas las cosas”. El choque de Ios opuestos es la verdadera condicién de la vida. Malo y bueno, caliente y frio, himedo ¥ seco, ¥ los demis opuestos, se complementan mutuamente de manera necesaria, y la contienda incesante que se establece entre ellos constituye Ja suma de Ia existencia. La tniea armonia posi- ble es la de conflicto y contraste, “una armonia Por traeciones contrarias, como la de un arco o 1 Cratilo, contemporineo de Sécrates y maestro de Platén. Gf. Aristételes, Metof., 10108 7 y ss. (N. del 7) = 26 una lira”, es decir, producida por tensiones opues- ‘as, al igual de lo que ocurre con una cuerda bien tensa y convenientemente afinada. En todo esto Herclito se coloca en consciente y enfética opo- sicién a la busqueda pitagériea de lo eterno e in- mutable, cuyo objeto es sustraerse al cielo de los ‘cambios, y del permanente reposo en el mundo di- ‘vino (que, como aclara Heréelito, le resultarfa irre- mediablemente aburrido); y asimismo a la corres- pondiente “opeién” entre los opuestos defendida por los pitagoricos, que exaltaban el bien sobre cl mal, la luz sobre la oscuridad, lo masculino sobre Jo femenino, ete. Para Herdclito, los dos miembros de cada par son indivisibles e igualmente natura- Jes y necesarios; es imposible concebir el uno sin el otro. 2 Sin embargo, ese mundo de cambio y conflic- to que imagind Herdclito no es un mero caos, no que esta gobernado por un principio inmanente de orden y medida. Herdclito se refiere 2 veces a su aceién en términos mitol6gicos. La Justicia y sus ministros, las Furias, conservan a los opues- tos 0 los cuerpos celestes dentro de sus debidos limites. Pero su nombre para el principio gober- nante es Logos. Es ésta una palabra de muy va-~ Tiadas acepciones en la lengua griega corriente (el artfculo que le esté destinado en el nuevo dic- cionario griego-inglés de Liddell y Scott ocupa ca- si tres paginas a dos columnas). Entre sus pri cipales significaciones se cuentan: proporeién o relacién, explicacién, argumentacién, razén (en muchos sentidos), relato, oracién gramatical. Ha- ce su aparicién inicial en el lenguaje filoséfico con Herdclito, el primero en comenzar a otorgarle ese peculiar y profundisimo sentido que més tarde ha- bria de hacerlo tan valioso para expresar Ia rev lacién cristiana. El Logos de Heréclito es la un versal “proporeién de la mezela”, la ley o prine’ pio de medida y justo orden que engendra le ar- tmonia de las tensiones opuestas. Mas el Logos es ley porque es Dios, una inteligencia viviente om- nigobernante que en cierta manera parece identi- fiearse con el Fuego eternamente vivo que es la materia primordial del universo, tal como lo su giere la importante frase de Heréclito: “El ray timonea toda cosa”, siempre que “rayo” signifi que aqu{ realmente el, Fuego. Este Fuego no es idéntico al fuego elemental visible que conocemos, y es “eternamente vivo”, no inmortal, porque su- cesivamente se transforma en todas las cosas y to- das las cosas se transforman en él. Esta transfor- macién de todas las cosas entre sf segdn la divina ley viviente, que persiste de un modo u otro euan- do el propio Logos-Fuego se transforma, es un proceso efclico y siempre reiterado, el “camino ha- cia arriba y hacia abajo”. El Logos es pare los hombres el principio de vida e inteligencia, pero éstos pueden elegir entre encerrarse en sus mun- dos personales de ignorancia y necedad (como Jo hace la mayorfa de ellos) o bien abrirse al Lo- gos universal y a la ilimitada profundidad de su sabiduria (como lo hizo el propio Heréclito). El Logos se presenta asi en Herdclito como un principio universal que es la causa del orden, la proporeién, el equilibrio, la armonia y la raciona- lidad en el continuo fluir del ser y que, al propio tiempo, estd intensamente vivo. Esta fusién de vi- da y racionalidad en el concepto ‘inico del Logos constituye una de las grandes contribuciones de Heréclito a nuestra tradicién intelectual. La otra es su intuieién singularmente aguda de la natu- valeza del mundo en que vivimos, un mundo don- de todas las cosas estén sujetas a la ley del per- petuo cambio y mueren sin cesar en la vida de ca- da una de las demas, y donde la ‘inica armonia posible es una delicada y precaria tensién de fuer- zas opuestas, pero un mundo que no es un mero aos, sino una unidad gobernada por una ley vi- viente. Es ésta una visién del mundo —basada en el 28 po y en el eambio— que ha sido aceptada por adores posteriores y mas grandes que mira- @ mayor distancia, hacia un mundo del espi- trascendente y eterno; y no hay duda de que os seran en nuestros dias tan necios que nie~ Ia verdad esencial contenida en la visién de raclito, 8. Con Parménides nos encontramos en una at~ fera intelectual totalmente distinta. Desde el into de vista geografico, pertenece a los itdlicos, ye que era un distinguidd ciudadano de Elea, en ‘el sur de Italia. Como muchos otros filésofos grie- ‘gos, tuvo destacada actuacién en los asuntos pi- Blicos de su ciudad natal, para la cual le fue en- cargada la redaccién de un cédigo de leyes. Im- ‘porta sefalar, sin embargo, que el filésofo profesio- mal y docente, apartado de la vida corriente del Estado y la sociedad y totalmente consagrado a Ja tarea de enseflar o investigar dentro de su_es- euela 0 comunidad filoséfica, no aparece en Gre- cia antes de Alejandro Magno, y tenemos que aguardar hasta la época del Imperio romano para hallar los ms perfectos ejemplos del género en el 4mbito del mundo antiguo. Parménides floreci6 al- rededor del afio 475, por lo que fue un joven ‘contemporéneo de Heréclito. Expresé sus conviccio- nes filos6ficas en una extensa obra escrita en versos més bien melos, utilizando el hexdmetro épico, que fue el instrumento més antiguo al que los grie gos echaron mano para toda suerte de expresio- nes literarias. De las dos partes de que constaba este poema, el Camino de Ia verdad y el Camino de la opinién, se han conservado algunos extensos fragmentos completos. El prélogo exhibe todos los ornamentos de un libro de revelaciones érficas. El pocta es conducido hasta las Puertas del Sol, guardadas por la Justicia, y habiéndolas traspa- sado, recibe de una diosa la revelacién de la ver- dad. Pero el influjo de la tradicién “itélica” érfi- 29 mnclusién surgida de la experiencia sensible y ada por todos Ios filésofos anteriores, segdn cual en cierto sentido las cosas “son y no son”, e ocurren cambios. que aparecen nuevas entida- y desaparecen los estados més antiguos del r, es rechazada por Parménides como una ilu- mn, Para éste, “es” tiene solamente un signii io, el més absoluto. “Lo que es” significa el con- ito de Ja realidad de hecho existente y nada . Todas aquellas distinciones entre los dife- ites significados de “es” que nos parecen pro- 3 del més elemental sentido comtin fueron ela wadas por Platén al resolver el problema que wménides planted a los filsofos posteriores, ¥ spués por Aristételes. co-pitagérica sobre Parménides no va mucho més allé; no es posible hallar en él rastro alguno de Ja religion pitagériea y de su “cuidado del alma”, y toda su concepeién sobre la naturaleza de lal realidad difiere enteramente de aguélla. Los an- tiguos historiadores griegos de la filosofia con deraban que el sistema de Parménides procedia del de Jenéfanes de Colofén —un errante maestro r ligioso, antes que un fil6sofo, perteneciente a la segunda mitad del siglo VI— que atacé la mit Jogia tradicional y predicé una suerte de panani mismo; para él, Dios es uno, actia como un todo, es inmévil, gobierna todas las cosas con el poder de su mente y (hasta donde los fragmentos de Jen6fanes que se han conservado nos permiten afirmarlo) constituye un alma universal inmanente que todo lo penetra, Pero no tenemos ninguna prue- ba efectiva de que Parménides haya experimentado Ia influencia de Jendfanes y, de hecho, su propio pensamiento es muy diferente. El imico punto que ambos tienen en comin es su conviccién de que toda Ja realidad es una, pero cada uno de ellos con- cibe esa unidad de manera totalmente distinta e incompatible con la del otro. Lo més notable en el modo de pensar propio de Parménides reside en el hecho de que es el primer filésofo griego que ra- zona. Los pensadores mAs antiguos, conforme a lo que sabemos, no habian hecho intento alguno por fundar su imagen del universo en un razonamien- to légieo 0 por defenderla con una argumentacién racional. La légica de Parménides, por primitiva que pueda parecer, constituye el punto desde don- de comenzé a desarrollarse la dialéctica platénica, Ja logica aristotélica y toda la tradicién occiden- tal on materia de razonamiento filoséfico. Su pro- Posicién fundamental es la siguiente: “Lo que es es, y es imposible que no sea”. Este es el “cami- no de I verdad”. Es absolutamente imposible pen- sar en la no existencia absoluta y el pensamiento no puede seguir el camino del no ser. Asi, pues, la 30 4, Todos los filésofos anteriores habian supues- ‘que nada podia salir de la nada y que el mundo wenfa de un prineipio dnieo y eterno. En ese tido, para ellos la realidad era una, Parméni- hace Ia misma suposicién, pero como para él ” significa “existe acabada, real y completamen- + es todo lo que puede ser”, su Uno primordial anece por siempre inalterado e inmutable. No de disminuir, acrecentarse o dividirse. Nada ide salir de él. Las elaboradas cosmologias de antiguos mitos y de los primeros fildsofos son sibilidades e ilusiones combatidas por la ra- . Parménides establece, de una manera para él isfactoria y mediante un proceso regular de de- stracién légica, que su Uno-realidad no nace ni ere, no se mueve ni cambia, que es homogéneo no puede dividirse y que es continuo e igual todas sus partes; y por tiltimo, que esta limi- y tiene Ia forma de una esfera que ocupa la lidad del espacio. No hay vacio. De hecho, se ta de un sélido geométrico, cuyas propiedades son ni materiales ni espirituales, sino mera~ ite mateméticas y Idgicas. Y ésta es para él sola y tinica realidad cuya existencia puede pro- 31 barse y en la que se puede creer de manera ra- cional. Su preferencia por Ie unidad, el reposo y el limite que, mediante un implacable proceso de razonamiento légico, lo ha levado asi al polo opues- to de Herdclito y a negar la existencia o aun la posibilidad l6gica del mundo que nos es revelado por los sentidos, es de origen pitagérico, pero su sistema destruye totalmente tanto Ia cosmologia Pitagériea como la jénica, ademds de la religion pitag6rica. Parménides lama “divino” a su Uno (con lo que es probable que tan solo quisiera sig- nifiear que es eterno e inmutable), pero parece no haber atribuido a esa palabra ningtin significado religioso. Después de todo esto, nos resulta un tanto sor- prendente encontrarnos con que toda la segunda parte del poema de Parménides se halla ocupada por una extensa y elaborada cosmogonia de tivo tradicional. Parménides deja perfectamente aclara- do al comienzo de esa segunda parte que ya no esta dando una exposicién de la verdad que pueda ser demostrada por via racional, sino de “lo que parece a los mortales”. Pero su descripcion de ese universo de apariencia presenta varios rasgos origi- nales y nada hay en ella que nos impida suponer que Parménides esté exponiendo sus propias opiniones. La explicacién més probable de su actitud y la que mejor se ajusta a sus propias palabras és la siguiente: aun cuando Parménides esté seguro de ‘que sélo el razonamiento conduce al conocimiento de la sola y tinica realidad, la Esfera, es preciso, sin embargo, dar alguna justificacién, y la mejor posible, de ese extrafio espejismo universal que es el mundo de las apariencias revelado por los sen- tidos. Hay un abismo entre la realidad Gnica y las apariencias miltiples y cambiantes, y Parmé- nides es lo suficientemente perspicaz para adver- tir que entre estas apariencias y el punto adonde Jo ha Mevado su razonamiento es imposible tender un puente. 32 5, Parménides presenté el problema de la uni- dy la multiplicidad a las generaciones ulterio- s de filésofos en su forma més clara y aguda: al hacerlo destruyé los fundamentos mismos de antigua filosofia natural, para la que el Uno vi jente y cambiante evoluciona naturalmente hacia numerosos seres del mundo que conocemos. El flema de Parménides era, en realidad, de natura~ a lgiea y no encontré solucién adecuada hasta Platén, en su didlogos Parménides y el Sofis- , demostté que el rezonamiento légico de su ex- ‘aordinario predecesor no era tan concluyente co- parecia. Sin embargo, los sucesores inmediatos Parménides intentaron tratar en términos fis y cosmolégicos el problema que él les habia nieado, Aceptaron Ia doctrina de Parménides sta un cierto punto. Ya no hay en su sistema fngin verdadero cambio, crecimiento o desarrollo partir de una materia fundamental viviente. En lugar encontramos diferentes combinaciones de wrios cuerpos, cada uno de los cuales és inmuta- y eterno y, de hecho, se halla dotado de la or parte de las propiedades del Uno parmeni- 1, Tales cuerpos elementales son movidos y dis- jestos por una catisa —o causas— moviente se- srada. Esta separacion entre causa moviente y sponedora y los cuerpos que ella mueve y dispo- constituye un acontecimiento de la mayor im- tancia en el desarrollo de la filosofia griega. ipunta directamente hacia la teologia de Platén, mm su gran alma o demiurgo que forma ¥ gobier- el mundo material. De estos pluralistas, como se suele lamar a es- grupo de pensadores que viene inmediatamente spués de Parménides, los dos mas importantes son Empédocles de Agrigento y Anaxigoras de lazémenes, habiendo florecido ambos durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo V. ‘A su lado se coloca un grupo de pitagdricos de la més reciente generacién, grupo muy poco conocido o 33 © euerpos elementales: fuego, aire, tierra y ma, los cuatro elementos tipicos de la filosofia jega posterior. Hay dos causas movientes, el Hncipio unificador, Amor o Afrodita, y el princi separativo, Discordia 0 Ares; el proceso eésmi es un ciclo siempre repetido en el que cada de esas causas prevalece alternativamente. Es- proceso comienza eon el “Esfero” (la Esfera), ‘l que los cuatro elementos se encuentran per- jente mezclados bajo el dominio absoluto del jor. Este “Bsfero” (Sphairos) de Empédocles es concepeién estrechamente emparentada con el ‘0 del mundo de los érficos, y la idea de una dla perfecta 0 equilibrio de elementos opuestos mo estado de salud o perfeceién—, de su- importancia dentro de la medicina y la ética fegas, ejercié quizd una influencia més profun- y duradera de lo que generalmente se ha cref- El perfodo siguiente del ciclo se produce euan- la Discordia comienza gradualmente a ganar mno, asta que se Mega a un estado de perfec- separacién entre los elementos. Entonces vuel- a predominar el Amor, hasta que, finalmente, eiclo retorna a su punto de partida, es decir, a perfecta mezcla de los elementos dentro de la fera. Sélo en las etapas intermedias, cuando no y ni completa separacién ni completa fusion de elementos, pueden existir los entes particulares y universo tal como lo conocemos. Con esta cosmologia, Empédocles combiné ta ri doctrina tradicional de los érficos sobre el alma, origen divino, caida, sucesivas reencarnaciones retorno final a Ia compaiifa de los dioses. En mmto al modo como relaciond esa doctrina con cosmologis, es cosa que los fragmentos conser- jos de los dos poemas no nos permiten determi- sr, pero no parece existir razén alguna para du- rr de ue, efectivamente, haya logrado establecer (tre ambas alguna relacién que le resultara sa- factoria. Muchos detalles de la biologia y la as- 35 eonoeible, pero quizé influyente, que enseié un: sugrte de atomismo matemdtico, una doctrina s gin la cual toda a realidad se halla compues en ditimo término, por unidades mateméticas indi visibles, y que parece haber expuesto una detalla da cosmologia en la que la Tierra, el Sol y los d més cuerpos celestes gitan alrededor de un fueg central (esta cosmologia, sin embargo, podria pe tenecer al siglo siguiente). Es probable que hayat sido esos pitagéricos y su teoria de la cantida discontinua aquellos contra quienes el principal dist efpalo y sucesor de Parménides, Zenén de Ele —que también pertenece a la mitad del siglo V- dirigié sus paradojas “Aquiles y la tortuga”, I “Flecha”, el “Corredor” y el “Estadio”, que ati en la actualidad pueden desconcertar a quien ni sea un excelente matemétieo y que fueron conce: bidas para probar que las consecuencias surgid de la aceptacién del movimiento (tal como lo en tendian los pitagéricos) eran més absurdas qt las surgidas de la hipétesis de Parménides, sexi la cual el movimiento constituye una ilusién irra cional de los sentidos. 6. Empédocles de Acragas? es una magnific figura dentro de la rica tradicién érfica de Ttalis meridional y Sicilia. Fue a la vez filésofo, estadis: ta y poeta, y los extensos fragmentos conservados de los dos poemas en que expuso su cosmologit y su doctrina del alma y su destino encierran uni auténtica poesia, muy distinta de los nada inspi- rados versos que nos dejé Parménides. Pertenecii a esa suerte de personas en torno de quienes acumulan las Ieyendas, y tanto su fama como influencia de su filosofia le sobrevivieron durant muchas generaciones, Su sistema es en extremo complejo. El element pasivo se halla representado por las cuatro “ral 2 Antiguo nombre griego de Agrigento, ciudad de Sicilia, on, Sage sriego de Agrigento, ciudad de Sictl 34 tronomia de Empédocles resulian tan interesant como singulares e influyeron sobre los filésofos Poetas posteriores, pero no hay aqui eabida pat ellos. 7. Contrapesando a Empédocles en Ja otra. mi tad del mundo griego, se encuentra el frfo y des pejado jonio Anaxégoras de Clazémenes, figur dominante en la vida intelectual de la Atenas d Pericles y amigo de éste. En Anaxagoras reaparé ce el sentido comin como actitud intelectual y indiferencia religiosa propia de los milesios, pert como le tocé vivir luego de la revolucién producid por Parménides dentro del pensamiento griego, s sistema, expuesto en prose, conforme a la tradi cin jénica, pertenece al nuevo género pluralista, La teorfa de Anaxfgoras acerca de los cuerpos ele: mentales e inmutables que su causa moviente ani- ma dentro de un cosmos implica un interesante heroico intento de resolver el problema del cambio y Ja infinita diversidad de las cosas de un modo mucho més satisfactorio que el realizado por la teoria de los cuatro elementos de Empédocles. Por desgracia, los testimonios proporcionados por los fragmentos de su obra que se han conservado y por las alusiones de Aristételes a su doctrina no re. sultan en modo alguno féciles de interpretar, y) asi es como entre los eruditos modernos se han suscitado recias controversias acerca de cual fue el verdadero pensamiento de Anaxigoras. Es pro- bable que las lineas generales de su sistema fue- ran aproximadamente las siguientes: todas las sustancias naturales, carne, -hueso y las demés sustancias orgénicas, tanto animales como vegeta- les, al igual que los opuestos de los milesios, las “sustancias meteorolégicas”, calor, frio, etc., ¥ los opuestos referidos a la nutricién, dulee, amargo, ete., son elementales, vale decir que nunea ser po- sible resolverlos, en iltimo término, en elementos atin més ltimos, como las cuatro “vaices” de Em- 36 ‘pédocles. Las partes son siempre como el todo, por mucho que se las divida. 2Cémo explicar, entonces, cambios tales como las transformaciones de los alimentos que ocurren en la digestién? En este ‘punto los comentaristas modernos disienten violen- ‘tamente, Todo cuanto puede afirmarse es que Ana- ‘xAgoras sostuvo que “las cosas no estén cortadas entre si con una segur”: los opuestos tradiciona- ies, calor y frfo, ete, jamés se encuentran en es- tado de aislamiento, y que, en cierto sentido, “en cada cosa hay una poreién de cada cosa”, sea que esta frase deba interpretarse como le presencia en Jas cosas de vestigios o porciones indefinidamente pequefias de todas las demés (de tal modo que tna cosa es lo que es simplemente por el enorme predominio de una clase de elementos en su com- pleja composicién), o bien que deba hallarse una interpretacién més sutil. a canon moviente de. Anazégoras| resulta toda- via més interesante que sus cuerpos elementales. La llama —y es el primer fildsofo griego en hacer- lo— Nous, es decir, Mente o Inteligencia. Més atin gue en el caso de los demés presocraticos, es im- probable que la tuviera por inmaterial; antes bien se hallaria constituida por una suerte de materia singularmente pura y sutil. Es “sin mezela”, siem- pre distinta de la masa de cuerpos elementales que mueve, aun cuando penetra la totalidad de esa masa. Es (quiz) eseneialmente mévil y no hay du- da de que constituye el origen del moviniiento or- denado de todo lo demés. Este movimiento ordena- do es concebido como un proceso gradual de sepa- racién y distincion a partir de una mezcla origi- nal, merced al cual lega a la existencia el univer- so de las cosas particulares tal como 1 conocemos (¥ quiz también muchos otros universos). Al co- mienzo, los elementos, Ia mayor parte de los cua~ Jes se hallan presentes en partes tan pequefias que resultan indistinguibles, estén mezelados en un caos. Luego la Inteligencia inicia un “vértice”, un 37 jiento de rotacién dentro del caos, que da comienzo al proceso de separacién ordenada y que, por \iltimo, conduce al universo conocido; en éste, ineidentalmente, los “cuatro elementos” —fuego, aire, tierra y agua— no son considerados como simples, sino como compuestos y contetiedores de una poreién de cada sustancia elemental, algunas de las cuales, por ejemplo lo caliente y Jo brillan- te en el fuego, son lo suficientemente grandes para que se las pueda percibir. Empero, no hay motivo para suponer que Anaxdgoras se valié de la Inteligencia tan solo como de un palo para re- volver con él el caos; antes bien es la fuerza que mueve y dirige en todo el proceso de ordenada for- macién del universo. El cargo que Socrates hace a Anaxagoras en el Fédén de Platén no es el de que hiciera de la Inteligencia una mera fuerza me+ canica iniciadora, sino el de que no haya intenta- do explicar el objeto de su accién y el modo co- mo orden todas las cosas con vistas al mejor de los fines. Es probable, sin embargo, que el disci- pulo de Anaxagoras, Arquelao de Atenas, que flo- recié durante la ultima parte del siglo, haya sido mucho més mecanicista y materialista en su inter- pretacién del proceso eésmico. Anaxagoras explicaba la sensacién afirmando que experimentamos el calor, el rio, la luz y las demas cualidades sensibles por la presencia en nosotros de sus correspondientes opuestos. La sen- sacién se rige por los contrarios. Lo caliente en nosotros es enfriado, asi como Io frio calentado, por contacto con el objeto exterior frio o caliente. Empédoeles, en cambio, sostenia que conocemos lo semejante por lo semejante: el fuego por la pre- sencia del fuego en nosotros, el aire por el aire, ete. Esta discusién acerea de si conocemos por se- mejanza o por contrariedad persistié durante el period clésico de la filosofia griega y levo a Arist6teles a desarrollar su caracteristiea doctrina de la percepeién sensible. 38 8 Menos importantes son otros continuadores de la tradicién j6nica pertenecientes al siglo V, si ‘bien Didgenes de Apolonia, con su aire divino, in- eligente y ordenador del mundo, resulta intere- ‘sante y ejercié cierta influencia. No obstante, se- x4 preciso tratar con algin detalle a los atomis- sas, los pensadores mds originales dentro de las es- Jas pluralistas, no tanto por su importancia en desarrollo de la filosofia griega, que no fue muy de, sino por Ja atencién que se les ha presta- en los tiempos modernos. Estos filésofos com- an singularmerite un crudo materialismo con Ia falta de confianza en los testimonios de nuestros entidos. Su estructura intelectual no es precisa te cientifica, y el anico pensador que més tar- aceptaré las doctrinas atcmistas seré Epicuro, mentalidad sumamente dogmitica y nada sientifica. El primero de los atomistas, Leucipo de Mileto primera mitad del siglo V), es una figura més en borrosa, cuya doctrina no nos es posible dis- iir claramente de la de su sucesor Demécrito, rsonalidad sana y vigorosa, que nacié alrededor 460 y fundé sa escuela en Abdera hacia el ). Su sistema logra cuperar las dificultades sus- itadas por Parménides mediante el simple expe- ente de ignorarlas. Las perplejidades ldgicas no ‘afectaron en absoluto, aun cuando su sistema vela el influjo de su tiempo y pertenece al gé- ‘0 pluralista, pero en una forma mucho més ri- amente materialista y mecanicista que los de pédocles y Anaxigoras, Sus cuerpos elementa- s son los “étomos”, pequeiias masas de materia imordial que pueden ser analizables en partes sde el punto de vista légico —eosa_desprovista interés para Demécrito—, pero fisieamente in- isibles; estos cuerpos son dtomoi, es decir, que e pueden cortar. Los hay de toda indole, for- ‘ma y tamafio; las sustancias duras, como los meta- Es, estén constituidas por dtomos en forma de 39 garfio que se adhieren estrechamente entre si; las sustancias ligeras y sutiles, como el aire, el fuego © el alma, lo estén por dtomos redondos, muy pe- quefios y lisos, sumamente movedizos, a semejan- za de los granos de polvo en un rayo de sol. Esos Atomos se hallan en perpetuo movimiento. No hay causa para su movimiento ni tampoco fuerza diri- gente alguna. Tan solo se pretende dar razén del estado de cosas existente. Y a fin de que los &to- mos puedan tener algiin lugar por donde moverse, se supone igualmente la existencia del espacio va- cfo, haciéndose asi caso omiso del canon parmeni- deo segiin el cual el vacio absoluto, el no-ser, es absolutamente impensable. Estas son las tinicas realidades fundamentales, los &tomos y el vacio, y los diferentes mundos —ya que puede haber mu- chos—, asi como todas las cosas particulares que se encuentran en ellos, se producen simplemente por el encuentro casual de los dtomos en su infi- nito moverse por el vacio. Esto se aplica tanto al alma humana y a los dioses cuanto a toda otra cosa. Junto a este crado materialismo hallamos, por una parte, falta de confianza en los datos de Jos sentidos, los que sélo pueden darnos “informacién bastarda de la realidad”, y por la otra, una fe ex- clusiva en la razén para descubrir la verdad de las cosas. Esto es necesario para la coherencia del sis- tema (porque, después de todo, las cosas no pare- een casuales agregaciones de atomos), pero pro- viene. de Parménides antes que de los jonios. En Demécrito ello se combiné de manera més bien euriosa con Ia detallada observacién de los fend- menos (por cierto que su posieién en este respec- to era absolutamente distinta de la del hombre de ciencia moderno, cuyos sensibles y perfeccionados instrumentos, al igual que sus téenicas de obser- vacién y experimentacién, le permiten obtener tes- timonios perceptibles por los sentidos acerca de las propiedades y estructura fundamental de las 40 1S que, de otro modo, permaneceriant ocultas a observacién fortuita). El sistema ético de Demécrito constituye el pri- x ejemplo de un género que més tarde habria hhacerse muy comin, donde la paz del espfritu, una caima imperturbable nacida del conocimiento racional de la naturaleza de las cosas, aparece co- Ja meta que el hombre debe alcanzar. El mero 10 de que experimentara algdn interés por la fea y tuviera un sistema moral que ensefiar de- uuestra claramente que nos hallamos ahora en los ambrales de una nueva época dentro de la filoso- griega: pasamos de la esfera de pensamiento de los presocriticos, con sus preocupaciones casi ‘exclusivamente cosmolégicas 0 cosmolégico-religio- sas, a la de Sécrates y sus contempordneos (Demé- ‘erito era unos diez afios menor que Sécrates), con ‘su profundo interés en el vivir bien y en el fin ‘propio del hombre. 9. Debemos afiadir unas palabras acerca de la factitud filos6fica adoptada por los grandes médi- ‘eos del siglo V. Tanto su prdctica como su pensa- ‘miento han legado hasta nosotros a través de una eoleccién de cuarenta y un tratados que el mundo antiguo atribuyé al mis famoso de los médicos griegos, Hipdcrates de Cos (nacido alrededor del 450). Estos tratados prueban que la medicina, en Ja Grecia del siglo V, habia alcanzado un nivel mu- ‘cho ms elevado que el de cualquiera otra ciencia, y algunos de ellos muestran ademés algo que to- davia no habiamos deseubierto en el mundo preso- eritico, es decir, una actitud mental auténticamen- te cientifica. Sus autores no se muestran interesa- dos en las especuilaciones de la época sobre la na- turaleza del mundo fisico, con su insuficiente apo- ‘yo en la observacién y la experimentacién. Se con- centraron en la diagnosis rigurosa y en la obser- vacién precisa de los hechos que se les ofrecian, asi como en el tratamiento cuya bondad habia si- 4.

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