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Domingo en konexo

Es domingo, un domingo indiferente entre el resto de los das, salvo por el trnsito que los
fines de semana hace honor a la semntica y marcha con fluidez. Abordo el transporte de la
empresa, repito los movimientos que ya me parecen cotidianos: saludar, sonrer, hablar con
los que ahora son mis compaeros, (nosotros tambin, hombres del alba) si corro con
suerte, encuentro un asiento vaco y al lado nadie que me haga platica, me pongo entonces a
leer el libro de Bernardo Soares, recorro de nuevo los alrededores de Lisboa, leo a un hombre
que rinde pleitesa a sus sensaciones con la inteligencia absorta de los que no duermen y sin
embargo su vida sueo; me detengo, el paisaje es un arrobo, la ciudad se queda atrs, miro a
travs de la ventana: el cielo oscurecido poco a poco se aclara y deja ver un azul brumoso,
surcos de nubes que parecen cerros, la luz va mostrando los verdes, los rosas y amarillos.
Asciende el Sol y aparece el mundo, trato de mirarlo con el sentido que otorga un dios, como
lo han mirado otros. El autobs se detiene y yo me detengo en mis ensoaciones para
ponerme el gafete y encender mi computadora, dejo atrs a Pessoa, dejo atrs el Tejo y el
cielo, tan azul como el Tajo mismo. No obstante, el nuevo espacio que ante m se abre
adquiere su sentido, el arquitecto que dise el edificio tuvo un acierto al procurar que la
mirada, tanto de los que se encuentran dentro como fuera, no se pierda la delicia del paisaje;
desde las estribaciones de La nueva Morelia los horizontes son aun parajes verdes, en los
alrededores abundan las cuestas, lucen retadoras para la bicicleta (B.L.B.)

En el trabajo mientras esperamos, como el amante que espera una llamada, jugamos
minibaloncesto con los botes de basura, contamos mltiplos, hacemos bromas y giramos una
botella para verdad o reto; se trata de matar el tedio, ausentar con cualquier ocurrencia el
aburrimiento diario, el fastidio de estar sentado con poco que hacer y poco al alcance; y ya
que carezco de la sapiencia del Oriente para entretenerme en meditaciones sobre el vaco y
la nada, no me queda ms que alzarme sobre la mampara y contemplar a travs de los cristales
la maana en calma.

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