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PANAMERICANISMO Y LATINOAMBRICAN freksixo Andaw * Parana’ Corte? puro 5 edt essraseansi - Canin no “eu laopbito Be (cewd.) Pruasinice Lokime en res ideas WUtqice ,S xx UNESCO, 1986, ARTURO ARDAG » 2)“Panamericanismo” y “latinoamericanismo” ha sido un tema de muy frondoso follaje. Mas que de su libre enfoque téenico 0 especializado ¢: Ky - DH fen los campos de la historia, la politica o el derecho internacionales, intentaremos aqui efectuar una sintesis histérica de la concepcién dé uno y otro ismao y sus relaciones en América Latina, EI tema pasa de modo obligado por Estados Unidos y por Francia. En efecto, los conceptos de “panamericanismo” y “Iatinoamericanismo” tienen por cunas a uno y otro pais y de alguna manera tales origenes ; también han condicionado las conceptuaciones. CENTRO PATAGONICS “Panamericanismo” derivé de Pan America, término forjado en Esta DE ESTUDIOS dos Unidos en 1889 y “latinoamericanismo”, de América Latina 0 “Lati- Laminoamenicanos noamérica”, vocablo que remonta a 1836, en Francia. TLN.Co. Ese orden cronolégico de aparicién resulté histOricamente alterado con base en Ia expansion de uno y otro en el campo de le diplomacia y el derecho internacional. Surgido cuando el latinoamericanisme —23 Tento surgimiento desde el “hispancamericanismo” tredicional— tarda- ka ted en Ia propia América Latina, el panamerice. nismo se le sobrepuso sin dificultad, insponiendo casi de goipe, a niveles oficiales, una hegemon{a incontrastable, Esa simuacién se mantendré hasta mediados del siglo xx. Por entonces, crecido y fortificado en pro- | longada confrontacién dialéctica con aquél, el latinoamericanismo ink | su propia carrera oficial, Asciende de diversos modes a lo largo de todo j el tercer cuarto del siglo. Es éste, a la vez, el periods en que al pane | fmericanismo, después de la crisis que dio paso'su succdineo, el “inter- | americanismo”, entra en una forma histériea de repliegue. Mientras el panamericanismo ya ha perdido el interés que tavo para algunos en su momento, el latinoamericanismo se ta todavia ciertos medios. Invertiremos por eso el orden cronolégico de apari al establecer los origenes de uno y otro. 2)\Por invitacién del gobierno norteamericanc s¢ ceunié en Washington (Ge octubre de 1889 a abril de 1890), coronando casi una década de ges. | tiones diplomiticas y ajetreos politicos internos, la entonces lamad= oficialmente Conferencia Internacional Americana. Hacia el mes ce junio anterior, 1a prensa de Estados Unidos habia acufiado por su cuenta, con tal motivo, el término Pan America, Para el 30 de septiembre y2 hab: crarado el océano, acogido por el Times de Londres, y sabemos que dos dias antes habia fechade Marti en Nueva York, con destino a La Nat | de Buenos Aires, la primera de sus memorables crénicas de aquel | 37) 1 aar20 15010 ‘cuentro, refirigndose a éste como el. “congreso que Haman aqut de Pan America”. Desde entonees, es decir, desde antes de ia apertura misma de la reu- nién, pero siempre con relacién a ella, el término y sus derivados se consagraron y difundieron con insélita rapidez en él ixico internacio- nal. Oficiosamente la conferencla pas a denominarse “Panamericana”, como fue el caso de las que le siguieron. El primer uso oficial de ca. récter institucional tuyo lugar en 1910. Ea la 1V Confereacia celebrada ese aio en Buenos Aires, se dio el nombre de “Unién Panamericana” a la oficina instalada en Washington a raiz de Ia I Conferencia: la creacién de la entonces lamada “Oficina Comercial de las Repablicas Americanas”, para la “pronta compilacién y distribucién de datos sob comercio”, tinico fruto conereto de aquella reunién, fue aprobada 14 de abril de 1890, razén por la que esta fecha ha marcado el inicio del panamericanismo, y con tal cardcter se le ha consagrado como el "Dia de las Américas". Pero por limitado que haya sido el uso oficial, la terminologia paname- ricanista se expandié oficiosamente, como se ha dicho, aplicada a todas las manifestaciones.politicas y juridicas del vasto movimiento que desde entonces animé y dirigié la Casa Blanca. Como denominacion de la iilosofia que inspiré ese movimiento, de} misma concepto se desprendis naturaimente ef vocablo “panamericanismo”. Del ej resulta pues inseparable no sélo el origen sino también el sentido o es- ste La apelacién que se hacia en aquella oportunidad —desde la éptica norteamericana— con el término Pan America, se explica, en cuanto al término mismo, por la boga que llegaron a tener a cierta altura del sigio xx los Hamados “panismos’s2 movimientos ideolégicos interna- cionales tepdlentes a reunit —de prefeencia en torno a un centro do minante—(palses, pueblos o comunidades de parentesco mas o menos srecho ett las cuestiones éinica, lingifstica o cultural! Los més reso- antes fueron los dos iniciales, bien definidos ya en Id primera mitad del siglo: “pangermanismo” y “paneslavismo”, Mas adelante y con dife rentes alcances, los denominados por algunos “‘panbritanismo”, “pan ‘elenimo" y “paslatinismo"CEl advenimiento del “panamericanismo” introdujo Ia novedad de un “panismo” de fundamentacién geogrifica a escala continental, como iban a serlo en nuestro sigio el “paneuropels- mo”, el “panasiatismo” y el “panafricanismo” Aquel primer “panismo” grogrdfico continenial no dejaba de tener su tencién politica, aunque no tenfa su fundamento en razones direc- tamente érnicas, linglifsticas, culturales o religiosas. Tampoco lo tenia en el plano estrictamente politico, en elementos doctrinarios: cuando surgié el término Pan America en junio de 1889, y cuando se instald la Conferencia el 2 de octubre, Brasil —pafs participante— seguia siex- do un imperio por curioso destino, y pas6 a ser repiblica apenas al mes, siguiente, el 15 de noviembre de aquel histsrico 1889 —o sea, en las 2 PIOMERICANSNO Y LATENOAMERICANISMO 19 peimeras semanas de Ia reunién— dindole por primera vez a América la coherencia de un sistema tan anbelado en general a lo largo de! siglo. Por mas que este hecho dio de pronto al panamericanismo nacients una clerta uniformidad politica, el movimiento no pudo ocultar la. mo- tivacién real que lo habia engendrado, En lo mas inmediato, dicha motivacién results de las perentorias necesidades comerciales de Esta- dos Unidos, cada vez més urgido de mercados exteriores seguros para los excedentes de su joven industria en expansion. Més alld de esio, operaron motivos ‘més profundos, vinculando la coyuntura econémica con la tradicional politica de ciertos sectores de Estados Unidos hacia los pueblos del Sur. Una politica igualmente de expansién, en ultima instancia territorial, a través de cambiantes formas de conquista, anexién o absorcién. Esa politica, en una moda- lidad nueva, era la que crefan especialmente necesaria las fuerzas indus- triales y financieras del pafs; y para llevarla a cabo, el programa princi- palmente comercial con que desde el principio fue presentado el congreso hemisférico venta a ofrecer el instrumento ideal. Autor y ejecutor del proyecto —indiscutido padre del panamerica- nismo— fue James G. Blaine, el politico norteamericano para algunos mds popular y representativo de aquel momento. Se ha divulgado en espafiol la descripcién que de él y su época han hecho los historiadores estadunidenses Morison y Commager en una obra publicada en Nueva York en 1950. “Diputado, senador, dos veces secretario de Estado y aspirante perpetuo la yresldcucia, era lipico de est aslduided ciment6 una allanza corrompida entre politica y negocios. Los negocios dirigian la politica, y Ia politica era una rama de los ne- gocios. Respecto de América Latina, con anterioridad a la idea misma del congreso continental y a la hora de la agudizacién de los problemas internacionales del canal interoceénico, ya venia presentindose como el més osado portavoz generacional de la doctrina del Mamado “Destino manifiesto”. Fue ésta una expresion surgida hacia 1845 para dar nombre una particular interpretacién del mensaje de Monroe, destinada 2 con- vertirlo en cobertura ideolégica del expansionismo norteamericano, Sos- tenida sucesivamente ‘por Sullivan, Buchanan, Brown, Cass y Seward, posteriormente fue Blaine su abanderado en turno. Adaptindose a las exigencias de los nuevos tiempos, siendo secretario de Estado, lanzé por primera vez aguella idea del Congreso en 188f, Rechazada enton- ces por el Partido Demécrata, logr6 imponerla al final de la década, tocéndole presidir y en buena parte orientar la reunién inicial, en cali dad muevamente dé secretario de Estado. “La angustia de los industriales habia crecido tanto desde 1881, cuan- do se tach6 la idea del congreso de osadia censurable, que en 1888, cuando aprobaron la convocatoria las dos casas, fue recibida por lz mucha necesidad de vender, mas natural y provechosa que antes.” Esto escribié el 2 de noviembre de 1889 aquel testigo, cronista y critico pri 1 SATA OH) vilegiado del acontecimiento, que fue José Marti. Y agregé: “Y de este modo vino a parecer undnime, y como acordado por los dos bandos | del pais, el proyecto nacido de Ix conjuncién de los intereses protec j ionistas con la necesidad politica de un candidato astuto,” Fue por eso que en la primera pagina de la misma nota subrayé que: “Tamas hubo en América, de la independencia acé, asunto que requiera ' ms sensatea, i obligue a més vigilancia, ni pida examen més claro y j minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y util con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con él resto del mundo. De la tirania de Espaia supo salvarse la América espafola; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América espafiola la hora de declarar su segunda independencia.” i | i i 5 —_ 3) Es creencia bastante difundida la idea de que América Latina, o Lati | sloamérica, con el correlative concepto de latinoamericanismo, surgié a fines del siglo pasado_y_principios del presente como una reaccién intelectual del espiritdatismo del Sur frente al utilitarismo del Norte i Para esa creencia, el Arie! de Rodé fue casi un texto fundacional. La \ verdad es gue su origen fue muy anterior y que responde a motivacio. ; ey much ands complejas, aunque hy jor como pure veri i a la época de la Independencia, segiin lo supone otra hipotesis: a | generaciéa de los “libertadores” y la siguiente fueron ajenas a Ja idea | de una América “latina”, si bien antes y después de'la clasica iniciativa | de Bolivar tenia conciencia, no sélo de la solidaridad continental, sino de | la necesidad o conveniencia de crear una liga, unién, confederacién o j federacién de las hermanas naciones emancipadas. Su aparicién se pro- \ Gujo en Francia en le década de los treinta, en singularisimas circuns- ' _Aancias culturales. " en Paris, un prominente sansimoniano francés {Michel “Chevaliers” Sunnis ta un leo sue oconions periodisticas sobre el ex” | fenso viaje que realizara dos (desde fines de 1333 hasta 2 SE TSS), Al Enceo, antepuse a y-chra-na-inuadiend_aue onstirayé un verdadero ensayo de filosofia de la historfa, Tal escrito Stilts hoy aotsble por le gee woos ones cis aaemnataaclon de categarias lamadas a reaovar profundamente el pensamiento histo- Hlogréfico. Lo germano, lo sajén, Jo lat vieias nocio- te Sais aTaEE Ponoa Core pat ae roméntico, reciben alli yna integracién orginica —aunque sucinta— tro de conceptos que desde entonces ipan_a” circ A tanto a niveles Tilosoticos y clentificos como ideolégicos y politicos. En esa introduceién, cuyo interés general desborda desde luego nues- tro presente objetivo, se dice que: "Las dos ramas, latina y germana, se PenaacanteayesaD 1 LTNGAMETEASIE wt ‘hen_sgeroducide enol Nuva Munda, “América _del Sur es, come le Ev- a meridional, catélica v latina. La América del Norte pactenecea une FebIecion provestante Sanglosalona”* Fijado quedé, en ese rapido Pe “Bierebpuntete-patida de la idea de Américe Latina. Se eseribe all atina” con ma solo caracter de adjetivacién. ART segura ‘dcuftiendo durante buen tiempo, hasta que por fin se sustantive el adjetivo, pasdndose, de la primitiva idea de une América latina, al deft nitivo nombre compuesto de América Latina, o simplemente Latino. @ Directamente del ultimo derivé muy pronto el adjetivo latinoameri- cano y sus variantes, asi como el sustantivo latinoamericanismo, Ocu- rrié ello a mitad del siglo pasado cuando, al cabo de una primera etapa de disperso uso especulativo en pluma francesa, la idea y el nombre fueron. entusiastemente adoptados por un peguefio niicleo de intelec. vuales hispancamericanos residentes em Paris. La entrada en escena de las expresiones América Latina 0, Latinoamérica, con sus derivados gra maticales, habia significado algo més que la expresin de un conjunto de neologismos. Se trataba de la introduccién histérica de un nuevo concepto de las relaciones de nuestra América, con Europa por un lado y con Estados Unidos por el otro, ante el cual vino a caducar el trad cional e indiscriminado dualismo Europa-América. “Esa trasmutacion dialéctica obedecié, en términos generales, fa decisivos: en primer lugar, la evidencia para muchos espiritus (ya desde ias decadas de jos ireinta y los cuarenia pers ei Ja de los cincuenta) de que el futur estaba en el expansionismo norteamericano mds que en el revanchismo europe, aunque éste no se hubiera disipado del tado; en segundo lugar, un importantisimo fenémeno europeo que quedé definido, hacia me- diados de siglo, alrededor de la entonces candente cuestién de les no- cionalidades: el empuje de grandes entidades étnico-culturales de un vigoroso doctrinarisma de ls “razas”, explotado por movin tos de signo nacionalista, como le unidad alemana a partir del Zoll de la década de los veinte y el estremecimiento cultural y politico que recorre a los pueblos eslavos. El pangermanismo y el paneslavismo im- pulsan por contragoipe a su autoconciencia al mundo anglosajén por un lado, y al latino por otro: todo aquel filéa ya mencionado del histori cismo de la conciencis romantica proyectado en gran escala a la po- litica internacional. ‘GBispanoamericancs en contacto con esas realidades europeas, y a la vez observadores atentos de los primeros grandes conflictos entre Es- tados Unidos y los paises del Sur, encuentran en las tradiciones de la latinidad un nuevo horizonte histérico de inspiracién y de cohesién para 1 Exhamamos ee lejano antecedents sin poder pormencrizar agus, obviamente, los sucesivos pasos eels genesis de la idea y el nombre de América Latina 0 La- ‘Rosmesica, cuestion sobre la cual seioa aia tants coulusién y de la que hemos Silcipedo dversos elementos en oles oportunieades “iano unineran Ata MAR ARAL Site anal nDNA! 1a sRTU0 azoA0 nuestra América. Los erecientes temores respecto de la gran potencia del Norte cobran ahora otro sentido en funcién de la idea de latinidad, que determina un vinculo solidario con la Europa latina, al mismo tiem. po que subraya enérgicamente —bajo un nuevo aspecto— la dualidad de las dos Américas. Entre esos hispanoamericanos iba a sobresalir, entre otros, el colombiano José Marla Torres Caicedo. Ya en 1861, después de haber usado esporddicamente durante varios afios la expresin América Latina, lanz6 Torres Caicedo las bases para la creacion de una “Liga Latino-Americana”, Siguis a ello la publicacin en 1865 —también en Paris, para hacer prédica de la misma idea— de su libro Unidn Latinoamericana, completamente olvidado cuando hiei. mos su exhumacia en ocasidn de su centenario, Aparte de ser, en el aspecto bibliografico, el primero localizado hasta ahora de titulo latino- americanista, la propia expresién de dicho titulo antecedia en nueve lustros a la'de “Unién Panamericana” (entronizada en 1910). En ese bro se alzaba contra la doctrina del "Destino manifiesto” tal como habia sido actuslizada por el presidente Buchanan en su mensaje a las Camaras de 1857, en un brutal tono de “imperislismo de le raza”. Y fue también el:suyo un nuevo lenguaje, inseparable de la novedad histériea del término Ameérics Latina; el lenguaje de un latinoamericanismo de fensivo, de sentido humanista y universalista. © Siendo el verdadero fundador de ese latinoamericanismo, Torres Cai] cedo fut adem4s su apéstol hasta los uiltimas afios de su vida. Por coin: cldencia simbelica, fallecio en 1889, ‘afio de la consageacion del pam americanismo, contra cuya idea se opuso enéraicamente desde la primera | tentativa de Blaine, en 1831. = En 1875, recordando el calificativo de “latina” para muestra América sscrfbia: “Hay una América anglosajona, dinamarquesa, holandesa, etc., Ja hay espafiola, francesa, portuguesa y 2 este grupo, ¢qué denominscién cientifica aplicarle sino el de latina?... Hoy vemos que nuestra préc- fica se ha generalizado; tanto mejor."SEn 1879 promovié en Paris la fundacién de una sociedad denominada “‘Unién Latinoamericana”, de la que logré al ado siguiente la instalacién de una filial en Roma, al mis- mo tiempo que el reconocimiento de su existencia legal por el gobierno francés. En 1882, en fin, en un extenso ensayo titalado "La América Anglosajona y la’ América Latina”, enfrentaba a Blaine y su paname- ricanismo, en germen, en pérrafos como éstos: “Congresos para la’ Unién Latinoamericana, todos los que se quiera Ja idea de la Unién serd un dia un hecho histérico; pero que esos Com gresos tengan lugar en el territorio latinvamericano, a fin de buscar los medios de resistir, de unimnos y de hacer frente a todos aquellos —europeos y americanos— que tengan le pretensiéa de subyugarnos. Después de las teorfas del ‘Destino manifiesto’, proclamadas con més enecgia en 1881, el Congreso de las dos Américas en Washington serfa ‘una falta politica de parte de los latinoamericanos, Y sin embargo, no deseamos més que una cosa: que la amistad més estrecha y mas cordial PRUMERICKASNO Y LaTNEECANES reine entre le América del Norte y las republicas Istinoamericanas; ps 5 condicién de que sea en el seno de Ja igualdad, de la reciprocidad, ¢: Ie lealtad, y después de haberse retractado las’ teorfas de los Bro ée los Seward, de los Blaine, etcétera.” 4, Bl latinoomericanismo fundado por Torres Caicedo, encaminads al establecimiento de una “Union Letinoamericana” —asi enunciada desde 1865— resulté superado y vencido al finslizar Ie década de los ochents por el panamericanismo fundado por Blaine, destinado a culminar en fa que iba a lamarse —en 1910— “Unién Panamericana”. La inmensa gravitacién econémica y politica d= Estedos Unidos io impulsé asi en la direcsin oficial de los propios paises latinoamerica nos. Por lo que 2 nuestro tema importa, esa gravitacién ejercié su peso sobre las ideas de unién continental que circularon en nuestra América desde los tiempos de la emancipacién. Fue en el dmbito de la América hispiniea que tales ideas se gestaron y desarrollaron, generando una persistente mentalidad continentalists traducida en relterados proyectos y movimientos de unién, liga o conf deracién, Un vasto y rico mundo de acontecimieatos y textos doctri natins, diplomiticos y juridicos en torno al pensamiento basico de la tunién ‘continental, le ¥a dando exoresién en tna continuidad de episc- ios originados todos ellos en el area hispancameicana, Pece @ un pro. pésito eomtin, muchos antagonisinos tedricos y précticos coexisten paises que los hispanoam. tadas. Un nombre recibié, de manera esponténes, 2:2 corriente de _pense- miento: fue, a secas, el “americanismo”. ¥ lo fue, porque siendo Europa el enemigo tradicional, era de “América” —también a seces— que S¢ hablaba genéricamente. As{ era, aun cuando la unin concebida encarase solamente a los paises americanos de habla espaficla. No siempre ocz Tria eso, porque constantements reaparecia la cuestién de la particize- cién de Estados Unidos por un lado, de Brasil y Haiti por el otro. De tal suerte, el “americanismo” clisico de fuente hispancemericana con tuvo desde su origen, en estado latente y a la vez conflictual, a los futures "panamericanismo” y “latinoamericanismo”, En esas condicio- nes se desenvolvis # través de aquellos aludidos episodios, multiples, de los cuales los fundamentales fueron el Congreso de Panamé-Tacubays de 1826-1828, y los dos lamados Congresos Americanos de Lime, de 1367-1848 y 1864-186: ‘Nada ciertamente podré lenar tanto los ardientes votos de mi oc ‘rasp, como la conformidad que espero de los gobiernos confederados a realizar este augusto acto dt la América... El dia que nuestros Pl nipotenciarios hagan el canje de sus poderes se fijaré en le hista diplomética de América una época inmostal.” As{ se manifestaba Bol var en 1824, en Ia histérica circular de Lima convocatoria del Congr us et aru Azo;0 de Panamé. “América” sin més, aunque se dirigicra sélo a las repiblicas americanas “antes colonias espafolas”, como la misma Circular dice: las reptiblicas de Colombia, México, Rio de la Plata, Chile y Centroamé. rica. Sin embargo, Santander, presidente en ejercicio de la primera, con le compafia de México y Centroamérica —informando a posteriori a Bolivar— extendio de inmediato la invitacién a Estados Unidos, como se extendid poco despuss a Brasil. Nada més elocuente que tales inar- manicas actitudes en aquel momento unico, para poner en evidencia la intima contradiccién dialéctica —alimentada por la ambigiedad de la invocacién a “América” que desde su raiz historica albergé el viejo “americanismo” de a comunidad hispanoamericana. Esa contradiccién se fue volviendo conflictual (especialmente desde Is invasion de México por Estados Unidos, a fines de la década de los, cuarenta), a medida que el peligro norteamoricano crecia, sin desvane: cerse por su parte ef europeo. La terminologta siguié siendo “ameri canista”: Congreso Americano, Unién Americana, Confederacién America: na, Federacién Americana son, entre otras, expresiones que las sucesivas generaciones hispanoamericanas prodigan para referirse casi siempre 2 Hispanoamérica, si bien eran aplicadas no sdlo a la totalidad del hemisferio, sino también —para aumento de las fuentes de confusion— usadas en ‘determinado sentido, sélo para Estados Unidos. Profundamente Idgica en su génesis y proceso desde el punto de vista histérico, Ia contrad:ccién culmina en las postrimerfas del tercer cuar ro del siglo Gesuparece comy coalradiceidn interna. 2a et sero de una corriente para reaparecer desdoblada en dos nuevas co- rrientes lamadas a una secular confrontacién: latinoamericanismo panamericanismo, En cuanto a los términos en que entré en su fase de culminacién, puede verse a través del siguiente intercambio diplomatico entre dos paises hispanoamericanos, en 1862. Decia en el mes de junio ef gobierno de Colombia al de Costa Rica: “EL modo més facil’y efectivo de alcanzar la deseada reunién de uz Congreso Internacional Republicano, seria acreditar cada una de nues- tras Repiblicas un Ministro Plenipotenciario cerca del gobierno de Es. tados Unidos de América, y a la sombra de su grande autoridad y con el decisive apoyo de su concurso instalarse en Congreso, sin afanes para hacerlo, sin esfuerzos bajo ciertos aspectos contraproducentes, y con la madurez de un acto bien premeditado, Los usos internacionales, de acuerdo con Ja razén, han establecido que se debe deferencia a las na- clones superiores en poder y antigledad, y que es en torno a ellas que las demés se congregan cuando van a decidir sobre asuntos que a todas conciernen. Invertir este orden de cosas es aventurar, cuando no frus- war, el buen éxito de lo que se intenta, Si el gobierno americano queda feera del Congreso, las decisiones de éste carecerén de toda la autoridad que deben tener ante la Europa; si se le lama en calidad de invitado, asistira como simple testigo de Io que se haga, pareciendo que no lo acepta, lo que serd peor que no asistir. De manera que esto que pudiera PANAMERICANISMO_Y LATINGANMERIEANISMOD xs tomarse por un mero escriipulo de etiqueta Internacional, es realmente tuna condicién esencial de la eficacia y la autoridad del Congreso.” El canciller de Costa Rica contestaba on el mes de agosto: “Sobre la participacién que en este asunto deba el gobierno de los Estados Unidos de Norte América, mi gobierno cree que si se tratase de intereses continentales en su mds lata acepcién; si se tratase tan ssélo de precaver los peligeos que de parte de Europa nos pudiera ama gar, este participio y accién comun serian indispensables; empero, para fuestras fraccionadas y débiles nacionalidades, para nuestra raza tenida fen menoscabo, para nuestras sociedades e instituciones a medio conso- Iidarse, hay otros peligros en este continente, contra los cuales forzoso es también precaucionarse. No siempre rigen los destinos de la gran Republica hombres moderados, justos y probos, como los que forman la Administracién Lincoln; alii hay partidos cuyas doctrinas pueden ser fatales para nuestras mal seguras nacionalidades, y no debemos echar en olvido las lecciones del tiempo pasado, ni que a la intervencién et- Fopea, aunque tardia, debié Centroamérica el que se pusiera término 2 fas expediciones vandélicas de los filibusteros en los afios 1855 a 1860.” ‘Asi trabajado por su contradiccién congénita, el viejo “americanis- mo” iba a morir del todo en los afios que siguieron al Congreso Ame- Heano (hispanoamericano) de Lima de 18641865, en cuya ocasién el gobierno de Colombia, volviendo sobre sus pasos de dos afios atrés, iba 2 oponerse a la invitacién a Estedos Unidos. Por la pluma, ahora de ‘Oxo tanciller, Hiegs a de 2 de su independencia y deseando conservarla con dignidad, debe bas- arse 2 si misma, sin buscar nunca el arrimo de ajeno poder.” "Antes y después de dicho Congreso un movimiento intelectual y poli tico unionista fundado en Valparaiso en 1862, bajo la presidencia del general de la independencia Gregorio Las Heras, alcanzé gran difusion fen varios paises de América del Sur. No obstante su exclusiva referencia a Hispanoamérica, recibié la tipica denominacién de "Unién Aierica- fa”, expresidn tantes veces usada, entonces como ahora, para nombrar S610 a Estados Unidos, Fenémeno de masas como legé ‘a ser, inclusive Gon caudillos montoneros como el argentino Felipe Varela, constituys el canto del cisne de aquel viejo “americanismo” legado a su ccaso. A fines de la misma década se hallaba agotado. Expedito debié quedar entonces el camino para el latinoamericanis- mo, euya férmula concretaba por los mismos afios Torres Caicedo en Paris, con su primer enunciado de la "Unién Latinoamericana”. Pero no le fue facil imponerse. No estaban preparados nuestros paises para fa inmediata asimilacién de los nuevos términos, expresién de nuevas ideas. América Latina, Latinoamérica, latinoamericanismo, como concep- tos ¥ vocablos, debieron ser aceptados poco a poco de’este lado del Atlattico. Acogidos sucesivamente por algunos grandes hispanoamerica- hos como Francisco Bilbao, Eugenio Maria de Hostos, Cecilio Acosta ¥ José Marti, fueron resistidos o desdefiados por otros, desde México ee pena ith gene 16 saTuR0 ARO hhasta el Rio de Ja Plata: en parte hacia otro extremo, por deslumbra- mientos 0 convicciones sajonizantes; en parte, también, por la anomalia imperial y esclavista de Brasil. Ala hora en que esos factores adversos conjugaban su accién para trabar al latinoamericanismo, el panamericanismo iniciaba su ascendente carrera en la Conferencia dé 1889-1860. Se sabe cual fue su répido desen- lace: en lugar de la largamente frustrada Unién Americana y de la todavia embrionaria Unién Latinoamericana, fue aguella oficina comer- ial en Ja érbita burocritica de la Secretaria de Estado del gobierno de Washington, la que poco después seria bautizada con el nombre de Unién Panamericana, 5. El viejo “americanismo” de cufo hispanoamericano, después de 1890 qued6 definitivamente desdoblado en “panamericanismo” y “latinoame. Ticanismo”, Cada uno de estos movimtentos siguié desde entonces su propia (eunque 10 independiente) evolucién, \G Pasaron los des por diversas etapas interpretadas de maneras muy dis. ares, sein el momento, En términos generales, se podria sefialar el ‘fio 949 como mojén histérico para ambos, el més importante desde al punto de vista institucional después de 1890, aunque por razones distintas en uno y otro caso, En 1548, el “panamericanismo” experimen- ta su mayor transformacién con su conversiéa terminolégica en “inter americanismo” y la creacién de la Orgenizacién de los Estados Ameri- anos; on ose aiismo ‘afio el latinoameticuuistuo es avugido por primera vez en la denominacién oficial de un organismo internacional, al cons- tituirse en el seno de las Naciones Unidas la Comisién Econémica para América Latina, cEPaL. La estricts coincidencia de afio no dejé de ser casual. No asi Ia de los hechos mismos, como fenémenos de época. Por distintas que hayan sido sus caracteristicas y separados sus escenarios, un nexo profundo los vincula. El mismo debe buscarse en la evolucién de las ideas sobre el panamericanismo y el latinoamericanismo en América Latina, como concepts confrontados y por momentos enfrentados. Producto histéri- camente indivisible de tal evolucién en la primera mitad del siglo xx, fue aquel doble desenlace coeténeo de 1948: fenémeno de revisién or. ganica del panamericanismo en el marco regional; fendmeno de recono- cimiento del latincamericanismo en el marco internacional. Bajo otra faz, la escision produjo por un lado la crisis del panamericanismo y, por el otro, el surgimiento del latinoamericanismo. La expresign “crisis del panamericanismo” ha sido aplicada a dis- tintos episodios y circunstancias. Asi lo acredita una profusa biblio- grafia, Como planteamiento significativo de la cuestién, acudimos al si- guiente pasaje del capitulo titulado precisamente, “La crisis del pan- americanismo”, de Ia obra Idea y experiencia de América, publicada en 1958 por el filésofo, internacionalista y diplomético mexicano Antonio Gomer Robledo: PANAMERICANISMO Y LATINOAMERICANISICO “Hasta la conferencia de Santiago (V Conferencia Panamericana, en 1928), celedrada en los afios posteriores a la primera guerra mundial, es mas bien pobre el balance de resultados que arrojan ls conferenci panamericanas. A ello contribuye la desunién profunda entre Norteamé-] ries e Hispancamérica, manifestada no sélo en le disparidad de erite ios en las cuestiones més fundamentales de la vida de relacién, sino | en el apogeo que alcanza el imperialismo norteamericano durante las dos primeras décadas de nuestro siglo, Casos de imperialismo tan im gable como le creacién artificial de Panamé, con la soberania adquiriéa por los Estados Unides en la Zona del Canal; Ie guerra impuesta 2 Espafia en la cuestién de Cube, « la que siguid, como doloroso epilogo, 1a humillacién de la Enmienda Plats, no eran clertamente para despertar en nadie deseos de un acercamiento mayor. A estos actos siguié an corolario de la doctrina Monroe afirmado por Teodoro Roosevelt; rolario en que se eouncia con carfcter programatico la intervenci norteamericana, financiera y militar en los paises del Caribe, Esta pol- tica fue aplicada hasta la época del presidente Wilson y de sus inme- Hiatos sucesores. .. Lo tinica que en todo este periodo transcurrido des- de la primera hasta la quinta conferencia panamericana, tuvo progreso real, incremento efectivo, era la oficina burocratica de Washington, o- locada bajo la vigilancia del secretario de Estado, y que de una en otra conferencia vio aumentar su poder J prestigio.” La-ausencia de varios paises en aquella Conferencia de Santiago, episodio critico de més . "Con todo —comenta el citado Gémez Robledo— la verdedera crisis del panamericanismo se plantes propiamente en la histdrica con- ferencia de La Habana (i928), pues alli por primera vez puda diseu. tirse el principio sin el cual el panamericanismo no seria sino un mero nombre, o peor ain, una realidad ominosa, es decir, el principio de nc intervencién.” Bs de preguntarse si “la verdadera crisis del panameri- canismo” serfa ése, habida cuenta del sentido de la transformacién 1948 a euyo propésito el mismo autor dice en otro lugar: “Y como tl. tima prueba de la poca simpatia que tuvo siempre el voeablo en cuestién (panamericano), esté el hecho de que 2 partir por lo menos de la Con. ferencia de Bogoté, ha sido sustituido por el otro ‘interamericano’ Este dltimo término habla hecho sus primeras timidas incursiones ha- cia 1945, en estudios publicados por la propia Union Panamericana, TInstaurada en 1548 en aquella Conferencia de Bogota, Ja Organizacién de los Estados Americanos, con otro aparate juridico ms complejo y sistemético, remplazé a Ja vieja Unién Panamericana, que quedé redu- ida al nombre de su secretaria general. La organizacién misma pasd « ser llamada Sistema Interamericano. Como consecueneis, el panamerica- nismo se metamorfoses en interamericanismo. En la introduccién a tesis doctoral La Organizacién de los Estados Americanos, observa el internacionalista espaol Félix Fernéndez Shaw: “‘Léase la Declaracién de Panamé de 1956 de los jefes de Estado de las Republicas americanas: hie se cita una vez la palabra panamericanismo, y en varios ocasiones aperecen el vocablo y la idea interamericanista.” Tel metamorfosis 0 impidio. sin embargo, que sucesivas crisis fueran marcando su existencia asia nuestros dias, al compés del agitado proceso histérico del con- tinente. . ero si en el expresado sentido el panamericanismo se metamorfo- geben oto caducé, Caducé en su significacién tradicional de panismo, | © S decir,Zomo doctrina o movimiento destinado a interpretar la unidad fdeal del conjunto de naciones del hemisferio americano. Esa uni- dad ideal no existia de antemano, y el panamericanismo no logré crearla ““) sinfuadiéndole un espiritu que le’ fuera propio, porque no lo tenfa, Por ei contrario, sicvié cada vez més para hacer resaltar en lugar de la Gnidad, Ia dualidad. Sintomatico es que desde mucho antes del episodio 2 1548, pero notoriamente después de él, se hable cada vez menos de ‘Panamérica” para hablarse cada vez mds de "les Américas”, expresién antitética de aquélla, De ab entre esas Américas, no ya "pan", ni sk Quiera “intra” sino “interomericanismo”. i ‘Ese proceso de descaecimiento y crisis del concepto de penamerica- sisigo ha tonido por agente el peasamiento cco de Américe Latina Se hizo sentir en los gobiernes mismos, pese a que persistentes co. entes oficiales tendicron una y otra vez al apuntalamiento. De no Tber sido asi. dicho proceso no hubiera teaido por ocasién y teatro TENT sas munifestacones més ostensioies las propias conferencias panamericanas. Pero tenia su fuente primera en la opinién publica com, Enental.Sba erisis del panamericanismo resulté de la critica del pan- Emericanismo producida en niveles académicos, politicos y culturales, y que fue inseparable de la afirmacién y propagacién correlativas del Is Gnoamericanismo, En definitiva, un solo y Unico proceso abarcando en {nteraceidn dialéctica a ambas concepciones unionists. 5 ="Sargido a mediados del siglo x0x en los circulos hispanoamericanos “de Paris, el latinoamericanismo apenas habia dado sus primeros pasos Sroselitisias en nusstros paises antes de 1890, Desde entonces hasta {948 iba a mantener del punto de vista oficial, Ia condicién de concepto sumergide. Pero en un asceaso creciente, que darfa raz6n de su emer Genciaen ese aio a la superficie del orden jurfdico internacional. Después de la frustracién que le significé el advenimiento del pan- / americanismo, la idea latinoamericana aceleré sus progresos hacia 1900, en particular después de la guerra hispancamericana de 1898. Ya en toda la segunda mitad del siglo pasada habia dado nombre @ algunas Compafias, sociedades, reuniones, institutos, libros y revistas, més 0 Snenos dispersos. Desde fines del mismo, reforzada por el advenimiento Ge Brasil le comunidad yepublicana, espoleada por una sucesion de Ggresives avances norteamericanos y también culturalmente impulsada por sectores de la inteligencia francesa, la conciencia latinoamericanista PlousiamcaNiSMo ¥ LATINOMMERICANIS3O 1 se expande y se intensifica mediante la multiplicacién creciente de aquellos mismos medios. Fue en ese contexto de época que tuvo el Ariel -/ de Rodé su privilegiado destino continental ‘Ha quedado dicho lo que en esa expansién hubo de reaccién contra, el panamericanismo. De los abusos de éste ya habla hecho profecta(Mar- ti en su recordada nota del 2 de noviembre de 1889, que antes que uns més en la serie de sus erdnicas de Ia Conferencia de Washington fue tun verdadero ensayo sobre su historia, elementos y tendencias. La de- nuncié alli como “el planteamiento desembozado de la era del predo- minio de los Estados Unidos sobre los pueblos de América”. Afadiend« “'Y es licito afirmar esto, a pesar de la aparente mansedumbre de la comvocatoria, porque a ésta, que versa sobre las relaciones de los Es- tados Unidos con los demés pueblos americanos, no se la puede ver como desligada de las relaciones, y tentativas, y atentados confesos, de los Estados Unidos en la América, en los instantes mismos de la reu- pién de sus pueblos sino que por lo que son estas relaciones presentes se ha de entender cémo serdn, y para qué, las venideras. En 1922, en histérico discurso de salutacién a José Vasconcelos en Buenos Aires, en nombre de los escritores argentinos, denunciaba José Ingerieras lo que efectivamente habian legado a ser hasta ese momento, esas relaciones “venideras”: en Puerto Rico, Cuba, México, Nicaragua, Colombia, Haiti, Guayanas. ¥ exclamaba: "‘Creemos que nuestras na: cionalidades estin frente a un dilema de hierro, O entregarse sumisas y sigbar la Unién Paname.icans (América para los nerweetuericanos), © prepararse en comin a defender su independencia, echando las bases de una Unién Latine-Americana (América para los latinoamericanos).” TTres afios més tarde fundaba, también en Buerios Aires, una institucién denominada “Unién Latinoamericana” retomando, seguramente sin sa- berlo, la consigna que sesenta afios atrés habia lanzado Torres Caicedo por primera vez en el titulo de su clisico libro de 1865. Nivese ai otros empefios coincidentes que siguen irradidndose logran reconoeimiento oficial, hasta que en 1948, en el dmbito mds libre de las Naciones Unidas, nuestras reptblicas obtienen la ya mencionada crea cién de Ia cepar. La expresién, y por Io tanto el concepto América La: tina, iniciaba su proceso de institucionalizacién internacional. Lo hacia a la hora en que, en el propio marco del sistersa interamericano, se desplazaba a un plano secundario la tan combatida expresion Pan. Ame- ica, De ahi en adelante, como casos especialmente representatives: en 1949 la Unién de Universidades de América Latina, UDUAL;? en 1961 la Asoelacién Latinoamericana de Libre Comercio, atAtc; en 1964 el Farla- mento Latinoamericano, PAL; en 1969 la Comisién Econémica de Coor- Cuando la creacién de la vovat, en el Primer Congreso de Universidades Lat noamericanas (Guatemala, 149) en'el que nos tocé participa, Ia expresign América Stina fue todavia Tesisida por algunos congresisias con argumentos que Boy 20 tendrfan Tages. ae \ 170 @ivacién Latinoamericana, cats; en 1975 el Sistema americano, SLA. ‘Al margen del error o acierto en la concepcién tedrica 0 la prictica de cada una de ellas; al margen, igualmente, del juego de tendencias doctrinarias o diplomiticas que segiin las circunstaacias bistéricas oca- sionales las hayan impulsado o impulsen, todas esas instituciones tienen ‘l superior significado comin de jalonar I incontrolable consagracién Gel latinoamericanismo en el campo del derecho internscional, en el triple orden econémico, politico y cultural. Todo ello en medic de un torrente de bibliografia y hemerografia que, especialmente en las déca- das de los sesenta y Jos setenta, impone a escals universal Ia idea y el nombre de América Latina. 6, BI panamericanismo, con su consiguiente forma, el interamericanis” mo, constituye un caso de regionalismo, fenémeno propio de la historia moderna y contemporinea en el ambito de las relaciones internacions- les, El primero en el tiempo, a la vez que Juridicamente e! mas desarro- lado de todos los que se constituyeron con posteriorided a él. Cual- quiera que sea su evolucién ulterior, en 1a medida en que subsista no podré legar a ser otra cosa que eso: un regionalismo, es decir, una organizacién regional supranacional, intermediaria entre el estado na- ional y Ia comunidad internacional mundial ms (Se muy distints neturaien es el Iatinoam: pectiva Bloséfica de la historia, profundo error para algunos resulta concebiclo como un simple regionalism, ¥,menos como un sulbregiona- lismo (0 sea, un regionalismo menor subsumido en el regionalismo mayor del panamericanismo 0 el interamericanismo). Si América o Pan- américa' (de alli panamericanismo), asi como Las Américas (de alli interamericanismo), connotan una regién geogréfica, América Latina Latinoamérica (de alli latinoamericanismo), constituye, en ese momento, una nacionalidad. Una nacionalidad en proceso histérico de organiza in, como lo fueron en el siglo xx —en otra escala— Alemania o Ttalia, Y por ello, més que un regionalismo, aunque de éste presente muchos aspectos trazsicionales, el latinoameriéanismo fue interpretado fen aquella época como un azcionalismo, en cuanto expresin de una verdadera conciencia nacional, solfa decirse. “Las dos nacionalidades de América”, “las dos nacionalidades del continente”, repetia Martf en su nota del 2 de noviembre de 1839, cuen- do la fundacién del panamericanismo, para referirse a la dualidad de las Américas sajona y latina. De una sola “patria magna”, que reuniera fa Jas patrios hermazas de sangre, habian hablado antes los "grandes préceres” de la Independencia y tantos otros que siguicron, “Yo cref Sempre que en la América nuestra no era posible hablar de muchas icaniomo, Desde la pers) PIRUMERICMESHO Y LATINOMMERICANIS2E0 m patrlas, sino de una patria grande y tnice”, diria después Rods en el Congreso de Chile, cuando Ia celebracién céntenaria de 1910. Y como i, hasta nuestros dias, hay todavia quienes ereen que por encime de las discrepancias ideol6gicas 0 de los partidos politicos se puede seguir pensando en este ideal. ssnuiooansta Amadeo, Marlo, Pol Aes, Barcia ‘Trelles, Camilo, Doctrina de Monroe y cooperacién internacional, Mee Grid, 1931, 7 600? aes Casvas Cancing, Francisco, Del Congreso de Panard a ta Conterensie de Cx racas, 16251984, Caracas, 1955 Fermandce Shaw, Fix, La Orgenizacién de tos Estados A ‘Madrid, 1953 Gomez Robledo, Antonio, Idea y experiencia de América, Mézico, 198 Marti José, Politica de nuestra’ América, México, Siglo 20%1, 197 Enrique, Obras complatas internacional, Los principios y tos hechos, Buenos icana, Paris, 1865. igo XI, 1972, “tapes, Jeses Maris, Del Congreso de Panamd a ta Conferzncia de Caracas, 126.1954, Caracss, 1955. Zea, Leopoldo, América en ta historia, México, 1957.

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