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2QUE ES UNA CONSTITUCION? T.—,Qué es una Constitucién? 1.—Ley y Constitucion . 2,-Los factores reales del ‘poder... 3.—Los factores de poder y las instituciones juridicas, La hoja de papel a 4.—Poder organizado e inorgAnico. . IL.—Algo de historia constitucional ... 1,—Constitucién feudal. . 2,—E] absolutismo 8.—La rovolucién burgnesa Ttl.—El arte y la sabiduria constitucionales 1,—Lo que debié hacerse el 48 2,—Consecuenciss. TV.—Concelusiones practicas.. . 3a be 58 8a 10 Ww rt} 78 wa 80 81 84 ci] sQUE ES UNA CONSTITUCION? (Conferencis pronunciada ante una agrupacién ciudedana de Borlin, on abril do 1862). Seforgs: Se me ha invitado a pronunciar ante vosotros una conferencia, para la cual he elegido un tema cuya importancia no necesita encarecimiento, por su gran actualidad. Voy # hablaros de problemas constitucionales, de lo que ¢3 una Constitucién. Pero antes de nada, quiero advertiros que mi conferencia tendrd un cardcter “estrictamente citn- tifico, Y, sin embargo, o mejor dicho, precisamen- te por ello mismo, no habrd entre vosotros una sola persona que no sea capaz de seguir y comprender, desde el principio hasta el fin, lo que aqui se ex- ponga. Pues la verdadera ciencia, seflorese—nunca esté ds més recordarlo—no es otra cosa que esa claridad de pensamiento que, sin arrancar de supuesto al- -guno preestablecido, va derivando de sf misma, paso a paso, todas sus ‘consecuencias, imponiéndo- sa con la fuerza, coercitiva de la inteligencia a todo aque! que siga atenfamente su desarrollo. Esta clarided de pensamiento no reclama, pues, de quienes escuchan ningim género de premisas especiales. Antes al contrario, no consistiendo, como acabamos de decir, en otra cosa que en aquella au- sencia de toda premisa sobre la que el pensamien- to sa edifica, para slumbrar de su propia entrafia — 51 todos sus resultados, no solo no necesita de elles, sino que no las tolers. Sdlo tolera y sélo exige uns cosa, ¥ es que quienes escuchan no traigan consigo supuestog previos de ningin género, m1 prejuicios atraigados, sino que vengan dispuestos a colocarse frente al tema, por mucho que acerca de él hayan hablado o diseurrido, como si lo investigasen por vez primera, como si alin no supiesen nada fijo de él, desnudandose, a lo menos por todo el tiempo que dure Ia nueva investigacion, de cuanto res- peeto a él estuviesen acostumbrados a dar por sen- tado. 1.—jQué es uns Constitucién? Comienzo, pues, mi conferencia con esta pregun- ta: gQué es una Constitucién? ¢En qué consiste la verdadera esencia de una Constitucién? Por to- das partes y a todas horas, tarde, mafhana y no- che, estamos oyendo hablar de Constitucién y de problemas constitucionales. En los periddicos, en jog circulos, en las tabernas y restaurantes, es éste el tema inagotable de todas las conversaciones. Y, sm embargo, formulada en términos precisos esta pregunta: glin qué estd la verdadera esen- cia, el verdadero concepto de una Constitucidn?, mucho me temo que, entre tantos y tantos como hablan de ello, no haya mds que unos pocos, muy jocos, que puedan darnos una contestacién satis- actoria. Muchos, verianse tentados, seguramente, a echar mano, para contestarnos, al volumen en que 88 uarda Ja legislacién prusiang del afio 1850, hasta ar en 61 con la Constitucién del reino de Prusia. Pero esto no seria, claro esté, contestar a lo que yo pregunty. No basta presentar la materia concre- 52 ta de ung determinada Constitucién, la de Prusia “ola que sea, para dar por contestada la prégunta que yo formulo: ,dénde reside la esencia, el con- cepto de una Constitucién, cualquiera que ella fuere? Si hiciese esta pregunta a un juriste, me con- testarla seguramente en términos parecidos a é8- tos: «La Constitucién es un pacto jurado entre el rey y el pueblo, que establece los principios bé- sicos de la legislacién y del-gobierno dentro de un pats», O en términos un poco més generales, pues- to due también he habido y hay Constituciones re- publicanas: «La Constitucién es la ley fundamen- tal proclamada en el pais, en la que se echan los cimientos para la organizacién del Derecho publico de esa nacién.» Pero todas estas definiciones juridicas formales, y otras parecides que pudieran darse, distan mu- sho de dar satisfaccién 9 la pregunta por mi formu- lade. Estas contestaciones, cualesquisra que ellas sean, se limitan a deseribir exteriormente cémo se forman las Constituciones y qué hacen, pero no nos dicen lo que una Constitucién es. Nos dan crite- trios, notas calificativas para reconocer exterior y juridicamente una Constitucién. Pero no nos dicen, ni mucho menos, dénde estd el concepto de toda Constitucién, la esencia eonstitucional. No sirven, por tanto, para orientarnos acerea de si una de- terminada Constitucién es, y por qué, buena o mals, faectible o irrealizable, duradera o inconsisten- te, pues para ello serla menester que empezasen por definir el concepto de la Constitucién. Lo pri- mero es saber en qué consiste la verdadera esencia de una Constitucién, y Iuego, se verd si la Carta constitucional determinada y concreta que examina- mos se acomoda co no a osas exigencias sustancia- les. Mas, pata esto, no nos sitven de nada esas de- finiciones juridicas y formalistas que se aplican por — 53 —- igual a toda suerte de papeles firmados por una nacién o por ésta y su rey, para proclamarlas por Constitueiones, cualquicra que sea su contenido, sin penetrar para uada en él. Bl concepta de la Jonstitueién—como hemos de ver palpablemente cuando a él hayamos legedo—es Ia fuente prima- ria de que se derivan todo el arte y toda la sabi- duria constitucionales ; sentado aquel concepto, se dosprenden do é] espontdneamente y sin esfuerzo alguno. Repito, pues. mi pregunta: ¢ Qué es una Cons- titucién? ;Ddnde estd Ja verdadera esencia, el ver- dadero concepto de una Constitucidn? Como fodavfa no lo sabemos, pues es aqui don- de hemos de indagarlo, todos juntos, aplicaremos um método que es eonveniente poner en prdcticn siempre que sé trata de esclarccer el coneepto de una cosa. Este método, sefores, es muy sencillo Consiste simplemente en comparar Ia eosa ecuvo concepto se investiga con otra semeajante a ella. esforzindose Tuego por penetrar clara v nitidamen- te en las diferencias que separan a una de otra. {Ley y Constitucién. Aplieando este método, vo me pregunto: 7 Fn qué se distinewen una Constituciin v una Ley? Ambas, la Jey y Ia Constitucién, tienen, evidente- mente, una esencia genéricea comin. Una Consti- tucién, para regir, necesita de la promulgacidn_le- gislativa. es decir, que tiene que ser también ley. Pero no ¢s una ley como otra cualquiera. una sim- ple lev: es algo mds. Entre los dos conceptos no hay sdlo afinidad: hay también desemejanza, Esta desemejanza, que hace que Ia Constitucién sen algo mds que una simple ley, podria probarse con cientos de ejernplos, Fl pafs, por ejemplo, no protesta de que a cada —54— paeo se estén promulgando leyes nuevas. Por a] con- trario, todos sabemos que es necesario que todos los aficg se promulguen un nimero més o menos ande de nuevas leyes. Sin embargo, no puede ictarse una éola l¢y nueva sin que se altere la si- tuacién legislativa vigente en el momento de pro- mulgarse, pues si la Jey nueva no introdujese cam- bio alguno en el estatuto legal vigente, serfan abso- lutamente superflua y no habria para qué promul- garla. Mas no protestamos de que las leyes se refor- men, Antes al contrario, vemos en estos cambios, en general, la migién normal de los cuerpos gobernan- tes. Pero, en cuanto nos tocan a la Constitucién, al- zamos goces de protesta y gritamos: | Dejad estar la Constitucién! ;De dénde nace esta diferencia? Esta diferencia es tan innegable, quel hasta hay Constituciones en que se dispone taxativamente que la Constitucién no podré alterarse én modo alguno ; en otras, se prescribe que para su reforma no has- tar& Ja simple mayorfa, sino que deberdn reunirse las dos terceras partes de los votos del Parlamen- to; y hay algunas en que la reforma constitu- cional no es de la competencia de los Cuerpos ¢o- legisladores, ni aun asociados al Poder ejecutivo, sino que para acometerla deber& convocerse extra, ad. hoc, expresa y exclusivamente para este fin, una nueva Asamblea legislativa, que decida acerca de 1a oportunidad ‘o conveniencia de la transfor- macién. En todos estos hechos se revela que, en el espi- ritu undnime de los pueblos, una Constitucién debe ser algo mucho més sagrado todavia, mds firme y mag inconmovible que una, ley ordinaria. Vuelvo, pues, a mi pregunta de antes: gBn qué se distingue una Constitucién de una simple ley? ‘A esta pregunta se nos contestarg, on la inmensa muyorla de los casos: La Constitucién no es una ley como otra cualquiera, sino la ley fundamental — 55 — dei pats. Es posible, sefiores, que en esta con- testacién vaya implicita, aunque de un modo oscu- ro, la verdad que se investiga, Pero Ja respuesta, asi formulada, de una manera tan confusa, vo pue- de satisfacernos. Pues inmediatamente surge, sus- tituyendo a la otra, esta interrogacién: g¥ en qué se distingue una ley de la ley fundamental? Como sz ve, seguimos donde estibamos. No hemos he- cho mds que ganar up nombre, una palabra nue- va, el término de «ley fundamental», que de nada nos sirve mientras no sepamos decir cud! es, re- pito, la diferencia eutre una ley fundamental y otra ley cualquiera, Intentemos, pues, abondar un poco mag en el asunto, indagando qué ideas o qué nociones son las que van asociadas a ese nombre de «ley funda- mental»; 0, dicho en otros términcs, eémo habria que distinguir entre si una ley fundamental y otra ley cualquiera para que la primera pueda justificar el nombre que se asigna. Para ello serd necesario: 1.° Que la ley fundamental sea una ley que ahonde mds que las leyes corrientes, como ya su propio predicado de «fundamental» indica. 2.° Que constituya—pues de otro modo no ms- recerfa, lamarse fundamental—el verdadero funda- mento de las otras leyes; es decir, que la ley fun- damental, si realmente pretende ser acreedora a ese nombre, deberd informar y engendrar las demés Jeyea ordinarias basadas sobre ella. La ley funda- mental, para serlo, habrd, pues, de actuar e trradiar a través de las leyes ordinarias del pals. 8.° Pero las cosas que tienen un fundamento nd son como son por antojo, pudiendo ser también de otra manera, sino que son asf porque necesaria- mente tienen que ser. El fundamento a que res- ponden no leg permite ser de otro modo. Sdlo las cosas carentes de un fundamento, que son las co- — 56 — sas casuales y fortuitas, pueden ser como son 0 de otro modo’ cualquiera. Lo que tiene un funda- mento no, pues aqui obra la ley de la necesidad. Los planetas, por ejemplo, so mueven de un de- terminado modo. ¢Hste desplazamiento responde a causas, a fundamentos que lo rijan, o no? Si no hubiera tales fundamentos, su desplazamiento seria casual y podria variar en cualquier instante, esterfa variando siempre. Pero si realmente responde a un fundamento, si responde, como pretenden los in- vestigadores, a la fuerza de atraccién del sol, basta esto para que el movimiento de los planetas estéd regido y gobernado de tal modo por ese fundamen- to, por la fuerza de atraccién del sol, que no pueda ser de otro modo, sino tal y como es. La idea de fundamento Ieva, pues, implicita la nocién de una necesidad activa, de una fyerza eficaz qua hace, por ley de necesidad, que lo que sobre ella sa fun- da sea ast y no ds otra modo. Si, pues, la Constitucién es la ley fundamental de un pals, seré—y aqui empezamos ya, sefiores, a entrever un poco de luz—, un algo que pronto hemos de definir y deslindar, 0, como provisional- menta homos visto, una fuerza activa que hace, por un imperio de necesidad, que todas las demés loyes @ instituciones juridicas vigentes en el pais sean lo que realmente son, de tal modo que, a par- tir de cso instante, no puedan promulgarse, en ese pafs, aunque se quisiesa, otras cualesquiera. Ahora bien; safiores, ges que existe en un pats —y al preguntar esto, empieza ya alborear la luz tras de la que andamos—elgo, alguna fuerza activa @ informadora, que influya de tal modo en todas las leyes promulgadas en ese pals, que Ids obligue a sér necesatiamenté, hasta cierto punto, lo que son y como son, sin psrmitirles ser de otro modo? — 57 2.—Los factores reales del poder. Si, sefiores; existe, sim duda, y este algo que in- vestigamos reside, senvillamente, en los factores reales de poder que rigen en una sociedad deter- minada. , Log factores reuiés de poder que rigen en el seno de cada sociedad son esa fuerza activa y eficaz que informa todas las leyes e instituciones jurfdicas de ta sociedad en cuestién, haciendo que no pucdan ser, en sustancia, mds que tal y como son. Me apresuraré a poner esto en claro con un ejem- plo pléstico, Cierto es que este ejemplo, al menos en la forma en que voy a ponetlo, no puede llegar a darse nunca en Ia realidad. Pero, aparte de que en seguida veremos, probablemente, que este mis- mo ejemplo se puede dar muy bien bajo otra for- ima, nG se trata de saber si el ejemplo puede o no darse, sino de lo que de él poflamos aprender res- pecto a lo que sucederia, ai llegara a ser realidad. Saben ustedes, sefores, que en Prusia sdélo tie- nen fuerza de ley los textos publicados en la Colec- cién legislativa. Esta Coleccién legislativa se im- prime en una fipografig concesionaria situada en Berlin. Los originales de las leyes se custodian en los archivos del Estadc, y en otros archivos, biblio- tecas y depdsitos se guardan las colecciones legis- lativas impresas. Supongamos ahora, por un momento, que se pro- dujera un gran; incendio, por el estilo de aquel mag- no incendio de Hamburgo (1), y que en é! quedasen (1) Un incendio famoso ocurrido en Hamburgo en el aiio 1843, y que redujo a cenizas una parte considerable do Ja ciudad. — 58 — reducidos a esccambros todos los archivos del Es- tado, todas las bibliotecas publicas, que entre las llamas pereciess también la imprenta concesiona- ria de la Coleccién legislativa, y que lo mismo, por una singular coimcidencia, ocurriese en las demas ciudadegs de la monarqufa, arrasando incluso las bibliotecas particulares en que figurase esa colec- cién, de tal modo que en toda Prusia no quedase ni una sola ley, ni un solo texto legislative acreditado en forma auténtica, Supongamos esto. Supongamos que el pais, por este siniestro, quedase despojado de todas sus le- yes, y que no guviese mds remedio que darse otras nuevas. ¢Creen ustedes, sefiores, que en este caso ol le- gislador, limpio el solar, hodrla ponerse a trabajar a 6u antojo, hacer las leyes que mejor le parecie- sen, a su libre albedrio? Vamos a verlo. a) Le monarquia. Supongamos que ustedes dijesem: Ya que las le- yes han perecido y vamos a construir otras total- mente nuévas, desde los cimientog hasta el remate, en ellas no respetaremos a la monarquia las pre- rrogativas de que hasta ahora gozaba, al amparo de las leyes destrufdas; mds ain; no-le respetaremos prerrogativas ni atribucién alguna; no queremos monarquia. El rey les diria, lisa y lanamente: Podrén estar destruidas las leyes, pero la realidad es que el Bjér- cito me obedece, que obedece mig drdenes; Ia rea- lidad es que los comandantes de Jos arsenales y los cuarteles sacan a la calle log cafiones cuands yo lo mando, y, apoyado en.este poder efectivo, en fos eafiones y las bayonetas, no toleraré que me asigndis mds posicién ni otras prerrogativas que las que yo quiera, — 59 — Como ven ustedes, sefiores, un rey a quien obe- decen el Ejército y los cafiones... es un fragmen- to de Constitucién. b) Le aristocracia. Supongemos ahora que ustedes dijesen: Somos dieciocho millones de prusianos (1), entre los cuales sdlo se cuentan un pufiado cada vez m4s exiguo de grandes terratenientes de la nobleza. No vemos por qué este pufiado, cada vez més reducido, de grandes terratenientes ha de tener tanta influencia en los destinos del pafs como todos los dieciocho millones de habitantes juntos, formando de por si una Cémara alta que sopesa los acuerdos de la Ca- mara de diputados elegida por la nacién entera, para rechazar sistematicamenfe todos aquellos que son de alguna utilidad. Supongamos que hablasen ustedes asi y dijesen: Ahora, destrufdas Jas leyes de! pasado, somos todos «sefores» y no necesitamos para nada de una Camara sefiorial. Reconozeo, sefiores, que no es facil que estos grandes propietarios de la nobleza pudiesen lanzar contra el pueblo que asi hablase a sus ejércifos de campesinos. Lejos de eso, es muy probable que tu- viesen bastante que hacer con quitdrselos de en- cima. Pero lo grave del caso es que los grandes terrate- nientes de la nobleza han tenido siempre una gran influencia cerca del rey y de la corte, y esta in- fluencia les permite sacar a la calle el Ejéreito y los cafiones para sus fines propios, como si este apa- rato de fuerza estuviera directamente a su dispo- sicién. He aqui, pues, eémo una nobleza influyente y (1) Lassalle hablaba en 1862. — 60 — bien relacionada con el rey y eu corte, es también un fragmento de Constitucién. c) Le gran burguesia. Y¥ ahora se mo ocurre sentar el supuesto inverso, el supuesto de que el rey y la nobleza se aliasen en- tre sf para restablecer la organizaci6n medieval en los gremios, pero no cireunscribiendo la medida al pe- quefio artesanado, como en parte se intentd hacer efectivaments hace unos cuantos afios, sino tal y como regia en la Edad Media; es decir, aplicada 8 todg |e produccidn social, sin excluir la gran in- dustria, lag fébricas y la produccién mecanizada. No ignoran ustedes, sefiores, que el gran capital no podria en modo algumo producir bajo el sistema medieval de los gremios, que |e verdadera indus- tria y la industria fabril, la produccién por medio de méquinas, no podrian en modo alguno desenvol- verse bajo el régimen de los gremios meédievales. Entre otras razones, porque en este régimen go al- zarian, por ejemplo, toda una serie de fronterag le- gales entre las diversas ramas de la produccién, por mouy afines entre si que éstas fuesen, y ningun in- dustrial podria unir dos o mds en su mano, Asi, el enjabelgador no tendria competencia para tapar un solo agujero; entre los gremiog fabricantes de clavog y los cerrajeros se estardn ventilando cons- tantemente procesos para deslindar las jurisdiccio- nes de ambas industrias; el estampador de lienzos no podria emplear en su fdbrica a un solo tintore- ro, etc, Ademdés, bajo el sistema gremial estaban tasadas la ley estricjamenta las cantidades que cada industrial podia producir, ya que dentro de cada localidad y de cada rama de industria sdlo | sa autorizaba a cada maestro para dar ocupacién a un numero igual y legalmente esteblecido de ope- rarios. m— 65 — Basta esto para comprender que Ia gran pro- duecién, la produccién mecdnica y el sistema del maquinismo, no podrian prosperar ni un sdélo dia con una Constitucién de tipo gremial. La gran pro- duceién exige ante todo, la necesita como el aire que respira, la fusién de las mds diversas ramas de trabaja en manos del mismo capitalista, y ne- cesita, en ségundo lugar, de la produccién en masa y de la libre concurrencia; es decir, de la posibili- dad de dar empleo a euantos operarios quiera, stn restriccién algunt, ¢Qué sucederia, pues, si, en estas condiciones y a despecho de todo, nos obstindsemos en implan- tar hoy la Constitucién gremial? Pues sucederia que los sefores Rorsig, Egels, et- eétera (1), que los grandes fabricantes de tejidos estampados, los grandes fabricantes de seda, etcd- tera, cerrarian sus fabricas y pondrian en la calle @ sus obreros, y hasta las Compafifas de ferrocarri- les tendrian que hacer otro tanto; el comercio y Ja industria se paralizarian, gran numero de maes- tros artesanos verianse obligados a despedir a sus operarios, o lo harian de grado, y esta muchedum- bre interminable de hombres despedidos se lanza- ria a ta calle pidiendo pan y trabajo; detras de ella, espoledndola con su influencia, animandola con si prestigio, sosteniéndola y alenténdola con su di- nero, la gran burguesia, y entablarfase una lucha en que el triunfo no seria en modo alguno de las armas, Vean ustedes cémo y por ddénde aquellos caba- Heros, los sefiores Borsig y Egels, los grandes in- dustriales todos, son también un fragmento de Constitucién, (1) Grandes industriales prusiancs de la époaa. — 62 — d) Los banqueros. Supongamos ghora que al Gobierno se Je ocurrie- ra implantar una de esas medidas excepcionales abiertamente lesivas para los interéses de los gran- des banqueros. Qua al Gobierno” se le ocurriese, por ejemplo, decir que el Banco de la Nacién no se habia creado para ih funcién que hoy cumple, que es la de abaratar mda ain 6! crédito a los grandes banqueros y capitalistas, qua ya de suyo disponen de todo el orédito y todo el dinero del pais y que son los unicos que pueden descontar sus firmas, es decir, obtener crédito en aquel establecimiento ban- cario, sino para hacer accesible el crédito a la gen- te humilde y a la clase media; supongamos esto, y supongamos también qua al Banco de Ja Nacidn se.le pretendiera dar la organizacién adecuada para conseguir este resultado, Podrig esto, sefiores, pre- Valocor? Yo no diré que esto desencadenase una insurree- cién, pero el Gobierno actual no podria imponer tampoco semejante medida. Veamos por qué, De cuando en cuando, el Gobierno se ve acosa- do por la necesidad de invertir grandes contidades de. dinero, que no se atreve a sacar del pais por medio de contribuciones. En esos casos, acude al recurso de devorar el dinero del mafiana, o lo que es lo mismo, emite empréstitos, entregando a cam- bio del dinero que se le adelanta, papel de la Deu- da publica. Para esto, necesita de los banqueros. Cierto 9s que, a la larga, primero o mds tarde, la mayor parte de los titulos de la Deuda vuelven a repartirse entre la clase rica y los pequefios ren- tistes de la nacién. Mas esto requiere tiempo, a veces mucho tiempo, y el Gobierno necesita el dinero pronto y de una ves, o en plazos breves. Para allo, tiens que servirse de particulares, de — 63 — mediadores que lo adelanten las cantidades que ne- cesita, corriendo juego de su cuenta el ir colocan- dy poco a poco entre sus clientes el papel de la Deuda que a cambio reciben, y luerdndose, ade- més, con el alza de cotizacién gue a estos titulos se imprime artificialmente en la Bolsa. Estos in- termediarios son los grandes banqueros; por eso a ningun Gobierno le conviene, hoy en dia, estar a mal con estos personajes, Vean ustedes, pues, seiiores, como los grandes banqueros, como los Mendelssohn, los Schickier, la Bolsa en general, son también un fragmento de Constitucién, Supengamogs ahora que al Gobierno se le ocu- triera promulgar una ley penal semejante a las que tigieron en algin tiempo en China, castigando en ja persona de los padres los rebos cometidos por los hijos. Esa ley no prevaleceria, pues contra ella tebelariase con demasiadg fuerza la cultura eolec- tiva y la coneiencia social del pais. Todos log fun- cionarios, burderatas y consejeros de Estado, se Le- varias la3 manos a la cabeza, y hasta los honorables senadoreg tendrian algo que objetar contra el desati- no. Y es que, dentro ds ciertos limites, sefiores, también la conciencia colectiva y la cultura gene- ral del pais son un fragmento de Constitucién. e) La pequefta burguesia y la claro obrera. Imaginémonos ahora que el Gobierno, inelindén- dose a proteger y dar plena satisfaccién 9 los pri- vilegios de la nobleza, de los banqueros, de los grancles industriales y de los grandes capitalistas, ecidiese privar de sus libertedes potiticas a la pe quefia burguesia y a la clase obrera. ¢Podria ha- cerlo? Desgraciadamente, sefiores, s{ podria, aun- que sdlo fuese transitoriamente; la realidad nos — 64 — tiene demostrado que podria, y més adelante ten- d@remos ocasién de volver sobre esto. . Pero, ¢y si se tratara de despojar a la pequefia burguesfa y a la clase obrera, no ya de sus liber-, tades polidicas solamente, sino de su libertad perso- nal; es decir, si se tendiera a declarar jonalmen- te al obrero o al hombre humilde esclave, vasallo o siervo de la gleba, de volverle a la situacién en que vivid en muchos paises durante los siglos le- nos, remotos, de la Edad Media? 2 Prosperaria pretensién? No, sefiores, esta vez mo prospera-~ via, aunque para sacarla adelente se aliasen el rey, la nobleza y toda la gran burguesia, Serfa in- uta. Pues, Hegadas lag cosas a ese extremo, us- tedes dirfan: nos dejaremos matar antes que tole- rarlo, Los obreros se echarfan corriendo a la calle, sin necesidad de que sus patronos les cerrasen las fébricas, la pequefia burguesia correria en masa a solidarizarse con ellos, y la resistencia de ese blo- que seria invencible, pues en ciertos casos extremos y dexesperados, también ustedes, sefiores, todos us- fedeg juntos, son un fragmento de Constitucién. 3,—Leos factores de poder y les instituciones juridicas. La hoja de papel. He abi, pues, sefiores, lo que es, en esencia, la Constitucién de un pais: la suma de los factorse reales de poder que rigen en ese pals. — Pero, ,qué relacién guarda esto con lo que vul- armente se llama Constitucién; es decir, con la onstitucién juridica? No es dificil, sefiores, com- prender la relacién que ambos conceptos guardan entre ai. i Se cogen esos factores reales de poder, se extion- den en una hoja de papel, se les da expresién es- —~ 6 — crita, y a partir de este momento, incorporados a un papel, ya no son simples factores realés de po- der, sino que se han erigido en derecho, en insti- tuciones juridicas, y quien atente contra ellos aten- ta contra la ley, y es castigado. Tampoco desconocen ustedes, sefiores, el proce- dimiento que se sigue para oxtender por escrito esos factores réales de poder, convirtidndolos asi en fac- tores juridicos. Claro esté que no se escribe, lisa y llanamente: el sefior Borsig, fabricante, es un fragmento de Constitucién ; el schor Mendelssohn, banquero, e3 otro trozo de Constitucién, y asi sucesivamente ; no, la cosa se expresa de un mado mucho mds pul- cro, maucho mds fino. a) El! sistema electoral de las tras clases. Asi, por ejemplo, si de lo que se trata es de proclamar que unos cuantos grandes industriales y grandes capitalistas disirutaran en Ja Monarqula de tanto poder, y atin mas, como todos log bur- gueses modestos, obreros y campesinos juntos, el legislador se guardaré muy bien de expresarlo de una manera tan clara y tun sincera. Lo que hard ser& dictar una ley por el] estilo, supongamos, de aquella ley electoral de lag tres claseg (1) que se le did a Prusia en el ado 1849, y por la cual se dividfa la nacidn en tres categorias electorales, a tenor de los impuestos pagados por los electcres y que, naturalmente, se acomodan a su fortuna. (1) EL8 de abril de 1848 habiase prometido al pueblo de Berlin, alzado revolucionariamente, una ley sancionando el aufragio universal, Después del golpe de Estado de 6 de di- ciembre de 1848, la monarquia otorgé al pais, en 30 de ma- yo de 1849, el sistema electoral de las tres clases, que se mantuvo en vigor hasta la revolucién de 1018. — 6 — Begin el censo oficial formado en aquel mismo afio por el Gobierno, 8 raiz de dictarse la mencio- nada ley, habia entonces en toda Prusia 3.255.708 electores de primer grado, que se distribufan del modo siguiente en las tres clases electorales: Pertenecian a la primera..... 158.808 clectores > a la segunda 409.945 > > a la tercera.. 2.891.950 » Repito que estas cifras estan tomadas de Jos cen- oficiales. . Por ellas, vemos que on el reino de Prusia hay 158.808 personas riquisimas que disfrutan por si solas-de tanto poder politica como 2.691.950 ciuda- danos modestos, obreros y campesinos juntos, y que aquellos 153.808 hombres de méxima riqueza, sumedos a los 409.945 personas regularmente ricas que integran la segunda categoria, electoral, tienen tanto poder pol{tico como el resto de la nacién en- tera; més aun, que los 153.808 hombres riquisimos y ja muitad nada més de los 409.945 electores ‘de la segunda categoria, gozan ya, por si solos, de més poder -polifico que la mitad restante de la segun- da clase sumada 2 los 2.691.950 de la tercera. Vean ustedes, sefiores, cémo, por este procedi- miento, se llega exactamente al mismo resultado que si la Constitucién, hablando sinceramente, di- jese: el rico-tendré el mismo poder politico que diecisiete ciudadanog corrientes, 0, si se prefiete la férmula, pesaré en los destinos politicos del pais diecisiete veces tanto como un simple ciudada- no (1). ‘sates da que esta ley electoral de les tres cla- ses fuese promulgada, regia ya legalmente, desde la ley de 8 de abril de 1848, ol wufrageo universal, (1) En efecto, 2.601.950 : 153.808 = 17,5. — 6 — que agignaba a todo ciudadanuo, fuese rieo o pobre, el mismo derecho de sufragio, es decir, €f mismo poder politico, el mismo derecho a contribuir a trazar los derroteros del Estado, su voluntad y sus fines. He aqui, pues, confimnada y documentada, sefiores, aquella afirmacién que antes hacia de que, desgraciadamente, era bastante facil despojarles a ustedes, despojar al pequeiio burgués y al obrero, de sus libertades politicas, aunque no se les atran- easen de un modo inmediato vy radical sus bienes personales, el derecho a la integridad fisica y a la propiedad, Los gobernantes no tuvieron que hacer grandes esfuerzos para privarles a ustedes de los derechos electorales, y hasta hoy, no sé de niugu- na agitacién, de ninguna campafia promovida para reeobrarlos. b) £1 Senado o Cémara sejorial. Si en la Constitucién se quiere proclamar qué un pufiado de grandes terratenienteg aristécratas reuniré en sus manos tanto poder como los ricos, Ja gente acomodada y los desheredados de la for- tuna, como los electores de las tras clases juntas, es decir, como el resto de la nacién entera, el le- gislador se euidaré también de no decirlo de wn modo tan grosero—no olviden ustedes, sefiores, di- cho sea incidentalmente, que la claridad en la ex- presién es groseria—, sino que Je bastard con po- ner en la Carta constitucional lo siguiente: los re- presentantes de la gran propicdad sobre el suelo, que lo vengan siendo por tradicién, con algunos otros elementos secundarios, formardn una Camara senorial, un Senado, cuya aprobacidén seré necesa- ria para que adquieran fuerza de ley los acuerdos do la Camara de diputados, en que esta represen- tada la nacién ; de este modo, se pone en manos de un puiindo de viejos terratenientes una prerrogati- va politica de primera fuerza, que les permite con- — 68 — trapesar 1a voluntad de la nacidm y de todas cur clases, por undxime que ells sea. - <) Et rey y ol Ejército, Y si, siguiendo por esta escala, se aspixa a. que el rey por si solo tenga tanto poder politico, y mucho mds ain, como las tres clases de electores juntas, como la nacién entera, incluyendo a los. grandes terratenientes de la clase noble, no hey més qtte. hacer esto: Se een Ja Constitucién (1) un articulo 47, diciendo: «El rey proveerd todos. los cargos dal Ejér- cito y la Marina», afiadiendo, en el articulo 108: ¢A! Bjército ‘y s la Marina no se les tomard juramente de guardar la Constituciém». Y si esto no basta, sé construye ademés la teorla, que no deja de te. ner, a la verdad, su fundamento sustancial en este articulo, dé que el rey ocupa frente al Hjército una posicién muy diferente a la que ld corresponde res- pecto a las demds instituciones del Betads, la teo- tia de que el rey, como jefe de las fuerzas milita- res del pais, no es sdlo rey, sino que es ademds algo muy distinto, algo especial, misterioso y des- conocido, para lo que se ha inventado el ‘ermine jefe supremo de las fuerzaa de mar y terra, razén por la cual ni la Cémara de diputados ni la nacién tienen por qué preoceuparse del Ejército, ni inmis- cuirss en sus asuntos z organizacién, reduciéndose su papel a votar los eréditos de que necesite. Y no uede negarse, sefiores—la verdad ante todo, ys B hemos dicho—que esta teoria tiene cierto punto de apoyo én el] citado articulo 108 de la Constitu- cién. Pues si dsta dispone que el Bjército no nece- sita prestar juramento de acatamiento a la Cous- (1) Se refiere a 1a Constitucién prasiana de § de diciam- bre de 1848, resp. de 31 de enero de 1860, — 6g — titucién, como es deber de todos los ciudadanos del Estado y del propio rey, ello equivale, en principio, a réconocer que el Ejército queda al margen de la Constitucién y fuera de eu imperio, que no tiene nada que ver con ella, que no tiene que rendir cuan- tas mds que a la persona del rey, sin mantener rela- eién alguna con el pais. Conseguido esto, reconocida al rey la atribucién de proveer todos los cargos del Ejército y colocado éste en una actitud de sujecién personal al rey, éste ha conseguido reunir por s{ sdlo, no ya tanto po- der, sino diez veees mds poder polities que la na- ciédn entera, supremacia que no resultar’a menosca- bada aunque e] Poder efectivo de la nacién fuese en realidad diez, veinte y hasta cincuenta veces tan grande como el del Ejército. La razén de este aparente contrasentido es muy sencilla, 4,—Poder organizado e inorgé- nico. El instrumento de poder politico del rey, el Ejér- cito, esta organizado, puede reunirse a* cualquier hera del dia o de la noche, funciona con uns mag- nifica disciplina y sé puede utilizar en el momento en que se desee; en cambio, el poder que descansa en la nacién, sefiores, aunque sea, como lo es en realidad, infinitamente mayor, no estd organizado ; ja voluntad de la nacién, y sobre todo su grado de scometividad o de abatimiento, no siempre son faciles de pulsar para quienes le forman; ante la inminencia de una accidn, ninguno de los comba- tientes sabe cudntos se van_a sumar a él para darla. ‘Ademdas, Ia nacidn earece de esos instrumentos del poder organizado, de esos fundamentos tan impor- tantes de una Constitucién, a que més arriba nos referiamos: los cattones. Ciertc es que los cafiones -—y—

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