Está en la página 1de 24
‘Traducci6n de Miguel A. Digguez Istraciones de Quentin Blake ALEAGUARA “Toil: THE LIBRARIAN AND THE ROBBERS ‘Pre tie remucana ror. DB & SOV LED. ‘© Datteste 1978, Maca: Maas {© Detassrchnes: 1978 y 1983, Quer Bake De ntaducin 1994, Micue A Diu Bbeerncdiion 1993 Crapo Saniliaa de cones, S.A. “Toriaguna, 0.28043 Mada “Telefon 9174290 0 + Aovia, Aes, aus, Alagua, SA. Biiioes ‘Besley 3860 1637 Bence Aurea + Aguila, Alte, Tans, Alfgua, SA. de. ‘A. Unive 67, Cl Del Valle, Mico DEC. 03100, + Diauidray Batra all, 1023 Sana ISON; 4.201913. Dept eat 29.12.1999 ‘Prined np nen en spa por ‘Unig 8b Mostles (Mad) ‘Ura itor del gop Sail gue iit en Espana Argentina Colombia Cle Mico EEUU. Ped Pagal Puerto Ro Vnezbela Dist de obese ‘os Coo, Rosa Mani Js Sane tors Marra Huss Di Inpceso sobre pape ciclo de Papelera Echeeta SA. “Todo os derecho eserados apes a pode ser eprint ier pare riepsn oo ransnti por usin deecupercion de nforucio, kgm ie prot ede act, eclectic, mgneicoecsroe pc, or flac, o uae uo, inal poss revo preset de nedtora af El secuestro de la biblictecaria Un dia, Erestina Laburnum, la bella bibliotecaria, fue raptada por unos malvados bandidos. Acababa de salir a pasear por el bosque, situado en las proximidades de la ciudad, cuando los bandidos la asal- taron y se la levaron, Por qué me secuestran? —pre- gunto con frialdad—. No tengo ami- 808 ricos ni primos ricos. La verdad es que soy una pobre huérfana sin casa propia, aparte de la biblioteca. —Eso es precisamente lo que nos interesa —dijo el Bandido-Jefe—. E] ayuntamiento de la ciudad pagaré un generoso rescate. Todo el mundo sabe que la biblioteca no funcionard nada bien sin su bibliotecaria. 5 Era bastante cierto, ya que la se~ jiorita Laburnum tenia en su poder las Haves de la biblioteca. Creo que debo advertirles —di- jo Ernestina— que pasé el fin de semana con una amiga que tiene cuatro nifios pequefios. En la casa todos estaban enfermos de saram- pion. —No importa —replicé el Bandi- do-Jefe—. Yo ya lo he tenido. iPero yo no! —exclamé el ban- dido mas proximo. Los otros bandidos miraron a la sefiorita Laburnum con cara preocu- pada. Ninguno de ellos habia pasado la horrible enfermedad del saram- pion, ‘Cuando se recibid en el ayunta- miento la carta pidiendo el rescate, se produjo una gran discusién. Los miembros del Consejo Municipal querian que las cosas se hicieran bien. ss 2a Bajo qué concepto considera remos el secuestro de la biblioteca- ria? —preguntd uno de los conceja- Ies—. ZEl dinero del rescate debe figurar como un gasto de personal 0 un gasto del fondo de cultura? —La Comisién de Cultura se reu- nird dentro de dos semanas —dijo el alcalde—. Propongo que ellos tomen entonces ‘una decision sobre este punto. Pero mucho antes de esta reunién todos los bandidos, excepto el jefe, sufrian ya la terrible enfermedad del sarampién. Se volvieron muy irrita- bles y tenian las narices encarnadas y llenas de mocos. —Creo que un bafio caliente ayu- da_a que salga la erupcion —dijo la sefiorita Laburnum sin demasiada seguridad—. jAh!, si estuviera en mi biblioteca podria buscar la palabra asarampion» en el Diccionario préc- tico de medicina familiar. El Bandido-Jefe dirigié una mira- da triste a los hombres de su banda. —jEstd usted segura de que es sarampién? —pregunt6—. Me pare- ce una enfermedad muy poco digna para un bandido. Pocas personas quedan bien con granitos en la cara, pero para unos ladrones resulta de- sastroso. ;Tomaria usted en serio a un ladrén con granitos? —No forma parte de las funciones de una bibliotecaria tomar en serio a ningiin ladrén, con granitos o sin ellos —replicé Ernestina con altane- tia—. De todos modos, no podrin volver a robar hasta que no se recu- peren del sarampién. Estén en cua- rentena. No querra que les echen la culpa de extender el sarampién por todas partes, verdad? El Bandido-Jefe gimié. —Si me lo permite —dijo la sefio- rita Laburnum—, iré a mi biblioteca y sacaré el Diccionario practico de ‘medicina familiar, Con ese valioso libro intentaré aliviar e) sufrimiento de sus compafieros. Claro que no lo podré tener en préstamo mas de una semana. Es un libro de consulta muy solicitado, jentiende? : Las lamentaciones de los bandidos enfermos resultaban insoportables ara el jefe. : Patt fsta bien —acepté—. Puede ir a buscar el libro y nos olvidaremos del secuestro de momento. Pero sélo de momento, eh? 10 Poco tiempo después Ia sefiorita Laburnum regres6 cargada con va- rios libros. —jUn bafo caliente para que bro- te la erupcion! —exclamé leyendo en voz alta—. Luego la cueva deberd quedar a oscuras. Y nada de leer 0 jugar a las cartas. Se debe tener mucho cuidado con los ojos cuando se sufre el sarampion Para los bandidos resultaba muy aburrido estar tumbados a oscuras en la cueva. La sefiorita Laburnum les tomé la temperatura y les pre- gunté si les dolian los oidos. 13 —Es muy importante no enfriarse —dijo subiendo las mantas hasta las, barbas de los bandidos y remetiendo: tanto la ropa de las camas que ni siquiera. podian moverse—. Pero, para que se distraigan, voy a leerles algun libro. {Qué libros han leido at u Los bandidos no habian leido na- da, Eran practicamente analfabetos. ~Muy bien —dijo la sefforita La- burnum—. Empezaremos por «Ali Baba y los cuarenta ladrones». Lue- go, iremos leyendo libros mas com- plicados. Los bandidos no habian_tenido nunea a nadie que les leyera. A pesar de la fiebre, escuchaban con mucha atencién. Incluso el Bandido-Jefe es- cuchaba también, aunque la sefforita Laburnum le habia ordenado prepa- yar un nutritivo caldito para los enfermos. —jCuéntenos mas sobre Ali Baba —gritaban impacientes los bandi- dos—. ;Vuelva a leernos «Alicia en el pais de las Maravillasy! La historia de Robin de los Bos- ques les puso muy nerviosos. Se trataba de un ladrdn, igual que ellos, pero con ideas nobles, como dar ei dinero robado a los pobres. A ellos no se les habia pasado por la cabeza la tonteria de entregar lo que roba- ban a los pobres. . La sefiorita Laburnum consult6 eal Diccionario practico de medicina familiar y encontrd algunas recetas ‘de cocina apetitosas para los conva- Jecientes. Se las copié al Bandido- F Gamo ya habia abandonado la idea de secuestrar a la bibliotecaria, se desper- t6 en los bandidos un hambre cani- el jefe pensd en secuestrar el libro. Pero la sefiorita Laburnum no se lo permitio. 16 { 17 —Este libro lo utiliza mucha en- te en la biblioteca —dijo la joven Pero, por supuesto, siempre pueden ira la biblioteca y consultarlo cuan- do quieran Algunos dias después, los bandi dos se encontraban totalmente reci perados y la sefiorita Laburnum, con 18 sus llaves, regresé a la ciudad. El incidente del secuestro pronto quedé olvidado. El Diccionario practico de ‘medicina familiar volvio a ocupar su sitio en uno de los estantes de la biblioteca. Y la biblioteca abrio otra vez sus puertas a las gentes que habian estado privadas de literatura durante los dias del secuestro de la sefiorita Laburnum. 4 [_ sivenao pués de estos dramaticos sucesos, surgié un nuevo incidente con los bandidos. En pleno dia irrumpié en la bi- blioteca el Bandido-Jefe en persona —jSilveme! —grito—. {Un policia me est persiguiendo! La sefiorita Laburnum le dirigid una fria mirada —Déme su nombre, jrapido! —di- jo ella. El Bandido-Jefe dio un brinco ha- cia atras. Una expresion de horror se adiviné bajo su barba negra y enma- raiiada, —iNo, no! —exclamé—. jCual- quier cosa menos eso! 21 —iRépido! —apremié la sefiorita Laburnum—. Dése prisa 0 no podré ayudarle. El Bandido-Jefe se inclind sobre el mostrador para susurrar al ofdo de la bibliotecaria: —Bienvenido Bienhechor. La sefiorita Laburnum no pudo evitar una sonrisa. Ciertamente, era un nombre extrafio para semejante personaje. —En la escuela siempre me llama- ban Malvenido Malhechor —se la- menté el bandido—. Bs ese nombre Jo que me ha impulsado a llevar una vida de crimenes. Pero, escéndame, querida sefiorita, o me atraparan, La sefiorita Laburnum le colocé una etiqueta con un nimero, como si fuera un libro, y le situé en una estanteria con muchos vollimenes de autores cuyos apellidos empezaban 23 por la letra «B». El bandido estaba colocado con exactitud por orden alfabético, ya que el orden alfabético es una regla esencial para cualquier bibliotecario. EI policia que perseguia al Bandi- do-Jefe entrd en la biblioteca. Era un buen corredor, pero se habia retrasado un poco porque tuvo la mala fortuna de tropezar con un nifio montado en un triciclo. —Sefiorita Laburnum —dijo el policia—, estoy persiguiendo a un célebre jefe de bandidos que ha en- trado en la biblioteca. Mire, alli le veo, en los estantes de la letra «B». {Me lo puedo llevar, por favor? —Desde luego —respondid ama- blemente la sefiorita Laburnum—. {Ha traido su tarjeta de lector? La cara del policia mostrd su dis- gusto. —iCielos, no! La tengo en casa La uso para sefialar las paginas de mi Guia para atrapar ladrones. En ese caso, temo que no podra retirar nada sin su tarjeta de lector. El Bandido-Jefe es propiedad de la bibliotec: El policia asintié con la cabeza Tentamente. Sabia que sin la tarjeta NO se permitia retirar nada. Era una norma estricta de la biblioteca —Iré en una carrera a buscarla —dijo el policia—. No vivo muy lejos de aqui —Vaya entonces —dijo con ama- bilidad la sefiorita Laburnum. EI policia salié precipitadamente de a biblioteca haciendo crujir el suelo con sus pesadas botas. La sefiorita Laburnum se dirigié al estante de la «Bo y bajé al Bandido-Jefe. ; —Bien, ahora digame qué ha ve- nido a hacer aqui —interrogé con Pero, a pesar de su tono, no enga- 6 al Bandido-Jefe. Sabia, en reali- dad, que ella estaba muy contenta de volver a verle. Vera, sefiorita Laburnum, el ca~ so es que mis hombres parecen muy inquietos. Desde que usted les leia 26 21 aquellos cuentos no han vuelto a sentirse contentos después de cenar. Antes soliamos sentarnos alrededor del fuego, cantabamos canciones de bandidos y disfrutabamos con nues- tro humor grosero. Pero ahora han es su numero? jAh, si! Bie el policia vuelva ie diré que otra persona se lo ha Ilevado prestado, y perdido el gusto. Quieren oir histo- rias de Alicia, de La isla del tesoro, de reyes y payasos. Por eso venia a hacerme ‘socio de la biblioteca y levarme algunos libros. ;Qué debo hacer? No me atrevo a regresar sin libros, pero ese policia puede volver en cualquier momento. {No se enfa- dard con usted cuando descubra que me he marchado? —Eso tiene facil arreglo —dijo 28 seré cierto, porque yo le Hlevo presta- do a usted. El Bandido-Jefe dirigié una elo- cuente mirada a la sefiorita Labur- num —Y¥ ahora —siguié la joven—, debe hacerse socio de la biblioteca y retirar en préstamos algunos libros para sus pobres bandidos. —Si me hago socio, a lo mejor puedo Hevarme en préstamo tam- bign a usted —dijo el Bandido-Jefe con la audacia propia de los buenos ladrones. La sefiorita Laburnum se puso colorada y cambié rapidamente de tema. Le entregé unos estupendos libros de aventuras y le rogd que se fuera cuanto antes. Acababa de irse cuando entré el policia. dijo enseftando su tarje- ta de lector—, me gustaria llevarme al Bandido-Jefe, si usted me lo per- 30 Mostraba un aire tan esperanza- do que producia pena tener que decepcionarle. La seftorita Labur- num lanzé una ripida ojeada al es- tante de la «Bo. Oh! —exclamé la biblioteca- ria—. Lo lamento, pero se lo ha llevado otra persona, Debid usted haberlo reservado. EI policia miro fijamente al estan- te, y luego a la sefiorita Laburnum “—;Puede anotar mi _ reserva? pregunt6 tras un momento de si- lencio. —Por supuesto —respondié la bi- bliotecaria—, aunque debo indicarle que la espera puede ser larga. Hay muchos lectores que aguardan su turno. Después de aquel acontecimiento el Bandido-Jefe iba con regularidad a la ciudad, siempre a escondidas, para cambiar sus libros. Era peligro- $0, pero pensaba que valia la pena. ‘A medida que los bandidos leian sin interrupeidn, su cultura y sabidu- ria aumentaban, hasta el extremo que se convirtié en la banda mas cultivada y filoséfica que uno podia encontrar. En cuanto a la sefiorita Laburnum, no habia duda de que protegia y ayudaba a los bandidos. Un comportamiento poco adecuado para una bibliotecaria, pero tenia sus buenas razones. Un dia se produjo un terrible te- rremoto. Todas las chimeneas de la ciudad se cayeron. Los edificios cru jieron y temblaron. En el bosque, los bandidos sufrieron también los efec- tos del terremoto. Los arboles se tambaleaban y las pifias caian como granizo. Por fin, la tierra dejé de estremecerse. El Bandido-Jefe, muy Pilido, grité —iLa biblioteca! (Qué le habra ocurrido a la sefiorita Laburnum... y a los libros? Cada uno de los bandidos se puso pilido, de forma que nadie habra visto nunca juntos a tantos bandidos tan palidos. --iRapido! —gritaron—. [Hay que salvarlos! ;Vamos a salvar a la sefiorita Laburnum! jVamos a salvar los libros! Sin cesar de dar gritos, se lanzaron a la carretera que Tlevaba del bosque a la ciudad, El policia los vio, pero al oir sus heroicos gritos decidid ayudarles pri- mero y arrestarles después. —jSalvemos a la sefiorita Labur- num! —grit6 el policia—. [Rescate mos los libros! ] iQué terrible especticulo les aguardaba en la biblioteca! Todos los cuadros, flores, etiquetas, estan- terias y libros habian caido al suelo en confuuso revoltijo, como hojas arrancadas de los arboles en otofio. No se veia ni rastro de la sefiorita Laburnum. Al producirse el terremoto, la se- fiorita Laburnum se encontraba or- denando libros en el almacén, donde se guardaban todos los libros viejos y deteriorados. Infinidad de enciclo- pedias y pesados vohimenes se des- plomaron sobre ella. Al concluir el terremoto todavia estaba viva, pero tan enterrada entre libros que no podia moverse. «Aplastada por la literatura penso la sefiorita Laburnum—. La muerte ideal para una bibliote- caria.» No la hacia muy feliz este aconte- cimiento, pero no habia nada que pudiera intentar para salvarse, Pero entonces oyé una valerosa voz. —Emestina! jErnestina Labur- num! Alguien estaba retirando los libros que la aplastaban. Se trataba del Bandido-Jefe. nvenido, Bienvenido Bien- hechor! —murmuré dulcemente la sefiorita Laburnum—. Es un nom- bre muy adecuado para ti. Con exquisita ternura, Bienvenido la puso en pie y le sacudié el polvo que la cubria. He venido con la mayor rapidez posible —dijo el Bandido-Jefe—. iOh, Ernestinal, a lo mejor no es el momento adecuado para pedirtelo, pero te aseguro que estoy dispuesto a dejar mi vida de crimenes y con- vertirme en un hombre honrado. Ernestina, jaceptarias casarte con- migo? Creo que necesitas a alguien capaz de quitarte los libros de enci- ma y... Bueno, rescatarte de vez en cuando. Asi que las cosas se simplifi- carian mucho si te casaras conmigo. —Por supuesto, me casaré contigo acepté la sefforita Laburnum- Después de todo, yo te tengo en préstamo gracias a mi tarjeta de lectora, Eso significa que te admira- ba en secreto desde hace tiempo. En la sala principal de la bibliote- ca habia una gran actividad, Bandi- dos y concejales trabajaban juntos como hermanos. Ordenaban las eti- quetas, archivaban las fichas, colo- caban en sus estantes los libros cai- dos. Todos aplaudieron cuando el Bandido-Jefe aparecié con la sefiori- ta Laburnum, magullada pero mas hermosa que nunca. Ejem —dijo el Bandido-Jefe Soy el hombre més feliz. de la tierra. La sefiorita Laburnum ha aceptado casarse conmigo. Todo el mundo recibié este anun- cio con grandes aclamaciones. —Bajo una condicién —indicd la joven—. Todos vosotros dejaréis de robar y cometer fechorias y os con- vertiréis en bibliotecarios. No fuis- teis muy buenos como bandidos, pero creo que como bibliotecarios podréis ser excelentes. Puedo decir que estoy muy orgullosa de todos vosotros. Los bandidos se quedaron sin aliento. Jamas, mientras eran unos simples ¢ ineficaces bandidos en el bosque, habian sofiado con tal elo- gio. Profundamente conmovidos, ju- raron alli mismo que abandonarian su vida de delincuentes para conver tirse en bibliotecarios. Todo aquello fue muy emocionan- te. Incluso el policia lloré emocio- nado. Desde entonces aquella biblioteca funcioné extraordinariamente bien: Con todos los nuevos bibliotecarios el ayuntamiento pudo abrir una bi- blioteca dedicada a los nifios, en la que todos los dias se leian cuentos y se representaban divertidas obras de teatro. Los bibliotecarios bandidos habian conseguido una gran expe: riencia después de las practicas reali- zadas en e] bosque alrededor de la hoguera. La sefiorita Laburnum, que pron- to se convirtid en la sefiora Bienh chor, pensaba a veces que la bibli teca ‘para nifios era un poco mas fantastica y salvaje, pero. también mis divertida, que el resto de biblio- tecas que conocia. Pero esto no la preocupaba. No le preocupaba que todos los bibliotecarios bandidos lle- varan grandes barbas negras ni que quitaran todos los letreros que orde- naban SILENCIO y PROHIBIDO. HABLAR. Quizé ella misma, en su interior, tenia mas de bandida de lo que nadie habia sospechado. Por supues- to, el antiguo Bandido-Jefe y ahora Primer Ayudante de la Biblioteca, Bienvenido Bienhechor, conocia e: tas secretas inclinaciones de su espo- sa, pero él no se lo dijo nunca a Ere mn se Tapa De ‘nso Masts Maca), ot

También podría gustarte