Está en la página 1de 81
fear wel CVIAtTAN | i Viatan aD @ LO) | iM6LELE CO LOS | &@ | LOOT U eet! rc! —“S = bet Luis Vazquez Leén Primera icin, junio del afto 1996 Sequnda edieion, septiembre del afta 2003 © 2003 Cuntio De Invesmicacionts ¥ EyTunos SurEKoREs ES ANTROROLOGIA SOCTAL © 2003 For caracteristicas tipogrétficas y de edicion Micure Avert Ponta, librero-editor Derechos reservados conforme a la ley ISBN 970-701-387-7 mireesoen ménco ih rane weno ‘Amargura 4, San Ange, Alvaro Obregén, 01000 México, DE Prélogo a la segunda edicién Una tenract6n inevitable en toda reedicidn es la de volver a plantear las cosas ya dichas. Si se cede a ella, lo mas seguro es que uno acabe escribiendo un libro diferente. Otro libro. Fue asi que preferf atarme al mastil de lo ya dicho. Aunque con ligaduras no del todo ajustadas, ya que procuré introducir cambios diversos, casi todos de orden expositivo, en contadas ocasiones analiticos, y por lo regular colocados como notas al calee, que en poco al- teraron el sentido original de Ja primera edicién. Esta segunda edicién ocurre en una situacién muy diferente a la pri- mera, que anunciaba una gran adversidad hacia los resultados de esta ‘investigacion. En efecto, hubo consecuencias. Cref al principio que la mayor de ellas habfa sido que renuncié a mi empleo como investigador del NaH, pero veo me equivoqué. Su lectura siguié caminos insondables por su parte. Y no siempre para mal. A pesar de haber sido publicado en Holanda, este libro vino a ser leido poco a poco, aunque fuera en fotocopias. Lo importante es que el lector puede ahora contrastar las lecturas interesa- das de segunda mano con Ia suya propia. Y sacar sus propias conclu- siones, al margen de las interpretaciones canénicas. Lo digo porque hubo una lectura especialmente sesgada hecha por mi primera lectora arque6- Joga, cuando apenas era una tesis doctoral. Ella adujo que El Leviatén arqueolégico no pasaba de ser mAs que un ataque contra su profesién. Una idea del todo similar a esta -la mejor para propiciar la mutua incomuni- cacién y la mala interpretaci6n- fue repetida por altos funcionarios del tnar a los que hice llegar una copia del resultado, con la invitacién a criticar- me ptiblicamente. Que yo sepa nunca lo hicieron. Recibi en cambio pre- siones, ligadas a una misma lectura sesgada y me temo que profundamen- te parcial. mm A2QUED LEON Como autor, y si tengo alguna responsabilidad sobre lo que escribo, digo que nada més ajeno a mis intenciones. Aclaro, ademas, que criticar no es sinénimo de atacar. Mi critica se centré en el contexto institucional que constreiifa la organizacion del conocimiento y praxis arqueolégicos. Contexto que ademas compartia como investigador del INAH, lo mismo que mis colegas arquedlogos. Me refiero sobre todo al patrimonialis- mo con que viene administrando al patrimonio cultural descle tiempos de la Colonia, pero que se levé a su expresién mds acabada bajo el nacio- nalismo revolucionario. Hoy, que asistimos a un cambio de régimen, la herencia patrimonialista no parece haber menguado mds que en sus aspectos mds superficiales, pues el patrimonio sigue estando centraliza- do. El gesto de devolver las pinturas retenidas en la mansién presidencial de Los Pinos no tiene eco en otras devoluciones culturales que ni siquie- ra se imaginan, mucho menos se plantean. De hecho, prevalece la sen- sacion en la sociedad interesada en disfrutar estos bienes publicos de uso comin, de que el cambio de régimen no fue més que una continuidad burocratica del mismo interés dominante sobre la herencia del pasado. Y que en ello coinciden el nacionalismo anterior con la gesti6n empre- sarial en boga. Por cuanto se refiere a mi posicién como observador, vuelvo a estable- cer que no podia ser ajeno a lo que sucedfa cuando realicé mi estudio. Antes al contrario, dicha posicién se entendfa porque al igual que mis eriticos mds negativos, era miembro de la misma institucidn, si bien ubicados en posiciones jerarquicas muy diferentes. A lo largo de 19 afios (sin mencionar los 4 més que los tuve como condiscipulos y maes- tros en Ja ENAH) convivi de cerca con los arquedlogos, y los pude conocer a fondo porque en los entonces centros regionales del INAH se estable- fa una relacién de proximidad que ne se tenfa en las coordinaciones y departamentos centrales, donde efectivamente hay una clara distancia entre las especialidades antropoldgicas. Fue gracias a esta familiaridad cotidiana que pude emprender mi estudio. Habria que decir incluso que Jo concluf siendo miembro del iwan. Entonces, la identidad de enemigo que se me adscribi6 era del todo artificial. Y si creo que se hizo malinten- cionada a propésito. Fue hasta que el prejuicio de los altos funcionarios del instituto se tornaron amenazantes, que opté por retirarme de él. Nada distinto, por cierto, a lo que algunos insignes arquedlogos han sufrido en el pasado, pero que subestimeé por la sencilla razén de que yo no era insigne. A lo mds, un investigador de base, uno de los que a diario consti- tuyen al NaH con su trabajo cotidiano. PROLOG « 9 Una condicionante evidente de mi proceder en tales circunstancias fue que, atado a los preceptos etnometodolégicos que guiaron toda la pes- quisa, nunca me atrev{ a suscribir una postura normativa sobre el quehacer de los arquedlogos. En ¢l post scriptum que he agregado a esta edicién. explico mejor este proceder metodologico. Baste decir aqui que fue has- ta la Segunda Mesa Redonda de Monte Alban, sostenida en Oaxaca a mediados del 2000 (y Inego, en el Diplomado sobre Patrimonio Cultural en la enaH Chihuahua a finales del 2001}, que me permitf, con muchas reservas de mi parte, comenzar a sugerir medidas para reformar, no a la arqueologia en si, sino a la administracién de los bienes cultu- rales heredados del pasado. La misma tematica de la discusién ahi sostenida en torno a la conflictiva relaci6n establecida entre sociedad y patrimonio arqueolégico asi lo obligaba. Y asi fue interpretado por los arquedlogos del Colegio Mexicano de Antropélogos que suscribicron algunas de mis propuestas en una carta dirigida al presidente electo Vicen- te Fox, el 2 de octubre de 2000. El fin que he perseguido al escribir ese post scriptum no es remediar una falta, sino aclarar el sentido que rigié al proceso de investigacién. En mucho sintetiza lo que era un apéndice en la tesis original. Pero asi- mismo sirve de respuesta a algunos de mis criticos, en especial a un dictaminador anénimo de esta segunda edicién, quien me lama a res- petar el aspecto ético, ya que supone que la publicaci6n puede dafiar intereses de personas en “posiciones subalternas” dentro del INAH. Has- ta donde sé, el nico que ha sufrido tales daiios es el propio autor del libro, y debiera agregar que se lo debo a personas en “posiciones superal- ternas”. Cualquier lector apreciaré también que siempre dejé en el anonimato, cuando fue necesario, los nombres de aquellos colegas que asi Jo prefirieron. Y que mi anilisis textual fue ¢l medio técnico adecuado precisamente para no incurrir en faltas a que me inducian los testimo- nios encontrados que recog{ entre los arquedlogos, en medio de sus disputas personales. Si se cita a otros autores por nombre y apellido es porque hice uso de sus escritos publicos, escritos que son accesibles aun para la lectura del propio dictaminador. Por uiltimo, la actual edicién no hubiera sido posible sin la desintere- sada colaboraci6n de los colegas arquedlogos del Colegio de Michoacén, pero destaca entre ellos Efrain Cardenas Garcia, a quien tuve ocasién de conocer enel Centroinan-Michoacdn, cuandoambos éramos investigado- res del mismo. Por lo tanto, deseo agradecerle a él, a sus colegas del Centro de Estudios Arqueolégicos, y sobre todo al director del Colegio de Michoacan, doctor Carlos Herrején, el interés demostrado en mi libro. 10» LUIS Vague BON Todos ellos sc tomaron la molestia de Ieerme tal como cualquier autor ¢sperarfa que lo hicieran con sus ideas, sin prejuicios ad hominen, Sigo creyendo que la suya es la Gnica manera de comunicarse, pero de co- municarse de modo comprensivo entre colegas. Y que ese es un valor escaso que no debiéramos perder. Ni siquiera cuando sea poltticamente poco redituable. ABREVIATURAS UTILIZADAS Revistas AA Antropolégicas ada Anales de Antropologts AA American Anthropologist aM Arqueologia Mextcana AR Archaeology BAA Boletin de Antropologia Americana secauy — Boletin de la Escuela Ciencias Antropoldgicas de la Universidad de Yucatan RMN Boletin del Museo Nacional de Aqueologta, Historia y Etnografta c Cuicuileo cA Current Anthropology cap Consejo de Arqueologia. Boletin cp Ciencia y Desarratto dit Estudios del Hombre EMA EL México Antiguo HAN History of Anthropology Newsletter wR La Recherche Mc Mundo Cientifico NA Nueva Antropologéa s Seientometrics 5A Scientific American 383 Social Studies of Science st Synthese 1s The Sciences ur Universidad Futura Instituciones ANUIES. CEMA Conacyt (CNCA/SEP- (CEA/COLMICH ‘cris/uac DA/ESC/UDLA, DA/IMC beH/uds Da/sor2, pee/ict ENAH/INAHL FNA/CNCA Fonca/ENca FCA/UADY ravuv FA/UNAM INAH/SEP Ist WA/UNAM. wuv IPGH IEA/UDLA uan/udec IM/UAG. w/udes. SMA, PROLOGO > 11 Asociacién Nacional de Universidades e Instituciones de Edu- cacién Superior Centre d'Etudes Mexicaines et Centroamericaines Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Secretarfa de Edueacién Pablica Centro de Estudios Antropolégicos de El Colegio de Michoacn Centro de Investigaciones Histéricas y Sociales de la Universi- dad Auténoma de Campeche Departamento de Antropologia, Escuela de Ciencias Sociales, Universidad de las Américas Direccién de Arqueologia del Instituto Mexiquense de la Cul- tura Departamento de Estudios del Hombre de la Universidad de Guadalajara Departamento de Arqueologia de la Secretaria de Obras Pi- blicas de Zacatecas Direecién de Patrimonio Cultural del Instituto de Cultura de Tabasco Escuela Nacional de Antropologia ¢ Historia del wan Fondo Nacional Arqueolégico del cNcA Fondo Nacional para la Cultura y las Artes del Facultad de Ciencias Antropolégicas de la Universidad Auté- noma de Yucatan Facultad de Antropologia de la Universidad Veracruzana Facultad de Arquitectura de la UNAM Instituto Nacional de Antropologia e Historia de la sep Institute for Scientific Information Instituto de Investigaciones Antropolgicas de la UNAM Instituto de Antropologia de la Universidad Veracruzana Instituto Panamericana de Geografia ¢ Historia Instituto de Estudios Avanzados de la ua Instituto Jaliciense de Antropologia e Historia de la udec Instituto de Humanidades de la Universidad Auténoma de Guadalajara Laboratorio de Antropologfa de la udes Sociedad Mexicana de Antropologia Material protegido por derechos de autor Introduccién I A princirios de 1987, los conocidos editores de la revista Vuelta hicieron publicar la traduccién de unos articulos signados por arquedlogos mayis- tas norteamericanos, los cuales causaron gran revuelo en nuestro pats, no por un ruidoso contenido de los mismes, sine por el polémico comen- tario de la incisiva pluma de Octavio Paz que los precedia.' Entre otras criticas vertidas, Paz la tomé contra los marxistas de la eNan, haciéndo- Jos responsables de la falta de citas de arquedlogos mexicanos en los estu- dios mds recientes del 4rea maya, segtin se desprendia de la lectura de los ‘textos traducidos, Ya que era un mensaje con destinatario, parecié légico que algunos antropéloges sociales y el director del plantel (que sf era arquedlogo} saltaran a la palestra para cambiar algunos mandobles, pero Paz los desar- m6 con elegancia esgrimistica, sin mayores consecuencias inmediatas. Con todo, si se sopesa su juicio sobre la innegable ausencia de visibilidad de nuestra arqueologia en el Ambito académico internacional (concedien- do a Paz que ser citado en Estados Unidos signifique ser internacional), se deriva que los verdaderos campeones del duelo debieron haber sido los arquedlogos especializados en la regidn en cuestin. Estos, por razo- nes del todo enigméaticas en aquel momento, evitaron la exposicién puiblica de sus resultados académicos, aunque me consta que el chisme -0, hablan- do en la neolengua de Ja correccién politica, su comunicacién informal— corrié de boca en boca. En lo intimo, me parece que muchos de ellos se solazaron a la vista de una enan escarnecida, cuyo marxismo arqueolé- gico no les era grato por igual. Tampoco Manuel Gandara, el entonces Octavio Paz, "Tres ensayos sobre antropologia e historia", Vaelta, 11(122): 9, 1987. a) 14 Lats Vague LEON director de la escuela, quien a la postre se alejé temporalmente de la arqueologia, tras la velada repulsa que ocasioné su puntillosa erftica a la arqueologta gubernamental (Gandara, 1992 19771). Desde luego, es muy posible que Octavio Paz nunca se enterase de los corolarios de su impulsiva critica.* A pesar de mi completa marginalidad hacia estos hechos, desde enton- ces comencé a preguntarme qué era tanto de los arquedlogos mayistas del Instituto Nacional de Antropologfa e Historia, como los del Institu- to de Investigaciones Antropoldgicas de la unam, sobre quienes cualquier persona medianamente enterada sabe que por largos afios han excavado sitios magnificentes en el surestedel pafs. Fue ésta mi primera interrogan- te a propésito de los arqueélogos mexicanos, que comenzaron a aseme- Jjarse a una especie de acertijo cientffico. (Por qué evadian y hasta rechaza- ban el mas elemental cuestionamiento, no digamos el proveniente de un egregio neéfito, sino de un colega eritico? Esta interrogante, que terminarfa por apasionarme, resurgié luego en relacién con el modo particular de abordar su disciplina en sus textos de tipo historiografico. Me topé con ello precisamente cuando hice, en 1985, un repaso de la historiografia antropolégica reciente -tema de un ensayo publicado dos afios después (Vazquez, 1987). Se trataba ahora del caso de dos arquedlogos adscritos a cada uno de los grandes institutos que prac- tican la arqueologia en México (los arriba citados Inari e 1A}, que todo mundo supone como diametralmente opuestos, por el hecho evidente de ser uno de fndole gubernamental y otro de indole universitario. Pese a Jo que el sentido comin y sus trayectorias personales indicarian, ambos autores (Bernal, 1980 [1979]; Ochoa, 1983) coincidian en la clausula de evitar analizar el trabajo de sus pares inmediatos, para lo que Ignacio Bernal se impuso la paradéjica limitacién de cereenar abruptamente su ya clisica historia de la arqueologia en el afio de 1950 -corte doblemen- te extrafio si recordamos que Bernal escribié su obra hacia 1979 y la reedité en inglés en 1980-, mientras que la clasificacién de Lorenzo Ochoa s¢ constrefifa a una asé¢ptica y descriptiva cronologia de 15 afios de proyectos universitarios (1962-1978), negandose también, como Bernal, a ponerla al dia, no obstante que sui fuente eran los Anales de Antropo- logta, es decir, 1a longeva publicacion de su propio instituto, misma que hasta la fecha se sigue editando por lo que es factible revisarla hasta el presente. 2Con todo, hay que puntualizar que no fue responsabilidad de Piz. actitad de Gaindara. fsa hay que desecubrirla en su propio contexto disciplinario. INTRODUCGION = 15 Lo mas intrigante sobre su estile literario fue descubrir que las jus~ tificaciones de ambos arquedlogos eran, para mayor asombro, andlogas, a pesar de su diferencia de edad, filiacién institucional y de un supues- ‘to. cometido profesional divergente (después de todo uno fue director del inaH y el otro es investigador del tt). En efecto, ambos dijeron evitar la evaluacién de la arqucologia reciente porque estaban de por medio “consideraciones personales de amistad o de antipatfa” o bien de “amistad © compaiierismo”, pero, sobre todo, porque deseaban evitar tocar ciertos “intereses creados", o sea, herir la “susceptibilidad de los investigadores”. Asf pues, y tal como ocurrié en el affaire ean versus Octavio Paz, otra vez los arquedlogos evitaron plantarse, ya no ante un literato externo a la disciplina, sino inclusive frente a si mismos. Comencé a sospechar que la costumbre de evitacién honorifica no era exclusiva de los grupos indigenas que usaba antes estudiar,® sino algo mucho mas préximo a mf, pero que habia ignorado bajo la idea de lo “normal” o “natural” de una cultura disciplinaria en parte compartida con ellos, ya que durante mas de 20 aiios yo mismo me socialicé junto a los arquedlogos, trabajé cerca de ellos y cuento algunos como amigos. De pronto, sin embargo, esa normalidad habia trocado en extrafieza, en interés, en objeto de conoci- miento. Ambas interrogantes, aunque un tanto anecdéticas, persistieron en mf desde aquellos afios, sin obtener una respuesta razonable. Con el tiempo, agregué lecturas sobre las sociologias de la ciencia y de las profesiones, las cuales no hicieron sino ensanchar el radio de mis dudas, Ilegando a mierecer un tratamiento sistematico. Conviene informar, ademés, que un primer acercamiento a su elucidacién lo experimenté por medio de la his- toria de la arqueologia (Vazquez, 1993 y 1994), andlisis que lejos de distanciarme del presente, lo torné ms inquirible. Especialmente fue lamativo para mi el fenémeno, a todas luces expectante, sobre cémo la arqueologia mexicana “resuelve” los retos tedricos que de tiempo en tiempo enfrenta. Lo puedo sintetizar diciendo esto: cada vez que algiin arquedlogo 0 arquedloga innovador (0 algtin otro antropélogo intere- sado en la arqueologia) ha pretendido renovar su discurso tradicional, éste ha sido repudiado hasta el punto de expulsarlo del medio profesio- nal, si es necesario. Histdricamente, se trata de un proceso repetitive que +n comunidades indigenas me ha tocado observa conflictos faccionales expresados como competen- cia yaa vez como evitacién del opositor, hasta el punto de parecer un gesto ritual el retirarse del escenario ‘cuando el otro u otros estan presentes. A su vez, en la vida cotidiana se evita todo contacto, empezande por al saludo.

También podría gustarte