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Tras una larga negociacin, en la que no faltaron las admoniciones y las promesas, logramos convencer
al profesor Lugano de dar un paseo por el parque.
Debatimos algunos asuntos que nos preocupaban: cmo piensan las mujeres, sus placeres secretos,
cmo escucharlas, por qu se empean en elegir al hombre equivocado; mientras compartamos un
brebaje espirituoso, oportunamente camuflado para no alertar a las autoridades.
Algo habamos dicho acerca de qu cosas nos enamoran, pero la discusin se trab, inexorablemente,
cuando intentamos descubrir de qu se enamoran las mujeres.
Finucho, el prerrafaelita de nuestro grupo, de aspecto delicado, enfermizo, melanclico, sostena que
ninguna mujer que se viera atrada por l le pareca interesante. Esa misma atraccin le facilitaba una
prueba disuasiva.
ntimamente, Finucho era incapaz de enamorarse de alguien que lo quisiera, no por desconfianza,
sino por apata.
Avivado por el alcohol lo instigamos a acercarse a una muchacha. Ella lo rechaz con gentil firmeza.
Minutos despus, otro caballero, de aspecto imponente: alto, fornido, de andar prepotente, dominante,
con un dimetro de brazos directamente proporcional a la espalda de Finucho, logr conquistarla.
-La pregunta sera por qu esa mujer eligi al hombre de aspecto viril y no al pobre Finucho. -
pregunt alguien maliciosamente.
-Pero hablamos de amor, profesor, de aquello incierto que enamora a las mujeres. Todas,
pienso, parecen caer rendidas ante la exaltacin de lo masculino.
-Es verdad, pero solo en parte. La virilidad, esto es, el hombre seguro, varonil, capaz de hacerlas sentir
protegidas, cuidadas, es un valor que no debemos desestimar. Sin embargo, estas cualidades operan
nicamente al nivel del deseo. En cierta forma, lo ms atractivo que una mujer puede encontrar
en un hombre viril siempre es un rasgo femenino.
Ms literatura gtica: