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EL AUTOR R.A.C. Parker R.A.C. Parker nacié en 1927, Fue profesor de historia moderna en la Universidad de Manchester en 1957 y posteriormente en Queen's College de Oxford. Entre suis obras resaltamos Coke of Norfolk and the Agrarian Revolution y France and the Rbt- | neland Crisis of 1936, TRaDUCTOR Joaguin Maestre | DISERO DE LA CUBIERTA je. Jutio Silva Historia Universal Siglo veintiuno Volumen 34 EL SIGLO XX. EUROPA, 1918-1945 por R.A.C. Parker >-<4| Indice siglo veintiuno editores, de c.v. 34055 al ae CoP Det AGIA 248, DEL EGADON CONQEAR go oF ok ——— ‘ {IEEE 0 CatLE PLAZA 5, 2808: MADRID, FSHANA 3. LA PAZ CON TURQUIA 36 Rervesto Poe Ut \ fo Fesor® 4. LA CONSOLIDAGION DE LA Paz: RUSIA 44 5. LA GONSOLIDAGION DE LA PAZ: GRAN BRETANA, FRAN- CIA ¥ EL PROBLEMA ALEMAN 61 I. Aflos de tensién. Reparaciones por dafios de la gue- q - 2 Ocr $8 - tra. El problema de las fronteras. El rearme ale- ; = min, 61.—II. El perfodo de acercamiento. Stresemann bese Rr - y Briand, 83111. La posicin de Italia, 98 { 6. EUROPA ENTRE LAS DOS GUERRASY TENDENCIAS ECONO- - MICAS ¥ SOCIALES 103 1’ iin 7. INGLATERRA DE 1919 4 1939 1 i 8. HrALIA DE 1919 4 1940 156 primera edicion en espaiiol, 1978. 9. FRANCIA DE 1919 4 1940 185 q © siglo xxi de espatta editores, a ' vigesimoprimera edicion en espaol, 1998 10. ESPANA DE 1919 A 1945 216 siglo xxi editores, sa. de cv ' isbn 968-23-0009-6 (obra completa) 11. ALEMANIA DE 1919 4 1939 240 isbn 968-23-0261-7 (volumen 34) 12, x ta paz (1929-1 am primera edicién en aleman, 1969 a at NAS He I: ete 22) in © fischer taschenbuch verlag gmbh, frankfurt am main titulo original: das swanstgate jahrhundert, 1918-1945 13, BL PRELUDIO DE LA GUERRA 2 I. La subida de Hitler y las potencias europeas. Los if esfuerzos por el rearme. Nuevas alianzas, 293.—IT. La I derechos reservados conforme a la ley prueba de fuerza del fascismo. La guerta de Etiopf I impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico 1. La paz con Alemania Los ciudadanos y los politicos de los principales paises que Iu charon en la primera guerra mundial, excepto los italianos y los japoneses, crefan firmemente que estaban comprometides en une lucha defensiva. El gobierno austrohtingaro lanzé su ataque en 1914 para salvar a Ia monarqufa de las secretas maquinaciones de Serbia; Rusia se consideraba obligada a resistir el avance alemén que se extendia en el sudeste de Europa y los Estrechos; Alemania intentaba evitar, antes de que fuera demasiado tarde, los peligros de verse cercada, y defenderse contra un complot eslavo que proyectaba la destruccién de su aliado, un complot fraguado en San Petersburgo con el apoyo de Francia y la conni- vencia del ministerio de Asuntos Exteriores inglés; Francia per- manccié impasible ante cl intento alemén para que rompicra su alianza defcnsiva con Rusia, y como resultado sc vio invadida; el ministerio de Asuntos Exteriores inglés consideré que el equi librio europeo estaba amenazado por Alemania, y Ia opinién publica inglesa que Bélgica habfa sido vergonzosamente ultrajada No hay duda de que muchas de estas potencias. albergaron ambi- ciosos designios, una vez que la guerra hubo comenzado, pero ninguna de cllas supuso que su propio pais habfa entrado en el conflicto por otras razones que no fueran las de mera auto- defensa. Incluso en Alemania, donde antes de Ia guerra las s0- ciedades patridtices, los escritores, los industriales y demés sc mostraban beligerantes en cuanto portavoces o predicadores de diversos programas para aumentar la grandeza de Alemania, cuan- do comenzaron las hostilidades étas fueron consideradas estricts: mente como impucstas al pafs_por los acontccimientos externos, y aquellos militares que aceptaban voluntariamente la idea de le guerra en 1914 no cesaron de insistir en la necesidad de una gue tra preventiva’ contra peligrosos enemigos cuyo poder era de tomer creciese cada vez més; los subsiguicntes intereses milite res por Ins conquistas fueron consecuencia de la guerra, no su causa. Los Estados Unidos entraron también para defender algo: el derecho internacional y la moralidad publica. Entre las grandes potencias, s6lo Ttalia y Japén hicieron la guerra alentadas por ambiciones tertitoriales, y ambas se lanzaron a la misma sin set en absoluto responsables de su estallido. En una palabra, los pue- 1 blos y los estadistas de todas las grandes potencias estaban con: vencidos de que el culpable de la guerra era otro. En el bando aliado, al finalizar la guerra se hallaba firmemente arraigada Ia convicdién de que Alemania era la culpable de todo El poderio industril alemén y su valor militar permitieron la prolongacién de la guerra; para Francia, Inglaterra y América, Alemania habfa sido el principal y més formidable enemigo, y se concluyd, sin més, que la contribucién de Austria Hungrfa al estallido ‘de Ia guerra habla sido tan escasa como su participneién 1 lo largo de Ia misma, segtin la epreciacién de todas las potencias vencedoras excepto, una vez més, Italia. Es més: las potencias occideneales dieron por cierta la creencia de que Alemania misma compartfa igualmente esta teoria acerca de su responsabilidad en la guerra. Por consiguiente, en el tra- tado de Versalles, los autores de la cléusula sobre los «culpables de Ia guerrap consideraron que no hacfan sino plasmar una verdad incontestable cuando insistfan en que Alemania cra la responsable de las consecuencias de Ia guerra alemana y,-por tanto, estaba obligada a ofrecer una reparacién econémica a estos paises. El resentimiento alemén ante esta cléusula sorprendié en Paris a los delegados de las naciones vencedoras y la protesta oficial de los representantes alemanes contra este preémbulo a las cléusu- las de reparacién fue rechazada alegremente. «Los gobiernos aliados y esociados afirmen, y Alemania acepta, Ia responsabilidad de Alemania y sus aliados por haber causado todos los dafios y pérdidas a los cuales los gobicrnos alindos y asociados y sus stibditos se han visto sometidos como consecuencia de la guerra impucsta a ellos por Ia agresién de Alemania y sus aliados.» Para los que redactaron el tratado, se trataba obviamente de algo razonable; para los alemanes suponfa una flagrante tergiver- sacién de Ia verdad. En mayo de 1919 el presidente Wilson comenté asi la protesta alemana: «Todavfa hoy insisten en que no fueron ellos quienes causaron Ia guerra. Esta actitud es incref- ble» 1. Este contraste explica cémo una paz que un bando consi- deraba seriamente como la encarnacin de la justicie, parecié al contrario no ser sino una inicua opresin. Los enemigos de Ale mania la juzgaron culpable de un grave crimen, los alemanes se consideraron a s{ mismos inocentes. As{, para los alemanes. 1a justicia implicaba diferentes contenicios que para los aliados. Esto es importante, ya que, antes de que se firmara el armisticio en noviembre de 1918, al gobierno alemén le fue hecha la pro- mesa de que la paz serfa justa (&te fue el mensaje del presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, en los discursos sobre cuya base se planted el futuro armisticio) 2 Estas resonantes declaraciones contenfan un fastuoso plan que configurarfa 1a posguerra garantizando una paz perpetua, un plan gue obtendria el aplauso de todos los hombres con mentalidad Ii- beral y que proporcionarfa una justificacién moral a la lucha aliada contra una Alemania que en BrestLitovsk habia impuesto a Rusia una paz desfasada, del ms riguroso corte. Los discursos de Wilson dejaban bien sentado que Ia paz sélo podria estar basada en Ia justicia, La justicia internacional significaba esen- cialmente el ejercicio del derecho de autodeterminacién por parte de todos los pueblos, lo que equivale a decir que las fronteras deberian ser trazadas de acuerdo con los deseos de las poblaciones afectadas. Entonces los pueblos del mundo cesarian de ambicionar el cambio de fronteras, y la principal causa de Ia guerra desaps- recerfa. Formas democriticas de gobierno asegurarfan que la con- formidad de Ias poblaciones de los Estados con sus fronteras: se reflejara cn una politica exterior decididamente pacific, Un con trol democrético de In politica exterior se haria factible por me dio de una diplomacia abierta. En caso de surgir auténticos roces, las restantes naciones del mundo, alistadas en la Sociedad de Naciones, hatfan que se impartiera la justicia, Si, por desgracia, un Estado cayera en manos de diplométicos del viejo estilo o mili- tares irresponsables y Uegara a mostrarse agresivo, los otros Es- tados del mundo cjercerian presiones bajo la direccién de Ia So- ciedad de Naciones. La presién cconémica © incluso moral serfa suficiente; si no fuera asf, los miembros de Ja Sociedad quedarfan autorizades para usar la’ fuerza armada. Como Wilson dijo en julio de 1918, alo que deseamos es el imperio del derecho, basado fen el consentimiento de los gobernados y sustentado por la opi- nién organizada de la humanidad>. Esta impresionante estruc- tara se apoyarfa en una justicia imparcial entre las naciones. Wilson declaré en septiembre de 1918: 17, Es de sefialar que en Parfs nadie sbogé por la sumaria expul- sién de los territorios en disputa de las poblaciones de una nacio- nalidad conereta; ésta fue una barbarie introducida en Ia moderna prictica internacional durante la era de Hitler y Stalin. La tnica negacién clara y flagrante del principio de autodeter- minacién se halla en las clusulas del tratado que establecen las nuevas fronteras de Alemania con los antiguos territorios austro- hiingaros. ka solucién adoptada fuc de una atractiva sencillex: conservar las fronteras como estabsn. El resultado fue dejar a varios millones de alemanes bajo el control del Estado checoslo- vaco, del cual muchos hubieran preferido no formar parte, y obligar a un mimero atin mayor de alemanes a aceptar una exis- tencia separada de Alemania en una nueva Austria. Entre las delegaciones de las grandes potencias, iinicamente los franceses sabfan desde el principio y con claridad lo que querfan: impedir que estos alemanes formaran parte de una Alemania an mayor y dotar a Checoslovaquia de recursos industriales y de una fron- tera defensiva frente a Jas zonas fronterizas habitadas por alema- nes. Una vez més, en torno a Checoslovaquia, la comisién encar- gada informé en favor de una frontera basada en consideraciones estratégicas y econémicas, si bien con ciertas modificaciones. El Consejo de los Cuatro decidié el problema con imprevista rapidez EI coronel House, consejerojefe del presidente Wilson, pese & carecer del nombramiento oficial, fue designado por éste para sustituirle en el Conscjo durante sus ausencias, ignorando a Lan- sing, secretario de Estado. House y Clemenceau se pusicron de acuerdo rfpidamente en hacer de la vieja frontera entre Alemania y Austria-Hungrfa la nueva frontera entre Checoslovaquia y Ale- mania: «Era mucho més sencillo y mucho menos propicio a fe turos problemas. Tuvimos eseasas dificultades en persuadir tanto @ George como a Orlando de que aceptasen nuestra conclusin, 16 ya que George parecfa no saber gran cosa del asuntor. De hecho, ‘Orlando no dijo nada y Lloyd George acepté répidamente Ia astuta observacidn de Clemenceau de que todo esto no tenia nada que ver con el trataclo alemsin, y ya serfa considerado al hablar del_tratado austrfaco 18, La falta de interés de Lloyd George es singular, ya que a fi- nales del mes anterior se habfa referido a la cuestién de las fro teras bohemias como algo que podia causar un serio agravio a Alemania (probablemente esta observacién fue incluida en el memordndun de Fontainebleau por un consejero mejor informado) La propia falta de interés de Lloyd George puede ser explicada por el desinterés mostrado por el propio gobierno alemén; como es natural, Lloyd George no estaba interesado en conseguir para Alemania concesiones que los mismos alemanes no solicitaran y, @ pesar de una demanda austefaca, el gobierno alemin no hizo otra cosa que pedir Ia autodeterminacién para los alemanes de Austria y Bohemia, sin dar importancia al hecho y sin pedir que fuera anexionada’a Alemania parte alguna de Bohemia, Se ha sugetido que, en caso de que Alemania se negara a firmar Ia paz, el go- bictno de Berlin deseaba ardientemente evitar la intervencién che- ca; de hecho, Alemania estaba mucho més preocupada por la suerte de los’ alemanes que iban a quedar bajo la dominacién polaca que por Ja de los que quedaran en Checoslovaquia 19 El gobierno austtiaco se sentia mucho mds afectado, pero, cuando fueron presentadas sus observaciones, el tratado se hallaba ya en su fase final. Era improbable que Lloyd George concediera dema- siada atencién a Jas opiniones austrfacas, factor mucho menos importante en Europa que Alemania. En cuanto a Wilson, no hey guna de que en ningtin momento se preocupase por la no asi Lansing, pero su relacién con el presidente era ‘La cléusula del tratado segvin Ia cual la nueva Austria, quisiera © no, deberfa ser independicnts, constitufa una completa viola- cién del principio de autodeterminacién. Con toda probabilidad, en 1919, la mayoria de los austrfacos alemanes deseaban formar parte del Reich alemén; el trataco dej6 bien sentado que no po- drfan hacerlo, excepto con el consentimiento del Consejo de la Sociedad de ‘Naciones, que requerfa unanimidad y en el cual Francia tenia cl veto. De esta mancra, cl tratado establecié que Austria no podria unirse a Alemania sin cl permiso francés, medida que colmaba el deseo de Francia de impedir cualquier posibilidad de engrandecimiento aleman. Fue ésta una decisién cuyas impli caciones totales pueden no haber estado completamente claras para Wilson, ya que éste insistié en apoyar el derecho de todos los austrfacos a decidir su propio destino, y cuando el tema fue Ile 7 vado ante el Consejo de los Cuatro, se opuso a la sugerencia francesa de que Ja independencia ausiriaca debia ser «inalienabley y €l mismo sugirié Ia necesidad de la intervencién de la Sociedad de Naciones para petmitir la unién germanoaustriaca, propuesta gue Clemenceau, naturalmente, acepté inmediatamente. Lloyd George apenas intervino en la 5 scusién, probablemente porque compartfa la ampliamente genesalizada creencia briténica de que los austrfacos de Jengua alemana eran algo completamente dife rente de los wlemanes y, por tanto, suponfa que el deseo austriaco de unificacién inmediata era_un ‘capricho pasajero surgide del hambre, la confusién de Ja derrota y Ia disolucién de la monar- quia; en 1938 escribfa que consideraba un signo de notable pre- monicién una prediccién de 1919 segiin la cual el Anschluss terminarfa por realizarse 20, Los arreglos fronterizos, especialmente entre Polonia y Alema nia, y Jas cléusulas de repataciGn, constitufan Ins partes del tre tado de Versalles que més desagradaron a Alemania, quedando bien claro que la paz de 1919 no serfa nunca aceptada por Ia opinién piiblica alemana sin una revisién a fondo; ambas seccio- nes del tratado se basaban en la presuncién de que Alemania habia actuado con brutal agresividad en 1914 y que podia seguir haciéndolo en el futuro, presunciones que eran simplemente in- comprensibles para Ia mayor parte de los alemanes. Las cléusulas militares y navales afcctaron a un nximero menor, aunque mas influyente, de alemanes: los nacionalistas y los conservadores, que crefan que el ejército y el adiestramicnto que éste daba era la mejor escuela para los ciudatianos; la pérdida completa de las colonias alemanas afects sentimentalmente, pero en absoluto en a préctica. EI desarme y Im prohibicién del rearme alemanes suscitaron escatas diferencjds de opinién entre los participantes en Ia con. ferencia de pag. Wilson dijo el 12 de febrero de 1919 a los jefes de las delegaciones que «hasta que scpamos cudl va a set el go. bierno aleman y cémo va a comportarse su pueblo, el mundo tiene cl derecho moral a desarmar a Alemania y someterla a una sencracién de sensatez» 21. La tinica controversia surgida en Paris se dio entre los que insistian en la creacién de un ejército alemén compuesto por reclutas que permanecerfan incorporados a éste durante un corto perfodo de tiempo y los que se inclinaban por un ejército de voluntatios @ largo plazo. La primera postura era sustentada por los generales aliados, mientras Lloyd George y Clemenceau preferfan Ia iiltima; los generales temfan que un sjficito_pequefio pero estable proporcionase cuadros altamente snalificados para una répida expansién; en contrapasicién, a los politicos Ies preocupaban las cnormes reservas de hombres adies. 18 be trados que ef sistema de reclutas originarfa. Como los. politicos tenfan la dltima palabra, el ejército alemin quedé limitado por el tratado # 100.000 hombres que servirfan no menos de doce afios; un pequefio cjército que, como Foch y sus colegas habfan vaticinado, proporcioné lideres sumamente competentes para la ila expansién militar de los afios treinta, El estado mayor habrfa de ser muy reducido, y se restringicron cuidadosamente Jas armas permitidas al ejército alemén (por ejemplo, estaba prohi- bido tener tanques), De la misma manera, la armada alemana sufrié drésticas reducciones, estableciéndose un tope méximo de 10.000 toneladas de desplazamiento para la construccién de nue- vos buques. Se prohibié a Alemania contar con una fuerza aérea, Estas medidas se pusieron en consonancia con los catorce puntos prologando las cléusulas del tratado relativas al desarme con la afirmacién de que el desarme aleman «posibilitaria la iniciacién de una limitacién general de armamentos de todas las naciones», EL artfculo 119 del tratado de Versalles reza: «Alemania te. nuncia a todos sus derechos y titulos sobre sus posesiones ultra. marinas en favor de las potencias aliadas principales y asocindas.» Esto no present6 dificultad alguna para los que concertaron la Paz. ya que en Paris a nadie podia ocurtirsele que Alemania fucra autorizada a conservar sus colonias. Asf, Wilson, en enero de 1919, ante el Consejo de los Diez, afirmé que «pensaba que todos estaban de acuerdo cn oponcise a la restauracién de las colonias alemanas»; dio por sentado que la experiencia colonial alemana habla sido demasiado negativa para permitir otra inter: Pretacién a su quinto punto: «una solucién libre, razonable y absolutamente imparcial a todas las reivindicaciones coloniales Jos intcreses de Jas poblaciones afectadas tendrén igual peso que Jas justas demandas dc los gobiernos acerca de cuyos titulos se haya de decidir» 22, Las dificultades surgicron al afrontar el pro. blema de Ja redistribucién de los tcrritorios alemanes, de sus derechos en China y del modo en que se administrarfan en el futuro estas colonias. Este problema fue resuelto. mediante Ia introduccién del sistema de mandato que confiaba a los mands. tarios la tarca de preparar Jos territorios pertinentes para su auto gobierno en un futuro més © menos remoto, bajo la supervisién internacional de la Sociedad de Naciones. Las observaciones ale- manas al proyecto de tratado se quejaban de que la desposesién colonial era contraria al quinto punto de Wilson y de que Ale. mania necesitaba as colonies como mercados y como areas de ascntamiento del exceso de poblacién, proclamando ademés que Alemania «habfa protegido los intereses de las poblaciones indi. genas». Los aliados pudieron aducir en réplica las denuncias contra el sistema colonial alemén que se hicieron en el pasado en el 19

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