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E A D F G: L Lacrán E RAY Ómez
E A D F G: L Lacrán E RAY Ómez
In diebus illis, digo, cuando yo era muchacho, oa con frecuencia a las viejas
exclamar, ponderando el mrito y precio de una alhaja:
Esto vale tanto como el alacrn de Fray Gmez!
Tengo una chica, remate de lo bueno, flor de la gracia y espumita de sal, con unos
ojos ms pcaros y trapisondistas que un par de escribanos:
II
Cmo ha podido imaginarse, hijo, que en esta triste celda encontrara ese
caudal?
Es el caso, padre, que no acertara a responderle, pero tengo fe en que no me
dejar ir desconsolado.
La fe lo salvar, hermano. Espere un momento.
Y paseando los ojos por las desnudas y blanqueadas paredes de la celda, vio un
alacrn que caminaba tranquilamente sobre el marco de la ventana. Fray Gmez
arranc una pgina de un libro viejo, dirigise a la ventana, cogi con delicadeza a
la sabandija, la envolvi en el papel, y tornndose hacia el castellano viejo, le dijo:
Tome, buen hombre, y empee esta alhajita; no olvide, s, devolvrmela dentro
de seis meses.
El buhonero se deshizo en frases de agradecimiento, se despidi de fray Gmez y
ms que de prisa se encamin a la tienda de un usurero.
La joya era esplndida, verdadera alhaja de reina morisca por decir lo menos. Era
un prendedor figurando un alacrn. El cuerpo lo formaba una magnfica esmeralda
engarzada sobre oro, y la cabeza un grueso brillante con dos rubes por ojos.
El usurero, que era un hombre conocedor, vio la alhaja con codicia, y ofreci al
necesitado adelantarle dos mil duros por ella; pero nuestro espaol se empe en no
aceptar otro prstamo que el de quinientos duros por seis meses, y con un inters
judaico, se entiende. Extendironse y firmronse los documentos o papeletas de
estilo, acariciando el agiotista la esperanza de que a la postre el dueo de la prenda
acudira por ms dinero, que con el recargo de intereses lo convertira en propietario
de joya tan valiosa por su mrito intrnseco y artstico.
Y con este capitalito fuele tan prsperamente en su comercio, que a la
terminacin del plazo pudo desempear la prenda, y, envuelta en el mismo papel
que la recibiera, se la devolvi a fray Gmez.
ste tom el alacrn, lo puso sobre el alfizar de la ventana, le ech una
bendicin y dijo:
Animalito de Dios, sigue tu camino.
Y el alacrn ech a andar libremente por las paredes de la celda.
Y vieja, pelleja,
aqu dio fin la conseja.
RICARDO PALMA