Está en la página 1de 5

c   V

V
Sobre los saqueos ocurridos en las revueltas chilenas de 1891 y 1957

c       

En distintos escritos publicados por diferentes autores sobre las revueltas ocurridas en abril de 1891 y
agosto de 1957 observamos con frecuencia el uso del término ³saqueo´ al referirse a ciertas acciones
ejecutadas por protestantes contra bienes, tanto públicos como privados, durante los sucesos. Aunque la
evolución en el uso de este vocablo le permite describir actos de vandalismo vinculados al
acontecimiento de conflictos, los saqueos ocurridos durante los disturbios antes mencionados tuvieron
marcadas diferencias en su ejecución e impacto.

Debemos recordar primero los motivos de las revueltas que a pesar de su naturaleza de expresión social
tuvieron ciertos elementos distintivos. En 1891 un grupo de ciudadanos alzaba sus voces y durante el
inicio de un proceso de transición de gobierno se levantaban en repudio a la gestión anterior a la vez que
celebraban el fin de la misma. En el caso de 1957, en medio de una crisis económica, el gobierno se
apoyó en las pautas económicas trazadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyos impactos en
la sociedad chilena generó reacciones y manifestaciones de descontento que no se hicieron esperar. Lo
que surgió como una protesta estudiantil contra el aumento de costo del transporte público evolucionó
rápidamente en una incontrolable turba marcada por la violencia de los enfrentamientos entre el cuerpo
de policía y los protestantes.

Aunque en ambas ocasiones los actos de vandalismo fueron parte intrínseca de la protesta, en 1891
grupos organizados con objetivos específicos arremetieron contra las viviendas y propiedades de
personas que estuvieron vinculadas al gobierno balmacedista. En su mayoría los inmuebles atacados
fueron las residencias de prominentes partidarios del gobierno de Balmaceda y las imprentas de medios
de comunicación que apoyaron al régimen (La Nación, El Recluta, Las Noticias) así como las casas de
algunos de sus redactores, no obstante, algunas propiedades cercanas a los objetivos se vieron
afectadas también. Por otra parte, cabe destacar que en lo referente a los saqueos, hubo testigos que
presenciaron el asalto a viviendas e informaron cómo los documentos importantes ³eran extraídos con
sumo cuidado y entregado a los jefes de partida´ (Bañados, citado por San Francisco A. 2007). El
propósito era claro: castigar a quienes habían apoyado un régimen que el pueblo rechazaba.

En el caso de los disturbios de 1957 el desarrollo de los saqueos fue otro. Aunque comparten la
naturaleza de protesta, las tensiones que detonaron el evento se extendieron por varias semanas,
caldeándose con la muerte de algunas personas a manos del cuerpo policial, lo cual causó tal
indignación en las masas protestantes el movimiento pasó de ser una simple marcha con cartelones y
vociferación de descontento a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre la policía y los estudiantes y
obreros que protestaban. Surgieron aquí, de forma espontánea y para enardecer manifestación, la
destrucción de faroles, apedreamiento de casetas policiales, edificios gubernamentales, vitrinas de
bancos y comercios, autobuses e incluso el intento de asalto a la comisaría.

Entenderíamos entonces que las principales diferencias entre los actos de vandalismo durante ambos
sucesos radican en la forma y los objetivos, teniendo un movimiento organizado y preciso en sus blancos
consciente del cambio que iniciaba en esos días de 1891, y por otro lado una movilización espontánea en
respuesta acciones que el pueblo entendía como injustas, cuyo violento desenvolvimiento y repentino
final ocurrieron sin más planificación que el sentimiento colectivo de sus partícipes.

V
c   V
V
Sobre la Batalla de Santiago, en Chile, y El Cordobazo, en Argentina


    

Las similitudes entre la Batalla de Santiago, en Chile, y El Cordobazo, en Argentina, son considerables.
Ambos sucesos fueron manifestaciones de rechazo ante decisiones del gobierno tomadas ante
momentos de crisis económica.

Tanto en Santiago como en Córdoba dichas manifestaciones iniciaron con la movilización de estudiantes
y obreros, conformando una masa de protesta pacífica que se volcó hacia la violencia al producirse
enfrentamientos con las fuerzas policiales y se agravaron con las primeras víctimas fatales mano de las
autoridades desencadenando así una serie de actos violentos que marcaron los eventos.

Estudiantes y obreros en abierta rebelión ocupaban las calles y otros espacios públicos, levantando
barricadas y dejando vestigios de destrucción urbana a su paso. En Santiago, obreros que laboraban en
edificios en construcción y apoyaban el levantamiento, lanzaban desde los inmuebles ladrillos y otros
materiales contra los policías; en Córdoba, desde los balcones la gente arrojaba papeles y cartones para
avivar las fogatas.

La duración del clímax de ambas insurrecciones osciló entre 24 y 48 horas, tiempo en el cual el gobierno
se valió de la policía e incluso de las fuerzas armadas para tratar de frenar la rebelión.

Los resultados en cada caso tuvieron algunas diferencias en distintos sectores, no obstante comparten
entre ellos el hecho de que a partir de estos sucesos se marcó el fin de los gobernantes de turno a
quienes les tocó lidiar con los levantamientos y, por otra parte, sirvió de impulso a movimientos populares
(en particular a los de izquierda) regalando al imaginario colectivo un nuevo punto de referencia sobre el
poder de la lucha por una mayor justicia social.

V
c   V
V
Sobre la revuelta de Los Angeles en 1992

      

En uno de los trabajos publicados de Mike Davis en el 2001 se analiza el episodio del 1992 ocurrido en la
ciudad de Los Ángeles, denotando la crisis económica que atravesaba el país y la tensa atmósfera que
dio paso a tan recordada revuelta. En uno de sus párrafos el autor hace referencia al sentimiento de
desesperanza que ahogaba a muchas de las personas de bajos ingresos en los barrios de la ciudad,
habían perdido sus empleos y no creían en la posibilidad de cambio positivo en el horizonte pero que
vieron la revuelta como el destello de una luz al final del túnel. Al Davis expresar el fenómeno antes
mencionado como ³una fabulosa oportunidad de redistribución´ nos hace preguntarnos si
verdaderamente podría esto haber significado, en la percepción del colectivo alzado, una posibilidad de
cambio.

Podemos comprender que, ante la situación que les envolvía, muchos estuviesen abrumados por las
inseguridades producto del desempleo y una familia qué mantener. A esto sumamos ese sentimiento de
discriminación e injusticia que sienten los estratos sociales de menor ingreso, y el posible surgimiento de
la imagen de ³Robin Hood haciendo justicia de verdad´; los ricos (dueños de comercios y empresas)
tienen más que suficiente pero los pobres obreros cuyos salarios a penas les alcanzan para subsistir
necesitan más, y peor aún si ni siquiera cuentan con ingresos fijos.

Tan pronto el gobierno y las fuerzas del orden anunciaron medidas para frenar los saqueos, nos cuenta
Davis cómo miles de personas se sumaron a la ola de saqueos entendiendo que eran los últimos
momentos de esa oportunidad dorada que brindaba el caos y la falta de orden para hacer un reajuste en
la distribución de bienes.

Si bien fuera cierto que los perpetradores de los saqueos se sentían en todo derecho de tomar lo que
entendían el sistema no les permitía tener de forma justa, no menos cierto es que esa luz al final del túnel
que pudieron haber visto no fue más que una luciérnaga de paso, puesto que la revuelta, de acuerdo a
Baño R. (1981) ³nace y muere en sí misma´ no siempre generando los cambios esperados, y en este
caso, lo que para muchos fue un retorno a la justicia natural sin distinción de clases sociales (discutible,
considerando que saqueaban comercios cuyos dueños muy posiblemente tenían mayores ingresos que
los saqueadores) no sería un cambio en las políticas económicas de la nación, sino más bien un
momento en ³la zona desconocida´, un universo paralelo al cual echaron un vistazo pero donde no
permanecerían.

Ahora bien, este planteamiento de justicia natural es sólo la percepción de una parte de los
protagonistas, y aunque parece tener cierto sentido moral en cuanto a igualdad, si lo vemos desde el
punto de vista de los propietarios de los establecimientos afectados la historia sería otra. ¿Son a caso los
comerciantes los únicos culpables del desequilibrio económico de la sociedad? ¿No son todos, tanto los
saqueadores como los saqueados, víctimas de un sistema que sí discrimina y parecería profundizar el
abismo entre clases sociales? Mientras el menos favorecido debe enfrentar carencias y con frecuencia se
siente menospreciado y discriminado, el que percibe mayores ingresos se va cubriendo, a veces sin
saberlo, de una imagen que puede generar recelo y lo convierte en ³el villano´ de la película capitalista en
la que todos somos actores secundarios pero que en algunas ocasiones, por sólo un momento, nos
convertimos en protagonistas de un universo desconocido que desaparece con el parpadeo de la historia

V
c   V
V
Los medios de comunicación y su rol en la revuelta de Los Angeles de 1992

    

Recordando la revuelta ocurrida en abril de 1992 en la ciudad de Los Ángeles, llama la atención el papel
que jugaron los medios de comunicación durante y después del suceso. Para algunos, los medios
actuaron como productores de películas, siguiendo la tradición hollywoodense, al publicar opiniones e
imágenes que guiarían la percepción del espectador hacia conclusiones específicas con respecto al
evento y sus protagonistas.

De acuerdo a lo planteado por J. A. Ramírez (1993), la información se manejó de una forma tal que se
convertía en producto publicitario moldeado por la histórica discriminación racial contra los afro-
americanos, pero más que esto, por la imagen engrandecida de un pueblo norteamericano blanco que no
causaba conflictos, sino que era víctima de ellos y al final quien los resolvía. Esto se manifestó en las
escenas retratadas por varios diarios y revistas angelinos, donde los afro-americanos eran presentados
como una masa destructiva irracional impulsada por la sed de venganza, mientras los blancos se
pintaban de víctimas o mediadores de conflictos.

Reflexionando sobre el comportamiento de los medios en aquel momento podríamos pensar en dos
motivos que pudieron haber dado paso a que fuesen difundidas informaciones que parecerían haber sido
manipuladas e incluso afirmaciones sin fundamentos, como alegar que los incendios y saqueos ocurridos
durante el disturbio fueron realizados en su mayoría por afro-americanos disgustados, lo cual luego fue
refutado con los datos sobre los arrestos realizados durante el evento.

Otorgando el beneficio de la duda y apelando a la bondad humana, es posible que, basados en eventos
históricos similares, se haya asumido como hecho la participación de los sublevados como principales
protagonistas del vandalismo ocurrido durante el suceso. Si observamos las revueltas que se produjeron
en Chile en 1891 y 1957, a pesar de la diferencia de sus naturalezas en ambas ocasiones, los saqueos y
la destrucción urbana que se produjeron tuvieron un sentido colectivo de protesta directamente vinculado
al levantamiento que se vivió en aquellas ocasiones, siendo los mismos sublevados quienes perpetraron
los hechos de destrucción urbana que acarrearon los disturbios. Desde esta perspectiva, tendría sentido
suponer que los afro-americanos alzados en protesta por el abuso de poder y la discriminación racial
incurrieron en actos de vandalismo como parte de su rebelión, sin embargo, no descarga esto a los
medios por su cuestionable ética, al haber difundido conjeturas no verificadas.

Otra posibilidad es que los medios hayan sido manipulados por fuerzas políticas, con motivo de
seguridad nacional, y deliberadamente se haya manejado la información para contrarrestar las
impresiones causadas por las imágenes publicadas de abuso contra un hombre de color por parte de
oficiales blancos de la policía. Esta hipótesis se basaría en el hecho de que tras la ³victoria´ de las luchas
por los derechos civiles en la década de los 60s los Estados Unidos se vanagloriaban de ser una nación
multicultural, abierta y tolerante donde el racismo se había difuminado en la gran mescolanza racial que
componía la sociedad norteamericana. Por lo tanto, la prueba de falsedad de tal proclamación resultaba
socialmente inadmisible y queriendo evitar que el descontento y los disturbios que se iniciaron en Los
Ángeles fuesen detonantes de un conflicto mayor de envergadura nacional, era necesario disminuir el
impacto de las brutales imágenes en la percepción del colectivo justificándolas al presentar una sociedad
afro-americana violenta, irracional y peligrosa.

En conclusión, cualquiera que haya sido la naturaleza de las informaciones transmitidas por los medios
V
c   V
V
de comunicación con respecto al suceso, no cabe duda de la influencia que tienen éstos sobre la
percepción de los hechos. Si fue una simple falta de ética por parte de quienes publicaron las noticias o si
fue todo una trama bien calculada con fines específicos, son posibilidades que quedan abiertas, aunque
parecería que mientras más hurgamos en la historia menos probable suena la idea de una simple
suposición equívoca.

También podría gustarte