Está en la página 1de 1

Juan Pablo Proal

Cuando Dios cre el mundo no estaba solo, sino con su esposa. Es absurdo pensar qu
e si tenemos un Dios padre no contemos con una madre. Ella est viva, es la segund
a venida de Dios a la tierra en un cuerpo humano.
Un joven moreno de unos 25 aos se sienta frente a m en un diminuto cuarto. Las par
edes estn desnudas. No hay mucho alrededor, slo una mesa casi desierta. Encima de
ella hay una Biblia. La abre y me pide leer en voz alta un pasaje. Apenas termin
o de hacerlo, selecciona otro prrafo y me sugiere repetir la accin. Cada enunciado
est encaminado a lo mismo: Dios tiene una esposa y nosotros una madre.
Si bien este joven no tiene un solo rasgo oriental, escucho que arrastra las pal
abras con ciertos tonos mandarines. Como herramienta para mostrase emptico, cada
que termina un enunciado me muestra en automtico sus dientes de mazorca, a manera
de sonrisa. Comprendes? , me pregunta incesantemente cuando leo un prrafo bblico.
Me siento como cuando estudiaba las lecciones de primaria con mi madre. Apenas l
eo un prrafo, mi interlocutor me pregunta por la enseanza aprendida. Si no contest
o como l quiere, me hace repetirlo. Por momentos suena persuasivo. Le pregunto po
r qu debemos creer que esa biblia es la palabra de Dios, le recuerdo que todas la
s sectas y religiones hablan de lo mismo, de un castigo eterno si no creemos en
sus enseanzas. Para cada duda tiene un prrafo listo para ser usado a su favor.
Pero esta historia no se trata de m, sino de Rubn Vargas Negrete, quien el tres de
noviembre de 2008 fue reportado como

También podría gustarte