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Variaciones sobre un rayo de sol

Marcela Cote,
a 3 años ex quo.

La amistad podría ser anaranjada: una saeta, de repente, atraviesa dentro de mis límites.
Odysseas Elytis, en uno de sus poemas, escribió: "Tanto la embriagó el zumo de sol / Que inclinó
su cabeza y aceptó irse haciendo / Poco a poco ¡la pequeña Anaranjada!" Y, por supuesto, nada
más difícil que hablar de la amistad. Y sin embargo, que hay historias famosas, las hay, no tanto
por ser ilustrativas sino por lo sensibleras. Por ejemplo, está la de Ricardo Corazón de León y
Guillermo de Pourcellet quienes, en una emboscada camino a Palestina, pusieron el lazo a prueba.
Porque los sarracenos llevarían a Ricardo Corazón de León ante el sultán Saladino, fue Guillermo
de Pourcellet, quien decidió sacrificarse por el corazonado Ricardo, con ese célebre grito de
"¡Vosotros, yo soy el rey!", que hizo que quien se presentara ante la corte del Sultán fuera él como
impostor y bueno, se tuviera un final feliz.

William Blake, ese visionario de los caminos de la intuición que para mí es siempre una fuente de
revelación, escribió "Tu amistad ha hecho que me duela el corazón: por favor sé mi enemigo por la
amistad y el amor".

Otra anécdota que, como muchas del pasado parece rayar en la historia rosa, es la de Alejandro
Magno y su médico Felipo. Entre Alejandro y Felipo había una gran amistad, que arrancaba ya
desde la niñez. En unas jornadas victoriosas, en las cuales pensaba derrotar completamente a su
enemigo Darío, Alejandro cayó enfermo, al parecer, por haberse bañado durante una marcha
agotadora en una laguna helada. Vino a perturbar más el ánimo del rey, apenado ya por no poder
luchar, una carta de uno de sus más fieles generales. Le decía que no se fiase de su médico
Felipo, que se había vendido al enemigo y proyectaba envenenarle. El rey juzgó que su médico,
amigo desde la infancia, no podía traicionarle. Con una mano tomó la bebida que le traía, al tiempo
que, con la otra mano, le alargaba la nota de la denuncia. Mientras Felipo, aterrado, leía aquella
acusación, Alejandro degustaba el brebaje que la había preparado. Cuando lo acabó, le dijo: -
"Prefiero morir a desconfiar de mis amigos".

Y Elytis, aprovecha para machacar un poco en la pausa: "Se embriaga la cepa y el escorpión se
embriaga el mundo entero."

Confucio, otro de los sabios de mi altar personal, recomendaba ya que las amistades de verdad
siempre deben ser más (nunca igual o menos) de lo que somos. Y en esto hay algo de humildad,
sobretodo esa que es dificilísima, la personal. Aunque ciertamente es el Destino lo que escoge
nuestras relaciones, somos cada uno los que escogemos nuestras amistades. Particularmente,
Waldo Emerson ya reconocía la facilidad de deshacer amistades y la facultad para hacerlas: por
ello, se inclinó - si es que vale la pena - por una solución sacada de la ética aristotélica: mantener
las amistades en contínua reparación.

Para mí, la amistad es alguien con quien puedo ser sincero: esencialmente uno de los principales
puntos del artista. Y va más allá, a las vulgaridades de la vida, día a día, que no se pueden escribir
en una novela o cuento (se corre siempre el peligro de ofender a un sector o parecer otro más de
los profesores de gramática con los que constantemente uno se encuentra). Waldo Emerson, en un
escrito bastante peculiar, también reforzaba esta idea (y ya se me viene a la cabeza otro, el
simpático Mozart), en cuanto la verdadera amistad es quien nos permite pensar ante ellos en voz
alta.

Esto implica, a su vez, un enorme peligro: aquel de que se caiga en la complacencia o lo único que
se haga sea disgustar. Pero ahora, mientras pienso, descubro que la frase que normalmente le
atribuyen a Emerson, en cuanto a someter las amistades a contínuas reparaciones, no es de su
autoría (sino aún presunta), pertenece a Samuel Johnson. Y me inclino a creer que, en efecto, es
de la cosecha de éste último. Johnson, que el catalogador Paul Johnson (quizás también por esa
pequeña coincidencia) ha incluido en sus numerosos índices (y Harold Bloom, que ha mezclado
historiografía con ciencias ocultas y biografía), fue quien dijo que la multitud de amistades no es
importante, solo su valía y juicio. La Rochefoucauld redondeó el resultado de la ecuación aún más:
es más vergonzoso no confiar en nuestros amigos que ser decepcionados por ellos. Y, por allá en
su época, sería Washington (padre fundador de Estados Unidos) quien convertiría en lema eterno
eso que se sabe desde tiempos de "es mejor estar solo, que mal acompañado."

Epicuro, otro de los brillantes, pensaba que los amigos no están tanto para ayudarnos, sino para
darnos la confianza de que nos ayudarán. Por la misma vena, Eurípides consignó: "un solo amigo
leal vale tanto como diez mil familiares". Sócrates, a su vez, citado por Platón, dejó la sugerencia
de no caer tan rápido en la amistad, pero una vez se cae, hay que mantenerse constante y firme en
el propósito de conservarla.

Las amistades son de todo tipo, como las familias de lo que se nos ocurra. Las hay púpuras como
las berenjenas, aromáticas como el laurel, sustanciosas como un buen caldo o dañinas como las
patatas fritas. Y se van o vienen, o regresan, y finalmente se quedan o se van. O los entusiasmos
se agotan o las pasiones se intensifican. Wilde escribió respecto a esto "cualquier persona puede
simpatizar con el sufrimiento de un amigo, pero se necesita de una muy fina naturaleza para
simpatizar con el éxito de los amigos." Y la Madre Teresa, aquella buena pasita albina en hábito,
"si tú juzgas a la gente, entonces no tienes tiempo para amar."

Porque finalmente, la amistad, otra forma de amor, es mucho más difícil, debido a la forma
específica como debe mantenerse: el contacto físico del amor apasionado no existe en la amistad,
no hay forma de exteriorizar completa, idónea o "naturalísticamente" un montón de sensaciones y
que a la vez, tampoco pueden decirse pues son las palabras, también, capaces de ridiculizar.
Amistad es amor sin alas, escribió Lord Byron, quizás en los delirios de su propio corazón.

The bird a nest

The spider a web

Man friendship.

En un mundo como este, donde las embalsamaciones de Damien Hirst son "Arte" y se venden por
millones de dólares al primer tonto que se quiera hacer con un ejemplar de anfiteatro (y de paso
sea dicho, alentados por la crítica, que muerde del pan de Hirst), las amistades son otra cosa, y ni
siquiera llegan a la decencia de términos del mismo Oscar Wilde: "Un amigo de verdad te apuñala
de frente."
[Una nota mental acerca de Hirst: ¿acaso no ha oído de PETA o sabe filosofía básica para tener
claro que NO está dignificando al mundo natural (como vi en unas críticas) con su arte "forense"?
Sin duda, el suyo, como la mayoría de arte que se produce hoy por hoy, no parte de ninguna idea
concreta - ya se me parece a la escena magnífica de una película estupenda en la que un artista
de verdad va a ver una exposición en la que, de repente, se encuentra con un lienzo en blanco. Al
preguntarle al supuesto artista, este le explica su obra de arte: "si, es la radiografía de mi
pensamiento, cuando la obra está en proceso de crearse en mi mente". Ahí otra joya para la
estupidez contemporánea, con guiño a la anécdota de uno de los primeros diarios de Trapiello].

Para concluir, una cita:

"Think where man's glory most begins and ends,/ And say my glory was I had such friends."

Y ya con esto, creo que he dicho mucho.


Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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