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Pensamientos literarios

[Martes] 22 de mayo

Sin lugar a dudas hay varios tipos de escritores, algunos decididamente atacan su prosa
apremiados por el ritmo creado del tiempo y la época en que viven, los hay con aquel estado de
ánimo psico-histórico o con estados afectivos en sus variadas disposiciones y temperamento; o
aquellos que pueden liberar su prosa de toda una época de manera limpia y clara, que es en
últimas difícil, y diría, el verdadero propósito del artista nato. En mi caso, el resultado es injusto, un
poco simplista a veces, algunos dirán luego arrogante y pretencioso, e incluso si llega a soportar el
peso de mis preocupaciones, no hay duda que el paquidermo será mucho peor para uno que otro
lector. Quizá mi obra en mente en sus colores es demasiado ambiciosa para su amplitud y
profundidad; quizá intente diagnosticar demasiado de algún aspecto particular. Mi diagnóstico es
inteligencia, y si así se le puede llamar, ensaya. Algunos terminarán con una impresión perecedera,
otros hallarán cierta vitalidad regeneradora e incluso otros no encontrarán si quiera el menor
deslumbre.

Mi escritura es cruel y, me encanta pensarlo, un palpitante intento de diagnóstico. Ese palpitar o


parpadeo es la creación o inventiva que está, para mí, en todas partes, y se conecta y brinda una
distintiva identidad literaria, una abundancia creativa. Para mí, como para algunos lectores, será el
caso, para otros no. Para la mayoría que se encuentran con un escrito de mi novela (siempre un
verdadero retazo, nunca completa hasta donde va la cuenta, por obvias razones), su sensación es
la impaciencia por instantes, como lo es para mí un largo día de escritura o por momentos (en el
curso de un día cualquiera) mi comunión-condescendencia-incesto perpetuo con esto que es el
"tedio de vivir" (y que no debe malinterpretarse como un elemento pesimista o negativo, pues no lo
es, y es más bien una idea engañosa cubierta de palabras positivistas que irradia un aspecto
demasiado íntimo y personal, por cierto muy animoso).

Por estas razones, me gusta aproximarme a mi aventura literaria con ambición y galantería, incluso
si carece cada línea por sí misma del burdo atractivo necesario para seducir a "suficientes"
lectores. Mi imperdonable inquietud siempre por el detalle, por el análisis y el comentario no es
para todo el mundo, y mi consejo a mis aspirantes a lectores es de beber mi prosa en dosis muy
pequeñas, siempre muy pequeñas, como se lee un poema.

Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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