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Las novelas de los escritores

[Jueves] 5 de Julio

Por años, hemos creído encontrar cierto atractivo en las novelas que leen otros, particularmente si
sentimos cierta simpatía por la persona o somos escritores. Nos gusta leer otras experiencias ya
vividas para encontrar en ellas quizá, el consuelo a nuestra propia experiencia. Además, ¿quién no
quiere chismorrear un poco en lo que aparentemente es un detalle público, pero que en realidad es
un secreto íntimo del escritor? Y ahora sí he dicho "escritor", porque suele suceder a menudo. El
escritor de líneas recién inauguradas que se aventura a investigar lo que otros han leído, quizá
para leerlo también, quizá para encontrar allí el mal gusto, o el buen gusto, o que sea un
descubrimiento a tiempo o tardío en su vida. Por lo general es positivo si es en tiempo, es malo si
es mucho después, ya que puede darle al infortunado la sensación de haber escrito un montón de
basura, y representar así un cambio drástico de estilo y enfoque, que puede ser, al final, su
perdición.

Y escribo sobre esto ya que una prestigiosa universidad me ha enviado la invitación de escribir
sobre mi particular experiencia como escritor leyendo novelas que han sido decisivas en esta
primera etapa de aprender a ganarme la vida, una especie de breve ensayo que publicarán en un
volúmen para los profanos asistentes de uno de sus talleres de verano. Yo ya estuve como
tallerista hace un tiempo, y acepté el cargo más por su dinámica con nuevas generaciones de
críticos (sí, no creo que quien se entrega tan apasionadamente a los talleres de escritura termine
ganándose el Premio Nobel, pero hablo más por ellos que por mí, un elemento puramente
accidental), y sé que es una de las mayores inquietudes que siempre los eternos hambrientos de
aprendizaje teórico tienen (el aprendizaje práctico es uno solo: escribir!).

Sin embargo, ante la pregunta/petición académica de que hable sobre las novelas de otros y como
han sido "esenciales" en mis primeros pasos, creo que no tengo mucho que decir, pues he
considerado que siempre este tipo de preguntas un escritor serio no debe admitirlas. Probado está
que quienes las admiten, dan un listado de aburridísimos escritores solo para despistar el ojo de
quien escruta en sus vidas. En sus secretos. Las lecturas que hace un escritor son secretos.
Porque siempre, de alguna u otra forma, terminan influyendo lo que escribe, de una manera que
puede hacer quedar todo lo que haga como derivativo de otra obra. En fin, se trata de la estructura
interna del oficio de escritor. Y ahora pienso: si me pusiera yo a enumerar las novelas que han
hecho un gran impacto en mí, quedaría desnudo ante todo el mundo, más el día que presente un
nuevo escrito, digamos una novela. Roma venció a Cartago por estudiar a fondo un barco púnico,
es decir, desarmándolo y volviéndolo a armar. Los principales problemas de la crítica están en las
imprudencias que cometen los escritores en confesarles sus influencias, pues no es que
comiencen a buscar los puntos de influencias, sino que por lo general tienden a confundirlo todo y
a crear teorías equivocadísimas sobre cómo los autores han malogrado sus influencias, o cómo la
novela X es un plagio de la novela Y.

Y cuando hablo de plagio, no me refiero a las ideas, o los temas, pues creo que quien sea
verdaderamente un escritor no tiene por qué recurrir a tan bajos menesteres, pero sí a la manera
como la estructura de una novela puede surgir, y particularmente, a los vicios del estilo. Los
escritores estamos dados a los vicios del estilo de otros, muy poco entendemos lo bueno del
esqueleto de una novela. Somos malos traumatólogos. Y ahora hay que imaginar la comidilla que
es para la crítica saber de las lecturas de uno...

Sin dudas, es una mala pregunta, pésima pregunta, al menos en mi caso. Por imprudencia,
muchos de mis amigos ya saben quizá dos o tres o cuatro nombres de mi lista de no más de 20
libros, pero no tienen ni idea del detalle íntimo que todavía se esconde. Por varias razones, en mi
caso particular, ya están coladísimos los nombres de Dostoievsky, Stendhal o Mercè Rodoreda, y
que tampoco quieren decir que se trate de su obra la favorecida. En estos tres casos, yo ya no diría
que en lo que escribo se percibe su influencia, más bien confieso que siguen a tres títulos que
admiro: "Братья Карамазовы", "La Chartreuse De Parme" y "La plaça del Diamant". Se trata de
lecturas que uno repite cada tanto, incluso dedica algún tiempo para estudiar uno que otro párrafo,
pero son historias insólitas, ahí están, y por más que me gusten tampoco me hubiese gustado
escribirlas. Algo que sí tengo que decir: no ha llegado a mis manos la primera novela que hubiera
querido escribir. Todas las que quiero escribir están en mi cabeza, y eso quizá es lo que me
distingue de otros que se dedican a este oficio con nostalgias en mente. Quizá el éxito de alguien
me hubiera gustado vivirlo; pero no envidio las novelas de nadie, siempre cada novela creo que
tiene una debilidad, ya sea porque están demasiado bien encadenadas sus partes, ya porque al
imitar la imperfección de la vida quedó casualmente demasiado imperfecta. Por eso, las lecturas no
dicen nada de una novela. Y quien podría decir, su escritor, comete un crimen, un suicidio, si se
pone a decir.

Por ello, no sé cómo comenzar esta petición, ni cómo terminará. Sólo se me ocurren un par de
nebulosas, pero tampoco quiero irrespetar a quienes esperan entretenerse y juzgarme por mis
gustos literarios. En mi hermetismo, hay algo que debe tener el mundo claro: nada lo digo, nada lo
diré. Aunque ya veremos como me las arreglo con este microensayo de humareda para salir bien
librado cuando me han puesto contra la pared.

Ya lo veremos.
Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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