Está en la página 1de 29
Acoma sian para facilitarlo habia se ridiculizada NO sé, san eg adicionales del capitalism, sing yt + jos de us defensores mds firmes. En jaye? pera pesquerta predominaba Una relativa ig epeia a la riqueza por si misma. En un estudio qe ceraes ingleses Fealizado en 1949 se descubris canto més inteligente era un muchacho, més proba, fra que eligese una carrera interesante con un sel, scuomable en ver de un trabajo que s6lo estuviese bi retribuido®, Los escolares y estudiantes de hoy apeng pueden imaginar algo mas que la brisqueda de un en pleo lucrative, .Cémo podemos enmendar el haber educado au xacion obsesionada con Ia btisqueda de riquene indiferente a tantas otras cosas? Quizd podriamos ew pezar recordindonos a nosotros mismos y a nuestra hijos que no siempre fue asf. Pensar economisticanens, com levamos haciendo treinta afios, no es algo trix seco a los seres humanos, Hubo un tiempo en que o* sgunizibamos nuestras vidas de otra forma. 40 Man ah na ‘SI. ruhip and Sait las, Londres, Pluto Pe f —_—_— OSE 2. EL MUNDO QUE HEMOS PERDIDO Todos nosotros ya sabemos que desde esta guerra no hay ‘yuelta atrés a un orden social de laissez-faire, quela guerra ‘como tal ha Uevado a cabo una silenciosa revolucién preparanda el camino aun nuevo tipo de orden planifcado, KARL Mannueis, 1943 E i pasado no fue ni tan bueno ni tan malo como imagi- namos: sdlo fue diferente. Si nos contamos historias nos- tilgicas, nunca abordaremos los problemas que afron- tamos en el presente, y lo mismo ¢s cierto si preferimos creer que nuestro mundo es mejor en todos los sentidos. Es cierto que el pasado es otro pais: no podemos volver a él. Sin embargo, hay algo peor que idealizar el pasado —o presentérnoslo a nosotros mismos ya nuestros hijos como una cdmara de los horrores—: olvidarlo. Entre las dos guerras mundiales, los estadoun denses, los europeos y gran parte del resto del mun- do afrontaron una serie de desastres sin precedentes que eran obra del hombre. La I Guerra Mundial, la Peory més intensamente destructiva registrada en la his- toria, fue seguida de epidemias, revoluciones, ¢l fr caso y la quiebra de Estados, el desplome de mon’ das y el desempleo a una escala nunca vista por los Scnomlste tradicionales, cuyas politicas seguian de moda. fucose contecimientos precipitaron ta caig, dtetnmavora de las democracias del mundo en gig dluras autocrdticas 0 en Estados de partidos totalitarig, de dissin indole que Hevaron al globo a una TI Guyer, Mundial incluso més destructiva que la primera, En fy, ropa, Oriente Medio y el este y sureste de Asia, huby centre 1931 y 1945 ocupaciones, destruccién, limpieza Ainica, tortura, guerras de exterminio y genocidios de. liberados de una magnitud que habria sido inimagina ble incluso treinta afios antes. Todavia en 1942 parecia razonable temer por la lr bertad. Fuera de los paises angloparlantes del Atlantico Norte yde Australasia, la democracia no pisaba terreno firme. Las tinicas democracias que quedaban en el con- limente europeo eran los pequefios Estados neutrales de Suecia y Suiza, cuya existencia dependia de la buena voluntad alemana. Estados Unidos acababa de entrar en la guerra. Todo lo que hoy damos por sentado no silo estaba en peligro, sino seriamente cuestionado luso por sus defensores. one Parecia que el futuro era de las dice on tS? después de que los aliados eriunfara? presisn alg Pteocupaciones no se olvidaron: la ee todos. Elan ‘scismo permanecieron en las mentes' : magnifica ae Problema no era cémo celebrar aa sino cémo ania y volver cada uno a sus ae ode 91nee a de que la experiencia de Pe " ? No se repitiera nunca mas. May®™ MES fue quien. ma ste dena ve” MS esfuerzos dedicé a afron™ Assuver, e108 3 EL weno gun I [Bt CONSENSO KEYNESIANO Em aquellos afios cada uno de nosotros sacaba fuerza de prosperidad general dela epoca y acrecentaba su confianca individual gracias a la confianza colectiva. Quizd, ingratos ‘ono somos los seres humanos, no nos dimos cuenta entonces de lo firme y segura que nos llevaba la marea. Pero quien vivis esa época de confianza en el mundo sabe que desde entonces todo ha sido retroceso y desolacién. ‘SteFAN Zweig. El gran economista inglés (nacido en 1883) crecié en una Gran Bretafia estable, préspera y poderosa: un mun- do seguro a cuyo derrumbamiento tuvo el privilegio de asisti, primero desde una influyente posicién en el Te- soro durante la guerra y después como participante en las negociaciones del Tratado de Versalles de 1919. El mundo de ayer se habia desmoronado, levandose con- sigo no solo paises, vidas y riqueza material, sino tam- bién todas las tranquilizadoras certezas de la clase y la cultura de Keynes. ¢Cémo habia llegado a ocurrir? Sr . Es significativo que fueran los 4* a8 —_ EL wusno go aso os civites ya legislaci6n sobre relaciones racials to ' fvidid el pats, no Ia politica social. Me periodo de 1945-1975 se considerd en general omouaina suerte de milagro que dio lugar al «modo gamjda americano. Dos generaciones de estadou- 1 eases —los hombres y mujeres que vivieron lal Gue- mi Mundial ysus hijos, que protagonizarian la década ‘i 1960— experimentaron seguridad en el empleo y ‘hovilidad social ascendente a una escala sin prece- ‘Temes (y que no volverfa a repetirse). En Alemania, el Winschafiswunder («mmilagro aleman») levant6 el pais enuna sola generacién desde los escombros de la hu- millante derrota y lo convirtié en el mas rico de Euro- pa. En Francia, €308 afios se conoceran (no sin cierta ironia) como les Trente Glorieuses. Por su parte, en In- laterra, en plena «era de la abundancia», el primer ninistro conservador Harold Macmillan aseguré a sus compatriotas: «Nunca habéis vivido tan bien». Tenia ran, En algunos paises (los escandinavos constituyen el «aso mis conocido), los Estados del bienestar de la pos- guerra fueron obra de socialdemécratas; en otros —en Gran Bretafa, por ejemplo— el «Estado de seguridad social» representaba en la practica poco mas que una serie de politicas pragméticas destinadas a aliviar la condicién de los desfavorecidos y a reducir los extre- tos de riqueza e indigencia. En cualquier caso, tuvie- fon un éxito destacable en poner coto a la desigualdad. jomparamos la brecha que separa a los ricos de los mee tanto si se mide por el patrimonio como por la rental, ‘nual, vemos que en cada pais de Europa cont rede gn o™O.en Gran Bretafa y Estados Unidos se pectacularmente después de 1945. Bo Avon, La mayor igualdad fue acompatiada de otros begg, cis, Cone tempo secalm el temora una wiela der politica extremist «Occidente» entr6 en una apa era de préspera seguridad: una burbuja, quizd, pot una burbuja reconfortante en la que la mayoria de ig perionasvvfan mucho mejor de lo que habrian peg, do esperar en el pasado, y tenfan buenas razone mirar al futuro con confianza. Adem, la socialdemocracia y el Estado del bieney tar fueron los que vincularon a las clases medias profe. sionales y comerciales a las instituciones liberales tras ls Ti Guerra Mundial. Esta cuestién era de gran trascen- dencia: fue el temor yla desafeccién de la clase medialo que habia dado lugar al fascismo, Volver a atraerlaa hs democracias fire, con mucho, la tarea mas importante de los politicos dela posguerra, yen absoluto ficil. En a mayoria de los casos se logrd gracias a la magia del suniversalismo», En vez.de hacer depender los bene ficios de la renta en cuyo caso los profesionales bien Tetribuidos o los comerciantes présperos podrian haber * ducjado de que con sus impuestos estaban pagando nes servicios de los que ellos no se beneficiaban—, 24 “clase medias educada se le ofrecié la misma asiste™ drapes Palblicos que a la poblacién trabait ned bs pbe educacién gratuita, atencin médica Pleo, Porson" Pensiones piblicas y seguro de dese POT sug ja iStiente, con tantas necesidades cubier’s media cur et A legarla déeada de 1960 ta ds€ en ningin ee fh mucha mas renta disponible 1 Bs ee momento desde 1914, f Fan por ung ne ANE Aquellas décadas se carscteri ee 2cla de innovacién social y conser™™ ‘He two un éxito extraordinario. El PT 8 para oO BL wewo go Mae at Keynes es un ejemplo de ello, Hombre de gustos y iucacion elitistas, aunque excepcionalmente abierto plasnuevas creaciones artisticas, comprendia la impor. fancia de llevar un arte, una interpretacién y unos tex- tosde la maxima calidad a un puiblico lo més amplio posible, afin de que la sociedad britinica superase sus divisiones paralizantes. Fueron sus iniciativas las que condujeron a la creacién del Royal Ballet, el Arts Coun- cily muchas otras instituciones: innovadoras provisio- nes pitblicas de alta cultura sin concesiones, en la mis- malinea que la BBC de lord Reith, con su autoimpuesto compromiso de elevar el nivel de los gustos populares en vez de limitarse a satisfacerlos. Para Reith o Keynes, o para el ministro de Cultura francés André Malraux, en este nuevo enfoque no ha- bia ningtin paternalismo, como tampoco lo habia para los jvenes estadounidenses que trabajaron con Lyn- don B, Johnson en la fundacién de la Corporation for Public Broadcasting o del National Endowment for the Humanities. En esto consistia la «meritocracia»: en que, snicias a la aportacién del erario publico, pudieran abritse las instituciones de la élite a una masa de aspi- antes. Comenzé el proceso de sustituir la seleccién ba- ‘adden la herencia o la riqueza por la movilidad ascen- dente mediante la educacidn. Y unos aiios después omen Beneracién para la que todo esto parecia ylo daba por sentado. ‘ero no habia nada inevitable en estos desarrollos. cay tt#8Solian ir seguidas de depresiones econémi- era eran Ms destructiva era la guerra, mis honda fins Los que no temfan un resurgimiento del nares de ae con ansiedad hacia el Este, a los cen- livsiones del Ejército Rojo, y hacia los po- a derosos partidos y sindicatos comunistas que se hay, hecho tan populares en Italia, Francia y Belgicg ae do el secretario de Estado estadounidense George xe shall std Europa en la primavera de 1947 le coms 16 Jo que io:el Plan Marshall naci6 de la preocupacs, de que la posguerra de la II Guerra Mundial acahan incluso peor que la de su predecesora, En cuanto a Estados Unidos, durante aquellos prime. ros aos de la posguerra estaba profundamente dividide por una desconfianza renovada hacia los extranjeros, os tadicales y, sobre todo, los comunistas. El macarthisme quiza no representara una amenaza para la repiblca, Pero era un recordatorio de lo facilmente que un dema- Bogo mediocre podia explotar el temor y exagerar amenazas. :Hasta dénde habria legado si la economia hubiera vuelto asu momento peor de veinte afios aur? En suma, y a pesar del consenso que iba a surgir, todo ra bastante inesperado. comprar y os lugares los que podia ir estaban Time de maneras que habrian horrorizado a los esi dense unos aos antes. EINew Deal, euyos organ insituciones habfan parecido tan escandalosamenteyt Sesmclons, shee padi Yeas st weg cag ala moviizaciGn de todo el pais en tomo a un Proyeciy colectivo. En suma, la guerra ocupaba todos los pensamientog Habia resultado posible convertir a un pafs entero en ‘una miquina de guerra al servicio de una economia de guerra; entonces, se preguntaba la gente, zno podria hacerse algo parecido para la consecucién de la pa? No habia una respuesta convincente. Sin que nadie se lo propusiera del todo, Europa occidental y Estados ‘Unidos entraron en una nueva era. El sintoma mas obvio del cambio adopté la forma de la planificacién», En vez de dejar que las cosas simple. mente ocurrieran, concluyeron economistas y burécr tas, era mejor organizarlas con anticipacién. Como cabia esperar, la planificacién era mas admirada y defendida en los extremos politicos. La izquierda pensaba que et ' la especialidad de los soviéticos; en la derecha se creia + (correctamente) que Hitler, Mussolini y sus acélitos fs } ‘istas levaban a cabo la planificacién de arriba abajo Y ‘que esto explicaba su atractivo, La defensa intelectual de la planificacién nunca fue muy enérgica, Como hemos visto, Keynes la consider™ bade forma muy parecida ala teorfa del mercado PU Para tener éxito ambas exigian datos de una pee imposible. Sin embargo, acept6, al menos en te”! is de guerra, la necesidad de la planificacién y 10s OM of muy azo, Para la paz preferia minimizar la in- lesa COTO Pe mamental directa y manipular la eco- cqrvencion Be incentivos fiscales y de otra indole. pomia @ ee esto funcionara Jos gobiernos tenian fero para Mle querian lograr y, a ojos de sus parti go acne en esto consistfa la «planificaciéns, {08 Pee ieve, el entusiasmo por la planificacin era Coriosijo en Estados Unidos. La Tennessee Valley vary (TVA) no era sino un ejrcicio de diseio eco- aarvporno sélo de un recurso vital, sino de la economia mia una regién, Observadores como Louis Mumford scinclaaron scon derecho a un poco de pavoneo co- lecivor, La TVA y otros proyectos parecidos mostraron ques democracias podtan estar ala altura de las dictae duras cuando se trataba de planes ambiciosos y de cara a un futuro a largo plazo. Unos afios antes, Rexford Tu- gycll habia legado a ensalzar la idea: «Ya veo el gran | plin / yma sera la alegria del trabajo [...] / me reman- guéyconstruiré / América de nuevo»’, Ladiferencia entre una economia planificada y una conomia propiedad del Estado atin no estaba clara fur muchas personas. Los liberales como Keynes, Wi- jam Beveridge o Jean Monnet, el espiritu fundador de 'splanifcacién francesa, no propugnaban la nacionali- jon como un objetivo en sf mismo, aunque tenfan diPostura flexible sobre sus ventajas en casos concre- tei” smo se podia decir de los socialdemécratas thas Nae estaban mucho mas interesados en la © Progtesiva y en la provision de servicios so- pen coat hangs, Log re ne Pal Incsment The atin Le Prt igg” Mt Columbia, Universi of South Carolina Pree, S00, ua ales universes que en el control estatal de as gy, des empresas, como la automovilistica, por ejempiy ” Por el contraio, alos laboristas britinicos leroy siasmaba a idea de la propiedad pablica. Sel Esago presentaba a la poblacién trabajadora, ano estarian fabrcas gesionadas por el Estado en manos a dispag, cidn de los trabajadores? Tanto si esto era cierto como, no, en la prictica —la historia de British Steet suger que el Estado puede ser tan incompetente y tan ineficay como el peor empresario privado— desvid la atencién de todo tipo de planificacién, lo que tendria consecuen- cas negativas en décadas venideras, En el otro extremo, Ja planificacién comunista—que en la practica significa ba poco més que establecer objetivos ficticios satsfechos por cifras de produccién igualmente ficticias— con ¢ tiempo desacreditaria la experiencia en su conjunto. En la Europa continental las administraciones cen- tralizadas habjan desempefiado un papel mas activo en la provisién de servicios sociales y siguieron haciéndolo ‘mucha mayor escala. Se pensaba que el mercado ne ra lo mas adecuado para definir los objetivos colect vos: el Estado tendria que intervenir y Ilenar el vacio- Incluso en Estados Unidos, donde el Estado —Ia ministracion-— siempre era renuente a sobrepasa! I limites tradicionales, todo —desde la GI Bill hast a ¢ducaci6n cientifica de la siguiente generacién— 5° Promovido ysubvencionado por WashingtoD- En Gran Bretafia también se daba por supuest? 4, habia ienes y objetivos piblicos para los que el er ho craadecuado, En palabras de'T. H. Marshall, 2° do comentarista del Estado del bienestar briténices sentido del sbienestare es esusituir al m ‘ole algunos bienes y servicios, o controlando 6 ewer que wor ai joaufuncionamiento de alguna formaa fin de llegar canto yacion que él no habria podido producirs?. sums en Alemania Occidental, donde habja una comprensible resistencia al establecimiento de contro- qa atraizados de tipo nazi, los «teGricos del mercado vest Hlegaron a un compromiso. Insistian en que el ‘stteado libre era compatible con metas sociales y le fuicdn del bienestar: de hecho, funcionaria mejor si operaba teniendo presentes estos objetivos. De ahi que iiegsacidn, buena parte de la cual atin sigue en vi gor, exigiera a los bancos y las empresas piiblicas que nniraran al futuro a largo plazo, atendieran los intere- «es de sus empleados y no olvidaran las consecuencias sociales de sus negocios, al mismo tiempo que trataban de obtener beneficios. En aquellos afios no se consideraba muy en serio la posibilidad de que el Estado se excediera en su inter- \encidn y perjudicara al mercado. Desde la institucién de un Fondo Monetario Internacional y un Banco Mun- dial (y mas tarde también de una Organizacién Inter- nacional de Comercio), hasta los mecanismos de com- Pensacién internacionales, los controles de divisas, las "egulaciones saariales y los precios limite indicativos, Satis se ponia més bien en la necesidad de neutral ‘evidentes deficiencias de los mercados. Yor la misma razén, los impuestos altos no se consi- = Tettafrenta en aquellos aiios. Por el contrario, Win ans impositivos en marcada progresién se un recurso consensuado para obtener re- | “Sci Tha ADE Th Transmit Wife Stat The Sent Surender “etn, Nueva York, Oxford Une Pre 204, p. 18 7 come ‘cursos excedentes de los Privilegiados © indolen, ponerlos a disposicién de quienes mas los Recestay, 6 podian utilizarlos mejor. Tampoco era ésta una nuit ELimpuesto sobre la renta habia comenragat aplicareen lamayoria de los paises europeos basuge ates dela I Guerra Mundial y en muchos de eine sui incrementindose en el periodo de entreguens En cualquier caso, todavia en 1925 la mayoria delat, nilia de clase media atin podian permitirse uno ons, sirvientes, con frecuencia internos, Sin embargo, para 1950 s6lo la aristocracia y los nue vos ricos podian aspirar a algo asf: entre los impuesio, el gravamen de las herencias y el aumento continuais de los empleos y los sueldos a que podia acceder la po blacién trabajadora, las reservas de empleados domé+ ticos empobrecidos y obsequiosos practicamente se hx bian agotado. Gracias alas prestaciones universales el Estado del bienestar, la tinica ventaja del servicio do ‘méstico a largo plazo —Ia probable generosidad de lo Sefiores con su sirviente enfermo, anciano o indispue todealguna forma— ahora era superflua. La mayor parte de la poblacién pensaba que una re distribucién moderada de la riqueza, que eliminase 5 Gxtremos de ricos y pobres, beneficiaria a todos. Cot dorcet habia observado sabiamente. que «al Tesorosiet Pre le resultaré més barato mejorar la condicién de e Pobres para que puedan comprar grano que baja Precio del grano para ponerlo al alcance de los pobre” an Coc ifs sre cme dsb 1710, Tonle Fon tn eer iney a Cate coe Pecan, Semen Adam Sith, Condorcet and the E Comite aardUanenty Far 1 woo a non reno habia convertido de facto en la poli se i r E entales. Tro en todoslo paisescocidentales, vcade gobler reraciones después, estas actitudes q nao dos jas. En las tres décadas que siguieron fi is Fe A mistas, politicos, comentaristas y cit 1960 estates econ a admi- 2 eincdian ‘en que un gasto piblico alto, admi dat thndo por ls autoridades nacionales o locales con i suficiente para regular la vida econdmic: ier les, era una buena politica. A quienes no es- as deacuerdose les consideraba curiosidades de un palo ohidado —idedlogos irracionales que busca- fan hacer realidad sus entelequias— o egoistas defen- ses del interés privado sobre el bienestar puiblico. El nercado seguia ocupando su lugar, el Estado desem- peiaba un papel central en la vida de los individuos y ls sencios sociales tenfan prioridad sobre los demas 80s gubernamentales, con Ia parcial excepcin de Esados Unidos, donde el desembolso militar siguid reciendo al mismo ritmo. mos perdido mucho dinero. . En ercr lugar, lamayoria de los impuestoss¢ 4 a a pagar deudas pasadas o futuros gastos: Por To siguiente, hay una relacién implicita de const” reciprocidad entre los pasados contribuyentes Y 108 a neficiarios actuales, los contribuyentes actuals? 70 wwe aur owen rac os receptores —y, por supucsto, los fur dos y fururo Tes, que cubririn nuestros desem- rae, Asi, estamos condenados a confiar ernas que no conocemos hoy, sino en ao ito on Peanca pudimos conocer y que nunca co- sons qe Mas que mantenemos una compleja re- ceremi08, tacidn de interés mutuo, bli Fin ismose puede decir del gasto piblico. Staur nosis impuestos o emitimos un bono para costear un i gigen nustzo distrito, es muy posible que los princl- “Spenefiiarios sean otras personas (y sus hijos). Esto nbign es aplicable a la inversi6n piiblica en sistemas de trenligero, proyectos de investigacién y educativos a lar- gp pluo, la ciencia médica, las aportaciones a la seguri- dad social y otros gastos colectivos, para cuyos beneficios quizé haya que esperar unos aiios. Asi que, por qué nos nolesiamos en aportar el dinero? Como otros lo aporta- ‘mn para nosotros en el pasado, normalmente sin pararse aumen- | tmichoa pensarlo, nos consideramos parte de una comu- ‘dud civica que trasciende las generaciones. Pero equiénes somos «nosotros»? gEn quién depo- Sines nuestra confianza exactamente? El filésofo pnt inlés Michael Oakeshott pensaba que la Caf ten la definicién de una comunidad de Been Politica es la actividad de atender alos die por eenetales de una colectividad de personas fender sus gag nokimiento comin de una forma de Pd Peo sta can ewe wna comunidad indi- lefinicién es circular: equé colecti- _— Mich es Mebane acta atimain in Pali and Other Buy, Nuea 7 Ao vs sidad conereta de personas reconoce una fo van de eatender sus acuerdos»? éE1 mundg Claramente, no. Seria de esperar que un resideng® ‘Omaha, Nebraska, estuviera dispuesto a pagar feels tos para la construccidn de puentes y autopistas en j.” ta Lumpur sobre el supuesto implicito de que su ga. valente malayo haria lo mismo por él? No, ~ Por lo tanto, qué ¢s lo que define el ambito i le de una comunidad de confianza? El cosmopolitig, desarraigado est muy bien para los intelectuales, per a mayoria de las personas viven en un lugar definidg definido por el espacio, definido por el tiempo, por, lengua, quizé porla religién, quiza —aunque sea lamen table— por el color de la piel, etcétera. Tales lugares son fungibles, La mayoria de los europeos no se habriat definido como «habitantes de Europa» hasta my re cientemente: habrian dicho que vivian en Lodz (Pole Liguria (Italia) o quiz incluso en Putney (uns burbio de Londres). El sentido de ser «europeo» como forma de identi cacidn es un habito reciente. En consecuencia, donde Ja idea de la cooperacién transnacional o de la mutua podria haber despertado intensos recelos lee les, hoy pasa desapercibida en buena medida. Acti mente, los estibadores holandeses subvencionan #1 pescadores portugueses y a los agricultores polace* - demasiadas quejas; sin duda, en parte porque !08 6 badores en cuestién no entran en demasiado 46 sobre el uso que los politicos estén dando 2 sus im om esto también es una sefial de confian |. | en sichos datos indian que las personas confian 's personas si tienen mucho en comin © A a jn cone no slo la religin y Ta lengua, sino también 12 ™" rma ene % ee 72 awsan arrows? na sociedad, mas confianza jitaria es UI : i “aestiGn de renta: donde guint MP Yo sélo es una f inven cla Y Hose" y perspectivas parecidas €s 1s ran fo que se podria de- TO én compat : pat que AME oral, Esto facilita mucho I = inn enfiblh was Une eidas radicales en la politica pales a jas o divi 4s proba- no es complejas 0 divididas 10 més Prob En is soc minorfa —o incluso una mayor! panes tra desu volun- frecuencia en con! . pada aceder, com ca ‘ - oro hace que la elaboracién de la politica colecti ore conficiva y favorece un enfoque minimalisia de qreformas sociales: mejorno hacer nada que dividir iagenesobreuna cuestion controvertida, ‘afalta de confianza es claramente incompatible con clbuen funcionamiento de una sociedad. La gran Jane cobs observ6 lo mismo respecto a un asunto tan practic co como la vida urbana, y la limpieza y el civismo en la ail Sino confiamos unos en otros, nuestras ciudades tendrin un aspecto horrible y serdn lugares desagrada- bie para vivir. Ademds, sefiald, la confianza no se puede insitucionalizar. Una vez que se desgasta es practica- mente imposible restablecerla. Y ha de ser alimentada tor la comunidad —la colectividad—, pues ninguna fenona puede imponer a los dems, ni siquiera con las “oresintenciones, una confianza recfproca. en cates en las que la confianza esta extendida Los Est a ytelativamente homogéneas. rope sc pienestar més desarrollados y prosperos Pulses Bajos. inlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca, : y Austria, con el interesante caso atipico de ats Alemania Occidental). La mayoria canting ch Poblaciones muy pequeiias: de los » S6lo Suecia alcanza los 6 millones ominat aplcaci” lemani, estos Pusey ows. de habitantes, y todos juntos suman menos que Tokio. Incluso Austria, con 8,2 millones, Bajos, con 16,7, son insignificantes compa resto del mundo: slo Bombay tiene mas habitan Jos Paises Bajos y toda la poblacién de Austria Ia ciudad de México dos veces. Pero noessdlo una cuestién de tamatio, Como Ny. va Zelanda, 70 pafs pequesio (con una poblaciin, 4.2 millones, ain menos que Noruega) que ha logradp ‘mantener un nivel alto de confianza civica, los présper Estados del bienestar del norte de Europa eran conse rublemente homogéneos, Hasta hace muy poco tiempo s6lo habria sido una pequeiia exageracién decir quel ‘mayoria de los noruegos que no eran granjeros o pesce dores eran nitios. El 94 por ciento de la poblacién es de origen noruego y el 86 por ciento pertenece a la Iglesia noruega. En Austria, el 92 por ciento de la poblacién se auribuye un origen eaustriacon (Ia cifra estaba més prox maal cien por cien hasta la egada de refugiados yugo* lavos durante la década de 1990) y el 83 por cientodeles ue declararon una religién en 2001 eran catélicos. Algo parecido puede decirse de Finlandia, donde¢! 96 por ciento de los que declaran una religidn son of Gialmente luteranos (y casi todos finlandeses, salvo u* Pequetia minovia sueca); de Dinamarca, donde él % Por Giento de la poblacién se califica de luterana, ¢ i* cluso de los Paises Bajos —claramente divididos Ga clnorte mayoritariamente protestante y el sur catdlic® fare donde, aexcepcién de una exigua minoria po ra lonial de Indonesia, Turquia, Surinam y Marrue ‘(as todos se definen como «holandeses». be Saineatémoslos con Estados Unidos: pront? ee "ngtin grupo étnico mayoritario y la reducd* habitan Ylos Pie Pali on ese Cabri Ti xno geen Do ag protestante entre quienes declaran una religion sora Pi qrarrestada por una importante minoria cat6- sae ee rciento), por no mencionar las significativas fica 25 Po judia y musulmana. Canada podria ha- ee enca sin somite tx yall 4 they Ia te ones de habltantes) sin una religion pre- nt navean #9 yor ainen iicda poidbaclain que Sera europeo, pero donde la confianza ‘ detuciones sociales concomitantes parecen estar vando a descomponerse. cna cl wmato y la homogeneidad no son uanferibles, La India 0 Estados Unidos no pueden comertrse en Austria o Noruega, y en su forma mas pura los Estados socialdemécratas del bienestar euro- eossimplemente no son exportables: tienen un atrac- tivo muy parecido al de Volvo —y algunas de sus limita- «iones—y quiz sea dificil venderlos en paises y culturas donde ls costosas virtudes de la solidez y la resistencia importan menos. Ademas, sabemos que incluso las ciu- tates funcionan mejor si son razonablemente homo- Beneas y abarcables: no resulté dificil establecer el so- Ha sido posible si | Sel Esado intervencionista — ~ x wonoo que mos mao oliticas pablicasa partir de la década de 1930. J Paver que el asombroso logro de transfor. cabria soviet conomia semicomatosa en 10s aitos de arse de a smmquina de guerra del mundo no ha- aH me sin la insistencia de Roosevelt en aten- jetivos y necesidades comunes de ee argc la Tl Guerra Mundial fue tra buena» no fue s6lo por el cardcter inequt- ‘Maunnte aro de Tos enemigos. También lo fue por- feels estadounidenses Se sentian a gusto con su patsy tins compatriotas, Lis caus SOGIEDADES Nuestra nacién defiende la democracia y unos buenos desagiies. Joun Betjeman ‘Rx leguron Ta confianza, la tibutacién progresiva a las sociedades occiden- gs dca uieron a 1945? La sucinta tnavor 42, e8tridad, prosperidad, servicios sociales vs Bualdlad en diversos grados. En los tiltimos tls en las décadas que sig ' demasiado alto, muestra Ta falsedad de la mayoria de esas Poa ene ey lacalidad dela Jegislacién social see sb 2y 1971, Estados Unidos fue sin duda “ssociedades»; pero pocos estarfan dis- 7 pesos afemar que fala nila © exp ep cara en aquellos présperos aos del Siglo Amenc® No obstante, incluso si fuera cierto que los Estados peos socialdemécrata y de servicios sociales de meq, de siglo xx eran insostenibles desde el punto de vinaye, niémico, en si mismo esto no invalidarfa sus aspirations La socialdemocracia siempre fue una politica hive da. En primer lugar, mezcl6 los sueiios socialists d¢ una utopfa poscapitalista con el reconocimiento pri tico de la necesidad de vivir y trabajar en un mundo ca pitalista que a todas luces noestaba en sus tikimas fess, ‘como Marx habia previsto con entusiasmo en 1848, Fy segundo lugar, la socialdemocracia se tomaba en serio Jo referente a la «democracia»: en contraste con los so- cialistas revolucionarios de comienzos del siglo xx y sus sucesores comunistas, en los paises libres los socialde- mécratas aceptaban las reglas del juego democraticoy desde el principio el precio de competir por el poder fue llegar a compromisos con sus criticos y oponentes ‘Ademés, los socialdemécratas no estaban slo —1 Principalmente— interesados en la economfa (en com waste con los comunistas, para quienes siempre fue lt medida de la ortodoxia marxista). Para los socialdemé cratas, especialmente en Escandinavia, el socialismo e™ un concepto distributive, Se trataba de garantizar que ® iqueza y los activos no se concentraran de manera des Proporcionada en manos de unos pocos privilegiag Y esto, como, hemos visto, era en esencia una cu a ‘moral: alos ‘Socialdemécratas, lo mismo que alos: cn de la ssociedad comercial» del siglo xvu, les ae Ofensivas las consecuencias de la competencia n0 0 Ge Lo que buscabanno era tanto un futuro radical ‘ltaalos valores de una forma de vida m¢j0 78 weno QUE MEMOS MII .rfa sorprendernos que para una Porlo Se denbaas britanicas como Beatri- delas primeras®ismo» que propugnaba pudiera resu- ee Webb o acién piiblica, provisién piiblica de servi- mise et frios y seguro médico, parques y campos de Cis si icon provision colectiva para los ancianos, en- {ue Pe jesempleados, etcétera, Lo que tenia en men- ere nto, era la unidad del mundo premoderno, su ‘epmomia moral, como la denominé E. P. Thompson: inpenonas deben cooperar, trabajar juntas para el bien comin, sin excluir a nadie. Los Estados del bienestar no eran necesariamente so- éaltas en su origen ni en sus objetivos. Fueron produc- ‘ode oo cambio trascendental en los asuntos puiblicos quese produjo en Occidente entre los afios treinta y los sent: un cambio que lev6 a la administracién a ex: fertosy a estudiosos, a intelectuales y a tecnécratas. El rental fue, en sus mejores ejemplos, el sistema de Se- Brdad Social de Estaclos Unidos o el Servicio Nacional de la Salud britdnico, Ambos fueron innovaciones ex- ‘nordinariamente caras que rompieron con las refor- ‘tas graduales del pasado, Laimportancia "aca en el proye de estos programas del bienestar no ie ‘cto mismo —no se puede decir que ee tial idea de garantizar a todos los mien Cudadane beg BAO de poner a disposicidn de cada “vique moderne? *encisn médica de primera clase 2 ahien mens To" Pero la idea de que el gobierno ano, ag iparse de esas cosas y, por lo Precis las no tenia precedentes. Sin fue un asunto controvertido E “osuniny 'alse e508 servicios y recursos. los por Gran Bretafia, defendian 79 “2 0cuparse de ell mente, siempre "0 proporcion: alistas,influid oom una wibutacién universal alta para financatlosy que, das las personas tuvieran el mismo acceso. Los selec. tas preferian calibrar los costes y beneficios de acuerj, com las necesidades y capacidlades de cada ciudadany, ‘Aunque se trataba de opciones pricticas, reflejaban toy rias sociales y morales profundamente arraigadas, EI modelo escandinavo siguié un programa més se lectvo, pero también més ambiguo. Su objetivo, ay como lo artculé el socislogo sueco Gunnar Myrdal, en institucionalizar la responsabilidad del Estado de «pro. tegeralas personas de sf mismase". Ni los estadouniden- ses ni los britinicos tenfan esas ambiciones. La idea de que competiaal Estado saber qué era bueno para losciv- dadanos —aunque la aceptamos sin protestar en los cx rriculos escolares y en las decisiones médicas— tenia cierto regusto de eugenesia y quiz de eutanasia. Ineluso en su época de mayor apogeo, los Estados de! bienestar escandinavos dejaron la economia al secior Privado, que soportaba una carga tributaria muy ala para financiar los servicios sociales, culturales, etcéter. Suecos, finlandeses, daneses y noruegos se dotaron 10 dela propiedad colectiva, sino de la garantia de pro «iin colectiva. Con la excepcién de Finlandia, todos!s escandinavos tenfan planes de pensién privados, 28° ; ue habria parecido muy extraiio a los ingleses 0 inc {02 lamayoria de los estadounidenses de aquellos | ero acu al Estado para casi todo 1o dems YF ‘in problemas la considerable intromision ™ ue esto entrafiaba, “ide en he Maing of Fann Bettan, The Primacy of Pais: Sra Hl Fes, om pag oem Cent, Nueva York, Cambri { cel idge UO ee he x wuno0 que Heo =D dos del bienestar de la Europa continental Tos franceses denominan Etat providence o «Es- —lo ave rencia»— siguieron un tercer modelo. En ao proxidenciar y evel énfasis se puso en proteger al ciudadano ss lado de los estragos de la economia de mercado, que sefalar que, en este caso, el término «emplea- we no se ha escogido a la ligera. En Francia, Italia y Miemania Occidental era el mantenimiento de los em- pleosy las rentas ante los reveses econémicos lo que preocupaba al Estado del bienestar. Alosestadounidenses, e incluso a los ingleses actuales, «sto les debe parecer muy peculiar. gPor qué prote- ger'a.un hombre o una mujer de la pérdida de un empleo que ya no produce nada que la sociedad quie- 2 Nose mejor reconocer la «destruccién creativa» Kl capitalismo y esperar a que surjan trabajos mejores? Pero, desde Ja perspectiva continental, las implicacio- Seass de echara gran nimero de personas ala nis importantes mine oo eran. mucho ‘iencia por mantener Eager losgremios del siglo aia io Semen saneaprentic net los sindicatos franceses o ale- HY mujeres en ProeBer alos de «dentro» —hom- * sfueran:jovenes, no gana UO trabajo fijo— de los empleo, 110 cualificados y otros en busea de os Esta eee inseguridad, al precio de distor- trabajo Lat® SuPuestamente neutral del Contineneal noMPTOSA estabilidad de las so- a Sangtientos que habian experimentado tes anja a, de guerra civil apenas unos favorable sobre el modelo eu. Mercado de ides luz: a some, ropeo. Ademés, mientras que las economias briténicg estadounidense han sufrido los estragos de la cris nanciera de 2008 —mis del 16 por ciento de la many de obra estadounidense esté oficialmente en el paro ¢ yano busca empleo en el momento de escribir este j;} bro (febrero de 2010)—, Alemania y Francia han ca! peado el temporal con mucho menos sufrimiento hu.) ‘mano y exclusién econémica. t Proteger los «buenos» trabajos al precio de no crear! mas empleos basura ha sido una opcién deliberada de! Francia, Alemania y otros Estados del bienestar conti nentales. Ya en los afios setenta en Estados Unidos y el: Reino Unido el empleo precario y mal pagado empez6_ ‘a sustituir a los trabajos mas estables de los afios de cre- cimiento. Actualmente, una persona joven puede con- siderarse afortunada si encuentra una ocupacién, con el sueldo mfnimo y sin seguridad social, en Pizza Hut, ‘Tesco o Wal-Mart. En Francia o Alemania es mas dificil acceder a esas vacantes. Pero quién puede afirmar, y con qué argumentos, que alguien esta mejor trabaja do por un sueldo bajo en Wal-Mart que cobrando el seguro de desempleo de acuerdo con el modelo eur” peo. La mayoria de las personas prefieren trabajar, de de luego, Pero za qué precio? Las prioridades del Estado tradicional eran la defer sa, el orden piiblico, prevenir las epidemias y evitar ¢! a lestar entre las masas. Pero tras la I Guerra Mundt €l gasto social, que no dejé de aumentar hasta 1) aproximadamente, se convirtié en la principal coe bilidad presupuestaria de los Estados moderno™ 1988, con la notable excepcién de Estados Unides principales paises desarrollados dedicaban més re" al bienestar, en sentido amplio, que a ninguna oU* 8 peso ae He DO sue también s Produjers un marcado tos en aquellos afios. He icomo habian sido las cosas antes, este pov record gasto social y Ia provision de bienestar a et parecido poco menos que milagro- Feo politélogo angloalemdn Ralf Dahrendorf, Fld jen stuado para apreciar la magnitud de tH pio que habia presenciado en su vida, escribi6 tre aquellos afios optimistas que «en muchos aspec- vy eleonsenso socialdemécrata significa el mayor pro- tron quela historia ha visto hasta el momento. Nunca hnian tendo tantas personas tantas oportunidades vi- ‘less! ‘Nose equivocaba. Los gobiernos socialdemécratas y dbienesar mantusieron no sélo el pleno empleo du- ‘me cas tes décadas, sino también unas tasas de creci- seo mis que competitivas con las de las economias nercado no reguladas del pasado. Y, apoydndose en ‘bs éxitas eco i ij qgultsccondmicos, introdujeron cambios sociales ra- mente disyuntivos peprensible nento de ‘Als que Cheapo, Ung tthe Social Democratic Ca "9 of Chicago Pres, 1979, pp los n 83 ——— cow cios sociales, provisiones de bienestar, recursos lesy educacionales financiados por el Estado y myc otras cosas que para la gente habfan cobrado carta q, naturaleza. Desde luego, habfa quien sefialaba la pre babilidad de que se produjera un desequilibrio entree gasto y los ingresos piblicos a medida que envejecia iy generacién del baby Boom y aumentaba la factura de la pensiones. Los costes institucionales de legislar la juss cia social en tantas esferas de la actividad humana eran necesariamente considerables: el acceso a la educacin superior, la provisidn piiblica de asistencia legal a lov indigentes y las subvenciones a las artes tenfan un pre cio. Ademés, a medida que se ralentizaba el crecimien to de la posguerra y el desempleo endémico se conver {fade nuevo en un serio problema, la base tributaria de los Estados del bienestar empez6 a parecer més frgil ‘Todas estas razones justificaban Ia inquietud en los afios de declive de la «Gran Sociedade. Pero si bien he bian de producir una cierta pérdida de confianza por parte de la élite administrativa, no explican la trans: ci6n radical en actitudes y expectativas que ha marcade nuestra época, Una cosa es temer que un buen sistema no pueda mantenerse y otra muy distinta perder la fe nel sistema, Cultur, a ; ssorORTABLE LEVEDAD DE LA POLITICA 3, LAlss Para la enancipacin de la mente es imprescindible hacer primero un estudio de la historia de las opiniones. Joun Mavnarp Keynes Desie 1uego, siempre recordamos el pasado mejor delo que realmente fue. El consenso socialdemoécrata yhs instituciones del bienestar de las décadas de la poquerracoincidieron con algunos de los peores pro- yectosde urbanismo y viviendas. piiblicas de los tiempos nodemos. De la Polonia comunista a la socialdemé- FaBSueciay la laborista Gran Bretafia, pasando por la Francia gaullista y el South Bi ifica fst y ronx, unos planificadores = insensibles saturaron ciudades y subur- copie Ss 88 invivibles. Algunas todavia siguen Pe. Sarcelles —un suburbi io de Paris— atestigua la mandarines burocraticos ibditos. Ronan Point, una mente espantosa del este Busto de derrumbarse por los edificios de esa época boner jn ane 1 liferencia de tos tome i diatia de sus sil Loge MAS particula ge: tw0 el buen Sguey Pe" 12 mayoria de 5 sitio, te tdierene a Mech dane Oe 8 autoridades nacionales y loca- © Por sus decisiones es sintoma- Es} soa tica de un aspecto preocupante de la planifica ny renovacién de la posguerra. La idea de que quienes. tin en el poder saben To que més conviene —aye gas” tmpeiados en programas de ingenierfa social ena” presentacidn de personas que ignoran lo que es buen, ellas— no nacid en 1945, pero floreci6 en aqueiia décadas. Esa fue la era de Le Corbusier: con demasiad, frecuencia les resultaba indiferente qué pensaban la ‘masas de los nuevos pisos y las nuevas ciudades en lo. que sles habia reubicado, de la «calidad de vida» que ve les habia asignado. ‘A finales de los aftos sesenta, la idea de que «sabe. mos lo que es mejor para ti» estaba empezando a pro- ducir una reaccién. Organizaciones voluntarias de cla: se media comenzaron a protestar por la demolicién abusiva ya gran escala no sdlo de «feas» zonas degrate- das, sino también de edificios y paisajes urbanos de valor: la caprichosa demolicién de las estaciones de Penns: vania en Nueva York y de Euston en Londres, la cons truccién de un monstruoso bloque de oficinas en el co razén del antiguo quartie parisino de Montparnasse Teorganizacién de los distritos de ciudades enter completamente falta de imaginaci6n. Mas que un ¢¢* cicio de modemizacin socialmente responsable ¢ nombre de la comunidad, empezaron a parecer sint mas de un poder sin control ni sensibilidad. Incluso en Suecia, donde los socialdemécratas mar tenian un firme control del poder, la inexorable he formidad incluso de los mejores proyectos d¢ ee das, de los servicios sociales o de las politicas psbl le ‘eH fee de sanidad empex6 a irrtar a la generaci6n masjO"0" | acti 7 e 5: is prictcas de eugenesia de algunos gobie™®* ©, ‘andinavos de la posguerra, que fomentaron ¢ i" a6 ee assent ADA ELA FOUTEA cin selectiva apelando al bien conocidas por ms personas, la i ender de un Estado panépti- a cera e de viviendas de los distritos obreros de us bogus’ propiedad municipal, que alojaban basta casgon. de Phe la poblaci6n de la ciudad, tenfan un al por cit cia que atestiguaba la indiferencia del deca Ha i pe cento (socialista) a la condici6n de sus electo- auntami odie que en la década de 1970 ya se habia enalindo, de que el Estado «responsable» era indi- frentea las necesidades y deseos de aquellos a quienes repesentaba contribuyé a crear una brecha social cada tezmésamplia, De una parte, estaba la generacién ma- yorde planficadores y te6ricos sociales. Herederos de haconfianza eduardiana en las virtudes de la gestion, aquellos hombres y mujeres estaban orgullosos de lo que habian conseguido. Pertenecientes a la clase me- da, estaban especialmente satisfechos de haber logra- dovincular las viejas élites al nuevo orden social. De otra, los beneficiarios de ese orden —ya fueran 's Pequelios propietarios suecos, los estibadores esco- pple bane del centro de las ciudades 0 Ieuan antes de os suburbiosfranceses— a Mainseadyeee Utiaba mas tener que depender de a, Wénicamenves en dae Y regulaciones burocrati- estaba eeeTah PFecisamente las clases medias esa porque ns COneMtas Con su suerte, en buena A det eneset® emttaban en contacto con el ra mds para beneficiarse de pres- «due para sufrir restricciones a su au- jeron la esteriliz in, NUBIETAD sido con saci sora Pal Pulares 87 Avo wee No obstante, a brecha mayor era la intergener. nal. Paralosque habian nacido después de 1945, do del bienestar y sus instituciones no constitu solucion a los antiguos dilemas: simplemente condiciones de vida normales —y bastante aby audemis. Ls jovenes del baby boom, que legaron ala eg versidad a mediados de los aitos sesenta, slo conncin un mundo de oportunidades cada ver mayores, gene sos servicios médicos y educativos, unas perspectiva op timistas de movilidad social ascendente y —quizé por encima de todo— una sensacién indefinible y ubicua de seguridad. Los objetivos de la generaci6n anterior dee. formadores ya no eran de interés para sus sucesores, Por el contrario, cada vez més se percibian como restici- nesa la libertad y la expresién del individuo. an ung EL LEGADO IRONICO DE LOS ANOS SESENTA ‘Mi generacién, la de los sesenta, pese a sus grands ideales, destruyé elliberalismo con sus xs Cane Pass Una singularidad de la época fue que la division gene cional trascendiera la experiencia de clase, ademés de nacional. Desde luego, la expresion retéricade la reer jwenil se limité a una reducida minorfa: inclose aquellos dia, la mayoria de los jévenes en Estados dos no iban a la universidad y las protestas estudian™ No representaban necesariamente a la juventd Conjunto. Pero os sintomas mas reconocibles d° > Fencias generacionales —la musica, la rop® Ee ese difundieron extraordinariamente Br * oS transistores y Ia internacionalizacién dela aA finales de los sesenta, la brecha cultu- ba a los jévenes de sus padres quizd era v eualquier otro momento desde comien- ‘ uidad reflejaba otro cam- a 7 F eaceaen enissio? de politicos y siorectsnicn, Para 6 elacidn entre los «trabajado- eye oe toimo entre los «pobres» y el Estado del we xstat-— habia sido evidente. Desde hacia mucho, ia siaquierdas estaba asociada al proletariado ce deiquedependiaen gran medida. Con independencia del pragmatico atractive que tuvieran para las clases me- dias, los reformadores del New Deal, de las socialdemo- cracias escandinavas y del Estado del bienestar brita- nico habian contado con el probable apoyo de una masa detrabajadores de cuello azul y sus aliados rurales. Sin embargo, en el transcurso de la década de 1950 «st proletariado de cuello azul estaba fragmentandose Yreduciéndose, El trabajo duro en las fabricas, las mi- ‘tas y los transportes tradicionales estaba siendo susti- ‘uido por la automatizacién, el auge de los servicios y Sr Rano de obra cada vez mas feminizada, Nisiquiera vend Pollan esperar los socialdeméeratas ganar ve ones simplemente con la mayoria del voto ‘eumann al La vigjaizquierda, con sus rafes en ine eg Case trabajadora y en las organi- into y tae odia contar con el colectivismo eto de obese Pa (It obsequiosidad) de una Uh porcentaje cil uiva, Pero ésta representr Lanual® €2da vez menor de la poblacién. Us ios, ea ttt Como empezé a llamarse en aque- “muy diferente, Para la generacién mas jo- 89 eo we ven, el «cambio» no seria resultado de una accién g., masas disciplinada, definida y dirigida por Portavocesay i torizados; de hecho, el propio cambio parecfa haber, sado del Occidente industrial alos paises en desarrothy —Ia afirmacién del dere- unos El sind maxima libertad individual y a sin renapsas sus deseos aut6nomos, asi come eres spetados ¢ institucionalizados por Ia 2 st onjunto—se convirtié en la consigna iz- seca et momento. «Prohibido prohibir», «haz 10 Fie se: no son objetivos faltos de atractivo, pero se ee fines esencialmente privados, no de bienes p= sic Noes de extraiar que condujeran ala afirma srr de que 10 privado es politico». {sia politica de los sesenta desembocé en un agre- ado de eivindicaciones individuales a la sociedad y el [ado La sidentidad» empez6 a colonizar el discurso ilo: a identidad individual, la identidad sexual, la identidad cultural. Desde ahi solo mediaba un peque- ‘iopaso para la fragmentacién de la politica radical y su ‘eamorfosis en multiculturalismo. Curiosamente, la ‘tueta izquierda siguié siendo exquisitamente sensible by Wenn colectivos de las personas en paises distan- Zina oak 8s podia agrupar en categorias sociales omo scampesino», «poscolonial>, «subordi- Naor, er é ny atera, mientras que, en casa, el individuo pre- ninaba sobre todo. ladon enela de lo legitimas que sean las rei- 2 da 8 ndividuos; bows el sentido de un propésito co- Homnatiye Po eR que cada uno recibia su voca- omtidad— ie, de lasociedad —o de la clase o de la Tin para eas 2 bueno para todos, valia por ‘no. Pero no lo contrario: lo que oF Ee Awown. es bueno para una persona puede (0 no) serge cerés para otra Los fildsofos conservadores qe 2 ca anterior comprendian bien esto, rieron al lenguaje y la imagineria rel ficar la autoridad tradicional y su cada individuo. Pero el individualism de Ta nueva igquierda nom, petaba ni los fines colectivos nila autoridad tradicon, después de todo era tanto nueva como izquierda Ly quedaba era el subjetivismo de los intereses y des, individuales, medidos individualmente. A su vez, en, desemboed en un relaivismo moral y esttico: algo bueno para mi, no me ataiie a mf averiguar si también), ¢s para alguien més, y mucho menos imponérselo (chat loque quieras»). Es cierto que muchos radicales de la década de 1960 eran partidarios entusiastas de las imposiciones, pet sélo cuando afectaban a pueblos distantes de los ques ian poco. Retrospectivamente, es asombroso cunts occidentales en Europa y Estados Unidos expresaron entusiasmo por la «revolucién cultural» de Mao Zedong con su uniformidad dictatorial, mientras que en sus pr ios paises definian la reforma cultural como la maxi | zacién de lainiciativa yla autonomia individuales. Rewrospectivamente, puede parecer extraiio que tos jOvenes de los sesenta se identificaran con el , aunque la mayorka de los antic otal egufan desconfiando instintvamente de ‘uingenierfa social, dieron su apoyo, aunque solo fuera wencia, aun nivel muy alto de activismo guber- rental. De hecho, en los afios que siguieron a 1945 el ‘eno de gravedad de la discusién politica no se hallaba aavelaizquierda y la derecha, sino mds bien dentro de bizquierda: entre los comunistas y sus simpatizantes y el consenso liberal-socialdemécrata mayoritario. Lomés proximo a un conservadurismo te6rico serio «a aquellos aios de consenso fue obra de hombres gam Ramond Aron en Francia, Isaiah Berlin en el {etnidoy aunque en una clave bastante diferen- wah Hook en Estados Unidos. Tos tres les ha Mes : sriqueta de «conservador»: eran von de ageencomunitas por razones étcas, Coons extaban imbuidos del recelo de- ‘ea tado excesivamente poderoso. ibd de a nine eran realistas: aceptaban la ne- “porno mencionen ee bienestarylaintervenciGn wisn colectiva de bie tributacién progresiva y la ienes piblicos. Pero por ins- tay xperienci, ergy *Petiencia se oponi; woriarig, | “© OPONfan a todas las formas de po- On se A Pratt le conocis i ime hosiidad re atuellosafios especialmente os idelogos marxistas dogma- 3 = te Aso aa cosy suicide apoyo a Estados Unidos, cuyas de, i ait heed ag fc cias nunca negs. Berlin se hizo famoso por su COnfere de 1958 sobre «Dos conceptos de libertad, enn ining ete beta posiva ta consecuson rechos que s6lo un Estado puede garantizar—y negate derecho de cada uno a hacerlo que lee casin intromisiones. Aunque él siempre se vio como liberal tradicional, favorable a todas las aspiraciones y formistas de la tradicién liberal briténica con la que identificaba, Berlin se convirti6 en una referencia i dora para una generacién posterior de neoliberile A Hook, como a tantos estadounidenses de su te po, le preocupaba la hucha anticomunista, Asi su Ii talismo desembocé en la practica en una defensa de i libertades tradicionales de una sociedad abierta, De acuerdo con los criterios imperantes en Estados Unido Jos hombres como Hook eran socialdemécratas en toc menos en el nombre: tenfan en comin con otros «lil rales» estadounidenses como Daniel Bell una afinidec clectiva por las ideas y las pricticas politicas europess) Pero la intensidiad de su antipatia por el comunismo te dia entre él y los conservadores més convencionales th Puente que en el futuro ambas partes cruzarian cada con més facilidad, Lalabor de la derecha renaciente se vio facilitada nd s6lo por el paso del tiempo —a medida que la gente ib olvidando los traumas de las décadas de 1930 y 1940.y taba mds abierta a las voces conservadoras tradicon’h les—, sino también por sus oponentes. El narcisism nd los movimientos estudiantiles, os idedlogos de la nuest izquierda y la cultura popular de la generaci6n oer ‘i Senta invitaban a una reaccién conservadora. Nosout® ~Podia afirmar ahora la derecha— defendemos los" prt EAD el -cspeton la satoridady yl pau fa TH acion de un pais o continente, 0 incluso sioy in chine ellos» (la izquierda, los estudian- ’ a ie -Oeciden ys minorias radicales) ni comprenden ni Iosjovens ws anacionrs wo sa os viendo tanto tiempo con esta retbrica eames Vdente que Ja derecha recurriria a ella, ge pate ev os de los sesenta mais o menos habria feohasta mediados Te que la «izquierda» era insensi- sinatourde preter ulyara tradicional, y mucho me- aes ridad. Por el contrario, la vieja izquierda ve wonegiblemente anticuada en esas ‘cuestiones. (valores cultural de un Keynes o un Reith, un Mal nt oun De Gaulle eran compartides acriticamente yor muchos de sus oponentes de izquierda: excepto dinate un breve periodo después de la Revolucion tus, a inquierda politica mayoritaria era tan conven- dana! en a estética como en casi todo lo demas. Si la decchasehubiera visto obligada a enfrentarse exclusi- tinente alos socialdemécratasy a los liberales de viejo ‘vio, nunca habrfa logrado el monopolio del conser. ‘adurismo cultural ylos «valores», Node ls conservadores podian sefialar un contraste ‘are ellos y la vieja izquierda era is ty aq Precisamente en la sestatismo» de raion pore te U8 Predecesores y ofreciera salir de lo que describy ss. lir de lo que describfa como la “sr sefeag not BObIemnOS excesivamente aed Marre Thar ante sobre la iniciativa privada, “anete yan Ronald Reagan y—-mucho mas ‘NY Giscard d'Estaing en Francia fue. oF NG ‘eo aa ron los primeros politicos de grandes partidos gy, pla devecha del centro que se aventuraron a rom, ‘doy onsenso de la posguerra. Es cierto que en las qi nes presdenciales de 1964 Barry Goldwater haba cho una temprana incursin en ese sentido: con trosasconsecuencias. Seis afios después, Edvard ten —el futuro primer ministro conservador— experimen té con propuestas para favorecer mercados mis libre ‘un Estado menos intervencionista, pero fue casigas, violenta injustamente por su aplicacién «anacréng, de ideas econémicas periclitadas y se vio obligado adu marcha atras apresuradamente. ‘Como sugiere el tropiezo de Heath, aunque a m cchas personas les irritaba el poder excesivo de los sir: dicatos o la indiferencia burocratica, no estaban div puestas a considerar una retirada en toda la regla Ei consenso socialdemécrata y sus encarnaciones insti cionales podian ser tediosos e incluso paternalisas pero funcionaban, y la gente lo sabfa. Mientras amay- ria creyé que la «revolucién keynesiana» habia llewdo acabo cambios irreversibles, los conservadores se halla ban en un callej6n sin salida. Podfan ganar batallascl turales sobre los «valores» y la «moral, pero si nor capaces de llevar el debate de las politicas piblicas P* otros derroteros muy diferentes, estaban condenad*? perder la guerra econémica y politica. Por tanto, la victoria del conservadurismo ¥ funda transformacién que llev6 a cabo durante Aécadas siguientes estaban lejos de ser inewtablee necesaria una revolucién intelectual. En el an de poco més de una década, el «paradigm? 00° ip te de la conversacién piiblica pas6 del emt oss tervencionista y la consecucién de bienes PY lap 98 f iad no existe, amc EAD A IEC jan del mundo que encuentra su mejor expre- ana in Maori tema de Margaret Thatcher: «La so sine s6lo hay individuos y familias». En Es Unidos, casi exactamente por las mismas fechas, vs Meagan alcanz6 una popularidad duradera font afirmé que «estaba amaneciendo en América. pie yarn era la solucién, sino el problema. &i-jgobierno es el problema y a sociedad no existe, alpapel del Estado vuelve a quedar reducido al de fact jigdor. La labor del politico consiste en averiguar qué uo mejor para el individuo y después ofrecerle las ‘condiciones para que trate de conseguirlo con una in- terferencia minima, El contraste con el consenso key sesano no puede ser mayor: de hecho, el propio Keynes pensaba que el capitalismo no sobreviviria si se limita- baa proporcionar a los ricos los medios para hacerse nisricos. Fue precisamente esta concepcién tan miope del funcionamiento de una economia de mercado lo que, ensuopinién, condujo al abismo. Entonces, 2por qué en ee ‘tiempo caimos de nuevo en una confusién se- a at redvxiendo Ja conversaci6n piiblica a un de- cor paulo en términos estrechamente econdmi 7 Sagres keynesiano se abandonara arguement y aparente unanimidad, los con- =o lebieron de ser muy poderosos. Lo eran, *« Pesentaron por s{solos, bite pe ae os involuntarios herederos de un de- Cuong a avora de la gente no est familiar Sj) pensar Preguna qué hay tras el nuevo We fue dead nt? €6ORSmico, podemos responder eensury Por economistas angloestadouniden- '*yoria estaban relacionados con la Uni- 99 Noms, sersidad de Chicago. Pero si preguntamos de gg, nian las ideas de los Chicago boys, vemos que jg influencia la ejercieron un grupo de extranjeray 92 flo inmigrantes de Europa central: Ludwig yon yt Friedrich Hayek, Joseph Schumpeter, Karl Popper = ter Drucker. . Von Mises y Hayek eran los distinguidos marginals cultural y profesionalmente. Soloca? 2" Estados del bienestar,cuyo fracaso habjan predich tanta diligencia, empezaron a suftirdifcultadey 0 ron a encontrar una audiencia para sus opiniones on | Dbutacién alta inhibe el crecimiento y la eficacia, hn! rento y la eficacia, la reg,,| lacién gubernamental ahoga Ia iniciativa y el eying) empresi cuanto mds pequeiio €s el Estado, missy! dable es la sociedad, y asf sucesivamente. | Por tanto, cuando recapitulamos los t6picos conven! cionales sobre los mercados libres y las libertades occ.) dentales, en realidad estamos reflejando—como laluz de una estrella que se apaga—un debate inspiradoy man tenido hace setenta afios por hombres que, en su mayor parte, habfan nacido a finales del siglo x1x. Desde luego, los términos econémicos que se estn imponiendo ene! pensamiento actual no suelen estar asociados con aque- las desavenencias y experiencias politicas. La mayor de los estudiantes de las escuelas de negocios nunce han ido hablar de algunos de esos exéticos pensadores es tranjeros y tampoco se fomenta su lectura. Sin embar g0, si no comprendemos los origenes austriacos de #2 (y nuestro) pensamiento, es como si hablramos u4 Tengua que no acabamos de entender. ae Quiza merezca la pena sefialar aqui que ni siquet Hayek se le puede considerar responsable de las cea ficaciones ideoldgicas de sus acélitos. Como BEN consideraba la economia una ciencia interpret@att no se presta a la prediccién y la precision. Si a oe cacién era errénea para Hayek es porque oblig00 mente se basaba en calculos y predicciones 104 me = acres en 8 atmurdos y por tanto irracionales. La pla az un tropiezo moral, y mucho menos mn no elt rdo con algin principio general. Sim- act factble, y, si hubiera sido coherente, en nor onocido que pricticamente 10 mismo Fo aaa e las teortas scientific del mecani- mercado. _ "ede vuego la diferencia ¢s que la planificaciGn de- A ara que funcionara como se pretendia y ie Semel directamente ala dictadura: ése era Meriadero enemigo de Hayek. El mercado eficiente fui fuera un mito, pero al menos no entraftaba coer- Jin desde arriba. En cualquier caso, su dogmatico re- (farode todo control central propicié la acusacién de. dognatismo. Fue Michael Oakeshott quien observ6 que dl-hayekismo» era.a su vez una doctrina: «Un plan para ponerse a toda planificacién puede ser mejor que su ‘puesto, pero pertenece al mismo estilo de politica»'®, En Esados Unidos, entre la nueva generacién de ufa- ‘0 cconémetras (una subdisciplina sobre cuyo preten- ‘ido cientifismo tanto Hayek como Keynes habrian ‘erido mucho que decir), la idea de que el socialismo ‘knocrtico es inalcanzable y tiene consecuencias per- ‘eras ha cobrado un cardcter casi teolégico. Este credo ‘«havinculado a la condena popular de todo esfuerzo eons el papel del Estado —o del sector publi- a ara de los ciudadanos estadounidenses. danse pa esta extensién concreta de la lec- son na ha adquirido un atractive similar. Las “identes: la popularidad de la atencién sa- enti Wide Oakes i,p. 25, ik ie cow, nitaria gratuita 0 de Ia educacién superior suty nada, por mencionar los ejemplos mas conoid n>, en el transcurso de la era Thatcher-Blair-Browy "4 lificaci6n de los banqueros, corredores de bolsa, 4." sores, nuevos ricos y cualquiera que tenga accor grandes sumas de dinero ha conducido a una gran, miraci6n por una «industria de los servicios finan. ros» con una regulacién minima, y la consiguienye st enel funcionamiento, benevolente por naturaleza, mercado global de productos financieros, : Exactamente qué habrian pensado Hayek o inchis Schumpeter, el profeta de la destrucci6n capitalisa, este grosero culto al dinero ya quienes lo poseen csord cuestiGn, Pero no puede haber ninguna duda de que a que se toma por justificaci6n de la vasta y creciente bres cha de riqueza en la Gran Bretafia de hoy proviene de Ia apologfa de una regulaci6n minima, la menor inter ferencia posible y las virtudes del sector privado a la que los escritos econémicos de los austriacos contribu yeron tan directamente. El caso britdnico, incluso mas que el estadounidense apunta a las consecuencias pricticas de esta retrotans formacién del lenguaje econémico moderno, aunquelt triste historia del entusiasmo islandés por las jindémitas rrutas del pillaje bancario es atin mas ilustrativa. Come: zamos con un puiiado de destacados intelectuales exili ddos en la Europa de entreguerras, pasamos por do: 6 neraciones de economistas académicos empefiade! reconfigurar su disciplina... y legamos a los escants de las bancarrotas, las hipotecas basura, ny 2, invert Tas finanzas P vadas y los fondos de inversiOn de afios recientes 9) Detris de cada cinico (0 simplemente incom Per ig ejecutivo bancario o inversor hay un econom's 106) amassing saremek 1a posicién de autoridad eros), desde una posicion de eth enn ine do 280 no deben ser sometidos en ‘sta y de sus crédulos wr ‘ese economist Y ered ert: Denis de es en. debates periclitados wos ion de nuestro actual enguaje aie dad para pensar més alld de las eee ae Conforman y distorsionan la Wy en Londres— es un 8 Tos A ashington como efoto ent Washington como € : iii Oe grandes intuiciones de Keynes: fomenajea una de las Loshombes prcticos, que se consideran exentos de eds nfuencia intelectual, suelen ser esclavos de algun ve omomista ya caduco. Los orates en el poder, que oyen socesen laire, extraen su frenesi de alguin escritorzuelo veadémico de hace afios. Estoy seguro de que el poder de ios intereses creados se ha exagerado enormemente en comparacin con la restriccién gradual de las ideas". Baur De Lo PRIVADO Sugerir la cin social por el bien priblico a la ciudad de Londres es como discutir El origen de las especies con un obispo hace sesenta atios. Jou Mavwarp Keynes Enton¢ é eben pana os «orates en el poder» de 'es con las ideas que heredaron de — * Ga en Robert Asstt Ror Skid i Sees None ean Marar Kas Vatu 2: The Bano ‘York, Penguin, 1995, p. 570. 107

También podría gustarte