Está en la página 1de 69
LA COLONIZACION FENICIA EN LA PENINSULA IBERICA: 180 ANOS DE INVESTIGACION. José Luis Lépez Castro Campus Universitario de Almeria I. Introduccién. En este trabajo no voy a abordar un andlisis exhaustivo y pormenorizado de todas las aportaciones historiogrificas que se han sucedido en la investigacién de la colonizacién fenicia en la Peninsula Ibérica, Jo que excederia los limites de este anticulo. En mi contribucién se recoge, junto a una breve revisién de la historiografia anterior al siglo XX, una historia de la investigacién que sirva de hilo conductor al andlisis critico de las diferentes sintesis y modelos explicativos més recientes que, referidos a la colonizacién fenicia del Extremo Occidente, ban intentado explicar este fenémeno y en buena medida son exponcntes de los problemas de la investigacién anterior. Fundamentalmente me ceftiré al andlisis de las aportaciones de una serie de investigadores espafioles, ilalianos, alemanes y anglosajones, imtentando caracterizar sus diferentes posiciones teGricas y metodolégicas como elementos determinanies en la orieniacién de la investigacién. He preferido, aun a riesgo de alargar innecesariamente esta contribucién, incluir un resumen de las principales argumentaciones de cada una de las sfntesis y modclos expicativos que se analizan, con el sai JOSE LUIS LOPEZ CASTRO objeto de que el lector pueda hacerse una primera idea de conjunto sin tener que acudir constantemente a las publicaciones originales, no siempre facilmente accesibles. A continuacién se recogen las criticas pertinentes a cada uno de ellos, dentro de una valoracién que por personal es obviamente subjetiva, pero que esta realizada con el dnimo de hacer una caracterizacion historiografica que sea iti] para la investigacién fulura, H. El peso de ja leyenda. La presencia de los fenicios en la Penfasula Thérica fue recogida por los historiadores espaitoles anteriores ai XIX utilizando como principal iestimonio documental las fuentes clasicas: un ejemplo seria la conocida Historia de Espanta del Padre Mariana (1592-1605). Muy influenciado por la visién de los fenicios acufada en la literatura clésica, los describe como un pusblo comerciante cuyos hijos vinieron a Espaiia en busca de riquezas. Mariana desarrolla el tépico latino de la codicia fenicia, haciendo referencia a sus acciones pirdlicas, y a otros aspectos negatives difundidos por la historiografia cldsica como la astucia caracterfstica de los fenicios o la practica de sacrificios humanos. La posicién del padre Mariana esta determinada también por su formacién cristiana y su defensa de los valores y Ja tradicién hispanas (Gala Vela, 1986: 230-231). Durante Jos siglos anteriores al XIX, el tinico testimonio material de los fenicios, reconocido como tal, eran las monedas acufiadas por las ciudades de Gadir, Sexs, Malaka y Abdera, muy pronto incorporadas a los primeros catdlogos y tratados de numismalica, como los de Antonio Agustin (1587), Lastanosa (1645), 0 Fidrez (1758) aunque no siempre fueron identificadas como monedas fenicias, Sélo en el XVIIL Pérez Bayer (1772) identifies correctamente el alfabeto en el que aparecian escrilas las leyendas monetales atribuyéndolo a los fenicios, si bien las lecturas propuestas y las ciudades identificadas no en todos los casos fueron correctas. Este panorama cambiazia poco en lo que se refiere a la historiografia espaiiola durante el siglo XLX. Uno de los rasgos mis significtivos de esta primera etapa de la investigacién ema la casi total ausencia de documentos arqueoldgices sobre la presencia fenicia cn cl Mediterréneo Occidental, y en particular en el Extremo Occidente, donde sélo se cortaba con escasisimos elementos materiales aislados, muchas veces inidentificables 12 LA COLONIZACION FENICIA EN ELSUR DE LA PENINSULA IBAIUCA. 100 ANOS DE INVESTIGACION como feaicios. Tan sélo el descubrimiento casual de algunas tumbas de ja necrépolis gaditana de la Punta de la Vaca en 1887 (De Laigne, 1897) con Ja exhumacién de varias tumbas y sus ajuares vino a dar materialidad a fa colonzacidn fenicia; en particular, se descubrid entonces uno de los famosos sarcOfagos antropomorfos gaditanos que fue identificado con determinados fasgos de las manufacturas fenicias orientales puestas de manifiesto por los trabajos de Renan (1864-1874). Asi pues, los datos con fos que conlaban Jos historiadores europeos de esta época que se dedicaron al tema fueron casi exclusivamente la fuentes litorarias y en menor medida otros datos numismaticos o arqueolégicos y fos, muy disculibles en ocasiones, proporcionados por la taponimia. Al mismo tiempo, fos escasos estudios que en nuestro pais se dedicaron a la Antigtiedad o a la Arqueologia en el siglo KIX dirigieron su atencidn al estudio preferente de las antigiiedades romanas. A lo largo det siglo XIX, el desarrollo de fos cstudios de Historia Antigua en cl Occidente europeo, fundamentalmente debido al impulso de la “Altertumswissenschafi” o “Ciencia de la Antigiiedad” alermana, trajo consigo las primeras sislematizaciones e hisiorias sobre los fenicios y su expansion occidental. Pero lejos del impuiso que recibieron los estudios sobre Grecia y Roma, Ja investigacidn sobre la culiura fenicia aparece mds marginal y secundaria dentro de las disciplinas clésicas. De hecho, frente a la gran cantidad de investigadores consagrados al estudio de ambas civilizaciones y a la produccidn de numerosos trabajos sobre sus respectiva historias, las aporiaciones sobre la historia de Fenicia y Cartago, aun sicndo esenciales, se reducen a las de Movers (1841-1850), Meltzer (1878), Pictschmann (1889), o Rawlinson (1889), que constituyeron las principales obras de referencia hasta entrado el siglo XX. Un estudio en profundidad de la influencia que tuvieron estas primeras aportaciones sobre la posterior investigaciéu, y en qué medida quedd ésta determinada esld atin por hacer. El contenido de las mismas, nacidas dentro del ambito de lus disciplinas clisicas, es esencialmente una sintesis historiada del conjunto de datos literarios biblicos y clisicos sobre los fenicios, que en el caso del Extremo Occidente y la Peninsula fbérica son bastante reducidos. Et peso de Ja visién ncgativa que de los fenicios y cartagineses nos ofrece la historiografia clésica se deja sentir en estas obras, al igual que la visidn parcial y sesgada que sobre los pueblos semitas se habia extendido en la critica europea del XIX, segiin la cual, quedaban reducidos 13 1088 LUIS LOPEZ CASTRO a pueblos lingilistica y culturalmente inferiores respecte a otros pueblos de origen indoeuropeo como eran Ios griegos (Bernal, 1987). Esta interpretacién histérica del mundo antiguo, en parte sefialada por Bunnens cx fo refereate 2 ta imagen de los fenicios (1979: 5-10), y desarrollada en profundidad recientemente por Bernal (1987) pone de manifiesto cémo Ja historiografia decimondnica buscaba e} origen de Ja cultura europea en Grecia, rechazando las posibles influencias de otros pueblos que en en el siglo XIX habian sido colonizados y dominados por Europa. Nuestra vision de} antiguo Oricnte y Egipto estén mediatizadas, en consecuencia, por wna lectura racista, romantica y positivista de la Historia, nacida al calor de una vision tradicionalmente europocentrista en la ciencia occidental, y por la ideologfa de la supremacia racial y cultural acufiada para justificar el imperialisme y el colonialismo curopeos de fos siglos XIX y XX (Bemal, 1987). En qué medida influyeron estas posiciones en Ja interpretacién decimondnica de la presencia fenicia en Occidente, ha de ser calibrada con cuidado. Lo cierto es que estas primeras aproximaciones histéricas a los fenicios antes cifadas nos Ios muestran ya con su imagen tépica de pueblo comerciante y astute por excelencia, io que contribuyé de manera decisiva a que se buscara un origen esencialmente comercial a la colonizacida. A ello ayudaban las noticias proporcionadas por las fuentes relativas a las causas de fa presencia fenicia en Hispania, principalmente la bisqueda de metales y en particular fa plata tarlésica, que resultaban muy adecuadas para reforzar esta idea de cojonizaci6n comercial y lucrativa. Del mismo modo, la influencia de las fuentes fue determinante para fijar la cronologia de la colonizacién, que queds fijada hacia el 1100 a.C, para la fundacion de Gadir. Et hecho de que la expansién fenicia por el Mediterraneo coincidicra geograficamente con la expansidn griega fue interpretado cn estas primeras aportaciones siguiendo también la orientacién de las fuentes. Ambos puchlos, gregos y fenicios, competian enconadamente por obtener el dominio del mundo conocido. Esie enfrentamiento parecia ser inherente a dos pueblos de caracteristicas opuestas, segiin la tendencia historiografica dominante: frente a los gricgos, indocuropeos y arics, dotados de una lengua que pemnitia el raciocinio, el pensamiento abstracto y filosdfico, y por tanto, un caricter refinado y sutil, el dominio del Mediterninco era disputade por un puebio semita racialmente inferior, “hirbaro”, incapaz por su propia lengua 14 LA COLONIZACION FENICIA EN ELSUR DBLA PENINSULA IRERICS. Ft ANOS DE [NVESTIGACION de articular un pensamienio complejo, lo que le convertia en un pueblo simple y fanélico (Bernal, 1987: 344 ss.). Esta visién de los fenicios iba a tencr, como veremos, significativas consecuencias para la investigacién posterior sobre Ja colonizacisn fenicia en el Extremo Occidente. WA. Primeres evidencias, primeras inierpretaciones. La casi completa ausencia de testimonies arqueoldgicos consistenics sobre la presencia de los fenicios en el Extremo Ovcidente que babia distinguido a Ja investigacién del XIX, como sefialé en su momento Bosch Gimpera (Bosch 1920: 183), iba a ser subsanada con relativa amplitud entre finales del XIX y las primeras décadas del XX. El inicio de las excavaciones del ingeniero beiga Don Luis Siret cu ia necrépolis de Villaricos en Encro de 1890, iba a suponer a su vez, el inicio de fa arqueologia fenicio-pinica en Espaiia y marca una primera e importante etapa de la investigacién sobre tos fenicios en ef Extremo Occidente que se extenderia hasta comienzos de los afios 60 del presente siglo. Esta larga etapa, indisolublemente unida al desarrollo de Ia Arqueologia comp disciplina cienlifica en Espaiia y a la construccion de nuestra Historia Antigua, esté camcterizada por Ja eatrada en escena de los primeros datos provenientes de excavaciones arqueoldgicas efectuadas en yacimientos fenicios exiremo-occidentales. Comprendida entre 1890 y la Gucrra Civil, esta primera actividad arqueolégica se concentes fundamentalmente en fa exploracién de la necrépolis de Villaricos por Siret (Siret 1908; Astruc, 1951), las de Cadiz, por Pelayo Quintero (Quintero 1917, 1918-1935), y las de Tbiza por Aatonio Vives y, sobre todo, Carlos Roman (Vives 1917; Romdn 1918-1927). A estos primeros trabajos de campo hay que sumar los estudios y excavaciones de Bonsor (1899) en las necropolis del area de Los Alcores de Carmona, eu la provincia de Sevilla, como Jas de Cruz del Negro, Bencarréa o El Acebuchal, cuyos ajuares presentaban numerosos elementos de importacién fenicios. El panorama de le investigaciGr se vid asi rotablemente eariquecido con la aportacida de nuevos datos, sobre los que iban a confrontarse y en parte apoyarse, jas distintas sintesis sobre la colonizaciOn fenicia que se sucederian posteriormente hasia fos descubrimientos de los aiios 60. Sin 15 40841115 LOPRZ.CASTRO embargo, a pesar de la importancia cuantilativa y cualitativa de lo excavado, la aportacién de estas excavaciones al problema de la Arqueologia y la Historia [enicias en Hispania presentaba, en su conjunto, claras limifaciones que también incidirfan negativamente en la investigacién posterior, Un primer problema que presenta esta etapa es que todos los datos obtenidos provienen de contextos de necrdpolis, a excepcidn de los santuarias ibicencos de lla Plana y Es Cuyram excavados en 1907 (Perez Cabrero, 1911; Hachuel y Marf, 1988; Romdn, 1913; Aubet, 1982), mientras que faltan por completo datos relatives a los asentamientos, En segundo lugar, el horizonte cronoldgico en e] que se encuadran los hallazgos corresponde en. su préctica totalidad, a excepcidn de los de Carmona, a los periodos que podriamos denominar genéricamente como piinico y tardoptinico (Lopez Castro, en prensa, a), es decir, desde aproximadamente mediados del siglo V1 a.C. hasta el cambio de Era. De este modo, no fue posible conocer practicamente elementos materiales pertenecientes al periodo colonial mas antiguo, que permanecié ignoto durante décadas desde el punto de vista arqueoldgico. Hay que sumar una tltima ¢ importante limitacién mds, que desde nuestra perspectiva actual presentan las investigacioncs arqueoldgicas citadas, la cual ha resultado decisiva para reducir sus propias posibilidades documentales. Limitacién que, a diferencia de las anteriores, no es inherente a la naturaleza de los yacimientos, sino directamente imputabdle a la Arquealogia de la época y a los arqueslogos que“cfectuaron las excavaciones, quienes no Hlegaron a publicar en sw totalidad y exhaustivamente los resultados de sus excavacioncs, sino breves informes preliminares con las obvias repercusiones que tendrian en el futuro, incluso hasta practicamente hoy dia. Estos trabajos arqueoldgicos ao legaron a despertar iampoco ua importante debate en la Arqueologia espafiola, ni a generar una corriente de investigacién que intentara profundizar en su significado para la historia de los fenicios en Occidente o para Ja historia de Espaita. Sélo Siret aventuré una interpretacidn dentro de su esquema general de la Prehistoria y la Protohistoria del Sur peninsular. Para cl ingeniero belga, muy influenciado por los descubrimientos arqueolégicos contempordneos en el Mediterrdneo Oriental (Goberna, 1986: 32 ss.; Pellicer, 1986: 16-17), los fenicios habrian sido Jos fundadores de Los Millares y su presencia explicaria el horizonte arqueoldgico del Sur peninsular en el IE milenio a.C. primero 16 A COLONIZACION FENICIA EN EL SUR DE LA PENINSULA BAERICA. 160 ANOS DE INVESTIGACION denominado por éi neolitico final y luego encolitico. Sirct distinguia dos fases en la colonizacién fenicia. Una pregadeirita o prehomérica, esto es, anterior a la fundacién de Gadir, que habria que situar con anterioridad al siglo XII a.C. caracterizada arqueolégicamente por la presencia de los materiales exdticos eneoliticos, y una segunda fase postgadcirita o posthomeérica posterior a fa fundacién de Gadir. Por su parte, los cartagineses marcarian el inicio de la Edad del Hierro en el siglo VIF a.C. tras una interrupcidn de Ja presencia fenicia en Espaiia a causa del predominio cclta en la Edad del Bronce (Siret, 1908: 52 ss.; 1913; 89 ss.; 328 ss.}. Estas hip6iesis fueron bastante contesladas en su época por algunos investigadores como Decheletic y no tuvieron después ninguna repercusién en la investigaci6n posterior (Pellicer, 1986, 16 ss.). También a finales del siglo pasado, Bonsor atribuyé e] origen de Jos materiales orientaics de las necrépolis de Los Alcores a los libiofenicios de los que tenemos noticia por las fuentes(Lépez Castro, en prensa, b). Estas poblaciones implantadas por fos tirios en Africa, habrian venido de alli a colonizar la campiiia andaluza en tres oleadas distintas: la primera contemporincamente a la dominacién asiria de Tiro, esto es, durante la elapa colonial fenicia, y la segunda y la tercera, ya bajo la hegemonia de Carlago, separadas por una invasién celta. Asi mismo, Bonsor asignaba a los contactos entre indigenas turdetanos y fenicios de la costa, la adopeién por parte de fos primeros de Ja civilizacién oriental (Bonsor, 1899: 136 8s.)}. Los escasos trabajos de sintesis de estas primeras décadas del siglo acusaban los problemas antes citados de la investigacién arqueolégica. El periodo inicial de la colonizacién fenicia segufe siendo un misterio por desentraiiar y la dnica discusion existente, una vez aceptado el cardcter comercial de la colonizacin, era la referente a Ja admisidn o el rechazo de las allas cronologias proporcionadas por las fuentes cldsicas. Ejemplos representativos de estas posiciones son las de Gsell (1913), quien ea su magna obra sobre fa Historia Antigua de Africa del Norte dedicé algunas paginas a Ja colonizacién fenicia en Ja Peninsula Hbérica recogiendo los datos de las fuentes, o la de Bosch Gimpera (1928), quien negaba Ja cronologia de finales del #1 milenio para los inicios de la colonizaciou, Bosch relativizaba el valor de las fuentes clisicas, a las que consideraba mucho mas tardias que los acontecimientos que nurraban y proponfa un inicio de la colonizacién en el siglo VIII a.C., en el que se fundarian tos v7 1088 LUIS LOPEZ CASTRO Principaics establecimientos coloniales como Gadir, Sexs 0 Abdera. No obstante, y tal vez influenciado por los hallazgos de Cadiz, Villaricos e ibiza, los tinicos testimonios arqueolégicos consistentes conocidos en ese momento, propuso que la verdadera colonizacion se producirfa de manos de Cariago a finales dcl sigle Vi a.C., tras la batalla de Alalia. En la década de los 20 se prodzjo también waa aportacién que iba a tener bastante relevancia en cl futuro, como fue fa del hispanista alensin Adolf Schuftes. Desde el punto de vista tedrico, fa posicién de Schulfen tuvo, y tiene todavia, una gran trascendencia ca la Protohistoria y la Historia Antigua espafiolas a veces no reconocida conscientemente por los invesligadores, quienes reproducen muchas de sus ideas arraigadas profundamente en fa investigacida, sin saber que fue él quien las establecio. A pesar de ello ha sido objeto de poca atencién por parte de los historiadores y arquedlogos espaiioles desde cl punto de vista historiogrifico, a excepcion de algunos profundos y documentados trabajos recientes (Cruz, 1987; Sanchez y Cruz, 1988; C.G, Wagner, 1992), En palabras de Cruz Andreotti, Schulten “Le dié autonomia empitica ai estudio de {a protohistoria hispana y aporté el aparato conceptual a través del que durante muchos afios se han analizado sus culturas” (Cruz, 1987; 229). Realmente, Jas investigaciones def historiador alemén se centraron en el origen e historia del mitico reine de Tartessos, pero las noticias histéricas que lo relacionaban con los fenicios favorecieron, si no la investigacién por Schulten de! desarralio de ia colonizacién fenicia, si al menos la asignacién de un papel ¥ un juicio histéricos sobre aquellos, que habria de fener un gran peso en la investigacién espaiola posterior, tanto sobre Tartessos como sobre tos fenicios, La posicidn tedrica de Schulten, directamente entzoncada con los presupuestos de la “AHertumswissenschaft” en la que se form6, se caracteriza desde el punto de vista ideoldgico por la influencia decisiva del romanticisma, el europocentrismo, e! racismo y el determinismo geogratico y climdtice como elementos cxplicativos de la Historia (Lopez Castro, eu prensa, c). Desde esta concepeién, para Schulten ja Historia del Mediterrineo antiguo estarfa dominada cx un importante periodo por el enfrentamiento entre griegos y fenicios, es decir, entre arios y semitas, Esta idea aprioristica estd presente en toda Ja obra de Schulten desde su primera edicida de Tartessos (Schulten, 1924; Cruz, 1987:231; Lopez Castro, en prensa, ©). 18 LA COLONIZACION FRNICIA KN BLSUR DELA PENINSULA TBARICA. 100 ANOS DE INVESTIGATION, En efecto, ef origen de Tartessos babria que buscarlo en una colonizacién llevada a cabo por pueblos egeos que tracrian a la Peninsula Ibérica la que seria la mds antigua civilizacién de Occidente (Cruz, 1987: 231-232), Ya fueran los cretenses en un primer momento de su investigacion (Schulten, 1923: 89), o bien Jos tirsenos, un pueblo griego de Asia Menor, en su titima versién de Tartessos (Schulten, 1945: 31 ss.) el origen de Tartessos y de su civilizaciéa era heleno. Si esta civilizacién peninsular no pudo desarrollarse como potencialmente hubiera podido segtin Schulten, los responsables fueron los colonizadores fenicios y lucgo los cartagineses, destructores de Tartessos (Schulten, 1945: 126). Asf, ios fenicios tirios eran presentados por el sabio alemén como dominadores de {os tartesios tras derrotar al rey tariésico Gerida, en un momento que situaba ea forno al 800 a.C. (Schulten, 1923:72-73). Las relaciones entre los tartesios y los foceos, que serfan comsecuentemente las relaciones de amistad propias de puchlos con anlecesores griegos comunes, se verfan turbadas por la interferencia de los carlagineses, “siniestros sucesores” de los tirios, en palabras de Schulten (1945: 93). Asi pues, quedarian definidos dos bloques raciales enfrentados por fa hegemonia ea Ia Peninsula Ibérica: en su rivalidad con fenicios y cartagineses, los tartesios serfan apoyados por los foceos (Schulten, 1945: 80ss.). El bloque foceo-tartésico sufriria la destruccién a manos de Cartago, que es para Schulten Ja bestia negra de Ia historia de Tartessos. Las razones que impulsaron a los carlagineses a la destruccin de Mainake, la colonia focea situada tradicionalmente por las fuentes en las costas del Sur peninsular, y a la destruccién de Tartessos fueron la “codicia y envidia comercial” (Schulten, 1945: 127-128). Efectivamente, la codicia es para Schulten ef principal rasgo definitorio de fenicios y cartagineses, un pueblo “tirbaro” y “astuto” (Schulten, 1945: 134) que estarla dominado por el afan de jucro y de conquista para acaparar riquezas. Frente a ellos, Schulten contrapone los rasgos de fos tartesios, un pueblo de hombres pacificos, alegres, hospitalarios, emprendedores y cultivados (Craz, 1987: 238-239). El juicio negativo de Schuiten sobre los fenicios iba 2 tener sus consecucacias en la investigacién posterior, sobre todo em lus afios siguientes ala Guerra Civil, tras la que cabria haber esperado una continuidad en la linea de investigacién pionera iniciada en cf primer tercio de siglo. Sin embargo, a excepcin de los trabajos de Maid en Ibiza y los de Tarradell en el Protectorado Espafiol en Marruccos, no se Hevaron a cabo programas 19 JOSE LUIS LOPEZ CASTRO: de excavacién en fos yacimientos anterionmente investigados ni tampoco se localizaron nucvos. Las causas, en buena medida, son mas ideoldgicas que puramente cientificas, No kay que olvidar la situaciGn general de nuestro pais tras el conflicte ni la posicién de la Historia y la Arqueclogia oficiales. La busqueda de la esencia hisiérica espaiiola desde la Prehistoria y el énlasis de la invesligacién en aquellos periodas histéricos a los que se atribufa oficialmente la unidad cultural y politica de la Peninsula (Cortadella, 1988) no eran, desde luego, fos presupuestos tedricos mds adecuados para favorecer la indagacién de un pucblo semita expresamente ajeno, por colonizador, a fa trayectoria de los pueblos peninsulares, y al mismo tiempo, expresamente condenado como segunddn por la investigacién occidental (Bemai 1987: 387 ss.). A ello habria que afiudir el veredicto terrible de Schulten sobre cl papel de los cartagineses como sacrificadores de la “civilizacidn” tartésica, la mds antigua de Occidente. Por cl contrario, fa investigacién de la colonizactén griega ex la Peninsula ibérica como excelente y prestigioso ailepasadu de Espaiia y como fenémeno histérico mas “presentable” para los propdsitos legitimadorcs de] régimen, cobraba nuevo impuiso con las excavaciones de Ampurias, reiniciadas inmediatamente despuds de finalizada la Guerm Civil (Almagro, 1953). Tal vez sin quererlo expresamente aludian a estas suestiones las sagaces apreciaciones de Tarradcll, cuando atribuia a ciertos “problemas de organizacién cientifica” una de las causas posibles de la existencia de un “desgraciado vacio” en la arqueologia fenicia cspanola (1952: 166). En otre trabajo muy poco posterior es muy signilicativa su apreciacién de Ja situacida: “No hay duda que han influido cn ello varios factores: la poca densidad dedicada a estos estudios en comparacién con los de otras pueblos del mundo antiguo que también afectan a las raices de nuestros pueblos actuales, por ejemplo, la antigiiedad cldsica;...” (as cussivas son mias, Tarradell, 1953: 512}. La organizacion a partir de 1947 de los conocidos cursos de Axqueologia de Ampurias, por los que pasaron numerosos arquedlogos e historiadores espafioles, convertirfan a 1a antigua fundacidn colonial griega en ua simboio de la oricntacién de fa Arqueologia cspafola que surgia sobre las cenizas de la Guerra Civil. En este ambiente se produjeron nuevas obras de sintesis que sobrevaloraban la presencia y la intluencia Stiegas en Hispania, como Ja ya analizada de Schulten (1945) y ta de Garcia y Bellido (1948). No obstante, en este panorama no muy alentador 20 LA COLONIZACION FENICIA EN BLSUR DELA PENINSULA BSERICA. 100 AROS DE INVESTIGACION de los afios 40 y 50 se produjeron algunas sistematizaciones dignas de tener en cuenta por la larga vepercusién que han tcnido ea la investigacién. En ausencia de nuevas investigaciones de campo, estos escasos trabajos sc distingucn por su caracter de sintesis de ios conocimientos existentes hasla e] momento, apoyados en las fuentes clasicas y cu fos datos arquealdgicos obtenides en el periodo 1890-1935. La aportacién mds significativa fue el conocido libro Fenicios y cartagineses en Occidente de Antonio Garcia y Bellido (1942) en fa que constituye la primera sintesis moderna sobre Ja colonizacion fenicia en la Peninsula Thérica. Respecto a fos trabajos precedentes, con excepcidn del citado ensayo de Bosch Gimpeza (1928), no supone un intenlo de explicar unos determinados testimonios arqueolégicos o wna anotacién al margen en una obra con otros propésitos, sina que es el primero que ticne como objetivo especifico hacer una historia de ta presencia fenicia y cartaginesa en la Peninsula Ibérica. Escrito durante la Guerra Civil por Garcia y Bellido en ef Centro de Estudios Histéricos de Madrid, cuya biblioteca no habja sido destruida 9 dispersa por los acontecimientos bélicos (Blanco, 1975}, ef libro fue concebide por su autor tras estudiar la colonizacion griega (Garefa y Beilida, 1936) come relleao de un vacio de investigacibu: “tae interesaba acoplur a ella (ta colonizacion griega) ia ptinica, su coetinca y rival” (Garefa y Bellido, 1942: 2). Mctodolégicamente Garcia y Bellido es completamente subsidiario de las fuentes escritas a las que concede pleno valor histérico, accptando sus puntos de vista acriticamente. Manticne Tas altas cronologias det siglo XU a.C. de algunas fuentes para los or(genes de la colonizacién fenicia, a la que considera esenciatmente comercial (Garcia y Bellido, 1942, 26 88). Desde el punto de vista teérico, la formacién alemana de Garcia y Bellido (Blizquez, 1975a: 36-37) pesa de mancra sustancial en su concepcién de la colonizacién fenicia en Hispania, sobre todo en su no ocultado filohclenismo. Ya el propio origen de fa obra, concebida como compiemento de otra anterior sobre la colonizacisn griega es sintomatice de que Garcia y Bellido otorgaba una mayor importancia histrica a la colonizacién griega que a la fenicia. De hecho, tiende a disminuir la relevancia de las colonias de Malzka, Sexs y Abdera a Jas que no considera fundaciones fenicias, sino cartaginesas, las cuales no pasarfan de ser nunca, ni siquicra en época romana, simples factorias de pescadores y fabricantes de salazones (Garcia y Bellido, 1942: 25 y 120). Asi mismo, considera a Abdera una fundacidn 21 108. LUIS LOPEZCASTRO gtiega, al menos hasta la batalla de Alalia (Garcia y Bellido, 1942; 25), De esta forma, cl papel histérice de los fenicios en Hispania quedaba muy reducido frenie al pricgo. Al contemplar a griegos y cartagineses como “polencias” enfrentadas por una “rivalidad comercial” que daria lugar a conflictos bélicos, llega a sobreestimar cl papel de Castago en Ja Peniusula Ibérica, atribuyendele la formacién de un imperio a partir del 509 a.C. En este contexto, las relaciones entre tarfesios, griegos y carlagineses es muy similar a la defendida por Schulten, aunque no fan apasionada como fa del alemén: Garefa y Beliido considera a los griegos “liberadores” de Tartessos y afirma que Argantonio estaba cansado de la “intervencién cartaginesa” (Garcia y Beliido, £942: 35). En ef dmbito teérico y metodoldgico la contribucién de Garcia y Bellido a ia Historia de Espana de R. Menéndez Pidal (1952) no sufrié modificaciones, ni apenas inclusiones de nuevos datos respecto a Jos reunidos en su obra de 1942. Con todo, ¢l libro de Garefa y Bellido sigue siendo una obra de consulta obligada y marca el punto mds allo de esia clapa de la investigacién. Afios después de su primera aporlacin a los estudios fenicios, Bosch Gimpera volvia al tema manteniendo sustancialmente sus mismas ideas auteriores aunque con algunos cambios (Bosch, 1945; 1952). Conira to mantenido por jas fuentes literarias y le mayor parte de jos investizadores, para Bosch la colonizacién no se habria iniciado antes del siglo 1X a.C. debido a que Ja circunstancias histéricas en Préximo Otiente, sobre todo la actividad de los “puchlos del mar’, no fueron favoribles para la misma hasta entonces. A diferencia de lo sostenido en 1928, seria en el tltimo tercio del siglo EX a.C. cuando se habria fundado Gadir, mucho antes que el resto de Jas colonias. Para Bosch, los mitos de Gerién, Nérax, Gargoris y Habis, etc. contiencn un fondo de historicidad y representarian jas luchas de griegos, fenicios y tartessios en Occidente. Asi por ejemple, cl mito de Geriéa signilicaria los contactos fenicios con Tartessus hacia finales del siglo [X 0 comicnzos del VIII a.C. y el “vasallaje” de Tartessos a tos colonizadores fenicios. El eafrentamiento de griegos y tartesios por un lado, contra fenicios y carlagineses por otro, dentro de Ja sivalidad greco- fenicia en el Meditemdueo esid también presente en la obra de Bosch, si bien no de una forma tan acusada como en Schulten o Garcia y Bellido. De acuerdo con Bosch, la presencia fenicia ea Gecidente acusaria alternativos periodos de crisis y auge dependiendo de los acontecimientos de Oriente. 22 LA COLONIZACION FRNICIA EN EL SUR DBLA PENINSULA TRERICA, 190 ANOS DE INVESTIGACION Asi, asislirfamos a une decadencia fenicla ya en el dltime cuario del siglo VHI a.C, debjdo a la presidn de Asiria en Oriente, Con posteriosidad, ya en els. Vii se producirva un nuevo momento de protagonismo fenicio, af mismo tiempo que se iniciaba el auge de Cartago. En esla época se situaria el mayor desarrollo dei comercio fenicio en la Peninsula Ebérica; se fundarian ahora las colonias de Malaca, Sexs, Abdera y Baria y se abriria un mucvo periodo de “vasallaje” de los tartesios respecto a los fenicios. Los trabajos de Bosch y Garcia y Bellido cierran esta primera etapa de la investigacién que iba a dejar sobre el tapete gran cantidad de problemas no resueltos y numerosos lugares comunes sobre la colenizacién fenicia que fueron asumidos y reproducidos por los investigadores posleriores, algunos de ellos incluso hasta [a actualidad. Las primeras interpretaciones de Siret y Bonsor no tuvicron practicamente repercusién en los estudios posteriores, mientras que no sucedié otro tanto con fa de Schulien, largamente aceptada en términos generales. Fue la obra de Garcia y Bellido, la tinica por otra parte dedicada explicitamente a jos fenicios, la que més trascendencia tuvo en }a investigacién espaiola en las décadas posteriores, En suma, osta etapa no profundizé en auestro conocimieato sobre la colonizacién fenicia decisivamente y ello debido a varios factores. En primer lugar, las limitaciones ieéricas de una Arqueotogia y una Historia positivistas no permitian alras perspectivas de investigacidn que Ja fijacién de los hechos histéricos y su sucesién cronoldgica, lo que con los datos literarios disponibles se convertia a veces en un ejercicio de pura especulacién, En este panorama dominado por el posilivismo, los escasos datos arqueoldgicos y sobre todo literarios existcntes, se convirlieron en auténticos articulos de fe desde ef momento en que eran aceptados linealmente como verdades incontrovertibles, sin la menor critica en fa mayoria de las ocasiones. Duranie esie periodo de Ja investigacién se dieron una serie de preocupaciones constantes, come fveron la discusién sobre topdnimos y localizaciones de antiguas colonias, y de manera particular lu cronologia dc sus fundaciones, todo ello sin apoyos documentales definitivos. La preocupacidn cronolégica por encontrar los origenes, lo mas antiguo, lievé a diversas inlentos de casar los datas literarios con los datos arqueoldgicos, pero paraddjicamenie sin un impulso del trabajo canopo. Esta es la gran paradoja de esta etapa de la investigacién: Ja falta de datos en una Arqucologia y una Historia empiristas impedia el avance del conocimiento, mds allé de aigunas variaciones interpretativas concrctas Por parte de alpunos autores. JOSELUIS LOPEZ CASTRO El establecimiento de los bechos dejé una serie de lastres 2 la investigacién fulura, que no redundaron sino en el desconocimiento del propio objeto de estudio, fa colonizacidn fenicia. E! primero de ellos fue ef problema irresoluto ya aludido de la cronologia de los inicios de ia colonizacisn, el cual agoté estérilmeate gran parte de las energias de los investigadores, que no repararon en otras posibilidades mucho més tliles para la investigacién. El segundo y decisiva fue, sin duda, el juicio histdrico negative sobre fenicios y cartagineses como rivales de los gricgos y destructores de Tartessos. La concepcidn de las relaciones entre griegos y fenicios como si de estados actuales se tratara, hizo que fucran definidas en ténminos de politica internacional, confiricndo una gran importancia a noticias histéricas como batallas y tratados. Asif mismo, el firme convencimiento de que la colonizacidn fue un fenémeno esencialmente. comercial, impidid que se intentara profundizar en cl conocimiento de la historia interna de los fenicios: un pucblo de comerciaatcs, poco original y ecléciico desde el punto de vista creativo, sdlo estaria destinado a jugar un papel secundario en la Historia como intermediario de otras culturas mas originales. Fenicios y cartagineses aparecian en el teatro de la Historia de Espafia como actores secundarios, siempre en rclaciéa a los protagonistas, Tartessos y los griegos. Un ultimo problema que quedé sin resolver fue el de la sistematizacion de ja cultura material fenicio-ptinica. La mayor parte de los repertorios y conjuntos materiales procedentes de Jas distintas oxcavaciones no fueron publicados exhaustivamente en su dia ni tampoco se estudiaron en esta fase de la investigacion; yacimientos completos como Ja necrépolis de Villaricos permanecen casi totalmente inéditos incluso hoy dia. Este hecho ha limitado considcrabiemente Jos futuros estudios, que se han encontrado sin una labor previa indispensable para profundizar en ef conocimiento. TV. El “descubrimiento” de los fenicins Tras las excavaciones de finales del X(X y del primer tercio de siglo XX, la investigacién espafola en el campo de Ja arqueolégica fenicio- ptinica continud después de la Guerra Civil cn la necrpolis de Puig des Molins y en cl santuario de Hla Plana en ibiza cntre 1946 y 1955 (Maid, 1984). Estos trabajos, si bien aportaron nuevos datos sobre los yacimientos 24 LA COLONIZACION PENICIA EN EL SUR DE LA PENINSULA TSRRICA. 100 ANOS DE INVESTIGACION y Ia propia isia de Ibiza, no produjeron cambios realmente apreciables en el panorama general del Extremo Occidente, aunque dicron lugar a estudios parciales de gran utilidad y resonancia como la tipologfa de 4nforas propuesta por Maiid (1951). Por el contrario, las excavaciones realizadas por M. Tarradell en cl importante yacimicnto de Lixus en el Protectorado Espafiol en Marniccos a partir de 1948 y 1949 (Tarradell, 1951) y las sucesivas aportacioncs de este investigador supusicron un nuevo, aunque limitado, impulso para el conocimiento de Ia colonizacidn fenicia, El mismo investigador escribid que “desde ...1948...n0s propusimos dedicar una gran parte de uestrus esfuerzos a] problema arqueolégico de los orfgenes de Ja expansion fenicia y cariaginesa en el extremo occidente...” (Tarradell, 4956:790). La labox en solitario de Tarradell a lo largo de la década de los 50, se caracteriz6 por su tucidez para plantear los problemas de invesligacién y su originalidad en Jas interpretaciones, que suplieron fa ausencia en Espafia de una corriente de investigacién definida sobre la colonizacién fenicia en ef Extremo Occidente. Bl hallazgo en Lixus de un horizonte colonial mds antiguo que !os hasta entonces conocidos en la Peninsula Ibérica (Tarradell, 1951), a excepcidn de fos hallazgos de las necrSpolis de Carmona, fue el origen de uma serie de trabajos sobre fa colonizacién fenicia en los que este autor fue consignando no sdlo la relacién de los haliazgos (Tarradel! 1950; 1951), sino también sus diferentes planteamientos y propuestas al problema suscitados por Ja contextualizacién de sus excavaciones en el dmbito del Extremo Occidente y el Mediterninco (Tarmadell, 1952; 1953; 1956; 1958; 1960), Consciente de la importancia histérica de fa colonizacién fenicia en Occidente, Tarradell comenzsé por hacer un estado de Ja cuestién sobre la arqueologia fenicio-pinica en el Occidente Mediterrinco, en el que constaté el gran vacio que suponia la investigacién sobre Peninsula Ibérica, de la que afirmaba que habia “sobrevalorado Io griego ¢ infravalorado Io piinico”, pero en lo succsive “habria que invertir fos términos” (Tarradeli, 1952; pp. 166-167). Al mismo tiempo, era también conscienle de] estado de desconocimiento general sobre aquella: “,..la falta de madurez de los estudios teferentes a tales colonizaciones se refleja, no solo en el hecho de que los problemas no estén resueltos, sino, lo que es mds grave, en muchos casos no estén nj tan solo planteados” (Tarradell, 1953: 511). 25 2086 LUIS LOPEZ CASTRO En este panorama, Tarradell tave el mérito de plantcar algunos de elios anlicipdndose a futuros debates. Asi, fue probablemente el primer investigador espaiic! en proponer la existencia de una precolonizacion y de un pcriodo precolonia! para explicar el desfase entre las dataciones literarias y las arqueoldgicas (Tarradell, 1956: 794; 1960; 33), Del mismo modo, muy pronto Tarsadell fue consciente de ta importaacia del ballazgo por primera vez en el Extremo Occidente dei horizonte colonial antiguo, dcfiniéndolo por fas cerimicas de barniz rojo, las cuales relacioné con excelente criteria con las ya conocidas de Cartago y Mogador de fos siglos Vi y Via.C., aunque tal vez les asignara al principio, en un exceso de prudencia, una cronologia mas baja (Tarradell, 1956: 793 ss.; 1958). Los trabajos de Tarradell serian cl preludio de los que posteriormente se iban a iniciar en Espaiia a partir de 1962 con el desexbrimicnio casual de la necrdpolis del Cerro de Sat Cristéba] en Almuiiécar y la posteriar excavacida de Pellicer (1963). El descubrimiento de esta necrépolis supuso la primera confirmacién arqueoldgica en Espaia de la fandacién de una colonia fenicia en el periodo colonial antiguo e indujo los primeros intentos de localizar un area fenicia urbana de las identificadas por las fuentes, coneretamente la correspondiente a Sexs, en cl drea del casco histérico de ja poblaciGa moderna (Pellicer, 1964a). Pero Ja verdadera trascendencia del hallazga de la necrépolis sexitana estriba en que mareé el inicio de una serie de investigaciones yue pondrian de manifiesto la amplitud del fenémeno cclonizador en las costas andaluzas, al tiempo que iba a suponer un auténtico revulsivo para el desarrollo de la investigacién sabre la presencia fenicia en la Peninsula Thérica, que experimentaria un gran ange en las décadas posteriores. Séio un afio después de la excavacidn de Almuwidcar, en 1964, se inicié el programa de investigaciones del Instituto Arqueolégico Aleman de Madrid en la costa malagueha con la primera campaha de excavaciones en e] ascntamiento de Toscanos y la localizaci6n de Morto de Mezquitilla y la aecrdpolis de Trayamar (Schubart, Niemeyer y Pellicer, 1966; Pellicer, Niemeyer y Schubart, 1966). Paradégicamente, la excavacién del primer enclave fenicio descubicrio en la Peninsula Tbérica casi podrfa parecer un auténtico desproposilo, pues se trataha del yacimiento en ef que Schulten creyd localizar la colonia griega de Mainake (Schulten, 1923:74), realizando incluso dos campajias de excavaciones en 1939 y 1941 que no Megaron a publicarse (Niemeyer, 1962). 26 LA COLONIZACION FENICIA ENTEL SUR DBLA PENINSULA IBERICA. 100 ANDS MUNVESTIGACION La excavacién de los asentamientos coioniales de Toscanos y Morre de Mezquitilla, asi como las necrSpolis de Trayamar y Jardin iba a llevar consiga un constante flujo de nuevos datos durante las décadas de los 60 y los 70 que cambiarian definitivamente ef panorama de Ja investigacion (Schubart, Niemeyer y Pellicer, 1969; Lindemann, Niemeyer y Schubart, 1972; Schubart y Niemeyer, 1976; Schubart y Maas, 1976; Schubart, 1979a; 19796). Estc importante conjunto de nuevos yacimientos coustituia, en realidad, el auténtico “descubrimiento” de los fenicios en el Sur de Iberia. La investigacién espafiola sobre les fenicios, pocos aiios atris practicamente inexistente, experimenté un enorme auge a partir de 1963, coincidiendo a su vez con cl impulso general que se observa por estas fechas en Ja investigacién protohistérica en el Mediodsa, en relacidn con ef problema de Tartessos (Wagner, 1992). Se puede afirmar que los fenicios se pusicron de moda en Ia arqueologia espahola: aumerosos arquedlogos se lanzaron a Ia biisqueda de nuevos yacimientos fenicios para excavarlos, 0 a la investigacién de piezas atribuibles a los fenicios olvidadas en los antiguos fondos de los museos, algunas veces de forma meramente ocasional incluso con un cieito oportenismo, como suele ocurrir cuando algo se pone de moda, De esie modo, al ya importante elenco de yacimientos fenicios excavados 0 en curso de excavacidn se sumé ef descubrimiento de nuevos asentamicntos cotoniales o entonces interpreiados corno coloniales como los de ef Cervo del Villar de Guadalhoree (Arribas, 1969; Arribas y Arteaga, 1975), el Cerro Salomén (Blanco, Luzén y Ruiz Mata, 1970), Chorreras (Aubet, 1974), Aljaraque (Bidzquez y Luzsn, 1969-1970), el Como del Prado (Rouillard, 1978) o fa neerdpolis de Frigiliana (Arribes y Wilkins, 1971), al ticmpo que se intentaban localizar infructuosamente los niveles fundacionales y antiguos de las colonias de Sexs (Pellicer, 1964a), Abdera (Fernéndez Miranda y Caballero, 1975) y Malaka (Isserlin, 1975). El enorme incremento en pocos aftus del registro arqueolégico sobre Ja colonizacion fenicia y la multiplicacién de la literatura cientifica sobre el tema no condujo, sia embargo, a una nipida ni tampoco a una decisiva profundizacion en su conocimiento, ni en muchos casos, a una revision de Jos planteamientos exisienies sobre la misma. Ello se debe a varias causas como son, en primer lugar, las limitaciones tedricas de la arqueclogia espaiiola de fos afios 60 y 70, ajena a las innovaciones tedricas y metodolégicas que estaba experimentando Ja arqueologia occidental ea aquetlos afios y atin inmersa ea cl normativismo (Martinez Navarrete, 1989: 68 ss.). Esta situacién condujo a que la metodologia continuara 27 JOSH LUIS LOPEZ CASTRO siendo inductiva, destinada a la obtencién de datos que debian hablar por sf mismos. La investigacién de campo era, por tanto, empirista cn su esencia y nacia con una manifiesta falta de planteamientos tedrieos ¢ hipdtesis de partida: “se trata de averiguar las fechas de ese contacto colonial, sw Proceso, su intensidad, sus autores, sus aspectos cultural y econdmico” (Schubart, Niemeyer, Pellicer, 1966: 250). Los abjetivos de esta etapa de Ja investigacion fucron, fundamentalmente, estabiecer la secuencia cronolégica de la colonizacién, definirla arqueolégicamente y fijar para ello wna serie de elementos traza, como fueron las cerdmicas de barniz Tojo. Bien es cierlo que se conocia muy paco de Ia presencia fenicia en el Extremo Occidente y que pricticamente estaba todo por hacer. En ello iuvo que ver la falta en Espafia de una tradicién de estudias sobre los fenicios mis 0 menos continuada. En este sentido hay que sefialar que los antecedents inmediatas, como fueron las propnestas de Tarradell publicadas en la década de los 50, sustentadas en trabajos de campo recientes, fueron pricticamente obviadas en las nuevas investigaciones. Por el contraric, desde un primer momento se asumieron muchos de los clichés y lastres que sobre los fenicios habian dejado como herencia fas etapas anteriores de la investigacin. Los arquedlogos que iniciaron las nuevas investigaciones partian de un desconocimicato bastante generalizado de Oriente y de la compleja realidad histérica en la que se generé [a colonizacién fenicia. Este hecho contribuyé aun inds a que se aceptaran les tépicos ya establecidos anteriormente como el del cardcter exclusivamente comercial de la colonizacién, Ef resultado inmediato fue que ios enclaves fenicios occidentales fueran considerados meras factorias comerciales, a la vez que escalas de navegacién (Pellicer, 1964b; Schubart, Niemeyer y Pellicer, 1966; Tarradell, 1967) que jalonaban ci camino hasta el mitico Tattessos y su plata, gracias a los cuales cobraba sentido Ja colonizacién fenicia. Ole de los problemas heredados fue cl mantenimiento de Ja rivalidad greco- fenicia como elemento historiogrifico plenamente asumido, sobre todo para explicar la “decadencia” feaicia de! siglo VI a.C., relacionada con la caida de Tiro y la Hegada de los foceos a Tartessos. La intensificacién de Ia investigacion produjo las evidencias materiales del fenémeno colonizador, pero no su adecuada conceptualizacion histérica, al menos durante un cierto nimero de aitos, Jo que se refleja claramente en la terminologia utilizada por buena parte de jos investigadores. Asi, se 28 LA COLONIZACION RENICIA EN HI, SUR BE LA PENINSULA IBERICA. 100 ARUS DH INVES TIGACIGN, utilizaton indistintamente los términos “pinico” o “ptinico primitive” en un principio (Pellicer, 1963; 1964b) para generalizarse poco después “paleoptinico”, una traduccion no demasiado afortunada del término aleman “altpunisch” aplicado ex profeso por los arquedlegos del lastituto Arqueolégico Alenxin de Madrid a la nueva realidad arqueolégica que habia irumpido en el panorana de Ja arqueologia peninsular desde que dieron a conocer los resultados de su primera campafia en Toscanos {Schubart, Niemeyer y Pellicer, 1966). Ei empleo de esta terminologia fue pronto justificado por Pellicer apoyandose en los trabajos anteriores de Garcia y Bellido: “cuando denominamos a la necrépolis del Cerro de San Cristébal panics nos referimos a que pertencce a ese mundo oriental, complejo, que, partiendo fundamentalmonte de fo fenicio, desembocd en lo cartaginés, ese mundo abigarrado en elementos naturales, en gentes, pero con fuerte personalidad. Segiin Gareia y Bellido los piinicos son los semitas de Occidente, lo fenicio y fo carlaginés. Realmente lo pinico es una amaigama de pueblos orientales en Ja que predomina el clemento semitico como catalizador” (Pellicer, 1964b: 393). Con cl término “paleopiinico” se querfa expresar “los elementos orientales-fenicios y las imitaciones en parte con caricter propio de este horizonie cultural, floreciente en las factorias del Mediterrinco occidental, distinguicndose al mismo tiempo de to piinico; es decir, de Cartago Ppropiamente dicho” (Schubart, Niemeyer y Lindemann, 1972: 11). El término “paleoplinico”, en consecuencia, pasd a denominar, por derivacién de “piinico” el horizonte cofonizador por un importante sector de Ja investigaciOn hasta 1972, a excepcién de algrin investigador como Tarradell que continué Hamando “fenicios” a los cotonizadores del Extremo Occidente (Tarmadeli, 1967; 1968). En esa fecha, en e! informe correspondiente a las campaiias de excavaciones de 1971 del Instituto Arqueoldgico Aleman se justified en una extensa nota a pie de pdgina e! abandono de esi¢ discutido término y la adopcin de la expresidn mucho md adecuada “westphénizisch” © fenicio occidental, para designar esa misma realidad y evitar asi las confusiones y crilicas gue estaba gencrando (Lindemann, Niemeyer y Schubart, 1972: 125-126; Schubart, Niemeyer y Lindemann, 1972: 11). A pesar de las limitaciones de orden tedrico y metodoldgico antes aludidos, un balance global de ta investigaciéa de estos aiios arroja necesariamente un saldo favorable con respecto a Ia situacion anterior, en Ja que no se conocia practicamente nada. La colonizacioa fenicia en cl 29

También podría gustarte