La miel de sus palabras desciende hasta mis huesos; con el blanco rumor de una lluvia suave. En su mirar profundo puso dios con la clave de la vida, honda urna de castos embelesos. Se hace pura mi carne al calor de sus besos; su plegaria es la estrella que dirige mi nave. Me ha dicho alguna vez que fue triste su infancia. Yo nunca le pregunto por las antiguas cosas!, mas a su voz mi espritu se llena de fragancia. Si pienso en su niez me inunda dulce llanto. Cuando nia. Quin sabe si al mirar unas rosas su virginal entraa sinti crecer mi canto!