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EL CAMPESINO Y EL LOBO

Un campesino paseaba a su rebao por los campos


tranquilamente, pero de pronto apareci nuevamente un
lobo al lado de las ovejas y no era la primera vez que lo
haca, siempre haca lo mismo aparentando gran inocencia,
as que el pastor decidi dejarlo y observarlo durante un
tiempo. Pasaron as los das y el lobo tena la mismo actitud
cada vez, se acercaba y caminaba al lado del rebao,
hacindole creer al pastor una vez ms que era su aliado
mostrndose muy amigable, ya que por varios das nunca se
vio que robara o hiciera algo indebido contra las ovejas.
Una maana el pastor tuvo una gran necesidad de ir al
pueblo a hacer sus compras habituales y con la confianza que ya tena en el lobo, dejo por
primera vez a sus ovejas a su cuidado.
El lobo al ver su gran oportunidad, hizo lo que quiso con las pobres ovejas y las devoro a
todas, ya que tuvo tiempo suficiente para hacer sus fechoras, a las que siempre estuvo
acostumbrado. Al regresar, el pastor de ovejas se dio con tan ingrata sorpresa, que casi se
desmaya de la impresin, diciendo a gritos lo siguiente:
-Me merezco esto y mucho ms!, pero que me paso, como se me ocurri confiar mis
ovejas a un lobo, si todos lo que siempre hacemos es cuidar nuestro rebao y dems
animales de ellos? lamentndose una y otra vez, siendo demasiado tarde.

EL AVARO MERCADER
Erase un mercader tan avaro que, para ahorrarse la comida de su asno, al que haca trabajar
duramente en el transporte de mercancas, le cubra la cabeza con una piel de len y como
la gente hua asustada, el asno poda pastar en los campos de alfalfa.
Un da los campesinos decidieron armarse de palos y hacer frente al len. El pobre
asno, que estaba dndose el gran atracn, rebuzn espantado al ver el nmero de sus
enemigos.
-Es un borrico! -dijeron los campesinos-.
Pero la culpa del engao debe ser cosa de su amo.
Sigmosle y descubriremos al tunante.

El pobre asno emprendi la gran carrera hasta la cuadra del mercader; y tras l
llegaron los campesinos armados con sus palos propinando tal paliza al avaro, que en
varios das no pudo moverse. Al menos la leccin sirvi para que aquel avaricioso
alimentase a su asno con pienso comprado con el dinero que el fiel animal le daba a ganar.

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