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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS


POLÍTICAS Y SOCIALES

ESCUELA DE SOCIOLOGÍA Y CC.PP.

FILOSOFÍA

SEGUNDO SEMESTRE

Gabriela Castillo
Juan Carlos Chacón
Miguel Mena
Raúl Ramírez

QUITO, 12-04-2010
FRANCOIS AROUET DE VOLTAIRE
Voltaire

ANTECEDENTES
El movimiento intelectual que surge a fines del
siglo XVII es conocido como la
ILUSTRACIÓN, el cual emplea elementos
procedentes del racionalismo idealista y del
cartesianismo, además es un corriente empirista
porque se preocupa del conocimiento científico
antes del estudio de la filosofía metafísica, los
elementos de interés de este período lo
constituyen la tolerancia, el deísmo, las doctrinas
económicas, la ideología política de la búsqueda
de la libertad y de un gobierno representativo,
etc.
Este período de la filosofía es una continuación
de las ideas y pensamientos anteriores a la época
en donde se acaba la especulación metafísica, y
da paso al desarrollo científico materialista, en
donde surgen escritores hábiles e ingeniosos que
se llaman a si mismos [filósofos], entre ellos Voltaire.
Europa a cambiado completamente su modo de pensar gracias a las ideas de los célebres
escritores del siglo anterior lo que dará origen en un período corto y brusco un cambio radical
en la historia con carácter revolucionario que se conocerá como la Revolución Francesa.
En esta época las ideas de Voltaire fueron las más discutidas, admiradas y comentadas, fue un
gran personaje, escritor de literatura, filosofía e historia, su prosa colocó a Francia en el sitial
más alto gracias a sus novelas y cuentos.

BIOGRAFIA DE VOLTAIRE
(François-Marie Arouet; París, 1694- id., 1778) Escritor francés. Fue la figura intelectual
dominante de su siglo. Ha dejado una obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan
sus relatos y libros de polémica ideológica. Como filósofo, Voltaire fue un genial divulgador, y
su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.
Voltaire estudió en los jesuitas del colegio Louis-le-Grand de París (1704-1711). Su padrino, el
abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina del Temple. Estuvo en La Haya
(1713) como secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le
obligó a regresar a París. Inició la tragedia Edipo (1718), y escribió unos versos irrespetuosos,
dirigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez liberado,
fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de Árouet le
Jeune» o del lugar de origen de su padre, Air-vault.
Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de éste (1726),
condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco meses, fue liberado y exiliado a Gran
Bretaña (1726-1729). En la corte de Londres y en los medios literarios y comerciales británicos
fue acogido calurosamente; la influencia británica empezó a orientar su pensamiento. Publicó
Henriade (1728) y obtuvo un gran éxito teatral con Bruto (1730); en la Historia de Carlos XII
(1731), Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira El templo del gusto (1733)
le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses.
Pero su obra más escandalosa fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que
Voltaire convierte un brillante reportaje sobre Gran Bretaña en una acerba crítica del régimen
francés. Se le dictó orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena,
donde gracias a la marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos de trabajo y
de trato social (1734-1749).
El éxito de su tragedia Zaïre (1734) movió a Voltaire a intentar rejuvenecer el género; escribió
Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzire o los americanos (1736),
Mahoma o el fanatismo (1741). Menos afortunadas son sus comedias El hijo pródigo (1736) y
Nanine o el prejuicio vencido (1749). En esta época divulgó los Elementos de la filosofía de
Newton (1738).
Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy (1745), le acabaron de introducir en la
corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico II. Luis XV le nombró
historiógrafo real, e ingresó en la Academia Francesa (1746). Pero no logró atraerse a Mme. de
Pompadour, quien protegía a Crébillon; su rivalidad con este dramaturgo le llevó a intentar
desacreditarle, tratando los mismos temas que él: Semíramis (1748), Orestes (1750), etc.
Su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de Mme. du Châtelet (1749) movieron a Voltaire
a aceptar la invitación de Federico II. Durante su estancia en Potsdam (1750-1753) escribió El
siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromégas (1752), la serie de sus cuentos iniciada
con Zadig (1748).
Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la
propiedad de «Les Délices» (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus
aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Servet en su Ensayo sobre las costumbres (1756)
escandalizaron a los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso
poema sobre Juana de Arco, La doncella (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron
con el partido «devoto» de los católicos. Frutos de su crisis de pesimismo fueron el Poema
sobre el desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Candide (1759), una de sus obras maestras.
Se instaló en la propiedad de Ferney, donde Voltaire vivió durante dieciocho años, convertido
en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu crítico; allí recibió a la elite de los
principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancrède, 1760), mantuvo una copiosa
correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de «aplastar
al infame», es decir, el fanatismo clerical.
Sus obras mayores de este período son el Tratado de la tolerancia (1763) y el Diccionario
filosófico (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de las sentencias
judiciales (casos de Calas, Sirven, La Barre, etc.). Liberó de la gabela a sus vasallos, que,
gracias a Voltaire, pudieron dedicarse a la agricultura y la relojería. Poco antes de morir (1778),
se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.

OBRA
Voltaire alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo filosóficos. Voltaire
no ve oposición entre una sociedad alienante y un individuo oprimido, idea defendida por Jean-
Jacques Rousseau, sino que cree en un sentimiento universal e innato de la justicia, que tiene
que reflejarse en las leyes de todas las sociedades. La vida en común exige una convención, un
«pacto social» para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le lleva
a respetar y promover tal pacto. El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta
convivencia fructífera. La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su
condición mediante la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes. Como se ve,
su filosofía práctica prescinde de Dios, aunque Voltaire no es ateo: como el reloj supone el
relojero, el universo implica la existencia de un «eterno geómetra» (Voltaire es deísta).
Sin embargo, no cree en la intervención divina en los asuntos humanos y denuncia el
providencialismo en su cuento filosófico Cándido o el optimismo (1759). Fue un ferviente
opositor de la Iglesia católica, símbolo según él de la intolerancia y de la injusticia. Se empeña
en luchar contra los errores judiciales y en ayudar a sus víctimas. Voltaire se convierte en el
modelo para la burguesía liberal y anticlerical y en la pesadilla de los religiosos.
Voltaire ha pasado a la Historia por proporcionar el concepto de tolerancia religiosa. Fue un
incansable luchador contra la intolerancia y la superstición y siempre defendió la convivencia
pacífica entre personas de distintas creencias y religiones.
Sus escritos siempre se caracterizaron por la llaneza del lenguaje huyendo de cualquier tipo de
grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse de sus enemigos, de los
que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor.
Conocidas son sus discrepancias con Montesquieu acerca del derecho de los pueblos a la guerra,
y el despiadado modo que tenía de referirse a Rousseau, achacándole sensiblería e hipocresía.

EL PENSAMIENTO ILUSTRADO DE VOLTAIRE


Voltaire desarrolló su pensamiento sobre la psicología, el libre albedrio, la teoría del
conocimiento y el deísmo.
En cuanto a lo psicológico afirma que no tenemos ni el más mínimo conocimiento de la
naturaleza espiritual, pues nunca percibimos el alma como sustancia, sino que nos limitamos a
percibir fenómenos, propiedades y aptitudes psíquicas.
En cuanto al libre albedrio sostiene que el hombre es libre, puesto que no posee conciencia de
su propia libertad, pero, sostenía a la vez que el hombre es libre cuando puede hacer lo que
quiere, pero que no es libre de querer; es decir, no puede querer sin alguna causa.
Señala Voltaire que negar la existencia objetiva de los objetos fuera de la conciencia humana
equivalía a identificar la vida con el sueño, y las sensaciones con las imágenes oníricas. Ahora
bien, en el sueño solo vemos lo que conserva nuestra memoria, mientras que nuestras
sensaciones son, en realidad, el resultado de las acciones de los objetos exteriores sobre nuestros
órganos sensoriales. Así, pues, al oponerse a los idealistas subjetivos, Voltaire reconocía la
existencia de los objetos exteriores y su accion sobre los órganos de los sentidos, como
resultado de la cual se forman las sensaciones. El idealismo subjetivo era para él un punto de
vista absurdo. “Si, por ejemplo –decía-, la piedra que cae nos rompe un hombro, es difícil
admitir que esto haya sucedido merced al esfuerzo de la memoria”.
Voltaire defiende la tesis materialista de que los conceptos, las ideas generales, proceden de las
sensaciones, de las “primeras ideas”. “Es irrefutable que nuestras primeras ideas son las
sensaciones. Poco a poco, de lo que actúa obre nuestros órganos de los sentidos, recibimos ideas
complejas; nuestra memoria conserva estas percepciones; más tarde, las hacemos encajar bajo
las ideas generales y de esta facultad propia de nosotros, de formar y combinar de ese modo
nuestras ideas surgen los vastos conocimientos humanos.

TEORIA DEL CONOCIMIENTO Y DEISMO


Para resolver el problema del conocimiento trató de combinar el empirismo sensualista con
algunos elementos del racionalismo. Afirmaba que todos los conocimientos tienen su origen en
las sensaciones y al mismo tiempo sostenía la existencia del conocimiento absoluto: el lógico-
matemático y el que se refiere a la moral.
El deísmo de Voltaire se fundamenta en la consideración de que no puede probarse su
existencia, pero que es probable, más aun, si reconociésemos la existencia de Dios, nada
podemos decir de su esencia y de sus atributos. Por Dios hay que entenderse el “principio
eficiente” del universo o como el “primer motor” y nada más.
Reduce la religión a la adoración del ser supremo y, llega a afirmar: “Si no existiese Dios,
habría que inventarlo”.
La concepción religiosa- idealista del alma como sustancia espiritual e inmortal, opuesta al
cuerpo perecedero, contradice al sentido común y a la razón. Según Voltaire, el alma es la
conciencia o capacidad de la materia propia de todos los seres vivientes. Como el escolástico
ingles Duns Escoto, decía que Dios mismo dotó a la materia de facultad de pensar y que negar
esta facultad a la materia significa negar la omnipotencia divina.
Como vemos el teísta Voltaire aducía un argumento teológico para demostrar su concepción
materialista de la conciencia. Voltaire admitía la conciencia como una propiedad de la
conciencia. Nadie se atrevía a afirmar que la pulga tenía un alma inmortal; por tanto, tampoco lo
posee ningún ser viviente, como no la posee el hombre.
Para Voltaire, “el alma es un término vago, indeterminado, que expresa un principio
desconocido, pero de efectos conocidos, que sentimos en nosotros mismos. Pero lo que
constituye el principio de nuestra vida, ¿constituye el principio de nuestro pensamiento?
El alma nos hace permanecer siempre encerrados en un laberinto de dudas y conjeturas. Unos
dicen que –el alma- es espíritu; pero, ¿qué es espíritu? Nadie lo sabe; es una palabra tan vacía de
sentido, que nos vemos obligados a decir que el espíritu no se ve, porque no sabemos decir lo
que es. El alma es materia, dicen otros. ¿Pero que es materia? Solo conocemos algunas de sus
propiedades, y ninguna de estas propiedades y apariencias parece tener la mejor relación con el
pensamiento.
Decir que Dios no puede conseguir que la materia piense, es decir el absurdo mas insolente que
se haya proferido nunca en la escuela de la demencia. No estamos seguros de que Dios haya
obrado así, pero si que estamos seguros de que puede obrar de tal modo.
Mi mente prueba que existe un ser que confeccionó la materia de este mundo; pero mi razón es
incapaz de probar que él hizo una materia y que la sacara de la nada. Todo lo que puedo hacer
es creer que el Dios del mundo es eterno y subsiste por sí mismo, al igual que la materia”.

CONCLUSIONES
El pensamiento de Voltaire, de Rousseau y Montesquieu crearon los pilares fundamentales de la
Revolución Francesa, en donde se pregonaron los principios de libertad, justicia e igualdad para
todos los seres humanos, que, desde 1948, con la promulgación de los Derechos Humanos,
forman las bases para una sociedad justa y equitativa.
Voltaire fue un pensador pacifico, ya que vio a Dios como un primer motor para resolver
problemas contemporáneos de Voltaire, ya que un rey y sin Dios la gente viviría en caos.
Sus ideas políticas fueron las de propugnar como ideal el sistema de gobierno inglés, que
emparentaba la monarquía con leyes de rango republicano. También, como buen burgués,
aceptaba la desigualdad social. Alegaba que la revolución debería hacerse desde arriba, ya que
el pueblo no tenía preparación.
BIBLIOGRAFIA
• Abraham Gutiérrez, Curso de filosofía, Edición Serie Didáctica A.G., Quito
2003.
• http://es.wikipedia.org/wiki/Voltaire
• http://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/voltaire.htm
• Julián Marías, La filosofía en sus textos: de Descartes a Dilthey, Editorial Labor,
Barcelona 1963.
• Voltaire, Obras completas, sin editor, Paris 1843, tomos VI, VII, XI.
• Voltaire, Obras selectas: Diccionario filosófico, Editorial “El Ateneo”, Buenos
Aires, Argentina, enero 1965.

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