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doctor Emile Cailliet fue un filsofo francs que finalmente se radic en los
Estados Unidos
de Amrica y trabaj como profesor en el Princeton Theological Seminary de
Nueva Jersey.
Haba recibido una educacin naturalista. Nunca haba demostrado el ms
mnimo inters en
las cosas espirituales. Nunca haba visto una Biblia. Pero lleg la Primera
Guerra Mundial, y
mientras estaba sentado en las trincheras se encontr reflexionando sobre lo
inapropiada que
resultaba su visin del mundo y la vida. Se encontr realizndose las mismas
preguntas que
Levin se hizo mientras estaba sentado junto a la cama de su hermano
moribundo, en Anna
Karenina de Len Tolstoi. De dnde proviene la vida? Qu sentido tiene, si es
que tiene
algn sentido? Cul es el valor de las teoras y las leyes cientficas frente a la
realidad? Ms
adelante, Cailliet escribi: "Como Levin, yo tambin sent, no con mi razn sino
con todo mi
ser, que mi destino era perecer miserablemente cuando llegara mi hora".
Durante las largas guardias nocturnas, Cailliet comenz a aorar lo que lleg a
llamar "un
libro que pudiera comprenderme". Haba recibido una muy buena educacin,
pero no
conoca un libro con tales caractersticas. As fue que, cuando fue dado de baja
del ejrcito
por haber sido herido y volvi a sus estudios, se propuso preparar
secretamente ese libro para
su propio uso. Mientras estudiaba para sus cursos, compilaba aquellos pasajes
que parecan
referirse a su condicin. Luego los copiaba en otro libro encuadernado en
cuero. Confiaba en
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que las citas, que haba numerado e indexado cuidadosamente, lo conduciran
del temor y la
que nos encantarn, nos movern, nos atraparn en una maravillosa medida.
Pero dejmoslos
a un lado, y retornemos a la lectura sagrada. A pesar de uno mismo, tan
profundamente nos
afectar, penetrar nuestro corazn, y se fijar en nuestra mdula, que su
profunda impresin
har que el vigor de los oradores y filsofos casi se desvanezca. Es fcil ver
que las Sagradas
Escrituras, que sobrepasan todos los dones y gracias de cualquier
emprendimiento humano,
exhalan algo divino.17
Hacia el final del evangelio de Lucas tenemos registrado otro ejemplo. Jes