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Democracia, laicidad y derechos

José Marín Saldívar Pizaña

El pasado 24 de noviembre de 2009 Teresa Rodríguez, directora regional del Fondo

de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), expresó su preocupación por

las leyes restrictivas promulgadas en 16 Estados de la República mexicana, en el sentido

que penalizan el aborto y que es contrario a los tratados internacionales que en materia de

derechos humanos de las mujeres ha suscrito el Gobierno federal I. Las principales fuerzas

políticas que han impulsado dichos cambios en el interior de la República son, por

supuesto, el PAN –y digo por supuesto porque es un partido abiertamente de derecha— y

por el PRI —muestra de nuevo su rostro sumamente conservador, alejado por mucho de las

causas sociales y democráticas y de su muy particular centro-izquierda, lo que sea que eso

signifique en la lógica priísta—. Pero quien, sin duda y a pesar de decir lo contrario, se

encuentra detrás de dichas vulneraciones a derechos fundamentales de la mujer es la Iglesia

católica quien en el Semanario Desde la Fe hizo gran celebración:

―Ha sido la misma sociedad civil la que ha emprendido una invaluable lucha en la

promoción de la cultura de la vida, revalorando de forma integral a las mujeres en su

dignidad de madres y de personas […] Ha sido el egoísmo, la ignorancia y la falta de amor

lo que ha llevado a nuestra sociedad a abandonar a las mujeres embarazadas y que éstas

opten por el aborto […] El argumento de que la mujer es libre de decidir sobre ‗su propio

cuerpo‘ (habría que recordarles que el ser humano que está en su vientre no es su cuerpo)

ha sido utilizado por organizaciones abortistas con fines oscuros e inconfesables.

Actualmente abortar no es un derecho, sino un negocio.‖II


Estudiante de licenciatura en Ciencia política, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa
(UAM-I)
Con lo anterior se afirma lo que se ha criticado durante largo tiempo: la injerencia

de la Iglesia en los asuntos públicos, como los son los derechos fundamentales. Entonces,

es posible observar a la Iglesia como una organización que cuenta con poder efectivo para

incidir en la toma de decisiones que repercuten directamente en la colectividad.

Un segundo episodio nos remite a la aprobación, en la Ciudad de México, de los

matrimonios entre personas del mismo sexo y de la acalorada discusión por parte del PAN

frente al grupo parlamentario del PRD capitalino y del mismo gobierno del Distrito Federal.

En esta ocasión recordemos la tibia posición del PRI ante su pronunciamiento ante este

suceso. El gobierno federal a través de la Procuraduría General de la República (PGR)

interpuso una controversia constitucional contra dicha ley local. A lo anterior siguió la

controversia promovida por cinco estados gobernados por el PAN III, las cuales fueron

desechadas por la Suprema Corte de Justicia. El activismo católico ha sido, no sólo desde

entonces pero si acentuado, beligerante respecto a temas civiles.

Estos episodios nos invita a reflexionar sobre la incidencia de los llamados poderes

fácticos que coexisten con —y muchas veces interpelan y combaten a— los poderes

conforme a derecho, a saber, los económicos, los religiosos, los ideológicos, los criminales,

etcétera. Llama también la atención a reflexionar en torno a la fortaleza o debilidad del

Estado laico mexicano y su actuación frente a esos poderes que le interpelan y tratan de

doblegarle ante demandas que contradicen la esencia de la democracia, esto es, la

autodeterminación del individuo –que es además igual en derechos, idealmente, a sus

conciudadanos—, del ciudadano y su capacidad electiva entre diversidad de alternativas y

opciones; de otra forma ¿cómo entender la libertad sin elección?

Espero que esto contribuya al debate, pero sobre todo, a buscar nuevos horizontes

en la discusión de éste tipo de temas, argumentos y planteamientos basados más en lo


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contrastable; mi propuesta ha sido optar por la coherencia de un régimen democrático y sus

implicaciones en torno a los derechos de libertad.

I ¿Qué naturaleza? Naturaleza y democracia

Los episodios anteriores remiten a un tema, el de la naturaleza, es decir, a los

argumentos de: ¿es natural que una mujer interrumpa su embarazo y con ello asesine la

vida de un inocente? ¿Es natural la unión conyugal entre personas del mismo sexo y la

posible adopción de niños? Objetivamente la mujer y el (la) homosexual son ciudadanos y,

en tanto que ciudadanos, inevitablemente deben gozar de los mismos derechos que los

"normales" de otra forma: ¿cómo decir que vivimos en una democracia donde se segrega,

discrimina?IV Mientras unos pretenden llevar la discusión a través de valores irracionales,

proponemos llevarla por cuestiones que pueden palparse; no hablamos de lo bueno o lo

malo sino de la coherencia que debe existir en una democracia, y una implicación de ella es

el reconocimiento de todos como iguales, ni normales ni anormales, ni buenos ni malos:

solo ciudadanos con derechos iguales. Hablamos del papel de los derechos en un orden

democrático, eso evita caer en discusiones de bondad o maldad, y exige el reconocimiento

de derechos iguales para todos. Pienso sobre todo en su relación con el tema de la libertad y

autodeterminación: un ciudadano debe tener opciones para elegir qué hacer con su cuerpo,

con su vida.

¿Por qué buscar nuevos horizontes a este tipo de discusiones? Porque la misma

naturaleza ha sido ―interpretada‖ y dotada de contenido moral, cuando la naturaleza es

simplemente hechos espontáneos casuales, accidentales –por tanto no deliberado. Las

perspectivas conservadoras querrán ver en esos accidentes un cierto contenido prescriptivo,

normativo de la naturalezaV. Es así que, por ejemplo, temas como la heterosexualidad, la

maternidad obligada, etcétera, responden a las formulaciones y valoraciones ―artificiales‖


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de una sociedad que se ha elaborado un discurso para cierta armonía, estabilidad temporal,

hechas a las medida y exigencia de un tiempo. Sin embargo, el orden establecido es

defendido por las derechasVI a través de las tradiciones, en lo ―normal‖ (lo natural) como la

aceptación (inconsciente, enajenada) de valores artificiales que han surgido de una

perspectiva vertical de la sociedad autoritariaVII. La sociedad que ha hecho suyos los

principios de la democracia es una sociedad laica en el sentido que, es la sociedad de la

redefinición de los argumentos, de las ―verdades‖ debatibles, no absolutas, porque justo en

la democracia no existe el punto final sino el punto y seguido, es así que una concepción

tajante y absoluta es contraria a la democracia. Por tanto que una sociedad que transita de

una postura autoritario-conservadora a una abierta, democrática se conmociona ante los

valores democráticos. En la sociedad autoritaria no hay posibilidad de diferencia, en ningún

sentido, mientras que en la democrática un requisito indispensable es la diferencia VIII. Se

discutirá que ciertos valores universales no son artificiales: y por supuesto que así es, y no

puedo dejar de traerlos a colación: desde la Grecia clásica hasta nuestros días han

sobrevivido los valores de la libertad y, la igualdadIX que nunca como hoy en las sociedades

modernas encontraron su realización efectiva y cada vez menos segregante; son por lo

regular los valores que impulsan al progreso, al avance y a la renovación de las sociedades

y sus valores, incluso, regionales.

No podemos dejar de puntualizar la importancia del contexto hoy: el contexto en

tanto que democrático debe repercutir también en los individuos a través de un marco

jurídico y de derechos que promueva los valores de la democracia. Respecto de los orígenes

(lo naturalmente permisible), tomo puntos de la reflexión sugerida supra: ¿cuál origen, el

natural accidental provisto de contenido normativo, una naturaleza sabia, esto es, dotada de

sabiduría, conocimiento que ha creado, hecho con objetivos determinados? ¿Es eso
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racional, pensar en la naturaleza, ya no con minúsculas, sino como la Naturaleza creadora,

no es eso dogmático? ¿En lugar de decir: ―los designios del Señor son inescrutables‖,

diremos: ―los designios de la Naturaleza son inescrutables‖?

II Laicidad: una reflexión sobre la democracia

Con el siglo XVIII el mundo vio el surgimiento del liberalismo en sus dos

expresiones (la política y la económica). La modernidad expresaba una de sus novedosas e

inimaginables aportaciones: la concepción de un Estado limitado ante los derechos

inviolables de los ciudadanos y un poder político regulado jurídicamente. En otras palabras,

la gran aportación del liberalismo político fue el Estado de derecho, como modelo teórico

primero y expresado después en diversas constituciones y declaraciones de derechos (como

la estadounidense –de 1787— o la francesa –de 1789—) donde el poder político se

encuentra regulado jurídicamente, limitado ante las garantías individuales de los

ciudadanos y donde el Estado surge, precisamente, para ser garante de esos derechos

inviolables. Esos derechos son básicamente los derechos de libertad (personal, de

pensamiento, de reunión y de asociación) que, después, serán secundados por los derechos

políticos, sociales y demás. Justo lo anterior es parte del núcleo de la democracia moderna,

y con razón, llamada liberal. Como forma de gobierno que centra en sí el Estado de

derechoX no puede prescindir del papel que juegan las garantías individuales.

La democracia moderna como una forma de gobierno fundada en las libertades de

los modernosXI se expresa en un Estado que busca salvaguardar esas libertades, y, bajo ese

razonamiento, un Estado que usa políticamente a las religiones, o que es un Estado

confesional o donde alguno de sus órganos expresa preferencias religiosas o donde las

Iglesias logran incidir sobre alguno o sobre los poderes estatales de manera extra-legal sería
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complicado asegurar la pluralidad (característica inherente de la democracia hoy) que es

una condición sine cua non del efectivo ejercicio de las libertades. Es por eso que un

Estado laico, en éste sentido, es un Estado que promueve la separación de los poderes civil

y religioso. Es un Estado agnóstico porque no niega pero tampoco abraza o acepta las

―verdades absolutas‖ como lo son los dogmas y credos religiosos; es un Estado al margen

del fenómeno religioso. En este sentido es que el término laico se refiere a la laicidad y no

al laicismo que hace más bien referencia a un Estado intolerante, antirreligioso y en cuya

acepción era usado hasta antes de la segunda guerra mundial.

México durante buena parte del siglo XIX y la mayor del XX se rigió bajo un marco

jurídico profundamente liberal. Era un marco jurídico excluyente de lo religioso, y en este

sentido fue un Estado liberal intolerante y antirreligioso. Dicha tradición estuvo presente

tanto en la Constitución de 1857 como en la de 1917, con diversos atenuantes. La excusa de

este breve ensayo es la polémica ante las leyes promulgadas en diversos Estados del país

donde se penaliza el aborto o la aprobación de matrimonios de personas del mismo sexo en

el Distrito Federal, y con ese contexto remitirnos al tema de la libertad personal como una

libertad moderna, una libertad que es derecho y que debe hacerse valer y respetar por el

Estado, es decir, el tema de fondo no es el aborto en sí o la unión homosexual bajo la figura

legal del matrimonio sino la libertad a secas, sin adjetivos y su regulación en un contexto

social democrático. La enseñanza de la teoría liberal clásica nos dice que el hombre ha

renunciado a su libertad natural (salvaje, ilimitada) para constituir, junto con los demás

socios, una sociedad artificial donde su libertad ahora es una libertad regulada

jurídicamente para poder crear y mantener un orden social.

Después de 1992 puede decirse que la libertad religiosa en México no es sólo un

derecho vigente sino también efectivo. Las reformas constitucionales de los artículos 3º, 24,
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y 130 fue un avance considerable pues la materia religiosa no puede escapar de una

necesaria regulación jurídica que garantice el ejercicio de derechos humanos fundamentales

como lo es el derecho de la libertad religiosa, en el caso de las reformas a que nos

referimos, y que abrió el debate ante diversos temas de igual relevancia y ligados entre sí

como los son los derechos a la autonomía reproductiva y sexual en las mujeres, la

interrupción legal del embarazo, los matrimonios entre personas del mismo sexo, la

educación inicial, etcétera. Es decir, el tema de fondo es, como dijimos en el párrafo

anterior, el tema de la libertad personal, de la autodeterminación (que es principio de la

democracia, como forma de gobierno que parte de la facultad de optar, decidir libremente,

esto es, sin presiones externas). La relevancia del Estado laico no es poca, es improbable

que dentro de un Estado confesional o donde sus órganos o alguno de ellos muestra

inclinaciones ante algún credo determinado se abran debates e iniciativas como las ya

mencionadas, es claro que lo que no esté dentro del canon se encuentra vetado ipso facto, y

con esto se contradice la esencia misma de la democracia moderna.

En la democracia moderna, como forma de gobierno basada en la diferencia, en las

opciones, en las alternativas: el Estado laico no es opcional. La forma de garantizar la no

discriminación y el acceso universal a los derechos fundamentales se dan sólo en un Estado

al margen de las verdades reveladas, de otra forma cuando los derechos son prenda de los

elegidos, de los normales, esos derechos en tanto que universales no son derechos sino lo

contrario: son privilegios. En ésta asignatura México debe seguir avanzando y consolidar

el debate racional, argumentado frente a las imposiciones de las derechas (Iglesias, grupos

conservadores entre otros). Los temas sensibles, son temas que deben debatirse a la luz

pública atendiendo a la voz de la razón, la ciencia y la técnica como elementos objetivos

alejados de toda pretensión ideológico-religiosa.


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II Pluralismo, ética y democracia

Un Estado democrático es un Estado basado en el pluralismo, en la coexistencia de la

diversidad, en la diferencia, por tanto es fundamental la existencia de un Estado laico que

sea garantía del respeto y promoción del pluralismo. Así entonces, el Estado debe actuar

bajo una ética laica, es decir, bajo una ética autocrítica: ―una ética de la búsqueda de

principios universales basada únicamente en la fuerza del mejor argumento pero abierta a la

rectificación de todos sus argumentos‖.XII La democracia que impulsa el pluralismo,

impulsa con esto una ética laica de la que derivaran los principios de convivencia.

Michelangelo Bovero es contundente: ―La democracia es, en sí misma, la organización

política del agnosticismo. Nadie tiene la razón de antemano‖XIII.

Vale la pena apuntar los requisitos básicos del debate de temas sensibles desde una

perspectiva laica, y siguiendo la lectura de Bovero, el laico es el autocrítico por excelencia

y cree: a) que la represión de las convicciones ajenas no es ni el mejor ni el más eficaz de

los medios para ensanchar el área de consenso de sus propias convicciones; b) cree que la

única fuerza admisible en la propagación de afirmaciones es la fuerza del mejor

argumentoXIV.

Con lo expuesto reafirmamos la necesidad del debate racional como exigencia de la

democracia en temas propios que atañen a derechos fundamentales. Pero también

afirmamos la necesidad de fortalecer el carácter laico del Estado como garante de derechos

universales que no pueden verse suprimidos por particulares puntos de vista cuyos

argumentos no han sido expuestos en el debate público y de manera racional y rotundo. La

laicidad en el Estado lo inmuniza de alguna manera ante los efectos nocivos de ciertos

poderes salvajes, como lo es el religioso-ideológico.


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III Derechos: la ley y la libertad

La expresión de la libertad en las sociedades modernas se encuentra básicamente en

los derechos fundamentales, dicho de otra forma, los derechos son la libertad hecha

derecho, positivizada, sancionada. Con lo anterior claro, podemos decir que una ley y su

calidad podrán evaluarse según amplíe o restrinja las libertades del ciudadano. Se afirma,

por consiguiente, el fundamento liberal que impera en las sociedades democráticas

modernas: la libertad. Por tanto la libertad no se traducirá en otra cosa más que en la

posibilidad de elegir, de optar; y esa decisión debe hacerse entre diversidad de opciones

que representen verdaderamente alternativas y no meras ficciones. Entonces que el

ciudadano deba tener lo necesario para realizar dichas elecciones, esto es, las posibilidades

reales: políticamente a través de alternativas de partidos políticos; jurídicamente a través

de las alternativas que los derechos le garanticen (nos referimos a los derechos de libertad).

Es decir una ley será más o menos democrática según amplíe o restrinja la capacidad de

elegir entre opciones. Por tanto no podemos decir que la penalización del aborto, por

ejemplo, es democrática porque restringe la capacidad decisoria de la mujer en tanto que se

encuentra impedida de elegir ante alternativas legalmente permisibles, nuestra lectura es

meramente comparativa con lo aquí expuesto y no promueve el aborto, en sí, sino las

posibilidades reales de optar, decidir, lo que presupone el acceso a la información objetiva

que contribuya a la determinación por una u otra opción.

El ejemplo de la penalización del aborto vale igual para el debate en torno a la

eutanasia, la unión legal de personas del mismo sexo, etcétera, vale porque atañe a temas

relacionados con la autodeterminación, y los derechos de libertad, que son de libertad

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precisamente porque se presentan ante situaciones que requieren toma de decisiones

respecto al individuo.

Pensar en el ciudadano como ente capaz de decidir, es concebir al ciudadano como

un mayor de edad que puede decidir libremente entre diversidad de alternativas, lo cual nos

remite a la imposibilidad del menor de edad de optar y su obligación de seguir los

imperativos verticales de los superiores. Por su lado, las leyes restrictivas no hacen otra

cosa que concebir desde el inicio al ciudadano como un menor de edad.

IV Después de la teoría: la ironía

Finalizo con la inigualable ironía de Carlos Monsiváis respecto al pronunciamiento

de la Arquidiócesis Primada de México entorno a su apoyo a las diversas legislaciones de

18 Estados que han penalizado el aborto y el cual citamos al inicio del ensayo XV:

―Curioso que la organización que profesa públicamente el amor se felicite por

condenas de hasta 50 años a las mujeres que aborten. Esto plantea dos hipótesis: quieren

que el tiempo en prisión las devuelva a la fe, o quieren que ninguna mujer aborte por temor

al castigo, con lo cual la pedagogía obtiene resultados convenencieros. Además, si es la

sociedad con su egoísmo, ignorancia y falta de amor, la que abandona a las embarazadas y

las hace optar por el aborto, lo que procede, de acuerdo con este razonamiento, es condenar

primero a la sociedad a 50 años de cárcel por presionar a las mujeres que abortan y solo

castigar a estas cuando salga de la cárcel la sociedad. Y nos gustaría que se discutiera en un

simposio de anatomía bioética si lo que está dentro del cuerpo pertenece o no al cuerpo sin

ser un alíen‖.XVI

I
Entonces eran sólo 16, hoy día son 18 y preparan modificaciones para las constituciones estatales de otros
dos estados: Tlaxcala y Sonora. Los Estados que ya han aprobado las modificaciones a las leyes estatales y

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que han publicado dichas modificaciones en los periódicos y gacetas oficiales respectivos son: Baja
California, Campeche, Chihuahua, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla,
Quintana Roo, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Veracruz (que hasta noviembre de 2009 no había sido
publicada en la gaceta oficial sino sólo aprobada la modificación al artículo 4ª de la Constitución estatal),
Yucatán: al respecto véase el documento ―Reformas aprobadas a las constituciones estatales que protegen la
vida desde la concepción/fecundación 2008-2009‖ publicada por Grupo de Información en Reproducción
Elegida, A.C. (GIRE) en su sitio web:
http://www.gire.org.mx/publica2/ReformasAbortoConstitucion_Nov20_2009.pdf (consultada el 4/12/2009).
II
Citado por Gabriel León Zaragoza, ―Avance, penar a mujeres que aborten: Arquidiócesis‖, La Jornada, 16
de noviembre de 2009
III
Guanajuato, Jalisco, Morelos, Sonora y Tlaxcala
IV
Recordemos que los sustantivos de la democracia son dos: libertad e igualdad. En la democracia moderna
hablamos de igualdad entendida como una igualdad de derechos (políticos, civiles, económicos, etcétera), a
demás que la misma univeralidad de los derechos exige hacer efectiva y no sólo vigente esa igualdad
moderna. El hecho de reconocer derechos a unos cuantos (y por tanto privar la universalidad de los derechos)
torna a estos es privilegios (las prerrogativas de unos cuantos). Los derechos o son para todos o no son.
V
Cuando hablamos racionalmente, en otros casos la naturaleza no es otra cosa que Dios.
VI
Hablamos de derecha como resistencia al cambio del progreso sin adjetivos. Y buscará siempre resistirse a
él (las derechas) echando mano de las instituciones tradicionales (como el matrimonio, la Iglesia, sus dogmas,
la "normalidad", etcétera) en franca crisis por su confrontación con la modernidad.
VII
El resultado de la producción racional del hombre no puede ser otra cosa que un artificio, algo no natural,
que responde a una formulación a posteriori de lo que ya existe y le precede, convencionalismos. Un poco en
el sentido del prejuicio formulado por Gadamer como juicio cultural preestablecido. Artificial porque la
argumentación de dichos valores han sido formulados a través de una percepción que sólo puede ser producto
de la actividad racional del hombre y no de un estado natural explicito, es decir, lo natural ha sido
interpretado, dotado de valores no naturales: la naturaleza por sí sola no tiene valores.
VIII
En tanto que una ―verdad‖ sólo puede serlo en absoluto, de otra manera, ante errores sería falsa. La
―verdad absoluta‖ es autoritaria, en tanto que no permite la diferencia, la disidencia, es un argumento que ha
comprendido todo; la democracia no tiene verdades, sino precisiones, argumentos que se razonan y están
propensos al error, por tanto a la diferencia y a la disidencia.
IX
Al respecto véase, Luis Salazar, Democracia y discriminación, CONAPRED, México, 2005, disponible en
formato pdf en la liga: http://conapred.org.mx/depositobv/CI005.pdf
X
Es común hablar del Estado de derecho como el Estado jurídicamente regulado, pero vale también
calificarlo como un Estado de derechos en tanto que debe asegurar las garantías individuales inviolables
frente a él mismo (como el espacio de organización del poder público que puede tornarse salvaje) y frente a
los poderes fácticos, esto es, las esferas económica, ideológica, religiosa, etcétera.
XI
Como ha llamado Bobbio a estas libertades: personal, de pensamiento, de reunión y de asociación, las
cuales son presupuestos del correcto funcionamiento procedimental de la democracia.
XII
Michelangelo Bovero, ―Ética laica y democracias contemporáneas‖ (entrevista) en Antonella Attili, La
política y la izquierda de fin de siglo, México, Cal y Arena, 1997
XIII
Ibid.
XIV
Ibid.
XV
Gabriel León, op. cit.
XVI
Carlos Monsiváis, ―Por mi madre bohemios‖, Semanario Proceso, no. 1725, 22 de noviembre de 2009

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