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Entre toda la felicidad de empezar a compartir una vida, también empieza un período de

“ajuste” en que surgen los “roces” de la convivencia cotidiana por temas como el orden,
la asignación de responsabilidades y roles de cada uno en el nuevo hogar, lo que no
siempre es de fácil arreglo.
Un punto de partida para evitar esos conflictos es estar consciente de que la
pareja no es perfecta; aprender a aceptar “quién eres” y no “quién quiero que seas”. Se
pretende de forma inconsciente hacer a la otra persona a nuestra imagen y semejanza,
anulándola como ser, como persona individual y con sus características personales y
únicas que le otorgan la capacidad de ser por ella misma. Nadie debe ser una proyección
de nadie.
Se recomienda hacer un listado con lo que es importante de su pareja para cada
uno, qué le entrega ésta y qué no. Al analizar esta lista, encontrarán “fallos” en algunos
aspectos, ya que la otra persona no puede llenar múltiples necesidades emocionales. Sin
embargo, hay que aceptarlo y tratar de suplirlas de otra manera que no sea exigiéndole
al otro algo que no puede dar. Esto nos ayudará a lograr un equilibrio en la relación.
Pero cuando los problemas son inminentes, existen herramientas para negociar o
intentar resolverlo de la manera más exitosa posible. Lo primero es hacer una distinción
entre lo que verdaderamente merece discusión y lo que no. Sin embargo, tampoco es
bueno cuando uno de los dos siempre cede para evitar los conflictos, porque después de
un tiempo esta persona estará cansada y la relación se puede colapsar.
El cómo abordar la manera de discutir, influye de forma determinante en la
resolución del conflicto. Siempre sugerimos expresarse centrándose en el uso del “yo”
más que del “tú”. Por ejemplo, conviene más decir “es que yo me sentí de tal manera...”
a “que tú me trataste muy mal...”, ya que de la última forma el otro se sentirá
inmediatamente atacado, mientras que de la primera se está hablando de los propios
sentimientos.
El problema no está en discutir los puntos de vista, si no en no hacerlo con
madurez ni poniéndose en el lugar del otro para llegar a un acuerdo. La idea es aprender
a negociar para que ambos sientan que salieron victoriosos del conflicto, ya que cuando
decidimos vivir en pareja son muchos los cambios a los que nos tenemos que enfrentar
y, a menudo, estos cambios suponen motivo de conflicto entre la pareja.
Hace años eran nuestras madres y abuelas las que se veían completamente dependientes
del marido, pasaban de ser dependientes de un padre para ser dependientes de una
pareja. Hoy en día cada vez se da menos, ya que la mujer se ha independizado y trabaja
fuera de casa igual que el hombre: ocupa puestos importantes y puede llevar la
economía familiar en igualdad con su pareja. Muchas veces nos encontramos hombres
que tienen muy asumido el rol de marido que aporta en la casa un nivel económico, pero
que se desentiende de otras tareas dejando a su mujer la carga de casi todo lo que se
hace necesario para llevar el peso de la pareja, la relación y los asuntos educacionales.
Cuando ella está en casa y no trabaja parecería algo más lógico, pero si ambos
trabajan, lo normal sería repartirse las tareas. Muchas de nuestras madres son las
responsables de que esto ocurra; han inculcado en sus hijos valores materialistas y
machistas; el valor del hombre está en su trabajo y el de la mujer en su casa con los
hijos. Cuando iniciamos una vida con un hombre que tienen estos ideales, y además su
madre se ocupa de reforzarlos cada día nos vamos a encontrar ante una tarea ardua y
difícil, ya que los cambios que necesitamos costaran trabajo y discusiones diarias.
Consultar con un especialista en familia que os dé pautas y pistas para la reflexión, es,
en la mayoría de ocasiones, la única solución para salvar una pareja que aunque es
cierto que se ama, no es sólo el amor lo que puede dar los elementos válidos para llevar
adelante las vicisitudes tan variadas que se dan en la convivencia diaria de la pareja.
Es importante la Teoría de las tres “P” (Persona, Pareja, Padres). No podemos
evolucionar a lo largo de nuestra vida de pareja si no hemos aprendido a madurar y
llevar a cabo los cambios emocionales en nuestra vida como persona individual. Si
tengo carencias (del tipo que sean) como persona, esas mismas carencias las llevo a mi
relación de pareja y además con el tiempo se van ampliando y siendo mas obstructivas
en el ámbito de las relaciones con los demás. Pero con el cambio de los ciclos
evolutivos, cuando llego a ser Padre, inciden mis carencias en la educación hacia mis
hijos, lo que no desarrollará adecuadamente el ciclo ni la transmisión adecuada de
enseñanzas hacia ellos porque yo mismo/a no he aprendido en primera instancia a
formarme como persona madura, coherente y sincera. Esto es la base para incidir en la
idea de que es importante formar al ser humano desde su más tierna infancia con los
valores adecuados para que vaya evolucionando su persona en todas las etapas que le
toque vivir. Si no lo hacemos así, castraremos a nuestros hijos y le transmitiremos las
deficiencias, los miedos, las renuncias, etc. que nosotros mismos hemos padecido
impidiéndoles desarrollarse en los valores que tanto buscamos y anhelamos todos: La
libertad, el respeto, la tolerancia...y, sobre todo, como base necesaria, EL AMOR
JUAN JOSE LOPEZ NICOLAS. Orientador familiar.
Convivencia Familiar

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