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infidelidad versus perdon

Infidelidad versus Perdón ( cuando gana el amor)

La infidelidad es una de las causas más comunes de crisis o rupturas definitivas en


la pareja; dentro de las grandes inquietudes de quienes deben enfrentar este
problema, está el dilema frente al futuro de la relación: separarse o perdonar y
perdonarse a sí mismo.

Separarse y terminar el matrimonio es la solución más fácil y la elegida por la mayoría de las personas que
atraviesan por un caso de infidelidad. Con esta actitud se deja de lado la posibilidad de buscar solución a un
conflicto, que si bien es grave, puede ser doblegado por la buena disposición que ambos tengan por encontrar
juntos la salida a un laberinto complicado, pero superable si existe la iniciativa de lograrlo.
Perdonar implica un profundo proceso de reencuentro con el amor que aún pueda existir, reuniendo a quienes
sienten el arrepentimiento verdadero de disculpar un error humano y 'apostar' por un volver a empezar cuando
las circunstancias así lo permitan.
Es lógico que un engaño como éste provoque ira, donde la decepción sea el sentimiento primario ante un
hecho que quiebra los esquemas y momentáneamente augura un futuro negro; que cambia los sueños por
pesadillas y al ser amado lo puede llegar a transformar en el más odiado. Sin embargo, se debe tener en
cuenta que, a veces, la víctima de esta traición ha sido quien en alguna medida, e inconscientemente, propició
ciertas condiciones para que el adulterio se desarrollara, sin que ello signifique aminorar o justificar la culpa del
infiel.
Es válido analizar este tema desde otro punto de vista que no sea el condenatorio, más bien desde una
perspectiva que incluya el perdón y el reconocimiento de culpas, con todo el gran sufrimiento que ello implique
y el arrepentimiento verdadero que incluye un acto de dicotomía trascendental en una pareja. Por una parte la
víctima de una infidelidad debe perdonar a quien provocó una gran herida -donde contradictoriamente el
verdugo es el ser más amado-; por otro lado el infiel debe indultarse a sí mismo por el gran error que significó
herir a quien se ama.

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infidelidad versus perdon

LA PUNTA DE UN ICEBERG

Esta conducta social provoca un quiebre en la relación conyugal, rompe la armonía doméstica, aunque en
algunos casos, la destrucción de los lazos familiares ya estaban rotos antes de ocurrido el adulterio. Así lo
afirma el sicólogo y sociólogo Giorgio Agostini, con amplia experiencia en la terapia de parejas con este
problema: "La infidelidad, aparece como una de las principales causas de la separación, sin embargo, no es la
verdadera sino que es una consecuencia de la falta de comunicación entre los cónyuges. Por ejemplo, el
marido se siente postergado por el nacimiento de los hijos y las labores de la casa, no lo dice a su mujer, se lo
guarda, y a la primera oportunidad de infidelidad lo ve como un escape".

El hombre por lo general no se siente infiel, sino más bien, que ha tenido una aventura, un complemento
sexual a su relación matrimonial. Manteniendo -como lo dice la cultura popular-, "a su mujer como la catedral y
a la amante como capilla".

Dentro de los múltiples estudios sobre este tema, caben varios tipos de infidelidad o de traición afectiva,
dependiendo de su motivación y el sujeto de acción:

* Un primer caso es la infidelidad física, producto de una curiosidad, una fantasía no satisfecha o una etapa
saltada en la vida. La persona tiene deseos de experimentar o conocer con otro que no sea su pareja, en vez
de vivir las fantasías dentro del matrimonio las vive fuera, no se compromete el afecto, es sólo una aventura.
"Lo curioso de esto -comenta Agostini-, es que la persona que ha sido infiel, no se siente culpable, ni que ha
roto su compromiso, siente que se saco una curiosidad actuándola con alguien externo".

* Otro es aquella por enamoramiento o emocional, donde la persona se involucra mucho más con su amante,
ya no es sólo una aventura de una noche, implica sentimientos, lo cual dificulta la recuperación de la armonía
dentro del matrimonio.

* Una tercera clase es aquella para buscar una cualidad de la que carece la pareja estable. En unos casos, el
amante está dotado de una virtud o cualidad -psíquica, anímica, temperamental, sexual, social o de otra
índole- de la que carece su pareja. En otros, el infiel se evade de su pareja estable y busca un cómodo refugio
donde liberarse de la opresión de la vida y costumbres propias de la vida con su compañera(o).

* Otra variedad es la infidelidad psíquicamente insuperable. Son las personas incapaces de guardar lealtad o
compromiso alguno. El deseo sexual les resulta incontrolable. Son 'cleptómanos del corazón', aprovechan la
mínima ocasión, anteponiendo su propio placer sobre sus valores. En el caso de los hombres son los llamados
'Juan Tenorio', que dudando de su virilidad, recurren a la infidelidad una tras otra para comprobar su ego de
hombre. Por su parte, las mujeres, les cuesta crecer y permanecen en la etapa de la conquista, para mantener
una sensación de juventud. Generalmente son infieles con hombres muchos más jóvenes que su marido.

* Existe también una especie de infidelidad platónica, en la cual se siente que el compromiso de comunicación
se da con otra persona y no con su pareja, aquí no se llega a la cama, es una especie de "incomunicación
afectivo espiritual".

* Otro género, un tanto inusual y menos común, pero que existe, es la traición afectiva 'provocada', aquí los
infieles inducen esta situación con el objeto de salvar el matrimonio, sí, tal cual lo leyó: "Personas que no han
logrado que su pareja los escuche lo suficiente, que se sienten olvidados, quieren que su compañero(a) se
entere de lo mal que se sienten y que hay alguien esperando por si no se les valora lo que ella o él requiere.
Es una especie de luz roja. Lo que le interesa es provocar un remezón, que fortalezca el vínculo. Aunque
suene extraño, este tipo de infieles no desea esta relación, sino que la provoca como un intento desesperado
para salvar su matrimonio", indica Agostini.

Infidelidad masculina básicamente plantea a un hombre inmaduro, que la toma como un complemento a su

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relación, en vista de su dificultad a la fidelidad o a poder profundizar en una relación. Dentro de este tipo están
también aquellos que lo hacen para agredir a la pareja frente al compromiso, haciendo sentir a su mujer que
ellos no se sienten limitados al matrimonio, manteniendo una puerta abierta de escape para la aventura ante
situaciones de su desagrado dentro del hogar.

La infidelidad femenina al igual que en el varón se produce por el temor al compromiso, por no sentirse lo
suficientemente involucrada con su compañero en el plano afectivo-comunicacional. Dentro de las mujeres
infieles están aquellas que han tenido una sola pareja en sus vidas y pasado los 35 a 40 años, sienten la
curiosidad de experimentar sexualmente con otros hombres. Hay algunos tipos de infidelidad femenina en que
la mujer lo hace con el objeto de manifestar su desprecio por la figura masculina, usando al hombre y teniendo
la sensación de control, generalmente por una situación de venganza ante episodios de su infancia
provocados por su padre u otros hombres. Muchas veces son mujeres frígidas, que hacen todo el espectáculo
frente a sus amantes, sintiendo en su fuero interno que son ellas las que dominan la situación y cuando
quieren se deshacen del hombre.

También dentro de las infidelidades se debe tener en cuenta la historia familiar de las personas, en familias
donde el padre ha sido infiel, generalmente sus hijas en sus propios matrimonios empujan a sus maridos a
ello, como para repetir la fatalidad de sus padres.

En un estudio hecho por el sicólogo y sociólogo Giorgio Agostini a una muestra de un total de 287 parejas,
entre 18 a los 65 años. Los resultados obtenidos fueron que un 90% de los hombres manifestó en alguna
etapa de su vida en pareja haber sido infiel en cualquiera de los tipos de infidelidades antes mencionadas. En
el caso de las mujeres la cifra llegó a un 60%.

PAREJAS DE INFIELES AL FRACASO

En otra investigación, también realizada por Agostini, sobre una muestra de 112 parejas formadas producto de
una infidelidad, el 72% de ellas fracasó. Según lo sostuvo Agostini, "se tiende a elegir el mismo tipo de
persona y caer en la misma clase de errores. Repiten la historia y lo más probable es que fracasen, sin
aprender de sus errores".

Otro dato importante es que incluso hasta científicamente se ha tratado de encontrar el gen de la infidelidad,
sin resultados positivos hasta el momento. Lo que sí se ha comprobado, desde el punto de vista fisiológico, es
que todas las relaciones, incluso aquellas producto de una traición, cuando se basan sólo en la atracción
sexual o en términos de pasión, su duración tiene un máximo de cuatro años, a partir de los cuales está
comprobado que el interés decae y los conflictos se incrementan, haciendo muy difícil sobrellevar una
estructura afectiva armónica con la pareja que tanto se deseó al principio.

La figura del amante puede a su vez ser, bien un episodio meramente transitorio, o bien algo serio y con
indicios de permanencia. Tengamos en cuenta, que según las estadísticas, el 37% de las infidelidades son
aventuras de una sola noche y apenas el 12% de ellas duran más de un año.

En la decisión del paso hacia la infidelidad ha de sopesarse no sólo el brillo placentero de un flirteo o una
"canita al aire" con un cuerpo nuevo, sino el futuro de esa nueva relación que nace y que puede amargar la
vida de los tres implicados.

Testimonios:

LOS HOMBRES TAMBIÉN PERDONAN


En una sociedad machista como la chilena, una infidelidad femenina es mucho más difícil de sobrellevar que
cuando el infiel es un hombre. La mujer se hace merecedora de una condena social que la estigmatiza y la
daña en su honor. Por su parte, el varón víctima del engaño, queda en una posición muy incómoda respecto

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del estereotipo de "macho dueño de su hembra" y debe cargar con el peso social que significan los llamados
"cuernos" de una traición.
En el siguiente testimonio, la pareja entrevistada hizo prevalecer el deseo de reiniciar el proyecto común
iniciado el día en que se unieron como marido y mujer. Luchar contra todo el dolor y desencanto que significó
la infidelidad de Daniela.
Después de tener a su único hijo, la relación se hizo rutinaria, como suele suceder cuando no se cultiva, había
carencia de comunicación.
Daniela comenzó a sentir la falta de algo. Santiago era un tanto distante y poco cariñoso. Apareció la persona
que ofrecía más oído a sus necesidades afectivas, ella se deslumbró y cayó en las redes de un encantamiento
fugaz, y según lo reconoce hoy, "idealicé una vía de escape que finalmente era sin salida".
Ella comenta: "La persona con quien me enredé, parecía ser lo que yo buscaba, pero... Son momentos en que
uno se deja llevar, creía que él sí me iba a escuchar y darme el afecto que yo necesitaba, pero me equivoque
y fue un error que tuve que pagar caro".
Al enterarse del engaño Santiago se fue de la casa. Permanecieron cuatro años separados, aunque ella nunca
convivió con su amante, cada uno trató de seguir con su vida, unidos fuertemente por el lazo que significaba
su hijo.
Santiago manifiesta que durante el tiempo que vivió sin Daniela, siempre tuvo la esperanza de que ella iba a
recapacitar: "Luche por ella, tuve que hacer un trabajo de reenamoramiento por la mujer que amaba... Lo
ocurrido creo que fue por un desfase en nuestro caminar de pareja, obviamente fue lamentable y doloroso,
pero sucedió. Cuando llegaba y cerraba la puerta sentía la soledad, el dolor de un engaño, pero por otra parte
se despertaba en mi un aliciente en el amor que nunca murió en mi".
Por su parte Daniela agrega: "Actualmente nuestra relación íntima como pareja es mucho mejor que antes de
separarnos. Para llegar a este punto se requiere de mucho amor, cariño delicadeza y, sobre todo,
comunicación. Antes nunca hablamos de los gustos en la cama, hoy, incluso eso ha mejorado una enormidad,
el deseo de ir explorando… Con esfuerzo nos situamos en el presente con la idea de continuar juntos,
convencidos que ambos creíamos en esta apuesta que incluía el perdonar una infidelidad y ser capaces de
dar vuelta la página y dejarlo atrás".
Daniela tomó el arrepentimiento y Francisco el perdón como despertadores de aquel amor, que como él lo
afirma, "estuvo dormido durante el tiempo que duró su separación". Al parecer la alerta dio resultado. En estos
dos años de reencuentro, no han dejado de usar al "amor" como pila de larga duración para continuar en un
proceso diario de reconstrucción de la armonía de pareja.

TODO LO SUPERA EL AMOR


En la medida que el vínculo es más sólido existe la posibilidad de seguir con una relación donde hubo
infidelidad por parte de uno de los cónyuges. Cuando el amor y la profundidad de la relación permite superar
esa aventura, ambos salen fortalecidos.
Andrea y Alejandro, son los nombres ficticios de la segunda pareja que comparte su historia, entregando su
enseñanza sobre el valor del amor y del perdón sobre el rencor.
Hoy, con 17 años de casados y tres hijos, parecen una pareja de recién enamorados, que no delata la
profunda y grave crisis que significó la infidelidad de Alejandro cuando llevaban ocho años de matrimonio. Una
aventura que lo llevó a dejar su familia por dos años de convivencia con su amante.
Las razones que influyeron en este engaño son reconocidas por ambos. Por su parte, Andrea reflexiona que
en cierta medida condujo a su esposo a esta aventura. Una postura que le tomo tiempo de meditación y de un
verdadero reconocimiento de su culpa dentro del problema: "En ese tiempo era muy introvertida, no daba
facilidades para una buena vida en pareja… Tenía mis dos primeros hijos muy pequeños y me dedicaba cien
por ciento a ellos y a la casa. Inconscientemente dejé de lado mi labor de mujer y esposa, no lo acompañaba a
salir de noche por ejemplo, pues él era muy bohemio y nunca di mi brazo a torcer. No me daba cuenta que
además de ser tan buena madre y ama de casa, debía ser también una esposa amante... y a la larga ello fue
provocando que mi marido se desencantara de mí".
Alejandro, manifiesta el error que fue llevar esa vida tan bohemia, olvidando que el compromiso con el hogar
es prioritario antes que los amigos: "Me sentía con una falta de cariño grande y busqué en otro lugar lo que no
encontraba con mi mujer... con ello no quiero quitarme la culpa... Mi error fue nunca decirle lo que me faltaba,
lo que necesitaba de ella".
Él nunca reconoció su infidelidad frente a Andrea. Sus frecuentes llegadas tarde y ausencias prolongadas,

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donde nadie sabía su paradero, hacían que la existencia de un amante fuera evidente. Con todos estos
problemas llegaron al acuerdo mutuo que él se fuera de la casa, sin que Andrea supiera efectivamente que se
trataba de un adulterio. Supuestamente se fue a vivir con su madre, pero al igual que en su casa se perdía por
días.
"Cuando me di cuenta que él no vivía con su mamá, por una cuestión de amor propio y de saber la verdad, me
convertí en detective y lo seguía para averiguar con quien vivía. Cometí muchas irresponsabilidades, como
dejar a los niños solos en la noche para salir a buscarlo. Finalmente, descubrí lo que sentía ya era obvio: tenía
una amante", relata Andrea.
Durante esos dos años, hubo reencuentros fugaces con su esposa, la señora se convertía en amante. Andrea
quedó embarazada de su tercer hijo. Al comunicárselo a su marido la respuesta de este fue de rechazo. Ante
esta situación, sola con sus otros dos hijos, tomó la decisión de abortar.
Alejandro después de enterarse del aborto y del deseo de separarse legalmente por parte de Andrea,
reflexionó sobre su traición, y de lo que su mujer fue capaz de hacer por él. "Un fin de semana, literalmente la
rapté. La pase a buscar a su trabajo y me la llevé fuera de Santiago. Me di cuenta que estaba perdiendo a
quien además de ser la madre de mis hijos era la mujer de mi vida. Ahora todo estaba en sus manos, si ella
me perdonaba sería empezar nuevamente, pero en un amor mucho más profundo y verdadero. Toqué fondo,
pasé por alcohol, drogas e incluso casi el suicidio", comenta Alejandro.
Al consultar a Andrea sobre cómo se puede llegar a perdonar algo tan grave como una infidelidad, ella
responde: "me costó mucho reconocer mi culpa en este problema. Pero por esa infidelidad, pude ser más
grande como persona y como mujer. Lógicamente también cometí errores gravísimos como buscarlo en la
noche dejando solos a mis hijos y un aborto que hasta el día de hoy me duele en el alma. Pero esa pena, rabia
y dolor que sentía, estaba dispuesta a compartirla con quien me la había provocado, que era la misma
persona que yo no había dejado de amar. Si lo perdonaba de corazón, y también a mí por todo lo que hice,
podía vivir en tranquilidad. Mi felicidad la entendí como entender lo ocurrido, comprender sus y mis errores, y
sobre todo perdonar para amar, y amar más que antes...", finaliza con lágrimas en sus ojos.
Para muchos, en este testimonio el perdón puede que no tenga cabida, pero más allá de lo que la razón
analiza y lo que un subjetivo concepto de dignidad pueda soportar, hay algo más fuerte, que muchas veces no
sabemos comprender, y es el amor. Un poder que cura heridas que parecen imborrables, perdonando errores
tan graves como un adulterio y profundiza lazos desconocidamente fuertes e irrompibles como los de una
pareja.
A los dos años de su reconciliación, Andrea quedó embarazada de su cuarto hijo, que hoy tiene tres años de
edad. Llevan cinco años de reencuentro, donde más que lo que diga una entrevista, lo dicen todo sus ojos que
proyectan una relación sólida que doblegó la infidelidad, donde el arbitro más justo fue el amor que ambos
mantuvieron a pesar de todo.

Lectura sugerida: "Cómo perdonar" de Sal Térrea.

MITOS Y VERDADES

Adoptando una postura realista y objetiva, puede afirmarse que el adulterio o infidelidad tiene distinta
consideración y efectos para el hombre y para la mujer, así bien lo ilustra el dicho español que dice: "Los
hombres llevan la fama y las mujeres cardan la lana". En este aspecto gran influencia han tenido el cine, la
literatura y la cultura popular; a través de los cuales se ha sustentado el estereotipo del macho viril que busca
la infidelidad; en su contrapartida, se ha estigmatizado que la mujer sólo en circunstancias límites se ve
empujada a ella.

Los especialistas coinciden en que no hay hombre ni mujer que sea plenamente fiel en pensamiento. Por muy
virtuosa y leal que sea una persona, la infidelidad de pensamiento es instintiva e inevitable. Será difícil
probarlo, pero es innegable que nadie es inocente de traición de pensamiento. Recuérdese la defensa de
Jesús de la mujer sorprendida en adulterio: "El que esté sin culpa, que tire la primera piedra" (Juan 8:3-8).

Por lo general, "el hombre infiel busca sexo y la mujer persigue sentimiento". En efecto, los psicólogos opinan

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que el hombre busca el sexo fuera de la pareja y le daña más la infidelidad sexual, aún sin sentimiento de
amor, es decir, que su compañera se acueste con otro. Por su lado la mujer busca sentimiento fuera de la
pareja y le hiere más el engaño sentimental, aún sin sexo, o sea, que su cónyuge ame a otra.

Existen otros mitos sobre este tema, como que un adulterio siempre acaba con el matrimonio. Falso, ya que
un número considerable de parejas superan la crisis producida y salen fortalecidos de esta experiencia.
Aquellas personas que creen que todo se acabó con esta deslealtad - cuando existe la posibilidad y las
condiciones de reiniciar la relación -, se niegan la oportunidad de aprender de los errores.

Suele creerse que el amor impide que la infidelidad ocurra. Sin embargo, en relaciones donde hay mucho
amor también puede presentarse. El amor disminuye las probabilidades, pero no garantiza la total fidelidad.
Así como tampoco lo asegura la intensa vida sexual que pueda llevar un matrimonio. Personas que se llevan
bien en la cama pueden ser infieles por otras carencias, por encontrarse en una ocasión de alto peligro,
cediendo ante la tentación o bien por sentimientos como venganza, resentimiento o simple curiosidad que
propicien este tipo de aventuras.

Según el sexólogo José Manuel González "la primera infidelidad es como la pérdida de la inocencia y deja
huella muy difíciles de borrar: puede que la relación nunca vuelva a ser la de antes, pero no siempre para mal.
A veces la aventura da pie para rehacer una relación más sincera". El doctor González añade que para ello el
"arrepentido" debe evitar cualquier contacto con el amante y disponerse a responder todas las preguntas que
le haga su pareja. En vez de dejar el tema sin hablarlo, hay que sacarlo a relucir para recuperar la intimidad
emocional. El sexólogo termina por afirmar que "ambos estarán curados cuando puedan incluso bromear
sobre ello, es decir, cuando ya lo han asimilado y se sientan a gusto. Difícil, pero no imposible".

El temor de muchas personas es el perdonar y que luego se vuelva a repetir la situación. Quienes han
cometido este engaño y sienten arrepentimiento, optan por enmendarse, terminan con la historia cuando se
dan cuenta del dolor que han provocado y valoran su unión por sobre la aventura.

Según investigaciones sobre el adulterio sólo el 10% de las personas que dejaron a sus parejas por otras
continúa indefinidamente con ellas. Cuando se acaba el embrujo de lo prohibido y se instala la rutina, se
suelen producir los mismos roces que se tenían con la anterior pareja a la que se fue infiel.

"El perdón es el máximo acto de libertad"

Extracto de una entrevista realiza a Javier Sadaba catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid,
especialista en Filosofía de las Religiones y Bioética. Cuenta en su libro El Perdón (1992):

_Usted ha dedicado uno de sus libros a tratar el tema del perdón desde una
perspectiva estrictamente filosófica...

_Me pase mas de un año buscando material filosófico sobre el perdón, y me produjo una sorpresa tremenda
encontrarme con que no hay prácticamente nada.. Yo quiero defender que el perdón puede ser una virtud
moral y sin embargo siempre se la considera algo relacionado con el mundo de la religión, más concretamente
con el mundo judeo-cristiano.

Pero la idea de perdón, la idea de gracia, de poder del soberano, la idea de alguien que en un momento
determinado ejerce esta actitud caritativa, se piensa que es religiosa. Y es verdad que viene de ahí, pero yo al
perdón lo interpreto como una auténtica soberanía de uno mismo, es decir, el máximo acto de libertad con el
cual yo, porque me da la gana, perdono a otro.

En la tradición judeo-cristiana, el perdón esta relacionado en buena medida con el olvido. Olvidar las penas,

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los deudores, es la condición del perdón...


_No, si uno olvida no ha perdonado. Se ha dicho que hay una paradoja en el perdón, y realmente la hay, y es
difícil salir de ella. Si el perdón es justo, entonces ya no es perdón, es justicia.. Y precisamente perdono
porque no olvido, porque si olvido ciertamente no tiene ningún mérito.
_¿Para usted el perdón es aplicable como virtud social? _No, creo que es una virtud fundamentalmente
individual. Por encima de todo creo que (antes lo he dicho y lo repito) es cierto acto de máxima libertad del yo.

LEY DEL PERDON

PERDONAR ES UN ACTO LIBERADOR, exclusivo de los seres espiritualmente superiores. Se logra sólo
después de enfrentar el dolor, valorar el costo y regalar cuanto perdimos.

La IRA es un fuego que quema repentinamente como reflejo sano de todo ser humano que ha sido afectado
por otro.

El perdón verdadero son las cenizas de la ira extinta.

El PERDON es la aceptación pacífica de los hechos, la conciencia de que todo lo ocurrido nos ha dado mayor
madurez, la renovación del amor propio y del amor a Dios.

Al PERDONAR, se es capaz de bendecir al agresor, brindarle ayuda desinteresada y desearle sinceramente lo


mejor.

La mejor manera de extraer de nuestra alma el veneno que nos inyectan otras personas es perdonado.

Quien perdona no le hace ningún favor a su agresor, se lo hace a sí mismo.

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