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Martes 23 de Febrero de 2010
Martes 23 de Febrero de 2010
La situación era insostenible. Los pocos militares que hacían servir los galones al
juramento, y no al revés, dieron un paso al frente. Con todas las consecuencias estaban
dispuestos a intervenir para cambiar el rumbo a la deriva del pueblo español. Unos, por
España, al servicio de ella. Otros sólo actuarían a las órdenes del Jefe de las Fuerzas
Armadas: Juan Carlos de Borbón.
El Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero Molina, movido por su amor
inquebrantable a España, fue el elegido para entrar en el Congreso. Un hombre íntegro,
profundamente patriota, que contaba con el respeto y la admiración de sus
subordinados. Después de cumplir su misión dejaría paso al General Armada. Nada
sabía el Teniente Coronel de los apaños sucios que habían acordado desde Zarzuela.
Tejero, todo por la Patria. Todo, su carrera, su sueldo, sus galones… años y años de
servicio. No lo había ofrecido todo para mayor gloria de Armada, Juan Carlos o
cualquiera de los parásitos que ya se estaban repartiendo cargos, ministerios y
capitanías. Tejero es un hombre de honor. Y el honor fue su divisa cuando paró el golpe
de la Zarzuela y cargando con la responsabilidad de sus hombres los despidió uno a uno
a las puertas del Congreso. El golpe quedó parado. No era España lo que allí se
defendía. El General Armada le había traicionado mientras en Valencia el General
Milans del Bosch regresaba al cuartel con sus tanques dando cumplimiento al deseo y
las órdenes de Zarzuela. Si don Jaime Milans del Bosch (gran militar, héroe del Alcázar
toledano y juancarlista hasta aquel día) no hubiera dado marcha atrás otro gallo estaría
cantando ahora mismo.
Alguien estaba a su lado. Alguien que no sabía de traición, sino de lealtad. De amistad y
nunca de interés. Alguien que, aquella noche oscura y tenebrosa, lució la claridad y
pureza del blanco uniforme de la Armada. Y que llevó al Teniente Coronel Tejero el
abrazo de un amigo y la cercanía de un camarada. Era el Capitán de Navío Camilo
Menéndez Vives, inmolando sus galones, su carrera, su familia y su vida por un patriota
traicionado. Porque “por encima de la disciplina, está el honor”.
Aquel día quedó cortada en el ejército cualquier posibilidad de reacción. Y sin embargo
el Valor y el Honor se abrieron paso.