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imurs pancdess pubis, iactuse ee sedis, peek retsalqsniprngin i ‘sThes erica quince, mecinio, dpe, de gen foun eh ‘qpecingssmacensas enn porns previo cel eon omer ion. 955 Soy 1997 “Ter des, 1 Gras cic, 2009 Quine ede, 201, Soxs ein 2001 sims ee. m0 ‘eared 203 Noses sion, 2914 Dagma eden 304 ndash ei, 2001 ews elon, 25 ascites iin, 2099 cunocuars con, 206 Pecimoxn ea 2506 ‘© cQUHLNE tater "KSA RAMA CORALDS Deuchuseschashas ‘exrromia anpess nL cama it Saige de Onde Regio Propiedad kul Teeenpcn © 910, 3901995 Senin Stems ipa deeming i de Stopes en el esd Sse 309 InAMASORES pa Saker SA lates CHILE: PROETED IN CHAE Saw os 1513816 JACQUELINE ‘BALCELLS ANA MARIA GUIRALDES EMILIA Y LA DAMA NEGRA ILUSTRACIONES DE CARLOS ROJAS MAFFIOLETTI EDITORIAL ANDRES BELLO Para Maria Ignacia, jorge, Martin, Alvaro, Simén, José Maria y Benjamin, que ya conocen el placer de leer. ‘Axa Masta Para Panchi, Maria Jess, Ignacia, Valentina, Priscila, Asunci6n, Constanza y Natalia, que ya conocen ef placer dle escribir. Tacqueume Capitulo Uno CAMINO A LAS TERMAS EXTRANO CRIMEN EN EL BARRIO ALTO cuerpo sin vida de Margariia Rodriguez “6 Tazcano, de 52 aris, fue encontrado en OST es fardines de su residencia en la calle A ‘Mar de Brumas 6580, del barrio de Las Ne fl Condes. La occtsa presentaba un golpe en la nuca dado con un objeto coftun- denve, que al parecer fue la causa del deceso. Aiin conser- pesos un anillo y un collar de perlas de gra valor, lo que se presume que el mévil no fue el robo. Segiin Mercere: de esr del bos, den Ua cass Mfahiaba nada. Bi sinico elemento srano enconsrado ate tena dee 2 2n mazo de _— Bmnilia lefa concentrada Ja hoja de periédico, fechada alos atris, que envolvia el cAntaro de greda que tfa ‘habfa insistido en comprar en un puesto de artesantas ala carretera. Calle Mar de Brumas! (Qué nombre tan tétrico! \dié Emilia—. {Ustedes supieron de un crimen Iiubo en ta calle Mar de Bramas hace un tiempo? , {JACQUELINE BALCELSS ANA Nala GOURALDES —Conozeo la calle, pero no el crimen —dijo tio Hemén girando la cabeza para mirarl—. .¥ por qué pre- funtas €50? —Porque en el diario con que‘ envolvieron este ja- ‘r6n aparece la noticia. ;Cuidado, tio! j£1 auto de adelante esté frenandot —iEsti todo controlado, todo controlado, pequefia! —respondié don Hemdn, dando un frenazo que hizo sal- tar a dofa Pepa del asiento. —©tidado, viejo! —Jo reconvino la sefiora, asustada No sean tan nerviosas —contest6 e! aludido, con la vista ahora bien fija en la carretera—. (Esta Enilia, siempre interesada’en misterios! Emilia s¢ echo hacia atrés y volvio a su lectura, dispuesta a no’ seguir pendiente de las arriesgadas manio- bras de su tio —A propésito de crimenes... tengo un hambre! Qué tal si nos detenemos a comer un sandwich de arrollado? —ti6 el to. —jFlombre, por Dios, paréces un cantbal! Y con todo Jo que alegaste porque te hice parar en el puesto de artesanias, ahora que no faltan mis de veinte minutos para llegar a almoreac a las Termas, quieres detenemte a commer Emilia escuchaba a sus tfos en silencio. Se habia propuesto pasar tres dias con ellos en las Termas de Colinahuel con et mejor Animo posible. Queria mucho a sus padrinos y no fue capaz de rehusar la invitacion que Je habian hecho con tanto. carifio. La palabsa “termas” le sonaba a lugar aburrido, a viejos y a enfermos, Pero, por cra part, le aseguraron que el lugar era muy bonito, que se comian muchos dulces y que habia un bosque preci 0, Y lo mejor de todo era que Diego le habia prometido llegar el fin de semana para volverse con ella a Santiago. EL automévil ya viajaba por el camino de tierra, ori ando el rio que corria tormentoso, muchos metros’ mas iy aap. De pronto apareci6 ante ellos un antiguo y enorme eaificio que parecia. colgar del acantiado en. ta ibera puesta del 0 iQue lindo! Ese sera el hotel” —pregunto Emil —Seqiin mis datos, sf —respondid don Hernan, mo- viendo brazos y hombros para girar el manubsio y entrar eel angosto puente que cruzaba el rio, “iQue lugar tan peligroso! Te imaginas caer por ese precipicio? —se asusts tia Pepa. “Piensa mejor en el almuerzo que nos espera, Pepa Uno de los atractivos de este lugar es la comida —tespon- dig don Hern, tragando saliva Bl auromévil siguid sa trayecto y pronto entraban por Jun camino de gravilla. Los arboles centetiarios y la profu- fin de plantas que sombreaban el patio. de entrada 2) hhotel daban la sensacién de paz que todos esperaben Mientras don Hernan llenaba el formulano de recepcién on sus datos, Emilia y sua se encaminaron hacia la fi vidriada que cabs a un inmenso. patio interior, Alraidas por el verdor del césped y los aumerosos maci2os de floces. iQue bien mantenido esié este jardin! —se adminé Pepa. re ce err Aapareci tas ella. Les propongo i a conocer nuestias habitaciones y Wego, a almorzar —les dijo, mientras palpaba su. promi: nena eee ace en eee 8 en dos habitaciones contiguas cuyas ventanas da- 4 precipicio bordeado de arbotes con flores amacilas, y sobrina atravesaron corredores de olorosa madera y “patio en cuya fuente centeal unos leones de bronce ‘agus por sus fauces, Cuando abrieron Ia puerta We que separaba al antiguo y espacioso bar del co- » AEQUELINE ALCELS AA A GLIRALDES medor, el ruido de las conversaciones parecis disminuie y los comensales que alli habia se volvicron disimuladamente ara mirar a los recién legados. Una camarera de ojos ‘vivos, con un impecable y almidonado delantal celeste, se acere6 @ ellos y los condujo a una mesa en cuyo centro, afirmada en un servilletero, habia una tarjeta en la que se lefa: Hernan Martinez y fama. Se sentaron con muy buen Animo y mientras la cama- sera llamaba al mayordomo, Emilia se dedic6 a observar a los otros pasajeros. A su derecha, una mujer vestida de blanco llenab el vaso de jugo de naranjas de un mucha- cho mubio, algo palido y de aspecto muy simpatico que tenfa al frente. Estab sentado en una silla de ruedas. Un poco més allé, un hombre de unos treinta y cinco aitos, de melena larga y bigotes y barbita a lo mosquetero, se dejaba acariciar la mano por una rubia platinada, Esta tenfa una apariencia juvenil, pero su mirada y sontisa revelaban a una mujer de edad ya madura_ A la izquierda, yy cerca de la ventana, dos sefioras cincuentonas conversa ban animadamente. Una de ellas, menuda y de pelo muy corto, llamaba la atencién por su pequefla nariz excesiva- mente respingada; la otra, al parecer més alta y maciza ‘que su compafiera, lucia un peinado Ileno de rizos y grandes aros. Su brazo derecho, rodeado de pulseras, tn- tineaba cada vez que movia la mano. —Bienvenidos, sefiores —Ia voz eduicads y ronca del mayordomo sicé a Emilia de su silencioss contempla- eion—. {Cull de los dos ments de! dia van a elegic? —pregunté extendiendo a cada uno las cartas—. 0 qui= 245 quieren el régimen especial? -jMmmm! Nada de regimenes aqui! —dijo muy se fo don Hemin. Nadie diria que eres médico —to regan su mu: iee— Siempre soy yo la que tengo que estar penciene de tu colesterol “—Trtigame wna entrada de langostinos con mayonesa y luego los titones al jerez, por favor— sigui6 don Hernan, imperécto—. ¥ un vino tito de buena cosecha —agregs. Dofia Pepa dio un profundo suspiro y como para dar ¢jemplo 2 su marido pidié el meni de regimen: pescado al vapor con papas cocidas. =W la sefiorita? —Pello con papas fritas —dijo Emilia, como siempre ‘@ando iba a un restordn, El joven nubio de la mesa vecina escuch6 el pedido de Emilia ¥ le sonri6 abiertamente. Luego, como avergon- mado de su osadia, hundio la mirada en su pose de semola. Emilia se dijo que ese muchacho era muy buen mozo. De pronto se oy6 una explosicn de cristales y la voz ftida de una mujer llegd desde el bar: —jfsta es la tercera vez, Adelina! Ahora te lo descon- taié del sueldo. {0 td crees que a mi las copas me las repalan? A los pocos segundos, la misma camarera que los Juabia atendido al llegar, atavesaba el comedor en direc- G49n a la cocina con las mejilas encendidas y el paso Iipido. En sus manos llevaba una bandeja con uh par de copa rots. De inmediato las pueras se volvieron a abric para dar 4 una mujer de Bgura esbeka, ataviada con falda y te ge kcal eats y try conce ‘efunareaban un rostro de huesos anchos y nariz aguilefa. Se ha en un bastdn para caminar y daba cada paso con cuidado como si temiera resbakir. Sus ojos esaban Por unos. grvesos lentes oscures, con un marco que se elevaba en los extremos como un antifiz " ==Buenas tardes, dota Hortensia —saludé el hombre de barbita—. felicito por la mermelada de los 2 ACQUELINE HALEHLS A WANT CORALDS 1a mujer se volvio, orientada de inmedtato por fa voz (que I2 interpelata y camnin6 hacia el lugar —Queé bueno que le haya gustado, Seftor Benietti: Bs de nuestros propios naranjos. 2¥ ya eligid el lugar? —Pregunt, con una sonrisa amable Si, es espantaso! —se adelant6 a responder la ru- bia, haciendo un mohin infantil con los labios—. Joaquin es tan loco para elegir los lugares de filmacién, que un dia alguien va a suffir un accidente. $i no confiaa tanto en el genio de mi novio, no pondrfa tn peso en esa pelicula, —Encontré el lugar exacto, dona Hortensiat —siguio Joaquin, como si no hubiese escuchado el comentario de Ta mujer—. Tiene todas las caractersticas que necesito para mi pelicula Horror Verde: el acaniilado de cien me- ttos de profundidad, donde nadie sobreviviris, y un paisa- je de Basques. Y lo mejor es que esti aqui, al lado, cruzando el puente de la hosteria, Ia voz del hombre son6 fuerte y clara, Las cabezas de los que almorzaban se dieron vuelta para mirarlo. Capitulo Dos LOS HUESPEDES DE COLINAHUEL A bas seis de la tarde, en la hosteria de las TTermas de Colinahuel el ambiente era te- Injado y amisioso. Lucgo de tomar cl té acompafado del mis espectacular kuchen de frambuesa con crema que Emilia habia probado en toda su vida, decidio entablar Conversacién con las dos vecinas a su mesa 7 del comedor, que le parecieron perfectas Para poneita al tanto de todo lo que pasaba en el lugar. Y fefectivamente fue asi. Entre cuchicheos, las das sefioras ala- Ja buena comida, chismorrearon acerca de la excéri- formada por el cincasta y la rubia actriz. de voz y se compadecieron de la pobre Adelina que era it del mal cardcter de dona Hortensia, la dueria de la . Tia Pepa se unié a ou sobrina y pregunt6 por el bio, en sila de ruedas. (fan joven y buen mozo, que es ese muchachot 6 dofia Pepa. Ia sefiora de pelo corto y nariz pequefia, que se ‘como Lila Gacitda, respondié: s=Tengo entendido que es huérfano y antes de que ‘Wiehia de este hosteria lo adoptara, vivia con un tio 4 swe queue BALCELIS- NA NARA CoRASDES soltero en Santiago. Fue operado de la coiumne. Segtin la sefiora Hortensia los médicos dicen que con la segunda operacién va a quedar bien. —la vor de Lila era muy ronca y cada vez que pronunciaba la letra p, la punta de su diminuta oariz descendia. —Teresita, su enfermera, lleva con € mis de un afo, desde la operacién —siguis’ Sara, Ia morena de cabello, rizado—. Parece que la enfermera anterior renuncié a su trabajo debido al cardcter de dofia Hortensia. Les confesa- ré que le sico el sombrero a Teresa, porque tampoco el muchiacho es facil Culpa de su madre adoptiva, que no ha sabido formarlot Si Rafael es asf es porque ha sido malcriado —se exalt6 Lila—. ;Cudntos padres se equivocan sl educar a ‘sus hijos: 0 fos miman demasiado ¥ los tansforman en lunos caprichosos, 0 son demasiado duros y hacen de ellos hombres y mujeres llenos de rencor! —iPor suerte mi hijo es un principe bueno y dulce! ‘Gracias a Dios, supe educarlo bien! —exclamo Sara, mo- ‘viendo sus manos y haciendo sonar las pulseras Qué lindas sus pulseras! —dijo Emilia, dispuesta a ser amable Mas que lindas, son mis pulseras de la suerte. No me las saco ni para dormir {Ver que ésta tiene un die en forma de pata de conejo y ésta cra, un trébol de cuatro rojas? —iNo Io sabré yo! —comenté Tila, ahora con buen humor— la supersticién de Sara me quita el suefio sys raed dere con las pulseras? —quso abet Emilia ‘Esty tan acostumbrada que ya ni las siento En esos momentos lleg6 el cineasta con su novia El habia recogido sus largos cabellos en una cola y la rubia exhalaba un fuerte aroma a pesfume de flores. — Buenas, sefiorast 2¥7 ZVendremos Dama Negra esta noche? ra JACQUELINE BALCELS AA MARIA GRADES ‘ ‘Pobre mujer ;Puras tragedias! Debe de ser por eso ‘que tiene ese caricter tan agno. Me cont6 que hace un par de anos perdio a su hermana en un accidente horroro 0, Adems, tiene poco menos que las cataratas del Nidagaca ‘en cada ojo y le da pavor operarse. Por suerte, lo poco y nada que ve le basta para moverse en este lugar que ‘eonoce como la palma de su mano. Su (nico consuelo es Rafael, a quien adopes hace algunos ato. Si, el de la silla de ruedas. ‘Sabias, tio, que lo ‘operaron dle la espalda? Dota Hortensia también me cont6 eso. Al parecer fel muchacho se fracturé una vértebra cuando tenia doce Iifos y lo operaron para corregir cualquier posible desvia- de ta columna vertebral. Pero como es uns zona lca y dificil ls operacién no wvo el éxito esperado. Gomo sila mencién de su persona lo hublera rat comedor, se escuch6 el sonido de ruedis sobre: las fenceradas. y apareci6 Rafael, acclonando los co de su silla, Tras el, impecable en su uniforme Wieo, Yenia Teresa, In enfermera. En su rostro muy ido, enmareado por una melena color miel, 103 ojos ¥ [rios cantrastaban con la seasualidad de sus la gruesos. ‘Apenas entraron se oy6 la vor de la rubia tito! Te prepara otra tastada con mermelada? se esciichs la respuesta, pero no habia pasado iin ‘quando La rubia se levanté del asiemto y salic del on paso airado. Joaquin también se puso de fen ver de seguir a su amiga —como Emilia fsperado— se dirigis a la mesa de kafael y se Ni in listos para la noche? Les anuncio que esta fe quedaré con la Dama Negra, —oyo Enuila que —iPor supuesto! —se alegré Lila. FE inmediatamente pregunt6, dirigiéndose a dofia Pepa—: :Le gusta jugar a los naipes? —La verdad es que... no mucho —ttubes la aludia, —iA mi me encanta! —salté Emilia Lila y Sara miraron a la muchacha con cierto recelo, —iQué bien, al fin gente joven en la mesa! —excla- ‘mé Joaquin, y guind con simpatia un ojo a Emilia. —aMe encuentras vieja, gatito? —ronrone6 la rubia, dejendo su boca redonda mucho rato. Joaquin, sin respondetle, se despidi6 del grupo para dirigirse a su mesa donde ya los esperaba Adelina para atenderlos. La rubia lo siguié moviendo cabeza y caderas ‘con desgano. Por una de las ventanas del comedor se vio pasar al voluminoso don Herndn, en amistosa ctiarla con la dueha, de la hosteria, Ella caminaba lentamente y él la sostenta. por un brazo. Los ademanes de la mujer eran amptios,, como si le estuviera mostrando el lugar. —iAhi esté el tio! —exclamé Emilia—. Qué raro que no haya venido a tomar te —Después de todo'lo que almorz6... —dofa Pepa’ ddejé la. frase sin terminar. Pero justo en exe momento el vorarrén de su marido irrumpi6 en el comedor pidiendo a ‘Adelina su racién de kuchen, més tostads y mantequilla —iNo hay como Ja mantequilla de campo! —excla- ‘m6, mirando hacia la mesa de Sara y Lila que lo observa- bban curiosas. Emilia y su tia se despidieron de sus nuevas conoci das y se unieron a don Hernn, —é¥? —pregunts dofia Pepa. —2¥ que? —respondid su marido. —Tia Pepa quiere saber qué te pareci6 la duena 1a hosteria, pues, to. Te vimos en amena charla con ella. ‘Don Hernan exhal6 un suspiro. a jupar, Teresa? —prepunto Rafael oo nc QueLNe sauces a MASA COMRALOTS Si, como siempre —contest6 ella, con la cabeza inclinada sobre su taza de café —Espero que alguna vez hagamos perder a Rafael —comenté Sara al pasar junto a cllos, rumbo a la puerta. Y¥ en un impulso juguetén, revolvi6 con su mano lena de pulseras la cabeza ensortijada del muchacho. Rafael dio Capitulo Tres LA DAMA NEGRA El dia atin no aclarabi-y a Emilia le pare- Ci6 que Hevaba allf mucho tiempo. ¥ no porque lo estuviera pasando mal: por el Contrario, te habia parecido muy entecte- nido y cflido et ambiente del lugar. So- bre todo le habia gustado la presencia dee Rafael que, con sus ojos dorados, le parecia un personaje de novela romdati- ge de pronto se levantarfa de su silla para combatit al Bn de las injusticias Absorta en sus pensamientos siguid deambulando por Yenidero que llevaba hacia el bosque de eucaliptos, “troncos de enormes cinturas luckan el paso de los Al cruzar el puente miré con algo de temor hacia onde las aguas corrfan desbocadas y_rugientes las pied, Se afirmé con ambas manos a las delaa- rans y se dijo que,alguien con vértigo seria inca- [pasar por af, Cuando llego al otro lado lanz6 un uspiro y sigui6 carninando ms confiada. 1€05! —Ia sobresalt6 una voz ronca. fA su derecha, Y enire el encaje de las hojas © una figura, Como Ja luz del sol a esa hora caia » {SAC QUUINE MALCELIS- ANA MAA GOMRALDES oblicua frente a ella entorpeciendo su visiin, s6lo vio un ‘cuerpo alto y el contorno de una cabera de largos cabe~ lios brillances —jSoy el fantasma del bosque! —dlijo ls figura, dete: niéndose un instante, antes de avanzar hacia la muchacha, ‘Quando Emilia reconocié al cineasta, lanz6 una carcajada, —iFspero habene asustado! —ri6 también Joaquin y agrego—: Estoy reconociendo el terreno en el que filmare: mi pelicula y por tu cara me di cuenta de que este es el lugar perfecto para una de las escenas terrorificas de Ho = muere alguien cn su pelicul —Si, justamente aqui, Fila seré lanzada acantilado. ilar =Si, ella, Betty. El nico problema es que sufre vértigo y se nicga a acercarse al lugar. Creo que tei mos que usar un doble. Emilia imagind a la actriz, con sus tacones alt caminando llena dle remilgos por el angosto puente yt de disimular una sontisa. Joaquin se unié 2 su paso, El sendero terminaba un claro donde se distribuian unas mesas hechas dle t co con unas banquetas a sus costados. Mas alla de ‘aromos en flor, auevamente se abria el acantilado, ire, qué lindo lugar para picnic! —dijo bi encantada —Podriamos proponer un almuetzo campestie & Hortensia —dijo Joaquin, y sacd un cigarrillo. —sPor qué no me cuenta de su pelicula? —pi Emilia, sentindose sobre una mesa, sin importarle lati que habia sobre ella —ts la historia de un crimen —respondid joaqt Juego de exhalar una bocanada de Inemo. Y luego ai 'g0— Pero de un crimen perfecto. I fondo del Nunca se descubre quién es el asesino? Es: cs la gracia del guiGn: los espectadores saben todo, pero los personajes nunca se dan cuenta, AY quién es el libretista? Yo. Emilia lo micé con admiraci6n. No se habria imagina- do que exc hombre de aspecto tan frfvolo pudiera escribir Jina buena historia tetty debe ser muy buena actriz dijo ta joven, Wolo pari ser cortés. ion | _-=Te sorprenderfas de lo buena que es —contest6 él, snsavo, is buena actriz. al parecer, y le financia sus pelicu- " s¢ dijo Emilia, “Con raz6n'tiene tanta paciencia con Ilmos de gata vieja". ‘Oseurecia. Un instante despues, los dos atravesaban mc de regreso a la hosteria. ron juntos al bar. Alli estaban los tios de Emilia ‘un campari en amena conversacién con Lila y ibign estaba Bety, en una mesa de la esquina, en contemplacién de sus urias. Cuando los vio en= ‘con snimacién y les hizo schas. te habias metido, gatito? —ta escuché ron- lia, apenas él legé a su lado. ‘muchacha sc acercé al bac para pedir una bebida. ella, dofia Hortensia le daba ta espalda mientras ‘el cit6fono que comunicaba con las habita- pronto, su voz alterada se alz6 lo suficiente ‘que Emilia alcanzara a escuchar. inl Ukima advertencia, Teresa. No quiero escin- W hosterfa, No.... no te disculpes. A la préxima fecomendaciones. Ya sabes lo que eso signif- 2 JMC QUEUNE RALEERS AML MARL GOMALDES cca para tt —agreg6 con clerta Ironia. Luego cond y de inmediato comen26 2 palpar las teclas con sus dedos. hasta que eligié una y presioné— Humberto, gen qué te demoras? Ya la gente esté aqui. Emilia pudo confirmar que Lila tenia raz6n: el caric- ter de la duefia de la hosteria era infernal. La joven pidi6, un jugo de frutlia a la camarera y se ale}6 del bar sin que dona Honensia diera muestras de haber advertido su pi sencta Luego de a cena, que fue servida a temprana hora, regresaron al bar. En esos momentos todos refan porqui a mentida Lila, sin ninguna ayuda, transporaba dos sil una en cada brazo, y las colocaba frente a la mesa juego cubierta por un tapcte verde estampado con figul de naipes. Sara y Lila; don Heman y Es Betty; Rafael y su enfermera, Teresa, se sentaron al de la mesa. Quien va a explicar el juego a den Hemén y Enilia? ~pregunt6 Joaquin, barajando los maipes con dl tera Es muy facil tomé ta palabra Sara— se repai todo el mazo de una baraja. Los corazones son puntos contra y tienen el valor que indica la carta y la Negra, que es la reina de pic, tiene veinticinco puntos contra. Hay que seguir obligadamente la pinta que juega, pero si se esti fallo se puede jugar un corazon a Dama Negra. En resumen, se trata de descartarse de puntos altos, especialmente de la reina de pic, que es: car fatidica. da dama de pic? —pregunté Emilia, como dando algo en voz. ata —Si, ‘por qué —pregunté Sara —No... nada. Es algo que lei en un dirio viejo disculpé ki muchacha. {Qué leiste? —quiso saber Lila. —Dejemos la conversacién para después y ahora de- iquémonos a jugar —imervino Betty. Y anadi6— lo Ingjor es que hagamos una primera ronda de ensayo para que entiendan bien, igual como hicieron conmigo. —Sospecho que ella todavia no entiende —cuchi- ‘ie6 Rafael, al o'do de Emilia, provocando en la mucha- ‘ut una risa ahogada, Se sortearon las cartas y, en medio de murmullos, se el juego de ensayo. Don Hemnén, sentado entre Lila Hina, vio que le habia tocado la Dama Negra. Por suerte Mleseartarse de una pinta y cvando Lila tomé la Ino y jugd txebol— justo la pinta que don Hemin no és, con una mirada de tiunfo, lanzé la Dama sobrela mesa. Hetty lanz6 una carcajada nerviosa, mientras Teresa, Jun cerrar de ojos, se negaba a aceptar el cigartillo, ‘on silencio le offecia Joaquin. ‘Ula se Jlev6 el montén con una abiesta sontisa; pero ‘noid la tensin de los miisculos de su cuello y la fibiosa que lanz6 a su tio Hernan, (Tranquila! animé Sara a su amiga, adivinando su « jBsto cra sélo un ensayo! —agregé, con sonri- ¥ intineo de pulseras. ‘eye momento dona Hortensia entr6 al bar, apoya~ bbruzo del mayordomo. Se detuvieron junto a ta Iniciaron, en voz muy baja, lo que a Emilia le a discusion. ¥ mientras Lila barajaba los naipes fcomentaban Jos sustos que habfan pasado en el digcusién en la barra parecia crecer, aunque Jun murmullo. velado, Emilia se dio cuenta de Festa observando la escena y de que apretaba los brazos de su sila ia fuera una pelicula, dona Hortensia estania del mayordomo —susurrs Bety al oido de 4 yacquaune BALeEUs- ANA Matta oOALDES —iPor qué dices es0? —se sorprendi6 Emilia, en el mismo tono de confidencia, mirando al hombre que se. alejaba hacia el comedor. —lntuicion femenina, linda. En eso yo no me equi ‘voce. —Y la rubia qued6 subitamente triste. —iYa, menos cuchicheo que empezaremos el juego! —anunci6'don Hemén, dejando su lapicera dorada sobre 1a hoja donde habia anotado el nombre de las jugadores. —iQué lapicera tan linda! —se admir6 Rafael, salien- do de su mutismo—. Es una Mont Blaric leptima, verdad? —Si, regalo de mi esposa cuando cumplimos cuaren- ta alos de casados —respondi6 el aludido, con orgullo. I juego continu6 en sagrado silencio. Y mientras Lila epartia las cartas, Emilia miraba a doa Hortensia con, sorpresa, pues le costaba creer que las mujeres maduras, también’ se enamoraran. Seria verdad lo que pensaba Betty? * Hortensia ‘se habia sentado en una mesa junto al bar y bebia algin licor en una pequetia copa. Parecia ajena a toda presencia a su alrededor; s6lo cuando re- gres6 el mayordomo, con su paso ritmico golpeando las, tablas, ella levantd Ta cabeza e hizo un gesto con su mano. El se acercs, Hortensia le cogié un brazo para obligarlo a inclinarse y le habi6 al oido. Momentos des- pués el hombre, con ei ostro impasible, ofrecia un bajativo 2 los jugadores. —Cortesia de la seftora Hortensia —iba diciendo, a ‘medida que llenaba cada vaso. Ensimismada en sus cavilaciones, Emilia despleg6 len- tamente sus naipes para ver con horror que, entre dos: inocentes tréboles, aparecia la Dama Negra. Se puso en ‘guardia, Olvid6 los posibles enamoramientos de dovia Hor- tensia, Pero igual se qued6 con la Dama Negra. Y cuando el fo anoté Is enorme cantidad de puntos que lla habia ‘UA ¥ 14 DANA NRA * seumulado en una sola vuelta, dio, sin disimulo, una pata da de rabia en el suclo. ile cuchto? Yo era igual que 10, pero aprendi a controlar mi caricter con la actuacién —le dijo Betty, con los ojos muy abiertos. Hl juego se prolongs por mis de una hora. Lila no pperdia nunca y cuando lanzaba la daa de pic sobre la ‘mesa lo hacfa sin alardes. Cada vez que Sara se adjudica tba un montén de naipes, sus tintineos de pulseras dis Walan al resto. Cuando los bostezos de Betty se hicieron ‘muy evidentes, don Hernin propuso terminar. Pero al buscar su lapicera para sumar los computos, no Ia pudo ‘encontrar. Disimuladamente busc5 debajo de la mesa y Iuego hurgueteé en sus bolsilos. —iNo encuentro mi lapicerat —exclam6, revisando luna y otra vex en sus bolsilos, —ila Mont Blanc? —Rafael lego cast a saltar de su sila Capimlo Cuatro ;DONA HORTENSIA NO DESPIERTA! 1a Mont Blanc no aparecis, pese a la busqueda minuciosa en la que todos co- Jaboraron. La sefiora Hortensia se habia acercado a la mesa e incapacitada para buscar, daba 6rdenes al que se le ponia por deiante, Usted siempre tan_neiviosa, sefiora ~ se molest6 lila, cnronqueciendo mas min su voz. —=W cémo quiere que esté con un ladr6n en la hosterla? —se exa6 la mujer. —iladron? ¢Bst4 acusando a alguien? Porque sepa es desapareci6 un encendedor de oro hace nockes —chillé Bey. —2Y cémo no lo habia dicho antes? —respondis la hospedera con mal humor. —Cilmense, por favor —dijo don Hernén, muy inc6- modo con la situacién—. Seguro que aparcce mafiana con la luz dei dia, cvando hagan el asco. Pero la ‘sefora Hortensia temblaba enters, mientras Yodos revoloteaban por el lugar, buscando. hasta en los lugares mas apartados de la mesa de juego. » {acQUALVE BALCEIS Asa MAA GOURDS —Por favor, Humberto, tréeme mas licor de cacao} —pidid la dueiia'de ta hosteria, dirigiéndose al mayordo- mo que permanecia impasible observando la escena Humberto fue tas Ia barra y volvié con una botela. ‘Venté el liquido espeso en la copa vaca que su patrona Irabia dejado sobre el tapete verde. La bisqueda continué por un buen rato, Los jugado-| ses iban y venian por los alrededores de la mesa. Doha Hortensia permaneefa sentada, mientras su mal humor iba en aumento, —Parece que la Dama Negra siempre trae maka suer- te —comenté Emilia a su to, Dofia Hortensia la escuché y ahogé un grito, Luego murmurs —Por favor, no mencionen mis esa carta maldita delante mio. —Por lo de su hetmana, zverdad? —se atrevi6 a pre- ‘guntar Emilia —Si, Esa carta ha causado fa desgracia de mi Familia. ‘A mi hermana menor mi padre le decia “Dama Negra” ya esa hermana nunca la volvi a ver. Mi segunda hermana, usiedes saben... la mujer hizo un gesto, como para bborrar sus malos recuerdos y dijo—: Estoy segura de que, mafana va a aparecer su lapicera, doctor. Yo también estoy seguro! ta animé el doctor— Y ahora les propongo que nos vayamos a dormir —dijo, don Hemin; cogiendo a Emilia por un brazo y haciendo, luna venia a todos-—. Buenas nochest El 30, entraba por los ventanales del comedor y hacfa brillar las tazas y platos preparados para el desayuno. Los, hhuéspedes, como si se hubieran puesto de acuerdo, lega- ron tarde. Guando Emilia y sus tfos entraron al comedor, Ua ¥ 1A Daa wacaa 2 6lo estaba Rafael con la enfermera. Don Flemén buscé al hayordomo para preguntarle si habfan encontrado su Mont Mlanc. Pero el hombre no se vefa por ninguna parte, Tampoco estaba la camarera, y el desayuno lo estaba sirviendo una mujer con delantal blanco que, seguramen- {e trabajaba en I cocina, Emilia ya habla comenzado a ‘unlar las tostadas con mantequilla, en espera de su café “=jBres un descuidado, viejo! —doha Pepa comenzé A fegatarlo. Don Herén no alcanz6 a responder porque en ese thomento se abrieron bruscamente las puertas ¢ irumpio ‘en ol lugar Adelina, la camarera. Miré hacia todos lados y ‘Guano vio al doctor se abalanz6 hacia la mesa | =Sefior Martinez... ereo que usted es médico, zno? Y sin esperar respuesta, comenz6 gimotear—: El ma- ee ore era a buscar. ES que dona ja no quiere despertare y esti tan pélida..—la termin6 en un sollozo histrico. La silla cle don Hern son6 contra las tablas cuando tite se levancé de golpe. Emilia, haciéndose la que no ficuchaba el consejo perentorio de su ta de permanecer ‘ahi, salio disparada tras él. - Cuando llegaron a la habitaciGn de la dueaa de la Hiosterfa se encontraron con el mayordomo que, de pie junio a la cara, miraba con preocupacién a la mujer que yacia en ella HEI mayordomo explicd con voz pausada que la cama- fora lo habia ido a buscar y que llevaba alli mis de diez {nutos tratando de despenar a sa patrona. Don Hernén levant6 los piirpados de la enferma, fomé su pulso y adviri6 preocupado la languidiez. de sus Imiisculos. Cuando termin6 el examen dictaming: la sefiora Hortensia esti absolutamente drogada. Por suerte sus Srganos vitales funcionan bien. Dotmict ‘gomo una roca durante varias horas. Cuando se despierte, 2 "ACQUELEE DALCELS “va Manta COmALDES Emilia pens6 que su estadia en el lugar se estaba volviendo interesante. Tomé répidamente su café con le- che, engullé un croissant relleno de chocolate y dos tosta= das'con mantequilla y mermelada de naranias. Y, con todos los sabores aiin en Ia boca, se pregunts qué queria decitle Rafael Capi Cinco UNA INSOLITA REVELACION De los hocicos dorsilos de los Ieones cafa iocansable el agua. Cuando Emilia llegé junto a la fuente, Rafacl ya la esta- ba esperando, La joyencita se instal6é en un sillén de mimbre junto a Ia silla de su amigo y lo mir6 sonriente. Pero él no respondi6 a su sonrisa. Se vefa incé- modo. ile pedi que vinieras porque necesito con urgencia iblar con alguien. ¥ aqui no tengo amigos, ni tampoco, comprenderds, puedo salir a buscarlos. |=No te preocupes. Ademis me encantarla ser tu ‘amiga —respondi6 de inmediato Emilia, prepardndose para luna confidencia. Gracias. Dos cosas te quiero decir y las dos son ‘nportantes —empe26 Rafael, mirando hacia todos lados—. 1M primera es que sospecho quién robo la Tapicera y se MBB esioy casi seguro de que fue mi propia tia Hortensia la {que se dopé para llamar la atencién de Humberto. —,Quién es Humberto? —pregunt6 Emilia, enredada ‘€0n tanto dato. #1 mayordomo ” {JSCQUSLENE MALEELIS ANA HAI GORALDES —2¥ por qué tu tia quiere llamar la atencion de él? —Porque mi tia. Rafael, dudaba, buscando las palabras—. Mi tia esta encaprichada con él —aBneaprichada? =O enamoradla, si quieres. Emilia records Su conversacién con Betty y se dijo ‘que la rubia actriz no era tan tonta como parecéa Como asi? Primero, lo hizo socio en la hostera.jA un mayordomo! —A lo mejor es un buen socio. —Desconfio de ese hombre. Yo creo que tu tia se sabe cuidar muy bien. No creas que tanto, Una mujer de fortuna como) ella €s un buen scbo para un aprovechador. Lo tinico que. falta es que la convenza, si ¢3 que ya no le convencié, de: que lo incluya en su testamento. —aQuines son los herederos legales de tu ta? Eh este momento, si ella no ha hecho cambios, seria yo su Gnico heredero: su hermana mayor murié hace: dos aos y la menor parece que también —Parece? —Se fue al extranjero cuando cumplig veintiGn aos. Segiin la tia, tenia un cardcter muy raro, era enferma de la cabeza... una loca. Dice mi tia que lo mas seguro es que haya muerto, ilo que no entiendo es por qué tu tia se dopo! —lljo entonces la muchacha, aburrida con el tema de la hherencia Pari tlimar la atencién. Mi tf es muy fisgona: to que no ve, lo escucha, ¥ parece que: escuché a Humberto trablar por telefono con otra mujer. iN como sabes tanto? —Porque yo estaba con ella cuando levant6 el teléfo- ro y sorprendio la conversacién. Pobre tia... vieras e6mo se puso! Peor que cuando asesinaron a su hermana. aL a DAMA ee % “No me vas a creer, Rafael, pero esa historia la lef ‘Ayer en un periédico viejo que envolvia un cintaro de la que compr6 mi tia en el camino. Y justamente Iiioehe, cuanclo jugsbamos naipes, me acordé de la histo is con el juego de la Dama Negra “Yo int he acordado noche a noche, porque llevamos semana jagando. Empieza el juego y mi tia se va del bar. TY quien 106 kt lapicera de mi tio Herman?’ —se ‘emionces Emilia “lai misima persona que robs el encendedor de Betty Alavero de nacar. + syQuiére "1a senora Sara. Wi emo sabes? “Porque la sorprendi escondiendo en su bolso una ta de café SAQuieres decie que es clepiomana? —se aventurs a Enilia $0 ladrona —sentenci6 con dureza Rafacl. GN no le has dicho nada a la sefora Hortensia? fexirand la muchacha STeresa se ha encargado de decir que la inmovi hha desarrollado en mf un exceso de fantasia. Por lo ‘no me creesian si no les presento pruebas. Y es por que queria pedirte ayuda —Rafael se Ia qued6 miran- «0n los ojos brillantes. © =i¥ como te podria ayudar yo? —djo Emilia, pre- _untindose si’Teresa tendfarazén © -Kegistrando el dormitorio de Sara Timilla se quedé unos instartes en silencio. Toda la Historia de Rafae! fe parecta exagerada, © las cavilaciones de la muchacha fueron interrumpi das por un acceso de tos de Rafael. “ie sientes bien? —le pregunts al verio colorado y manoteando % ‘ACQUELDE BALCMAS ANAMARIA COMALDES —iMe estoy resftiando! Tengo un poco de frfo. A Teresa se le olvid6 pasarme mi suéter —se violent el muchacho. Emilia habia descubierto una faceta de la personali- dad de su amigo que no le gustaba nada. Pexo al verlo en. su sila y recordar que tenfa que prepararse para una ‘ueva operaciGn, sintiG que lo comprendi, —Si quieres voy a los baios y le pregunto a Teresa donde dej6 tu suéter —se offrecio. —Te lo agraderco —respondié él entre toses y carraspeos que: a Emilia le parecieron exagerados. La muchacha atraves6 el jardin y enisé en cl enorme ¥_antiguo edificio de los bafios termiales. La humedad le sali6 al encuentro en cuanto cruzd el umbral. Una escalera de mnmol blanco descendia hasia lo que le parecié ol fondo de la tierra, Pero en lugar de estar oscuro, los. colores que pasaban a través del inmenso viral que hacia de pared en cl fondo de la nave, iluminaban todo con un. juego de arco irs los pasos y las voces retumbaban en el lugar con eos de Catedral, Emilia comenz6 a bajar con paso 4gil, pensando en todo lo que tendria que volver a subir. Una vez abajo, se dicigié a una mujer sentada frente ‘una mesa que se Ocupaba en llenar unas fichas. ila seflorita Teresa esté aqui? Necesito darle un recado. iA Teresita? No ha venido hoy —respondié la mu- jet mirando con simpatia a Emilia —Gracias —respondio Emilia, tratando de imaginar cen dénde estarfa la enfermera, Luego de subir los interminables escalones del edifi cio de 10s bafios lleg6 sin aliento a la fuente de los leones. Pero su amigo ya no estaba alli, Calculé que el tio Hemin y Ia tia Pepa estarian dando una vuelta por los alrededo- res y decidié buscarlos. Se fue eaminando por el sendero ” ‘ACOURENE BALES ANA MARIA GORALDES del basque hacia el puente. Todo lo que le habia contado Rafael daba vueltas en su cabeza. (Qué ganas de que Diego estuviera con ella! Se senté en un tronco cortado, leno de musgo, y se qued6 ali con la mirada perdida los péjaros piaban con estridencia, escondidos entre el follaje. De vez en cuando uno cruzaba pot sobre su cab za con aleteos suaves. Bl rio continuaba su incansabl ‘carrera a los pies del acanjlado. De pronto un murmullo, que no cra de agua ni dé alas, interrumpi6 et arméni rumor del bosque. Era una conversaci6n entre un hombre Y una mujer. Emilia aguz6 el odo, sin moverse de su asiento, Los que conversaban estaban a pocos metros dé ella, tras los eucaliptos. —E5 lo Gnieo que podemos hacer —dijo una voz de} hombre—. Ten paciencia asta cuando? —pregunt6 una mujer. —Hasa que concluya la filmaci6n, ya t¢ To he dicho, Si Bety se entera ahora de que quiero terminar con. two proyecto de matrimonio, jadids pelicula! —Entonces, lo que estoy entendiendo es que no de su Estaba muy concentrada haciendo pelotitas con las mi de su pan. ‘Los pasos de Hortensia y el golpe seco de su bas se perdieron tras la puerta del bar. “(Qué bueno que manana llega Diego", se dijo Em anhelando compartir sus apreciaciones con alguien de ‘entera confianza. Heroin y Joaquin demoraron una eteraidad en ci zar el puente, sosteniendo cada uno un brazo de duefa de la hosteria. La amplia falda negea de la muj revoloteaba enue la piemas de las hombres. Cu flegaron al lugar ya estaban todos instalades frente @ manteles azules que cubrisn las risticas mesas de . cos. Era un agradable espacio redeado por los eucalipt Mas atrds, a ambos lados del sendero que levaba acantilado, los aromos floridos manchaban de amt del bosque. Adelina sacabs copas y cubiertos de ccanastos, y Humberto distribuia en fuentes de mad ttozos de jamén acaramelacio, pavo, salmén ahumado vistosas ensaladas la tensi6n de la noche anterior parecia olvidada y conversaciones flufan alegremente. Incluso Sara se mis repucsla y contestaba de buen talante las. bromas Joaquin. ‘euindo se van? —pregunt6 Emilia, mirando a desempleadas. 86, me imagino que a fin de mes —respondié ‘ite displicente—. Mi tia tendra que buscar 5. . bebieron, conversaron y rieron. Luego de Humberto despleg6 mantas y sillas de lona itboles. La primera en instalarse fue Hortensia, 2. Adelina que le cubriera las picrmas con una snes se tendicron y otros se sentaron. Las con. fueron apagindose y la modorra llego silen * {sweQUEUINE BALCEUAS-ANA Madde CUIALDES ciosa, abatiendo parpados. Emilia, luego de mirar su —eran las tres de la tarde—y calevlar que Diego pronto a llegar, se tendi6 cuan larga era sobre una ¥ apoyo la cabeza sobre los brazos. No supo si era ‘cryjir de hojas 0 et zumbido de un insecto 0 quizis ruido de Adelina 0 Humberto recogiendo vasos y platos ‘timo que sintio antes de quedarse dormida. sILA La DAMA HGRA » un amigo! —respondi6 Emilia, en una presenta- y ‘oie momento aparecio Rafael, acclonando su sil F entre los arboles in, Diego, hombre! —sludé don Hemén, des- ‘con un gran bostezo en su silla de lona. sie acerco a Jos Martinez, se inclin6 para besar ‘en la mejila y dio un apretén de manos al Jin, desde su manca, salud6 al recién Megado amistoso. Y lila, reclinadas en sillas contiguas, se vefan 1a camisa verde de Rafael se agitaba sobre los ojos Emilia, y Humberto les tendia sendos vasos llenas de liquide viseoso. Emilia supo que ese liquido contenia veneno y no queria recibirio, pero Rafvel insistia en su que no lo rechazara. Mientras tanto, las carcajodas ext tes de Betty se mezctaban con los sollazos de Adelina, habia xrecibido una bofetada de dota Hortensia. Los de la mano de la duefia de la hosterfa se habian tra do en tenticulos que danzaban en el aite y ahora se ban a ella para agarrarla por un hombo. —iEmiliat (Emilia! —sintié que la remecfan y lanz6 ‘grilo—. (Emilia! ;Qué te pasa? ;Despierta! La muchacha abrié los ojos y se encontré con ‘querido rostro de Diego —Diego...;qvé bueno que estis aqu? —exclamd muchacha incorporindose de un sakto y lanzando brazos alrededor del cuello del recién Megado, Diego le dio unos carificsos tironcitos de pelo y a su alrededor. Algunos de los que alli domitaban, dis ‘minados bajo los arboles, mostraban algo de polvo ama lio sobre sus cabellos. Con el muido de la conversa tampoco ka vi por alld —siguié Humberto, luno a uno fueron abriendo las ojos ¢ incorporindose, Beedle cenermcridsompeciney Serie aire despistad. ‘eon ells? iy este joven tan buen mozo, de dénde salic? (Vi a na enfermera asomada a una ventana de ‘escuché la vox somnolienta de Betty. cumdo venia hacia aca —dio entonces Diego. ero, con un cermo y varios vasos de papel, y on una bandeja lena de bizcochos, se acercaron rico! {Café, cafecito, café! —los gritos de Betty Taltar a Sara, que se incorporé asustada. Aabrié los ojos y miré con desgano a Bety recibir de Humberto un vaso con humeante café negro. donde esta la sefiora Hortensia? —pregunts la micwon hacia la silla roja, donde la duefia de habia estado semtada, Ahora s6lo se vela su \da sobre la lona. Ja estuve buscando por abi y no la encontre. ira, Adelina, de que no esti en la hosteria? Rafitel. Jo menos yo no la vi: entré a su habitacién a las y no habia nadic. o ‘acqQuruNe BALCRS ANA Man GOALS Hay que buscarla —declar6 don Hernén, poni dose de pic—. Es de esperar que esta scfiora, con la Visi6n que tiene, no haya decidido dar un paseo sola. No creo. No podria... se inquiet6 Rafael El doctor tomé el mando de ta situaciGn y distrib a todo el mundo para que buscara en distintos Iu Humberto, Emilia y Diego partieron hacia el. acanti bordeado de aromos. Lila, Pepa y Sara, hacia el bosque cucaliptos. Betty, Joaquin y Adelina buscarian en los al dedores del puente. Y don Hernén pidi6 2 Rafael permaneciera en el lugar mientras él iba al hotel a 2 Teresa. Los grupos se diseminaron obedientemente escuchaba el eco apagado de las voces de los demds, pronto el mayordomo se detuvo en seco y dej6 caer bbraz0s en un gesto de impaciencia, Exo €5 un absurdo! Dona Hortensia jamais ver a caminar por este lugar Yo creo lo mismo: si dicen que es casi ciega —apoy6 Diego. Pero Emilia, Wevada por un sdbito impulso, corti hacia Ia onila del acantilado. Miré hacia abajo y el falaron la cuerda que elev6 como un fardo el fe instanténeo. de Hortensia. Una vez arriba, don Hemdn no tuvo — ahi estat ‘examinarla mucho para comprobar que la dueia de Humberto y Diego se precipitaron a su lado y se ‘maron por el borde del precipi unos cinco metros =Desgraciadamente hay que hacer Ja denuncia; que abajo, y colgando entre las ramas de un espino que toque el cuerpo. fen unk siliente del acantilado, yacfa un cuerpo de mujer. ==Denuncia? gPor qué denuncia? —pregunts falda negra de su vestido se movia con el viento. 9, en tono seco. s=Siempre que alguien mucre en un accidente de tipo hay que llamar a Investigaciones —explicé el Y agreg6—: Es ley Capitulo Nueve fy UN CADAVER EN EL ACANTILADO i ‘fe El proceso de recoger el cuerpo de Hor-

—Llsmelo curiosidad, inspector. AY salistizo su curiosida®? —Alli me encontré con Hortensia y Teresa, caminan- do del brazo. —iDénde ali? —En el sendero de aromos que lleva al acantlado. —Wiscutign ain? Ya no, No quise ser intrusa y me devolvi dato rato calcula que se demor6 entre ir y volver? —No s€, unos cinco minutos. ao volvié a miar la hors? No. —éRegresé directamente al lugar del picnic? at —iEstaban los mismos que habia dejado? —Si, Se me olvidaba decirle que al regreso, en el ‘camino de aromos, me encontré con Sara, andaba en busca de Hortensia. Yo le dije que estaba paseando con, Teresa y ella entonces decidié volver conmigo, Capitulo Doce EL ENIGMA NO SE ACLARA ‘—ikstis muy cansada? —susuer6 Diego a Emilia, No. Esto es apasionante. (Te das cuen- ‘a? Aunque me duelen un poco las rod Is... —iShhbt Parece que entr6 alguien, —Buenas tardes. No tiene por qué estar tan nerviosa. Esto serd solamente una conversaciGn, seftora. Siéntese! —Seguramente le han contado muchas cosas de mi... Todos me han contado cosas de todos, seiora Sara. Por el momento a mi me interesa saber lo que usted hizo entre tres y tres y media. —Después de almuerzo me puse a dormir, como todos, y me despert. A qué hora? No sé, no miré la hora, pero pienso que eran mas de las tres. Me encontré con la sorpress de que todas las sillas estaban vacias, excepto las de los Martinez. También estaba la sobrina, durmiendo en el suelo. Me imaging que ” ‘sso UEUNERALCES ANA Mana CURatDES cl resto estaria caminando por los alrededores y me aleié dol lugar, esperando encontrarme con... con... con alguien. —dCon quién, exactamente? —No se imagine que. —No me imagino nada, senor —#s que queria hablar con la sehora Hontensia, por un problemita que habiamos tenido, —wProblemita? —Bueno, yo me imagino que ya usted estaré al tanto. ‘Algo sé. De unos robes. —St'Y ks sefiora Homtensia queria contirselo a mi hijo. Used le habia robado un portaretratos, no? —Se lo juro, inspector, que yo no le robé eso. AY tampoco la drog’? Pero cémo s€ le ocurte, inspector! —Bi deja de llorar, sefiora, vamos a entendemnos me- jor. Gigateme de su paseo luego de su siesta, —Caminé hacia el sendero de aronios, por si encom traba a la sefiora Hortensia. =a por qué hacia alla? —No sé, me imagino que segus un impulse A la encontes? —No, pero me encontré con Lila, que me dijo que Hortensta estaba paseando con Teresa. AY usted qué hizo? ‘Me devolvi con Lila = por qué {No habia ido en busca de la sei Rodriguez? {Psperaba acaso encontrarla sola, sabiendo q cera casi cig? Soli no. Pew tampoco con Teresa. Fs ener cs tan fra. Creo que yo no le gusto. Prefert acercarme Hortensia en ofra oportunidad. 4 “—Sefiora Sara, Ia Gltima pregunta. 2 usted Propuso a los pasajeros cl juego de la Dama Negra? ‘Bau ¥ ta ANA NRA s ila que se 10s propuse? Si, la que se las props fui Se me ocu luego dena conversion que Sostvines con ll actendo recuerdos de ls juegos de la infancta. va voy Seton Adelina, squese esas Kigrimas, que no me voy a comer. —Es que... es que han pasado tantas cosas, Ha sido uun dia tremendo para mi: justo la seftora me habia despe- ddido y justo ahora esté muera, jigual me quedé sin traba- jot Capaz que el caballero Humberto quiera cerrar la bos- terfa, Nadie va querer venic més a un lugar donde scion te Fondeel Speman usted que don Humberto va a cerrar la hoster? ol Porque &l era casi dueio. La seftora hacta todo Jo que €l decia, por eso cuando ella me despidié, yo recur 8 €L. Pero no alcanz6 a ayudarme. A esas alturas, ella era Finada. ‘Pobre, sefiora! (Harto mal me trataba, pero nadie merece mori as, sin alguien que le ciere los ojos! —Digame, Adelina, equé hizo usted entre las tres y las tes y media? —Bueno, cuando terminamos de ordenar le pedf al ‘aballero Humberto que me ayudara con lo del despido. Ei me ‘ponvid6 a caminar, pero casi enseguida me acordé de que no habia cambiado las toallas y que a la sefiora le iba a dar un, sataque de rabia; entonces me fui cortiendo a la hostera —iVio 4 alguien en la hosteria? —Si A la sehoria Teresa, que lleg6 un poquito des- ‘que yo. Venta bien colorada y yo le preyunié que si se ‘mal. Ni me contest y se dirigié a su habitacion. ” ‘Acqua BALORUS AKA AA GusAtDes Mire inspector, antes de-que comience a inerrogar me, hay varias cosas que le quiero contar, Primero, debo decite que yo pensaba dejar este trabajo 2 fin de mes. ¥ segundo, que mi relacin con la muerta era estictamente de corden profesional, aunque ella no lo considerabs asi —Ustedes eran socios, tengo entendido Si, y yo estaba dispuesto a vender mi parte para terminar con este negocio. —iNo les iba bien? Si, pero ella habia invadido mi vida privada Tanto como para desear irse, don Fumnberto? Asi es. Yo estoy @ punto de casarme y ella me estaba haciendo la vida imposible. ‘—disted sabe quién dop6 a la sefiora Hortensia? —Hiasta Ilegué a pensar que lo habia hecho ella ‘misma para llamar mi atencién. Pero Hortensia... digo la sehora Hortensia, no era de ese tipo de mujer. No... 10 me puedo imaginar quién lo habed hecho. Bila culpaba a dota Sara, la que robé el portaretvatos con la fotografia de sus dos hermanas. 4 —iQué hizo usted entre las 3 y las 3.302 —Guando todos se quedaron dormidos, Adelina me ‘conté llorando que Hortensia la habia despedido. Ell ‘queria que yo intercediera. Para calmarla, le propuse dar ‘un paseo. Ibamos caminando bajo los aromos, lla de pronto se acordé de que no habia cambiaco twallas de los cuanos. Panié comiendo, Me fam un rillo y después la segut a la hosteria =e fij6 en la hora? Cuando teminamos de recoger las cosas y fuimos a caminar, eran casi as 3. luego no volvi a el reloj hasta que les levé el café, a las tes cuarenta’ cinco. Estaban todos reunidos y se habia incorporado: {grupo el amigo de Ja sefioria Filia. Las vinicas faluban eran Teresa y Hortensia um va Dana waa ® —Gracias, Humberto, podria decirle a la seforita que venga? sParece que hubieras. corrido la. maratén, Emilia —la ‘salud6 el inspector—. Ademés, veo que no S60 tie- ne floes de aromas exe tus cabelos, sino que ademas talos de rosa, Emilia se sinti6 ensojecer. Tengo algo que confesaie, inspector. Si, Que estuviste escuchando todo el rato tras la ventana, ¥ c6mo..2 —Emilia abrié mucho los ojos. —Por algo soy detective —habl6 Santelices, seriom. 1G, joven —agregs, gritando hacia Ia ventana—, entra si Auienes! EL rostro de Diego aparecié entre los rosales, leno de confusi6n, A los dos minutos, ya estaba dentro de la oficina —Ia verdad es que escuchar tras la ventana me pare- ‘ce muy mal. Lo que ustedes hicieron es una intromisiGn fen el secreto de un sumario y hasta los puedo hacer detener Diego y Emilia se miraron con susto. Pero como me han ayudado, haré una excepcién, siempre que no se vuelva a repetir lo que han hecho. —éMe quiere preguntas algo, inspector? —Més bien quiero preguntarle at amigo. Cuando td Hlegaste al lugar del picnic, crecuerdas qué hora era? —Si. Las tres y media. —Y a esa hora ya todos habian regresado...“excepto Teresa, a quien ti viste cn la hosterfa al egar. Por Io Wo... la scitora Hortensia muri enwre tres y ues y jedia. Y todos, salvo tus tios y ti, Emilia, abandonacon, g ACQUELNE BALEIS- ANA Mania GALES por uA momento su siesta y tuvieron la oportunidad de ‘mats incluso Bey y Jou, que per haber estado jun yodtian tener coartada, en un momento se eS F6 Emilia, ek ‘Veo que eres muy perspicaz, jovencita —sonrié el . dando un bosezo— Lo que hay que averiguar ahoa $0 los motivos que podia tener cada uno para mats. Algunos, son evidentes... sno? —Lésico inspector. Sara, por ejemplo, para que su to splem qu ela et lato toreenus Ely ‘Tere P3T@ que su patrona no diera @ conocer un pasado rapa. post “AC&m0 asi? —salt6 el inspector, espantando su mo- dom. “Confleso que hace dos dias escuche...jpero sin progaésmelo, inspector! una conversacion entre Teresa $ Joxttin, donde ella le decia que la senora Honensia a ba econémica y moralmente. “iY en qué circunstancias se lo decia a Joaquin? 0 saber Santelces : ‘En el bosque, La verded es que, al parecer, estin dos... Emilia ale6 tas cas, complcads—. ¥ ‘Ber la que financia ls peliculas de su novio, por es0 iro puede terminar con ell Vaya, vaya Bueno, sigamos...~ de dormir. —Se rompié la chapa —tantamude6 Diego—, pero ‘no habia remedios para dorm. ‘Quando salieron del batt, el inspector dio: —Har€ analizar este resto de leche, que debe conte- ner algin somnifero. Supo, finalmente, doctor, con qué hhabian dopado a la sefiora Hortensia? —Pudo haber sido cualquier somnifero, La verdad es que no alcanzamos a preocuparas de eso —dijo el doc- tor. —Al parecer la reunion general se tendrd que poster- ‘gar hasta que esta setiora se despierte y hable. Mientras tanto, me ocuparé de otros detalles Emilia pensé que ella har lo mismo, —Me iré a duchar, nos vemos después —avis6 Diego a su amiga. —Yo iré a buscar a Rafael —le contest ella Para qué’ —se extras ¢! muchacho, —Para pedirle una lave, Capitulo Quince EL ROBO DE LAS JOYAS Hota! Hola ‘—llira lo que encontré —

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