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—Llsmelo curiosidad, inspector.
AY salistizo su curiosida®?
—Alli me encontré con Hortensia y Teresa, caminan-
do del brazo.
—iDénde ali?
—En el sendero de aromos que lleva al acantlado.
—Wiscutign ain?
Ya no, No quise ser intrusa y me devolvi
dato rato calcula que se demor6 entre ir y volver?
—No s€, unos cinco minutos.
ao volvié a miar la hors?
No.
—éRegresé directamente al lugar del picnic?
at
—iEstaban los mismos que habia dejado?
—Si, Se me olvidaba decirle que al regreso, en el
‘camino de aromos, me encontré con Sara, andaba en
busca de Hortensia. Yo le dije que estaba paseando con,
Teresa y ella entonces decidié volver conmigo,Capitulo Doce
EL ENIGMA NO SE ACLARA
‘—ikstis muy cansada? —susuer6 Diego a
Emilia,
No. Esto es apasionante. (Te das cuen-
‘a? Aunque me duelen un poco las rod
Is...
—iShhbt Parece que entr6 alguien,
—Buenas tardes. No tiene por qué estar tan nerviosa.
Esto serd solamente una conversaciGn, seftora. Siéntese!
—Seguramente le han contado muchas cosas de mi...
Todos me han contado cosas de todos, seiora
Sara. Por el momento a mi me interesa saber lo que usted
hizo entre tres y tres y media.
—Después de almuerzo me puse a dormir, como
todos, y me despert.
A qué hora?
No sé, no miré la hora, pero pienso que eran mas
de las tres. Me encontré con la sorpress de que todas las
sillas estaban vacias, excepto las de los Martinez. También
estaba la sobrina, durmiendo en el suelo. Me imaging que” ‘sso UEUNERALCES ANA Mana CURatDES
cl resto estaria caminando por los alrededores y me aleié
dol lugar, esperando encontrarme con... con... con alguien.
—dCon quién, exactamente?
—No se imagine que.
—No me imagino nada, senor
—#s que queria hablar con la sehora Hontensia, por
un problemita que habiamos tenido,
—wProblemita?
—Bueno, yo me imagino que ya usted estaré al tanto.
‘Algo sé. De unos robes.
—St'Y ks sefiora Homtensia queria contirselo a mi
hijo.
Used le habia robado un portaretratos, no?
—Se lo juro, inspector, que yo no le robé eso.
AY tampoco la drog’?
Pero cémo s€ le ocurte, inspector!
—Bi deja de llorar, sefiora, vamos a entendemnos me-
jor. Gigateme de su paseo luego de su siesta,
—Caminé hacia el sendero de aronios, por si encom
traba a la sefiora Hortensia.
=a por qué hacia alla?
—No sé, me imagino que segus un impulse
A la encontes?
—No, pero me encontré con Lila, que me dijo que
Hortensta estaba paseando con Teresa.
AY usted qué hizo?
‘Me devolvi con Lila
= por qué {No habia ido en busca de la sei
Rodriguez? {Psperaba acaso encontrarla sola, sabiendo q
cera casi cig?
Soli no. Pew tampoco con Teresa. Fs ener
cs tan fra. Creo que yo no le gusto. Prefert acercarme
Hortensia en ofra oportunidad. 4
“—Sefiora Sara, Ia Gltima pregunta. 2 usted
Propuso a los pasajeros cl juego de la Dama Negra?
‘Bau ¥ ta ANA NRA s
ila que se 10s propuse? Si, la que se las props fui
Se me ocu luego dena conversion que Sostvines con
ll actendo recuerdos de ls juegos de la infancta.
va voy Seton Adelina, squese esas Kigrimas, que no me
voy a comer.
—Es que... es que han pasado tantas cosas, Ha sido
uun dia tremendo para mi: justo la seftora me habia despe-
ddido y justo ahora esté muera, jigual me quedé sin traba-
jot Capaz que el caballero Humberto quiera cerrar la bos-
terfa, Nadie va querer venic més a un lugar donde
scion te Fondeel Speman
usted que don Humberto va a
cerrar la hoster? ol
Porque &l era casi dueio. La seftora hacta todo Jo
que €l decia, por eso cuando ella me despidié, yo recur
8 €L. Pero no alcanz6 a ayudarme. A esas alturas, ella era
Finada. ‘Pobre, sefiora! (Harto mal me trataba, pero nadie
merece mori as, sin alguien que le ciere los ojos!
—Digame, Adelina, equé hizo usted entre las tres y
las tes y media?
—Bueno, cuando terminamos de ordenar le pedf al
‘aballero Humberto que me ayudara con lo del despido. Ei me
‘ponvid6 a caminar, pero casi enseguida me acordé de que no
habia cambiado las toallas y que a la sefiora le iba a dar un,
sataque de rabia; entonces me fui cortiendo a la hostera
—iVio 4 alguien en la hosteria?
—Si A la sehoria Teresa, que lleg6 un poquito des-
‘que yo. Venta bien colorada y yo le preyunié que si se
‘mal. Ni me contest y se dirigié a su habitacion.” ‘Acqua BALORUS AKA AA GusAtDes
Mire inspector, antes de-que comience a inerrogar
me, hay varias cosas que le quiero contar, Primero, debo
decite que yo pensaba dejar este trabajo 2 fin de mes. ¥
segundo, que mi relacin con la muerta era estictamente de
corden profesional, aunque ella no lo considerabs asi
—Ustedes eran socios, tengo entendido
Si, y yo estaba dispuesto a vender mi parte para
terminar con este negocio.
—iNo les iba bien?
Si, pero ella habia invadido mi vida privada
Tanto como para desear irse, don Fumnberto?
Asi es. Yo estoy @ punto de casarme y ella me
estaba haciendo la vida imposible.
‘—disted sabe quién dop6 a la sefiora Hortensia?
—Hiasta Ilegué a pensar que lo habia hecho ella
‘misma para llamar mi atencién. Pero Hortensia... digo la
sehora Hortensia, no era de ese tipo de mujer. No... 10
me puedo imaginar quién lo habed hecho. Bila culpaba a
dota Sara, la que robé el portaretvatos con la fotografia
de sus dos hermanas. 4
—iQué hizo usted entre las 3 y las 3.302
—Guando todos se quedaron dormidos, Adelina me
‘conté llorando que Hortensia la habia despedido. Ell
‘queria que yo intercediera. Para calmarla, le propuse dar
‘un paseo. Ibamos caminando bajo los aromos,
lla de pronto se acordé de que no habia cambiaco
twallas de los cuanos. Panié comiendo, Me fam un
rillo y después la segut a la hosteria
=e fij6 en la hora?
Cuando teminamos de recoger las cosas y
fuimos a caminar, eran casi as 3. luego no volvi a
el reloj hasta que les levé el café, a las tes cuarenta’
cinco. Estaban todos reunidos y se habia incorporado:
{grupo el amigo de Ja sefioria Filia. Las vinicas
faluban eran Teresa y Hortensia
um va Dana waa ®
—Gracias, Humberto, podria decirle a la seforita
que venga?
sParece que hubieras. corrido la. maratén, Emilia
—la ‘salud6 el inspector—. Ademés, veo que no S60 tie-
ne floes de aromas exe tus cabelos, sino que ademas
talos de rosa,
Emilia se sinti6 ensojecer.
Tengo algo que confesaie, inspector.
Si, Que estuviste escuchando todo el rato tras la
ventana,
¥ c6mo..2 —Emilia abrié mucho los ojos.
—Por algo soy detective —habl6 Santelices, seriom.
1G, joven —agregs, gritando hacia Ia ventana—, entra si
Auienes!
EL rostro de Diego aparecié entre los rosales, leno de
confusi6n, A los dos minutos, ya estaba dentro de la
oficina
—Ia verdad es que escuchar tras la ventana me pare-
‘ce muy mal. Lo que ustedes hicieron es una intromisiGn
fen el secreto de un sumario y hasta los puedo hacer
detener
Diego y Emilia se miraron con susto.
Pero como me han ayudado, haré una excepcién,
siempre que no se vuelva a repetir lo que han hecho.
—éMe quiere preguntas algo, inspector?
—Més bien quiero preguntarle at amigo. Cuando td
Hlegaste al lugar del picnic, crecuerdas qué hora era?
—Si. Las tres y media.
—Y a esa hora ya todos habian regresado...“excepto
Teresa, a quien ti viste cn la hosterfa al egar. Por Io
Wo... la scitora Hortensia muri enwre tres y ues y
jedia. Y todos, salvo tus tios y ti, Emilia, abandonacon,g ACQUELNE BALEIS- ANA Mania GALES
por uA momento su siesta y tuvieron la oportunidad de
‘mats
incluso Bey y Jou, que per haber estado jun
yodtian tener coartada, en un momento se
eS F6 Emilia, ek
‘Veo que eres muy perspicaz, jovencita —sonrié el
. dando un bosezo— Lo que hay que averiguar
ahoa $0 los motivos que podia tener cada uno para
mats. Algunos, son evidentes... sno?
—Lésico inspector. Sara, por ejemplo, para que su
to splem qu ela et lato toreenus Ely
‘Tere P3T@ que su patrona no diera @ conocer un pasado
rapa.
post “AC&m0 asi? —salt6 el inspector, espantando su mo-
dom.
“Confleso que hace dos dias escuche...jpero sin
progaésmelo, inspector! una conversacion entre Teresa
$ Joxttin, donde ella le decia que la senora Honensia a
ba econémica y moralmente.
“iY en qué circunstancias se lo decia a Joaquin?
0 saber Santelces :
‘En el bosque, La verded es que, al parecer, estin
dos... Emilia ale6 tas cas, complcads—. ¥
‘Ber la que financia ls peliculas de su novio, por es0
iro puede terminar con ell
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