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El pasado Viernes Santo, en una mañana soleada alrededor de 300 personas nos
congregamos en las afueras de la parroquia del Espíritu Santo, en Tepatitlán, para
marchar rumbo al tradicional Víacrucis.
El Víacrucis es quizás la más bella y antigua devoción que ha brotado del pueblo
de Dios en su afán de reproducir los misterios de la pasión y muerte de Jesucristo.
Es hacer memoria del camino de la cruz -la palabra latina «viacrucis» se traduce
por la española «camino de la cruz»- de Jesucristo. Es acompañar al Señor en las
intensas horas del dolor y amor más grandes. Es compartir y completar en nosotros lo
que le falta a la pasión del Salvador.
Aproximadamente a las 11:30 horas se representó la primera de catorce estaciones
donde Jesús es condenado a muerte. Con fuerte voz el joven que representaba a Poncio
Pilatos preguntó a la multitud que se encontraba allí quién merecía ser liberado, y todos
respondimos al unísono “Barrabás”, y tras el momento en que se lavó las manos se dio
comienzo al Víacrucis encabezado por el sacerdote Carlos Rafael y los seminaristas
Rubén y José Luis.
Las sucesivas estaciones se hallaban en las cercanías de la Parroquia, donde los
vecinos se ofrecieron para instalarlas frente a sus casas pequeños escenarios para la
representación.
En cada una de ellas esperaban las personas que se fueron sumando a la multitud, Los jóvenes de pascua fueron los encargados de llevar a cabo el viacrucis.
conformada principalmente por jóvenes y familias, mientras que aquellos que no podía